Mi compañera y su relato (y 4)
Continuación del relato Mi
compañera y su relato (3)
Mara, mi preciosa compañera me había relatado con pelos y señales su aventura en
una piscina nudista, cargada de morbo y de tensión sexual, pero llegó un momento
en el que sus explicaciones me resultaron chocantes y puse en duda la veracidad
de su cuento, hasta que quiso demostrármelo.
Mara me agarró de una mano y tiraba de mí hasta llegar a su mesa. Abrió un cajón
y cogió una llave. Me reía tras ella, siguiéndole la broma y sin creerme todavía
que iba a demostrarme de alguna manera que la aventura que acababa de contarme
tuviera indicios de verdad ni por asomo. Subimos al piso de arriba de nuestra
oficina donde tenemos una especie de habitación donde guardamos todos los
archivos y documentos.
Mi compañera metió la mano en su ajustado pantalón, sacó una llave y abrió la
puerta de aquel cuarto. Tras entrar ambos en aquel reducido espacio, lleno de
estanterías y archivadores, cerró con cerrojo por dentro.
- ¿Qué haces Mara? le pregunté aun con la sonrisa en mis labios.
- Muy fácil, explicarte la parte que pareces no creerte.
- ¿Cómo dices?
- Sí, dime, ¿Qué es lo que no te tragas de lo que te he contado? preguntó con
un cierto mohín de enfado.
- Pues Mara casi todo, no sé, tu historia es surrealista
pienso que me has
vacilado a base de bien. No creo que te hayas atrevido a quitarte la ropa
No me dejó terminar la frase cuando me dijo:
- Venga, quítatela.
A continuación comenzó a despojarse de los zapatos de tacón. Yo me quedaba con
cara de ganso mirándola sin pensar todavía que se atreviese y que todo fuese
parte de una pesada broma.
Mi compañera que iba vestida de inmaculado blanco, tanto su top como su pantalón
súper ajustado, lucía un moreno precioso en las partes que mostraba, bueno, las
que permitía ver esa ropa ceñida. Es increíble lo buena que está. Pero cuando yo
creía que todo quedaría en anécdota, mi asombro fue monumental cuando se sacó el
top por la cabeza dejándome a la vista sus enormes y preciosas tetas morenitas.
Esas mismas que tantas veces soñé, las que formaban parte de todas mis fantasías
más ocultas. Unas impresionantes y preciosas tetas, más hermosas y elevadas de
lo que podría haber imaginado jamás.
- ¡Mara! dije casi gritando.
- ¿Qué pasa? ¿A qué esperas? me animaba a que hiciera lo mismo con toda la
naturalidad.
No daba crédito a lo que veían mis ojos, era algo insólito, impensable. Mara
continuó desabrochándose el botón de su pantalón.
- Venga, vamos. ¿Eres tú el que no se atreve? insistía ella.
No podía articular palabra ni movimiento alguno, me quedé petrificado.
- Oye, si no lo hacemos los dos, no vale. volvió a increparme.
En vista de que ella tenía intención de continuar, siempre y cuando yo hiciera
lo mismo, no tuve más enmienda que comenzar a seguir sus pasos. Mis ojos no se
quitaban del cuerpazo de Mara, con esas tetas celestiales que se movían como
olas a merced del viento mientras esa preciosa mujer emprendía la labor de
bajarse el pantalón por sus esculturales piernas.
Intenté rápidamente quitarme la camisa sin perder detalle ni un momento de aquel
bombón que se me despelotaba delante de mis narices. Me bajé el pantalón raudo y
veloz, esperando ansioso esos últimos movimientos de mi compañera.
- ¿Te lo vas creyendo? me dijo cuando sacaba el pantalón por completo y lo
tiraba sobre unas cajas quedándose tan solo con un reducido tanga.
- Mara
estoy alucinando.
- ¿Ah sí? ¿No decías que todo era mentira?
Mi erección era notable y ella la observaba sonriente, digamos que orgullosa de
haberme provocado tal estado. A continuación me fue empujando mientras me ponía
una cara de vicio alucinante. Acabé al fondo de aquel pequeño cuarto incrustado
contra unas cajas, sin más prenda que un calzoncillo y frente a una tía que
había soñado millones de veces y que ahora solo llevaba un tanga blanco de lo
más diminuto.
Caí de espaldas al suelo, justo sobre una tarima donde se apilaban montones de
cajas de documentos. Mara se arrodillo a mis pies y apoyando sus enormes tetas
sobre mis muslos fue ascendiendo sin dejar de sonreírme y mirarme a los ojos
como una auténtica zorrita. Su cara llegó a la altura de la mía y aprisionó su
pecho igualmente contra mí. La sensación de tener aquellas tetas encima fue lo
más agradable que jamás hubiera pensado. Succionó con sus labios mi barbilla, mi
cuello, mis orejas
- Mara
- fue lo único que alcancé a decir.
Ella sonreía, con unos dientes inmaculados y perfectos, le gustaba ponerme de
esa manera, me estaba volviendo loco.
- ¿Me vas creyendo? dijo con un tono meloso.
- Por supuesto. No sé como dudé.
Mara no parecía conformarse con esa demostración y yo sabía que la cosa no se
iba a quedar así. Puso sus tetas en mi cara y frotaba su coño abultado sobre mi
sensible polla que recibía las caricias de un coño tibio a través de la tela de
nuestra única prenda. Parecía que mil ángeles estaban acariciándome. Me besó,
apoyando sus labios primero y luego con un morreo de órdago, sin dejar de mover
su pelvis contra mí.
Mi preciosa compañera se separó de mí y arrodillada a mi lado, fue bajando mi
calzoncillo hasta dejarme desnudo y mostrando mi verga al aire con una erección
colosal. Se llevó mi prenda a la nariz y la olió profundamente, con una cara de
excitación que nunca olvidaré. Como tampoco cuando agarró mi polla y se la llevó
a la boca sin tiempo a digerir a que todo aquello tuviera sentido y me estuviera
ocurriendo realmente.
La boca de Mara era un portento, succionaba mi capullo y lo soltaba de pronto,
todo ello acompasado de un movimiento de la piel hacia abajo, dejándome al borde
del abismo. Prácticamente la tuve que empujar, porque no hubiera podido aguantar
mucho tiempo el pedazo de mamada que me estaba pegando, como quién no quiere la
cosa.
Se puso en pie, sin borrar su sonrisa de la cara. Y con un erotismo genial, se
fue despojando del tanga mostrándome su desnudez al completo. Un coño precioso y
prácticamente rasurado, salvo una pequeña hilera de vello sobre su brillante
rajita. Que visión, que alucinación
Sentado sobre aquella tarima observaba ese cuerpo al que tantas veces imaginé
así, tal y como lo tenía delante y era mucho más hermoso que en mis sueños.
Una vez se hubo desnudado al completo, Mara se sentó sobre mí, dejándose caer
lentamente sobre mi sexo y notando el calor que emanaba su chochito sobre mi
verga. Me besó apasionadamente, como nunca antes me habían besado, creo que esa
mujer estaba esperando lo mismo que yo, que culminásemos lo que tantas veces
habíamos soñado.
- Mara, estás buenísima. Como te deseo.
Se limitaba a sonreír mientras yo me agarraba a sus caderas para notar que no
era una aparición ni nada parecido. Mi boca pasaba de lamer su cuello, a comer
su lengua, para terminar lamiendo sus enormes y perfectas tetas.
- Fóllame me dijo entre susurros de una forma que martilleaba en mis oídos
como un canto celestial.
Ubiqué mi polla en la entrada de su ya encharcada vagina y no le costó dejarse
caer y empalarse de forma inmediata. Los dos gemimos profundamente y el
movimiento de nuestros cuerpos nos llevó a sentirnos unidos completamente en un
abrazo y un polvo maravilloso.
Su hermoso cuerpo botaba sobre el mío. Sus tetas se movían acompasadamente cada
vez que subía y bajaba. Sus jadeos se hicieron más fuertes, hasta detenerse por
completo y dejar caer un largo suspiro al llegar al orgasmo. Yo no pude aguantar
mucho más y verla así sobre mí, corriéndose con sus ojos cerrados, su cabeza
echada hacia atrás, sus tetas bailando al compás y su pelvis chocando incesante
contra mi cuerpo. Me agarré a su cintura e inmediatamente después me corrí como
nunca antes lo había hecho, expulsando varios chorros de mi leche en el interior
de un coño ardiente que me aprisionaba como queriéndome exprimir hasta la última
gota.
Quedamos tumbados y desnudos en aquella tarima recobrando el aliento, abrazados
y mirando al techo sin creer que aquello hubiera ocurrido.
Tan solo un momento después ella se incorporó, dándome un nuevo beso y
acariciando mi polla para después preguntarme:
- Ahora ¿Crees mi relato?
- Por supuesto Mara, como para no creerte afirme satisfecho y convencido.
Rió con una cara de felicidad que mostraba su belleza multiplicada.
- Pues ha sido todo mentira. añadió.
- ¿Cómo? dije atónito.
- Me lo he inventado.
- Pero
- Quería follar contigo, no sabía como hacerlo y tracé el plan.
Me quedé mudo, sin poder reaccionar a lo que acababa de decirme
pues su
historia parecía ahora tan real
que en ese momento ya no sabía donde estaba la
verdad o la mentira, el caso es que lo que sucedió en aquel cuartito, fue real,
completamente real y alucinante.
Sylke (28 de noviembre de 2007)