miprimita.com

Velada

en Amor filial

La vida continuó placentera para Daniel. A pesar de que no volvió a tener intercambio carnal con su madre, el mero hecho de que eso fuera lo acordado le dió cierta sensación de conclusión, sin la ansiedad de esperar o pretender nuevos encuentros sexuales con ella.

 

Volvió a su rutina, de modo que, como cualquier otro chaval de su edad, su vida sexual volvió a limitarse a sus sesiones masturbatorias. Como es lógico, éstas giraban fundamentalmente en torno a esos recuerdos. Al principio se corría relativamente rápido sólo con recordar aquellos inmensos pechos surgiendo del provocativo sujetador. Después, solía rememorar su cara de vicio mientras se la chupaba, para luego recurrir a la imagen de su impresionante culazo siendo penetrado. Al poco necesitó de algo más duro, y cogía de su mesilla el preciado regalo que ella le había dejado: Se llevaba a la nariz el tanga de su madre y aspiraba fuertemente: Un penetrante olor almizcleño a puro sexo, los flujos de su madre mezclados con su propia y abundante corrida. Tuvo increíbles orgasmos acabando así sus pajas.

 

Pero como todo lo demás, también acabó por convertirse en una sensación familiar. Como antes, empezó a fantasear cada vez más para excitarse.

 

Un día, de nuevo recordando uno de sus dos únicos polvos, una frase de su madre acudió a su mente, como si la estuviera escuchando en aquel momento: “¿Está buena tu hermana, verdad? ¿Te la pone dura mi preciosa hija con esos leggins marcándole el culito en tanga, eh?”. Junto con la frase, la imagen mental de Rebeca y el morbo de estar pensando de esa forma en su hermana, eyaculó como una manguera. Hasta tuvo que morder la almohada para no gemir y despertar al resto de su familia.

 

A partir de ahí, ella se convirtió en la musa de sus pajas. El hecho de que fuera su hermana mayor, y por lo tanto sintieran cierta antipatía familiar mutua, la había excluido hasta ahora de formar parte del panteón de sus fantasías sexuales. Sin embargo, el morbo por lo prohibido, los recuerdos relativos a su madre y no menos importante, el cuerpazo esbelto y la provocativa forma de vestir de Rebeca enseguida la catapultaron hasta ser una de sus inspiraciones favoritas.

 

Pero la realidad era la que era, y si siempre había sido el ojito derecho de su madre, para su hermana mayor, desde que nació, sólo era un estorbo a evitar. Como muchos hermanos, en el fondo se querían, pero en la forma su relación consistía en una sucesión de puyas, peleas, discusiones, contestaciones y de vez en cuando, alguna que otra broma pesada. En realidad, Javi le tenía bastante miedo.

 

Un día, el cielo se le abrió a Javi: Coincidió ser viernes, y el aniversario de boda de sus padres. Era la única noche del año en la que ambos salían a cenar, hasta muy tarde, y les dejaban la casa a solas. Por si fuera poco, al ser viernes, no sólo no tendría que madrugar al día siguiente, sino que su hermana Rebeca había quedado para salir con sus amigas, dejándole todos la casa para él solo.

 

Se comportó ejemplarmente, hasta el momento en el que, con un beso, se despidió de sus padres en la puerta. Rebeca hacía rato que ya había salido. En cuanto sonó el portazo, su libertad comenzaba.

 

Empezó la velada pidiendo una pizza y poniéndose a ver la tele del salón. Se sentía el rey del mundo. Tras un poco de zapping, se decidió por un thriller erótico de los 90 que ponían en ése momento. La historia le interesaba más bien poco, pero la actriz protagonista dejaba claro por qué se convertiría en todo un icono sexual, en un mito erótico. Tras un rato, terminaba de comerse la pizza con una mano mientras con la otra se tocaba placenteramente el miembro. Cuando la película terminó, decidió subir el nivel, y lanzó a la pantalla un video porno propiamente dicho. Además de su contenido, le excitaba poder disfrutar de él completamente a sus anchas, con la polla al aire en mitad del salón, pajeándosela mientras lo veía en el enorme televisor de cincuenta pulgadas.

 

Entre unas cosas y otras, ya llevaba un buen rato, y estaba a punto para culminar. Pero en el último momento, se detuvo. De algún modo le parecía poco, dada su situación. Podría aprovechar mejor el encontrarse sólo.

 

Ya muy caliente, pensó una travesura.

 

Se dirigió al cuarto de su hermana. Sólo entrar allí ya le produjo todavía más excitación. Javi miró a su alrededor. El rosa imperaba. Posters de boybands cuajaban las paredes y no quedaba un rincón sin algún lazo. La cama, perfectamente hecha, estaba cubierta de cojines y al menos una docena de peluches. Javi no pudo evitar sonreírse. Nadie hubiera adivinado que la inquilina era una borde antipatica cuya mayor preocupación era demostrar lo mayor que era de la manera más hosca posible. La cual solía incluirle a él de algún modo. Sintió un escalofrío de puro miedo. Empezaban a verse algunos detalles, si uno se fijaba bien. El escritorio estaba lleno de artículos de maquillaje, la ropa colgada en el perchero para nada era de una niña, y los posters de las paredes habían mutado de estrellas del Disney Channel a famosos de torso desnudo con poses y miradas claramente sexualizadas.

 

Hasta sus padres habían desistido de entrar en el terreno de la adolescente. Ella solía tener la puerta cerrada y si llamaban, ella salía. Aquello era terreno sagrado.

 

Por eso a Javi le produjo un placer tan intenso tumbarse en aquella cama, sobre la colcha rosa, recostarse en los cojines cómodamente, apartar los peluches y sacarse la polla. Miró su erecta verga venosa rodeada de aquel mar de ositos y unicornios, y empezó a pajeársela.

 

Aquello le excitaba. Jódete Rebeca, pensó. Cogió un conejito de peluche que estaba al lado y empezó a usarlo para cascársela. Ostras, qué suave. Mi polla en tus peluches de mierda, hermanita…¿Ahora qué, tonta? Qué gustazo se estaba dando. Desde lo de su madre no estaba disfrutando tanto una paja. Vamos a ver qué braguitas se gasta la niñata… desde su posición alargó la mano al cajoncito de la mesilla de noche y lo abrió. Tanteó dentro, esperando encontrar paños menores, y coger el primero que pillase para que fuese a reemplazar al Señor Conejito alrededor de su rabo…¿Pero esto qué es? Extrañado y algo interrumpido, miró y sacó aquel objeto cilíndrico y brillante ¿Eso era un...consolador? Nunca había visto uno fuera de las pelis porno. Joder, Rebeca. Lo dejó encima de la mesilla con fastidio y volvió a urgar en el cajón…¿Pero qué...? Miró de nuevo lo que extrajo del cajoncito, ¿Una bolsita de manzanilla? No, era del mismo tamaño y con algo parecido, pero de plástico… Droga. Marihuana o algo así ¿O quizá hachís?¿Eran lo mismo? De nuevo Javi sólo sabía lo que había visto en las películas. Mierda, Rebeca, pensó, hasta la paja me vas a fastidiar. Por fin, cogió unas braguitas y se las puso en...

 

Miró aterrado a la puerta. Su hermana se dibujada en el marco, mirando la estampa con auténtica consternación: Algunos cojines y peluches por los suelos, su hermano semidesnudo tumbado en su cama con uno de ellos en la polla (larga, gruesa y durísima) unas braguitas en la mano y al lado, su consolador y sus reservas de yerba. Ni siquiera sabía cómo reaccionar.

 

Javi fue más rápido. En un suspiro se subió los pantalones del pijama, veloz, y salió corriendo como alma que lleva el diablo por el pasillo sin respirar hasta llegar a su cuarto, donde se encerró. La situación tenía su gracia (aunque Javi no se la vió en aquel instante) por cualquier otro motivo más peregrino, su hermana le hubiera insultado, o pellizcado, o pegado, o puesto un chicle en el pelo… la lista era interminable. Sin embargo, después de la que había liado, se había quedado tan anonadada que no fue capaz ni de articular palabra. Se quedó paralizada.

 

Idiota, idiota, pensó Javi. Se le había hecho tardísimo y él ahí, como si no fueran a volver nunca. ¿Y ahora qué? Encerrado en tu cuarto, muy bien ¿Eternamente? Tonto. No podía quedarse ahí. La rabieta de Rebeca del momento -tembló- era lo de menos. Si realmente quería hacerle daño, por aquello, tenía infinitas e imaginativas maneras de hacerlo. El decírselo a sus padres (o a todo el mundo) sólo era la primera de ellas.

 

No, tenía que intentar afrontar esto antes de que volvieran sus padres o estaba muerto. Temblando, abrió la puerta y recorrió el largo pasillo hasta la habitación de su hermana de nuevo. Tocó levemente y abrió la puerta:

 

  • ¿Rebeca?

 

La furibunda mirada de su hermana podría haber incendiado un edificio.

 

  • Oye, perdona, yo sólo quería… bueno, que perdona… y… por favor, no le dirás nada a mamá y papá, ¿Ver...?

  • ¡¿Dónde te has corrido?! -le interrumpió su hermana mirándole con odio-

  • ¿Qu..qué? -balbuceó Javi sin comprender-

 

Rebeca, palmo y medio más alta que él, se levantó de la cama donde se sentaba y fue rápidamente hasta él agarrándolo del cuello de la camiseta.

 

  • Escucha renacuajo, como te hayas corrido en uno de mis peluches para que me lo restriegue mientras duermo juro por Dios que te cojo del pelo y te….

  • ¡No me he corrido! -se apresuró a decir Javi-

  • ¿Seguro? -preguntó ella, desconfiada-

  • Sí, te lo prometo, de verdad

 

Ella pareció relajarse -sólo un poco, seguía con mirada asesina- y se sentó de nuevo en su cama.

 

  • Está bien. A ver qué te parece entonces. -miraba, incómoda, alternativamente al paquete de su hermano, y a su mesilla donde se encontraban su consolador y su bolsita de maría- Yo te ayudo con eso, pero ni se te ocurra decir nada sobre lo mío, ¿vale?

 

Javi estaba confuso ¿Cómo?¿Qué quería decir?¿Significaba que se había librado? Rebeca malinterpretó su tardanza en contestar:

 

  • ¡Vale, de acuerdo! -dijo ella levantándose y dirigiéndose a él, rendida- A partir de ahora me ocuparé yo siempre de esto -dijo palpando su polla encima del pantalón-, si tú no sueltas ni una palabra, ¿estamos?

  • Vale… de acuerdo -Tony aún no se creía lo que creía que estaba pasando-

  • De acuerdo -dijo ella-

 

Y le bajó los pantalones liberando su erección. Increíblemente, seguía con cara de enfadada, pero está vez había una sombra de resignación en su semblante. Le agarró por la verga como si fuera una correa y le llevó junto a su cama, donde ella se sentó. Acto seguido hizo ademán de empezar una paja.

 

Con toda la excitación anterior volviendo, Javi se preparó para disfrutar. El morbo de sentir la mano de su hermana en su pene ya le tenía a tope, y ahora, basándose en su anterior experiencia, se esperaba una paja cariñosa y aprensiva. Un auténtico masaje en su polla, seguido tal vez de una mamada y un polvo. Se equivocaba.

 

Rebeca se la cogió con fuerza y empezó a sacudírsela toscamente, dándole tirones, bien apretada y cascándosela rápidamente.

 

  • ¡Ay! -Javi no pudo reprimir al principio un sobresalto-

  • Si no te gusta te aguantas, o te la puedes hacer tú -dijo ella-

 

Al principio él se mordió los labios para no quejarse y que ella no parase, pero después Javi empezó a encontrarle realmente el gusto a aquello. Miraba a su hermana con media sonrisa, satisfecho y morboso de que ella le estuviera masturbando. Además, la fuerza, la rapidez y la intensidad con la que lo hacía estaban empezando a gustarle.

 

  • ¡Ooohh, si! Sigue así, Rebe…

  • ¡A callar! Como empieces a soltar gemiditos te vas a tu cuarto -dijo ella severa, y le dió una tobita con la mano izquierda en los testículos mientras seguía pajeándole con la derecha-

  • ¡Aahmmmm!

 

A Javi también le gustó la torta. Sintió un pequeño dolor en los huevos, pero de alguna forma eso le excitaba aún más.

 

  • Vamos, pajéame Rebeca… quiero que me hagas correrme, hermanita…

  • Eres un cerdo -dijo ella, sin dejar de masturbarle- niñato pervertido…

  • ¡Oooh, si! Y tú una malcriada.. ¡Aahhh! Pero qué buena estás, cómo me pones, mmm!

  • Cochino. Ponerte así con tu hermana mayor, asqueroso marrano…

  • ¡Oooohh si, mira! ¡Toca cómo me la pone tu culito, Rebee!

 

Bajo su cara de odio, Javi hubiera jurado que detectó un destello de lujuria en los ojos de Rebeca, que apretó aún más el ritmo.

 

  • ¡Aaahh! ¡Me estás ordeñando, cabrona, me voy a correr, me corro!

  • ¡Ni se te ocurra echármelo en la blusa de salir, renacuajo! ¡Como me la manches te crujo!

  • ¡¡Me da iguaaal!! ¡Toma corrida Rebeca, tomaa! -dijo Javier sin poder aguantar más-

 

Ella, rauda, se lanzó a su polla. Como una ternerilla, se amorró a su cipote para recibir en la boca toda la corrida de su hermanito, no quería que manchase nada. Javier, que estaba teniendo un orgasmo larguísimo, se agarró a la cabeza de su hermana nada más sentir su boquita en su polla, y se la penetró hasta el fondo mientras eyaculaba laaarga y copiosamente en su interior, y sentía un potentísimo orgasmo.

 

  • ¡¡¡¡¡Toma leche hermanitaaa!!!!! ¡¡¡Traga lefaaa so putaaa!!!.

 

Al terminar la larguísima eyaculación, Rebeca por fin se separó de la polla de su hermano aspirando con ansia una bocanada de aire. La estaba ahogando, no podía hacer más que tragar.

 

Javi tuvo que sujetarse a una pared para no caerse. Con una sonrisa bobalicona fruto de la felicidad post-coital, vió a su hermana mientras esta seguía fulminándole con la mirada, al tiempo que tragaba su semen y se llevaba con los deditos el único hilillo que había ido fuera, desde su barbilla hasta sus labios, chupándoselos. Hasta Javi tuvo que admitir internamente que estaba guapísima, relamiéndose con cara de enfadada.

 

  • Bueno, ¿A qué esperas? A dormir -dijo ella empujándole hasta el umbral de la puerta- y a mamá y papá ni una palabra, ¿eh?

  • Vale, de acuerdo, de acuerdo -protestó Javi mientras Rebeca le empujaba. Intentó dejar clara una última cosa- y… a partir de ahora… -Javi no sabía cómo expresarlo, así que se limitó a señalarse la entrepierna y mirarla a ella-  tú, ¿no?

 

Rebeca tardó dos segundos en responder.

 

  • Si. -Dijo secamente-

 

Y le dió un portazo en las narices.