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Historias de un sumiso

en Gays

Bukkake casero

Era un día de verano en el que mi casa estaba desierta. Él único signo de vida era yo, que esperaba ansioso a la llegada de mis compañeros.

Al fin sonó el timbre. Allí estaba Juan, el más macho de todos, el más mayor con ya 18 años recién cumplidos, el más fuerte, y el que poseía la polla más grande de todas. No, en serio, su polla era la más grande que vi jamás en directo, y eso que no era nada del otro mundo. Iba con una camiseta de tirantes, con la que era fácilmente ver sus musculosos brazos y su pecho depilado. Aunque era mi amigo, como no, lo cierto es que era de los más despreciables. Utilizaba su cuerpo que aparentaba veinte para hacer lo que nosotros no podíamos hacer.

Empezamos a hablar y al cabo de minutos ya estaba empalmado y tocándome. Pero volvieron a tocar el timbre. Esta vez eran Víctor, Manuel y Ángel. Víctor tiene diecisiete años, el segundo mayor, es algo parecido a Juan, en cuanto a carácter y cuerpo, pero no llega a ese punto. Manuel es delgado y el más flojo de todos, a demás es el más peludo de todos. No es algo que me mole mucho, pero al fin y al cabo tiene polla. Ángel es de descendencia musulmana, a pesar de tener un padre español y de a ver nacido en España. Tiene un buen pollote, pero la ducha no es su mejor amiga.

Al fin estábamos todos, así que proseguí a desnudarme. Yo primero, por supuesto. Juan, ya se había sacado la polla antes que nadie, y ya se estaba pajeando, mientras los demás se bajaban los pantalones y me iban rodeando, y mientras yo me agachaba, desnudo, preparado para recibir sus pollas.

Y yo me llamo Eduardo. Desde siempre he sido un chico tímido, a pesar de hacer lo que hacía. No sé muy bien cómo empezó todo, solo me acuerdo de estar con Juan un día de verano pajeandonos. Cuando me quise dar cuenta, se la estaba chupando. Así comenzó mi obsesión por las pollas, que al menos duraría hasta mis 16 años actuales.

Soy el menor del grupo, y eso me pone.

El suelo estaba helado, pero con el sudor pronto se calentaba. Miraba con vicio las pollas que me rodeaban. Había de todo: depiladas, peludas, pequeñas, grandes, venosas, oscuras, pálidas… un manjar, vamos.

-Venga, putona, empieza con la que más te guste- dijo Juan con los pantalones bajados y con una erección del mil.

-La mía, la mía!- se reía Manuel, mientras que con un dedo de enrollaba uno de los pelos de su polla.

-La mía tiene mejor sabor- dijo el cabrón de Ángel, que sabía que le apestaba.

Me acerqué a la polla depilada de Juan, la cual era la más sabrosa. Sin miedo y sin pudor me metí aquel nabo en la boca. Lamiendo el tronco, de arriba abajo, recorriendo las venas, pasando por el frenillo varias veces hasta finalmente darle un buen lametón a la cabeza de aquella fantástica polla.

-Bah, sabía que elegiría tu polla- dijo Víctor dirigiéndose a Juan- Le pones a esta zorra.

-Os la chuparé a todos, tened paciencia- dije yo con una sonrisa de sumiso total.

-Pues al menos pajeanos a los demás, coño- inquirió Manuel. Así lo hice.

Con una mano pajeaba la polla peluda de Manuel, mientras que con la otra hacía lo mismo con el miembro de Víctor. Todos jadeaban y me tocaban. Ángel, por su parte, se tenía que conformar con pajearse a sí mismo mientras se agachaba y me tocaba el culo y la polla.

Llegó el momento de alternar. Giré la cabeza y di un valiente y amplio lametón a los peludos huevos de Manuel, que gemía como un cerdo, mientras que la mano que pajeaba su polla cambió a la de Ángel, que ya podía disfrutar de un buen masajeo. La otra mano que pajeaba la de Víctor pasó a la de Juan.

Lamer la polla de Manuel era extraño, era muy peluda y los pelos, tanto de los huevos como los de la polla en sí, tocaban casi la totalidad de mi cara, y cada cierto tiempo tenía que sacarme algún pelo de la boca. Eso, aunque asqueroso, me ponía a mil.

-¿Os gusta?- pregunté juguetón. Ninguno contestaba, todos gemían.

-A mí no- dijo Ángel, el único al que no le había mamado.

Pronto tocó la polla de Ángel, que a pesar de ser la más gorda, que no la más grande, era la que peor olía. Le di un lametazo al nabo de aquella cosa, y de repente me entraron arcadas. Todos empezaron a reír y a humillarme.

-¿No querías polla?- dijo Juan con malicia-¡Pues toma polla!- en ese momento me agarró de la cabeza y ejerció presión para que entrara aquella maloliente polla en mi boca. Todos se rieron más.

El sabor de la polla de Ángel era tan asqueroso como su olor, o incluso peor. El nabo, al estar tan cerca del paladar, aparte de producirme unas arcadas tremendas, me impedían tragar la saliva, así que toda la que sobraba me caía encima del cuerpo y sobre el suelo de mi casa.

Juan me soltó cuando vio que mi cara empezaba a enrojecerse de mala manera, pero no dieron descanso a sus ansias de sexo oral. Víctor también cogió mi cabeza, antes de que pudiera respirar, y me metió su polla en la boca. Y no solo eso, sino que empezó a follarme la boca como si fuese un cerdo en celo. No quería que se la chupase, quería follarme como si fuese una zorra. La zorra que soy. Aquello era una tortura que al fin y al cabo, me gustaba. Babeaba y tosía, llenando el vientre de Víctor de babas.

Cuando por fin me soltó fue Manuel quien volvió a coger mi cabeza para llevársela a su peluda polla, pero esta vez cogiéndome de los pelos, lo cual dolía más.

-¡Que nos chupe el capullo a los dos a la vez!- dijo riendo Juan ha Manuel, el cual me liberó, sin dejar de cogerme por los pelos para que lamiera el capullo Juan y el suyo a la vez.

Incluso intentaron follarme por la boca a la vez, pero fue algo más difícil y desistieron.

De repente y sin más previo aviso, Manuel empezó a chillar (o a gemir, según se mire) como un loco, mientras empujaba a Juan para apartarlo y meterme la polla hasta la garganta, follandome tan solo unos segundos para finalmente descargar leche caliente sobre mi boca.

-Espera, no lo tragues- me ordenó- Enséñalo.

Así lo hice. Abrí la boca lo máximo que pude y saqué la lengua con el mayor cuidado posible para que no se saliera nada de nada. Todo el mundo contemplaba el semen de Manuel en mi boca. Manuel, a pesar de tener la polla más peluda, tiene el semen más exquisito de todos. No es ni muy liquido ni muy espeso, sin grumos. Tiene un sabor dulzón, algo amargo y salado, pero dulce, al fin y al cabo. Tragué y el semen me bajó por la garganta como si fuese un moco gigante que me estaba tragando. Bajaba lentamente y podía notar cómo me dejaba un rastro pegajoso por todo mi interior.

A Juan no le quedaba mucho, pero al contrario de Manuel, el no optó por follarme la boca, sino por pajearse y lanzarme la corrida a mi boca. O esa era su intención, porque me manchó toda la cara menos la boca. Los chorros cayeron sobre mis mejillas, la comisura de los labios, la frente y en el ojo, el cual conseguí cerrar antes de tiempo, pero que me obligaba a mantenerlo cerrado. Lamí el semen que tenía por los labios. Era el inconfundible sabor a Juan que, a pesar de tener la polla más grande, más jugosa y más limpia, no era la que tenía el mejor semen. Era bastante amargo, pero conservaba ese punto que no te permitía dejar de saborearla.

-¿Te gusta mi leche, verdad?- decía él mientras con la polla se recogía el semen que me había esparcido por la cara y me la llevaba a la boca para que la limpiara del todo.

Ya solo quedaban dos: Víctor y Ángel. Acerqué las dos pollas la una junto a la otra, de tal manera que mis lametazos pudieran tocar esos dos nabos a la vez, a pesar de que la de Ángel aún olía igual de mal. Con las manos, pajeaba a la vez aquellos miembros mientras lo alternaba con leves y breves masajes en los huevos, cosa que sabía bien que gustaba a Ángel. Luego recorría la lengua por el tronco del primero, luego por la del segundo. Saboreaba el líquido preseminal de Víctor, mientras luego terminaba de limpiar el nabo de Ángel. Sabía que ya no le quedaban mucho a esos dos, a si que decidí saborear lo máximo posible esas pollas, aunque intentaba no hacerlo mucho con la de Ángel.

-¡Me corro, me corro!- gritó Víctor mientras se pajeaba.

El cabrón, sabiendo lo que me gustaba la leche caliente, me obligó a tragarme entera la polla de Ángel, mientras él se corría en el suelo. Una vez liberado de aquella polla, me quejé:

-¡Eres un cabrón, sabes que me gusta caliente, ahora se va a enfriar!- dije indignado mientras me ponía a cuatro patas y empezaba a lamer el suelo. Los cuatro empezaron a reír y a humillarme viendo como lamía el semen del suelo. Era indignante, pero soy un adicto al semen.

Mientras lamía y cuando aún quedaba la mitad por saborear y tragar, un escupitajo es estrelló contra mi culo en pompa. El pobre Ángel, indignado por no haber recibido el placer al que le tenía que someter, prefería romperme el culo. No era la primera vez que me dan por detrás a sí que me dejo un poco hacer.

Ángel, excitado, y fuera de sí, empieza a empujar la polla contra mi ano sin la suficiente lubrificación, por lo que el daño producido es bastante elevado, arrancándome gemidos de dolor y obligándome a separarme la nalgas con las manos, teniendo que apoyar la cara en el suelo, pringándomela con el semen restante.

El medio musulmán me metió la polla, después de minutos de dolor, algún grito, y muchas risas y humillaciones por parte de los tres espectadores. El ano estaba ardiendo a causa de la poca lubrificación, y me temía que iria a peor, conociendo a Ángel.

Empezó a sacar y a meter la polla lentamente, para que el culo se adaptara a su miembro. El ano se adaptaba pero mi dolor no desaparecía. Cuando el placer que daba mi culo a la polla de Angel era más grande, sus embestidas eran más duras y bestias. Con las palmas de las manos totalmente abiertas me daba cachetes en las nalgas a la vez que me embestía y me cabalgaba.

-¿Verdad que te gusta?- gritaba Ángel mientras movía las caderas y me pegaba las nalgas-. ¡Gime puta, gime!

-Ah! Ah!- me quejaba yo entre gemidos de placer y de dolor-. ¡No seas tan bestia, por favor! ¡Para un poco!

-¡As í! ¡Dale duro!- gritaba Víctor.

-¡Dale lo que se merece!- se reía Manuel- ¡Mas fuerte, más fuerte!

-¡Joder, se me ha levantado otra vez!- exclamó Juan volviéndose a sacar la polla del pantalón-. ¡Qué voy!

Juan se dirigió a donde yo me encontraba y se puso de rodillas, me agarró de los pelos para levantar mi cara del suelo. Aun tenía semen de Víctor en la cara y cabellos. Me dio un golpe bastante fuerte en la boca con su polla recién levantada, a lo que tuve que responder con un lametón. Pero él no estaba para lametones, así que me la metió hasta la garganta, y sin dejar de agarrarme de los pelos, me folló de nuevo por la boca.

Y ahora me encontraba de esa forma, sin quererlo, con un semi moro follandome el culo y con un chulo y una buena polla follandome la boca. Los huevos de Ángel, duros y oscuros, chocaban a cada embestida con los míos, dándome un dolor horroroso. Quería avisarle, pero la polla de Juan solo me permitía emitir sonidos guturales y babear que excitaban a los dos y que provocaban embestidas más duras.

Pocos minutos después, y como si lo hubiesen planeado de antemano, tanto Juan como Angel se corrieron al unísono, embistiendo cada vez más fuerte para llenarme de su leche, por la boca y por el culo.

La corrida de Juan fue tal que cuando me la sacó de la boca se me escapó por la comisura de los labios. Intentaba tragarla y evitar que se me cayera más, pero las ultimas embestidas de Angel, que ya había acabado, me lo impedía.

El musulmás, por su parte, sacó la polla de mi culo tan rápido que hasta me dolió.

Me quedé tendido en el suelo, intentando coger aire y respirar, mientras de la boca me salía semen y del culo también. Mientras, los cuatro chavales se reían de mí, incluso alguno me escupía, a pesar de no saber quien era.

-¿No vas a decir gracias?- dijo Angel-. Encima de que te follo.

-Gracias…- dije con un gran esfuerzo.

Lo único que escuche fueron unas risas, unos pasos, y la puerta cerrarse.

Ahora estaba otra vez solo en casa, tumbado en el suelo de mi comedor, en medio de un charco de sudor, babas y semen.