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A mis 18, profesora particular

en Voyerismo

A veces pienso cómo nació este gusto mío por mirar mujeres e intentar ver más allá de lo evidente, es decir, lograr ver si usan tanga, si llevan corpiño, o también, me gusta que mi mujer exhiba ese lado morboso, por ejemplo, saliendo a la calle con minifalda pero sin llevar nada de ropa interior, etc.. En fin, si tengo que elegir un rubro sexual siempre elijo el lado visual.

Volviendo sobre el pensamiento, si bien no tengo un momento exacto para señalar como el momento en que me empezó a gustar, siempre recuerdo con entusiasmo una situación que viví a los 18 años.

Yo vivo en Argentina y aquí, las clases del colegio secundario terminan en el mes de noviembre. Quienes no aprueban materias tienen la posibilidad de rendir recuperatorios durante los últimos días de noviembre y si continúan fallando, tienen dos oportunidades más en diciembre y en febrero.

Es así que llegado el mes de noviembre había reprobado ciertas materias que me resultaban difícil de encarar. Esas materias eran inglés, dibujo y pintura, e historia. Mis padres son comerciantes y no tenían conocimientos suficientes como para ayudarme con esas materias por lo que consideraron pagarme profesores particulares. El problema era que había poco tiempo para prepararme y, más allá de lo costoso, el hecho de tener que contratar tres profesores particulares implicaba tener que asistir a tres domicilios diferentes, coordinar los horarios para que no se superpongan, etc…

Cuando pasó el primer fin de semana, nos habíamos puesto de acuerdo en salir a buscar carteles pegados en almacenes que indiquen los datos de los profesores (debo señalar que en esa época el uso de internet recién comenzaba y por lo tanto no era posible buscar en la web). Mi mamá al salir del edificio tuvo la idea de preguntarle al portero.

Ramón, el portero del edificio pensó unos segundos y nos recomendó ir a la biblioteca del barrio, ya que recordaba haber visto una pizarra con muchos carteles, pero luego de agradecerle y empezar a caminar, nos llamó y nos dijo que en el último piso del edificio vivía una profesora de danzas que, un día mientras conversaba con ella, le comentó que había estudiado en el conservatorio de arte y que justamente había elegido el último piso del edificio, no solo por la vista, sino también por la luz, ya que a ella también le gustaba pintar. Nos comentó que en esa charla, ella dijo que daba clases particulares de danza y que si podía, la recomendara ya que le vendría bien obtener más ingresos. Luego de esa explicación, nos dijo que la veía como una mujer muy seria y culta, que sin dudas podría ayudarme en dibujo y pintura y que como solía viajar por el mundo gracias a la danza, entonces seguramente también sabría inglés.

Mi mamá al oír esas palabras se puso contenta ya que de ser posible, no solo solucionaríamos el tema con relación a dos de las materias sino que además ni siquiera tendría que salir del edificio. Era como se dice aquí, un verdadero golazo!.

Siendo así, Ramón le tocó el timbre y luego de explicarle muy brevemente la situación, ella le pidió que subiéramos.

Una vez arriba, nos estaba esperando en el palier privado de su piso y nos hizo pasar. La imagen que me quedó registrada en mi memoria, de ese momento, era como de entrar al cielo. Era un ambiente extremadamente grande e iluminado por el sol. Muy brillante, en donde no había cortinas, las paredes eran todas blancas (pintadas con esa pintura que refleja la luz), los pisos si bien eran de madera clara, eran bien brillantes. Por otra parte, había muchas paredes con espejos y barras (debido a la danza), y muy pocos muebles.

Una vez dentro, nos dijo que su nombre es Carla y más o menos, nos contó lo mismo que nos había dicho Ramón pero con la salvedad de que mientras hablaban, se enteró cuales eran las materias que adeudaba y nos dijo que ella también tenía muchos conocimientos de historia, por lo que podríamos confiar en ella para que me preparara en todas las materias. Así, y siendo que tan solo tendríamos 10 días y mucho por estudiar, es que coordinó con mi mamá los horarios y el importe de los honorarios. Empezaríamos al día siguiente.

En cuanto a los horarios, ella dijo que podría únicamente de 7 a 10 de la mañana y luego, de 19 a 21. La idea de ella era que pueda enseñarme por la mañana, dejarme ejercicios para hacer por la tarde, y quitarme las dudas por la noche.

En cuanto a Carla, la impresión que me dio fue bastante mala. Tenía la típica cara de profesora agria. Era seria, con rostro adusto, y si bien no aparentaba ser muy vieja, vestía como una abuela. En ese momento tenía puesto una especie de batón abrigado y cerrado que le llegaba hasta las pantorrillas, y se veía que por debajo tenía puesta unas calzas blancas características de danza, con zapatillas de baile. Si tuviera que describirla, parecía una bailarina de unos cuarenta y tantos años (para mis 18 era una vieja), con cara de solterona, amarga y, por qué no, resentida. Pero en fin, la idea no era conquistarla sino más bien, buscar la manera de rendir bien los exámenes.

Al día siguiente, me levanté a las 6, me bañé como todas las mañanas, tomé un desayuno rápido y me fui a la casa de Carla. Al llegar, toqué el timbre y luego de unos segundos, su puerta se abrió. Allí no estaba la profesora sino un hombre de unos 45 años, vestido con un pulcro traje gris, que gentilmente me dijo que pasara y se presentó. Me dijo que era Guillermo, el esposo de Carla, que ella estaba retrasada, terminando de bañarse y que la disculpara. Me invitó a pasar a un cuarto en donde había una mesa redonda de vidrio y sobre ella había galletas, pan, y dos jarras (una de café y otra de leche fría). Me dijo que ella vendría enseguida, que tomara y comiera lo que quisiera pero que él tenía que irse a trabajar.

Bueno, evidentemente solterona no es, me dije, y me serví una buena taza de café con leche. Tras unos minutos, aparecieron por la puerta dos mujeres hablando entre sí. Una era Carla, que venía vestida con una remera amarilla y una pollera de jean, de esas minis que tienen flecos. Parecía 20 años menor que la imagen que recordaba del día anterior. Asimismo, mientras hablaba, terminaba de secarse el pelo con una toalla. Carla me saludo y me presentó a la otra mujer como Laura, su hija.

Laura tendría unos 18 o 20 años y vestía con una remera y calzas rosas.   

Ambas se sentaron en la mesa y comenzaron a desayunar. Carla me dijo que su idea era que intentásemos aprovechar el tiempo, optimizando lo más posible los momentos. Por eso quiso saber bien qué temas tendría que rendir. Le expliqué que de inglés tenía que lograr mantener una conversación breve en donde, por ejemplo, pudiera describir mi rutina diaria, pedir orientación para ir a algún lado, etc… En historia tenía que realizar un trabajo, tipo monografía, de no más de 20 carillas, en donde describiera los aspectos más salientes de los gobiernos argentinos del siglo 19. Finalmente, en dibujo, tenía que realizar 5 láminas con dibujos de lo que quisiera pero aplicando cinco técnicas diferentes en cada uno (lápiz, carboncillo y grafito, pluma y tinta, lápices de acuarela y rotuladores). Si lograba aprobar esos trabajos, no tendría que rendir la teoría en un examen. Si reprobaba, entonces entre noviembre y febrero debía rendir la teoría completa de cada materia desaprobada.

Bueno, dijo Carla, y tras pensar unos minutos, me dijo que haríamos lo siguiente. Empezaríamos con historia. Ella, tenía unos libros con los temas que necesitaba y entonces, me pidió que vaya a sacar fotocopias a un quiosco que estaba en la esquina, para así poder usar el resaltador para extraer las ideas centrales que luego usaríamos en el trabajo. Antes de ir, me dijo que a las 8,30 empezaríamos con dibujo. Que ella día a día me haría usar una técnica distinta y que yo, durante la tarde tendría que terminar la lámina en mi casa. Así, cuando llegue la fecha, tendría hechas 10 láminas, dos con cada técnica y podría elegir la mejor de cada una para presentar. En cuanto a los temas, me dijo que ella aprovecharía el horario de las 8,30 a las 10.00 para explicarle a su hija posiciones de danza y que, como muchas de las figuras eran lentas, y debían repetirse continuamente para que le salgan, yo podría aprovechar para fijar en mi mente la escena a dibujar (vale decir que en esa época no existían celulares para sacar fotos y las cámaras utilizaban negativos. En síntesis, no había más opción que fijar en mi memoria la imagen). En cuanto a inglés, me pidió que durante el día escuchara unos Cds con clases de “conversation” que ella tenía guardados y que en la clase de la noche, practicaríamos hablando entre nosotros.

Fue así que tras ir a sacar las fotocopias, volví y la mesa seguía con las jarras, las tasas y las galletas. Laura ya no estaba en la mesa ni en ese ambiente pero sabía que estaba en algún lado porque escuchaba pasos y ruidos. Carla se sentó y si bien su rostro y su manera de hablar no habían cambiado mi imagen del día anterior, el hecho de que estuviera vestida de una manera más juvenil, hacía que la charla parezca más amena.

Nos ubicamos en la mesa, frente a frente y ella me pidió que leyera el primer capítulo en alta voz, y que me ayudaría a resaltar las ideas centrales. Luego, intentaríamos que yo siguiera haciéndolo solo. Así, empecé a leer. El libro (las fotocopias) estaba sobre la mesa y yo, con un marcador resaltador en mi mano derecha, tenía que ir  subrayando las ideas centrales que ella me decía. Habíamos logrado un buen ritmo de trabajo hasta que en un determinado momento, no se por qué razón, pero mi vista salió del libro y atravesando el vidrio de la mesa, advirtió las piernas de Carla y lo que vi me quitó el aire. Ella estaba sentada con las piernas abiertas (no muy abiertas), y se veía perfectamente que bajo su pollera no tenía ropa interior. Se veía perfectamente su sexo.

Si bien yo era virgen, una sola vez había visto en persona a una chica desnuda. Por error, unos meses atrás, entré en el baño de mi casa y vi a la mucama bañándose. No era nada sexy, ya que tenía un físico espantoso, pero para mi esa había sido la primera vez en ver tetas y una raja, aunque toda peluda. Carla, tenía el vello púbico semi depilado. Solo se veía una línea de vello, bastante finita y larga. Ese ambiente, al igual que el living del día anterior, era muy luminoso y por ende, la imagen que veía era muy nítida y clara.

¿Cómo seguir?. Tenía que leer en voz alta y subrayar las ideas centrales de un texto, a la par que estaba viendo la concha de una mina en vivo y en directo. Era evidente que ella no lo hacía a propósito. Calculo que no se había dado cuenta que yo podía verla. Muy probablemente, con el apuro de vestirse cuando llegué, se puso lo primero que encontró y dejó la bombacha para más adelante. Además, seguramente no se habría dado cuenta de que el vidrio era transparente y que por ende, se veían sus piernas, e intimidades.

Bueno, yo debía seguir leyendo y concentrarme en lo que ella me decía, por lo que disimuladamente intentaba hacerlo lo mejor posible aunque sin perder de vista las piernas de la profe. De un plumazo mi visión de Carla había cambiado. No se por qué pero el hecho de haber visto eso produjo en mi una sensación de no querer que la clase termine jamás. Cada movimiento que ella hacía, por mínimo que fuera, obligaba a mis ojos a prestar atención.    

Así seguimos un buen rato hasta que, faltando 5 minutos para que termine esa clase de historia, advertí que bajo su remera amarilla tampoco llevaba corpiño. Costó darme cuenta de eso, ya que era muy chata. Sus pechos eran muy pequeños y prácticamente no sobresalían. Sin embargo, calculo que por alguna briza fresca que habrá entrado por la ventana, sus pezones se erizaron y se marcaban perfectamente en la ajustada remera. Sí, era una remera de tela de algodón, tipo básica, pero que le entraba ajustada. Parecía como si fuere un talle más chica de la que le correspondía. Al ser Carla muy delgada y no tener pechos grandes, entonces podía darse el gusto de usarla y que le quede bien.

Así fue que terminamos la primera clase de historia. Si bien habíamos logrado resaltar unas cuantas ideas centrales. Si me preguntan, mi cabeza estaba en la unión de sus piernas y en sus pechos.

Carla, me dijo que me tomara un recreo de cinco minutos y que luego seguiríamos con la primera clase de dibujo. A esa altura, yo tenía una terrible erección que llevaba ya un largo rato, y con un dolor equiparable al que sentí en otras oportunidades en que conocí a chicas en un boliche y estuvimos dándonos besos y “caricias” en el reservado. Era un dolor intenso pero que no quería que parara.

Durante el recreo, aproveché para salir a su patio y mirar la ciudad desde arriba. Era un piso 19º y cómo el suyo era el único departamento del piso, el patio era grande y tenía vista de gran parte de la ciudad. Igualmente el departamento también tenía buenos balcones por sus otros laterales. Era incomparablemente mejor que el mío, ya que en nuestro piso 3º, había dos departamentos y el mío si bien daba al frente, la vista se cortaba a los pocos metros con los edificios de enfrente.

Al volver,  Carla y Laura estaban hablando en el living (ese ambiente grande y luminoso en donde tuvimos la primera entrevista). Carla me pidió que me sentara en el piso y trajo una mesita inclinada portátil, que se ajustaba a mi altura (parecía ser de esas que ahora pueden comprarse por teléfono y que se muestran en las propagandas televisivas de sprayette). Me dijo que en esta primera clase me enseñaría la técnica del lápiz. Me explicó que los lápices estándar se utilizan a menudo para dibujar. Estos vienen en una variedad de estilos de minas que van desde muy blandas a duras. Cuanto más bajo sea el número, más suave será la mina. Las blandas son utilizadas para añadir matices y tonos mientras que las más duras se utilizan para dibujar los contornos. Muchos artistas utilizan una combinación de estos tipos de lápices en sus dibujos. Seguidamente, me pidió que prestara atención a las escenas que vería a continuación y que intentara con un lápiz blando, dibujar los primeros contornos muy suavemente, y que luego, en mi casa, intentara terminar todos los detalles del dibujo. 

Lo que me llamó la atención fue que mientras me daba todas esas explicaciones, se había sentado a mi lado, con la espalda apoyada en la pared – igual que yo- pero con las piernas dobladas. Es decir, Laura, que estaba parada frente a nosotros precalentando en la barra, tendría una vista perfecta de la raja de su madre. Sin embargo, de inmediato pensé y entendí que en el recreo Carla habría ido a terminar de vestirse. O sea, a ponerse a la bombacha. Laura si bien estaba concentrada en lo que hacía, de vez en cuando hablaba con nosotros y su cara o vista no se iba hacia la entrepierna de su madre, por lo que, en parte, sentí cierta decepción de que esa situación de estar al lado de una mujer casi desnuda, haya finalizado. Sin embargo, seguía sin corpiño y obviamente mis ojos cada tanto se disparaban hacia esa zona.

Así, mi mente volvió a la lámina. Carla tomó un lápiz y muy suavemente, casi como queriendo que el lápiz no deje su rastro en el papel, hizo un rápido dibujo de su hija. Eran, en un principio, simples círculos que contorneaban la cabeza y el tronco, luego se esbozaron también, muy suavemente, ciertos trazos que delineaban sus cabellos, brazos y piernas. Se notaba que tenía que técnica muy buena ya que en menos de dos minutos había realizado un borrador que parecía profesional. Me dijo que haga lo mismo y que luego de realizar esos trazos suaves, si me animaba, poco a poco, vaya aumentando la presión en el trazo repasando sobre esos trazos las partes que me sintiera seguro de que estaban acorde a la imagen. Ella, sobre su dibujo, tomó otro lápiz con punta más fina, y de inmediato, esos círculos y rectas, se transformaron en la imagen de Laura. Me dieron ganas de aplaudirla.

Luego de eso, Carla se paró y se dirigió hacia donde estaba Laura. Hablaron entre ellas durante unos instantes. Carla me miró y me dijo que Laura tenía que practicar la figura llamada arabesque. Me explicó que es una de las posiciones básicas del ballet clásico.  El cuerpo va de perfil, apoyado en una pierna extendida hacia atrás y las manos colocadas en varias posiciones armónicas, para crear las línea más largas posibles, desde la punta de los dedos de las manos, hasta los dedos del pié. Me dijo que debido a la dificultad de la postura, Laura debía quedarse quieta en esa posición durante largos momentos para así poder estirarse y asumirla como natural. De esa manera, yo podría aprovechar esos instantes para realizar los bosquejos.

Así, tomé un lápiz blando, con la punta medio redondeada y me dispuse a prestar atención. Carla estiró un poco sus piernas, y mientras lo hacía le dijo a Laura que tenía que pararse al lado de la barra y levantar la pierna derecha hacia atrás, dejándola apoyada y estirada en la barra. Luego, poco a poco, con la pierna izquierda – la de apoyo- debía levantarse hasta lograr mantenerse en punta de pie. Luego, Carla se paró al lado de la barra y tras un pequeño y muy suave vaivén, estiró su pierna hacia atrás calzándola sobre la barra. Su objetivo era que Laura pudiese ver el ejemplo. Sin embargo, lo que vi, volvió a matarme. Nuevamente, desde donde yo estaba sentado, podía ver perfectamente que no llevaba bombacha. Ella estaba parada con su perfil derecho hacia la barra, en donde la pared era espejada. Al levantar la pierna derecha hacia atrás, podía verse perfectamente en el espejo, su entrepierna. Pero aquí es donde mi cabeza estalló, ya que no sólo yo podía ver esa imagen sino también Laura, y evidentemente, mientras Carla estuvo sentada a mi lado con las piernas dobladas, también Laura vería la raja de su madre.

Otra vez mi cabeza se fue del objetivo. No quería dejar de mirar, y mis ojos se disputaban entre ver la entrepierna de Carla y a su vez, ver si Laura veía lo mismo que yo. Quería corroborar que ella sabía que su madre estaba en bolas mostrándonos sus encantos y no le importaba. Ver qué caras pondría. Laura, prestaba atención a lo que Carla le decía y también, a la postura de los pies, las manos, los tiempos, etc.. Estaban muy concentradas. Había una música clásica suave y el clima era cálido. El sol entraba pleno por el ventanal. Por un momento sentí como que ellas habían olvidado que yo estaba allí sentado, y que sentado en el piso, veía todo lo que hacían. Era imposible que Laura no hubiera visto la entrepierna desnuda de su mamá. Sin embargo, nada decía. Ni siquiera ponía cara de desaprobación. Era como algo natural.

Luego de unos momentos, Carla bajó la pierna y fue el turno de su hija. Laura se paró con su perfil derecho hacia la pared y levantó su pierna derecha. Para hacerlo reclinó ligeramente su torso hacia adelante, por lo que Carla le recriminó esa acción ya que podía dañar su columna. De todas maneras, como Laura logró calzar su pierna derecha en la barra, Carla la tomó de su cintura con ambas manos y, poco a poco, fue como enderezándola para que adquiera una postura recta. Le explicó que la técnica correcta para levantar la pierna hacia atrás, era haciendo un pequeño y suave vaivén. Que en las coreografías, hay trucos para disimular ese vaivén.

Recién en ese momento hice mi primer trazo, una especie de óvalo para hacer el tronco de Laura y un pequeño círculo para su cabeza. Luego, seguí con su pierna derecha hacia atrás, haciendo dos rectas muy suaves, y finalmente hice la pierna de apoyo y uno de sus brazos (ya que el otro no se veía por estar tomando la barra). Me pareció muy fácil esa parte del dibujo. Seguí todos los consejos que me había dado Carla. Si me preguntan, en ese momento hubiera dicho que estaba contento de haber reprobado esas materias. No sólo estaba aprendiendo cosas interesantes, sino que además estaba disfrutando de una situación morbosa y erótica. Qué más podía pedir.

Cada cinco minutos, más o menos, Laura bajaba la pierna y cambiaba el lado. Carla en todo momento prestaba atención a lo que hacía su hija pero también, venía hacia a mi y miraba lo que dibujaba.

A todo esto, la hora había pasado volando, y de golpe Carla me dijo que quedaban solo 5 minutos. Que aprovechara estos últimos momentos para registrar en mi memoria todos los detalles posibles para así poder resaltarlos posteriormente en mi casa. Dicho eso, enfoqué mi vista en Laura y comencé a repasarla prestando atención a su pelo, siguiendo por sus manos, y su vestimenta. Al ver su vestimenta, y prestar atención al torso, noté con absoluta sorpresa que Laura tampoco tenía corpiño. Ella, a diferencia de su madre, tenía unos pechos más grandes y al estar en esa postura recta, sus pezones parecían querer salirse de la remera. Si bien era una remera medio suelta, sin mangas (no era musculosa, era una remera que parecía que le habían cortado de cuajo las mangas), la postura lograba un efecto de femme fatal. Al ver eso, presté atención a su culo para ver si llevaba bombacha. A esa altura ya nada me extrañaba. Me costó ver. De atrás no se veía nada, pero al fijarme por delante, pude distinguir que se trasparentaba una tanga blanca. Evidentemente era muy mini ya que por detrás no se lograba ver nada. El culo de Laura era perfecto. Bien marcado, como musculoso, y la calza se introducía hasta más no poder.

Así, se hicieron las 10 de la mañana y Carla me pidió que en mi casa terminara el dibujo y que además, escuchara uno de los cds de inglés. Tras ello, me paré, guardé los útiles y me dirigí hacia la puerta saludando a ambas con un típico “hasta luego”.

Al llegar a mi casa, adivinen qué fue lo primero que hice. Sí, me fui a mi cuarto, me acosté en la cama con la cabeza sobre el lado opuesto, es decir, en donde normalmente van los pies, me abrí la cremallera del pantalón y disfruté de un momento íntimo. Único. Lamentablemente llegué al orgasmo en un abrir y cerrar de ojos. Descansé unos minutos y me fui a la cocina a buscar algo para tomar. Había sido una mañana sorpresivamente intensa.

No podía sacarme de la cabeza todas las imágenes que había visto durante esa mañana. Nunca en mi vida había visto algo así. Mi pregunta era si iba a ser siempre así, o simplemente fue una mañana de suerte. En fin.

Para despejarme un poco, y enfriarme, decidí escuchar el cd de inglés que Carla me había pasado. Salí al balcón, me senté en una silla cómoda que siempre uso cuando tengo ganas de tomar aire fresco,  me puse el walkman – reproductor de cd – y le di al “play”. Tras unos segundos una vos de un hombre comenzó la lección. Hablaba en español y explicó que brindaría unas clases básicas para turistas y que la técnica consistiría en que diría diferentes frases típicas o conversaciones básicas en español y que luego las repetiría en inglés. La idea de este primer cd era la de acostumbrar el oído a esas frases y a la vez saber qué decir o qué contestar ante determinada circunstancia. Así fue que escuché por completo el cd, el cual duró unos 40 minutos. Antes de finalizar decía que para pasar al cd 2, que aún no lo tenía conmigo, tendría que escuchar y repetir las frases al menos 6 veces. Una vez que terminó, me di cuenta de que si bien había repetido todo lo que el instructor decía, lo único que había pasado por mi mente en esos minutos habían sido las imágenes desnudas o semi desnudas de Carla y Laura. Por eso, decidí concentrarme y volví a escuchar por completo el cd. El resultado no varió.

A esa altura ya eran las 2 de la tarde. Era martes, y todos los martes por la tarde mi mamá y mi papá hacían un curso de timonel, y siempre me llamaban para invitarme a pasar la tarde en el muelle. Ese día sin embargo no llamaron. Era evidente que estaban algo molestos porque no había aprobado tres materias y por ende, querrían que me quedara estudiando. Así entonces, le pedí a Roxana – la mucama que por suerte no era la misma que había visto en la ducha– que me prepare un sándwich o algo ligero para almorzar y me fui al cuarto para ver si podía terminar la lámina.

Cómo tenía también una materia que era dibujo técnico, utilicé el tablero que tenía en mi cuarto para sujetar la lámina. Levante bien la persiana, prendí la luz del tablero, puse música clásica – en ese momento sonaba “Spem in Alium”-, me senté en la alta silla, tomé el lápiz más suave y empecé. Siempre que quería estudiar ponía música clásica.

Durante la clase había hecho trazos que parecían garabatos. Eran simples formas geométricas unidas que prácticamente no dejaban entender qué era lo que significaban. Mi prima Lucía diría que era una obra de arte abstracto, jaja.  Recordé que Carla me había pedido que fijara en mi mente todos los detalles posibles de Laura, y en mi cabeza solo habían quedado registrados sus pezones salientes y su culo perfecto. ¿Debía retratar esos pechos tal como los había visto?. De inmediato me di cuenta que se trataba de un trabajo escolar y que por ende, no debía parecer un dibujo extraído de alguna de las revistas del gran Milo Manara que una vez encontré ocultas en un cajón del cuarto de mis padres.

Concentrándome entonces en el dibujo, empecé poco a poco a resaltar, tal como me lo indicó Carla, las partes que sabía que eran fáciles o que me parecía que estaban bien. La verdad que, haciéndolo despacio, en un ambiente tranquilo y habiendo recibido esas buenas indicaciones, todo parecía fácil. Al menos, al finalizar con los primeros resaltados, quedé bastante conforme ya que el dibujo adquiría la forma arabesca que Laura tenía cuando la observé. Cuando llegó el momento de resaltar sus pechos obviamente me costó eludir la tentación, pero sin embargo, le di una forma redondeada que no salía de la normalidad. Quien viera el dibujo no sería guiado visualmente hacia esa zona.

Transcurridas unas dos horas, el dibujo a mi modo de ver ya estaba en condiciones de ser terminado con los trazos fuertes finales. Eran ya, las 5 de la tarde. Decidí que antes de hacerlo tomaría la merienda en el balcón escuchando una vez más uno de los cds de inglés. Así lo hice y tras ello, volví al dibujo, realizando unos pocos trazos firmes en las partes en que me parecía que estaba bien seguro de que correspondía. También, con uno de los lápices blandos, intenté dar un poco de sombra a las partes pertinentes, basándome para ello en que la luz vendría del lado de la espalda de Laura, tal como yo lo había visto. Finalmente, recordé que Laura tenía puestos aros en sus orejas, una pulsera finita de color plateado en su muñeca izquierda y un lunar bastante grande en su cuello. Así, para darle el toque final, dibujé todos esos detalles.

Ya eran las 6,30 y a las 7 tendría que volver a la casa de Carla. Nunca había sentido tanta ansiedad de ir a algún lado, o al menos no que lo recuerde. Calculo que de más chico sentía algo similar cada vez que mis papás decían que me llevarían al Italpark o al cine. Sin embargo ahora era distinto. Era un adolescente, caliente, que sin embargo no sabía bien la razón por la cual había podido presenciar una situación sumamente erótica, en medio de unas clases particulares.

En mi imaginación presentía que podía llegar a suceder lo máximo, es decir, tener algún tipo de relación sexual, con Carla o con Laura, me daba igual, así que decidí darme una ducha bien rápida con el objetivo de refrescarme e higienizarme. Me puse desodorante y perfume. Me vestí igual que cuando salía con mis amigos los sábados y me peiné con gel. Algo me decía que esa noche algo podría pasar y por ende, no quería estar en inferioridad de condiciones. Incluso robé del cajón de la mesa de luz de mi mamá un preservativo. Finalmente, me lavé los dientes, tomé los útiles, saludé a Roxana y salí.  

Qué nervios sentía. Llegué al piso 19, toqué el timbre y luego de aproximadamente 10 segundos, la puerta se abrió. Nuevamente me recibió Guillermo. Estaba vestido igual que en la mañana pero sin el saco. Incluso tenía puesta la corbata. Me invitó a pasar al mismo lugar en donde estaba la mesa de vidrio y me dijo que Carla estaba terminando de dar unas clases de danza pero que en unos minutos estaría conmigo.

Guillermo tenía una expresión seria pero, a diferencia de la sensación que me había dado Carla en un primer momento, él daba aspecto de buen tipo. Su mirada era firme, su tono de voz era alto y grave, pero no resultaba molesto al oído, y su postura era bien recta. Parecía un antiguo militar. Me dije a mi mismo que seguramente sería un jefe en alguna oficina. Años más tarde me enteré que era un Juez muy conocido.

A diferencia de la mañana, la mesa estaba totalmente vacía. Por mi cabeza pasaba como pensamiento que si Carla seguía vestida igual entonces la mesa, al estar vacía, no sería un obstáculo para mi disfrute, pero también sentía que el hecho de que Guillermo estuviera rondando no permitiría que la clase sea tan “abierta” como la de la mañana, ni que pudiera tener la chance de tener algún momento sexual como me lo había imaginado unos momentos antes.

Mientras pensaba eso, miraba el piso como buscando una respuesta. Guillermo me volvió a la tierra al ofrecerme algo para tomar. Acepté su propuesta pidiéndole algo bien frío. Si bien eran ya las 7,10 de la tarde, la temperatura era bastante elevada. Pasaba los 30 grados y aún había sol. Trajo entonces, una jarra de jugo de naranja dulce – de sobre- bien frío, me sirvió un vaso y dejó la jarra en la mesa. Tras él apareció en escena Carla quien, luego de saludar, se sentó a mi lado. 

Lamentablemente – para mi –, Carla se había cambiado. Tenía puesto un vestido largo y recto que le llegaba casi hasta los tobillos. La tela era como de camiseta. Ignoro cómo se llama el corte pero le quedaba muy ceñido al cuerpo. Un amigo al que le conté me dijo que creía que se llamaba “tubo”. Era de color amarillo lavado, muy clarito. Le quedaba bien. Por lo que pude ver, no tenía puesto corpiño. La bombacha no logré visualizarla. Si tenía, debería ser muy chiquita ya que por detrás no se le marcaba nada.

Me dijo que quería ver el dibujo por lo que de inmediato extendí la lámina sobre la mesa. Expresó que era un muy buen trabajo. Sin embargo, me señaló varios errores o defectos que, por esta vez, los corregiría ella. Aclaró que en las siguientes láminas ella se limitaría a marcar los errores y que yo debía corregirlos en mi casa. Me mostró que había incongruencia en algunas sombras y que algunas líneas estaban resaltadas por demás o, por el contrario, podrían resaltarse más. De todas maneras me dijo que le llamó la atención ya que creía que me iba a costar más. Me felicitó por los detalles que recordé y logré plasmar y, tras decir eso, se quedó pensando unos instantes. Luego, en un tono medio y como con duda o miedo de lo que decía, me dijo que evidentemente era muy observador. Al decir eso se llevó el lápiz, que tenía en su mano, a la boca y fijó su mirada en un punto lejano. Es como que intentaba recordar algo.

En ese instante me quedé sorprendido. Mi cabeza recordó todas las escenas que había visto durante la mañana y, en función de los dichos de Carla y el modo en que lo dijo, pensé que esas situaciones habrían sido accidentales y que seguramente ella confiaba en que yo no las habría advertido, pero al notar ahora que yo era “muy observador” muy posiblemente ella se habría dado cuenta de que yo la pude haber visto como Dios la trajo al mundo. Mi cara se sonrojó de vergüenza. ¿Estaría enojada?.

Guillermo ingresó nuevamente, vio el dibujo y expresó su agrado. Me dijo que era muy bueno y que él nunca habría podido hacer algo así. Luego, le dijo a Carla que se iría a su estudio – dentro del mismo departamento – a ordenar unos papeles y que Laura vendría tarde.

Mientras Guillermo se iba, Carla volvió sobre el dibujo y con el lápiz comenzó a realizar las correcciones. Su aspecto era muy sexy, aunque después de su comentario, me daba la sensación de que yo había hecho algo malo y eso me hacía sentir culpa. Por ende, me propuse no mirarla, o al menos, no con los ojos que lo estaba haciendo desde la mañana. Centré mi vista en el dibujo y comprendí que la fantasía había terminado, que Carla no era una femme fatal sino una simple profesora que tuvo un descuido en su vestimenta, y dentro de su casa.

Así estuvimos un buen rato. Carla resaltaba de un modo muy profesional los contornos. Mientras ella hacía eso Guillermo volvió, se sirvió café y se sentó en la mesa mirando lo que su esposa hacía. Me dijo que ella era muy buena dibujante y que incluso había realizado exposiciones. Carla, que estaba muy seria y concentrada en el dibujo me dijo que había ciertos detalles que yo había olvidado, que podría hacerlos ahora y dicho eso, intempestivamente me pasó el lápiz. Me dijo que me concentrara bien en la imagen, que recordara a Laura y que marque las diferencias que faltaban plasmar. La verdad es que yo no veía diferencia. No es que el dibujo era perfecto pero, con las correcciones que Carla había realizado y con los detalles que yo había dibujado, no lograba encontrar diferencia. Observaba el dibujo y pensaba, pero nada. Carla insistía y yo, por dentro, me decía que sí, que faltaban resaltarle los terribles pezones. Guillermo interrumpió y dijo que él no notaba que faltara nada, pero sin embargo Carla, que permanecía seria, decía que sí. De pronto, como cansada, me dijo que me fijara en el torso y al mismo tiempo tapó, con una mano la imagen de la cintura para abajo y con la otra, tapó la cabeza. Quería que yo centrara mi recuerdo en el torso. Esa situación comenzaba a ponerme nervioso. No encontraba nada que faltara salvo esas magníficas tetas, pero, ¿qué pretendía, que frente a ella y su marido yo las dibujara?. Esa situación comenzaba a hacerme transpirar. Yo miraba la lámina y veía que Guillermo y Carla no me quitaban tampoco los ojos de encima. No podía creer que Carla quisiera, a toda costa y frente a su marido, que yo dibujara las tetas erectas de su hija. El tamaño y la forma de los pechos dibujados era similar al real, lo que faltaba era resaltar los pezones. Para evitarlos le había dado a los pechos una forma redondeada, natural. Si bien Laura estaba de perfil, mi dibujo captaba una especie de frente ¾ por lo que se veían ambos pechos. Tras unos minutos de tensión tomé, con cierta indecisión, un lápiz, pretendiendo intentar ver la manera de dibujar esos benditos pezones ya que no lograba encontrar otra cosa que faltara. Ni bien apoyé el lápiz en el primero de los pechos, Carla me dijo que esperara. Me miró y me preguntó si estaba seguro. En ese momento creo que quería que la tierra me tragara. Yo estaba con el lápiz apoyado en una de las tetas dibujadas de Laura, a punto de resaltar los pezones y Carla, frente a su esposo, me estaba preguntando si yo estaba seguro de lo que iba a hacer. Mi mirada hacia ella fue de asesino. De golpe Carla sonrió y me pidió el lápiz. Seguidamente, me explicó que una de las cosas más lindas e importantes que tienen los dibujos en lápiz es la percepción que el dibujante obtiene de las texturas y que ella recordaba que la remera que usaba Laura, en el momento en que estaba en la posición arabesca, producía unos pliegues verticales por debajo de los pechos hasta la cintura, que podrían reproducirse fácilmente con el trazados de unas simples sombras.

No podía creer la situación vivida. Estuve a punto de resaltar los pezones de Laura y seguramente, de haberlo hecho, me hubieran echado a patadas en el culo, previo trompazo por parte de Guillermo. Luego de decir eso Carla efectuó esas sombras y me preguntó qué era lo que yo estaba por dibujar. Me quedé sin palabras. Solo atiné a mirar y fruncir los hombros.  

¿Qué pasó?, ¿Carla me salvó a sabiendas o nuevamente fue un error causado por mi mente hot adolescente?, ¿Pretendía que yo dibujara esos pezones?. Noté en la actitud de Carla cierta pequeña perversión. Vistas las cosas luego de sucedidas parecía que jugaba al doble sentido, pero lo que no me cerraba era, por un lado, que lo hacía con su hija como objeto y, por el otro, que su rostro, sus dichos y su expresión siempre se mantenían en una posición de profesora-alumno, es decir, de seriedad.

Terminamos el primer dibujo, dijo Carla. Tras esa afirmación, me pidió que comprara un tubo para ir guardando todos los que vaya realizando.

Habían transcurrido 45 minutos desde que había llegado. Me dijo que en unos instantes empezaríamos con inglés. Me dijo que estaba anocheciendo pero como el clima aún era muy cálido podríamos estudiar en el patio. Seguidamente se paró y me pidió que la ayudara a llevar dos sillas y que ella llevaría algo fresco para tomar. Me pidió que las ubicara al costado de una mesa baja que había en el lugar. Así, tomé las sillas, y me dirigí al patio. Ella vino detrás mío con una jarra de jugo helado y dos vasos. La mesa era muy baja, tipo ratona, y estaba contra una pared. Las sillas estaban ubicadas a su lado con una separación de unos dos metros entre sí. Carla, al llegar, se puso en cuclillas para dejar la jarra y servir el jugo en los vasos. Esa acción duró unos 30 o 40 segundos. Si bien estaba de perfil, desde mi posición tenía una imagen perfecta de su culo. Durante ese tiempo no pude despegar mis ojos de ese trasero imponente. Debido a lo que había visto durante la mañana, mi visión buscaba saber si tenía puesta o no, una bombacha. Sin embargo, y pese a que la fina tela amarilla se pegaba de manera impecable sobre la piel de Carla, no logré divisar ni una sola marca que me permita suponer que la tenía puesta. La imagen era perfecta. La musculatura de los glúteos parecía esculpida por los ejercicios de Arnold Schwarzenegger. Lo mejor es que debido a lo ceñido del vestido, lo fino de la tela y la posición en que Carla se encontraba que producía que la tela se estirara, el culo se marcaba a la perfección. No dejaba nada a la imaginación. Por eso, si hubiera habido una mesa de apuestas, hubiera jugado todo lo que tenía a que no tenía nada debajo del vestido.

Se sentó en la otra silla y me preguntó si había escuchado el cd y si había realizado los ejercicios que en él se proponían. Le dije que sí. Luego, comenzó a hablarme en inglés y realmente no entendí nada. Evidentemente aún me faltaba y mucho. Comencé a reírme, más por nerviosismo que por simpatía, pero ella sorpresivamente me devolvió la sonrisa. Me dijo que cuando ella era chica una profesora le contó, a modo de secreto, que uno de los trucos para lograr hablar en ingles era entrenar bien el oído. Una vez que lograra distinguir las palabras, habría adquirido un vocabulario básico que me permitiría mantener la conversación.

Luego de decir eso, me preguntó si sabía saludar, describir vestimentas, describir partes de una casa, etc.. Le dije que sí, a lo que de inmediato me dijo que le mencione todas las prendas de vestir que, por ejemplo, le pondría a un niño luego de bañarlo. Así, lo pensé unos segundos y le dije en inglés: medias, calzoncillo, pantalón, remera y zapatillas.

-Excelent! -dijo Carla.

Así, seguimos un rato contando partes de la casa, útiles del colegio, etc… Después ingresó Guillermo y, al escuchar lo que estábamos practicando, interrumpió la clase y tras mirarme con expresión jocosa, me pidió que diga en inglés, cómo estaba vestida Carla por la mañana. Mi cara fue de asombro e incertidumbre, a lo que dijo, que era un chiste, que son pocos los hombres que registran en su memoria la vestimenta de una mujer. Lo miré con cara pensativa y en inglés le dije pollera de jean y remera. Tras escuchar eso, Carla interrumpió y preguntó si solo esas dos prendas recordaba. Uhhhhhh. Nuevamente me estaba haciendo poner incómodo. Ella solo tenía puesto eso. Ni siquiera medias tenía. Estaba descalza. Parecía un deja vu, estaba otra vez, en menos de una hora, con los dos mirándome y esperando que diga algo que muy probablemente produciría un trompazo en mi cara. Pero, ¿qué inventar?. Ella sonrió levemente y mirando a Guillermo dijo que era cierto, no tenía nada más, que ya se había dado cuenta que era muy buen observador. Lo que nunca entendí es qué pretendía que dijera. Suponiendo que hubiera tenido puesta su bombacha, ¿se suponía que tenía que mencionarla?.

La historia se repitió, en las dos oportunidades me hicieron una pregunta incómoda y, en ambas, cuando estaba a punto de meter la pata, Carla me salvó.

Guillermo se fue del lugar, seguimos practicando un rato más y llegó la hora de terminar la clase. Ya eran las 9 de la noche. Me dijo que había sido un día intenso y que aprovechara para descansar.  

 Cuando llegué a casa ya estaban mis padres. Mientras estaba en el ascensor pensaba que ni bien llegara me iría a masturbar mientras me daba un baño de inmersión, pero sin embargo, cuando estaba dentro de la bañera, no podía dejar de pensar en lo que había pasado tanto por la mañana como por la tarde. Fue un día extremadamente raro. Durante la mañana Carla me mostró su vagina en no menos de 10 oportunidades. Durante todo el día la vi sin corpiño. Vi las tetas empitonadas de su hija. Pero, como si eso fuera poco, en dos oportunidades me puso incómodo con preguntas frente a su esposo. En realidad la segunda de las preguntas la había hecho él. Bajo esos pensamientos era imposible lograr una erección.

Lo que ocurrió en los restantes días se los contaré en otros relatos. Me gustaría conocer sus comentarios aquí o en tanguitaabierta@gmail.com Siempre contesto los mails.