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Sexo, drogas y RocknRoll!: Sandra (2)

en Sexo Oral

Ya habían pasado ocho días.

Era cinco de febrero del año 2000, el día del primer concierto del grupo que Sandra había creado un par de años atrás, Sexo, drogas y Rock’n’Roll! La pelirroja estaba tan nerviosa que se levantó a las nueve y media. Nunca se había levantado un sábado a esa hora. Su madre  estaba trabajando, y no llegaría hasta las cuatro de la tarde, y su padre había fallecido seis años atrás, mientras aún estaba en el internado donde la encerraron tras descubrir su relación con el sexo, las drogas, y Antonio, así que tendría la casa para ella sola.

Sandra, que desde el momento en el que ingresó olvidó a este último, se sorprendía al pensar que el nombre que dio a su banda coincidiese con el trío que la llevó a esa época que tanto odiaba. Fue una tremendísima casualidad. En ocasiones se preguntaba que habría sido de Antonio, pero teniendo en cuenta como llevaba su vida, lo más probable era que en ese momento se encontrase en alguna calle mendigando para comprar drogas hasta finalmente morir en cualquier descampado por sobredosis. Una muerte absurda para un hombre patético.

Después de levantarse se dio una buena y larga ducha de agua caliente, que la refrescaba del frio intenso de enero. Luego desayunaba cualquier cosa que se encontraba en la nevera y bajaba al sótano para comer mientras observaba su batería. Habían quedado para las doce de la mañana y quedaban apenas dos horas para entonces.

Para matar los nervios decidió darse un pequeño homenaje con unos videos porno que robó hacía un par de meses en un videoclub de la zona en la que aparecía la típica rubia de tetas de silicona follando con el fontanero. No le excitaba mucho, pero algo era algo.

Se dirigió hasta su habitación, colocó el video, agarró su vibrador que compró hace un par de semanas y se puso al tema. Ella solía masturbarse para matar el tiempo. Y lo hacía con una frecuencia a veces algo excesiva.

Tuvo que tocarse durante un buen rato para estar lo suficientemente mojada como para meterse el vibrador, pero finalmente la espera valía la pena y pronto empezó a ver las estrellas. Dejó de prestar atención a la sosa película y empezó a recrear sus fantasías mentalmente. En su cabeza apareció Joaquín, como no, y se encontraban en el parque que se encontraba a quince minutos de su casa. Más que una fantasía, era el recuerdo de un día lejano cuando volvieron de una alocada fiesta llena de drogas. Sandra, que estaba cachonda perdida, trató de tirarse a su querido novio en alguna de las habitaciones de la casa, pero había tanta gente que al final se quedó con las ganas. Ya de vuelta a casa, Sandra obligó a Joaquín a sentarse en uno de los bancos del parque más cercana, y allí mismo se lo folló., gimiendo como una loca, inconsciente por las drogas de que podría despertar a los vecinos.

Joaquín fue el primero en llegar a casa de Sandra, y esta aún estaba con el vibrador entrando y saliendo de su coño. ¡Casi dos horas masturbándose! Aquello era un record personal, pensaba ella mientras bajaba las escaleras acalorada y le abría la puerta a su novio. Antes de que este entrase ya se veía como venía Sebastián y Cris. Enrique no tardaría mucho más en llegar, y lo hizo diez minutos después.

-¿Bien, habéis traído lo que os pedí?- preguntó Sandra, sentándose en su taburete para tocar la batería-. Tenemos que decidir qué temas tocar. Según el dueño del bareto, estaríamos tocando una hora, por lo tanto, son unas quince canciones de cuatro minutos.

-Yo tengo aquí mi lista- dijo Sebastián mientras sacaba un papel arrugado a más no poder y empezaba a leer-. En la calle, Siete mares, Quemado vivo, Tormenta negra, Breve historia del mundo, Soledad, Naufrago, A cien años de distancia, Un día en las carreras, Maldito Karmala hora de las pesadillas

-¿La hora de las pesadillas?- preguntó Enrique extrañado-. Esa canción es una mierda, casi nunca la hemos tocado.

-¡Venga, joder, no empecemos!- gritó Sandra, molesta por el corte de su masturbación.

-¿Cómo elegimos las canciones?- quiso saber Enrique.

-Comparamos todas las listas y las que estén más veces repetidas son las elegidas- contestó la pelirroja-. Así de fácil.

Estuvieron media hora comparando las listas y finalmente decidieron tocar todas las canciones que anteriormente dijo Sebastián, menos la hora de las Pesadillas, que era realmente una canción bastante mala y la sustituyeron por la de Alta presión, una canción que escribieron Sandra y el antiguo bajista del grupo, que decidió marcharse por problemas con el cantante, como no.

-Muy bien, pues- dijo finalmente la pelirroja-. ¡A practicar!

El día pasó con normalidad hasta que el sol estuvo a punto de ponerse. En ese entonces ya estaban en el bar, horas antes de su función, con sus instrumentos en la zona.

-¿Dónde está el resto?- preguntó Joaquín cuando volvió del baño, al ver que solo estaba Sandra en la zona trasera del escenario.

-Sebas está hablando con el dueño del bar- contestó ella-. Negociando el dinero que nos van a dar. Dice que a lo mejor nos dan el 10 % de lo recaudado. Depende.

-Eso está genial- contestó.

-Y Enrique y Cris están bebiendo algo en la barra.

-Espero que no se emborrachen- comentó-. Por cierto, estoy nerviosísimo. ¿Tú no lo estás?

-Lo estaba- contestó ella.

-Pues yo estoy muy, muy nervioso- siguió él-. Creo que no voy a tocar ninguna nota buena.

-Lo que tienes que hacer es relajarte…-le susurró mientras le acariciaba la mejilla.

-¿Y como se supone que tengo que relajarme?

-Tengo una idea…- contestó ella, cogiendo una de sus manos y llevándole hasta un rincón donde había un sillón, donde ella se sentó.

-¿Qué, qué haces?

-Tu espera…- dijo, y empezó a desabrochar el pantalón de Joaquín. Este forcejeó un poco.

-No, espera, no, aquí no, nos pueden ver, Sandra…-decía él, resistiéndose.

-Veeen aquí- continuó esta, y el chico al fin se dio por vencido, mirando atrás para vigilar que nadie les viera.

-No me gusta hacer esto en público, Sandra- comentó él nervioso-. ¿No te acuerdas que aquella vez en el parque?

Pero era inútil, la pelirroja ya tenía entre sus manos el falo de su novio y empezó a menearlo con velocidad y fuerza. Joaquín tuvo que morderse la lengua para no gemir de placer ante tal paja que le estaba propinando su queridísima novia. No tardó en empalmarse hasta tenerla dura como una piedra.

Fue entonces cuando Sandra sacó su lengua  empezó a restregarla por el frenillo del mástil, pero solo con la punta de la lengua.

-¡Dios, Sandra!- exclamó sin querer él-. No me hagas sufrir. ¡Si lo vas a hacer, que sea ya, por Dios!

A ella se le dibujó una sonrisa picarona.

Sin más tapujos pues, Sandra hundió casi la totalidad de la polla en su garganta hasta llegar al tope. Luego la iba sacando poco a poco mientras mantenía su lengua pegada al tronco y apretaba sus labios fuertemente al falo. Siempre le había gusta a la chica intentar metérsela por completo. Incluso se lo comentó a alguna de sus amigas, como Helena, la cual conseguía tragarse la totalidad de la polla de su novio, de unos veinte centímetros de largo. ¡Puta mentirosa!, pensaba la pelirroja, pero si ella podía, o decía que podía, entonces, ella también.

La cabeza de Sandra dibujaba un vaivén continuo y monótono, y los gemidos del pobre Joaquín se hacían más evidentes mientras lidiaba con la difícil misión de vigilar el panorama de aquella sala vacía.

De vez en cuando, Sandra lamía el tronco de la polla de Joaquín. De esta manera, tocaba zonas a las que no podía llegar mamándola y ya de paso, provocaba que la felación durase más.

Finalmente se concentró en el glande, rodeándolo con rapidez con su lengua, mientras que con una mano le pajeaba tremendamente y con la otra le sujetaba la bolsa de los huevos para que no bailasen al ritmo de la paja.

-Buff… Sandra…- susurraba Joaquín mientras le acariciaba el pelo-. Vale, ya. Me voy a correr…

Sandra sacó la polla de la boca y siguió masturbando la polla con rapidez. Aquel falo comenzó a expulsar chorros de semen caliente que, de no haber sido desviado por la chica, lo más seguro es que entonces estaría cara y ropa llena de leche. Por desgracia le cayó alguna gota en el pelo, pero con algo de agua pudo quitárselo.

-¿Qué te ha parecido?- le pregunto con una sonrisa.-

-In… increíble. Te quiero, Sandra.

-¿Verdad que ya no estás nervioso?

-Para nada.

-¡Joaquín, Sandra!- gritó Sebas, que en aquel momento apareció en la sala-. Salid, no queda nada para empezar a practicar por última vez.

-Ahora vamos!- dijo Sandra, y luego se volteó a Joaquín, y le susurró-. ¿Justo a tiempo, verdad?. Parece que todo va a marchar de maravilla.