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Pícara jovencita...

en Hetero: General

PÍCARA JOVENCITA...

       Tras sucesivas y largas jornadas de trabajo durante toda la semana, me encontraba totalmente agotado aquel viernes. Era poco menos de la media noche. Los ojos se me cerraban lentamente ante la pantalla del ordenador, debido al cansancio y al sueño, siéndome poco menos que imposible el poder coordinar mis movimientos y ni entender lo más mínimo de los documentos que estaba estudiando. Por si esto fuera poco, desde el medio día no había probado bocado, engañando constantemente al estómago a base de tomar café y de comer pastelitos. En un acto de lucidez y cordura, cerré el ordenador y me marché de allí para ir en busca de mi coche e irme a casa. No podía más.

      Mientras caminaba en busca del vehículo, de un mesón salió un agradable olor a comida que entró por mi nariz excitando mi estómago y mi cerebro. Sorteando al personal y con frecuentes roces, algunos sumamente placenteros, logré ubicarme en un reducido espacio de la barra sentándome en una banqueta alta y donde un diligente camarero me sirvió presto las viandas y bebidas encomendadas, para saciar la demanda de alimentos del estómago y dejar de escuchar y sentir sus gruñidos, sus retortijones. Satisfecha la gula del momento, me distraje observando la juvenil fauna que me rodeaba. No me había percatado hasta la fecha, de cómo salían los viernes por la noche las chiquillas y no tan chiquillas, enfundadas en sus escuetas ropas y "decoradas" con las pinturas de guerra para llevar a cabo sus safaris particulares a la caza de "machos" para satisfacer, entiendo yo, su propia libido y ego de "devoradoras de hombres".

      Minifaldas de vértigo dejando a la vista mucho más de lo que pretendían cubrir, largas, torneadas y espectaculares piernas por doquier. Pantalones ajustadísimos, que les marcaba de forma clara minúsculos tangas y a más de una los labios de sus oprimidas vulvas. Blusas transparentes que casi hubiese dado lo mismo que no llevasen nada, tops y camisetas ajustadas a los cuerpos como una segunda piel, que marcaban las apetitosas formas de los pechos de forma nítida y precisa. O escotes que mostraban generosamente la suntuosidad de aquellos pechos más voluptuosos, marcando los característicos canalillos que tanto excitan a la mayor parte del personal masculino, sin olvidar esto que tan de moda está de ir mostrando sus tripitas lisas y sedosas, con los típicos "piercings" umbilicales y sus "tatuajes" triviales justo allí donde la espalda pierde su nombre.

       Ante tan inusual espectáculo de bellas muchachas que apenas habían salido de la adolescencia, me había olvidado del cansancio y mi libido, desaparecida desde hacía unas cuantas semanas, se estaba poniendo a tono mi pene, solo utilizado para las más puras necesidades fisiológicas en los últimos tiempos. Empezaba a reclamar su propio desahogo y ganas de ejercer en su faceta reproductora y de placer, mostrándose en esos instantes algo más que "morcillona" y comenzando a oprimir con cierta insolencia las costuras del pantalón. Sentí una mano que recorrió suavemente el interior de mi muslo izquierdo desde la rodilla hasta mi entrepierna rozando levemente mis atributos, los cuales dieron un respingo de agradecimiento, quedando esa mano rozando el exterior de mi muslo de forma descarada con su dorso.

      Mis ojos siguieron lentamente mirando de forma ascendente el brazo, llegando al hombro desnudo, cubierto parcialmente por un sedoso y brillante pelo castaño con reflejos cobrizos, que era el marco ideal para un rostro, diría yo que perfecto. Ojos pulcramente maquillados que resaltaba el verde esmeralda de sus iris, una nariz chata y ligeramente respingona bajo la cual se enmarcaban unos labios perfectamente perfilados, no excesivamente grandes, pero sí carnosos y lujuriosamente brillantes, que mantenía entreabiertos sensualmente dejando ver la perfecta hilera de perlas blancas que eran sus dientes. Su mirada tan erótica y sensual como perversa, se desvió hacia mi entrepierna donde la mantuvo unos instantes.

      Al levantar nuevamente su mirada en busca de la mía, apareció entre sus labios una rosada y húmeda lengua que los recorrió íntegramente un par de veces, mientras su rostro adquiría una expresión de lujuria propia de una actriz porno en pleno lance sexual. Me permití de forma descarada y quizá un tanto arrogante por mi parte, recorrer su anatomía con la vista. Uno sesenta y cinco de altura, unos pechos perfectos, totalmente proporcionados a su físico, turgentes y erectos, coronados por unos deliciosos pezones que sobresalían desafiantes, a través de la leve y elástica tela del corto top que los cubría. La tersa y suave piel de su tripita totalmente al aire, con una leve curvita propia de las jovencitas que dan un toque de sensualidad a su cuerpo. Continuaba su falda. No, una minifalda. Pero muy corta. Justo cubría su respingón y bien formado culo. Piernas maravillosas, como en pocas mujeres he podido apreciar, dignas de una modelo de pasarela.

      La "maldita", con sus miradas y su cuerpazo me la estaba poniendo dura a base de bien. Cuando terminé de deleitarme mirándola con total descaro, su mirada era interrogante a través de su sonrisa, como preguntando... -¿Estoy buena?- Le respondí con un gesto por mi parte de admiración y aprobación acompañado con una leve afirmación con un sutil movimiento de mi cabeza. La jovencita, se mostraba sumamente descarada y perversa con sus movimientos, miradas e insinuaciones. Lo mejor del caso se daba por estar acompañada por otras dos parejas y por su "semental", el típico "guapito de cara", posiblemente "hijo de papá" al que se le consiente y se le dan todos los caprichos del mundo y jamás sabe apreciar todo aquello que posee o tiene al alcance de la mano.

      Estiró su brazo para depositar su copa en la barra, dejando sus pechos más tiempo del estrictamente necesario a escasos centímetros de mis ojos, pudiendo apreciarlos casi en vivo por ser la tela de su top ligeramente transparente. -Dios mío.- De buena gana me la hubiese comido allí mismo. Algo le dijo su chico y se enzarzaron en un morreo lascivo a más no poder. Se las arreglo para girar a su pareja y quedar ella frente a mí dejando a su pareja de espaldas y sin dejar de besarse en ningún momento. Su provocadora mirada me estaba desnudando, sus ojos me hablaban de lujuria, de pasión, de vicio...

      Volvieron a su posición original y de forma automática, su mano volvió a posarse en mi muslo, muy cerca de la entrepierna. Su novio volvió a besarla. Ella volvió a buscar una nueva posición para que nadie pudiese ver sus fechorías. Me atrapó con su mano los genitales, me los acarició y apretó con deleite mientras duró su escarceo con su chico. Yo no podía más. Mis genitales comenzaban a dolerme por el tremendo calentón que estaba cogiendo. Mi mente empezaba a perder la compostura y las buenas maneras y de forma descarada metí mi mano bajo su minifalda, directa en busca de su coño. Por lo que puede apreciar ella estaba cuando menos igual que yo. Llevaba el mini tanga, clavado entre los hinchados labios vaginales que a duras penas podía contener los flujos que emanaban de aquella gruta.

       Realmente estaba cachonda la niña, ya que abrió sus piernas para recibir con total plenitud mi caricia. Mi mano y la suya volvieron a estar a la vista de todo el mundo. Yo llevaba los dedos empapados de sus flujos y disimuladamente me los aproximé a la nariz y aproveché para catar su sabor... Delicioso, tanto el sabor como su olor a hembra en celo. Sus feromonas me estaban excitando como hacía muchísimo tiempo no lo estaba...  -¡Venga va! Nos vamos ya.- Dijo su chico. Comenzaron a caminar entre el gentío en busca de la salida. Ella se giró en busca de mi mirada y obviamente la encontró. Me lanzó un disimulado beso con sus sensuales labios y con sonrisa pícara me dijo… – Adiós.-

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