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Dominación de mi propia hermana (4)

en Dominación

12-5-2009

-¡¡Chúpala!!- gritaba- Venga, coño… así…

-Mmmh…-eran los únicos sonidos que Sara podía emitir, mientras mamaba la polla totalmente erecta de Marcos con toda su voluntad en ella.

-¡Ohhh! ¡¡Dioss!!- gritaba sin parar Marcos agarrando los pelos de mi hermana y descargando grandes chorros de lefa en su boca-. Venga, trágatelo, trágatelo todo, venga- decía casi desesperado. Ella abrió la boca enseñándoselo a Marcos, luego hizo el gesto de tragar para enseñarle que ya no estaba-. Muy bien… muy bien…- le decía acompañado de unos fuertes suspiros y acaricias a la cabeza de Sara, como si fuese una perra.

Sara, agachada en frente suyo, buscó de nuevo la polla de Marcos, para metérsela y volver a mamar.

-No Sara, no- dijo él sacándosela- No tengo suficiente dinero para gastármelo en ti.

-Pero yo quiero mamártela otra vez- dijo con carita de pena-. No se lo diré a Edu.

-En ese caso…-contestó animadamente Marcos cogiéndose la polla y llevándosela a Sara.

Ella abrió la boca y se la metió hasta el fondo, para luego subir la boca hasta el nabo. Se la sacaba y la lamía por todas partes y direcciones. Lamía los huevos, luego el tronco para finalmente llegar hasta el frenillo, en el cual relamía con más fuerza y frenesí.

Mientras tanto, entre gozos y suspiros, Marcos sobaba los pequeños pechos de Sara pero, al contrario que yo, él lo hacía más dulcemente. Eso provocaba en Sara una invasión de cierta ternura hacía el, aunque siguiese follándosela como, cuando y donde quisiese.

De momento, mi único cliente era Marcos, el cual, al cabo de tres días de perder la virginidad, ya había gastada casi cien euros en mi hermana. En estos días, pude ver como a Sara se le desvanecía la timidez a la hora de cumplir los servicios y que cada día se soltaba más. Era más liberal. Esto me gustaba, pues no debía ponerme severamente estricto para que me obedezca, pero a la vez me preocupaba ese hecho de que tal vez sea tan liberal que se me escape de las manos. Debía ponerme firme.

Cuando llegué a casa me encontré a Sara desnuda, junto a Marcos, que se acababa de vestir.

-Edu!- me dijo mientras sacaba su monedera- Tus veinte euros.

-Bien.

-Ya te vale… 20 euros por una mamada…

-¿Acaso no merece la pena?-pregunté ironizando una ofensa.

-Pues si, merece la pena, pero…-parecía que dudaba-. Bueno, si me haces algún descuentillo, pues…

-Cuanto morro le hechas, Marcos.

-Piénsatelo, macho- dijo dirigiéndose a la puerta-. Que vas a hacer con ella ahora?

-Me ha salido un cliente- le dije-. David.

-¿Qué David?

-¿Cómo que qué David?- pregunté- David, coño!

-Pero si tiene el doble de edad que Sara!- dijo sorprendido.

-¿Y? Tiene un bar, lo que significa pasta-le expliqué-. Y quiere un completo.

-¿Cuánto le costará?

-Sesenta euros.

-¡Joder, ni que fuese una puta de lujo!- exclamó mientras la señalaba descaradamente.

Marcos se fue de casa finalmente. Yo me dirigí hacía Sara y la obligué a vestirse. Lo hizo rápido.

Fuimos por la calle hasta llegar al bar de David, un conocido mio de hace unos años, y que me caía muy bien. Le hablé de Sara, y como él también tiene trapos sucios que conozco, quedamos en no decir nada.

Llegamos. Eran las tres de la tarde, por lo que había poca gente allí.

-¡Edu!- me saludó al verme-. ¿La has traído?

-Tranquilo, hombre- dije con una leve sonrisa mientras le tendía la mano-. Tienes el dinero?

-Claro que si, Edu- David cogió cinco billetes de diez euros y me los dio.

-Perfecto, tio- agarré el brazo de Sara y se la entregue-. Toda tuya, amigo.

-Gracias. Sírvete algo, majete.

Desapareció al entrar en una habitación.

Subió, agarrando el brazo de Sara hacia el subterráneo del bar, un lugar húmedo, frio y sucio, muy sucio. Sin mediar palabra alguna. Empezó a sobar la mercancía, tocándole el culo, las tetas, las piernas, sus dulces labios, el coño y todo lo que se le ocurría por la cabeza. Estuvo así varios minutos.

-Estas bien buena, nena- susurraba al oído-. Desnúdate. Pero hazlo despacio.

Sara obedeció a su "amo" quitándose primero su fina camisetita, su pequeñísimo pantalón y sus chanclas, quedándose en ropa interior delante de él. De mientras, David ya se había desnudado.

Sara se sorprendió al ver la polla de David. Era incluso más grande que la mía. Estaba morcillona.

-Mierda- pensó Sara-. ¿¡Eso tiene que entrar en mi culo!?

David se le acercó y le quitó el sujetador. Le sobó fuertemente los pequeños pechos de Sara, arrancándole un leve gemido de dolor. Luego, los lamió. Recorría los pezones de Sara con la punta de la lengua, mientras que con su gran miembro, presionaba su vagina, que cada vez se empapaba más y más. Se avergonzaba.

Después de arrancarle varios gemidos de absoluto placer, David la besó, recorriendo su lengua por la totalidad de la boca de Sara, que solo se hacía hacer. Sus manos ahora estaban debajo de las bragas de la chica, agarrándolas con fuerza. Ella no sabía qué hacer.

David acercó una silla y se sentó.

-Chupa…- susurró al oído.

Se agachó y la cogió con las dos manos. Ahora lo podía afirmar: era considerablemente más grande que la mía. Fue directamente al grano y se la metió de golpe en la boca, pero teniendo en cuenta que su boca era algo pequeña, y el tamaño de aquel pene, apenas podía tragarse pocos centímetros. Y claro, eso no era de agrado para David.

Agarró la cabeza de la pobre desgraciada y empujó lo más que pudo. Sara tenía que hacer esfuerzos enormes por abrir su boca hasta casi sobrepasar sus límites, con tal de dejar entrar aquel miembro.

-Mmmh- se quejaba ella por la gran presión en la mandíbula.

-Pero que comepollas estas hecha, nena- decía sin dejar de presionar-. Ohhhh…

La polla de David llenaba por completo la boca de Sara, sin dejarla respirar, ni tragar saliva, y ni siquiera mover la lengua.

Pocos segundos después de que a Sara se le cortase la respiración, David la soltó. Ella no pudo evitar tocarse la mandíbula y la boca, mientras miraba aquella polla.

-Lamela- ordenó esta vez David.

Sara lamió como pudo aquel nabo, aquel tronco y aquellos huevos peludos que tenía el hombre de treinta años. Alternaba los dulces pero algo salvajes lametazos con pequeñas sorbidas al nabo de este.

-Ohh, si, nena…- gemía apasionadamente David.

David estaba a punto de correrse, pero quería más. Mucho más.

Se levantó y agarró las caderas de la chica, levantándola y obligándola a sentarse en una mesa que había por allí cerca, llenísima de polvo. Le quitó las bragas, su única prenda que llevaba puesta encima. David pudo contemplar, una vez tiradas al suelo, un buen coño detrás de una pelambrera de pelos, típicos de una niña de su edad.

-Mmmm… vaya- se quejó David tocándole el coño-. A mí me gustan sin pelos. Se lo diré la próxima vez, pero es una pena.

Tocó continuadamente el coño se Sara hasta que este poco a poco se iba humedeciendo, aprovechando esto para poder meter algún que otro dedillo. Sara gemía.

David se aprovechaba de esto para meter todos los que podía.

De repente colocó la punta de su gran polla en el agujero de la chica, que iba a ser empalada por el trozo de carne más grande que había visto. Metió la mitad de un solo golpe, y Sara emitió un agudo chillido, aunque más por el susto que por el dolor.

Le daba una sensación de enorme presión. No sentía ni placer ni dolor.

Empujaba más y más, hasta tener la totalidad del miembro en el mojado cuerpo de Sara. Dejó la polla dentro durante unos segundos, para poder notar el coño de mi puta que cataba rodearla.

Procedió al mete y saca. Al principio lo hacía lentamente, ya que parecía que aquel húmedo coño no lo estaba lo suficiente como para dejar y entrar aquel miembro con tanta facilidad. Siguió sin importarle como estaba Sara, que empezaba a mojarse más y más, permitiendo que David entrara y saliera cada vez con más rapidez, con más intensidad y con más brutalidad.

-Ahhh…ahh…- gemía lenta y tímidamente Sara, mientras estaba siendo rápidamente embestida la chica.

David embestía, como si fuese el último polvo que fuese a echar el resto de su vida, como si lo tuviese que aprovechar al máximo posible. Lo hacía a tal velocidad que los pechos de Sara, aun siendo medianamente pequeños, botaban y rebotaban de tal manera que a David le costaba agarrar uno.

Una vez agarrados los dos, y sin dejar de embestir salvajemente, se los llevaba a la boca y los alternaba, lamiendo los pezones, y mordisqueándolos, como si fueran un manjar que hacía tiempo que no probaba.

-Mmm…Mmmm…- gemía él mientras comía pezones.

-Ahh…Ahhh…!!- gemía cada vez más y más mi pequeña hermana.

David se detuvo y saco la polla de su fantástica prisión. Mientras rebuscaba por uno de los múltiples cajones de aquel subterráneo, obligaba a Sara tumbarse boca abajo en la mesa.

-Está muy sucio- replicaba ella.

-Te jodes.

Ella lo hizo.

Al cabo de unos minutos, David se le acercó y empezó a acariciar su ano. Ahora se empezaba a asustar. Al parecer había cogido aceite que tenía por alguno de sus cajones, aceite que ahora echaba por su ano, mientras que con sus dedos me preparaba para el anal que iba a recibir mi hermana.

Llegaba a meter cuatro dedos con gran facilidad, pero aun así, eso era insuficiente para tal polla como la que él gastaba. Cogió un consolador que guardaba para casos como este, de unos veinte centímetros, y procedió a metérselo lentamente.

-Ay!- se quejaba Sara.

David follaba el culo de la chica con un consolador lentamente, sin forzar demasiado el ano de mi hermana. Lo sacó pocos minutos después.

-Ya está.

-¿Seguro?

David no contestó, colocó la punta en el ano, y embistió de golpe. Dio un gran grito de dolor. Sara sentía que se partía en dos, acompañado de una grandísima presión en el culo.

Se la follaba cada vez más rápido. El ano de Sara se adaptó rápidamente a la gran polla de David.

-¡¡Ahhh!! ¡¡Con cuidado!!- gritaba.

-¡Calla, zorra, que me queda poco!- dijo dando una bofetada a su nalga.

Él embestía cada vez más brutalmente, signo inequívoco de que le faltaba muy poco.

Empezó a gemir como un cerdo, mientras daba las últimas embestidas acompañadas de espasmos. Inundó el culo de Sara de lefa.

-Joder…-dijo sin sacar la polla de su culo-. Límpiate y vete.

Salieron pocos minutos después. No parecía que aquella polla le hubiera follado el culo, pero no me importó.

-¿Cómo ha ido?- pregunté.

-De puta madre, tío- dijo él-. Me la tienes que dejar más a menudo.

-Tenlo por hecho- me despedí.

 

Críticas e ideas a edurardo108@hotmail.es