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Running

en Hetero: Infidelidad

Toni no podía quejarse.

 

Tenía un buen trabajo, que le requería más tiempo y le dejaba menos vida de lo que a él le hubiera gustado, pero bueno, le proporcionaba un sueldo que no estaba mal, dadas las circunstancias. Tenía un apartamento, que era pequeño y de alquiler elevado, pero bueno, al menos era bonito y lo tenía coquetamente amueblado. Tenía un coche, que no era especialmente bueno ni de grandes prestaciones, pero bueno, al menos le llevaba de un sitio a otro. Y tenía una guapa esposa, Paula, con la que llevaba ya un par de años casado, que lo cierto es que no le satisfacía para nada en la cama, pero bueno, era absolutamente encantadora en todo lo demás.

 

Además, sin ser particularmente bella de cara, era bastante mona y sobretodo, su principal afición -casi obsesión- era el fitness, así que tenía un cuerpazo por el que suspirar, aunque su talante recatado e inocente, que se extendía a la elección de su vestuario, hiciera que no se prodigara demasiado en exhibirlo, sino más bien al contrario.

 

Por su parte Toni no compartía esa faceta de su mujer. Apenas jugaba cada dos semanas alguna pachanga de fútbol con sus compañeros de oficina, y eso era todo. En su fuero interno -aunque jamás se lo hubiera dicho a su mujer- le resultaba completamente incomprensible cómo alguien se pasaría voluntariamente varias horas levantando pesos muertos hasta el fallo muscular, o corriendo decenas de kilómetros hasta la extenuación. Ésta última era la rutina preferida de Paula, e invertía gran parte de su tiempo en entrenamientos y carreras multitudinarias.

 

Para ello empezó, cuando Toni todavía salía con ella, con una actividad extraordinaria del gimnasio al que acudía habitualmente, sin embargo desde hacía un año, ya casados, aquello se le había quedado pequeño, y ahora acudía regularmente a un club específico de running -habían surgido como setas a la sombra de la moda- que ocupaba el lugar del antiguo gimnasio. Era una actividad más de nicho y apenas eran en total unos treinta o cuarenta inscritos para tres entrenadores, que pagaban entre todos el alquiler del local que les servía de sede social y lugar común, y vestuario y duchas para antes y después de las largas carreras y sesiones de entrenamiento.

 

Con frecuencia ella le sugería que él también se apuntase, pero lo cierto es que a Toni aquel ambiente y aquella actividad no le atraían en absoluto. Así que cortésmente se negaba, alejándose por tanto del nuevo círculo de amistades con las que Paula compartía entrenamientos, carreras, y de vez en cuando quedadas más sociales. Él sólo los veía cuando iba a llevar o a recoger a su mujer de alguna carrera o entrenamiento; ella solía poner afán en presentárselos, y él saludaba amable y sonriente. Eran chicos y chicas relativamente jóvenes, desde veinteañeros hasta algunos de cuarenta y pocos, y parecían majos y gente sana, pero Toni nunca quiso tratarlos más allá de esos encuentros casuales.

 

Ése sábado, Toni se despertó con la luz del sol. Adoraba poder hacerlo sin el fastidioso pitido del despertador. Miró a su izquierda: el espacio vacío en la cama evidenciaba que su mujer hacía rato que había madrugado para irse a alguno de sus entrenamientos.

Automáticamente se relajó y disfrutó de retozar agusto en la cama. Se llevó la mano al miembro, completamente duro en su erección matutina, bajo su calentito pijama. Ya iba a disfrutar de una placentera paja solo y relajado cuando de reojo vió el despertador. Mierda. Era más tarde de lo que pensaba, Paula ya debía de estar terminando. ¿Le tocaba recogerla? Creía que sí.

 

Enfurruñado, se levantó de su confortable postura y rezongando, comió algo en la cocina mientras se ponía rápidamente unos vaqueros y un polo, cogió las llaves del coche y salió.

 

No le gustaba nada la situación. Madrugar más de lo que le gustaba hacerlo en fin de semana, coger el coche, encontrar sitio para aparcar, lo que no era fácil... Pero bueno, lo que fuera por Paula.

 

Al fin llegó a la puerta del club. Cerrado. Los socios tenían llave, y ellos mismos gestionaban los accesos, cuando le tocaba entrenar a su grupo. Lo que significaba que seguramente aún no habían vuelto de correr… o ya se habrían ido. Soltó una maldición en voz alta a pesar de estar sólo en mitad de la acera. ¿Realmente le tocaba recogerla?

 

Cabreado, dio una vuelta por los alrededores a ver si los veía, a veces solían tomarse unas cervezas después en una terraza cercana. Tampoco estaban allí.

 

Ya iba a volver a su casa, maldiciendo su suerte, cuando a lo lejos vio a uno de ellos entrar en el local. Iba a llamarlo gritando, pero ni siquiera recordaba su nombre ¿Mario?¿Marco? No tuvo más remedio que correr hasta allí, con suerte le vería a través de la ventana, tipo escaparate, y podría hacerle señas y preguntarle por Paula.

 

Cuando llegó, el chaval ya había desaparecido en el interior del local. Probó la puerta. Menos mal, al menos la ha dejado abierta, pensó. Se metió dentro. Estaba desierto. Las luces estaban apagadas. No había nadie en la recepción ni la sala que usaban de sala de estar. Habría ido directamente al vestuario. Joder, ahora a entrar en un vestuario de tíos a ver si pillo a ése cambiándose, pensó Toni. Odiaba profundamente las situaciones sociales embarazosas. Suspiró y entró en el vestuario. No tenía puerta, tan sólo un tabique alicatado que impedía la visión directa desde fuera para dar privacidad a los que se cambiasen o duchasen dentro. Aún así, si desde el recibidor que conformaba el tabique se miraba al espejo del tocador donde se alineaban los tres lavabos, se veía perfectamente el interior de la estancia al completo, desde los bancos con los percheros hasta las taquillas e incluso la ducha común.

 

Toni se detuvo ahí. Pensaba qué hacer y decir, y estaba a punto de carraspear y proferir en voz alta “Perdona, soy el marido de Paula, ¿por casualidad no sabrás dónde ha ido?” cuando una voz femenina y risueña desde el interior le detuvo.

 

  • ¡Por fín! ¡Ya creíamos que no ibas a llegar!

 

Era Paula, ¿Qué hacía en el interior del vestuario de tíos?¿Se dirigía a él? No cuadraba. Aún estaba desconcertado cuando la respuesta disipó sus dudas:

 

  • No voy tan rápido como vosotros, cabrones ¿Habéis empezado sin mi?

  • Sólo con los preámbulos, Martín, ya sabes que la tuya es mi favorita -contestó riéndose la voz que definitivamente era de Paula-

  • Encima te vas a quejar, tío, te la hemos calentado y todo ¡Así se las ponían a Fernando VII!

 

Pero ¿Qué coño..? Eso era otra voz masculina. ¡Y hablando en plural!. Y Paula con ellos. ¿Qué diablos estaba pasando? A Toni le dió un vuelco el corazón, y vueltas la cabeza. ¿Que iba a hacer? A lo mejor no era lo que parecía… Ése pensamiento fue tan inocente que hasta en su cabeza sonó absurdo. No quería irse. Quería ver qué diantres pasaba allí.. Pero no tenía fuerzas para irrumpir. Bastante humillado se sentía como para compartir la situación en público. No, no podría soportarlo. Desde la penumbra de donde se encontraba, suspiró e hizo un esfuerzo titánico por obligarse a mirar furtivamente el bien iluminado interior del vestuario, a través del enorme espejo.

 

Lo que vió le provocó un nudo en el estómago. El tal Martín estaba entrando hasta la zona de bancos mientras se quitaba la camiseta sudada. Le esperaba Paula, sentada en el banco, sonriente y con una coleta, con sus zapatillas de running, unos minishorts y su sujetador deportivo, que agarraba en sendas manos las pollas de otros dos corredores amigos suyos. Uno ya sin camiseta, el otro completamente desnudo salvo por su calzado deportivo. Ambos de pie frente a ella.

 

  • Mmmm, veo que me habéis dejado lo mejor -dijo Martín dándole una palmadita en la espada a sus dos compañeros varones a modo de saludo-

 

Acto seguido cogió a Paula de la coleta, se sacó la polla, y se la metió a su mujer en la boca, que empezó a mamar mientras su compañero le llevaba el ritmo cogiéndola del pelo.

 

Esto no es posible, pensó Toni, ésa no es Paula. Llevo 6 años saliendo con ella y dos años de casados. Ella jamás haría algo así. Tuvo el impulso de entrar del todo y detener aquella locura, pero lo que vió le frenó: Paula pajeaba fuerte e intensamente a diestra y siniestra y emitía pequeños gemidos mientras chupaba la polla de Martín. Suspiraba al dejar de hacerlo momentáneamente para lamerle también los huevos, dar sendas chupadas a los rabos de sus manos izquierda y derecha, y volver a empezar. No la estaban obligando precisamente. Toni suspiró a punto de echarse a llorar. Por un momento se fijó en los chicos. El de la derecha lucía un cuerpo perfecto. Delgado y sin un ápice de grasa, tenía un torso que bien podría ser perfectamente la portada de una revista de fitness para hombres. El de la izquierda tenía una espalda ancha y musculosa, y unas nalgas que parecían cinceladas en madera. Su mujer se las agarraba cuando se lanzaba a chuparsela a él. El tercero en discordia no era distinto, y por si fuera poco -Toni suspiró de nuevo- las tres pollas eran, sin ser gigantes, jóvenes, bastante largas, bastante gruesas y absolutamente rectas y duras.

 

Visto lo visto, no tenía mucho sentido seguir allí. ¿Para qué torturarse más? Ya había visto todo lo que tenía que ver, y ya tenía bastante claro que no se sentía con ánimo alguno de interrumpir la fiesta. Ya decidiría si hablaba luego con Paula o qué… por su cabeza empezaron a desfilar posibilidades: Peleas, discusiones, divorcio, mudanzas...

 

Pero de nuevo las voces lo sacaron de sus ensoñaciones.

 

  • Bueno chicos… ya habéis disfrutado bastante del aperitivo.. Pasamos al plato principal.

 

Paula dejó momentáneamente los tres rabos, que los chicos mantuvieron duros pajeándose mientras la miraban, y coquetamente, con una actitud completamente desconocida para su marido, se situó frente a ellos, y se quitó los shorts dándose la vuelta. Un escueto tanga negro deportivo enmarcaba perfectamente su duro culito, fibrado, duro, redondito, bronceado y aún con una capita de brillantes gotitas de sudor de la reciente carrera.

 

No hizo falta más. Los tres maromos se le echaron encima como posesos, la rodearon y la magrearon por todos sitios. La cogieron de la nuca y la morrearon a placer, metiéndole la lengua hasta el fondo uno tras otro, por turnos. Mientras, los que quedaban libres seguían a lo suyo: Mientras Paula se besaba alternativamente con dos, el tercero se situó con su polla en ristre tras ella y apartó la tirita de su tanga. Le dió dos o tres fuertes lametones en su rajita, brillante de puro húmeda, y acto seguido se dispuso a penetrarla. De nuevo la angustia de Toni al ver lo que estaban a punto de hacerle a su esposa se vio sobrepasada por la voz de su chica:

 

  • ¡Oooohhh, si, joder, eso es lo que quería, Fer! ¡Méteme la polla, vamos, porfaaa! ¡¡Clávamelaa a pelo!!

 

Toni no salía de su estupor. Paula era una chica tímida -al menos con él- que incluso usaba eufemismos cuando hablaban -sólo lo imprescindible- de sexo, con expresiones como “hacerlo”, “tu cosa”, “mi cosita”... Sin embargo, ahí estaba, pidiendo a gritos a un tio que se la follase a pelo mientras chupaba dos pollas más. Eso sin contar que jamás la había oído dirigirse a él en el tono en el que hablaba a cualquiera de esos tres.

 

  • ¡¡Fóllame Fernando, vamos, ábreme el coño a pollazos!!

  • ¡Pues toma! ¡Oooohhh, joder, que guuusssto! ¡¡Toma polla zorraa!!

 

Mientras, Paula ponía cara de morir de gusto y lascivia con cada embestida de esa follada, entre los otros dos hicieron desaparecer rápidamente su sujetador deportivo. Sus preciosas y esbeltas tetas de tamaño medio quedaron al aire, erguidas y jóvenes, también brillantes bajo una pátina de sudor, que dos de sus amantes se apresuraron a saborear a lamidas junto con sus pezones. Paula puso los ojos en blanco de puro placer mientras la penetraban y tenía una boca chupando cada uno de sus pechos. Alargaba las manos para coger los cipotes y los pajeaba viciosa. Después no le importó que dejaran de comerle las tetas con tal de poder probar aquellas pollas, y empezó de nuevo a chuparlas alternativamente. Cada vez estaba más cachonda. Al placer del polvazo que le estaban echando se juntaba el morbo de la situación, y el estímulo visual de tener dos vientres masculinos perfectos cuajados de abdominales delante suya, desnudos hasta sus dos preciosas pollas enhiestas, fuertes y duras. Miró la de Daniel, y casi se corrió automáticamente: Gruesa y larga, firme como una barra de acero, rugosa de fibra y venas y con un glande carmesí brillante de líquido preseminal y su propia saliva. Presa del deseo, se abalanzó sobre ella. De desensartó de la polla de Fernando y se empaló en el pollón de Daniel empujándole hasta tumbarlo bocaarriba en el banco. Empezó a cabalgarlo furiosamente.

 

  • ¡Oooohhh! ¡¡¡Dios, siiii!!! ¡¡Me corro cabrones, si!! -dijo contorsionándose espasmódicamente sobre la polla de Daniel-

  • Joder, Paula, casi me tenías, estaba a punto, echaré de menos petarte, preciosa -dijo Fer pajeándose contrariado después de que Paula cambiase de verga-

  • No, no lo echarás -dijo ella girándose viciosa y tumbándose más sobre Daniel y alzando su perfecto culito en pompa. Llevo atrás sus manos, se cogió una nalga con cada una de ellas, y se las abrió sin contemplaciones, mostrando, un centímetro más arriba de la polla de Dani bombeando sin piedad su coño, un ojete cerradito y tierno- vamos, ¿no estabas a punto? -dijo, con mirada de puro vicio- mmm, pues pétame el culo.

 

Toni no aguantó más. Había pasado de la sorpresa al dolor, del dolor al estupor, pero aquello era inequívocamente, esencialmente sexual. Ahora no sólo sentía su miembro erecto, sino que estaba conscientemente, lúcidamente excitado ante esa escena. A tomar por culo. Se sacó la polla y empezó a pajeársela mirando la estampa: Su joven y casta esposa, irreconociblemente puta, estaba en plena orgía con tres adonis, cabalgando la polla de uno mientras pajeaba la de otro y pedía a gritos al tercero que la enculase, suplícándole como una perra en celo que sodomizase su precioso y pequeño culito.

 

  • ¡Joder, Paula pero qué guarra eres, joder! -dijo Fernando, sin hacerse de rogar, follando su culo- ¡¡oooohhh!! ¡¡Dios, pero qué estrecho!! ¡Que gustazo, mmmm! ¡Parece el de una jovencita, aahhh! ¿Es que tu marido no te da por el culo, tia?

  • ¡Sí que me da! -contestó ella al borde del éxtasis- ¡Pero no tiene tu pedazo de polla, cabrón!

 

Puta mentirosa, pensó Toni algo cabreado pajeandose. No me has dejado hacerte sexo anal nunca. Y eso que, efectivamente, no tengo esa tranca. Así que quién sabe si ése cabrón no te está desvirgando el culo delante mía. Dios, qué caliente estaba. No recordaba la última vez que había sentido un placer así. Se estaba pegando el pajazo de su vida.

 

Paula, mientras tanto, estaba en el séptimo cielo. Ponía los ojos en blanco de la sobrecarga sensorial de tener dos pollas dándole placer, una por cada una de sus cavidades inferiores, mientras alguien, cogiéndola de la coleta, le follaba la boca sin compasión.

 

  • ¡Ooohhh, joder, Paula, como sigas así me corro, tía! -gritó Fernando-

  • ¡¡Joder, y yo!! -se le unió Daniel-

  • ¿Y qué pensáis hacer?¡¿Parar?!¡¡Vamos, folladme cabrones!! ¡¡Jodedme duro hasta que os corráis!!

 

Toni estaba tan al borde, y quien sabe si disfrutándolo tanto, como aquellos tres hijos de puta. Le daba igual todo, luego ya pensaría, pero de momento necesitaba correrse viendo aquel espectáculo: Fernando por el coño y Daniel por el culo, empezaron a arreciar la velocidad y fuerza de las embestidas. Paula estaba completamente histérica, había perdido la cuenta de cuantos orgasmos había podido tener ya; algunos de ellos eran simultáneos y la mayoría, brutalmente más intensos y largos que cualquiera en su vida.

 

Por fín llegó, ambos relajaron un poco la velocidad de sus embestidas, doblaron la potencia de las mismas y empezaron a gritar gimiendo en sendas eyaculaciones. Ahora fue Fernando el que la agarró fuerte de la coleta tirando salvajemente de su pelo hacia atrás, mientras le metía todo su semen tan adentro del culo que Paula pensó que acabaría vomitándolo por la boca.

 

  • ¡Toma corrida nenaaaaaaaaaaHH!¡Me corro entero en tu culo, guarraaa!

  • ¡¡!Oooohh, joder y yooo! ¡¡Me corro, Paula, toma leche, tia!! ¡Me vengo en tu coñooo! ¡¡Me corro tooodoooo!!

  • ¡¡Siiii!!! ¡Rellenadme entera de semen como si quisierais dejarme embarazada!¡¡Preñadme cabronazos!! ¡¡¡¡Aaahhhhoohh, siiii!!!!

 

Cuando sacaron, rendidos, sus pollas aún erectas de los orificios de su mujer, ésta cayó sobre el banco desmadejada, abierta y con sus agujeros dilatados y manando semen abundantemente. Aún así no había terminado, y de ésa guisa siguió voluntariosamente con la polla de Martín pajeándola y lamiéndola aún con ansias. Tras mamarla un poco, Martín estaba también apunto para terminar:

 

  • ¡¡Ooohhh!! ¡Yo también me corro putaaa! ¡¡Sácate la polla de la boca, guarra!!¡¡Quiero correrme en tu cara!! ¡¡¡vamos, ordéñame en tu preciosa carita, Paula, quiero llenártela de lefaa!!!

 

Ya está, pensó Toni. No voy a aguantar más. Como ése bastardo se corra en la guapa cara de mi mujer, me corro…. Encima, de repente se fijó en una cosa. Paula se sacó aquella tranca de la boca y empezó a masturbarla, viciosa y obediente, apuntándose con el cipote a la boca abierta y la lengua sacada. En su mano lucía sus dos anillos, la alianza de casada y el anillo de pedida. Seguramente la sensación fría y metálica de ambos le estaban dando hasta más placer a aquel cabronazo.

 

  • ¡¡Me corro puta!! ¡¡¡¡Me corro en tu puta cara furcia, tomaaaa!!!!

  • ¡Ooohh, si, échamelo todo en la cara! ¡Báñame en tu leche Martin!¡Correte en mi carita de puta cieloo!

 

Martín se corrió como un toro en la carita de Paula, que aguantó con expresión lasciva, boca abierta y lengua fuera seis o siete lechazos de semen espeso, blanco, caliente y grumoso por toda su cara, desde el pelo hasta los ojos, las mejillas, la nariz y su propia boca. Conforme lo veía, Toni hizo lo propio y eyaculó con fuerza contra la pared alicatada que tenía enfrente. Tuvo que taparse la boca con la mano libre para no gritar gimiendo. El punto álgido de su inconmensurable orgasmo lo marcó la imagen de su mujer relamiendo y tragando cada chorretón de semen al que llegaba con su lengua, y a los que no, los recogía ávidamente con sus deditos para llevárselos a los labios, relamiendo lefa de sus anillos de casada.

 

Tras respirar una o dos veces fuerte para recuperar el aliento del brutal orgasmo que acababa de experimentar, por el que aún le temblaban las piernas, Toni se abrochó los pantalones y echó a correr sigilosamente afuera de nuevo.

 

Salió y se paró jadeando en la puerta por la parte de fuera, el sol le deslumbraba, aunque agradeció el aire fresco en contraposición al ambiente viciado y húmedo del vestuario. No sabía qué hacer ahora ¿Coger el coche? No lo había aparcado demasiado cerca ¿Y si al cogerlo y volver salían ellos y le veían marcharse? Quedaría ridículo. La puerta se abrió detrás suya sacándolo de sus pensamientos.

 

  • ¡Hombre Toni! ¿Cómo tú por aquí macho? -le dijo simpático y cordial Fernando, saliendo-

  • Yo… he venido a… recoger a Paula -titubeó-

  • ¡Pero haber pasado dentro, no tienes que esperar en la puerta! -dijo ahora Martín, que salía junto con Daniel-

  • Tu mujer se estará duchando, que acabamos de volver hace poco.

  • ¡Menuda paliza nos ha pegado la jodía! -río Daniel-

  • ¡Ya ves, nos ha dejado reventados a los tres, no hay quien le siga el ritmo!

 

Toni les miraba aún desconcertado, sin ánimos ni para seguirles la corriente, apenas sonreía con cara de situación.

 

  • ¡Bueno, nosotros ya nos vamos, cuídate macho, a ver cuándo te apuntas tú también!

 

Toni les vió alejarse. Los pensamientos se agolpaban tanto en su cabeza que estaba casi en shock. Detrás de él, recién duchada y fresca con su chándal, apareció Paula.

 

  • ¡Hola cielo! ¡Jo, qué bueno eres, gracias por venir a recogerme! -dijo dándole un cariñoso abrazo y un corto y casto beso en la boca al que Toni no respondió- ¿Te pasa algo?

  • No, es sólo que… me he despertado hace poco -dijo mientras ambos echaban a andar en dirección al coche... Por fin la miró- ¿Y a tí? Andas rara, como cojeando..

  • Nada, del entrenamiento, ya sabes… me he dejado las piernas corriendo.