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Salida hot con mi mujer. Exhibida en un probador

en Voyerismo

Desde hace mucho tiempo, con mi mujer, solemos hacer lo que yo denomino salidas calientes. Estas salidas consisten, entre otras cosas, en que ella “ratonee” o se exhiba de alguna manera provocativa frente a otras personas. La idea no es que termine pasando algo concreto con esa persona, sino tan solo provocar que su “carpa” aumente lo más posible.

Más que nada es un juego que hacemos entre los dos y que luego, al momento de tener relaciones, solemos comentar lo que hicimos. Normalmente es algo que hacemos juntos, sin embargo, también está permitido que ella lo haga sola, si es que la posibilidad se le presenta, pero con la obligación de que me cuente luego todos los detalles, y si puede tomar fotos o videos del momento, mucho mejor.

Nosotros vivimos en el Barrio de Palermo en la ciudad de Buenos Aires. Mi mujer, a quien aquí llamaré Laura, tiene 43 años pero parece de mucho menos ya que es deportista y bailarina. Yo soy dos años menor. Ambos somos abogados y nos va bastante bien, pero justamente para llegar a ese nivel, necesitamos mucho tiempo de estudio y dedicación. Por eso es que cuando podemos, hacemos este tipo de locuras que nos distraen de la rutina diaria y nos acercan como pareja.

En este relato les contaré una situación vivida ayer.

Hace un par de años descubrimos que sobre la av. Cabildo (en el barrio de Belgrano), casi llegando a la av. Juramento, existen tres o cuatro galerías en la misma cuadra, pero en una de ellas, no se por qué razón, en la mayoría de los negocios venden lo que Laura denomina “ropa de puta”. Allí, casi todos son negocios de lencería erótica, de sex shop, y hay otros en donde se puede conseguir ropa muy jugada.

Fue así que ayer caminábamos por la av. Cabildo y Laura se detuvo en el negocio que estaba en la entrada de esa galería a mirar unas botas que le gustaban. Como ésta era una de esas salidas calientes, ella se había puesto zapatos con taco aguja bien altos, una mini de jean con flecos y una camisa negra, muy ajustada, sin corpiño. Bajo la pollera tenía puesta una micro tanga negra, tipo hilo dental, abierta en la parte de adelante. En realidad casi no tenía tela en ningún lado, si uno la mira suelta, ve un conjunto de tiritas negras.

En la vidriera del local, Laura vio unas botas que le gustaban y notó que dentro del local había poca gente. Así, me dijo que esperara ahí y que la mirara a través del vidrio.

Una vez que entró se le acercó un joven vendedor y pude ver cómo ella señalaba las botas que estaban en la vidriera. Tras ello, el joven se retiró y ella se sentó a la espera. Cuando el joven retornó, lo hizo con varias cajas en sus manos. Como la conozco bien, sé que ella siempre pide que le traigan varios talles y otros modelos parecidos para así, después de probarse todo, poder elegir.

Fue así que pude ver perfectamente como para colocarse las botas, debía abrir un poco las piernas dejando al descubierto, con absoluta impunidad y descaro, su intimidad. Si bien desde donde yo estaba no llegaba a ver la abertura de la tanga, puedo asegurar que para el vendedor, que por momentos estaba en cuclillas frente a ella, era imposible no verla. Ella se probó todas las botas y se mostraba risueña frente al paciente vendedor. Hay una cosa que Laura suele hacer, y que en esta oportunidad también lo hizo, es que se agacha más de la cuenta para abrocharse las botas, exhibiendo no solo su escote al inclinarse, sino que si el vendedor está parado, puede ver cómo por su cintura se escapa la parte de atrás de la tanga. Normalmente se ve la unión de las tiritas formando una T.

Así habrá estado unos diez minutos, hasta que Laura finalmente se decidió, casi como siempre, por no comprar nada y solo agradecer al vendedor por su tiempo….. Antes de salir, vi que ella se volvió hasta el vendedor y le preguntó algo. Tras ello, él le explicó algo gesticulando con sus manos.

Cuando salió me comentó que le preguntó al vendedor en donde podría conseguir calzas ya que quería comprarse una dorada. Era mentira pero quiso mantener un diálogo más con él ya que notó que se le había abierto un botón más de su escote y que sus tetas estaban casi al aire. Sobre esto último me dijo que el joven, mientras intentaba articular su explicación, no podía dejar de mirarla. Con relación a lo anterior, me dijo que para ella fue mortal ver la cara del vendedor, cuando abría sus piernas. Dijo que no cree que el joven se olvide jamás de ella.

Luego, entramos en la galería y caminamos casi hasta el final. Sobre la mano derecha había un local chico, en donde tenía en su vidriera tres maniquíes vestidos con ropa muy hot. En el negocio podía verse que había un solo vendedor así que entramos. Laura se dirigió hasta donde estaba el hombre, quien tenía un aspecto de mujeriego bien baboso de unos 50 años de edad, morocho, alto, muy musculoso y con aspecto de haber estado en una cama solar por años. Tenía muchas cadenitas y pulseras de oro y vestía todo de negro. Nos dijo que era el dueño y que entre su hijo y él fabricaban la ropa. No le creímos mucho pero bueno….

Laura le pidió que quería ver un catsuit blanco de lycra que tenía puesto uno de los maniquíes. El hombre le dijo que vaya pasando al probador mientras le traía el modelo. Mientras tanto yo me quedé en el salón, pero como el local era muy pequeño, en realidad estaba a unos tres metros de Laura. El probador era en realidad un cuadrado que tenía una cortina sujeta de un caño. La cortina llegaba hasta unos 30 cms del piso, lo que producía que se viera casi todo lo que ella dejaba en el suelo. Cuando vino el hombre le dijo que tenía el modelo, a lo que ella le dijo que se lo pasara por arriba ya que estaba desnuda. Por debajo de la cortina podían verse la camisa y la pollera en el suelo.

Tras unos pocos segundos, la cortina se abrió totalmente y allí estaba Laura. Era imponente. Si no era porque había visto el modelo cuando lo llevó, hubiera asegurado que era color piel. Se transparentaba más de lo que había imaginado. Las tetas se veían perfectamente y la tanga negra también. Ella me preguntó si me parecía bien. Me quedé pensativo a lo que ella, mirando directamente al vendedor, le preguntó si le parecía que fuera “ponible”. El vendedor con su cabeza hizo el gesto de que sí, pero casi al mismo tiempo le preguntó que dónde pensaba usarlo.

Ella le dijo que tenía pensado usarlo en algún “boliche swinger”. Me sorprendió cuando dijo eso, pero al salir del local me explicó que ella dijo eso ya que dentro del probador había visto pegadas muchas publicidades de esos boliches. Ante ello, el vendedor le dijo que para eso estaba perfecto ya que con la luz negra de los boliches, el blanco de la tela de lycra se resaltarían más y por ende se transparentaría menos. De todas maneras el vendedor sugirió que lo usara con tanga del mismo color o sin ella, ya que sinó no combinaba. Dicho eso, Laura cerró la cortina y dijo que probaría lo que le sugería. Cuando volvió a abrir ya no tenía puesta la tanga. La imagen era mortal. Yo tenía mi miembro que explotaba y calculo que el vendedor también. Laura mientras hablábamos giraba y se miraba en el espejo. Los labios vaginales se veían muy bien ya que como le quedaba ajustado, la tela se los abría. Era un verdadero cameltoe (cometrapo).

De pronto ella se puso por encima la camisa negra y se calzó los zapatos. Nos dijo que se lo quería llevar puesto pero que no le gustaba como le quedaba la camisa. En realidad dijo que su culo quedaba muy expuesto para caminar por la calle, así que le pidió al vendedor si no tenía algo transparente o tipo red, a modo de remerón, que le llegue hasta el culo.

El vendedor volvió con una remera larga que parecía como rota, muy transparente, que le llegaba hasta por debajo de la cintura. Se la probó y como le gustó, me dijo: “papi, gracias por tu regalito, es muy lindo ser tu secretaria”. Tras ello me dio un piquito y, salió del local. El vendedor al cobrarme me felicitó por la hembra que tenía como supuesta empleada y amante.

Cuando salí, ella me estaba esperando y me dijo que le dejó a propósito la tanga en el suelo del probador. Que esperemos unos minutos y volviéramos a buscarla. Por eso, entramos en un lugar de enfrente en donde vendían tangas y Laura le pidió a la vendedora 10 tangas diferentes, de las más chiquitas.

Al salir, volvimos al lugar, entramos, fuimos hasta el vendedor y Laura le preguntó si no había encontrado su tanga en el suelo. El vendedor le dijo que sí y que se la había guardado por si volvíamos. Al dársela, la sacó de un bolso que tenía al costado de la caja. Ahí nos dimos cuenta que se la había guardado para llevársela. jaja. Antes de irnos el vendedor me dijo que si no lo tomábamos a mal, viendo el gusto que captó de Laura, nos sugería unas calzas nuevas que vienen con tiradores para que queden bien “calzadas”. Ante ello, Laura le dijo que seguramente en la semana pasaría a probarse alguna.  

Bueno, esa es una de las cosas que solemos hacer con mi esposa. Sus comentarios, votos, fantasías y fotos son bienvenidas aquí y en tanguitaabierta@gmail.com