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Bukkake en la facultad

en Sexo Oral

Bukkake en la facultad

Mi última oportunidad de aprobar la asignatura era acudir a las oficinas del campus y hablar directamente con el rector, un hombre aparentemente serio y cabal, como así se le conocía por la mayoría de los estudiantes. Sin embargo a mis oídos había llegado un soplo que me había dejado por un lado sorprendida y por otro con una gran pista. Resulta que de algún sector femenino de la universidad era sabido, que al catedrático en cuestión, le gustaban las estudiantes jóvenes y juguetonas, ya me entendéis… de modo que ahí vi la posibilidad de poder forjar ese cambio en mi nota final.

Mi objetivo era claro: Ofrecerme como todo un caramelito apetitoso ante ese viejo verde. Indudablemente no tenía nada que perder (como mucho mi reputación)  y sí mucho que ganar (pasar de curso en mi penúltimo año de carrera… casi nada) Así que el plan era sencillo: Enseñarle mi cuerpo por un espontáneo "aprobado" y si era menester, una mamada de las mías, como extra.

Allí me planté nerviosa perdida pero muy decidida a conseguir mi propósito. Antes de llamar a su despacho me miré en el espejo: Hice el último retoque a mis labios para que tuvieran el brillo adecuado. Estiré mis trencitas de niña mala y me sonreí por esas pintas de furcia que llevaba. Había elegido, además, mis mejores armas de seducción para aquella cita: Una camiseta de tirantes en rojo cobrizo,  muy escotada que se ceñía divinamente a mi cuerpo. Una minifalda de cuadros rojos y negros, de esas de colegiala perversa para rematar la faena. La verdad es que me encontraba muy sexy, casi rozando la zorrería… añadiendo para más inri, en mi atrevida indumentaria, unas botas altas, en color negro de mucho tacón, como colofón a mi presentación al jefe de los jefes de aquella universidad.

La secretaria me miró con un cierto aire de suficiencia, como pensando: "otra zorrita que se quiere tirar al rector". Me hizo esperar en un cómodo sillón durante casi 15 minutos que se me hicieron eternos.

Mientras tanto, yo iba pensando como poder camelarme a ese hombre… cómo potenciar mi lado más cándido y perverso… jugar a hacerme la tonta y ofrecerle mi juventud y mi descaro para chupársela a cambio de que diera un giro a mi vida estudiantil. Desde luego lo que no estaba dispuesta era a volver a repetir curso.

El caso es que no fue él en persona quién salió a recibirme, sino uno de los profesores de filosofía que había visto en alguna ocasión por los pasillos de la facultad y quien deduje debía ser el pelota número uno. Visto el plan de seducir a todos a cuantos se me pusieran por delante, comencé mi técnica de persuasión femenina con mis movimientos sensuales para ese hombre que observaba por encima de sus gafas, sin duda alguna, bastante sorprendido. Me levanté de forma jovial de aquel sillón, no sin antes de cruzar y descruzar mis piernas,  para después recibirle con la mayor de mis sonrisas…

Aquel profesor me observaba detenidamente, escrutando cada una de mis curvas, deteniéndose en mis tetas remarcadas por la ceñida camiseta y también en mis muslos que se enaltecían con aquellas botas.

Soy Beatriz Sánchez… venía a hablar con el rector. – dije con voz muy suave, casi susurrante.

¿Y en qué puede ayudarle el rector, señorita? – preguntó serio, pero sin dejar de mirar hacia mis tetas.

Pues quiero una revisión de mi nota. Creo que se han equivocado.

Entiendo, ¿Ha suspendido?

Sí y no lo veo justo.

Bueno, no sé si puede recibir visitas en este momento… ahora está reunido con el claustro. Le diré que ha venido, debería pedir cita previa.

Es de vital importancia hablar con él ahora mismo, por favor, se lo suplico. Mañana puede ser demasiado tarde…

Esta vez además, mi petición fue acompañada de mi gesto más suplicante, sosteniendo sus manos en las mías y mi cuerpo que poco a poco se adhirió al suyo, para seguidamente recibir el contacto de mis pechos.

Esto… yo… no sé… veré... – contestaba tartamudeando el pobrecillo.

Me encanta ver a un tío nervioso y excitado, creo que es una de las sensaciones más placenteras del mundo, te da un poder gigantesco y además eso me pone aun más cachonda.

Por favor, si me ayuda, haré lo que me pida. – creo que esa frase dicha así, de forma tan sugestiva y vestida con mis galas guerreras tomaba un tono más que alentador para aquel profesor indeciso.

Está bien. Espéreme aquí. – dijo llamando a la puerta de su jefe.

Al cabo de un rato regresó para confirmarme que el rector continuaba reunido y que sería imposible concertar una cita para ese día, informándome que lo mejor era dejar mis datos a la secretaria y que ya me llamarían… Dudé unos instantes, pero al fin, sorteé a mi obstáculo que era aquel hombre y resuelta abrí la puerta directamente colándome en la sala donde se encontraba reunido el claustro de profesores.

¡Señorita! – fue el grito que quedó a mi espalda al que hice oídos sordos.

La habitación en cuestión era la sala donde habitualmente se reunía el consejo escolar. Una gran mesa en el centro rodeada de varios profesores de mi universidad, concretamente ocho, que me miraban sorprendidos por mi impetuosa entrada. Notaba, además de la sorpresa, algo de lujuria en todas esas miradas que se dirigían a mi juvenil cuerpo y a mi indumentaria tan especial. Mi primera opción era camelarme al rector en exclusividad, pero eso de tener a los profesores más valiosos del campus para mí sola mirándome de aquella manera ofrecía un morbo incrementado.

Me sentía más deseada que nunca y ese era el detonante para lanzarme aun más.

Perdón… por entrar de esta manera. – dije utilizando mi voz insinuante y mis gestos infantiles.

Lo siento, no pude evitar... Esta chica ha venido sin cita previa… – añadió el profesor que había impedido mi entrada inicialmente, disculpándose ante todos los profesores reunidos.

El rector que presidía aquella mesa, fue el que tomó entonces la palabra intentando averiguar que había provocado esa interrupción por mi parte.

No se preocupe, Juan… cierre la puerta, por favor. – dijo con seriedad aquel hombre dirigiéndose a mi acompañante previo e invitándole a salir de la sala.

Allí me quedé sola, en el extremo de aquella mesa y minuciosamente observada por ocho profesores que se debían estar preguntando para qué les quería.

Gracias. – contesté sin despegar mi sonrisa hacia el rector.

¿Y cuál es el motivo de su fugaz e inesperada entrada, si puede saberse? – añadió este con un atisbo de sonrisa.

Verá, sé que no es el momento, ni la forma más adecuada, pero necesito urgentemente una revisión de mi nota, antes de que quede confirmada mañana. Me han suspendido una asignatura con la que no puedo pasar de curso… - expuse, esta vez poniendo mis manos en mi espalda a modo de niña buena.

Ya… perdone, ¿su nombre era?

Beatriz… Beatriz Sánchez. Estudiante de tercero.

Bien Beatriz… debía haber acudido a su tutor y solicitar la revisión formalmente… nosotros ahora no podemos hacer nada – añadió el rector no sin antes alcanzar con su vista la porción de mis muslos que dejaban entrever mi minifalda y mis botas que yo movía al son de una música imaginaria.

Sí, lo he hecho, hablé con mi tutor pero me dice que no es posible. Por eso he venido a hablar con usted... con ustedes.

Ya, entonces, ¿cómo pretende que le ayudemos nosotros?

Muy fácil… aquí traigo mi calificación y mi prueba.

A continuación, completamente decidida y sabiendo de todos los riesgos que corría, entre ellos, ser expulsada de la universidad, me subí a la mesa donde todos estaban reunidos y gateando de la forma más sensual posible me fui acercando hasta el rector que me miraba atónito, al igual que el resto de profesores que suspiraban y cuchicheaban alucinados por mi actitud a medida que atravesaba la distancia de la larga mesa.

Llegué a la altura de mi objetivo… el rector abriendo ligeramente mis piernas para que pudiera ver mi tanga durante breves instantes y después me bajé de la mesa, entregándole mi examen… que él evidentemente no miraba, sino a mi lengua que jugaba asomándose tímidamente entre mis labios.

¿Cree señor rector que tengo posibilidades de revisión?- aduje con todo el descaro.

Señorita… no sé qué pretende… - contestaba en su posición embarazosa.

Otra vez el tartamudeo de un hombre puesto contra las cuerdas… me ponía como una gata caliente… como me gustaba provocarle…

Pero… ¿No se puede hacer nada? – añadí nuevamente con mi voz melosa.

Aquel hombre, a pesar de estar ciertamente apurado, no podía evitar mirarme las tetas, las piernas, toda mi anatomía que sin duda, le atraía, tal y como intuía y parecía a tenor de un bulto que iba tomando medidas considerables. Por tanto, entendía que aquellas habladurías sobre él debían ser verdad.

No, lo siento, pero ya no se puede hacer nada, señorita Sánchez… - añadió titubeante y mirando de reojo al resto de su grupo de profesores que parecían estar esperando sus reacciones.

Pero… ¿No podría evaluarme de alguna manera? – insistí jugando libidinosamente con mis trenzas.

No está en mi mano… lo siento… - repitió alterado.

Y ¿qué le parece esto entonces?

A continuación alcé mi camiseta mostrando mis tetas a pocos centímetros de sus ojos. Por un momento dudé, pero en aquella mirada había algo especial, algo que me hacía comportarme aun más descaradamente… como toda una zorrita, dispuesta a todo. Miré un momento al resto de profesores que incluso giraban sus cabezas para ver la forma redondeada de mis senos coronados por un pezón erguido.

El rector se levantó en un intento de mostrar cierta inconformidad, pero cuando tomé su mano y la llevé directamente a mi pecho, no dijo nada, no puso impedimento ninguno y muy al contrario pareció disfrutar con la suave textura de mi teta izquierda.

Creo que no me ha evaluado del todo, señor rector. – afirmé muy segura.

Por Dios señorita…

¿No le gusta?

Me envalentoné, no sé cómo, pero lo hice… intenté borrar de mi mente todos los prejuicios y demostrar que era una mujer valiente, decidida, dispuesta… tanto o más de lo que podían imaginar todos ellos. Puse un pie en la silla y de dos pasos me puse de pie sobre la mesa. Me despojé de la camiseta por completo y después de la faldita, quedándome en tanga y danzando como una striper ante la mirada alucinante de mis ocho espectadores. Recorrí una y otra vez aquella mesa, mientras ellos parecían estar flipando.

Me tumbé sobre la mesa y arqueando mi espalda, al tiempo que me fui despojando de mi pequeño tanga a través de mis piernas abiertas, dejando a la vista mi sexo y todo mi cuerpo desnudo, quedándome solamente con las botas.

Percibía unas respiraciones agitadas en todos aquellos hombres, en señal inequívoca de su excitación y naturalmente, también de la mía. Ver a tanto macho caliente, me pone a mí más.

Mis manos acariciaban mis tetas, mi lengua jugaba entre mis labios, mis piernas se contoneaban al ritmo de un calor que se aplacaba en todo mi cuerpo.

¿Creen que podré tener una nueva evaluación? – pregunté con mi candidez ante mi público boquiabierto.

No hubo respuesta. Ellos se miraban entre sí, sin saber qué hacer, qué paso tomar, qué decir...

A la vista que no conseguía nada de su parte, me acerqué tumbada boca abajo en la mesa arrastrando mi cuerpo desnudo por toda su longitud, con mi mayor erotismo, hasta bajar y colocarme de nuevo junto al rector. Seguí moviéndome danzando a su alrededor, provocando una erección visible a todas luces bajo su pantalón.

No dijo nada cuando aflojé su corbata, ni cuando acaricié su miembro ligeramente con mis dedos y le sonreí victoriosa. Así que poco a poco continué con mi juego perverso y del que estaba segura, sacaría buenos frutos.

Para entonces nadie parecía estar dispuesto a contradecir mis pretensiones… el fuego que salía de sus cuerpos parecía palparse… igual que el que salía de mi propio cuerpo, más cuando quería ver si yo misma sería capaz de cualquier cosa ante esos tipos. Mi atrevimiento me sorprendía.

La chaqueta del rector fue a parar rápidamente al suelo, para después desabrochar su cinturón y dejarle en pelotas en menos tiempo del que yo misma hubiera creído. Rocé mi cuerpo contra el suyo, danzando nuevamente a su alrededor, provocándole, incitándole al mayor de los pecados.

Una polla cimbreante se mostró ante mí y sin decir palabra, la agarré por la base para masturbarle mientras mi lengua jugaba con su cuello. Me arrodillé repentinamente y me metí en la boca aquella dura verga, comenzando a mamársela… Ni él ni yo… ni el resto de los profesores creía lo que estaba haciendo con mi boca y la polla del rector de la universidad, quién al parecer tampoco ponía objeción alguna. El pobrecito se había quedado sin palabras y casi sin aliento cuando mis labios apretaron su glande y cuando su miembro desaparecía en mi boca casi al completo y mis dedos juguetones acariciaban sus huevos.

Cuando consideré que ya estaba demasiado excitado detuve mi mamada y fui acercándome uno a uno a mis otros espectadores, para ordenarles que se fueran quitando la ropa… Alguno se mostró reacio en un principio, pero al ver que al primero de ellos, le ayudé en la tarea para a continuación comenzar a mamarle con el mismo ahínco y entrega que momentos antes a su jefe, fueron desnudándose con cierta premura y acercándose hasta donde yo me encontraba para "pasar por caja". Les calenté a todos a base de bien, chupando sus huevos, acariciando sus miembros, jugando con ellos y sus despelotados cuerpos, como una chiquilla traviesa… como toda una furcia caliente, dejándoles al borde del clímax.

Volví a subirme a la mesa, tumbándome boca arriba, para que uno a uno fueran insertando sus vigorosas pollas en mi boca, sentirlas poderosas entre mi lengua y mis labios… Era curioso el silencio que se había hecho en aquella habitación, pero nadie ponía objeción ninguna, nadie protestaba, nadie añadía nada… solo se oía el chapoteo de mi saliva mezclada con los jugos de todos y cada uno de ellos, que alternativamente me iban metiendo sus vergas entre los labios, alucinando todos de aquel sueño imposible, lo mismo que yo, que ni era capaz de creerme lo que estaba sucediendo.

La enorme polla de mi profesor de latín desapareció en mi boca, sin creerme que fuera capaz de caberme semejante cosa hasta casi el nacimiento de sus huevos, ni cuando casi sin aire, aún parecía pedirle más y más. Me esmeré en mamársela con todas mis ganas, hasta empezar a percibir los gemidos que salían de su garganta… Los demás hombres no parecían estar conformes en ser meros espectadores y pronto se turnaban e incluso se empujaban mutuamente para querer meter sus respectivos penes en mi boca y follármela literalmente. En alguna ocasión tuve dos pollas alternativamente y otras dos en mis manos esperando ser acogidas por mi insaciable garganta. Todas eran acariciadas y pajeadas por mis dedos, succionadas por mis labios, chupadas por mi lengua. Tragaba cada trozo de carne con toda mi energía, lamiendo, mordiendo, deleitándome en mamadas antológicas, del sueño fantasioso de cualquier hembra que se precie… ¡ocho hombres para mí sola! Y ellos disfrutaban de las caricias de mi lengua, de mis labios y aprovechaban para acariciar mis muslos, mis tetas… mi sexo humedecido de tanto placer. Todo era una locura frenética… deliciosa. El mejor examen que podía esperar por parte del consejo escolar.

Había entrado en una puerta de no retorno, lo sabía, pero al tiempo me encontraba muy excitada como para arrepentirme… Nunca antes había tenido la oportunidad de tener a tanto hombre caliente a mi alrededor y por supuesto la posibilidad de conseguir mi objetivo… aprobar.

Pronto me sentí en volandas entre tres hombres. Mientras unos se ocupaban de mis piernas, otros hacían de todo con mi coño, lo sobaban, lo chupaban,  me pegaban nalgadas, me succionaban los pechos, me besaban introduciendo sus lenguas ávidas de sexo… Todo era surrealista… pero tremendamente cachondo.

Terminé tumbada sobre la alfombra gigante de aquella habitación para que uno a uno fueran acabando sobre mi cuerpo desnudo. Ellos, como buenos participantes del juego y ordenados a la misma distancia se plantaron a mi alrededor, masturbándose sobre la imagen de mi cuerpo desnudo que se cimbreaba sobre la alfombra acariciándome provocativamente ante sus miradas… observando cómo me pellizcaba los pezones, cómo me acariciaba mi rajita empapada… y después cómo chupaba mis dedos con deleite.

Nunca en mi vida había visto tantas pollas juntas y ahora estaban ahí a mi alrededor... ni tampoco me había visto a mi misma comportándome como una vulgar puta… dispuesta a todo, entregada a los juegos más salvajes con todos aquellos profesores.

El rector fue el primero en arrodillarse, pues también quería ser el primero en correrse sobre mí y la verdad es que nadie puso pegas… orientó su glande cerca de mis labios y mis manos ayudaron a masturbarle lentamente mientras nuestras miradas se cruzaban. De un golpe me introdujo su polla hasta lo más profundo de mi garganta, sin tiempo a reaccionar… follándome nuevamente la boca… acercándose al final.

Debido a la falta de aire, mi boca se abría y cerraba desesperadamente y esa acción debió provocar la primera corrida que se desperdigó inicialmente hasta mi garganta para después empujarle y que el resto se desparramara por toda mi cara… sintiendo como un chorro se ubicaba en mi ceja, otro en mi barbilla y un tercero llegaba hasta mi cuello.

Una vez hubo terminado el rector, el siguiente profesor se colocó en la misma posición que ocupaba segundos antes este y de igual manera comenzó a follarme la boca, metiendo enérgicamente su estaca entre mis labios… Pronto soltó varios chorros de su leche tibia sobre mi cara, mi pelo… mis ojos… me encantaba recibir sus goterones de lefa caliente sobre mi cuerpo cachondo.

Ya casi no había reaccionado a esa segunda descarga cuando me llegaba la siguiente y después otra y otra, ordenadamente, lujuriosamente entregados a una orgía de mi boca frente a ocho pollas ardientes. Tras correrse sobre mi cara, mi pelo y todo mi cuerpo, mi boca buscaba lamerles para dejar completamente lustrosos y limpios de sus restos de semen aquellos rabos endurecidos… me sentía sucia y puta… muy puta… con toda mi cara embadurnada de sus corridas, pero orgullosa de haberles ofrecido de manera tan fácil tanto placer y al mismo tiempo mi gran objetivo, pasar de curso.

Ocho profesores, ocho pollas y unas enérgicas corridas sobre mi cara, fueron el pago a mi nueva nota, que por cierto pasó a ser de sobresaliente…

Sylke (27 de febrero de 2009)