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Sexo, drogas y RocknRoll! (6): Enrique

en Zoofilia

16-3-2000

Los espectadores y primerizos fans de la banda de rock que creó la pelirroja tiempo atrás empezaban a retirarse paulatinamente de los conciertos. Estos empezaron a estar cada vez más vacíos, y el número de conciertos programados descendieron a uno solo a finales del mes de abril. La razón era bastante clara: las mismas canciones. De todo el repertorio del grupo, que se extendía a más de treinta canciones, podían rescatar a poco más de diez, que eran las que tocaban siempre en los conciertos.

-¡Chicos, tenemos que despertarnos!- exclamó Sandra-. ¡He dicho al dueño del bar que colocase en el cartel de promoción que vamos a tocas canciones nuevas!

-¿Perdona?- preguntó Joaquín-. ¿Y cuales vamos a tocar?

-Como sean las de Sebas, estamos jodidos!- exclamó Enrique.

-¡Hijo de puta!- contestó este, levantándole el puño-. Tus canciones si que son una mierda.

-No, no, no- negó Sandra-. No tocaremos ni una sola canción que hayamos compuesto hasta ahora.

-¿Qué propones?- preguntó Cris.

-Componer canciones, practicarlas, y tocarlas a la perfección de aquí hasta finales de abril- comentó Sandra.

-¡Estás loca!- gritó Sebastián.

-Podemos hacerlo- le contestó ella-. Luego entre todos las retocamos para darle nuestro propio estilo. El estilo de la banda.

-Por mi está bien, aunque no se me da bien eso de componer por mi mismo- dijo Enrique. Sebastián iba a decirle algo respecto a eso-. ¡Ya lo sé!

Quedaron así. Iban a estar una semana sin verse, dedicados completamente en componer como sea una canción que devolviese algo de frescura a su repertorio original. Enrique, por su parte, solía tener problemáticos colapsos de imaginación y creatividad, y podía estarse días, semanas e incluso meses sin escribir una canción.

Pero buscar una idea para escribir una canción no era fácil, en absoluto, sobre todo para Enrique, el cual no había conseguido escribir nunca una canción en condiciones, y su participación en el grupo era el de retocar aquí y allá las canciones que los demás escribían.

Lo primordial era conseguir una inspiración divina, y Enrique se juró que la conseguiría por todos los medios, así que no durmió ni un solo día, ni tampoco fue a clases. Incluso se saltó alguna que otra comida. Enrique leyó que la falta de alimento tenía efectos parecidos a los de la droga, pero no se inspiró en absoluto, todo lo contrario.

Después de pasar el primer día de la semana sin comer, el segundo lo pasó a base de drogas. Cocaína, en concreto, pero tampoco se inspiró. Las ideas las tenía en su cerebro, pero estaban demasiado lejanas y por lo tanto, muy borrosas e indefinibles.  Las veía, pero no las distinguía.

El tercero lo probó a base de sexo desenfrenado. Contrató a una prostituta cubana transexual. con el dinero que había ganado en los conciertos de la banda. Cuando la prostituta cubana transexual vio a Enrique, tuvo que pedirle el DNI para saber si realmente era mayor de edad. Una vez e malentendido se solucionó, lo hicieron salvajemente durante toda la mañana. Ambos recibieron de los dos y ambos fumaron algo de cannabis para aguantar más y sentir aquellas acciones con más intensidad. Justo cuando acabaron, Enrique se puso a escribir la canción, ya con la mente despejada, pero sus ideas seguían siendo demasiado borrosas.

Fue aquella noche cuando la inspiración llegó aquella noche, justamente cuando se tomó el descanso para relajarse.

Se estaba masturbando con tranquilidad, por puro placer y no para inspirarse en la endiablada canción cuando, de improviso, apareció por la puerta la increíble Laika, la perra de Enrique. Curiosamente, y por capricho del destino, la perrita Laika estaba en celo, y al ver el mastodonte de Enrique, se le acercó y empezó a lamerla. O intentarlo, ya que a Enrique, que era muy liberal en el sexo, la zoofilia siempre le había repugnado.

-¡Quita coño!- se quejó este, apartando a empujones a la perrita Laika. Pero esta insistía incansablemente, guiada por la época.

Enrique no tuvo más remedio que acabar con la maldita paja, quedándose con las ganas de correrse por placer, en vez de trabajo. Así  pues, se tumbó sobre la cama y decidió pasar el tiempo con su guitarra, la cual tenía desde sus 8 años, regalo de su abuelo. La perrita Laika, que no por no ver la polla no la olía, insistía en darle un par de lametones. Enrique, por su parte, sabiendo que su polla, dentro del pantalón, estaría a salvo, dejó que la olfateara hasta que se cansara.

Por sorpresa del chico, los intensos soplidos y la presión que ejercía la pequeña Laika sobre su abultado miembro, le provocó una inexplicable erección que le confundió. Enrique dejó la guitarra a un lado e inconscientemente se bajó los pantalones.

-¡No, detente, joder!- se dijo a sí mismo-. ¡Esto es una burrada, es asqueroso! ¡Y que lo diga yo, que no me importa comerle la polla a una cubana transexual!

Pero Laika seguía haciendo presión sobre su bulto, ahora solo protegido por los calzoncillos. Ya estaba bastante duro su mástil cuando la perrita empezó a lamer por encima de la prenda el bulto. Enrique perdió los papeles en ese instante.

-¡A la mierda todo!- gritó en voz alta-. ¡Me voy a follar a esta perra!

Entonces fue cuando Enrique se desvistió totalmente de una manera fugaz, casi inusual, dejando todas sus prendas en cada esquina de su habitación, agarrando acto seguido su falo por la base mientras la meneaba y se sentaba en su cama.

La perra Laika se abalanzó sobre aquel miembro y empezó a lamerlo con cierta experiencia, para asombro del chico. Su lengua era áspera. Era sin duda la más áspera que nunca había tocado su polla, y aquello le daba a la mamada una sensación única, aunque no podía distinguir si le acababa de convencer, sí que le daba un gustirrinín especial.

De vez en cuando, la pequeña perra Laika se emocionaba demasiado y acercaba peligrosamente sus dientes a aquel pedazo de carne que la volvía loca. Pero Enrique le apartaba durante unos segundos, y luego le volvía a dejar que repasase de arriba abajo su lengua contra su polla.

Conforme seguía hubo momentos en que trataba de alejarlo porque sentía como cosquillas muy fuertes en su pene pero ella no se dejaba alejar,  empujaba su hocico con todas sus fuerzas hacia su entrepierna y lamia tan delicioso que no lo soportó mas y terminó eyaculando en su naricita, ella sin parar en ningún momento lamio todo el semen que había salido. Apenas terminó de secarme todo con su deliciosa lengua se sintió tan bien que lo acaricie casi como diciéndole "gracias" y se quedó tumbado en el suelo por unos minutos.

La perra seguía lamiendo, y poco después, justo cuando se le volvió a empalmar aquel mástil la perra se cansó mamar  a su amo y guiada por el celo, le dio la espalda y le mostró su coño. Enrique se agachó, se cogió la polla y la dirigió a la entrada.

-Vamos, Henry- se dijo a sí mismo-. Hazlo, lo harás bien. Estás nervioso porque, bueno, vas a follarte a un jodido animal pero al fin y al cabo, ambos sabíamos que íbamos a acabar haciendo algo así.

Decidido, empujó suavemente con su pelvis, abriéndose paso por el coño de la perra, dando un par de gemidos al notar aquellas paredes tan húmeda y suave. Era una sensación rara porque era como meterla en un coño de una quinceañera: nueva y pequeña, sin estrenar, húmeda por la sensación de ser penetrada por primera vez.

-¡Ya está!- exclamó una vez tenía la polla dentro, y mientras Laika aullaba de placer-. ¡Está dentro!

La sacó de nuevo, sintiendo como los músculos del coño se contraían y atrapaban más aún su polla, pero continuó sacándola hasta que sólo tenía dentro el capullo. Entonces volvió a penetrarla, pero esta vez de golpe, con un buen golpe de cadera. La sacó, y volvió a embestirla, esta vez más fuerte.

La perra gemía como una jodida loca. Eso le recordaba a cuando se folló a Antonia, la hermana de un colega suyo hacía un par de años, cuando él tenía diecinueve  años, y ella tenía tan solo quince. No era su primera vez, y gemía como si la estuviesen matando. Lo hicieron en los baños de un cine conocido de la zona, y fueron interrumpidos por los guardias que, horrorizados por los gritos, pensaban que la estaban torturaron.

Volviendo al tema de la perra, a pesar de estar disfrutando como la zorra de Antonia, no parecía tener la intención de moverse. Esto es, que Enrique era quien tenía que moverse para poder follarsela.

-Esto es como follarme a una almohada, pensó Enrique, mientras la penetraba con fuerza, agarrándola con las dos manos.

Las embestidas duraron por lo menos media hora. Era increíble como Enrique podía durar tanto en una sesión de sexo desenfrenado, embistiendo cada vez de forma más basta y ruda aquella perrita que gemía, sin cansarse. La perra no parecía querer parar, pero la polla de Enrique dijo baste, y finalmente se corrió dentro de ella, quedándose unos segundos con la polla dentro del coño de Laika, mientras sentía como se le aflojaba y salía solo de el agujero, reflexionando en lo que acaba de hacer.

Por un lado, pensaba que aquello era lo peor que había hecho en su vida. Pero ese pensamiento duró tan solo unos instantes. A la mente le llegó, como una luz en medio de un bosque en plena noche, las notas musicales de un bajo, las notas de una guitarra y de un teclado, los golpes de la batería y la letra de una canción que se complementaban la una de la otra y que convertían en aquel momento en algo especial, en algo que nunca debía olvidar.

Así pues, mientras su perra seguía mostrando su coño, sirviéndoselo a su amo, este se levantó y se sentó en la silla del escritorio, desnudo y empapado de sudor, mientras escribirá una fantástica letra para una nueva canción. También estuvo componiendo la música gracias a la música que sonaba en su cabeza, las notas le llegaban con tal claridad que podía verlas y oírlas.

Jadeaba por el cansancio, por la media hora de pollazos que le había propinado a su perra Laika a la que tanto quería, a la perra que le había ayudado a ver aquella canción que vislumbraba desde hacía tanto tiempo, pero que no podía ver con nitidez. Pero a pesar del cansancio, su mano no paraba de escribir frases, notas, piezas distintas que iban a encajar perfectamente en la nueva canción del grupo.

Una hora después, ya había acabado. Faltaba un par de retoques, un par de notas que tenía que refinar, un par de rimas que debía repasar, y un título para la canción. Aquello último era lo más fácil, pues era la misma frase que repetía en el estribillo.

Feliz, se tumbó en la cama, aún desnudo y con el sudor frío recorriendo su piel. Durmió por un par de horas, en las cuales soñó que se follaba a la prostituta cubana transexual, aunque esta vez sin pagar. En una parte del sueño, la prostituta se inclinó para mamarle su increíble mástil erecto, que tenía un tamaña un poco más grande al real, a pesar de que Enrique insistía en darle por culo. La cubana dio un profundo y largo lametón, desde los huevos hasta la punta. Aquel lametón le dio un placer tan intenso, que se despertó del sueño.

Para su sorpresa, era la perrita Laika quien le estaba lamiendo su polla totalmente erecta mientras dormía. Enrique no se lo impidió, le dejó hacer. Su lengua áspera siguió lamiendo sus huevos, el tronco de su venoso pene, el frenillo y la punta. Estaba en el jodido cielo. Además, dado el tamaño de aquella lengua, un solo lametón le sabía a tres bellas mujeres chupando. No tardó en explotar y correrse abundantemente sobre su pecho, quedando empapado de aquel caliente  líquido que Laika saboreó con desesperación.

Se quedó allí tumbado, con los ojos cerrados, relajado, mientras su perrita le seguía limpiando, pensando en su nueva canción. De repente, escuchó el sonido de las llaves entrar en el cerrojo de la puerta de la entrada. Alguien venía. Y que alguien le viese así era morir como persona.

Rápidamente, apartó con agresividad a Laika, se vistió con unos bóxers anchos y abrió la ventana de par en par para ventilar la habitación. La perra Laika le miraba con resignación y con rabia, porque no sabía la razón de no poder lamer aquel manjar.

La puerta se abrió de par en par, y del pasillo apareció Joaquín, que al entrar le llegó el tufo a sudor y semen.

-¡Por dios, me cago en la puta!- gritó él, colocándose la mano en la nariz-. ¿Pero qué coño has hecho aquí?

-Nada tío… ¡sólo un par de pajas!- contestó Enrique, temblando de los nervios-. Esto te pasa por no llamar antes… ¿Qué coño quieres?

-Dios… parece que ha habido una orgía aquí, que ambiente más asqueroso.

-Que sí, Joaquín, que sí- repitió él para darle la razón-. Ahora dime, que quieres.

-Quería saber cómo va tu canción- dijo el hermano mayor-. Sandra y Cris ya tienen la suya y están empezando a pensar en reunirnos hoy para tocarlas. Te he traído unas fotocopias de sus partituras.

-Yo ya tengo acabada mi canción.

-¿En serio?- preguntó Joaquín sorprendido-. ¿Tú? ¿Ya? Debe de ser una mierda.

-¡Que no cojones!- negó el con rabia-. Es una buena canción, joder.

-Entonces, haz fotocopias de la tuya y hoy mismo la tocaremos también. A ver si es tan buena como dices.

-Me falta retocarla, no te flipes- contestó él.

-¿Es esta de aquí?- quiso saber cogiendo el papel de su escritorio.

-Sí, pero déjala donde estaba, joder, quiero repasarla.

-Está bien, está bien- se rindió-. Te dejo las fotocopias aquí. En fin, si todo va bien, nos reuniremos a las cinco de la tarde en casa de Sandra, ¿vale?

-Vale, vale…

-Ya te llamaré si surge un imprevisto- dijo mientras se marchaba de la habitación.

-¿Vas a salir?

-Sí, he quedado con Sandra.

Por último, se despidió y se marchó de la casa tan rápido como había llegado. Cuando escuchó el sonido de la puerta, se asomó al pasillo para asegurarse de que realmente no estaba allí. Luego, respiró hondo. Si no llega a enterarse del sonido de la puerta al abrirse, su hermano lo habría descubierto y, sabiendo cómo es él, o bien lo hubiese contado por ahí a todo el mundo, o bien le hubiese chantajeado con cualquier cosa.

De todas formas, ahora no estaba en la casa. Ahora solo estaban Enrique y su queridísima y amante Laika, que seguía en la habitación, cachonda pérdida y un poco disgustada.

Enrique se acercó a ella y le acarició la cabeza con mimo.

-Siento lo de antes, Laika- se disculpó-. Pero nadie puede saber lo nuestro.

Y acto seguido, la agarró, la giró violentamente, y de un rápido movimiento, se bajó los calzoncillos y le penetró brutalmente. El tacto era, esta vez, mucho más caliente y húmedo que la primera vez que la penetró. Pero su coño seguía igualmente apretando la polla de Enrique con la misma fuerza que antes.

Horas después, una vez dio por finalizada la canción, grapó las hojas de las partituras y escribió en la primera el nombre de la canción. Canción que, aunque no lo sabía, iba a suponer el primer gran éxito de la banda. Canción que iba a ser recordada por años: I’m in love with my dog.