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Viernes

en Hetero: Infidelidad

Toni pensó detenidamente en su situación. Las primeras horas no pudo dormir después de lo que había vivido, y tan sólo contemplaba opciones que incluyeran una línea de acción radical e irreversible. Desde pegar un portazo e irse sin dar una explicación siquiera y no volver a ver a su mujer, hasta callarse y hacer como si nada hubiera pasado.

 

Por suerte, tenía una predisposición natural hacia la reflexión y la prudencia, y el hecho de no haber hecho nada durante aquellas primeras horas fatídicas dio paso hacia un cambio de perspectiva. Una respuesta fríamente planificada.

 

No quería dejar a su mujer, y no solamente porque la quisiera, que así era ¿Por qué abandonar a la chica con la que llevaba seis años de aburrimiento sexual y mojigatería justo al descubrir que ella podía llegar a ser toda una loba en la cama? Más aún, ¿Por qué hacerlo justo cuando era ella la que estaba en falta hacia él? Ya vería más tarde en lo que desembocaba su matrimonio, pero ahora, en ése preciso momento, pensaba cobrarse la deuda.

 

Paula, claro está, no tenía ni idea de todo esto. Sus días transcurrían con normalidad entre el trabajo, su marido y los entrenamientos. Al menos hasta que una tarde de viernes, un par de horas antes de salir de la oficina, recibió un escueto mensaje:

 

Te ví en el vestuario el otro día. Te escribo un mensaje deliberadamente porque no quiero ver tu cara mientras te digo esto. Sólo quiero una respuesta. Ya he hablado con un abogado y solicitado los papeles del divorcio. Sólo necesito saber si cuando vuelvas a casa quieres encontrártelos y firmarlos, o encontrarme a mí y hacer lo que sea por reparar nuestro matrimonio

 

A Paula se le encogió el corazón. Todos los remordimientos que no había tenido durante meses de escarceos le golpearon como una bola de demolición, y creyó que su mundo se desmoronaba. Primero corrió a refugiarse en el baño, donde se echó a llorar abrumada ante las consecuencias de todo lo que había hecho. Empezó a intentar llamar desesperadamente por teléfono a su marido numerosas veces, pero su teléfono no se encontraba disponible. Después, sollozando, escribió compulsivamente docenas de mensajes cortos. Primero, repitiendo las más sufridas disculpas una y otra vez, de todas las formas imaginables, después reiterando sentidamente cuantísimo le quería, y finalmente suplicando que por favor no la abandonase. Ninguno de los cuales obtuvo respuesta.

 

Sólo el último.

 

Por favor, vamos a arreglarlo, haré lo que me pidas

 

No pudo ver cómo, al otro extremo de la comunicación, Toni sonreía mirando su teléfono. Sus cortafuegos emocionales habían surtido efecto. No confiaba en sí mismo si ella le hubiera llorado y suplicado en persona. La quería y probablemente hubiera cedido, perdonándola sin más. Y quería hacérselo pagar hasta el final. Por eso se aisló en la medida de lo posible de la reacción de Paula. Desconectó sus llamadas y sólo consultó por encima los mensajes hasta llegar al que le interesaba: “Haré lo que me pidas”, había dicho. Por fin, contestó, firme y escueto.

 

¿Lo que te pida?

 

Lo que sea, por favor, solucionemos esto, te quiero

 

Está bien. Esta noche, así que estate preparada. Si te niegas hemos terminado

 

No lo haré te quiero, y no sabes cuánto...

 

Toni ni siquiera siguió leyendo. No quería implicarse emocionalmente más de lo estrictamente necesario. Ya habría tiempo de volver a eso. Años. Pero ésa noche no. No era el momento. Además, tenía gestiones que hacer.

 

Paula pasó blanca y temblando el resto de su jornada laboral. La culpa y los remordimientos habían hecho presa de ello. Nunca hubiera pensado que el arrepentimiento podría ser tan horrible. Su único apoyo, lo único a lo que se aferraba, era ésa última y cortísima conversación con su esposo. “Esta noche”, había dicho. Había esperanza, pues. Haría lo necesario ésa noche, lo que fuera, y terminaría con aquella pesadilla. Tras eso, lo juraba, no volvería a pensar en otro hombre.

 

Por fin regresó a casa. Temerosa de lo que iba a encontrarse, giró la llave en la cerradura y entró. Pasó al salón, Toni estaba cómodamente sentado en el sofá con unos vaqueros y una camiseta, con una expresión indescifrable. No estaba del todo serio pero tampoco sonreía, sólo la miraba fijamente.

 

  • Hola Paula -dijo con neutralidad-

  • Cielo -empezó Paula otra vez a punto de llorar, haciendo ademán de acercarse a él con gesto de súplica- no sabes cuantísimo lo sient…

 

Otra presencia en la habitación la interrumpió. Alguien de pie a su izquierda puso música en el equipo de sonido. Paula se giró mientras un animado techno-pop propio de club nocturno de moda invadió la estancia. Volviéndose desde el equipo de música hasta el sofá donde Toni se sentaba caminó con soltura una chica.

 

  • ¿Conoces a Jessica? Jessica, Paula, Paula, Jessica -dijo Toni con naturalidad-

 

Paula la miró desconcertada. Era impresionante. Incluso aunque ella también llevara los tacones del trabajo, le sacaba tranquilamente media cabeza. Un ajustadísimo y súper escotado vestido satinado dejaba poco a la imaginación del monumento que tenía delante. Unas larguísimas piernas divinamente torneadas daban paso a una cintura estrecha y fibrosa, que coronaba un culo pequeñito e inconcebiblemente redondo, absolutamente escultórico. El vertiginoso escote mostraba gran parte de dos tetas imposiblemente perfectas. Sin duda alguna eran operadas, pero no por ello impresionaban un ápice menos. Se erguían, desafiando la gravedad sin sujetador alguno, tan sólo veladas en parte por la caída de la fina tela del vestido, que ponía de relieve los pezones como si no existiera.

 

  • Encantada, Paula

 

Paula no pudo responder, al menos inmediatamente. Fijos en ella estaba el rostro más hermoso que jamás vería en persona. Una tez delicadamente bronceada coronada por una suave y brillante melena rubia platino enmarcaba una preciosa cara de rasgos increíblemente armónicos; labios carnosos, nariz pequeña y respingona y lo que era la joya de la corona de la obra de arte que tenía ante sí: dos preciosos ojazos color aguamarina, en los que era imposible no caer hipnotizado.

 

  • En..encantada… -dijo sin comprender, pero ella ya se había recostado junto asu marido, pegada a él como si fuera una novia pegajosa. Toni se dejaba querer con suficiencia. Sin duda disfrutaba de todo aquello-

  • Cielo, mañana ya hablaremos de lo nuestro -dijo Toni con una mirada maliciosa- pero esta noche tenemos una invitada, y he pensado que podríamos pasarlo bien, antes de echar cuentas, ¿no crees?

 

Paula comprendió la realidad con un escalofrío. De alguna manera, en parte por su predisposición a hacer lo necesario, y en parte porque entendió que aquello, por horrible que pintase, significaba su enmienda para volver a una situación normal, decidió convenir y mostrarse completamente receptiva.

 

  • ….De acuerdo. Claro, me parece justo. -dijo con total y absoluta resignación-

  • ¿Por qué no empiezas trayéndonos unas copas? Yo tomaré una cerveza y Jessica...

  • Un gin-tonic

  • ¡Un gin-tonic, claro!

Paula dudó de que aquello estuviera pudiendo pasar realmente.. Finalmente se giró y fue a la cocina. Se vio a sí misma preparando con esmero, ora una copa de cerveza, ora un gin-tonic, enfriando la copa con hielo, pelando una lima… sola en la triste luz del fluorescente de la cocina mientras oía el sonido de la música, risas y arrumacos que llegaba desde el salón. Tragó saliva. Se obligó a pensar en lo que su marido, si era cierto que lo había visto, habría tenido que ver. Sintió ganas de llorar, pero tragó nuevamente y se dirigió al salón con una bandeja con las copas.

 

  • ¡Y aquí están! Toma preciosa -dijo tendiendole la copa a Jessica. Paula sintió una punzada- Y mi cervecita -dijo dándole un largo trago-

 

Paula se sentía absolutamente patética. De pie en su propio salón, con ropa de ir a trabajar, ligeramente despeinada y desmaquillada de todo el día, sirviéndole copas a su marido y aquella extraña, de la que lo único que sabía era que la hacía parecer un adefesio.

 

Toni disfrutaba con la situación. Siempre se había considerado afortunado. Su guapa esposa era seguramente más agraciada, en comparación, que él. Ella lo sabía, y ése pequeño detalle se filtraba en la relación. Estaba gozando de verla humillada, convertida básicamente en un patito feo, al lado de la diosa -diez años más joven- que le acompañaba.

 

  • Bueno, no os he presentado debidamente. Jessica es una modelo erótica e.. -hizo como que dudaba un segundo- ¿Instagramer? ¿lo he dicho bien?

  • Influencer -corrigió ella con suficiencia dando un sorbo de su copa-

  • ¡Eso, influencer! Lo siento, guapa. Pues eso, una instagramer e influencer y todas esas cosas que… trabaja de escort a tiempo parcial. Paula, -dijo mirando fijamente a su mujer- Paula es mi joven esposa, y, al fin y al cabo, la que te está pagando -dijo alzando su cerveza-.

 

Paula abrió mucho los ojos al oír aquello y estaba a punto de tartamudear pidiendo explicaciones, pero Toni la interrumpió.

 

  • Pues sí, mi mujer me ha regalado generosamente esta excitante velada  y tus considerables honorarios, Jessica, con su parte de nuestro fondo de inversiones. ¡A la que probablemente nunca debió darme acceso, jajajaja! -rió bebiendo cerveza-

 

Paula cerró con fuerza los ojos y una vez más se tragó su orgullo. Sabía que ésta era una penitencia que ella misma se había ganado.

 

  • Pero vamos, Jessica enséñanos lo que sabes hacer -dijo Toni sonriendo-

 

Jessica se levantó y quedó de cara a Paula, dando la espalda a Toni. Se llevó la mano a un broche en el cuello, y lo soltó con una sonrisa prepotente. El pequeño y provocativo vestidito cayó a sus pies, subidos a altísimas plataformas, dejando al descubierto su cuerpo de auténtica diosa, tan sólo cubierto por un minúsculo y festivo tanga.

 

Acto seguido, se giró y se arrodilló delante de Toni. Le desabrochó los pantalones y sacó su polla erecta bien a la vista. La exhibió como un trofeo -estaba dura a reventar- con una miradita triunfante a Paula, antes de metérsela en la boca y comenzar a chuparla. A Toni se le escapó un larguísimo y sentido gemido. Pensaba fingirlo igual para darle en las narices a su mujer, pero la boquita de Jessica realmente era la de una profesional entrenada.

 

  • ¡¡Oooohhhh si!! ¡¡Joder, qué chupada, mmm!! -dijo sin ningún miramiento por su presente esposa- Vamos, así, come más, ¡mmmm! ¡¡Dios, qué gustazo, tú si que sabes chupar, mmm!!

 

Jessica le miraba a los ojos viciosa, consciente del placer que sabía proporcionar a un hombre. De vez en cuando giraba la cara, y miraba a Paula mientras lamía la polla de su marido. Paula soportaba la mirada de ojos preciosos, cristalinos y pintados de aquella puta que se la estaba comiendo a su marido.

 

  • Mmmm, qué te pasa, cielo, ¿estás celosa? -dijo Toni con maldisimulada malicia- mm, no tienes que estarlo… pobrecita, cielo, ¿Tu también quieres chuparmela, es eso? Pues no te preocupes, si ya sabes que a mi me encanta… vamos Jessica, ven aquí y hazle sitio a Paula.

 

Jessica sonrió maliciosa y se levantó, sentandose casi desnuda junto a Toni y dejando libre el espacio entre sus rodillas.

 

  • Claro… -balcuceó Paula mientras se arrodillaba-

 

Se metió la polla de su marido en la boca y empezó a mamarla. En un momento, alzó la mirada y vió las caras crueles de su marido y Jessica, contemplándola mientras chupaba polla. Sintió una profunda sensación de humillación, que durante un segundo se tradujo en un escalofrío de excitación por puro morbo.

 

Jessica aprovechó una de las veces que Paula miraba hacia arriba y empezó a comerle la boca ostensiblemente a su esposo, no sólo metiéndole profundamente la lengua, sino haciéndolo con la boca muy abierta para que Paula pudiera verlo. Después se llevó la cabeza de Toni a sus preciosas tetas. Toni empezó a comérselas con lascivia. Paula lo miraba entre humillada y excitada. Sabía que sus encantadores y pequeños pechos no tenían nada que hacer comparados con aquellas enormes y perfectas tetazas. Mirándola viciosa, Jessica la cogió de la cabeza y la obligó a chupar más profundamente, llevándole el ritmo. Toni soltó otro gemido.

 

  • ¡¡Ooooohh, siii!! ¡¡Así me gusta cielo, sigue, mmm!! ¡¡Jessica, vamos, házmelo con la boquita de mi mujer, mmm!!

 

Efectivamente, Jessica tenía cogida a Paula del pelo, y el efecto era de como si estuviese usando su boca para masturbar a su marido.

 

  • ¡Mmmmm qué bien lo haces, mi amor! ¿Es que Jessica te está enseñando cómo se come una polla?¿O es que has estado practicando a mis espaldas? -dijo Toni, gimiendo- pero bueno, ¿sabes qué? Que mira qué buena está Jessica -dijo magreándola delante de Paula- creo que me la voy a follar, ¿te importa, cariño?

 

Paula no hubiera sabido qué responder de haber tenido oportunidad, pero lo cierto es que tenía la polla de Toni metida hasta la campanilla y no pudo articular sonido.

 

  • Mmmmm eres la mejor, cielo -dijo Toni apartándola de su polla. Tras lo cual se levantó y salió del salón, dirigiéndose con Jessica al fondo de la casa-

 

Paula tardó un poco más. Vio cómo ambos se iban, y dudó un segundo si seguirles.

 

  • ¡Ven aquí, cielo!

 

A pesar del tono cariñoso, Paula dudó de si se trataba de una petición o una orden. Un requisito como parte de aquel castigo. Se inclinó por lo segundo, y levantándose los siguió. Desde el oscuro pasillo pudo apreciar luz en la puerta del fondo. Su habitación.

 

Entró y miró lo que le esperaba. Jessica estaba insuperablemente sexy, sin tanga, abierta de piernas, tentadora, tumbada boca arriba sobre su cama de matrimonio. Sólo una fina linea de vello rubio cuidadosamente recortadito decoraba su por lo demás totalmente depilada vagina. Era el sexo más bonito que jamás había visto.

 

Toni por su parte, la estaba esperando para que lo viera. Quería que viese cómo cogía a Jessica de los tobillos, los levantaba abriéndolos y acto seguido la penetraba a pelo delante suya.  Paula no tuvo más remedio que contemplar cómo su marido empezó a follarse a aquel pibonazo con genuino entusiasmo. ¿Y quien no lo tendría? Esa condenada puta estaba tan jodidamente buena que era un escándalo, hasta a ella la estaba empezando a excitar. Por si fuera poco, sabía cómo caldear el ambiente. Empezo a gemir exageradamente.

 

  • ¡Oooohhhh si, Toni!¡Dios, casi me partes!¡Estás hecho un toro, cabrón, sigue!¡Ábreme, vamos!¡Ábreme a pollazos, sementaal!

  • ¡¡Ooohhh, dios, que coñito, Jessicaaa!!! Dios, qué gustaaazo!!

 

Paula sintió rechazo al principio. Guarra de medio pelo, pensó. Son los gemidos más falsos que he oído nunca. Pero luego vió a su marido… nunca le había visto nunca así a él tampoco. Estaba desatado, no sólo estaba completamente duro sino que le estaba pegando a esa rubia un repaso de cuidado… de nuevo empezó a excitarse… se acarició por encima de las braguitas metiéndose la mano bajo la falda.

 

Toni la miró con satisfacción. Ésa era su venganza. No sólo quería humillarla. Quería ponerla en su sitio.

 

  • Vamos cielo, ¿qué haces ahí? Ésta es tu cama al fin y al cabo… ven.

Aquello era definitivamente una orden. Paula se quitó la blusa y la falda -sintió pudor de mostrar sus pequeñas tetas al lado de los melones de Jessica- y tímidamente se acostó al lado de ellos. Alzó la vista. Toni sonreía triunfante, y no era solamente por estar follándose a una rubia de concurso.

 

  • AAaaahhhhsi me gusta cariño… pero vamos, ¿Quién te ha dicho que pares? Vamos, sé que te gusta, sigue ¡Sigue y dime lo que te gusta!

 

Paula cerró los ojos un segundo para llevarse la mano a la entrepierna y empezar a tocarse… lo cierto es que no necesitó de mucho para empezar a excitarse de verdad y soltar gemiditos.

 

  • ¡Mmmm!

  • ¿Te gusta, eh?

  • Sí…

  • ¿Qué es lo que te gusta?

  • Hacerme un dedito...mientras...os miro

  • ¡¿Mientras nos miras qué?!

  • ¡Mientras os miro follar! ¡Me pone cachonda!

  • ¿Te pone que me folle a esta guarra delante tuya eh, zorra? Me quieres, ¿verdad?

 

Paula sintió por primera vez lo que no había sentido nunca con su esposo. Ésa excitación que la hacía perder cualquier inhibición y abandonarse completamente en cuerpo y alma al placer sexual puro y duro.

 

  • ¡Si, Toni, te quiero! ¡Te quiero, cielo! -gritó entre gemidos masturbándose mientras Toni follaba a Jessica sin compasión- ¡Lo siento, no quería hacerte daño, sólo soy una puta!

  • ¡¡Pues demuéstramelo, puta!!  

 

Paula se irguió en la cama. Besó apasionadamente a su marido, como no había hecho en años -tal vez nunca- mientras éste penetraba el coño de Jessica, que seguía gimiendo y pellízcándose los pezones, y acto seguido se separó lentamente de sus labios, mirándole a los ojos con una mezcla sublime de amor y lascivia. Seguía mirándole, en su cara estaba escrito que no se perdiera un ápice de lo que estaba por venir a continuación. Se acostó junto a Jessica, la agarró con lujuria y delante de Toni, sólo para que él lo viera,  la besó viciosa y húmedamente.

 

Toni tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no correrse allí mismo. Ahora, por primera vez en mucho tiempo, se sentía realizado. Paula cesó el beso por un momento y empezó a hablarle mientras magreaba las tetas y el culo de Jessica con ojos de zorra.

 

  • ¡Vamos, cariño, quiero verte!¡Enséñame cómo lo haces!¡Muéstrame cómo le jodes el coño a esta guarra! ¿Te crees que es una diosa? ¡Ni ella es digna de tu polla! ¡Enseñanos cómo se folla un coño! ¡¡Quiero ver cómo empalas a esta putaaa!!

  • ¡Dios, Paula, me corro, me voy a correeer!

Paula se levantó rápidamente y volvió a besar a su marido mientras éste eyaculaba abundantemente en la vagina de Jessica, bombeándola sin parar. Fue un largo beso como larga fue la corrida. Al fin, terminó y ambos cayeron derrumbados sobre la cama.

 

Estuvieron los tres tirados jadeando un buen rato. Al fin, Jessica miró su pequeño reloj de pulsera.

 

  • Bueno chicos, ya es mi hora, a no ser que queráis pagar más… aunque os pediría que lo dejáramos para otra ocasión. -dijo levántandose. Efectivamente, lo hizo con dificultad, después de la que había recibido.-

  • ¿A dónde te crees que vas? -dijo Paula de repente, para sorpresa de Toni y Jessica-

  • Pues...eso, que me voy…

  • Éso que llevas ahí es mío -dijo Paula levantándose y dirigiéndose hacia ella-

 

Ni Toni ni Jessica sabían qué diablos estaba diciendo Paula…. Hasta que se agarró al culo de Jessica y puso la boca en su vagina, empezando a succionar y lamer. Jessica soltó un gemido, primero de sorpresa, luego de placer. Toni no daba crédito a sus ojos. Jessica se apoyó en la pared, sin más remedio que correrse ante la lengua de Paula jugando en su coño.

 

Paula succionó a lametones hasta la última gota de la corrida de Toni, y luego miró a Jessica viciosa relamiéndose el semen -y los flujos- de los labios.

 

  • La leche de mi marido es mía -le dijo seria, casi retándola-

 

Jessica murmuró un agradecimiento y una despedida y se fue, poniéndose el vestido y el tanga mientras caminaba hacia la puerta, que cerró tras de sí.

 

Toni y Paula se quedaron sentados en su cama deshecha, en silencio. Se había hecho de madrugada. Ambos se miraban intentando descifrarse mutuamente.

 

  • ¿Mañana hablamos? -dijo ella al fin-

  • Claro -respondió Toni aceptando la tregua, recostándose junto a ella y apagando la luz-

 

Por fin tenían algo apasionante de lo que hablar, pensó sonriendo antes de dormirse.