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Las tribulaciones de Eugenie y Louise/2

en No Consentido

LAS TRIBULACIONES DE EUGENIE Y LOUISE

CAPÍTULO II

EL PROCURADOR

Han pasado ya dos semanas recluidas en la celda de la gendarmería, una eternidad para estas dos muchachas acostumbradas al lujo, sobretodo Eugénie. Un día son llamadas al despacho del jefe de guardias. Allí les espera éste acompañado por dos hombres que se identifican como el procurador delegado y el prefecto. No les invitan a sentarse. El procurador se dirige a ellas sin levantar la vista del papel que tiene e sus manos.

- Eugénie Danglars y Louise D´Armilly , ¿no es así? Vengo a comunicarles los cargos que pesan sobre Vdes.

La impulsiva Eugénie, que lleva mucho tiempo sin desahogar su furia le interrumpe:

- Sr. Procurador... desconozco si sabe quien soy. Desde luego deberán de dar muchas explicaciones al procurador del Rey, el Sr. Villefort, muy amigo de mi familia, acerca de la inicua detención e inconcebible comportamiento a que nos han sometido a mí y a la Sta. d´Armilly. Tratarnos como a vulgares ladronas les costará muy caro a todos Vdes.

El procurador escucha impasible la apasionada intervención de Eugénie. Cuando esta termina le pregunta:

- ¿ha terminado Sta. Danglars?

Eugénie , lejos de ser prudente y callar, arremetió de nuevo contra el funcionario.

- No... no señor, no he terminado. Por muy censurable que sea el escapar de nuestras casas, eso no les permite a Vdes. vejarnos, humillarnos, e incluso torturarnos de la forma en que lo han hecho. La represión de nuestro presunto mal comportamiento corresponde a nuestros padres, que no tardaran en encontrarnos, y entonces espero que tengan Vdes. suerte de terminar sus días pegando sellos en cualquier miserable oficina en las colonias, y que por su bien...

El procurador, ya harto la cortó con un contundente :

- ¡BASTA!

Eugénie detuvo su verborrea de repente. El procurador, volviendo a un tono de voz frío y reposado les comunicó la terrible verdad:

- Sta. Danglars: su padre es en éste momento un prófugo de la justicia. Su banco quebró dejando en la miseria a mucha gente. Y su madre se encuentra en paradero desconocido. En cuanto al Sr. Villefort... está recluido en Charenton por un ataque de locura.

Hizo una pausa y mirando a Louise continuó:

- En cuanto a Vd., Sta. D´Armilly siento comunicarle que su padre, un honorable militar y gran patriota al que tuve el placer de conocer, incluso con ocasión tan funesta como tener que comunicarle los pormenores de la vergonzante fuga de su hija, la ha repudiado por haber mancillado con su inicuo comportamiento el honor de su familia.

El funcionario se recreó mirando a las estupefactas jóvenes, cuyos rostros estaban pálidos como la nieve.

- Así que, como Vd. Sta. Danglars bien ha dicho, en estos casos de conductas tan rechazables de personas menores de edad, dejamos a las familias la responsabilidad de la función correctora, pero en este caso en que tal delegación no es posible, será el Estado el que deberá asumir esa carga.

El procurador hizo unas larga pausa y continuo.

- Así pues en orden a la Ley sobre la Moral Publica y protección al Honor de la Sagrada Institución de la Familia, quedan Vdes. formalmente acusadas de huida del hogar paterno, conducta indecorosa con el agravante de escándalo publico, y falsificación de documentos... y creo que habría que añadir un nuevo cargo: el de insultos al Ministerio Fiscal en la persona de este funcionario. Mañana partirán hacia Reims para ser juzgadas. Que pasen Vdes. un buen día.

Y salió del despacho satisfecho, dejando a las dos jóvenes llorando abrazadas.

EL JUICIO

Al llegar a Reims Eugenie y Louise fueron encerradas en las celdas del Palacio De Justicia, donde estuvieron retenidas 4 días hasta que se celebró la vista. Les permitieron acceder a su equipaje para cambiarse de ropas y fueron presentadas ante el juez Garçonne y luego sentadas en el banquillo de los acusados. El mismo procurador que las había visitado en la gendarmería leyó los cargos que pesaban sobre ellas, presentando como testigos al posadero, a la del mujer del posadero, al pinche de cocina, al gendarme mirón que irrumpió en su habitación, al comerciante de vinos de la habitación de al lado, a un jefe de negociado del Ayuntamiento de Narbonne acompañante del coche de postas, a un presbítero de paso, y al cabo jefe de puesto que las detuvo. Finalmente al prefecto que estuvo presente en la visita a las jóvenes, como testigo de los insultos recibidos por ambos. De acuerdo con el procedimiento aplicable en los delitos contra la Moral no había jurado ni defensor alguno, recayendo en el juez la entera competencia de justipreciar los hechos y dictar la sentencia.

Cuando todos los testigos contestaron a las preguntas del fiscal y este terminó su argumentación final, el juez, de apariencia enjuta y mirada inquisidora, que dirigió con inquina a la atemorizadas acusadas, con una voz que por su potencia y tono no se correspondía con su escueto físico, rugió :

- Eugénie Danglars y Louise D´Armilly...

El juez desgranó toda una cadena de improperios contra las desventuradas jóvenes a las que culpó de todos los males imaginables. Eugénie y Louise escuchaban aterradas como el magistrado las acusaba de ser infinitamente peores que las prostitutas y ladronas por el pésimo ejemplo dado al humilde vulgo por unas representantes de una clase social que debía dar ejemplo de comportamiento y de guía. Su ensañamiento con ellas fue tal que, no obstante tener Garçonne una merecida fama de ser duro e implacable con los delitos contra la Moral, hasta llegó a asombrar al mismísimo fiscal-procurador por la dureza con que vilipendiaba a las infortunadas muchachas.

- Eugénie Danglars y Louise D´Armilly, levántense...

Cuando la sala entera esperaba que Garçonne interrogara personalmente a las jóvenes o les diera la oportunidad de alegar algo en su defensa, volvió a sorprender a todos de nuevo.

- este tribunal les condena a ser recluidas en el Convento de Sta. Magdalena de la Redención, hasta cumplir la mayoría de edad. Si nadie de sus familias las reclama para cuando esto suceda, este mismo tribunal les asignará un marido en las colonias para que formen una familia cristiana y expíen en parte el irreparable daño que Vdes han producido a tan noble institución.

El juez había dictado sentencia sin permitirles defenderse, pero la cosa todavía no había terminado.

- Y Vd. – tronó, señalando con su dedo índice a la pobre Louise – Por insultos y amenazas al Ministerio Fiscal, recibirá 10 latigazos mañana Domingo, antes del ajusticiamiento publico en la plaza de la Catedral. Cúmplase la sentencia.

Y se levantó y abandonó el estrado haciendo caso omiso de los intentos del fiscal para que reparara el error cometido.

Eugenie y Louise presas de la desesperación más absoluta ante el triste destino que les aguardaba, se desvanecieron cayendo sobre la tarima.

Al día siguiente a media mañana, ante la impotencia de la desolada Eugenie, Louise es sacada a rastras de la celda, y trasladada en un carro hasta la plaza de la Catedral como una vulgar criminal, donde después de la misa mayor será guillotinado un pobre ladrón de gallinas. Junto a tan terrible artefacto hay un poste de unos 5 pies donde Louise es atada por las muñecas. El verdugo le desgarra el vestido sin miramientos desde las corvas a la nuca dejando su espalda desnuda y toma el látigo largo. Los primeros tres azotes Louise los soporta de pie. Al cuarto dobla las rodillas. Al sexto yace en el suelo colgada de sus ataduras.

Louise es conducida de nuevo a la celda donde la tienden boca abajo en el catre . Eugénie contempla horrorizada las diez terribles marcas sangrantes en el cuerpo de su amada y cae desmayada.

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