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Clinica Santa Tomilla (II)

en Hetero: General

Manuel se revolvió en la confortable silla, no muy cómodo. Miró a su alrededor. ¿Se pondrían de acuerdo los médicos para que todos sus despachos fueran iguales? Tomos de enciclopedias y vademécums pulcramente ordenados en una estantería -seguramente de no haber sido consultados en años- daban un aire respetable, junto con los diplomas enmarcados -¿Quién enmarcaba su diploma para que lo viera la gente?- a lo que por lo demás era una sala bastante técnica: Soportes luminosos para las radiografías, una camilla, y un gran monitor de ordenador que miraba hacia el lado opuesto del escritorio vacío. Sólo un póster en una de las paredes y un modelo anatómico de plástico sobre la mesa, ambos sobre los aparatos reproductores, expresaban la especialidad del inquilino de la estancia.

 

Por fin, la puerta se abrió y pasó, mirando ensimismadamente unos documentos a través de sus gafas de leer, el doctor vestido con bata blanca.

 

  • Siento haberle hecho esperar -dijo sentándose frente a Manolo-

  • No se preocupe, no ha sido nada -mintió cortésmente- ¿Puedo preguntarle por qué me han llamado?

  • ¿Cómo que por qué? -preguntó extrañado el médico, quitándose las gafas- ¿Acaso no está siguiendo un tratamiento de fertilidad con su esposa?

  • Bueno, si -repuso Manolo, algo apocado- Pero precisamente eso quería decir… sólo me han llamado a mí.

  • Entiendo -contestó amablemente con una sonrisa el doctor- Cree que hemos confirmado lo que decía su esposa, que no consiguen concebir un hijo debido a su bajo recuento de esperma.

  • Si, bueno… -Manolo apartó la mirada, cada vez más incómodo- ¿Y no es así?

  • No -se limitó a decir el médico, amable y sonriente-

  • ¿No?

  • No. Señor Sánchez, me alegra comunicarle que ya tenemos sus análisis -dijo esgrimiendo los documentos que había venido leyendo- su recuento está perfectamente. Es más, es especialmente bueno. Seguramente el problema se debe a una ovulación lenta por parte de su esposa, eso es todo.

  • ¿En serio? -reaccionó Manolo con perpleja sorpresa. El médico no tenía ni idea de cuántos años de silencios y reproches le había despejado de repente, ni de cuán aliviado y libre se sentía ahora. O tal vez sí-

  • En serio -el médico al parecer, se sentía complacido de darle buenas noticias- Tan sólo tendrá que dar una muestra de esperma aquí en la clínica, y podremos inseminar a su esposa sin más problemas.

  • ¡Oh! Vaya -aquello no dejó demasiado contento a Manolo, pero no tuvo tiempo de reaccionar, el médico habló mientras una enfermera cruzaba la puerta-

  • ¡Pase, Natalia! Señor López, Natalia le acompañará a nuestro ala de donaciones para que nos dé la muestra

 

El médico se despidió con un apretón de manos mientras la enfermera, sonriente, recogía la carpeta con sus análisis y le acompañaba a otra área del Hospital, mientras le daba instrucciones. Era de estatura media, esbelta, y llevaba su liso pelo negro recogido en una coleta. Por su atlética figura hubiera podido pasar por monitora de gimnasio.

 

  • Buenas, soy Natalia -dijo con una sonrisa tendiéndole un botecito mientras le hacía pasar a una pequeña habitación- Pase, sólo tiene que… bueno, ponerse cómodo en el sillón y llenar este botecito, ¿vale? Recuerde que es probable que tengamos que llevar a cabo varias inseminaciones, así que si es posible llénelo, por favor. Tiene revistas en la mesita, cualquier cosa, o cuando termine, avíseme con el botón de la pared y vendré a por usted, ¿de acuerdo? Hasta ahora.

 

Y la lozana joven desapareció, cerrando la puerta tras de sí. Manolo miró a su alrededor, con el botecito en la mano. Aquello era como un vaso de sidra, ¿Cómo narices iba a llenarlo? Se sentía ridículo. La pequeñísima habitación tenía el tamaño de un baño, y apenas contenía un sillón reclinable de polipiel negra y una mesita de café con una cajita de kleenex y un ridículo florero encima, y un montoncito de revistas debajo. Manolo se agachó y las ojeó. Anticuadas revistas porno en papel couché, medio deshojadas, del peor gusto imaginable. Por favor. A él no le importaba ver porno, incluso le gustaba, pero aquello, más que excitarle, le cortaba el rollo hasta niveles que no creía posibles.

 

Se acabó, ¿Para qué quedarse? Alargó la mano y pulsó el botón de la pared. Al medio minuto, tras tocar en la puerta, Natalia la abrió.

 

  • Buenas, Señor López, ¿Ya ha terminado?

  • No, es que… he pensado que mejor hoy no. Ya volveré otro día -dijo Manolo intentando zanjar rápido la cuestión-

  • ¿Cómo es eso? Pero si ya está aquí. Vamos, ya sabe que aquí en la Clínica Santa Tomilla no es fácil conseguir hora, si pide cita a saber cuándo volverán a dársela ¿Por qué no lo hace ahora y ya está?

  • Yo… bueno, es que… -Manolo no pensaba dar ninguna excusa, y le pilló desprevenido-

  • Cuénteme -dijo la enfermera, solícita, cogiéndole del brazo- ¿No le apetece?

  • Bueno.. -Manolo estaba desarmado, no tuvo más remedio que ceder y ser sincero- no. La verdad es que no. Esto… yo.. Así creo que no voy a poder. Y menos… tanta cantidad -dijo señalando el bote vacío- por eso mi mujer creía que.. Bueno, que no podíamos tener hijos por mi culpa, es que yo… ni siquiera cuando… echo mucho. Será mejor dejarlo, de verdad.

  • Ssshh, sshhhh, no se preocupe.. -le tranquilizó la enfermera de nuevo, rodeándolo con su brazo- es completamente normal. Somos profesionales, ¿Recuerda? Le aseguro que es de lo más habitual sentirse así. Pero no tiene de qué preocuparse. Usted tan sólo haga lo que le digo y le prometo que no será nada.

 

La enfermera remató con una preciosa sonrisa. De nuevo, aquello desarmó a Manolo, que no pudo sino acceder, por pura cortesía a alguien tan cercano y gentil.

 

  • Claro, si usted lo cree.. Claro, por supuesto.

  • Fenómeno -Siguió sonriendo ella- Ahora hágame caso. Siéntese tranquilo en el sillón. No se había sentado ni siquiera la primera vez, ¿verdad? Ahora siéntese, recuéstese y relájese. No haga caso a las revistas, sólo concéntrese en relajarse los primeros segundos, y después..  Sáquesela y dese placer, sólo eso. Le prometo que todo irá mejor.

 

Un escalofrío recorrió la espalda de Manolo al oír a aquella chica decír “sáquesela”. Accedió, sonriéndola.

 

  • De acuerdo.

 

La enfermera se retiró de nuevo, y Manolo le hizo caso. Se sentó, e hizo lo imposible por relajarse. Respiró, cerró los ojos… Pero nada. Se desabrochó los pantalones, pero su pene estaba flácido en aquella fría habitación de hospital. Ya iba a guardársela cuando, sin previo aviso, la puerta se abrió y Natalia entró de nuevo, cerrándola tras de si. Manolo dio un respingo en el asiento, y fue a cubrirse, pero la enfermera apenas se inmutó.

 

  • ¿Qué hace? -preguntó ella, sencillamente-

  • ¡Taparme! No has.. Llamado a la puerta.. -dijo mientras intentaba, torpemente, abrocharse-

  • Pare. -Se limitó a ordenar ella. Se acercó a él y le empujó contra el respaldo. Se subió encima, apoyándose en su regazo- ¿Por qué no me ha hecho caso?

  • Lo.. -Manolo estaba completamente desconcertado y no sabía cómo reaccionar- lo he intentado… ¿Qué estás hacien..?

  • Cállese -le cortó ella- ahora haga lo que le digo. Deje de intentar taparse. Vamos, haga un esfuerzo y sáquesela. Vamos, que yo la vea. Y empiece a pajearse.

 

Manolo no pudo sino obedecer. Con vergüenza, se terminó de sacar la polla y empezó a pajearsela frente a ella, aunque seguía blanda. Sin embargo, el estar con la chorra al aire delante de aquella enfermera hizo que se empezara a despertar cierta líbido morbosa en él. Cuando vió que le obedecía, Natalia se inclinó un poco más hacia adelante, hasta que Manolo notó su aliento en la oreja, y entonces le susurró al oído con voz melosa.

 

  • Mmmm, vaya pollón, Señor López… creo que acabo de mojar las braguitas de vérsela.

 

Automáticamente la polla de Manolo se despertó, creciendo y endureciéndose en su mano. Natalia siguió.

 

  • ¿No me cree? Mire -se bajó los pantalones del uniforme, mostrando un tanguita rosa ligeramente humedecido por la parte delantera, y colocó la mano de Manolo en su perfecto culo- ¿Ve lo que me ha hecho hacer? Ahora he mojado las braguitas como una nenita muy guarra. Me está haciendo ser una niña muy mala, Señor López. -seguía hablándole en el oído, y entre frase y frase se lo lamía- y cuando me pongo tan cerdita no puedo evitarlo, me entran ganas de comer polla.

 

Acto seguido, se arrodilló delante de Manolo y mirándole a los ojos se metió su rabo en la boca, comenzando a mamarlo, mientras con las manos le masajeaba los testículos.

 

  • ¡Ooohh! ¡Joder, síi! -No pudo evitar gemir Manolo-

  • Mmmm, eso es poco original, Señor López… vamos, seguro que es capaz de hacerlo mejor…

  • ¡Joder, qué bien chupas!

  • Ah, ¿si? ¿Mejor que su mujer?

  • ¡Sí, joder! -Perdió los estribos Manolo-

  • ¿Eso es porque soy una puta verdad? -seguía calentándole ella, entre chupada y chupada- Tu preciosa mujercita no mama pollas como una furcia.

  • ¡Dios, sii! -gimió Manolo- ¡¡Tú eres mejor chupapollas que la zorra frígida de mi mujer, niñata!! -La lengua de Natalia dando vueltas rapidamente en su cipote mientras sus labios succionaban el tronco de su polla lo estaban volviendo loco-

  • ¿No se podía correr, no? ¡Ptuaj! ¿No era que no podría correrse? -dijo ella masturbándole rápidamente mientras le escupía en el capullo-

  • ¡¡Joder, síi! ¡Sí que quiero corrermee!

  • Ahora sí, ¿Eh? ¿Quieres darle semen a tu zorrita sedienta de leche, papi?

  • ¡¡Dios, no puedo más, me voooyyyy!!

 

Presta, Natalia acercó el tarrito, destapándolo. Ordeñó la polla de Manolo en él, que eyaculó profusamente, más de lo que lo había hecho en años.

 

  • Oooohh… uuuuuffff… Dios, qué corrida… Graci…

  • No está mal -volvió a cortarle Natalia, viendo al trasluz el bote mientras lo llenaba- no es un mal comienzo, del todo.

  • ¿Comienzo? -dijo Manolo sin comprender- Pero pensaba que…

  • Vamos, ya le he dicho que tenía que aprovechar la visita, y llenar el bote.

 

Manolo se quedó perplejo.

 

  • Pero.. ¿Ahora? No, ni de coña, ahora casi no puedo ni levantarme, ¡Me he corrido hace quince segundos!

  • Ssshhh -le calló Natalia- ¿Cuándo le he dicho que podía dejar de obedecerme?

 

Se acercó al botón de la pared y manteniéndolo pulsado habló por el telefonillo, fría y profesional.

 

  • Necesito una subcutánea en la cabina de donación número cuatro.

 

Antes de que Manolo hubiera salido de su asombro, entró otra enfermera, con una bolsa de suero colgada en lo alto de un soporte con ruedas. Parecía más joven. Tenía rasgos dulces, el pelo castaño claro y ondulado, y dos ojos azul claro que se ocultaban tras unas coquetas gafas de pasta. Al contrario que Natalia, tenía un cuerpo exuberante y de curvas generosas. No muscularmente tonificado como la morena, pero perfectamente firme, debido sin duda a su juventud.

 

  • ¿Pero qué…? -Manolo se revolvió mirándolas, interrogante-

  • Sshh, silencio. Cállese y déjenos hacer. Sea un buen paciente.

 

La enfermera nueva, con total rutina, frotó un pequeño algodón mojado en alcohol en el brazo de Manolo, y después procedió a introducir una aguja subcutánea en el mismo punto, que cubrió con un esparadrapo, fijándolo todo bien. Manolo lo contemplaba atónito cuando Natalia de nuevo se situó a su lado, para volver a dejarle las cosas claras al oído.

 

  • Le vamos a ordeñar otra vez. Y otra, y así hasta que sea bueno y llene el botecito ¿Está claro?

  • Pero.. pero no lo entiendes, ahora mismo no podré, me será imposible tan pronto volver a…

  • Ésta -le interrumpió Natalia, presentándose de pié frente a Manolo, rodeando la cintura de la otra enfermera- es Cristina. Nosotras decidiremos qué es imposible y qué no. No se preocupe. Es muy joven -dijo mirándola a los ojos, a lo que ella respondió con una tímida sonrisa- y está en prácticas, pero promete mucho.

 

Acto seguido, la apretó por la cintura y apretó sus labios contra los de ella. Cristina correspondió abrazándose a la nuca de Natalia y gimiendo delicadamente. Comenzaron un húmedo beso. Poco a poco fué evidente cómo ambas se iban poniendo a tono: Natalia comenzó a meter ostensiblemente la lengua dentro de la boquita de Cristina, que se dejaba e incluso le respondía acariciando su lengua con la suya, y después directamente agarró a la joven becaria de su firme culazo, magreándoselo con pasión.

 

De nuevo la polla de Manolo desmintió sus intenciones, era imposible quedar frío ante tal espectáculo y, aún pegajoso de corrida de hace apenas un minuto, su pene volvía a crecer y endurecerse.

 

  • Mmm, vaya, ¿Pero que tenemos ahi? -dijo Natalia con retintín, tras separarse de los labios de Cristina, a los que quedó momentáneamente unido un hilillo de saliva- ¿Parece que no estaba tan agotado, no? ¿Cristinita se la ha puesto así de dura?

 

Ambas avanzaron, seductoras, y se recostaron a ambos lados de Manolo. Natalia le besó, y acto seguido se quitó la camiseta del uniforme, mostrando un sujetador rosa a juego con su tanga que no tardó en desabrocharse, liberando un perfecto par de firmes tetas de tamaño medio, perfectamente proporcionadas con su fibrado cuerpazo. Eran tan perfectas que Manolo se preguntó si serían naturales.

 

  • Mmm, ya veo que sí… pues hagamos una cosa ¿Por qué no disfruta de ella? Mientras… yo voy a limpiársela.

 

Natalia, tan sólo con su tanga y sus zapatillas deportivas, se arrodilló delante de Manolo y comenzó a lamerle oficiosamente la polla y los huevos. Estaban pegajosos de la reciente corrida, y ella se esforzaba en no dejar un solo pliegue sin relamer hasta quedar brillante. Chupar el sabroso sabor almizcleño del semen reseco, tras haberse enrollado con Cristina en plan exhibicionista terminó de excitarla, y comenzó a masturbarse por encima de la fina tela del tanga mientras chupaba.

 

Mientras, Cristina se ofreció a que Manolo disfrutase de ella, como Natalia había dicho. Juguetona, primero se hizo un par de coletas con las gomillas que llevaba en la muñeca, a modo de pulsera. Luego se quitó el sujetador sin quitarse la camiseta del uniforme, sacándoselo bajo ella, y le dió un par de vueltas en la mano antes de arrojarlo a una esquina. Manolo miró perplejo el tamaño del mismo: Podría ser una 100D fácil. Ella le sonrió, complice. Sus generosos pechos se marcaban a la perfección en su camiseta, coronados por dos puntiagudos pezones.

 

  • Mmmm, pero qué dura se te ha puesto de repente -dijo Natalia desde su polla, chupándosela- ¿Qué pasa, Cristinita ya te está tonteando con sus tetas? Pues espera…

 

Natalia se levantó y abrazó a Cristina desde atrás. La besó en el cuello, a lo que Cristina reaccionó con nuevos gemidos. Después, bajó sus pantalones, y se los quitó por encima de sus crocs rosas. Cristina llevaba unas inocentes pero escuetas braguitas de algodón blanco.

 

Manolo no aguantó más y la cogió de la cintura, la apretó contra sí, y empezó a morrearla. Metió una mano bajo su camiseta y empezó a amasarle aquellas enormes y preciosas tetas, mientras con la otra magreaba su culo, casi completamente al aire con las pequeñas braguitas metidas entre sus cachetes.

 

  • ¡¡Natalia, no te quedes ahí, ocúpate de mi polla!!

 

Natalia asintió relamiéndose y volvió a mamarle la polla.

 

  • ¿Qué?¿Le gusta?¿Ha cambiado de idea con lo de correrse?

  • ¡Oh, joder, no sabes cuanto! ¡¡Prepara el botecito guarra, que me voy a correr con tu boca mientras me doy el lote con esta preciosidad!!

 

Natalia incrementó el ritmo de la mamada mientras Cristina se arremangó la camiseta hasta arriba, enseñando sus enormes tetas, que Manolo se lanzó a chupar como si fuera un niño de pecho.

 

Entre aquellas dos diosas, los espasmos le volvieron y no pudo más. Volvió a correrse.

 

  • ¡¡¡Me corro, putas, me corro otra vez, me corrooooo!!!

 

Natalia recibió todo su semen en la boca y luchó consigo misma para no tragárselo. Tras resistirse a la tentación, abrió el botecito y lo escupió dentro.

 

  • Bueno, no está nada mal, casi podríamos darlo por sufici…

  • ¡¡Siempre es mejor asegurarse!! -la cortó Manolo, que no había dejado de enrollarse a saco con Cristina en ningún momento-

 

Cogió a Cristina y la empotró contra la mesita de café. La agarró de los tobillos y se los levantó, separándoselos. Se los colocó sobre los hombros, y la penetró de un empellón, gimiendo.

 

  • ¡¡¡¡Oooohhh, joder, nena, tienes el coño estrechísimo, esto es una gozadaaa!!!! -dijo follándosela sin piedad- ¡¡Nataliaa!! ¡¡Cómeme el culo, cerda, quiero estar bien duro para esta chiquilla!!

 

Natalia obedeció, cachonda viva, y le abrió las nalgas a Manolo con ambas manos, para después pegar su cara a su culo y meter hasta el fondo la lengua por su ojete, con el que empezó a jugar lamiéndolo. El contacto de la lengua de Natalia estimulándole la próstata se la puso a Manolo más dura que nunca, y aprovechó para darle a Cristina con todo. La enfermera becaria gemía de placer descontroladamente, pellizcándose los pezones.

 

  • ¡¡¡OOHHH!!! ¡¡¡Por la Virgen, siii!!! ¡¡¡Natalia, Dios, éste tío me está reventando, nunca en mi vida me habían follado así, me está partiendoooOOHH!!! ¡¡¡No pares, cabrón, no pares, empálame más, siii!!! ¡¡Por favoooOOORRR!!

  • ¡¡Dios, te la voy a tener que sacer!! ¡¡Como siga follándote así te voy a preñar a tí, niña, en vez de a mi mujer!!

  • ¡¡No, porfa, no me dejes así, estoy muy puerca, sigue follándome, necesito corrermeee!!

  • ¡Natalia, ven aqui, quiero ver cómo te comes a tu amiguita!

 

Manolo cogió a Natalia y le estampó la cara en el encharcado coño de Cristina, que ella empezó a lamer, viciosa. Cristina gimió, al borde de la corrida en la hábil boquita de su jefa, mientras Manolo se le ponía encima del torso.

 

  • ¡¡No aguanto más, me voy a follar tus tetonas, puta!!

 

Puso su polla entre los melones de Cristina y ésta los apretó el uno contra el otro con la tranca de Manolo en medio. Manolo empezó a follárselos si cabe con más ímpetu del que antes la había follado a ella. Cristina tenía la boca abierta y la lengua fuera, y lamía su cipote a cada empellón.

 

Cristina se corrió, en éxtasis, con la comida de coño de Natalia, y su excitación había alcanzado su cénit. Incluso las barbaridades que le gemía Manolo mientras se follaba sus ubres la ponían cachonda.

 

  • ¡Ya tengo ganas de correrme de nuevo, putas! Pero no me voy a ir sin antes haberte partido el culo, nenita… Voy a follarme tu culo gordo, chiquilla, te lo voy a follar hasta que me corra

 

Y dicho y hecho, le dio la vuelta y la puso bocaabajo. Le bajó las blancas braguitas hasta los muslazos, y agarrando cada una de las grandes y firmes nalgas con una mano, se las abrió, dejando a la vista un pequeño y sonrosadito ano, al que escupió antes de penetrar sin miramientos.

 

  • ¡¡¡Joder, dios, por favor, con cuidadooo!!!

  • ¡¡Cállate, puta gorda, no sabes las ganas que tenía de follarme un culazo como el tuyo, ooohhh!! ¡¡Y es aún mejor de lo que pensabaaa!! ¡¡Es una gozada sodomizar tu culo de gorditaa!!

  • ¡¡Joder, sii!! ¡¡Por dios, me estás abriendo!! ¡¡Sigue, no pares de encularmeee!! ¡¡Pétame el culooo!!

  • ¡¡Natalia, enséñala a callarse!!

  • Ven aquí cielo, que me voy a tomar la revancha -dijo Natalia quitándose el tanga, y restregando su coño contra la boca de Cristina, comenó a gemir- ¡¡Joder, Cris, siii!! ¡¡Dios, no te tenía por una guarra bollera, pero qué bien comes coños, mierdaahh!! ¡¡Vas a hacer que me corra, tía, me corro, me corroooo!!

 

Manolo no aguantó más sodomizando a la pobre Cristina por tercera vez en apenas un rato, notó como se corría, eyaculando una sorprendente cantidad de semen, vaciando sus huevos en el gran culo de la becaria.

 

  • ¡¡¡Toma lefa, puta, tomaaaaAAHHHHHH!!!

 

Cuando por fin terminó de correrse, se derrumbó en el sillón negro, jadeando. Aquello era inhumano. Miró su bolsa de suero, ya estaba mediada. Menos mal que la llevo puesta, pensó.

 

Natalia se arrodilló de nuevo, esta vez para poner sus labios alrededor del enrojecido ano de Cristina y succionarde él todo el semen de Manolo. Después, lo volvió a escupir en el botecito. Después de cerrarlo le sonrió, abriendo la boca, enseñando su contenido: El bote estaba lleno y aún le quedaba esperma en la boca, y no era poco. Como traca final, se morreó de nuevo con Cristina para deleite de Manolo y ambas jugaron con sus lenguas pasando su lefa de una boca a la otra, hasta que lo tragaron todo.

 

Desnudas y con todo el cariño, le retiraron la vía subcutánea y le despidieron con un beso en la puerta.

 

  • Bueno, pues ya está -dijo Natalia, cariñosa- ya tenemos suficiente… Señor López.

  • Nos ha dejado a las dos... -añadió Cristina, pícara- ...satisfechas.

  • Genial -contestó Manolo, genuinamente emocionado- Muchísimas gracias, enfermeras, jamás hubiera creído que pudiera hacerlo… Mi mujer estará muy contenta.