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Tacones altos... su perfume “addict”

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TACONES ALTOS… SU PERFUME “ADDICT”

Tacones altos...

Largas piernas enfundadas en fina seda, suaves medias, trasero redondeado casi perfecto, minifalda roja a cuadros negros,  uniforme de colegiala, blusa de seda, pechos inhiestos, corbata azul de terciopelo con el iris de sus bellos ojos a juego. Melena larga, rizosa y negra, cuál ala de cuervo, tan negra como mis pensamientos.  Menos de 20 años, yo diría que 18. Esa preciosidad de niña/mujer, con un felino caminar, con una lasciva sonrisa en sus labios y expresión tremendamente lujuriosa en su rostro, se dirigía con paso firme y seguro hacia donde yo me encontraba. Se detuvo a mi lado mirando el escaparate del establecimiento. Me llegó el aroma de su perfume. Fresco, juvenil, muy femenino y sumamente embriagador. Creo que era "Addict", de Christian Dior. Sin lugar a dudas era perfecto para ella.

- ¿Tienes el coche cerca? – Me interrogó.

- ¿Cómo? ¿Me lo pregunta usted a mí?

- ¡Sí, a ti! A ti que me devorabas con los ojos.

- A la vuelta de la esquina. ¡Sí, aquí mismo!

- Bien, no te quedes hay pasmao... Te sigo.

Comencé a caminar hacia mi vehículo. Por el rabillo del ojo podía ver perfectamente sus zapatos de fino tacón y sus preciosas pantorrillas que me seguían un paso atrás, a escasa distancia. Llegamos al coche. Desbloqueé el cierre con el mando a distancia, y abrí la puerta del acompañante para facilitarle el acceso. Al sentarse me mostró perfecta y generosamente todo aquello que a duras penas ocultaba su faldita sin hacer nada para evitarlo. Rodee el vehículo y subí en el puesto del conductor.

-No me preguntes nada, ni nombre,  ni nada personal– Sentenció.

- Muy bien, como quieras, ¿Dónde te apetece ir o qué quieres que hagamos? Le pregunté.

- A un sitio tranquilo, donde nadie nos vea ni nos moleste para que me folles hasta que uno de los dos quede totalmente agotado. -

- Tus deseos son órdenes para mí, princesa. – Le respondí.

Tratando de ocultar mi ansiedad y extrañeza ante los hechos que estaban acaeciendo en la última hora y sin terminar de creer la situación en la que me veía sumido. Sin mayor dilación, me vi inmerso en el tráfico de la ciudad, buscando mentalmente el hotel más próximo. Durante los escasamente en ocho o diez minutos que duró el trayecto escogido no cruzamos una sola palabra, aunque notaba sus ojos recorriendo mi silueta casi constantemente. Cuando estaba estacionando en el amplio aparcamiento del pequeño hotel a las afueras de la ciudad, fue cuando me deleité paseando mi vista por todo su cuerpo deteniéndola finalmente en su rostro, impresionándome sobremanera la cara de viciosa que tenía, digna de la más profesional actriz porno.

Me dirigí a recepción y en unos instantes formalicé la inscripción, salí a buscar a mi bella damisela, que había preferido esperar en el coche.

Saliendo nuevamente al estacionamiento y al llegar a mi vehículo, abrí la puerta del copiloto mostrándole la llave de nuestra habitación, recibiéndome ella con una felina sonrisa. Al abrir sus piernas para salir del vehículo, me mostró generosamente su pubis, primorosamente recortado su vello y con sus brillantes e hinchados labios vaginales a causa de su excitación y abundante lubricación que le producía estar tan excitada. De su tanga ni rastro. Se había desprendido de él mientras fui a contratar la habitación. Lástima, me hubiese encantado quitárselo con la boca, a mordisco limpio.

Tomándonos de la mano, nos dirigimos apresuradamente a la entrada del hotel y de allí hacia la habitación que nos asignaron. Caminamos muy rápidos por los largos y enmoquetados pasillos sin cruzar una sola palabra entre nosotros, sin mirarnos siquiera. Mi corazón latía muy rápido. Mi libido estaba por las nubes. Desde mi primera vez, nunca más volví a sentirme así de emocionado hasta esos momentos.

Finalmente llegamos a la habitación y apresuradamente abrí la puerta. Me situé a un lado de la misma para darle acceso como buen caballero a ese yogurcito que me acompañaba. Al mirarla, me quedé totalmente perplejo, ya que el top lo llevaba en su mano mostrando sus desafiantes, duros, turgentes y excitados pechos sin ningún tipo de pudor ni rubor. Al pasar a mi lado, ladeó su cabeza alcanzando mis labios con los suyos y fundiéndonos en un beso tremendamente tórrido y húmedo, al tiempo que con su mano me atrapaba de la entrepierna, obligándome a entrar a la habitación y cerrando la puerta con un golpe de su pie.

De forma impetuosa y rápida comenzó a despojarme de mi ropa. Llevaba totalmente la iniciativa y la situación no me disgustaba en absoluto, así que opté por dejarla hacer y yo comportarme sencillamente como un "hombre objeto" de usar y tirar.

En pocos instantes estaba totalmente desnudo y ella continuaba con su minifalda y sus zapatos con tacón de aguja. No sé de dónde sacó un diminuto teléfono móvil que depositó en una de las mesitas de noche. A continuación me hizo sentar en la cama situándose entre mis piernas, se arrodilló sobre la suave moqueta de la habitación y sin dejar de mirarme a los ojos con la lujuriosa expresión de su bello rostro, comenzó a lamer mi pene reiteradamente, hasta que de un solo golpe, lo engulló hasta lo más profundo de sus garganta, manteniéndose en esa posición durante unos deliciosos segundos, en los que notaba en mi glande los movimientos que hacía con su garganta y que me estaban llevando al séptimo cielo. Continuó con la fantástica mamada que me estaba propinando, con movimiento suaves unas veces, bruscos y profundos otros, que me estaba llevando al clímax a una velocidad vertiginosa.

Cuando la avisé de mi pronta eyaculación, volvió a engullir totalmente mi miembro viril comenzando nuevamente con sus movimientos faringe que me llevaron de forma irremediable a uno orgasmos más brutales que he tenido en mi vida, pudiendo apreciar como esa joven y experta devoradora de miembros viriles, deglutía mis fluidos totalmente sin desperdiciar ni una sola gota de mi abundante corrida.

Se levantó e inmediatamente se subió a horcajadas sobre mí, lanzándose a devorar mi boca como una posesa, mordiéndome suavemente los labios jugando con su lengua con mis labios, con mis dientes y con mi lengua. Era una auténtica diosa y un prodigio erótico con tan húmeda y sensual lengua.

Aproveché su posición para acariciarle los pechos. Eran divinos, deliciosamente suaves, aterciopelados, duros y reaccionaban a mis caricias de forma clara y rotunda, al excitarse sus pezones con un crecimiento rápido y contundente. A pesar de mi reciente clímax, notaba los fuertes latidos de mi corazón en la polla, pues seguían el mismo ritmo, el mismo martilleo.

A cada latido de mi miembro, se producía un leve contacto con su vulva, produciéndome una placentera sensación. Mi erección no desfallecía. Increíble pero cierto. Ella me empujó suavemente haciendo que cayera de espaldas sobre la cama, sujetándome los brazos por las muñecas y quedando sentada sobre mi virilidad, ahora en húmero contacto a lo largo de sus labios vaginales.

- Necesito cada viernes, cada sábado y cada domingo mi ración de leche en mi boca, en mi coño y en mi culo.- Me interrumpió, al tiempo que tomando mi cetro lo embocó en la entrada de su cueva dejándose caer casi con violencia penetrándose al tiempo que lanzaba un agónico grito de placer. Comenzó unos suaves movimientos circulares que en pocos segundos me estaban llevando al séptimo cielo y que ella, por la expresión en su cara, lo estaba disfrutando de lo lindo.

Continuó con el mismo suave y cadencioso movimiento al tiempo que, con total nitidez podía apreciar las contracciones de sus músculos vaginales y como sus flujos hacía a cada segundo más placentera y gratificante la penetración. Por mi parte, aproveché para amasar sus pechos, turgentes y duros, jugando con sus pezones, que estaban duros como bolas de acero y disfrutando de cada instante de los placeres que esa muchacha me estaba proporcionando. Realmente sabía moverse y sabía como dar el máximo placer a un hombre, sin olvidar obviamente de disfrutar ella misma de esos maravillosos placeres compartidos.

Decidí tomar la iniciativa, y de paso durante unos segundos "recuperarme", ya que de haber continuado en la misma posición, me hubiese corrido nuevamente sin remedio, pues esa vampiresa que me sedujo sin tan siquiera dirigirme una palabra, con sus expertos movimientos me hubiese llevado al clímax nuevamente de forma irremediable en pocos instantes.

Decidí quitarle la minifalda, pues dicha prenda la tenía enrollada en su cintura, arrojándola sobre la mesita de noche donde había dejado su "móvil". Finalmente pude contemplarla en todo su esplendor tendida sobre la cama, totalmente desnuda, con su suave melena extendida como rayos solares en contraste con el blanco de las sábanas. Su pubis perfectamente recortado en forma de un pequeño triángulo equilátero invertido, como si de una flecha se tratara indicando la exacta ubicación de su gruta de placer. Durante unos instantes me quedé extasiado contemplando la lozana belleza de esa niña con cuerpo de mujer. Abrí sus piernas suavemente y comencé a saborear su tersa piel desde el nacimiento de sus pechos hasta enterrar mi cara entre sus piernas, aspirando los sutiles aromas de mujer que fluían de su vulva.

Sus labios vaginales, totalmente abiertos y abundantemente lubricados con sus propios flujos, eran una invitación a ser devorados. Mis sentidos gustativos conocía ya su sabor suave y dulzón pero ahora me deleitaba saboreándolos directamente del manantial, mientras ella realizaba movimientos de cadera en busca de un mayor placer, al tiempo que sus hipidos y exclamaciones, denotaban que estaba lo obteniendo de los incesantes y rápidos lametones que mi lengua le estaba propinando.

Continué con mi labor y en pocos instantes, nuevamente ella estaba suspirando y gimoteando de placer, sin parar de mover su pelvis. Apoyé mis codos sobre la cama y las palmas de las manos en sus glúteos y dejándola en esa posición, tenía acceso a su ano, el cual al recibir los primeros lengüetazos, aprecié sus espasmos de agradecimiento por tan húmeda caricia.

- No pares... No pares...- Me decía.

Cuando alcanzó el clímax, pasados unos minutos, sus piernas oprimieron con violencia mi cabeza y sus manos se aferraron a mis cabellos con fuerza, mientras mis labios aprisionaban su excitadísimo clítoris, tratando de alargar al máximo su explosión de placer, que fue acompañado por un gutural y largo "Diooos"... Unos instantes más tarde, ya más relajada tras su orgasmo, pero aún insatisfechos sus deseos sexuales, me dijo: Me has hecho la mejor comida de coño de toda mi vida...

Nuestras manos tampoco estaban quietas... las mías pronto se apoderaron de sus pechos, amasándolos con delicadeza y jugando con sus empitonados pezones, mientras las suyas sin la más mínima pérdida de tiempo, comenzaron a juguetear con mi erecto pene y sin olvidarse de los testículos, que acariciaba sutilmente con sus larga y cuidadas uñas, produciéndome un sinfín de placenteras sensaciones. En mi deseo de iniciar la penetración de su vagina, comencé un suave y cadencioso movimiento pélvico en busca de la entrada a tan prometedora cueva de placer.

Interpretó a la perfección mis insinuaciones y comenzó a frotar el glande a lo largo de sus labios vaginales, que se encontraban totalmente encharcados de sus flujos, haciendo especial énfasis en los roces con su clítoris. Cuando ella lo consideró oportuno, embocó mi ariete en su lubricada entrada vaginal en la que, con suaves movimientos pélvicos inicié una muy poco profunda penetración en la que solamente le dejaba ir el glande.

Durante un par de minutos continué con esa mínima penetración y con una cadencia muy lenta que me estaba proporcionando auténticas oleadas de placer, logrando al mismo tiempo que la excitación y el deseo en ella se fuese acumulando en cada movimiento... Métela entera cabronazo, me vas a hacer correr sin tenerla dentro. – Me gritó ¿No te gusta así? Le pregunté.

 - Me matas de gusto, pero la quiero toda dentro, por favor. Espera... No me hagas estooo... métemela. -

Rogaba al tiempo que, materialmente, nos devorábamos la boca, quedando finos hilos salivares de tan húmedos besos que nos estábamos propinando.

A la vista de la proximidad de su orgasmo y obedeciendo sus súplicas, de un solo empellón clavé mi virilidad hasta lo más profundo de su vagina, arrancándole un sonoro y prolongado grito de placer, al tiempo que unos fuertes espasmos recorrieron todo su cuerpo causa del tremendo orgasmo que disfrutó y que quedó plasmado en una cascada de sus flujos que salieron de sus entrañas por el profundo bombeó al que la estaba sometiendo, que quedaron depositados en sendas manchas de humedad tanto en las sábanas como en la moqueta del suelo.

En ningún momento bajé la cadencia ni la profundidad en la penetración. La mantuve largo rato, ya que mi posición me era cómoda al tiempo que me permitía aplicar mucha fuerza en la misma, y por tanto podía aguantar en tanto no llegase a mi clímax. Ella, entre jadeos, ahogados gritos e hipidos, y debido a sus sucesivos y consecutivos orgasmos, cada pocos instantes sufría notorios espasmos y convulsiones en todo su cuerpo y en sus músculos vaginales en particular, ya que al contraerse, oprimían con suma fuerza mi invasor miembro, transmitiéndome las más placenteras sensaciones.

No podría calcular con exactitud el tiempo que estuvimos en esa posición ni cuanto duró tan fantástico polvo. Sí que diré que fue uno de los polvos más largos, intensos y satisfactorios de mi vida. Cuando finalmente exploté en su interior, la fuerza con la que salió mi semen, así como la cantidad del mismo me sorprendió a mí mismo. No menos de 6 ó 7 potentes latigazos deposité en lo más profundo de tan placentero agujero. Ella no fue menos a la hora de recibir intensos placeres sexuales, ya que a lo largo de todo el acto, cada dos ó tres minutos aproximadamente, sus espasmos, y contracciones vaginales me indicaron a la perfección que lo disfrutó tanto como yo.

Quedamos tendidos en el lecho sin mediar palabra alguna, buscando un merecido descanso tras una buena maratón sexual. Abrí los ojos tratando de ubicar donde me encontraba en esos momentos, ya que estaba totalmente desorientado. Sí, ya recuerdo. ELLA ya no estaba a mi lado. Me levanté de la cama, eran las 6:25 de la mañana. Entré en la ducha y dejé que el agua golpeara con fuerza mi cuerpo. Me tenía que marchar a casa...

Debía pensar la excusa por llegar a esas horas. Salí de la ducha baje a recepción y pedí la factura de la habitación y me trajeron dos facturas a pagar, la del taxi de la señorita que había estado conmigo y la de la habitación.

Yo las pague sin rechistar, con enorme placer... Y a ELLA... Nunca más la he vuelto a ver. Solo me quedan de ELLA... Las facturas y mis recuerdos.

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