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La chica del bar

en Hetero: General

Había bullicio en el Penny, el puticlub preferido del García. Este y otros dos amigos de Juan reían y bebían junto a tres chicas en topless en medio de un gran escándalo. Juan, desde la barra , los veía y sonreía mientras apuraba una perrier. Era la primera vez que iba a un sitio así. No era un puritano. De hecho, usaba prostitutas de vez en cuando, pero nunca en sitios como ese. Entonces ella al otro lado de la barra se acercó.

- ¿Cariño, me invitas a un bourbon?

Era bastante joven y hablaba un español latino dulce y armonioso.  Era muy guapa, con una mirada algo melancólica. Sus pechos no eran demasiado grandes ni aparatosos como los del resto de las chicas del local. Se le trasparentaban a través de la tenue seda de su top.

- claro, y ponme otro a mí.

- te va Four roses.?

- mejor Jim Bean, no?

- tienes buen gusto.

- ya me lo dice mi madre.

- (sonriendo) y qué mas cosas te dice tu madre?

- cosas buenas, como todas las madres.

Ella hizo un gesto agridulce.   Cambió de tema.

- porqué estas solo ? ¿Te has enfadado con tus amigos?

-no, que va , pero hacen demasiado ruido.

- te gusta la soledad?

- digamos que no me disgusta. ¿Y a ti?

Entonces ella hizo algo inesperado para Juan. Le besó en los labios. No fue un beso apasionado pero sí tierno y cariñoso, mucho mas de lo que hubiera podido esperar Juan de una chica de alterne.

- ¿ Porqué has hecho eso?- dijo Juan sin reproche.

- no sé, dímelo tú- contestó ella sonriendo.

- eres gallega ?

- soy de Caracas , ¿Porqué lo preguntas?

- porque solo los gallegos contestan a una pregunta con otra pregunta.

- me apetecía hacerlo. ¿Contestada la pregunta?

- pues acabas de derribar una leyenda urbana, ¿Sabes?

- ah, sí ¿Cual?

- vosotras nunca besáis a los clientes.

- solo a los que nos gustan.

- ¿Puedo tomarlo como un cumplido o a ti te gustan todos tus clientes?

Después de decirlo Juan se dio cuenta de la inmensa metedura de pata. 

- perdóname, soy un estúpido. De veras, lo siento. 

Ella permanecía seria. La había cagado y ya no tenía remedio. Sus amigos le rescataron de su zozobra.

- venga Juanito que nos vamos. Joder, vaya nena te has buscado

Apenas pudo musitar una torpe despedida, y entre  risas soeces referidas a la venezolana, Juan y sus amigos abandonaron el local.

Era lunes y Juan salió de su estudio sobre las 8 y media. En lugar de acercarse al bar de siempre a tomar una caña con la banda, cogió el coche y enfiló para Valencia. Hasta las diez tenía casi hora y media, con suerte tiempo suficiente para disculparse. No se había quitado de la cabeza su lamentable comentario, máxime cuando todavía tenia el dulce sabor de sus labios en su alma.

Al contrario de lo que era habitual a esas horas aparcó en la misma puerta del Penny tan solo media hora después. Ella no estaba. No tuvo valor de preguntar y se sentó en una mesa. Esperó hasta las diez y cuarto. No apareció. Ni al día siguiente, ni al otro, ni al otro tampoco.

El sábado tarde-noche estaba viendo el fútbol con la parte masculina de su pandilla. Al medio tiempo se levantó y se fue. Esta vez sí estaba; otra vez sirviendo bebidas, pero hablando con un gordo rijoso. Juan volvió a sentarse a esperar. Media hora más tarde ella salió de la barra y acompañada del tío subieron por unas escaleras. Él suspiró. Lo tenía merecido por gelipollas, (sic), pero no tenía sentido seguir con aquello, así que se fue, dispuesto a no volver más.

Tras un domingo anodino volvió el lunes. No había podido quitarse de la cabeza a la chica del bar y no sabía porqué. Aquello ya empezaba a resultarle patético. Hasta dos veces tuvo el teléfono en la mano para marcar el número de Cari, en cuyas mullidas y acogedoras carnes, ahogaría sus inquietudes, previo pago, claro. Pero Cari nunca le besaría. A las 8 y cuarto atravesaba la puerta del local, y esta vez sí, allí estaba ella, sola. Ni un alma más que ella y él.

- hola.

- hola, ¿Me invitas a algo?

- te debo un millón de disculpas.

- con una sincera me basta.

- dime qué tengo que hacer para demostrártelo.

Entonces  ella volvió a hacerlo. Se incorporó sobre la barra y le besó en los labios. Fue si cabe más dulce que el primero. Cuando ella se retiró Juan se quedó inmóvil con los ojos cerrados.

- despierta- le dijo ella. 

- ¿Brindamos?- Dijo él.

Ella sacó el Jim Bean y sirvió dos generosas raciones. Él levantó el vaso.

- por el perdón.

Ella también levantó el suyo y ambos los vaciaron de un trago.

- gracias- dijo él.

- porqué.

- Por estar aquí.

- aquí trabajo.

- digo aquí y ahora.

- te vi   el sábado. En aquella mesa- dijo ella señalando donde Juan la había esperado en vano. - pensé que no te habías dado cuenta.

- ¿ Como te llamas?

- Juan, ¿Y tú?

- Isabel , pero todos me llaman Susan. 

- y tú como prefieres que te llame.

Por tercera vez lo hizo. Esta vez el beso fue  más prolongado e intenso, y aunque todavía no podría calificarse de apasionado, ya poco le faltaba.

- hacía tres años que no besaba a un cliente ¿sabes?

Juan estuvo a punto de hacerlo, pero el orgullo y la vergüenza se lo impidieron. ¿ Como iba a decirle que ella era la primera chica que le besaba en su vida?

- ¿y qué pasó hace tres años?

-quieres saber demasiado

 -es verdad, perdona.

En ese momento se abrió la puerta y entraron tres mujeres, una ya madura y las otras de veintitantos. Susan se puso alerta, pero él no se apercibió, ni se dio cuenta de la mirada áspera de la mujer mayor.

- tomamos otra copa?- dijo ella mientras servía otros dos bourbon sin esperar su respuesta.  A él no le dio tiempo de decirle que no. La madura, sin duda la jefa del local la llamó a un aparte.

- perdone un momento- y le dijo en voz baja.

- Susan, te esperan a las nueve, ¿No lo recuerdas?

-perdona Amparo, pero no podía dejar al cliente.

Juan escuchó la conversación sin duda embarazosa para Susan.

- dime qué te debo, por favor, tengo que irme.

Pagó de sobra lo que ella le pidió, y aprovechando que las tres mujeres los habían dejado solos de nuevo, le preguntó.

- ¿Estarás mañana?

- no. -¿Cuando podré volver a verte?

- no lo sé, vete por favor. Mmm... Quizás el sábado- y le lanzó un beso figurado y una preciosa sonrisa.

Juan pasó toda la semana esperando el fin de semana. Contaba los días, las horas, los minutos. Por fin llegó el ansiado día. Tuvo que hacer esfuerzos mentales para no estar en la puerta antes de que abrieran. Finalmente llegó el momento. Le temblaban las piernas al atravesar el umbral bajo el pequeño toldo verde. Y es que lo que tenía en su cabeza era ni más ni menos que meterse con ella en la cama, y no sabía como proponérselo a pesar de que ambos sabían que ese era su oficio.

No estaba. Le cayó el mundo a sus pies. Armándose de valor fue hacia la barra. Una pelirroja en ropa interior limpiaba vasos a la espera de clientes.

- hola.

- hola guapo, ¿Tomamos una copa?

Tragó saliva - está Susan?

 - sí, está arriba, vistiéndose. ¿No te sirvo yo cariño?

Providencialmente ella apareció  por el lateral.

- te buscan- dijo la pelirroja. Y se retiró.

- gracias Stella. Hola.

- Hola Susan. 

- te veo un poco nervioso, ¿Te ocurre algo? 

- ¿Te va el dry martini? Pero seco.

- no tengo. ¿Te va el dulce?

Él se revolvía. No sabía como empezar. Ella pareció adivinarlo.

- creo que el bourbon será lo mejor para darte ánimos.

Susan sirvió dos raciones generosas y ambos bebieron de un trago.

-¿Y bien?- Dijo ella con ademán cómplice.

Juan carraspeó.

- qué tengo que hacer para... Para  contratar tus... tus servicios.

Ella sonrió. Era una sonrisa franca, tierna, abierta. 

- tienes que decírselo a Amparo. A ella- dijo señalando a la mujer mayor, que estaba sentada haciendo cuentas, aprovechando ese momento en que el local estaba casi vacío.

- pero tú...

- anda, ve para allá- dijo sin abandonar su sonrisa.

Juan se dirigió hacia la mujer.

- hola.

Ella levantó la mirada por encima de sus gafas.

- ¿Qué desea?

- quiero... (no sabía como decirlo) quisiera...

La mujer se impacientó.

- ¿Quiere Vd. subir con Susan no?

- sí, exacto.

- son 30.000 ptas tarifa mínima, durante una hora como máximo. Si tarda más cuesta el doble pero no quiero que esté mas tiempo.

- ¿puedo pagar con tarjeta?

Ella le miró con conmiseración.

- no cariño, aquí se cobra al contado, y por anticipado.

Juan, acostumbrado a Cari que costaba mucho menos de la cuarta parte, no había previsto esa contingencia. Su decepción se tradujo en su cara. No se apercibió que la Madame había cruzado una imperceptible mirada con Susan.

- espera... Por esta vez invita la casa.

El desconcierto de Juan fue tan grande que la señora tuvo que decirle:

- venga muchacho que el tiempo corre.

Juan se dirigió hacia la escalera. Susan ya estaba allí esperándole; subieron juntos y entraron en una habitación, amplia y agradable, algo que parecía impensable. Ella llegó hasta el mismo borde de la cama.

- espera- dijo Juan.

Susan se giró.

- no sé porqué me ha dejado subir, pero... ¿Has tenido algo que ver tú en eso?.

- (sonriendo) digamos que tengo algunas prebendas, y he querido usar una de ellas.

-no pienso consentirlo. Te lo pienso pagar. Además, no quiero que pienses que lo he hecho para comprarte, bueno... No he querido decir eso, lo que quiero decir es que tú no eres para mí...

Ella le puso un dedo en sus labios para que callara, pero él...

- solo quiero que estemos tranquilos Susan, solo eso, no quiero...

Entonces ella le besó, y esta vez había algo más , bastante más, mucho más que ternura.

- ven... Ven que te quite la ropa.

Lo desnudó y ella se quitó el trasparente body, las bragas y el liguero, y se tendió en la cama.

- Ven, aquí, a mi lado.

Juan la obedeció. Ella empezó a acariciar sus brazos; más para tranquilizarle y crear un ambiente de tranquilidad y comunicación entre ellos que buscando su excitación, aunque su pene estaba en clara erección.

- a ver Juan, ¿Porqué estás tan tenso? Soy la misma de abajo y no te voy a comer ¿Qué te preocupa? ¿es que nunca has estado con una chica? No pasa nada.

- sí, sí que he estado, pero... Para mi no eres como ellas. Yo me siento, no sé...

Y diciéndole esto la acarició en su cara. Ella se arrulló en su mano y... Se puso sobre él y ... Él se dejó hacer.

Desde ese día y todos los días siguientes Juan visitó el Penny Malones, para estar con Susan una hora, o más  cuando no estaba Amparo. Solía ir mucho más tarde para intentar quitarla de la circulación el mayor tiempo posible. No siempre hacían el amor. Para él era algo irrelevante. Era feliz, más feliz de lo que había sido nunca. Pero aunque tenía un buen nivel económico, Juan no era rico y además se estaba restaurando una casa. Tuvo que paralizar las obras momentáneamente, pero no era suficiente.

Una noche, después de practicar sexo oral, y bañarse juntos, ella le hizo un masaje.

- estás tenso, ¿Te ocurre algo?

Juan suspiró - Su ( como él la llamaba) debo decirte algo importante- y salió de la bañera. Se sentaron en la cama.

- Su... ¿estás con alguien?

Susan cambió de repente la tierna actitud que siempre tenía hacia él. Se puso furiosa.

- ¿Porqué me preguntas algo que sabes que no te voy a contestar, porqué?

Lejos de amilanarse por la desconocida - hasta ahora - airada reacción de Susan, Juan replicó  con firmeza. Sus razones eran demasiado poderosas.

- porque debo saberlo; porque para pedirte lo que te voy a pedir debo saber más de ti, y tú también deberías saber más de mí.

- ¿Y qué es eso que vas a pedirme que necesita hurgar en mi vida privada?

- quiero que dejes esto. Quiero que te vengas conmigo. En un par de meses tendrás la casa más bonita que puedas imaginar, para ti y para mí. 

Susan no replicó. Permaneció en silencio. Esperaba una continuación que sin duda iba a llegar.

-  No te estoy pidiendo que seas mi puta particular, mi amante exclusiva... Ni siquiera mi amante si no lo deseas. No te estoy comprando Su. Solo quiero que dejes esta vida. Seremos como amigos que comparten piso. Conmigo tendrás tus necesidades vitales aseguradas... Un bienestar, para que puedas encontrar trabajo si lo deseas, para estudiar, no sé... Lo que quieras.

- ¿Nada más? ¿Eso es todo? 

- no, no es todo. Te quiero, y quiero que te cases conmigo. Aunque me digas que no, lo que te he pedido,  pedido está.

A Su se le llenaron los ojos de lagrimas.

- Juan... Eres demasiado bueno.

- y bien, eso es un sí?

- y también demasiado ingenuo. ¿ De veras crees que puedo dejarlo así como así?

- si nadie te ata ¿Porqué no? Por eso te pregunté si había alguien.

- un día me preguntaste qué pasó hace tres años, ¿Lo recuerdas?

- perfectamente.

Juan observó que Susan entornó los ojos y los dirigió al infinito. Lo que esta le iba a contar lo había esperado todo este tiempo en que habían "estado" juntos. Era la clave de su futuro..- a los 17 años me enamoré locamente de un hombre. Yo no tenia familia, vivía con una tía y cuando mi novio me dijo que tenía trabajo en España y que me fuera con él, que allí nos esperaba una nueva vida, le dije que sí.

Susan hizo una pausa, probablemente para tomar fuerzas,? Continuó:

Cuando llegamos a Madrid nos esperaban sus amigos y nos alojaron en un pequeño apartamento de las afueras. Al principio todo fue bien. Él salía al mediodía de casa y volvía muy tarde, pero éramos felices, hasta que...

Se le llenaron los ojos de lagrimas. Continuó.

Un día me pidió que le acompañara. Nos estaban esperando en un coche. Salimos de Madrid y fuimos a una casa muy grande y  bonita. Allí había mucha gente y me presentaron a un hombre mayor que parecía mandar mucho. Me miró de arriba a abajo, y sabía que no era nada bueno. Le pedí en un aparte a mi novio que nos fuéramos pero él no quiso. En lugar de eso me dijo que tenía que ser amable con ese hombre porque le debía mucho dinero y que solo yo podía salvarle. (pausa) Me acosté con él. Creía que haciéndolo mi novio saldaría su cuenta y después  podríamos vivir en paz, pero no fue así. Siguió pidiéndome que lo hiciera otras veces con otros hombres poderosos, con los que tenía negocios, y que solo sería otra vez, y después fue otra y otra.

Susan no pudo más y estalló en lágrimas. Juan le cogió la mano y ella se la apretó con fuerza. Tardó varios minutos en seguir hablando.

Un día me dijo que tenía que irse por un tiempo  y que no podía llevarme con él. Sus socios le exigían hacer un viaje a cerrar un negocio. Me juró que lo antes posible volvería a por mí y que nos iríamos juntos lejos. Le pedí, le supliqué que lo dejara, que daba igual el negocio. Entonces me dijo que no podía negarse, y que ellos querían que yo me quedara como garantía, que si no lo hacía correríamos peligro los dos. Me entró el pánico. ¿como podíamos haber llegado hasta ahí.? Me enfurecí con él, pero no había ninguna opción.

- ¿ Como es posible que no te dieras cuenta antes de lo que estaba pasando, Su ? Preguntó Juan.

- estaba muy enamorada,,. No me gustaban sus compañías, sobretodo a partir de ir a aquella fiesta y tener que hacerlo con aquel asqueroso, pero él decía que íbamos a ganar mucho dinero y... Le creí.

- ya - dijo Juan suspirando -¿y volvió?

- no, no he vuelto a verlo nunca más. De eso hace casi tres años. Fue mi último beso, el de la despedida.

- ¿Y quien es el ingenuo, Su? ¿Quien?

- (llorando) no me riñas por favor, no...

Juan la abrazó.

- Su vámonos esta misma noche. No esperes a mañana. Ahora. Coge tus cosas y larguémonos ya.

- no Juan no. Amparo me debe mucho dinero. Me ha costado mucho sacrificio ganarlo. Llegaré a un trato y nos iremos...    

- no vale la pena Su. Ya volveremos más tarde. Cuanto antes abandonemos esta mierda mejor.

Pero Susan no quiso hacerle caso. Después de tres años prostituyéndose no quería irse sin lo que tanto le había costado. Quedaron al día siguiente a la hora de abrir. Juan se fue a regañadientes, y con un nudo en el estómago. 

Esa noche apenas durmió. Tenía una mala premonición. Tendría que haber sido más exigente con Susan, se repetía una y otra vez. Estaba aparcado delante del Penny mucho antes de las 8, teóricamente, la hora de apertura. Cuando llegaron Amparo, Stella y otra chica que él nunca había visto, y Su no iba con ellas se le revolvieron las tripas. Esperó casi una hora más pero ella seguía sin aparecer. Algo iba mal. Salió del coche y entró. Fue hacia la barra donde estaba Stella.

- hola, ¿Sabes cuando vendrá Susan?

Ella, sin levantar la vista mientras fregaba los vasos le dijo - Susan no vendrá. Se ha despedido.

- ¿Y sabes donde la puedo encontrar?

- no tengo mi idea.

- ¿ Amparo lo  sabe?

- pregúntale a ella.

La Madame estaba como siempre sentada haciendo cuentas. Juan fue hacia ella.

- hola, ¿Sabe Vd. donde está Susan?

Amparo levantó la vista y le miró por encima de sus gafas de présbita. 

- ¿porqué tendría que saberlo joven?

Juan empezaba a indignarse.

- porque Vd. regenta el local y ella trabaja aquí, ¿Le parece a Vd. suficiente razón?

- mire Vd. ella ya no trabaja aquí. Ayer al cerrar me pidió el finiquito;  le pagué y se fue a su casa. Ya no sé nada más.

- ¿sabe Vd. donde vive? 

- si lo supiera se lo diría.

A Juan se le cayó el mundo a los pies. La había perdido. Estúpido de él, la había perdido. Salió del local, se sentó en el coche. Estaba mareado. ¿como podía haber ocurrido? Reflexionó, y se dio cuenta de lo poco que realmente sabía de ella. ¿Donde vivía, donde dormía, qué hacía las horas que estaba fuera del Penny? ¿Porqué nunca se había interesado, porqué? Preguntas y más preguntas. Sin respuesta.

No se dio fácilmente por vencido. Recorrió todos los bares de alterne de un área de 25 km a la redonda. Como no tenía ninguna foto suya no podía dar muchos datos cuando preguntaba. Fue a la policía que casi lo arresta por su vehemencia. Contrató a un detective privado. Nada. Cogió permiso en el trabajo para buscarla. Un día  descubrió que se había quedado sin fondos y finalmente desistió.

Tardó bastante en reincorporarse a su misógina rutina: trabajo, cerveza con amigos, alguna salida con alguna amiga,   Póker los sábados y poco más. Un día un primo suyo muy querido le presentó a su cuñada, que había venido a pasar unos días. Inmediatamente conectaron. Empezaron a verse con cierta asiduidad. Juan terminó por ir a verla todos los fines de semana. Se casaron unos meses después, cuando hacía casi dos años de que Susan desapareciera.

Pasó el tiempo. Juan se recuperó económicamente y terminó la casa, progresó, tuvo un hijo, era razonablemente feliz. Susan era para él un recuerdo de juventud, un bonito recuerdo pero nada más. No la echaba de menos en absoluto ni se planteaba lo que hubiera sucedido si ese día hubieran salido juntos del Penny Malones, hasta que un día el destino le reservaba una sorpresa.

Terminó la reunión muy tarde. Había llamado a casa para avisar de que no le esperaran para cenar así que se fue tranquilo con su socio a tomarse unas cervezas con su cliente. A la vuelta pasó por la calle del vicio como él la llamaba. Le venía de paso hacia su casa. Las putas ofrecían sus servicios a pie de acera. Entonces la vio. Era Susan. Fue solo un instante pero era ella sin duda alguna. Instintivamente paró el coche, pero se quedó inmóvil cogido al volante. No sabía qué hacer. Unos golpes en el cristal de la puerta sonaron. Bajó la ventanilla.

- cariño, por 50 € te llevo al cielo.

- ¿Susan? ¿Me recuerdas?

Ella se quedó mirándolo con cara de no saber de qué iba la cosa.

- soy Juan, te acuerdas verdad?

- oye, no conozco a ningún Juan. ¿Quieres echar un polvo o qué?

No podía  . No le reconocía. Juan estaba paralizado, noqueado. Era Su, después de tantos años allí estaba, ofreciéndose en la calle.

- mira cariño, decídete que no tengo toda la noche. ¿Cuanto quieres pagar?; venga, te lo dejo por 30.

Juan estaba hecho un lío pero no podía dejarla ahí tirada, y quería respuestas. Al final se decidió.

- está bien. ¿Donde vamos?

-aquí, en tu coche. ¿por 30 € donde va a ser?

- me da igual lo que me cobres pero prefiero ir a un hotel.

- cariño, entonces serán 60 a la hora desde ya, y tú pagas la habitación. Conozco un hostal cerca. Es limpio y no hacen preguntas.

Fueron hasta el lugar, en silencio. Ella muy seria; Juan con su cabeza dándole vueltas. De repente le caían encima sus recuerdos más queridos, y los más tristes también. Pagó en un destartalado mostrador y subieron al primer piso. La estancia era anormalmente amplia  y cómoda. Quedaron frente a frente.

- ven que te quite la ropa - dijo ella. Después ¿Qué prefieres, me desnudas tú o lo hago yo de forma especial para ti? Me caes bien sabes?

- Susan... Te llamas Susan, verdad?

- sí, y qué?

- que tú y yo nos conocimos hace más de 15 años. Yo te llamaba Su.

- oye cariño, si no quieres follar y solo hablar no te preocupes. Nos sentamos y habla todo lo que quieras. Por 60 a la hora hago de loquera. Venga, decídete, ¿Lo hacemos o qué?

- cuanto me cobras si me dejas que te bese?

Ella se le quedó mirando. Ese tío estaba loco. Nunca había besado a un cliente, solo a su hombre, pero... podía sacar mucho partido a la noche. Él la perdonaría.

- dame 300 € y bésame todo lo que quieras.

Juan sacó la cartera y dejó 460 €, todo lo que llevaba encima.

- toma, no tengo más. ¿Es suficiente?

La mujer cogió el dinero.

- ya puedes besarme.

Juan, nerviosísimo fue hacia ella y la besó en los labios. Fue un beso dulce y tierno, como lo recordaba de sus primeros días en el Penny malones. Ella al principio lo recibió con pasividad pero... respondió. Sí, lo hizo. Ambos se fundieron con mutua y perdida pasión.

- Juan, Juan... eres Juan. - Su, Su... Donde te metiste.

Después de hacer el amor apasionadamente, Susan se levantó dándose la vuelta. Entonces Juan vio las señales. La hizo quedarse. Después vio las otras, mas tenues, mas disimuladas.

- quien te hizo eso Su?

- ah, eso? No lo recuerdo.

- ¿Como que no lo recuerdas? Tuvieron que hacerte mucho daño Su. Dime la verdad, ¿Te lo hicieron para que no te marcharas? ¿Para que no te vinieras conmigo? Por favor, dímelo.

Juan zarandeaba a la pobre chica que negaba y negaba.

- no lo sé Juan, no lo sé... Te lo juro. No me hagas trates así...

Juan la abrazó.

- perdona Su, perdona... Lo siento. No quería hacerte daño.

- no lo sé, tienes que creerme. Tampoco sé porqué te conozco, pero eres Juan. Lo sé, y te he esperado desde aquello, pero no sabía ni como serías ni cuando o como aparecerías.

- ¿Aquello?  ¿Qué es "aquello"?

- aquello es el principio. Un día me desperté. Estaba en una cama blanca. Había muchas manchas de sangre. Yo no sabía qué hacía en aquel sitio pero tenia mucho dolor. Vino una mujer. Dijo que venía a curarme y que me diera la vuelta. Tenía la espalda mal. La sangre era mía, pero no sabía como me lo había hecho. Yo no recordaba nada, ni de mi vida, o quien era. Solo veía en sueños cosas, como que alguien me conocía y me quería. En uno de esos sueños él me dijo que se llamaba Juan. Pasó un tiempo, hasta que me curé. Entonces vino a verme un hombre. Decía que era mi propietario. Me dijo que había tenido un accidente y que todo iba bien, que mi nombre era Susan y que tenía que volver al trabajo. Y eso es todo lo que sé. 

Juan adivinó lo sucedido. Ella tenía que saberlo.

- Susan, voy a contacte la verdad de lo que te ocurrió, lo que eras antes y el porqué de tu accidente...

Él empezó por contarle de donde procedía tal como ella le había contado, el encuentro entre ambos, la decisión de dejar el club, su desaparición, la búsqueda...

- Yo no sabía si te habías ido por propia voluntad o si te habían obligado. Ahora ya lo sé, y me siento responsable del daño que te han hecho.

- pero Juan, tú no podías saber, y además, ¿ como sé que lo que me dices es verdad? ¿ como es que no recuerdo nada de lo sucedido antes del accidente?

- ¿ Pero como puedes llamarle accidente Su? Te torturaron tan salvajemente que perdiste la razón. Mírate. Mira tu espalda. Fíjate en tus pechos. Fueron ellos, tu novio, sus amigos... Te trajeron de Caracas para prostituirte , y cuando averiguaron que te marchabas lo impidieron. ¿ No te das cuenta? ¿Cuantos años llevas en la calle Su?

-porqué te empeñas en llamarme Su? Me llamo Susan, y sé que eres Juan y que representas algo para mí, pero nada de lo que dices tiene sentido. Nunca he estado en ningún club. Siempre he estado aquí en la calle, donde mi amo me manda.

Susan se puso a llorar.

- y no quiero que me llenes la cabeza de cosas raras, de que vas a sacarme de aquí y me llevarás contigo. No sé nada de ti. Solo sé que mi amo me hará daño si no cumplo con mi trabajo.

- Su, puedo ayudarte...

Le interrumpió gritando:

¡NO ME LLAMES SU, Y NO QUIERO QUE ME AYUDES!

Ella se vistió, dejó el dinero sobre la cama, fue hacia la puerta, se giró. -adiós Juan.

Y cerró la puerta, dejando a Juan, paralizado, hundido en el desconcierto.

A la noche siguiente, a las horas en que las lumpen del amor aparecen para ofrecerse por la calle, Juan volvió a buscarla. No podía dejarla allí, no después de saber lo ocurrido. Tenía que hacer algo para sacarla de esa vida. Ayer no tuvo fuerzas para retenerla. Su mujer, su familia, su trabajo pesaron más. Hoy estaba decidido a afrontar lo que fuera

Paseó con el coche por los lugares habituales hasta que la vislumbró. Allí estaba, a solo 50 mts.

Volvieron las dudas. La balanza. Su vida, su pasado...

Estaba a tan solo 20 mts. Entonces ella lo vio, inexpresiva primero, feliz después...

Pasó de largo. El pánico de había apoderado de él. Miró por el retrovisor. Adivinó el desconcierto en su mirada, hasta que desapareció en la lejanía.

No volvió a buscarla.

Tres meses después tomaba café con un cliente en la cafetería de la esquina. El televisor mostraba las noticias:

" una mujer fue asesinada anoche en Valencia. Cuando el presunto asesino la iba a arrojar a una de las acequias de la albufera, un guardia civil fuera de servicio lo arrestó. Se declaró como pareja de hecho de la víctima, una mujer de 37 años de nacionalidad desconocida, que ejercía la prostitución en el barrio del puerto. Este crimen hace el numero132 por violencia de género en lo que va de año. No obstante la ministra de igualdad opina que no puede contabilizarse este luctuoso hecho como un caso más de violencia hacia las mujeres, por la dificultad en establecer la relación sentimental entre la víctima y su presunto homicida"

Cuando Juan levantó la vista hacia la pantalla sabía que se trataba de Su. Recibió la confirmación casi con indiferencia. El camarero comentó:

" tanta mierda de violencia machista... Joder, si solo era una puta..."

FIN

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