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Las tribulaciones de Eugenie y Louise/3

en No Consentido

CAPÍTULO III

EL TRASLADO HASTA EL CONVENTO

Eugenie y Louise parten al día siguiente en un furgón que se dirige al sudeste. Comparten viaje con unos bultos de intendencia para la prefectura. No tienen mucho sitio pero al menos van arrastradas. Lo normal es que los penados sean trasladados a pie en lo que se conoce como cuerdas de presos, así que por esta vez han tenido suerte. Pernoctan en celdas de los puestos de guardia. Les quitan los grilletes para dormir pues viajan encadenadas para impedir que escapen. Así y todo el viaje es muy penoso, sobretodo para Louise. Las señales del látigo se han infectado, y los malos caminos y el traqueteo consiguiente son un tormento insoportable. Eugénie, que se siente culpable al ser ella le que debía haber sido azotada, la cuida con mas amor si cabe e intenta por todos los medios hacerle las cosas mas soportables. Al sexto día de camino, Louise empeora mas si cabe . El ungüento que le han dado los guardias no le produce ni alivio ni mejora en sus heridas. Al décimo día tienen que pernoctar al raso puesto que no pueden llegar al destino previsto. A pesar de ser una cálida noche de septiembre Louise tirita de frío a causa de la fiebre. Eugénie se tiende sobre ella para darle calor con su cuerpo pero al verlo los gendarmes se lo impiden llamándolas tortilleras. A media mañana llegan a un pueblo donde un guardia les espera. Contra lo previsto son llevadas a la cochambrosa gendarmería y encerradas en una celda común. Al día siguiente no continúan camino. Ni al otro. Es la salvación de Louise puesto que la inmovilidad y la relativa comodidad del jergón es un bálsamo para su lamentable estado. Eugénie respira mas tranquila puesto que incluso había a temer por su vida. Al atardecer del cuarto día la puerta se abre y aparecen dos gendarmes portando a una mujer encadenada que es recluida en la celda. Se tiende en un camastro libre. Esta visiblemente agotada. Sus pies desnudos están llenos de ampollas. Cuando salen los guardias Eugénie oye que comentan – ojo con ella, se ha intentado escapar tres veces. La tercera la tuvimos que reducir a culatazos.

Eugénie se fija en la mujer. Parece dormida. Todavía es joven. También bella, pero lo ha sido mucho mas. Vuelve a dormitar junto a Louise.

Han pasado varias horas. Eugénie esta extendiendo la pomada sobre la lastimada espalda de su amiga. Oye una voz:

- hazlo con saliva. Con esa mierda la mataras.

Es la voz de la reclusa. La temperamental Eugénie se vuelve algo airada.

- ¿y eso tu como lo sabes?

La mujer mira a la muchacha con un gesto de paciencia. Desabrocha su camisa y la levanta mostrando su torso. Esta lleno de cicatrices violáceas. Eugénie, impresionada no sabe que decir.

- ¿quién te ha hecho eso?

- Es muy largo de contar – Y se vuelve hacia el otro lado de la cama.

La mujer siente cierta pesadumbre por el desaire hacia sus compañeras de celda., casi unas niñas. Vuelve a dirigirse a Eugénie:

- tienes que mantener las heridas infectadas de tu amiga siempre húmedas. Ya verás como pronto mejorará. ¿vais al Convento de la Redención, no es así?

Louise se incorpora, y contesta a su vez.

- Si... ¿cómo lo has adivinado?

La mujer sonríe.

- se ve a la legua que no sois prostitutas ni ladronas. Lleváis vestidos buenos y tenéis las manos finas y cuidadas. Sois de buena familia. Vuestro destino solo puede ser ese.

La orgullosa Eugénie replica con altivez.

- ¿cómo puede saber todas esas cosas una vulgar presidiaria?

La mujer sonrió con amargura.

- porque yo antes era como vosotras...

Pasado su asombro al ver el actual aspecto de la mujer, esta vez sin impertinencia, Eugénie le preguntó.

- entonces... tu estabas en el convento, ¿no es así?

- sí... estuve allí.

La inocente Louise quiso saber. -¿y como es aquello?

La mujer quiso morderse la lengua. No debía de haber hablado. Bastante les esperaba a esas dos niñas para ir contándoles cual seria su triste sino. Pero ya lo había hecho y no podía echarse atrás, así que haciendo de tripas corazón va a contarles toda la verdad al describir el convento, pero se abstendrá de contarles los extremos mas aterradores:

Bueno... es un edificio cuadrado muy grande, situado en la cima de un cerro pelado sobre un valle muy angosto y deshabitado. En invierno siempre esta lloviendo, y cuando sale el sol tiene un tono triste y plomizo. En verano el calor es insoportable . Esta construido en piedra negra, y carece de ventanas al exterior. Solo hay troneras donde no puede pasar una persona. Parece dividido en varios cuadros o patios interiores donde dan las ventanas de las salas de las reclusas. Cada cuadro pertenece a una sección diferente. El espacio del centro la ocupan la recepción, el refectorio, la iglesia y las dependencia de las monjas.

Las secciones son cuatro: La de las menores de edad, que es donde iréis vosotras. Preparan a las jóvenes para ser buenas esposas y madres de familia.

Después esta la sala de las comunes. Esta reservado para mujeres mayores de edad y también menores que estén casadas. También van las viudas sujetas a la autoridad paterna o dependientes de un tutor. La tercera sala es de las embarazadas, a las que tratan con cierta consideración hasta que dan a luz. Entonces pasan a las otras salas y sus hijos son entregados a las familias, y si estas los rechazan son dados en adopción por las monjas. El trabajo no es demasiado duro para estas categorías.

La curiosa Louise, que escuchaba muy interesada preguntó si había mas sales. La mujer tuvo que continuar:

- Si hay otra. El cuarto recinto. Es el correccional o reformatorio. Van las reclusas que son desobedientes, perezosas o indisciplinadas. La disciplina es muy estricta. Se castiga cualquier falta por pequeña que sea. La estancia suele ser temporal. (Marie ocultaba deliberadamente la verdad: existían reclusas que llevaban años allí, e incluso que no habían vuelto a ser vistas) - allí el trabajo es muy duro, salen todos los días al valle a trabajar en los campos de la congregación menos los domingos, dedicados a la oración y a la limpieza

Como sales al exterior te encadenan las piernas por los tobillos para que no puedas escapar. Vuelves a la puesta del sol sin haber probado bocado

Cenas, si puede llamarse a eso un trozo de pan y un puré espeso. Casi siempre hay castigos, y se administran al volver a las celdas delante de todas las reclusas.

Dudó un instante antes de proseguir. Eugenie y Louise le escuchaban algo amedrentadas.

- Cuando sales del reformatorio estas siempre bajo sospecha y vuelves allí por cualquier tontería.

Y calló.

Las chicas parecía que no se atrevían a seguir preguntando, pero de nuevo Louise, la mas indiscreta, insistió en saber mas.

- ¿como te llamas?. Bueno... perdona... yo soy Louise y ella es Eugénie.

- Marie... me llamo Marie.

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