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Documento sin título (Primera parte)

en Amor filial

Mi trabajo de informático me permite conocer muchos secretos de gente que me confía sus PC para formatearlos o arreglarlos. No imaginan lo fácil que es rastrear imágenes y vídeos que ellos creen haber borrado. El diario que están a punto de leer lo encontré “oculto” en el portátil de una persona que tuvo su momento de cierta fama en España, por eso he cambiado los nombres. El Word se llamaba “Documento sin nombre”, y estaba formado por cientos de páginas. El hecho de que estuviera en modo “no visible” me llevó a leerlo con paciencia hasta que encontré los pasajes interesantes. Creo que he dejado lo suficiente para que el relato se pueda seguir con sentido. No hay grandes descripciones de  personajes ni escenas porque no son personajes, son personas: el documento es totalmente real. Espero que les guste.

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1 de abril.

Me resulta fascinante el cambio que he experimentado con unos pocos meses de gimnasio y dieta. Soy una persona totalmente nueva. Me siento muy seguro de mí mismo, más alegre e ingenioso. Estoy a punto de terminar la novela y mi trabajo en la redacción es emocionante por fin. Celia, una compañera de reprografía ya me ha lanzado varios comentarios sobre mi cambio de look (ya he perdido 8 kilos). Creo que quiere ligar conmigo, lo que me ha llevado a pensar que sin duda, mi mujer andará todo el día quitándose moscones de encima, porque está preciosa con sus trajes entallados de ejecutiva, su pelo recogido y sus gafas estilo azafata del “1, 2, 3”. Debe ser la fantasía erótica de todos sus compañeros de la oficina.

Nuestra vida sexual es ahora fantástica. Follamos casi todos los días, y no sólo en la cama, como antes. Hoy por ejemplo, hemos comido solos en casa y después, en lugar de tomarnos un café, hemos follado en la cocina como dos adolescentes en celo. De rodillas, mirándome por encima de sus gafas, Cristina me ha hecho una mamada tremenda, bien lubricada con su cálida saliva. Su lengua ha jugado con mi glande antes de introducírselo hasta la mismísima garganta. Después le he dado la vuelta, le he subido la falda y tras apartar sus bragas de lencería se la he clavado por detrás. La visión de sus labios vaginales entre sus muslos me ha encendido, así que la he empotrado contra la mesa entre gemidos hasta que me he corrido en sus acogedoras entrañas. Esta noche los niños han cenado en la misma mesa, y nosotros hemos sonreído cómplices.

3 de mayo.

He terminado la novela. Mañana se la mandaré al editor. Ojalá la publiquen.

27 de mayo.

El plan de estas vacaciones está completamente cerrado. Finalmente alquilaré una caravana para cuatro personas con aseo, cocina y aire acondicionado; estaremos de viaje 35 días, desde el 28 de junio al 2 de agosto. Visitaremos las ciudades de Toulouse, Carcasona, Montpellier, Marsella y Niza.

Mención aparte merece la inesperada proposición de Cristina: quiere que pasemos unos días en un camping nudista. Ha soltado la bomba mientras desayunábamos los cuatro tranquilamente (es sábado) y tanto los niños como yo nos hemos quedado pasmados. Por supuesto, Pedro y Lucía se han opuesto. A mí me ha parecido una divertida extravagancia por su parte, pues no tenía muy claro que lo dijera en serio. Cuando éramos jóvenes, fuimos un par de veces a una playa nudista, pero la verdad es que no imaginaba que Cristina sugiriese pasar unos días “familiares” en pelotas.

Hemos hablado del tema a solas por la tarde, y para mi sorpresa, lo decía en serio. Me ha soltado un discurso bastante convincente sobre nuestros nocivos hábitos urbanícolas y tecnodependientes. Según ella, estamos educando a nuestros hijos en un ambiente demasiado urbano, con mucho cemento y poco verde. Los niños no suelen visitar el campo ni la playa, posiblemente no hayan visto una gallina viva en su vida, y por lo visto, pasar unos días en contacto con la naturaleza de una manera ecológica y naturista puede ser una gran enseñanza para ellos. He replicado que todo eso está muy bien, pero que se puede hacer sin ir todo el día en pelotas; ella ha argumentado que reencontrarnos con nuestra parte más animal puede ser una experiencia nueva y enriquecedora. Lo cierto es que ni Cristina ni yo somos especialmente pudorosos; no es que nos vayamos exhibiendo, pero no tenemos reparos en que los niños nos vean desnudos. No echamos cerrojo mientras nos duchamos, y no es raro vernos en paños menores de la habitación al baño. Para ellos la cosa es distinta y creo que van a ofrecer dura resistencia a la excéntrica idea de mamá. No obstante, según ella, suele haber bastante libertad en estos campings para llevar alguna prenda y pueden cubrir sus genitales si quieren; pero está convencida de que si predicamos con el ejemplo y nos despelotamos, los chicos acabarán haciéndolo.

14 de junio.

La mala noticia es que mi editor dice que les gusta la novela, pero la falta de presupuesto hace que no puedan costear ni una tirada mínima. Me dice que si quiero hacer una apuesta por mi talento y convertirme en mi propio mecenas podrían sacar una tirada de 5 mil ejemplares para pequeñas librerías de la ciudad. El caso es que si no fuera por las vacaciones en auto-caravana tendría el dinero. Espero que las vacaciones valgan la pena, porque si no, me voy a acordar durante muchos años de la oportunidad perdida de triunfar en el mundo editorial (…).

La buena noticia es que los preparativos del viaje ya han empezado y todos estamos ilusionados. Cristina ha seguido sacando el tema del nudismo cada vez que ha podido, intentando convencer a los chicos de que es una buena idea. Pedro sigue sin tenerlo claro (aunque a mí ya me ve desnudo en las duchas de la piscina, sólo tendría que superar el pudor con la parte femenina de la familia), y Lucía se cierra rotundamente en banda. No está dispuesta a pasar por ahí. El hecho de poder ir en top-less sin enseñar su vulva la ha tranquilizado un poco, pero sigue sin estar de acuerdo. Yo por mi parte, y siendo previsor ya he rasurado mis partes y pienso volver a hacerlo.

26 de junio.

(…) Todo el mundo está emocionado. La alegría y la energía positiva se respira en casa. Estamos deseando salir de la ciudad en nuestra caravana e iniciar nuestra pequeña aventura familiar. Hemos ido a ver el vehículo que se convertirá en nuestra casa rodante durante más de un mes. Tiene todas las comodidades (incluso un pequeño compartimento con lavadora y maletero para bicis) pero hay que ser conscientes de que la intimidad brillará por su ausencia. Cristina y yo dormiremos en la parte de encima de la cabina del conductor, mientras que los niños tienen unas literas en la parte trasera. En el centro se concentran la cocina, el lavabo y la “sala de estar”. La única manera de tener algo de intimidad es meterse en el baño o subirse a nuestra cama y echar la cortina.

4 de julio.

La estancia en Toulouse ha sido maravillosa. Hemos paseado por la ciudad, sacado fotos preciosas y cenado en restaurantes magníficos. La caravana es pequeña acostumbrados a nuestro piso, pero la convivencia de momento es agradable. Ni siquiera los hermanos discuten entre sí.

La falta de privacidad hace que no hayamos podido tener sexo, y creo que voy a pasar un mes entero sin follar, porque todos compartimos el mismo espacio y evidentemente, todo se oye. Me temo que cada vez tendré menos tiempo para dedicarle a este humilde diario (…).

Nadie habla del camping nudista desde que salimos. Creo que Lucía piensa que nos rajaremos en el último momento, pero me temo que Cristina tiene la firme determinación de darle esta experiencia a los niños. La reserva ya está hecha para los últimos 11 días del viaje.

7 de julio.

No podíamos imaginarnos lo bonita que es Carcasona. En los callejones de su ciudad medieval uno se siente transportado al siglo XIII, y en los alrededores hay campos y viñedos bañados por el sol. He paseado entre murallas y torreones orgulloso de mi familia. Mis chicas lucen especialmente atractivas con su atuendo de turista: shorts, deportivas, camisetas de tirantes y gorras para el sol. Pedro es un joven guapo y educado, con sincera sonrisa contagiosa y cuerpo fibroso. Los tres son llamativos por el bello conjunto que forman. Tienen cuerpos esbeltos y rasgos indefinidos; podrían pasar por franceses o ingleses o alemanes. Lucía se ha autoproclamado la fotógrafa oficial de la expedición y está haciendo un buen trabajo.

Excursión en bicicleta al pueblo cercano. Buen vino, quesos fuertes, pan campesino y uvas dulces a la sombra de un frondoso árbol en el camino rural. Baño en un río de aguas transparentes y frescas. Esta noche compraremos unas pizzas para llevar y cenaremos en el porche improvisado en la puerta de nuestra caravana. La verdad es que el aire limpio y el suave sol de la campiña francesa nos está sentando muy bien a todos. Nuestros hombros y mejillas están adquiriendo un color muy saludable: tengo la familia más bonita del mundo.

8 de julio.

¡Revelación! Anoche sucedió algo increíble que merece ser contado con más detalle de lo habitual. Cenamos las pizzas entre risas, regadas con buen vino de la zona de aromas afrutados. Permitimos a los chicos beber, y después de cenar, saqué mi vieja guitarra y estuvimos coreando canciones entre risas. Pedro se retiró pronto a dormir, algo atontado por el alcohol y Lucía se enfrascó en su móvil, así que Cristina y yo cogimos una botella casi entera y nos fuimos a pasear. Charlando y riendo llegamos a un bosquecillo cercano, en cuyo linde nos sentamos bajo el cielo estrellado a terminarnos la botella. La noche era fantástica y a la luz de la luna, se adivinaba a lo lejos el perfil de la ciudad, con sus torres medievales. Ambos estábamos bastante borrachos y calientes. Tras morrearnos un rato Cristina se detuvo, apoyó en mi pecho la cabeza y, con su mano aun acariciando mi miembro sobre el pantalón, habló:

-Tenemos unos hijos maravillosos- arrastraba un poco las consonantes, síntoma de que había bebido de más.

-Sin duda. Los quiero más que a nada.

-Me encanta que se lleven tan bien, es bueno que se tengan el uno al otro. ¿Nunca quisiste tener un hermano? - preguntó.

-La verdad es que no. No lo piensas mucho y como no conoces otra manera de vivir, no lo echas de menos- con el rabo tieso no me apetecía teorizar mucho sobre el tema. ¿A qué venía este parón?

-Yo siempre me he llevado muy bien con mi hermano -proclamó. Mi cuñado Martín es un buen tipo. Agradable y atento con los niños.

-Bueno, eso es fácil, tu hermano es muy simpático- continué impacientándome. No me apetecía romper el mágico momento hablando de mi cuñado.

-Siempre nos hemos cuidado mucho entre nosotros- hizo una breve pausa dramática y me miró a los ojos-. Mucho.

-Claro, es normal…

-Cuando éramos jóvenes… nos queríamos más que otros hermanos.

-Bueno, no sé, supongo que como todos los hermanos.

-No, como todos no- dijo quedamente.

-Bueno, sí, quizá estabais muy unidos- hubo un silencio.

-No me estas entendiendo Pedro- sentenció, y volvió a mirarme-. Cuando íbamos al instituto… mi hermano y yo… nos enrollábamos.

Tuve que contenerme para no abrir los ojos como platos. No quería que se sintiese juzgada pero el calibre de la revelación que acababa de hacerme era tremendo.

-¿Qué dices? Estas borracha…- dije, dándole un tono despreocupado a mis palabras.

-Estoy borracha, por eso te lo cuento, pero es verdad; en la época del instituto nos enrollamos un montón de veces.

-Bueno…- medía mis palabras pues andaba sobre suelo resbaladizo. Parecía que quería hablar sobre el tema, y a mí me invadió una súbita curiosidad así que pregunté-. ¿Y cómo empezó todo?

-De muy pequeños- respondió después de perder la mirada en el infinito durante unos segundos.- Compartíamos habitación y por las noches, mientras mis padres pensaban que dormíamos, le cogimos el gustillo a jugar a los papas. Un verano, con el calor empezamos a hacerlo desnudos. De ahí a los besitos en los labios sólo hay un paso.

No podía dar crédito a lo que oía. A la mente me vino el recuerdo de fotos que había visto de mi mujer y mi cuñado de cuando eran pequeños. No podía creer que aquellos dos querubines de pelo y ojos claros vestidos a la moda setentera, encarnaran uno de los pecados más terribles de nuestra cultura.

-Bueno eso son juegos de niños. Todos hemos experimentado a esas edades- seguí con mi tono comprensivo, quitándole hierro al asunto para poder aceptar lo que estaba oyendo.

-Ya, tampoco era todos los días. Más bien eran rachas. Luego fuimos creciendo y la cosa se enfrió un poco, pero cuando los dos íbamos al instituto lo retomamos. No sé quién lo propuso, ni cómo surgió, pero ya teníamos el precedente de haberlo hecho de más pequeños. Simplemente nos gustaba mucho el sexo y no teníamos pareja, así que nos aliviábamos en casa. Al principio sólo nos masturbábamos uno frente al otro, mirándonos, pero pronto empezamos a hacérnoslo mutuamente; en algunas ocasiones… llegamos al sexo oral. Menos follar, hicimos de todo.

Era evidente que el vino le había desatado la lengua. Sin duda tener ese secreto guardado tantos años debe ser un peso enorme, sobre todo tratándose de un tabú tan grande como el sexo fraternal. La pobre había empezado a hablar y ya puestos, lo estaba soltando todo. Sentí cierta compasión por mi pequeña Cristina, portadora de tamaño secreto tantos años. Le besé la frente.

- ¿Y cómo lo recuerdas todo? ¿Te arrepientes?

- ¡Jamás! - exclamó mirándome muy seria-. Amo a mi hermano con todas mis fuerzas. Aquellas experiencias llevaron nuestra relación a una dimensión que el resto de hermanos ni imagina. Nuestro grado de complicidad es maravilloso gracias a lo que pasó. A veces incluso, me excita recordarlo. Cuando empezaron a llegar los novietes lo dejamos y ya nunca volvió a pasar. Nadie lo sabe; menos tú ahora.

Quedamos en silencio. La verdad es que así planteado, la cosa no parecía tan grave. Siempre he pensado que con el tema de los tabúes hay cierta mojigatería, pues tomamos como verdades absolutas, ideas que sólo son relativas. Reconozco que una vez pasada la sorpresa inicial, la noticia era de lo más morboso. Intoxicado por mi educación católica, no podía evitar cierto rechazo a la historia que me había contado, pero por otro lado era excitante pensar en dos adolescentes en celo que, llevados por sus bríos obscenos, eran capaces de sobrepasar los límites de la moral de esa manera. Mi querida Cristina era un muñeco en manos de sus impulsos sexuales, que la llevaban a hacer cosas que cualquier otra mujer censuraría. No sólo lo había hecho, sino que además era tan lasciva y caliente que le excitaba recordarlo. En cierto modo, me sentí un afortunado: me había casado con una mujer que sufría de calenturas tales que la llevaban a practicar el incesto sin remilgos. Su mano seguía apoyada en mi virilidad, y entre el poder afrodisíaco del vino y la historia que me acababa de contar, mis deseos lujuriosos llegaron a cotas nunca sentidas. La besé con pasión y ella respondió a mi beso ansiosamente. Me mordía la lengua y los labios; estaba puestísima. Se sentó sobre mí y movió sus caderas para restregar su vulva contra mi miembro. Podía sentir sus pezones en mi pecho mientras amasaba sus nalgas. El resto del mundo desapareció: sólo existíamos nosotros y nuestros gemidos en la noche. No tardamos en facilitar mi entrada en sus cálidas y lubricadas profundidades, donde me derretí por el efecto de sus ardientes flujos. Sentado en el suelo y abrazado por sus brazos y piernas, me desesperaba por clavársela hasta el fondo, por que no quedase ni un centímetro de mi pene fuera de ella. Cuando sus gemidos fueron convirtiéndose en grititos comprendí que se encontraba tan cerca del orgasmo como yo y me abandoné a mi pequeña muerte mientras derramaba borbotones de mi esencia acumulada durante días. Fue uno de los mejores polvos de mi vida. Terminamos la botella bajo las estrellas y volvimos a la caravana.

Esta mañana hemos vuelto a la solitaria poza del río cristalino donde nos bañamos ayer. Quiero registrar aquí, no sin cierto pudor (aunque nadie vaya a leer estas palabras), que viendo a los niños chapotear y jugar entre ellos, he recordado la historia de Cristina y su hermano. Lo confieso, he mirado a mis hijos con otros ojos.

Continuará