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El regalo de las primas gemelas

en Amor filial

Las vacaciones de navidad es la época del año favorita de Manuel. No sólo por los regalos, también porque la familia suele juntarse en casa de sus tíos a celebrar las fechas. Desde que sus padres se divorciaron, su madre y él aprovechan cualquier paréntesis vacacional para ir al pueblo a pasar unos días con sus tíos y sus primos. Manuel tiene 3 primos mayores que él: Óscar, que siempre se muestra muy amable, y las gemelas, Rocío y Olga, que adoran a Manuel. Éste a su vez ama a sus primos, se encuentra genial en su compañía, y siempre se lo pasa muy bien jugando con Óscar o dejándose mimar por las gemelas.

 

La casa de los tíos no es muy grande, así que han de planificar el reparto de camas. Las chicas comparten una habitación con dos camas separadas por una mesita de noche (como Epi y Blas), y Óscar tiene su propio cuarto. Las hermanas compartirán la cama de Óscar, trasladándose él al cómodo sofá del salón. Los invitados dormirán en el cuarto de las gemelas.

 

La escuela ha ido bien, así que espera que le hagan muchos regalos. La perspectiva de dos semanas de vacaciones en el pueblo es demasiado emocionante como para que Manuel no esté ilusionado, y las expectativas se cumplen: risas, bromas, villancicos y toda clase de demostraciones de alegría inundan la casa. El 24 de diciembre aquello es un hervidero. Todo el mundo colabora en lo que puede para preparar la cena. Manuel hace unos recados y enseguida se va con los amigos del pueblo a jugar al baloncesto.

 

Ya por la noche, la enorme mesa de la cocina da cabida a toda la familia sin problemas. Todos comen y beben junto a la chimenea, parloteando y riendo sin parar. Manuel se sienta entre Óscar y Rocío. Todo el mundo dice que las primas se parecen como dos gotas de agua, pero él sabe distinguirlas. Rocío tiene el rostro ligeramente más ovalado, y una cicatriz en la muñeca. Viste pantalones vaqueros y jersey ceñido al cuerpo. Junto a ella, Julia lleva una indumentaria similar pero en otros colores. Él no es tonto y sabe que sus primas son dos bellezas. Consideradas por separado, sus curvas podrían salpimentar las evocaciones de cualquier hombre durante la masturbación; consideradas en conjunto, podrían protagonizar la fantasía más morbosa del más pintado. De hecho, desde que descubrió el noble arte de la autosatisfacción, el propio Manuel debe muchas de sus más gloriosas pajas a sus primas. Él cree que ellas aún lo consideran “el pequeño de la casa”, y por eso siguen jugueteando con él a hacerse cosquillas, momentos en los que ha sido toqueteado en zonas casi erógenas, y en los que él ha rozado, casi a posta, una nalga o un pecho cercano a la axila.

 

A lo largo de la cena, Rocío se levanta un par de veces restregando la cadera por el hombro de Manuel. Él no evita el roce. Los jeans se pliegan por las ingles de Rocío, formando una sugerente “v” a la altura de su coño. De siempre ha sentido una gran fascinación por esa parte de la anatomía femenina, más que por los pechos, las piernas o el trasero. Por eso no le gustan las faldas y adora los leggins y los jeans. De hecho, Manuel considera el momento más erótico de su vida un día del verano pasado en la playa. Fueron todos en plan dominguero, cargados de bártulos y tuppers, y pasaron el día en familia en una cala poco concurrida. El caso es que Olga estrenaba bikini blanco, y resultó que la tela se transparentaba al mojarse, pudiendo todos contemplar su precioso triangulito y sus pezones. Ella intentó ocultarlo a la vista de los demás, tumbándose rápidamente cuando salía del agua o esperando que se secase de espaldas a ellos, pero él se las ingenió para disfrutar de esa visión en repetidas ocasiones. El juego de conquistar la colchoneta, plagado de roces y toqueteos, también contribuyó a que Manuel mantuviera al menos una semi erección constante todo el día. De hecho, cuando todos dormitaban a la sombra a la hora de la siesta, aprovechó para entrar al agua, bajarse el bañador hasta las rodillas y cascársela a la salud de su prima. Aquella noche se masturbó dos veces más recordando el chocho de Olga y los toqueteos propinados y recibidos durante los juegos acuáticos.

 

Ahora el coño que tiene más cerca es el de Rocío, y trata de imaginar cómo será, si lo tendrá depilado o no, o si será estrecho y apretado, como parece corresponder al resto de su anatomía, delgada y fibrosa. Tras los postres y los dulces brindan con cava. Todos se besan y se felicitan la navidad. Manuel aprovecha para coger a sus primas por el talle, muy cerca del culo y Olga, tras propinarle dos sonoros besos muy cerca de la comisura de los labios y rozando un pétreo seno contra su pecho, le susurra al oído “ya estas hecho un hombrecito Manolo”. Él apenas atina a sonreír y un relámpago le atraviesa el pene. Esa noche se masturbará en silencio, con su madre en la cama de al lado.

 

Pronto, los tres primos empiezan a arreglarse para salir de fiesta. Manuel consigue que le dejen salir con los amigos una hora, a tirar petardos por el pueblo, y cuando vuelve, los mayores siguen en la cocina bebiendo licores, con la cara ya algo desencajada por el alcohol. A eso de las 2 de la madrugada, su madre decide que es hora de acostarse, y así lo hacen. Tras lavarse los dientes, oculta un buen trozo de papel higiénico para limpiarse el semen cuando eyacule más tarde en la cama. Su madre se cambia ante él, así que puede verla en ropa interior. Mamá es algo mayor, piensa, pero tuvo que ser muy bonita. Se meten cada uno en su correspondiente cama, y apagan la luz. Producto del alcohol consumido, mamá se duerme en un minuto; su respiración pesada le da alas para masturbarse despreocupadamente. Recuerda los besos y los susurros de Olga, y nota la polla crecer entre sus dedos. Recuerda el coño de Rocío marcado en los jeans, y el felpudito de Olga en la playa. Nunca se imagina a sí mismo follando cuando se masturba, y esta vez es igual: le sobra con evocar aquellos cuerpos perfectos y cercanos; la intimidad y confianza que les otorga el ser parientes lo hace todo mucho más morboso. Entre las imágenes que bullen en su mente mientras se acaricia, se cuela la reciente de su madre en bragas. Es la primera vez que piensa en su madre mientras se la pela, lo que le sorprende, pero no le repugna, ni mucho menos. Todo lo contrario, la imagen del culo de mamá dentro de las bragas va ganando protagonismo mientras siente el orgasmo acercarse. Se imagina a su madre de pie en ropa interior, agachándose sin doblar las rodillas hasta sujetarse los tobillos, y se derrama abundantemente sobre el papel colocado convenientemente sobre su vientre. Aplacada la excitación, piensa que quizá sea un tío raro por excitarse con la imagen de su madre, pero al fin y al cabo, nadie lo sabe, ni nadie lo sabrá nunca. Tras limpiarse bien cierra los ojos y entra en un profundo sueño.

 

Oscuridad. El contorno de la lámpara. Hay algo de luz. Se oyen cuchicheos. En la cama de al lado, su madre es un bulto oscuro. Sin pensar, aún medio dormido, se gira y, poniéndose boca arriba, se incorpora sobre sus codos. La puerta de la habitación está medio abierta, y deja pasar un brillante haz amarillo de luz de la lámpara del pasillo que se esparce sobre su cama. A los pies de ésta, sus dos primas lo miran fijamente, como sorprendidas “in fraganti”. La puerta del armario está abierta y obviamente buscan sus pijamas, pues Rocío no lleva puesto el jersey. Un bonito sujetador de colores contiene su perfecto busto. Olga se acerca y cuchichea algo a su hermana al oído. Rocío afirma mientras ambas ahogan una risita que delata su estado de ebriedad. Se acercan, cada una por un lado de la cama, y a Manuel se le acelera el corazón. En el trayecto, Olga también se saca el jersey y se arrodillan. Apartan las mantas. Las dos a la vez le bajan el pantalón del pijama; recién despertado de un sueño profundo, su pene aún está muy pequeño y se oculta casi por completo dentro de sí. Mientras una comienza a acariciarle suavemente el pene (que ya reacciona palpitando y creciendo a una velocidad increíble), la otra se quita el sujetador. A la tenue luz del pasillo, los pechos de su prima le parecen sencillamente perfectos. Ésta le coge una mano y le anima a acariciarlos. Los movimientos y caricias no son armoniosos y estéticos como en las películas porno o en los relatos eróticos; al fin y al cabo sólo son tres chavales con poca o ninguna experiencia pero con un apetito sexual desbordante. Él amasa los pechos de Olga, mientras Rocío le acaricia el miembro con la yema de los dedos. Manuel aún está en shock, y duda de que no sea un sueño. De repente recuerda que su madre duerme en la cama de al lado; trata de escudriñar el bulto de la otra cama, pero es incapaz de averiguar si su madre está de espaldas o no. Supone que duerme porque de lo contrario habría intervenido cortando la escenita… o no?

 

Las dos hermanas le acarician la polla, lo que le proporciona un placer como nunca imaginó. Olga se acerca a él y le mete la lengua en la boca. Sabe a alcohol y tabaco pero no le importa en absoluto. No han pasado ni 30 segundos desde que le bajaron los pantalones cuando siente la llegada irresistible de un poderoso orgasmo. Un chorro de semen sale escupido casi medio metro hacia arriba en perfecta línea recta y aterriza sobre las manos de ellas. Manuel no mueve ni un músculo mientras sigue corriéndose para no despertar a mamá, lo que aumenta la sensación placentera. Las gemelas vuelven a reprimir una risita y siguen acariciándole, esparciendo el semen de Manuel por muslos, testículos, pene y vientre. Aunque acaba de correrse, sigue igual de excitado que antes, y la solidez de su terso miembro está muy lejos de remitir. Olga otra vez, que parece la más salida pues lleva en todo momento la voz cantante, advierte esta situación y se abalanza sobre el hierro enhiesto y enrojecido que se eleva orgulloso y casi desafiante. Lo engulle por completo y succionando con fuerza inicia una suave felación. Al poco toma aire y le ofrece el surtidor a su hermana, quien también se la jala entera y comienza a degustar el líquido preseminal que desprende el rabo de su primo. Se la maman alternativamente. Ambas hacen demasiado ruido para Manuel. Succionan y chuperretean sin pudor. Las dos se acercan a la vez y sin sujetarla con las manos, sacan sus generosas lenguas y le lamen los contornos del glande a la vez. Las lenguas llegan a tocarse e incluso las hermanas llegan a morrearse con el glande del muchacho de por medio. No han pasado ni 3 minutos desde el primer orgasmo cuando uno nuevo, contundente y prolongado, se esparce desde su pene sacudiendo todo su cuerpo. Las comisuras de sus labios se inundan con las nuevas descargas y la jugada termina con un lascivo morreo entre las hermanas que aprovechan para limpiarse. Las depravadas bocas de las gemelas continúan con las labores de limpieza en la polla de Manuel durante un rato. No deja de resultar alucinante ver aquellas dos lindas caras idénticas hacer cosas tan sucias. Antes de ponerse de pie, Olga se le acerca al oído y le susurra “feliz navidad primito”. Con las tetas al aire las chicas le lanzan un beso, cogen sus pijamas y salen del cuarto entre sonrisas; parecen dos ninfas diabólicas que acabaran de violar a un joven efebo. La luz del pasillo se apaga y la casa se sume en la oscuridad.

 

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Desde la oscuridad de su cama Sofía, la madre de Manuel, ha sido mudo testigo de la escena más excitante que haya presenciado en su vida. Ver lo que sus dos sobrinas le han hecho a su hijo la ha encendido más que ninguna otra cosa nunca. Afortunadamente estaban tan absortos en sus asuntos que no han oído el gemidito que se le ha escapado el insertarse sigilosamente dos dedos en su chorreante vagina. Ha sentido un morbo inusitado al ver el semen de su hijo volar por los aires y se ha sentido muy sucia, pero no le ha importado; al fin y al cabo nadie lo sabe ni lo sabrá nunca. Ahora sigue tratando de sofocar el incendio de sus entrañas masturbándose en silencio, mientras que por la puerta abierta de la habitación le llegan las risitas de Olga y Rocío, quienes sin duda están aprovechando que esta noche comparten cama para satisfacer sus pecaminosas necesidades.