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Obsesion 3

en Hetero: General

Inés despertó en sueños. Estaba en su cama. Sí, allí estaba. Se veía desde fuera, flotando en el techo, como si de un espectro se tratara.

- Debo volver al trabajo- pensó. - ¿Como, si estoy muerta?-

No, no lo estaba. Abrió los ojos, y efectivamente estaba en su querida cama de baldaquino. Tenia algo raro en su vientre. Era una venda. Le presionaba la carne. Le dolía todo el cuerpo, especialmente el tórax, cuello y brazos. No sentía su abdomen ni sus piernas. No estaban. Intentó incorporarse, sin resultado. Tenía que ir a trabajar . Lo volvió a intentar, pero el esfuerzo la derrumbó. Cayó de nuevo en las tinieblas.

En sueños se vio a si misma atada a una cruz. Una horrible criatura la observaba. Ella se debatía entre la luz y la oscuridad. Este estado pareció durar horas, días, semanas. En realidad había necesitado solo media hora desde que abrió los ojos por primera vez. Cuando por fin pudo mantenerlos abiertos y tomar conciencia de que todo había pasado, venía lo más difícil: levantarse y retomar su vida. La verdad, fue mucho mas fácil de lo esperado. Se incorporó y puso los pies en el suelo. Tomó aire y se levantó. Cayó al suelo como un saco. Las piernas no lograban sostenerla. Se subió de nuevo al lecho. Un nuevo intento, otro, otro. Finalmente pudo  sostenerse y dar unos pasos. Estaba muy débil. Necesitaba azúcar, así que pudo llegar a la cocina y tomarse dos cucharadas en seco. A los cinco minutos empezó a ser otra. Llegó sin dificultades al cuarto de baño. Se miró al espejo; estaba horrible: demacrada, pálida, pelo sucio y pegajoso. Un asco, vaya. Se preparó un baño y estuvo más de una hora en la bañera. Cuando se levanto, y volvió al espejo, con el cuerpo perfumado y el pelo limpio era otra. Entonces cayó en la cuenta de que no se había quitado la venda. Cuando lo hizo se espantó: tenia la parte baja del vientre repleta de cicatrices, algunas de considerable tamaño, y le dolía. Recordó su sueño: la criatura que la contemplaba mientras estaba en las cruz le clavaba una lanza continuamente. No había sido un sueño. Mareada salió desnuda a la terraza y se dejó caer en el cenador.  Era noche cerrada y el fresco la reanimó lo suficiente para que hilvanara todo lo que le había acontecido estas ultimas horas, desde su fracaso con Patricia, con el castigo de Luzbel como consecuencia. Se palpó la barriga, y, ya no le dolía. ¿Como era posible? Volvió al baño y... ¿Donde estaban las señales? No habían desaparecido del todo pero eran casi imperceptibles. Un sonido muy conocido atrajo su atención: su iPhone se estaba quedando sin batería. Le pareció extraño puesto que recordaba haberlo cargado poco antes de ir a rendir cuentas a Luzbel. Fue hacia él y vio la fecha: habían pasado cinco días, CINCO DÍAS. Ese era el tiempo que había transcurrido desde que fue atada a la cruz. El buzón estaba lleno de mensajes, todos de la oficina menos dos, uno era spam y otro de Patricia: le hacia saber su MSN y su dirección de correo, y una frase elocuente, "te deseo". Vio la hora. Eran las cinco y media de la mañana. Tenía que ir a trabajar, aunque fuera a rastras.   

- Ragazza, que mala cara llevas.

- he estado malita Pierino.

- voy a hacerte un expresso que te va a poner a tono.

Inés subió a la hora exacta, hizo sus tareas habituales y repasó el correo y los mensajes. La gente le preguntó mas bien poco por su salud, cosa que agradeció. Ni era popular ni pretendía serlo. Lo único que le preocupaba era la reacción del cretino de su jefe, del que esperaba, en el mejor de los casos, que le dijera que podía olvidarse de su ascenso. En el peor, que ya podía empezar a enviar curriculums. No fue así.

- que mala cara tienes Inés, ¿Qué te ha pasado, y porqué has venido tan pronto? Anda, vete a casa y recupérate del todo.

- no Tony, estoy bien. He pasado unos días con descomposición intestinal que no había forma de parar pero gracias a Dios ya pasó.

- ¿Porqué no contestabas las llamadas?

- se me quedó el móvil sin batería y solo tenia fuerzas para ir de la cama al inodoro. Ni al médico llegué a avisar. Un asco.

- desde luego se te nota. ¿De veras que puedes quedarte?

- sí Tony, de veras.

Se arrellanó en el sillón con ese gesto hueco y afectado de prepotencia habitual que tanto odiaba Inés.

- bueno pues... El Sr. Sap quiere que el lunes le enseñemos los créditos de la serie, así que... Te toca.

Hijo de puta, pensó. Vaya fin de semana que iba a pasar.

- lo intentaré Tony.

- no Inés, tendrás que hacerlo. Lo siento. Si no lo tienes me colocarás en una posición muy comprometida y... Bueno, ya me entiendes. Tendrás que asumir la responsabilidad tú sola.

Cabrón, mal nacido. Qué fácil me vas a poner joderte vivo.

- sí Tony, lo comprendo. Descuida, lo tendré.

- buena chica. Ah... Se me olvidaba; causaste muy buena impresión a Patricia.

- es una chica estupenda. Puedes estar orgulloso de ella.

- lo estoy. Se alegrará mucho de verte.

Salió del despacho tragándose la bilis. Tenía por delante una tarea hercúlea. A las dos comió poco. Había perdido el apetito. Al dar el paseo visitó la tienda de Luzbel, pero estaba cerrada a cal y canto, con la persiana metálica echada. Lo esperaba. No tendría noticias suyas hasta completar la tarea. Volvió al trabajo y funcionó como una maquina perfectamente engrasada hasta las cinco, hora de recoger. Comprobó que, gracias a que su capacidad de análisis, concentración y otras cualidades se habían incrementado de forma exponencial, el encargo de su jefe estaba, a falta de algunos flecos, prácticamente terminado. Asombroso, pensó . Me gusta ser mala. Una voz conocida llamó su atención.

- hola Inés. ¿Estás mejor?

Era Patricia, que venia del colegio con su padre. Intuía que la oportunidad se iba a presentar muy pronto.

- hola Patricia, que alegría verte. Sí, ya estoy bien, gracias.

Se dieron dos besos en la mejilla, pero en el último la "niña" movió la boca lo suficiente para hacer contacto con las comisuras de los labios y sentir esa humedad tan íntima. El beso de "falso amigo" como suele conocerse. Se acercó su padre a saludar.

- ¿como va eso Inés? ¿lo terminaremos verdad?

El muy hijo de perra, como si él hiciera algo.

- lo haremos, descuida.

Entonces Patricia puso cara de niña buena.

- díselo papá, venga, díselo...

Tony negó con la cabeza.

- no puede ser Pat. Inés tiene mucho trabajo y además ha estado enferma.

- ¿El qué queréis decirme? - preguntó interesada Inés.

- Patricia, que mañana por la noche se ha de ir a casa de una amiga porque Sara, mi mujer, y yo tenemos un problema familiar. Hemos de ir a Barcelona y volveremos el sábado. Y viene dándome la paliza de que hable contigo por si quieres quedarte con ella. Ni caso.

- Inés ¿Podrías?

- Pat, ya vale- dijo cabreado Tony.

- bueno Tony,  yo no me voy a ningún sitio. Su tienes problemas con Patricia puedes contar conmigo con toda confianza.

- ¿Te quedarías entonces con ella? ¿Y tu trabajo?

- tengo mi macbook. Lo llevo a todas partes. Prácticamente lo hago todo con él. No temas. Nuestro (recalcó ese "nuestro") trabajo no corre peligro.

Tony supuró aliviado mientras Patricia saltaba de alegría.

- pues me quitas un peso de encima porque si va con su amiga no va a leer ni un linea. Muchas gracias por el ofrecimiento Inés, pero ya sabes, oblígala a estudiar por favor.

- descuida jefe, estudiará. ¿ A que hora quieres que vaya?

- ¿Te va bien a las 8? ¿Sabes donde es verdad?

- sí, lo sé. Hasta mañana.

El sábado, a las 8 menos dos minutos de la tarde, Inés aparcaba su Toyota Yaris rojo en la mismísima puerta del chalet de ladrillo rojo en la exclusiva zona vieja de la urbanización Campolivar. Se notaba que la mujer de Antoni Armengol, su jefe, tenía pasta, tanto como buen gusto su arquitecto. El edificio recordaba a la Robbie House de F.L.Wrigth sin plagiarla. Le abrió la puerta una mujer morena de treintaitantos , seguramente Sara, la esposa de Tony. Se saludaron bastante fríamente. No parecía muy de acuerdo con su presencia en la casa. ¿Intuición femenina? Tras los protocolarios saludos le dijo: 

- Patricia está arriba estudiando, puedes dormir en la habitación de invitados, hay cena en la nevera, te dejo toallas... Etc, etc, a las 8 y veinte salió el matrimonio para Barcelona en su precioso Range Rover Classic. 

Inés se aposentó en la biblioteca y plantó su macbook. Ayer viernes aun pasó un par de horas extras en la oficina, rematando los detalles del maldito trabajo, tan perentorio para el malnacido de su jefe. Después  de zamparse para cenar una abundante ración de costillas a la miel acompañadas de patatas asadas con mayonesa, rematadas por profiteroles con chocolate en el Foster's Hollywood, su restaurante favorito, llegó a casa pasadas las 10 de la noche. Desde que se desnudó hasta 20 horas después, hora de acicalarse para ir a la caza de Patricia, estuvo empalmando dulces orgasmos con periodos de agradables sueños y reparadoras duchas. Se puso unos Levi's gastados de caja ombliguera bajísimos y una camiseta blanca sin mangas muy ajustada, evidentemente sin ropa interior. Un leve maquillaje en los ojos y unas pizcas de Aire de Loewe, complementaban su radiante aspecto, nada que ver con su deplorable estado del viernes. Se cubrió, nunca mejor dicho, con una cazadora militar comprada en Roma, y salió de casa dispuesta a acabar sin remordimiento alguno, con su jefe, y con toda su familia. Su vagina se humedeció solo de pensarlo.

Más por guardar las apariencias que por necesidad, ya que la tarea estaba lista para revista, Inés releía los documentos en su portátil esperando a que asomara la nariz la pecosa pequeña zorra. A los 5 minutos apareció.

- hola.

La miró. Vestía una camisola hippie blanca de lino que le llegaba justo tapando las ingles, totalmente desabotonada. En fin, que no ocultaba nada de nada. Además pésimamente maquillada. Una cría pintarrajeada que se sentía sexy, la pobre. Inés sintió asco, lo que eliminaba los escasísimos restos de escrúpulos que pudiera albergar.

- hola Patricia. ¿No deberías estar estudiando?

La estúpida se puso a hacer posturas y miradas equívocas dirigidas a Inés.

- tenia ganas de verte. Te he echado tanto de menos. ¿No te alegras de verme?

Inés se había propuesto ponérselo difícil, hacerse de valer, desesperarla todo lo posible.

- sí Patricia, sí que me alegro, pero tengo trabajo y tú tienes que estudiar.

- joooo, llevo haciéndolo toda la tarde, y estoy harta... Y tú estas aquí tan sola. ¿Y porqué trabajas tanto? ¿Es por culpa de mi padre?.

- es mi trabajo, no tu padre.

- si es mi padre, yo sé como convencerlo sabes?

- ¿Qué quieres decir? Bueno, luego me lo cuentas.

Inés no quería mostrarse demasiado interesada ya que podía tratarse de una tontería, pero ese brillo perverso en la mirada de la niña podía significar algo importante para sus fines.

- lo tengo en el bote. Si quieres te lo cuento.

- oye, son todavía las 9 menos cuarto. Tus padres me han dicho que cenáis a las diez, así que estudia un poco ¿Vale? Y luego me cuentas lo que quieras.

- buenoooooo. Pero hasta la hora del la cena. Luego fiesta eh?

- de acuerdo, luego fiesta.

Todavía no eran las diez ni mucho menos cuando Patricia volvió a aparecer por la biblioteca. Inés pensó que ya estaba bien. Fueron a la enorme cocina. Cenaron una mediocre pizza cuatro estaciones con Pepsi, e Inés se preparó un café con una Nespresso. Recogieron y salieron al porche posterior, junto a la piscina. Hacía calor.

Estaban sentadas frente a frente en unos sillones de mimbre. Por supuesto Patricia estaba con sus piernas obscenamente abiertas enseñándole a Inés su sexo. 

- ¿Siempre vistes así cuando estás en casa?

- nooooo, cuando está mi madre no. Me daría unas hostias...

- ¿Y cuando no está?

- cuando estamos solos mi papá y yo, sí lo hago. Bueno, me pongo bragas.

A pesar de lo reveladora de esa respuesta, Inés pensó en desviar un poco la conversación. Con gesto de desgana preguntó.

- a ver, que era eso que querías contarme.

- mi papá tiene ganas de follarme, ¿Sabes? - eso que has dicho es muy fuerte Patricia, no creo que sea algo que puedas decir así como así.

- te lo digo a ti porque eres mi amiga, pero es verdad.

Inés no dijo nada, solo escuchaba, no hacía falta preguntar.

Un día a la semana mi madre queda con sus amigas para cenar y jugar a  la canasta. Para mi que se van a salas de strip-tease de tíos. El caso es que vuelve muy tarde. Cuando no está, mi papá me pide que me ponga sexy y yo lo hago, claro. Me gusta mucho ver como me mira. A veces me pongo unos vestidos de bailarina que le compró a mamá cuando estuvieron en Turquía y yo le bailo la danza del vientre. Fui a clases, sabes?. Cuando lo hago me da 100 €.

- ¿Y solo por eso crees que te desea?- dijo con cara de incredulidad.

- es que no pierde ocasión Inés. Cuando nos metemos en la pisci siempre me hace aguadillas tocándome, juega a quitarme el bikini, me magrea a las menores de cambio... Cosas así. Le gusta que nos metamos en la sauna desnudos. ¿No te parece que son muchas cosas?

- no lo sé Patricia. No puedo juzgar.

- si no fuera lesbiana a lo mejor me dejaría sabes?

- bueno, no digas más tonterías.

Se levantó y se desperezó, ocasión de enseñar la tripita.

- no llevas bragas verdad?

- no. Ya te lo dije.

- es que como llevas esos vaqueros tan ajustados... Se te clavarán en la chichi y te darán mucho gustito. ¿A que sí?

Rieron las dos.

- oye Inés, porqué no nos bañamos?

- no he traído bikini Patricia.

- ¿Quien a dicho que hace falta bikini? Venga, vamos.

Se quitó la camisola y fue hacia la piscina.

- venga Inés, vamos al agua.

Y se tiró de cabeza. Inés se quitó las zapatillas, la camiseta, los pantalones, e hizo lo mismo. Estuvieron un buen rato haciendo trapisondas y travesuras, con roces, agarrones y demás. Finalmente Inés se impulsó fuera y se sentó en el borde. Patricia, dentro del agua, fue hacia ella y se apoyó en sus muslos abriéndolos.

- oye, ¿Qué ha pasado con tu pubis? Tan bonito que lo tenías. ¿Te lo has depilado con láser?

Lo dijo rozándolo con su dedo índice. A pesar de encontrarse bajo el agua, el olor característico de la hembra encelada, absolutamente inapreciable para la mayoría de olfatos humanos, golpeó a Inés con contundencia.

- no.

Siguió acariciando la suave textura de la piel de Inés..

- parece el coñito de una bebita... ¿Me dejas besarlo?Sin esperar respuesta pasó sus labios por el apenas abultado montículo de Venus. Ya era el momento de empezar. Inés dejó que sus caricias fueran aumentando de tono. La lengua de Patricia ya penetraba en la rosada hendidura. Inés no sentía nada en absoluto. La niña no solo era novata sino también torpe, pero no quería lesionar su autoestima, así que ella misma provocó que el liquido vaginal fluyera. Patricia se derretía de gozo al ver a Inés gemir y jadear. El orgasmo fingido acabó de convencer a la estúpida de que tenía a Inés en el bote. Entonces empezó el espectáculo: se dejó caer en el agua, y agarró a Patricia dándole un beso mortal. Le hundió la lengua y le succionaba a la vez, mientras le clavaba las uñas en la espalda. Su muslo oprimía su sexo mientras la mano libre tiraba de sus cabellos hacia atrás. Un belicoso mordisco en el lóbulo de la oreja hizo temblar a la sorprendida niña, que creía ser amada por la mismísima Venus. La tomó de su cintura y la sentó. La abrió de piernas y la echó de espaldas metiendo su boca en su rubia vulva. Una descomunal lengua penetró en la vagina. No era virgen. Buscó y no tardó en encontrar "ese" lugar donde la textura de la cavidad era un poco mas rugosa. Tres delicados roces y Patricia cayó víctima del éxtasis, un orgasmo totalmente desconocido para ella: largo, intenso y extenso. Todo su cuerpo, desde la punta de los pies hasta los pulgares de sus bonitas manos se estremecieron con oleadas de placer que parecían no tener fin. Pero Inés seguía al acecho. Cuando apenas se recuperaba la pecosa atacó de nuevo, y otra vez, y mas, y mas...

Eran casi las tres cuando la subió a su habitación, como si de una pareja de recién casados se tratara. La depositó en su lecho, todavía con pequeños espasmos que acompañaba con gemidos. Hecho esto se fue a dormir a la terraza, no sin antes buscar a su fiel amigo. Se lo merecía. Para se su primera vez con una chica no lo había hecho mal, la verdad.

Se levantó pronto, después de un sueño reparador en lo físico, pero muy estimulante en otros apartados. Había comprobado que podía inducir sus propias fantasías oníricas desde que su alma pertenecía a Luzbel, y esa noche había elegido visitar el Parnaso, ese mitológico e idílico lugar junto a un lago de límpidas aguas, con arbolado grandioso, agradable temperatura, verde y perfumado por innumerables plantas aromáticas, donde púberes ninfas semidesnudas eran perseguidas pícaramente por machos cabríos, centauros  y faunos,  poderosamente armados y en estado de celo. Ellas corrían hasta que eran atrapadas, o se dejaban atrapar, con idéntico resultado, hasta que el clímax las alcanzaba y, vuelta a empezar. La llegada de Inés, vestida únicamente con una sencilla clámide que dejaba entrever sus tesoros mas íntimos y apetecibles, provocó la admiración general, tanto de ellos como de ellas. Todos sin excepción se acercaron a admirarla. Ella, con gesto de desinterés miraba a sus adoradores para elegir un compañero o compañera, decidiéndose con falsa desgana por un centauro blanco, con el rostro y ademanes de su querido cafetero, cuya gigantesca asta en erección prometía placeres sin cuento. El equino Piero no la decepcionó en absoluto. La fuerza de los embates de su terrorífica verga, a punto estuvo de romper con su arma su cavidad abdominal, en una orgía sangrienta de sangre, sudor y vísceras desparramadas. En fin, pensó Inés al despertar, no lo he pasado tan mal. Otra vez será.

Pasó de la ducha yendo directa a la piscina. Después del baño recorrió el amplio pero discreto jardín, buscando con aguda observación los puntos clave para sus fines. La información que le había procurado Patricia fue determinante. Volvió s su habitación, cargó con los bártulos y preparó el atrezzo. Una vez hecho esto fue a la cocina a desayunar, un Nespresso con leche desnatada, tostadas con mantequilla holandesa y mermelada de ciruelas, y dos kiwis para su estreñimiento, algo ya innecesario, como todas las inconveniencias y molestias que la habían aquejado hasta hacía muy poco, incluyendo como estrella a sus terribles dolores de cabeza. Vuelta a la piscina y secarse al sol boca abajo sobre una confortable hamaca, con su novela recién empezada, "crimen y castigo", que tenía pendiente desde hacía mucho tiempo, y que venía como una premonición de lo que iba a pasar en poco tiempo. Disfrutó del placer de la lectura hasta que oyó ruidos en la casa. La putilla se había levantado. No hizo ademan alguno cuando apareció a su lado. Llevaba unos cortos shorts color caqui desabotonados, el pelo sin peinar y una cara de sueño de aquí a Zaragoza. Inés ni la miró. La chiquilla se arrodilló a su lado y la besó desde las nalgas hasta la nuca. Ni caso.

- hola Inés- dijo con voz melosa.

- ¿Has desayunado?

- no, porqué?- contestó, algo sorprendida por la frialdad de quien pensaba rendida incondicionalmente a sus encantos.

- porque tendrás que empezar a pensar en estudiar.

- ¿A estudiar? Ni lo sueñes. Yo quiero mas sexo, y tú me lo vas a dar.

Hasta ese momento Inés no había levantado la vista del libro. Giró su cabeza hacia ella, se quitó las Ray Ban, y le lanzó una mirada que la taladró literalmente Patricia se estremeció.

- prefiero pensar que lo has dicho en broma. Tienes diez minutos para tomarte algo. Después vuelves y hablamos. Ah, y aséate un poco que pareces una pordiosera.

Y volvió a ponerse las gafas de sol y enfrascarse con Dostoiewsky. Patricia obedeció al instante. Casi un cuarto de hora volvió con su cara limpia de legañas, el pelo peinado hacia atrás, con un sucinto bikini negro, de marca, claro está, y más humildad en su ademán. Se sentó en la hamaca vecina sin hablar. Inés dejó el iPad y se giró hacia ella.

- ¿Tú no eres lesbiana verdad?

Patricia agachó la cabeza.

- no.

- ¿Porqué me quisiste engañar? ¿Qué pretendías?

- es que... Quería probar. Lydia lo había hecho con su hermana y le gustó mucho.  Cuando te vi pensé que igual tú...

- ¿Y porqué lo pensaste?

Patricia se sentía como el cazador cazado. La voz de Inés imponía una respuesta.

- pensé... Pensé que como mi padre es tu jefe serías... amable conmigo.

- ¿y qué te hizo pensar eso?

- bueno... Si te negabas le diría que te despidiera - contestó con voz muy baja.

- ¿Tanta influencia tienes con tu padre?

- ya te dije que sí.

Tal para cual, pensó Inés. Y por culpa de esa perra había sido crucificada...

- ¿desde cuando no eres virgen?

-  fue a principio de curso. Con la excusa de un examen fui a estudiar con Lydia a su casa para quedarme toda la noche. Sus padres estaban fuera, pero estábamos al cuidado de Cyra, su hermana mayor. Cuando se quedaban solas traía a casa a su novio, que estudia tercero de Derecho como ella, y follaban como locos. Lydia la amenazó con contárselo a sus padres si no le decía a su novio que se trajera a un amigo. Lo hizo y Lydia se acostó con él. Esa noche vinieron tres chicos, y follé con uno de ellos. Estuvo guay.

- por lo que veo lo has hecho más veces.

- todas las que puedo, sí. Me gusta el sexo.

- ¿Y no tomas precauciones? La regla te puede venir de un momento a otro.

- no las necesito. Tuve una operación de pequeña, una malformación congénita; no podré tener la regla ni hijos. A los chicos les encanta que lo hagamos a pelo.

Vaya putón, pensó Inés.

- dime una cosa Patricia. Si me hubiera negado a tener sexo contigo, ¿Como hubieras convencido a tu padre de que me despidiera?

- me habría insinuado. Así de fácil. Y se lo hubiera puesto como condición para dejarme follar. Con las ganas que tiene de hacérmelo estarías en la puta calle en 24 horas.

La rabia y desprecio que sentía Inés en ese momento estuvo a punto de tirar al traste todo lo planeado, pero se contuvo.

- ¿Y si no quiero hacerlo más contigo? ¿también lo harás?

- no lo sé, no creo. Eres mi amiga.

- o sea, no lo sabes.

- no. No lo haré, pero ¿tú si quieres follar conmigo verdad, aunque no sea lesbiana?

- quiero hacerlo contigo porque me apetezca, no por amenaza. Tengo necesidad de ese trabajo. No puedo perderlo ¿Entiendes?

Inés había cambiado de talante. Sus palabras casi suplicantes y un gesto de ruego pidiendo protección no habían caído en saco roto. Patricia se envalentonó.

- pues si quieres trabajar lo harás cuando a mí me dé la gana, y quiero hacerlo AHORA.

Era el momento decisivo. Aquí se jugaba el todo por el todo. Miró el iPad. Lo cogió y lo depositó a su lado.

- ¿Sabes lo que te digo? Me das asco. Eres una niñata caprichosa que crees poder tener todo lo que te apetece. Me has decepcionado Patricia. Y ahora vete a la mierda. No me voy a dejar chantajear por una hija de mamá, porque tu padre es un desgraciado y no pinta nada. Si tienes ganas te haces un dedo pero no cuentes conmigo.

Patricia se rió descaradamente en sus narices. Inés la miraba impasible, esperando el siguiente paso. 

- ¿Así que niñata hija de mamá eh? Veremos lo que dicen mis padres cuando les diga que me has acosado y has querido violarme. O follas conmigo inmediatamente o ya sabes. Elige.

Por toda respuesta Inés con gran frialdad tomó el iPad y reprodujo la conversación que este había grabado. Patricia, estupefacta, cuando oyó el final de la misma con meridiana claridad:

" ... Si quieres trabajar lo harás cuando a mí me dé la gana, y quiero hacerlo AHORA"

- puta... Eres una puta. Esto no quedará así.

- si se te ocurre acusarme, esta grabación la tendrá en menos de una hora tu madre, los padres de esa ¿Lydia?, el colegio alemán. Ah, y un juez de menores. Yo tendré problemas, sin duda, pero estoy acostumbrada a ellos. Tú no. Tu mundo se irá a tomar por el culo. Tus padres se divorciaran seguramente, te expulsaran del colegio muy probablemente, tu amiga y su hermana... bueno, ya me dirás. ¿Y de quien será la culpa? Ah, y no me extrañaría que te internaran en una de esas instituciones tan progres. ¿Qué, te gusta la idea? 

Patricia estaba roja de ira.

- te odio Inés, y tarde o temprano me vengaré de ti.

Inés cambió de registro. Se puso cariñosa y amable. No convenía romper la cuerda.

- yo solo quería tener una buena relación contigo Patricia, pero no me gusta que jueguen sucio conmigo, y menos con amenazas sobre mi trabajo. No me he portado tan mal contigo. Creo que no me merecía lo que querías hacer.

Se quedó frente a ella, con ademan conciliador. Poco a poco el semblante de Patricia se fue dulcificando.

- ¿Amigas entonces?- preguntó Inés, tendiéndole la mano.

- amigas-. Y le devolvió la mano. Tras estrecharlas, Inés la tomó de la cintura y le dio un profundo beso. Patricia se estremeció y le devolvió su lengua. Inés se separó con delicadeza.

- quiero que hagas algo por mí. Si lo haces te juro que estaremos juntas cuantas veces lo desees y no nos pongamos en riesgo, ni tú ni yo.

- dime qué quieres que haga.

- quiero que acabes de una vez con ese lío que te llevas con tu padre.

- ¿Qué quieres decir con que acabe? ¿Que lo deje?

- que lo dejes o que te lo folles de una vez. 

- ¿Qué prefieres?

- lo dejo a tu elección.

- no sé porqué quieres que lo haga pero pensándolo bien yo también tengo ganas de hacerlo. Soy una degenerada, lo sé, pero me excita solo el pensarlo. El miércoles es el día de la canasta. Quizás lo intente.

- haz lo que quieras pero dentro de un par de horas vendrán tus padres, y a mí me apetece una cosa.

- ¿El qué? ¿Es lo que estoy pensando?

- ¿te va el agua caliente y una cosita que tengo en mi bolsa?

Las dos chicas se fueron al enorme cuarto de baño, pasando por delante de la habitación de invitados que Inés ocupaba. Entraron en la cabina del jacucci acompañadas del amigo chino de Inés. Entre ambos desmadejaron a la zorra en menos de 20 minutos, que acabó en brazos de Inés, gritando como una coneja. 

Mientras Patricia se recuperaba, Inés, ya vestida con unos shorts y una discreta camiseta con el logo del ultimo éxito de Gabrielle delDongo, preparaba una lassagna de verduras. Se la trapiñaron entera.

- ademas de follar como los ángeles, cocinas de muerte, sabes? - dijo admirada Patricia.

Sus padres llegaron casi una hora mas tarde. Inés se despidió tras mas bien escasas muestras de agradecimiento por parte de la mamá, subió al Yaris y se fue a casa, donde echó toda la ropa a lavar, incluyendo chanclas y deportivas, para librarse de cualquier mota de polvo de aquella casa y de la malhadada familia que allí habitaba. Se duchó con agua supercaliente y se fue a dormir, volviendo de nuevo al parnaso, donde la esperaban tres centauros a los que satisfizo con la boca, ano y vagina. Despertó pasada la media noche todavía con la sensación de que la verga del centauro que la sodomizaba golpeaba contra su diafragma. Tan extremadamente reales resultaban esos sueños que a este paso poco necesitaría en el futuro al consolador. Se levantó, se duchó en la terraza y tumbada en el cenador recibiendo el rocío de la noche en su piel desnuda, repasó toda la secuencia de su encuentro con la hija de Tony. No le cabía duda alguna de que tendría éxito. Se durmió plácidamente.

- pero... Ragazza, vaya cambio.

Inés acababa de entrar en el Café di Piero. Estaba radiante. Vestía un traje gris con la falda muy por encima de la rodilla, una camisa azul cielo de lino que, cuando se abría la chaqueta, no dejaba nada a la imaginación. Unos zapatos de tacón alto y un aparentemente discreto foulard azul marino la convertían en una mas que apetecible objeto de deseo de toda la parroquia mañanera.

- ¿Qué tal Pierino?

- pues impresionado, ¿Como voy a estar?. Como se nota que questa notte el amor a llamado a tu puerta.

Inés, que no era inmune a los requiebros, y menos viniendo de hombres como el italiano, sacó su vena mas pícara.

- no , no exactamente, aunque muy parecido. He soñado. ¿Adivina con quien?

- debes tener tantos admiradores que no conozco. Dímelo tú.

- si lo aciertas te invito a cenar a mi casa.

- a ver... ¿Con mi compatriota DelDongo? No esta mal para su edad.

- qué malo eres... No, no es con ese. Lo siento. Venga, ponme el café que llegaré tarde.

Sacó su monedero del bolso mientras Piero le servía. Este, hablando con las manos como buen italiano, le dijo que pagaba la casa. Inés le dedicó su sonrisa más cautivadora y salió del local, pensando muy seriamente en echárselo un día de estos.

La verdad es que a pesar de la íntima convicción que tenía de que todo saldría bien, un cierto nerviosismo la mantuvo bastante tensa hasta el mismo miércoles noche. Había intentado contactar con Luzbel pero su móvil no respondía y la tienda estaba permanentemente cerrada. Después de llegar a casa se puso a hacerse la cena. Quería mantenerse ocupada hasta las nueve o así, hora en que supuestamente la madre abandonaría la casa. Se preparó una crema de puerros y patatas, que puso a enfriar en la nevera. Se cambió de ropa. No quiso ducharse hasta que todo hubiera acabado. Salió a la terraza a aspirar el aire del mar. Su vecino estaba apoyado en el balcón, mirándola descaradamente. Inés pensó que también a ese le llegaría su hora. Volvió a entrar. Fue a comprobar que su portátil mantenía perfectamente la conexión. Y así, entre idas y venidas se hicieron las diez. No esperó a que la pantalla se iluminara cuando los sensores de las cámaras detectaran movimientos y se activaran. Lo hizo manualmente. Cada uno de los tres ángulos de enfoque mostraban una imagen fija. Pasaron diez minutos, quince, veinte... A las once menos cuarto, cuando ya empezaba a preocuparse, saltó la luz roja. Patricia y Tony persiguiéndola, desnudos los dos, corrían a la piscina. Y ahí empezó todo.

Acabaron pasadas las dos. Se retiraron haciendo carantoñas y desaparecieron penetrando en la casa. Inés sonrió satisfecha. Faltaba la segunda parte.

Después de cenar una buena ración de vichysoise, tomó un café con leche evaporada, y se puso a descansar en su rincón favorito. A pesar de lo tarde que era no tenía nada de sueño. Más le valía, porque le haría falta todo su poder de concentración para el siguiente paso. A las cuatro menos cuarto las cámaras captaron que las luces del jardín, se encendían de nuevo, después de  apagarse con la retirada de los incestuosos. Solo podía tratarse de la madre, recién llegada de su partida o lo que fuera. Inés fue rauda a su habitación a prepararse para completar la ultima parte del plan. Se puso unos leggins negros, camiseta negra y zapatillas oscuras, y cogió el pasamontañas que había comprado en el corte inglés. Bajó al garaje y salió con su coche rumbo a Campolivar. Dejó el Yaris aparcado en un lugar discreto fuera de la urbanización, se puso el pasamontañas y una mochila negra, y a paso ligero y con cuidado por si aparecían los seguratas, se plantó bajo la valla del chalet de su jefe. No había visto señal alguna de perros ni de cámaras cuando estuvo con Patricia, así que su única preocupación era no hacer ruido y buscar los puntos muertos de la alarma volumétrica que tenia perfectamente localizados. Saltó la valla como un felino, ayudándose de un pino demasiado cercano, y en un santiamén guardó en su mochila los equipos de grabación. Desandó el camino, y quince minutos después de haber aparcado arrancaba el coche rumbo a su casa.  Llegó con tiempo mas que suficiente para meter la ropa en una bolsa de basura,  darse una eterna ducha, tomarse otro café con leche y dos donuts, vestirse y acudir al trabajo.

La noticia corrió como la pólvora por la oficina, antes que los medios se hicieran eco de ella. Antoni Armengol había sido detenido y puesto en libertad con cargos. Las repercusiones no se hicieron esperar. Los Sres. Sap y Sap, reunidos conjuntamente con el Sr. DelDongo despidieron fulminantemente al director creativo, mas porque su papá ya no pintaba nada ni en el partido ni en RTVE, que por escrúpulos morales, ya que tanto los propietarios como el gerente eran conocidos crápulas. Por supuesto la Sra. De Armengol anunció la petición de divorcio, echando a la puta calle a su marido. Separación de bienes, claro. La joven Patricia tuvo que pasar por el tutelar de menores, pero gracias a las influencias de la familia materna salió bien parada. No obstante, y después de su expulsión del estirado Deustche Schule, fue enviada interna al colegio de Burbáguena, especialistas en enderezar conductas inapropiadas de gente bien, castigos físicos incluidos. Menos comentarios hubo cuando se supo que Tony Armengol se había suicidado tirándose desde la terraza de su modesto apartamento alquilado, y es que ya no era noticia para nadie. Incluso Telecinco rechazó llevarlo a uno de sus reality mas cutrosos. Entonces y solo entonces dio Inés por finalizada la tarea, e intuyó que Luzbel, que seguía desaparecida hasta la misma mañana en que se supo la noticia, no tardaría en dar señales de existencia.

Y así fue. Al pasar frente a la tienda de antigüedades vio que la persiana metálica estaba abierta. Se acercó y allí estaba ella, sentada en el antiguo sofá.

 

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