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Dominación de mi propia hermana (2)

en No Consentido

2-5-2009

Desde la última violación a mi hermana-esclava Sara, aproveche el tiempo para pensar que hacerle ahora. "Fácil", pensé, "sexo anal".

Aquel día nuestros padres estaban en casa, pero por la noche saldrían y no volverían hasta la mañana siguiente, algo que, sin dudas, debía de aprovechar lo máximo posible. Lo mejor, y para poder durar más, fue matarme a pajas. Las dos primeras fueron bastantes rápidas, la tercera me costó mucho más.

Intentaba acabar cuanto antes, pero incluso me cansaba cada vez más y más. Subía y bajaba a gran velocidad, casi sin sentir placer, y casi llevaba una hora con el mismo trabajillo.

Me corrí, sin sacar prácticamente nada de semen, minutos más tarde.

Horas después, llegó el momento esperado cuando nuestros padres nos dijeron "nos vamos". Eran las nueve y media de la noche, pero sabiendo que tenía toda la noche para violarla, decidí esperar a que se acostara.

Ahora era mi turno.

Me acerqué sigilosamente a su cama y pude percibir que dormía plácidamente. Lo hacía boca arriba y con solo las bragas.

-Me gusta- pensé- No quiero perder tiempo quitándole la ropa.

Tal vez sabía que me aprovecharía de ella aquella misma noche, pero nunca me lo pregunté. Ni siquiera me importó.

Subí a su cama lentamente, intentando no despertarla aún. Me coloqué, desnudo, justo encima de ella, presionando mí, nuevamente y por cuarta vez al día erecta polla en su coño. Empecé a aplastarla con mi peso, a lo que ella respondió despertándose rápidamente, asustada. Pretendió gritar, pero estaba cansada, y con mi peso solo pudo emitir un pequeño gemido.

Ella me miró algo asustada pues nunca la había sorprendido de aquella manera por la noche. Le tapé la boca. Ella puso algo de resistencia, mientras que yo restregaba mi polla empalmada en su coño que, para mi sorpresa, estaba algo mojada.

-Mmmh…- gimió ella, tal vez sin querer-. No… ahora no, por favor…

Yo le separé las piernas con la ayuda de las mías, para poder restregarme mejor, a la vez que agarraba sus muñecas y lamía sus pequeños y malheridos pezones de casi preadolescente.

Ella intentaba liberarse de mis manos y mi lengua, pero lo único que conseguía era excitarme más y más. Le di la vuelta, ahora restregando mi polla contra su culito. Inmediatamente ya dedujo lo que iba a pasar.

Le di por detrás en más de una ocasión, pero es por donde más le duele. Y eso… eso me gusta, aunque suene contradictorio.

-Por detrás no, Edu…- gimoteaba ella, medio llorando-. Otra vez no…

Ahora solté una de sus muñecas para llevar mi mano a su culo, le baje un poco las bragas y empecé a tocarle con el dedo índice su ano. Ella sollozaba más.

-Escúchame bien, zorrita- le susurré al oído- Te la voy a meter hasta el fondo de tu culito, tanto si quieres como si no- le dije-. Y lo único que voy a usar de lubrificante va a ser tu saliva, ¿entiendes? A sí que si no quieres que te duela demasiado, más vale que empieces a mamármela como nunca lo has hecho hasta ahora. Te doy diez minutos.

Nada más dije eso, la coloque en posición de 69.

Sara sabía que lo que quiero lo hago, por lo que sabía perfectamente que lo decía en serio. Empezó a mamármela desesperada. Tenía que empaparla de saliva por todos los medios.

Se la tragaba directamente hasta el fondo, provocándose a ella misma arcadas, pero empapando mi polla. Escupía como una posesa y me pajeaba. Todo con tal de que no le duela.

-¡No me pajees, solo lame!- le dije, pensando que tal vez me pajeaba para que dure más.

Yo estaba en el cielo.

Le metí, poco a poco, y mientras ella me propinaba la mamada, el dedo índice en su estrechísimo culo, a lo cual Sara respondía retorciéndose de dolor, luchando por chupar y lamer.

-Mmmmh!!- sollozaba ella con la polla en la boca.

Mi hermana subía y bajaba su boca provocando sonidos que indicaban que mi polla estaba completamente lubrificada.

-Ponte a cuatro patas, zorra- le ordené. Ella lo hizo-. Sepárate las nalgas con las manos.

Desde aquella posición veía perfectamente su ano medio dilatado por mi dedo índice.

Coloqué la punta del nabo en el ano. Le agarré de las caderas y empuje todo lo que pude. El capullo entro bastante bien, rápido y fácil. Ella se quejaba. Demasiada presión contra su culo, y poca lubrificación a la vez.

Seguí empujando, sin piedad: media polla dentro. Ella ahora empezaba a gemir cada vez más fuerte.

-Ahh- se quejaba-¡¡ Sácamela, por dios… duele!!

-¡Calla!- le contesté yo con dos bofetadas fuertes contra sus nalgas, que le arrancaron varios gritos de dolor.

A cada centímetro que le metía era un centímetro que costaba diez veces más de meter. Ella ya no paraba de gritar.

Cumplí mi objetivo varios minutos después. La polla entro entera. Ahora tenía que sacarla casi del todo y volverla a meter. Cada centímetro que sacaba era una tortura para Sara, que se revolvía cada vez mas violentamente y como si la estuviese matando de dolor.

-¡¡Dios mío!!- gritaba desesperada- ¡¡Me vas a matar!!

-Si…-le susurraba a la vez que volvía a meter la polla- Grita… sabes que me pone…

-Por favor… por favor… ¡¡Ahhh!!

Estuve embistiendo el culito de mi hermana durante cinco intensos minutos. Paré durante unos segundos y me miré la polla. Tenía algo de sangre y mierda, mierda de mi hermana. Se la volví a meter. Parecía increíble que hacía tan solo cinco minutillos de nada su culo era estrechísimo. Su ano se adaptaba como una ventosa.

Seguí embistiendo como un animal en celo haya notar que mi hermana ya no gemía de dolor, sino de placer, y era evidente que ahora se sentía más humillada que nunca, pues le gustaba que le violara. Lloraba.

Decidí meterle algún dedillo en el coño. Si estaba en lo cierto, gemiría de placer, humillándola más y más. Lo hice, y en efecto, estaba cachondisima y muy mojada.

Me acerqué a su oído mientras le propinaba la follada anal y le susurré:

-¿Te gusta verdad?-le dije- ¿Te gusta que te viole verdad?

-Mmmm…-gimió ella.

-¡¡DILO!!- grité dándole fuertemente dos bofetadas en sus nalgas que le dejaron marca.

-Si… me gusta…- dijo después de emitir un gemido de dolor, a causa de los cachetes. Empezó a llorar. Llorar y gemir. Gemir de placer.

-Lo sabía… ¡¡Zorra!!- volví a gritar, mientras empujaba mi polla contra su culo mucho más fuerte que hasta ahora, metiéndole dos dedos en el interior de su húmedo coño-. ¡Pues disfruta, puta!

Sus gemidos eran ahora mucho más sonoros, pero no duraría mucho en gozar de mis embestidas, pues me corrí bien pronto en su culo.

Aún acabada la violacíon, seguí embistiendo, cada vez más calmado, durante un par de minutos. Para mi sorpresa, ella consiguió llegar al orgasmo.

Me levanté de la cama, la agarré de los pelos, y la tiré fuertemente de la cama.

-Ayy!!- gritó al impactar contra el suelo.

-Ahora límpiamela- le dije enseñándole mi polla, aun dura, llena de semen, sangre y mierda suya-. Y que no quede nada, zorra.

-No…- lloraba ella- Que asco…- intentó levantarse, pero le abofeteé en la cara. Ella lloraba más.

-¿Cómo que no?- le dije- Si has conseguido correrte mientras te violaba, esto no tiene por qué ser un problema, zorra- le agarré la cara y la llevé a mi polla. Sorprendentemente, ella abrió su boca y se la metió-. Ohhh, si… chupa… chupa tu mierda…

Parecía que estaba a punto de potar todo aquello, pues realmente daba asco tragarse mi polla en las condiciones en las que estaba.

A los pocos segundos, tuvo que parar du chupar. No podía más, era realmente asqueroso para ella, pero yo estaba disfrutando, y quería que me la limpiara del todo.

-Venga coño!- la agarré de nuevo y volvió a chupar. Yo, con las manos en su cabeza, le obligaba a metérsela hasta el fondo.

Estuvo cinco minutos así.

-Muy bien putita, lo has hecho muy bien- le dije acariciándole la cabeza, como si fuese un perrito. Ella lloraba. Intentó subir a la cama y acostarse, pero la agarre de sus pequeños pechos-. Te ha gustado, verdad?

-…- no dijo nada.

-¿Verdad?- repetí, con un tono más amenazador.

-Si…- me dijo.

-¿Te ha gustado chuparme la polla?

-Si…

-¿Te gusta que te viole?

-Si…

-¿Te gusta que te domine?

-Si…

-¿Harás cualquier cosa que te ordene verdad?

-Si…

-Serás mi esclava.

-Si…

-Eso NO era una pregunta.

Le abrí las nalgas, se la metí de nuevo por el culo, y me la follé otra vez más.

Presentía que Sara ahora SI iba a ser sumisa, y que las cosas mejoraría mucho…

¿Lo mejo? Estaba en lo cierto.