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Salida exhibicionista con mi novia abogada

en Voyerismo

En este relato voy a contar una situación especial, salida de la normalidad, que vivimos con mi novia en una salida nocturna.

Era un viernes a las 20.00 horas:

-¿Con o sin? -dijo Ana.

Mi novia -Ana- siempre está bien predispuesta a realizar todas las locuras que se me ocurran, siempre y cuando no impliquen la participación, real y activa, de una tercera persona. Ella tiene 43 años, es alta, delgada, morocha, tiene el pelo largo aunque tiene un corte que le marca el flequillo. Su cuerpo es normal pero bien firme, atlético, y tiene las lolas operadas.  Normalmente viste muy sexy. En más de una oportunidad sus empleadas le han dicho, a modo de chiste, que les parecía que vestía demasiado provocativa. Ana es abogada y en su estudio trabajan tres abogados juniors y hay tres secretarias.

Ella fue siempre así. La conocí en un caso (ya que también soy abogado). Recuerdo que mantuvimos una reunión de mediación privada, en donde logró todo lo que quiso ya que fue imposible concentrarme en lo que había ido a pedir. Estaba vestida con una minifalda muy corta y una camisa blanca escotada, en donde se transparentaban sus pezones ya que el corpiño era de una tela con encaje muy transparente. Además, no paró de abrir sus piernas pudiendo ver su tanga blanca en no menos de 10 oportunidades. Luego de esa reunión la invité a tomar un café y después a cenar. A los pocos días ya estábamos de novios.

La realidad es que a los dos nos gusta su exhibicionismo. A ella siempre le gustó que la vieran y tal como lo mencioné antes, hasta usa esa faceta como herramienta importante de trabajo. Puedo asegurar que los empleados de las mesas de entradas de los juzgados la reciben y atienden de manera diferente de la que atienden a los restantes abogados. Ojo, con ello no quiero decir que no sea buena profesional. Se recibió en la facultad con 9,50 de promedio y está terminando la tesis de un doctorado. Por otra parte, logró que su estudio sea uno de los más concurridos en cuanto a los temas previsionales y de accidentes de tránsito ya que logra excelentes resultados.

Al igual que yo, Ana cree que la vida sexual puede transcurrir al mismo tiempo que la vida normal diaria. Es decir, si sus actividades normales las realiza mezclando algo de morbo o juegos sexuales, los resultados que obtiene son muy buenos ya que los realiza con una motivación extra y además, es divertido. Se que mucha gente puede estar en contra de ese estilo de vida pero,.... que no lo hagan y listo!.

Pese a todo esto, cuando he querido hacer cosas que implicaba la participación de terceras personas su respuesta fue siempre igual. ESO NO.

No es que ella no se anime, sino que simplemente no es algo que la motive mucho. Pese a lo que yo pensaba, a ella le gusta que los demás la vean y ella a su vez ver la reacción que produce en ellos, pero cuando hablamos acerca de participar con otras personas siempre surgen dudas o realiza planteos tales como que si algo sale mal, eso puede repercutir en su salud, su trabajo, su familia, etc… En síntesis, como para ella no es algo que la motive y que además no lo necesita e implica un riesgo, es que prefiere no hacerlo. Yo la entiendo perfectamente y como en realidad hacemos otras cosas que nos motivan, y mucho, no es algo que sea motivo de reclamo o discusión de mi parte.

Volviendo sobre el inicio de este relato, estábamos a punto de salir. Yo me había bañado y afeitado primero y ella estaba por hacerlo ahora. Nuestra idea era la de hacer una salida hot. Una o dos veces por mes hacemos este tipo de salidas. A veces vamos en auto, otras en taxi , tren o colectivo, depende de lo que hagamos. En ese tipo de salidas, desde que partimos hasta que volvemos hacemos cosas muy hot que nos calienten a los dos así cuando nos vamos a acostar tenemos una sesión de sexo desenfrenado en donde, entre otras cosas, recordamos caras, detalles, etc de la salida y nos comentamos lo que pudimos ver cada uno de nosotros en cuanto a la reacción de los demás.

En esta oportunidad la idea era la de salir y ver qué pasaba. Hubo noches en que luego de salir no se dio nada divertido, y cuando eso pasaba, íbamos a un boliche swinger pero solo para bailar muy acaramelados y tener relaciones frente a las restantes parejas.

Volviendo sobre la pregunta ¿con o sin?, se trataba de un juego que ella me hacía varias mañanas. Cuando me hace esa pregunta si yo le digo “sin”, ella elige si no se pone bombacha o si no se pone corpiño. Si yo le digo “con” ella decide si se pone o no esas prendas y durante el día me va mandando fotos selfies para que vea si puedo descubrir si algo no se puso. Son juegos de pareja simples que realmente nos motivan y nos sacan de la rutina. Además, es algo que nos mantiene muy unidos y nos lleva a confiar plenamente en el otro.

  • Obviamente sin! -le dije.

Tras ello se bañó y se puso una minifalda negra, una camisa de jean muy ajustada y unos zapatos con taco aguja metálicos muy largos y finitos. Esas eran las únicas prendas que tenía puesta.  Como siempre se maquilló resaltándose bien sus labios  y ojos, y se hizo una trenza en su pelo.

  • ya estoy lista. ¿Te gusta?. (Dijo simulando voz de putita aniñada) La pollera me la compré esta mañana en el shopping y la camisa es la que me regalaron los chicos del trabajo para mi cumple.

  • Estas perfecta!. Infernal, matás!

  • jaja qué exagerado!.

Viernes 22.00 hs.:   

Salimos de casa caminando y en la esquina nos tomamos un taxi.

El juego del taxi es algo que, según mi modo de ver, consiste en una histórica complicidad secreta entre las mujeres trolas y los taxistas. La ciudad está llena de taxis con los famosos espejitos que apuntan a las piernas de los pasajeros de atrás, pero sin embargo, nadie se queja de eso. Ana, casi todas las mañanas viaja en el mismo taxi, no porque haya un arreglo, sino que “casualmente” ese taxi pasa siempre por la esquina de casa a la hora en que ella sale para su estudio. Pese a ello, el taxista siempre la trató de usted, con mucho respeto, y hasta le habla poco. Nosotros vivimos en el barrio de Palermo.

Subimos al taxi y le pedimos que nos lleve hasta Puerto Madero, ya que iríamos a cenar a un restaurante.

Pese a que soy bastante alto, me senté detrás del chofer. Ana se ubicó en el otro asiento y de manera descarada abrió su pierna izquierda apoyándola contra la mía. Este taxi no tenía espejitos. El taxista tendría unos 30 años. Su apariencia era buena, demostraba ser un joven educado, prolijo y que por supuesto, tenía el vehículo impecablemente limpio y con rico aroma.

La camisa de Ana ajustaba lo suficiente para que los pechos se marquen bien y los pezones se distingan. Tenía los primeros tres botones desabrochados, dejando ver el canalillo (como dicen los españoles). Era un modelo de camisa muy lindo que no tenía los bolsillos en los pechos, sino que era totalmente lisa. En las mangas y en la espalda tenía dibujos plateados y blancos y tachas  que le daban un distinguido aspecto.

Ana sabía que todo taxista que tenga en su auto a una hembra así, haría lo posible para ver algo. Sinó no es taxista.! Así, muy hábilmente inició una charla sobre temas comunes (clima, tránsito, política, etc…) logrando que éste en cada detención tenga una excusa para girar su cabeza. Sin embargo, entre la oscuridad de la noche y la falta de espejos no creo que el taxista haya logrado ver algo. La charla fue muy amena y Ana, a medida que el tiempo pasaba tornaba su voz cada vez más risueña y melosa. De lo que sí estoy seguro es que la recordará.

Llegamos a Puerto Madero y le pedimos que nos deje sobre la avenida principal, a la altura del puente de la mujer. No sabíamos bien a qué lugar ir así que caminamos lentamente unas cuadras. Ana no podía caminar mucho debido a sus altos tacos, así que cuando vimos un restaurante que nos gustó entramos.

No voy a mencionar el lugar ya que no quiero hacerle propaganda. Era un restaurante muy tranquilo, de los más caros. Ni bien entramos un camarero se nos acercó y nos ofreció una copa de un licor muy dulce. No sé de qué era pero era muy rico. Luego, nos preguntó qué mesa queríamos. Yo recordaba que en ese lugar había, en el primer piso, unas mesas bajas con luz tenue. Le pedí que nos busque un buen lugar allí. Lo que me gusta de eso, más allá de la tranquilidad del lugar, es que como los sillones en donde te sentás también son bajos, muy probablemente Ana podría ser vista por el mozo.

Al sentarnos corroboré lo que pensaba. La mesa estaba casi contra el suelo, era un poquito más baja que una mesa ratona, aunque era cuadrada y grande. Tranquilamente allí podrían cenar 4 personas muy cómodas. Tenía 6 velas naturales encendidas y había dos luces que simulaban ser velas las cuales eran las que realmente iluminaban. Desde mi posición venía perfectamente que Ana no tenía puesta bombacha. Ni bien nos sentamos pude ver su espectacular entrepierna, con perfecta depilación. No estaba depilada a cero, se había hecho una línea muy finita y larga. Ella sabía que eso me gusta, es decir, no es que me gusten los pelos, sino que lo que me gusta es que ella juegue con cosas así, haciéndose formas.

Tras unos cinco minutos de conversación, vino una camarena quien nos tomó el pedido. Ambos encargamos pastas y vino tinto. Cuando se fue, le pregunté a Ana si estaba bien, si se sentía cómoda y me dijo que estaba muy bien. Seguimos hablando un rato más de temas del trabajo hasta que la camarera volvió con el vino. Delante nuestro lo abrió, sirvió un poquito en mi copa y me la ofreció para que lo probara. Tras mi aprobación, se inclinó para tomar la copa de Ana y servirle. Mientras hacía eso, no pude no mirar su culo. Tenía puesto un traje compuesto por un  pantalón negro, camisa blanca y chaleco negro sin mangas. Así, para servir en la copa de Ana, flexionó un poco una pierna y se inclinó. En ese momento pude ver que por detrás se veía claramente que tenía puesta una tanga roja, tipo hilo dental que sobresalía por encima de su cinturón. Al retirarse, Ana me pregunto si vi lo mismo que ella y ante mi cara de duda, me dijo que la camarera le miró descaradamente las tetas y que ante esa situación abrió un poquito las piernas para que la vea. Dijo a modo de chiste que debía ser lesbiana. Le dije que no había podido ver eso y le confesé que había visto que llevaba puesta una tanga roja.

La cena transcurrió con normalidad y sin más situaciones. Al salir, Ana me propuso ir hasta el microcentro a caminar.

Sábado 0.20 hs:

Así, tomamos otro taxi y la situación volvió a repetirse, aunque el viaje era mucho más corto. Este taxista a diferencia del anterior, si bien no tenía espejitos especiales, tenía el espejo retrovisor acomodado de manera casi vertical, con lo que calculo que podría ver los autos que estaban atrás y la entrepierna de Ana. Como siempre, Ana se sentó casi en el centro con sus piernas descaradamente abiertas. Esta vez, pese a la oscuridad, puedo afirmar que el taxista le vio hasta los ovarios. No paraba de mirar por el espejo y en más de una oportunidad me daba la sensación de que no arrancaría ante la luz verde del semáforo. Esta vez Ana no habló con él, simplemente le ofrecía la perfecta visión de su vagina.

Cuando llegamos, le pagamos y tras dejarle unos pesos de propina, bajamos. Decidimos caminar por la peatonal. Luego entramos en una galería y vimos que había un lugar en donde hacían tatuajes normales y tatuajes de henna. Éstos son esos tatuajes que se borran tras unos días. Al ver eso, se me ocurrió que ella podía hacerse un tatuaje en una de las tetas. Por eso, se lo propuse y aceptó. Le dije que la esperaría afuera. Ella sabía que a mi me calentaba mucho que ese tipo de cosas las haga sola. Es decir, que ella frente a los demás quede como que es una terrible trola que le encanta que la vean. Por eso, me quedé fuera del local y ella entró.

Desde mi lugar, pude ver que había dos chicos de unos 25 años sentados en una mesa que hacía las veces de escritorio. Uno de ellos se paró y luego de una corta charla, pasaron a una especie de cuarto que yo ya no podía ver. Esperé unos 20 minutos y Ana salió. Le pregunté si todo estaba bien y me dijo que sí. Que luego me contaría los detalles que quiera. Que el chico seguro se había quedado re caliente. Le pregunté qué dibujo se hizo y me dijo que se había hecho una frase escrita con letra imprenta. Que la frase estaba dentro de un rectángulo simulando ser un sello. Que esa frase era tan hot que el tatuador le preguntó si era en serio.

Sábado 01.00 hs:

Salimos de la galería y seguimos caminando hasta que vimos un bar en donde se veía que estaba oscuro con luces de colores con movimiento, a modo de boliche, música fuerte, humo y que había pooles y billares. Le dije que tenía ganas de jugar al billar, y le pregunté si quería entrar. Me dijo que si, por lo que entramos y en la barra pedí una mesa de billar. Ella juega medio mal aunque sabe hacer algunas jugadas de carambolas simples. Yo en cambio juego a las tres bandas. Es decir, la bola que yo tiro, antes de tocar la tercera bola, debe tocar al menos tres bandas de la mesa. Así, nos pedimos dos cervezas bien frías y nos pusimos a jugar. Luego de unos minutos Ana señaló que en una mesa de la parte lateral del bar, había dos chicos que no paraban de mirarla. Obviamente que ella, ante eso, no paraba de inclinarse mostrando su espectacular culo. Ellos a esa altura seguramente ya habían visto que no llevaba corpiño. Jugamos un buen rato. Cuando le tocaba a ella, yo me sentaba para ver qué era lo que podían ver esos jóvenes y realmente se veía todo. No sé si es porque yo estaba más cerca y que sabía qué mirar, pero ella se inclinaba todo el tiempo y los cachetes de su culo, prácticamente estaba siempre afuera. Además, en dos oportunidades, cuando ella se paraba luego de tirar, pude verle parte de la vagina ya que la pollera se le subía y ella no hacía mucho para bajársela. A esa altura yo tenía mi miembro totalmente erecto. Ana era el centro de miradas y jugaba a la “diva”.

Sábado 2.20 hs.:

Al finalizar la hora de juego, decidimos ir a un boliche gay que nos gustaba y que hacía un tipo largo que no íbamos. En realidad, lo que nos gustaba de ese lugar es que había un lugar en los reservados, llamado “el tunel”. Era un pasillo totalmente oscuro que cruzaba el boliche de punta a punta en el primer piso. Allí estaba lleno de gente teniendo sexo todo el tiempo. No eran solo gays, sino que también concurrían “paquis” que eran las personas o parejas heterosexuales. La idea la tuvo ella y me dijo al oído que le gustaría que tengamos relaciones sexuales en ese lugar.

Ni bien llegamos, eran ya las tres menos cuarto de la mañana. Estamos muy calientes así que fuimos al tunel casi directamente. En el boliche sonaba “vogue” de Madonna. Lo que nos gusta es que allí pasa de todo y cuando digo de todo, es de todo. Obviamente no dejaríamos que nadie la penetre pero si era como siempre, seguro se comería más de una mano intrépida.

Entramos en el tunel y como siempre, no se veía nada. Estaba prohibido iluminar con cualquier cosa, salvo que exista una emergencia. Así que entramos. El pasillo tendría unos dos metros de ancho. Caminamos lentamente de la mano unos 20 metros. Lo raro, y caliente, de ese lugar es que mientras avanzas, vas pisando, tocando y tropezando con cualquiera. Cuando llegamos a un punto de la pared en donde se palpaba que no había nadie, me apoyé contra la pared, traje a Ana hacia mi y comencé a besarla. Me dijo en voz baja que durante la caminata le habían tocado el culo y que incluso una mano le palpó la vagina. Seguimos besándonos y manoseándonos parados hasta que en un momento sentí como que el peso de ella me aplastaba. Ahí me di cuenta que un pibe la estaba apoyando desde atrás y que con sus manos le estaba tocando las tetas. Ella siguió besándome, jugando con su lengua dentro de mi boca. Tras unos segundos así, hice un movimiento como para echar al pibe, a lo que Ana me frenó. Me dijo al oído que por ahora lo dejara y siguió jugando con su lengua. Se notaba que el pibe hacía movimientos de vaivén que repercutían en mi, contra la pared. Era obvio que ella sentiría los dos miembros bien duros.

Seguimos así unos minutos más. De pronto pude sentir la cara del chico que comenzaba a besar el cuello de Ana. Se notaba que estaba muy bien afeitado y que tenía la piel muy suave. En ese momento, de manera sorpresiva, Ana se dio vuelta y yo quedé a su espalda. Sin embargo, al darse la vuelta, como quien no quiere la cosa, ella se subió la pollera. Pude sentir como a esa altura el pibe intentaba besar a Ana en la boca y como ella se la negaba, él bajó su boca a sus tetas. El pibe le abrió la camisa y se sentía que la chupaba. Ana me pidió autorización para dejar que el pibe la besara en la boca y que más que eso no haría. Me dijo que estaba muy caliente y que se notaba que era un pibe que le gustaba ya que no olía mal y respetaba los límites que le ponía. Le dije que sí, y tras ello, con sus manos bajó la bragueta de mi pantalón, tomó mi miembro con sus manos y se lo metió, pese a estar de espaldas, en su vagina. Al mismo tiempo, inclinó su cabeza permitiendo encontrar la boca del pibe. Jugamos así un buen rato.Yo no aguantaba más y quería terminar. La leche se me salía en cualquier momento, así que frené un poco los movimientos. De pronto sentí que unos dedos acariciaban parte de la vagina de Ana y por ende me rozaban los huevos. Eran los dedos del pibe. Ana mientras tanto se lo estaba comiendo a besos. Podía sentir los ruidos que salían desde sus bocas. De pronto, escuché que el pibe emitió unos gemidos y luego se quedó inmóbil. Es que Ana, al mismo tiempo que era penetrada por mi, y que besaba al pibe, lo masturbaba con sus manos. También había bajado la bragueta de su pantalón y con sus manos hizo que el pible acabara. De pronto Ana llevó un dedo a mi boca. El dedo estaba mojado y tenía un gusto muy salado y agrio. Era la leche del pibe. De inmediato pude sentir que ella se estaba chupando el resto de los dedos. Ahí mismo no aguanté más y eyaculé sobre el culo de Ana, sacando mi miembro de su vagina en el instante previo.

Ana le dio un beso más al pibe y le agradeció. Él le preguntó cómo nos llamábamos y si queríamos anotar su facebook o su celular. Ana le volvió a agradecer y le dijo que no ya que no era algo que podríamos volver a hacer.  Tras ello, Ana me tomó de la mano y me dijo que nos fuéramos a casa ya que estaba cansada.

Sábado 4.30 horas:

Salimos del boliche, tomamos otro taxi y la escena volvió a repetirse. Sin embargo al mirar yo su vagina, vi algo que no eran vellos pubicos. Así, con mi mano le levante un poco la pollera y pude leer una frase, dentro de un rectángulo que decía: “Por atrás me gusta más”. Ahi descubri que no se había tatuado una teta sino su vagina y comprendí por qué el tatuador no podía creer lo que Ana quería tatuarse.

Bueno, como siempre, agradeceré sus comentarios en [email protected] y si les gusta lo que hago, les agradeceria que me califiquen, que lean mis otros relatos, que me marquen como autor favorito, etc...