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Ladrones de Dignidad

en No Consentido

Como primera explicación les quería comentar que el relato, a diferencia de la mayoría, esta en tercera persona por el hecho de que me es imposible comentarlo en primera, si a mi no me pasó. Obviamente, esto nada más pasa en las novelas, es imposible que una cosa tan absurda ocurra en realidad.

-¿Vendrá la policía?-susurró una chica.

Jennifer Hann: Es una pelirroja, de piel blanca, de un cuerpo escultural, pechos erectos como si no conocieran el significado de gravedad, un abdomen totalmente llano y el ombligo perforado por un alfiler naranja. Tiene caderas más bien angostas, pero siempre que esta detenida se las ingenia para poner más peso sobre una pierna y exagerar asi el tamaño de estas. Una cola diminuta, pero elevada con orgullo. La piernas son largas, más allá de que solo mida 1, 60 cm. Tiene la cara salpicada por inocentes pecas, una nariz pequeña y aguileña, delgados labios y ojos muy verdes y grandes, con pestañas largas y cejas afinadas. La expresión que ella adopta la mayor parte de las veces es la de una niña pequeña. Esta no era la excepción, y vestida con unos jeans largos, zapatillas de lona y una remera pequeña que le cubría los pechos y los primeros dos cuadritos abdominales; junto con una gran ametralladora que cuelga de su hombro con un cinto como si fuese una cartera, todo eso contrastaba con la expresión y la pose de la chica que no sobrepasaría los veintidós años, para acabar en la tierna imagen de la pobre niña, que ha llegado hasta donde está, obviamente llevada por el brazo de un hombre.

-Si, vendrá dentro de unas horas. No son muy competentes los oficiales-le respondió con voz firme un hombre.

Zacharias Jones es ese hombre. Es EL hombre. Tiene el pelo rapado, pero asi mismo esta oculto por una prenda de lana negra. Piel latina. Un físico terrible oculto bajo su musculosa color plateada. Sus espaldas son tan frondosas como robles, y sos pectorales están marcados como con fuego. Es imposible describir el trapecio invertido que era ese cuerpo, e imposible también es describir sus férreos abdominales. El prototipo del brutal y varonil hombre del siglo XXI. Sos brazos, tienen músculos en los músculos por lo que al presionarlos se hinchan formando casi una pirámide. Su altura va del metro setenta y cinco a los ciento ochenta centímetros. Tiene ojos color café, cejas pobladas, el ceño se le torcía casi por defecto, labios gruesos, nariz respingada, pero pareciera haber sido el escudo de varias peleas, pues parecía molida. Tenía puestos unos capris (de esos que son tres cuartos), alpargatas y llevaba dos pistolas Smith & Wesson, una en la mano y otra ajustada a su cintura.

-¡Que van a venir esos putos!-dijo un joven

John Malcom es un joven de pelo largo y castaño, de piel blanca, con un cuerpo bastante deforme. No por que no sea humano, si no por que una persona podría decir que era flaco y otra podía decir que era gordo. Para empezar era un joven de unos 18 años, y tenía pechos. No se ve muy bien un hombre con pechos, pero este los tenía desde los doce. Y desde esa edad había tratado de volverlos pectorales, con un extraño resultado, ya que eran duros, pero no llanos, sino en punta. Tenía una espalda ancha, y hombros englobados, pero carecía de abdominales, aunque no tenía panza, y era poseedor de una gran cantidad de grasa en la cintura. De cara era atractivo, ya que tenia ojos grandes, y parpados ligeramente pesados que le daban un aspecto de intelectualidad aunque no lo fuera ni un poco, o por lo menos no en ese momento. Una nariz pequeña, recta, pero con grandes agujeros, labios tirando a gruesos y una sonrisa que no mostraba unos dientes perfectos pero sí muy blancos. Vestía una camisa de bambula a rayas, con un Jean, que era largo y entonces había enrollado sus botamangas, zapatillas de Nobuck. Tenía una escopeta como arma.

-¡Por favor déjennos ir! Saquen todo el dinero pero déjennos.

En ese momento se encontraban en un banco del centro de la ciudad de Los Ángeles. Que el dueño se encontrara presente esa mañana era toda una primicia. Y que este ofreciendo el dinero que la gente había depositado en su banco, era otra. Había veintiocho personas, atadas de pies y manos y desnudadas. Obviamente, la mayor parte de las mujeres estaban ruborizadas, y no sabían a donde poner la cara, los hombre estaban sulfurados y los niños gritaban como demonios.

Los tres personajes anteriormente mencionados y descriptos, se habían apoderado a la fuerza del lugar. Los sacos con dinero ya estaban listos a un costado del lugar. Estaba en claro que a las ocho de la mañana de un principio de mes, apenas abre el banco hay mucha gente que va a buscar plata para pagar los impuestos. La policía aun no estaba enterada del suceso, aunque la cosa ocurría en pleno centro. Nadie sabía bien que esperaban los delincuentes, ya tenían la pasta, no había policías en el radio, si se iban en ese momento, probablemente pudiesen escapar con facilidad. Pero no huían. Al contrario, desayunaron y se establecieron en el lugar.

Pero como son todas las cosas del destino, con tanta gente desnuda, la gran demostración de poderío y el espectacular calor que hacia a esa hora, desató el termostato corporal de Zacharias y este se vio obligado a acercarse a Jennifer.

- ¿Sabes una cosa, Jenny? Estoy re caliente- el tipo se acercó a la chica y la estrujo contra su cuerpo de la cintura. La muchacha se ruborizó- Te quiero tener ya- exigió con furia.

- No, Zack, acá no- le dijo la chica intentando safarse de sus expertas manos.

- ¿Cómo que no? Sabes que no me gustan los no.

- Pero… no quiero que nos amemos al frente de la gente- le explicó la chica pasando sus brazos por sus anchas espaldas.

El macho arqueo las cejas y se entristeció. Después de esto, sacó cuidadosamente una mano de la cintura de la chica y tomó la ametralladora que rozaba sus caderas. Sin pensarlo dos veces y sin apartar ni un músculo del cuerpo de la joven, cortó el aire con la ametralladora, masacrando a todos los rehenes maniatados.

- ¿Así esta bien?- le inquirió a Jennifer, quitándole la correa del arma suavemente por sobre la cabeza.

La chica sonrió y lo besó por respuesta.

- ¡Zack, te dije que no mataras a los conchudos! Ya deben haber escuchado, vamonos.

- ¡Callate, John, por que te mato! Le voy a dar sexo a mi chica y vos te vas a quedar a cuidar la puerta.

El joven se interrumpió y se puso a contar una bolsa con dinero. Zack alzó con fuerza el cuerpo de Jennifer y se dirigió a un escritorio, con una sola mano la limpió de todos los elementos que habían en él, desde el block de notas hasta la computadora. Tendió a su novia sobre la mesa y se echó sobre ella. Era imposible que la débil y frágil niña, tomara cualquier tipo de iniciativa en contra de esa bolsa de músculos. En ese caso, solo se entregó a él y dejo que hiciera todo el trabajo como sucedía siempre. El cuerpo del criminal expulsó un sinfín de testosterona, que hizo que con solo eso, la mujer se derritiera en un caluroso clímax, esperando que su amante terminara rápido con lo preliminar y fuera por el plato principal, pero como el hombre tenía tiempo, decidió alargar la espera. Desvistió a la chica, de una manera que nadie podría explicar, ni siquiera ella misma, por que fue como si le quitara la remera a besos, y como si el cierre de los jeanes de la muchacha no fuera un impedimento. En menos de treinta segundos ya exhibía su hermoso cuerpo al desnudo y temblaba de miedo mezclado con ansiedad, como si fuera su primera vez. El hombre besó su abdomen y jugó con el piercing que esta traía. Posó ligeramente su mano derecha en el pezón derecho de la chica, y con la mano izquierda se arrancó la musculosa de un tirón como si fuese de papel. Con la palma comenzó frotar con movimientos circulares y lentos el pezón de Jennifer, mientras pasó su mano libre por la espalda de esta provocándole un brusco escalofrío. Cuando se cansó del frió piercing, escaló a besos por el cuerpo de la chica hasta el pecho libre y comenzó ahora a hacer la misma labor con el pezón. La mano derecha bajó ahora a las piernas de la chica. Esta, entusiasmada por la acción del muchacho abrió sus piernas de forma exagerada dejando libre la entrada, como para que el tipo pudiera estacionar, la probablemente enorme, motocicleta que tuviera. Pero Zacharias se conformó con acariciar los muslos y las rodillas de la joven.

- ¡Aceleren el paso! Ya va a llegar la policía-gritó John cuando terminó de contar la primera bolsa y paso a la segunda.

- Yo… creo que tie… ne razón- le dijo Jennifer debilitada por el orgasmo casi permanente que sufría su cuerpo-. Anda un pocggggo más rápido- realmente a la chica no le importaba por que estaba disfrutando cada caricia que Zack le ofrecía en ese momento.

El asesino solo gruño y bajó un poco el lugar que estaba degustando, conformándose ahora con el suave y blanco manjar que su chica tenía en su entrepierna. El increíble espasmo que sufrió la joven al sentir besos donde antes era devorada, fue estrepitoso, tanto que llegó al punto en que su amante tuvo que agarrar su espalda y enderezarla para que no se diera vuelta. La excitación de esa chica al sentir como si tuviera un lavarropas o un ventilador en su vagina, era terrorífica. La lengua de su amante giraba como si fuese una hélice, y además, la mano derecha de este empujaba suavemente hacia arriba el clítoris de Jennifer, haciendo que esta blanqueara los ojos de placer.

- ¡Vamos de una vez, Zack!- dijo la chica respirando entrecortadamente.

El muchacho se tomó su tiempo para detenerse, aprovechando para deshacerse de sus pantalones y de su ropa interior. Ahora el tipo se recostó sobre el pecho de la joven y la besó salvajemente tratando de buscar el hueco correcto sin mirar. El forcejeo fue arduo y llevó mucho tiempo, en el cual la muchacha comenzó a aburrirse.

- Todavía no, mi amor… no ahí tampoco, ya te dije que no es ahí.

- ¡Pero como queres que haga! Si sabia traía un embudo. Manéjalo vos que para esta parte ya no tengo tanto control.

Jennifer no espero a que se lo dijera dos veces, agarró esa potente verga y trazó con ella el camino hasta dejarlo en sus labios. El tipo de repente se puso contento y penetró en ella de manera que sus cuerpos chocaron hasta quedar casi completamente unidos. La joven abrió los ojos grande al sentir por primera vez la intromisión de tal objeto. Zack comenzó un acelerado vaivén, mientras estiraba los brazos de su mujer y frotaba sus pechos. Jenny sentía como hasta sus más profundos rincones eran explorados por el viril miembro de su hombre.

- ¡Hey, Zack, mira que buena onda!- John le mostraba a su jefe como había puesto el cañón de la escopeta en el culo del dueño del banco, y después le disparaba una gran cantidad de perdigones, reventándole las entrañas. Luego levanto el cadáver y le mostró el pecho por donde salieron los perdigones. El joven reía.

- ¡Oh, pero que asqueroso! ¡Date cuenta que estoy cogiendo, infeliz!

- Los federales están a unas seis cuadras por lo que veo.

- Anda cerran… do las puertas. Levanta… ¡oh, ahí va el otro!… levanta las bolsas y llevalas a la camioneta-el gran criminal, se batía en un cruento combate con la parte más intima de su chica, penetrándola hasta donde sea que pudiera, e intentando, que el cuerpo cansado de esta, no interrumpiera ese orgasmo perfecto que había creado, y a la vez no tardaran en llegar al final, para que la policía no desbaratara sus planes.

Ya faltaba poco para que terminara ese bombeo de infernal placer, ya estaba por acabar, solo un par de movimientos más, Jennifer abre los ojos y se agarra fuertemente de la espalda del asesino, este se impulsa para dar los últimos empujes… una bocina muy fuerte interrumpe la concentración de Zack y su miembro sale fuera de la vagina de Jenny y termina diseminando un potente y largo chorro de semen en el torso desnudo de esta.

- ¡Ahhh!- fue el aullido de gozo de la mujer al sentir el tibio líquido sobre su cuerpo.

- ¡Auch!- ese fue el grito de dolor del asesino cuando su miembro chocó contra el vientre de la chica-. Voy a matar a John. Uff.

- Esplendido, mi vida, como siempre- dijo feliz la muchacha.

- Si… como sea, cámbiate que están acá.

Solo tuvieron que utilizar entre veinte y cuarenta balas para detener a la policía y llegar a la camioneta.

- Jefe, disculpe nuestra demora, es que olvide mi arma en la jefatura

El joven Santiago Olivar era mejicano, de pelo negro azabache y piel mate. Era un miembro del escuadrón de policías… y justamente no era el más listo. Tenía en su cara un aire despistado, los ojos siempre soñadores, una nariz torcida, ojos negros y cejas poco pobladas. Tenía un cuerpo flacucho, pero sin embargo, estaba en buen estado por que era un muchacho muy deportista. Lo que más resaltaba eran sus largos y finos dedos que por nerviosismo siempre se posaban en la parte trasera del cuello. No era tampoco ninguna novedad que sus zapatos o su uniforme estuviesen manchados de café.

- No, no hay de que preocuparse… hicieron un record… hace solamente dos horas que escaparon- el jefe de Santiago no le dio cabida a las lamentaciones de este.

- Por favor jefe, discúlpenos, haremos lo que usted pida.

Ginna Margot era la acompañante de Santiago. Tenía el pelo castaño, ojos marrones, una silueta delicada, pero mal cuidada. Claro que no es fácil encontrar una mujer policía que a la vez sea modelo de bikini, pero si esta se sacara los lentes enormes que tenía, se desatara el pelo, se hiciera un facial, y un corte de pelo, además de un buen baño de aromaterapia, probablemente llegara a poder lucir un traje de una pieza. No era fea, pero su forma de arreglarse daba que pensar que no se quería ni un poquito.

Ninguno de estos dos cuerpos de la policía eran muy buenos en su trabajo… de hecho estaban por debajo de las expectativas de su jefe y este quería echarlos de una vez por todas, por que solo le hacían perder dinero al comando.

- Probablemente no hubiesen hecho mucho si llegaban a tiempo- se rieron los colegas de la pareja de oficiales.

- Dígame jefe- le habló Santiago- ¿Hay algún testigo?- mientras hablaban penetraron en el banco y caminaron por sobre los cadáveres.

- Ahhh- respondió el jefe golpeándose los muslos con las palmas- sí, hay testigos… menos mal que dedujo eso, oficial. Son como veintiocho. Preguntémosle a uno. Haber si esta mujer nos dice algo- el hombre se sentó en el piso y tomo un cadáver entre sus brazos y lo sentó en su falda-. Hola preciosa, ¿Cómo estas? ¿Pareces pálida? ¿Nos podrías decir a donde fueron? Que raro… no responde. Revisemos en su vagina haber si oculta alguna nota- el policía metió entera la palma en las parte intimas de la mujer muerta- no… solo sangre. Parece que estos testigos no pueden hablar ¡por que están todos muertos!

El jefe de la policía siempre fue un tipo rudo, sin contemplaciones y con un carácter muy roñoso. Si algo le disgustaba, te lo decía aunque te lo tuviera que hacer entender con el más ácido sarcasmo.

- Escúchenme bien lo que les voy a decir. Este es el ultimo caso en el que trabajan, si ustedes aportan algo satisfactorio se quedan, si no, me encargare de despedirlos con la más soberana patada en el orto que pueda ¿entendieron?

Los jóvenes agacharon la cabeza en afligida señal de afirmación y perdón.

No podían creer que tuvieran tan mala suerte, lo que ambos más querían era ser policías, el padre de Santiago había sido un federal, y Ginna no encajaba en ningún otro trabajo. Pero sabían que les iba a ser imposible ayudar en ese caso, esos ladrones era terriblemente hábiles, ni siquiera los detectives pudieron hallar sus huellas. Solo podían contar con esa desastrosa suerte que tenían.

- ¿Tenes los videos, Charles?- le pregunto Santiago a un policía gordo que examinaba las cámaras de seguridad.

- Si… lo de siempre. Entraron, robaron, los mataron a todos y terminaron procreando como conejos sobre el mostrador.

El joven policía mejicano bufó y se sentó bruscamente en el piso. Los crímenes eran perfectos… ¡si hasta les daba tiempo para andar teniendo sexo por ahí!

- Quiero que vallas esta noche a mi departamento- le dijo despacio Ginna al oído.

- ¿Qué?- preguntó el chico pensando que podría tener algún incentivo o método desestresante esa noche

- Si… si queremos seguir en el oficio, nos tenemos que llevar trabajo a casa.

- Oh- comentó el joven desilusionado- sí, tenes razón, pero ¿por donde empezamos?

- Voy a pedir algunos archivos, algunos DVD’s y en casa tengo Internet, a ver si averiguamos algo o pensamos un buen plan.

En eso quedaron, para encontrarse al salir del trabajo.

Mientras tanto, los delincuentes, también conversaban.

- Y sos un estupido descuidado- dijo Zack

- ¿Pero que queres que le haga? La gorra ya estaba en el banco, si no tocaba la bocina se quedaban cogiendo hasta que los agarren.

- No seas idiota, si tocaste bocina y dos segundos después se empezaron a escuchar las sirenas, nos íbamos a dar cuenta. Ya te dije que no me interrumpas cuando tengo sexo y…

- Cuando amas…- le dijo la joven Jennifer mirándolo con sus ojos agrandados y húmedos.

- ¿Qué no es lo mismo?

- Claro que no, mi vida. Ya sabes que no me importa si me la metes en el culo en un baño químico, para mi siempre vamos a estar haciendo el amor.

- Eso… como dijo Jenny. ¿Entendiste infeliz?-terminó Zack enfurecido apuntándole con la pistola en la sien a John que manejaba.

- Sí, sí, entendí. ¿Ahora a donde vamos?

- No se… quiero descansar y quiero ver las carreras. Busca algún hotel con televisión. Y préndele fuego a esta camioneta que ya esta fichada.

El secuaz no tardo en hacer lo que le dijo su jefe, y lo llevó hasta un hotel. Cuando se bajó, el último habló:

- Y no toques a mi mujer ¿eh? Por que te mato. Cuida a este tarado, Jenny.

- Por supuesto, mi amor. Dame un beso- el aludido se estiró para besar a la chica que estaba sobre la camioneta-. Te amo.

- Aja- la apuró el tipo.

Se fueron en la camioneta para quemarla en algún lugar y Zack entró al hotel con un saco de dinero para reservar una habitación. Al dirigirse a la recepción se chocó con Ginna, pero esta no lo distinguió por que al chocar sus lentes cayeron. El ladrón sin inmutarse se acercó al gerente, le pagó el día y fue hasta su cuarto. Ginna esperó a Santiago y subieron a su departamento, sin saber que las personas que buscaban estaban por entrar por la puerta.

- ¡Ja!- dijo Jennifer en tono de niña burlona- Zack te va a castigar.

- No, no seas botona, no le digas nada, no lo hice a propósito- se quejaba John

- A mi me parece que no. Te gusta tocarme el culo. Tengo que avisarle a Zack, tengo que hacerlo. Cuando se entera de esas cosas se pone celoso y me hace el amor como un potro salvaje.

- Pero si siempre te coje igual, le digas o no le digas… ¡decile que te lo tocó otro! El gerente de edificio por ejemplo, tiene cara de querer abusar de alguien.

- No, por que mi Zacky lo mataría. A vos nada más te va pegar hasta que te desmayes.

- ¡Que bien! Ahora me siento mejor, por haberle salvado la vida al gerente- se quejó John.

- Uff… es muchísima información y nada nos va a guiar hasta ellos. Es como pedirle a la Providencia que los ponga en nuestro camino- dijo Santiago resignado tirándose en un sillón-. Mi padre debe estar revolviéndose en su tumba. A quien quiero engañar… no soy policía.

- Más te vale tomarte en serio el trabajo... no quiero perderlo por culpa tuya- le retó Ginna

- Esta bien, voy a bajar a despejarme un rato y vuelvo.

Santiago recreó su vista en la piscina del hotel. No había nadie… eran como las once de la noche y nadie iba a ir a tirarse a la pileta a esa hora. Pero igualmente un joven de unos 18 años de pelo castaño salio a tirar una bolsa en la basura. Le tiró a Santiago una mirada de soslayo y se metió por un pasillo. El policía creyó haberlo visto antes pero no sabía de donde. Subió con un vaso de agua al departamento de Ginna y lo primero que vio al entrar fue el video del banco mostrando como un criminal le mostraba a la cámara el cadáver descuartizado del dueño del local. Eso bastó para escupir toda el agua que tenía en la boca.

- ¡Pero que haces tonto! Me mojaste toda- habló Ginna que tenía puesta una camiseta amarilla clara y una falda roja. Los senos se le marcaron a causa del líquido.

- Jeje- rió Santiago

- ¿Crees que es gracioso? No sabes lo que me cuesta lavar mis prendas en este hotel.

- Están acá

- ¿Quiénes?

- Los criminales, están en el hotel- dijo Santiago aun sin salir de su asombro. Eso era suerte.

- Estas loco, como van a venir justo acá- la chica se estrujó la camiseta.

- No puedo equivocarme. Era ese hijo de puta de pelo castaño. Lo vi con mis ojos.

- Entonces llamemos a la jefatura- dijo Ginna que empezaba a creer y se preocupaba.

- ¡No! Si llamamos a la policía se quedaran con todo el crédito y nos van a terminar echando por no hacer nada. Si los atrapamos, no le daremos ninguna razón para que el jefe nos despida. No tengas miedo, yo te voy a cuidar.

La chica se sonrojó, pero torpemente agarró su arma.

- Confió más en ella. Decime lo que viste.

Santiago le comentó, y cuando llegó al punto de la bolsa, Ginna quiso investigar.

Cuando revolvieron entre la basura, encontraron la bolsa, llena de envases de comida, bebida, y unas cuantas ropas.

- No parece muy macabro, pero te juro que era él- se encubrió Santiago al ver que la bolsa no dio pistas.

- ¿Qué cosa no es macabra?- pregunto la chica- Es obvio que tenías razón. ¿Qué otra persona tiraría sus ropas a la basura? Y menos ropa tan bonita como esta. Son ellos. Decime en que habitación están.

- Bueno… no se, pero se cual es el pasillo por el que se metió.

En el pasillo había tres habitaciones y fue más su suerte al comprobar que solo una estaba ocupada y, según el gerente, por tres amigos. Tenía que ser ahí, no había otra opción, tendrían que entrar y decirles que se arrojen al piso como dos buenos policías. No era cosa fácil. Ellos eran tres excelentes criminales con las mejores armas y ellos solo dos agentes poco entrenados y con pistolas apenas cargadas. Pero tenían el factor sorpresa. Llegaron hasta la habitación y se pusieron frente a la puerta con intención de abrirla de una patada. Con un poco más de suerte estarían dormidos. Se prepararon.

- 1, 2 y…-los dos contaban.

Patearon la puerta, pero con tanta mala suerte que se desprendió de las bisagras y se cayó sobre una mesita, la cual se tumbó y un frasco de aceitunas salio disparado justo hacia la cara de Santiago, golpeándolo en la nariz, y mientras Ginna tropezó con la misma puerta y cayó de rodillas al piso.

- ¡Auch!- grito Santiago que quedó sentado en el piso de dolor

- ¡Pero que caballo de mierda, por que no le dan droga antes salir a correr!- gritó Zack mientras todo esto sucedía.

Santiago y Ginna estaban en el sótano del hotel, atados de pies y manos y estirados como si fueran Tupac Amaru. No lograban saber como terminaron en esa posición. Todo iba bien, no podían haber tenido tanta mala suerte para que los goznes de la puerta estuvieran oxidados. Ahora, John reía sin parar mientras se preparaba para hacerles valla a saber alguien que cosa. Estaba colgando una soga del techo. Sí, los iba a horcar. No había otra salida. Por lo menos morirían como policías valientes… y un poco torpes.

- ¿Dónde esta tu jefe?- preguntó Santiago como pudo

- Cogiendo… es lo que hace todo el día… no pensé que te fueras a dar cuenta quien era. Yo sabía quien eras, asi que lo que querían hacer no iba a funcionar por que yo estaba en la cocina esperándolos. Ahora les vamos a demostrar lo que es meterse con nosotros. ¿Prefieren morir o ir a la cárcel? Respóndanme necesito saber que decisión tomar.

Los compañeros se miraron pensando que estaba loco.

- Morir- dijeron ambos

- Sabía que iban a decir eso. Y que tal si les preguntó así: ¿Prefieren que los mate o quedarse acá sin moverse por quien sabe cuanto tiempo?

Ahora los colegas se miraron asustados.

- ¿Por que nos matarías?- Preguntó Ginna

- Buena pregunta… ¿Por qué morirías? La respuesta es la misma… no quieren sufrir en la cárcel y prefieren morir de una vez. Entonces si no quieren sufrir aquí, prefieren que yo los mate entonces.

- No, yo quiero vivir- dijo apresuradamente Santiago.

- Muy buena elección- John le acercó una estufa al cuerpo casi desnudo del policía- ¿Entonces vos también queres vivir?

La chica miró despectivamente a su compañero y lo tomó por cobarde.

- No, yo prefiero morir a sufrir de cualquier manera- acertó a decir la chica

- Bien. Me gustan así de decididas. Entonces vas a hacer lo que yo te diga-el criminal se bajó los pantalones y se sacó la remera de un tirón.

- Ni hablar, antes mantengo la respiración hasta morir.

- De acuerdo. Digámoslo de esta manera… vas a hacer lo que yo te diga- John amordazó a Santiago- O incinero a tu compañero- acercó la estufa peligrosamente al cuerpo del policía y este gimió de temor.

El joven miro a su compañera con rostro suplicante. La chica se enfadó con el, pero no quería verlo morir… con su torpeza y su mala suerte, lo quería mucho. Santiago no la miraba suplicante sino con tristeza por que ese criminal trataba tan mal a su acompañante.

- Voy a hacer todo lo que me digas- Ginna cerró los ojos y no quiso mirar a Santiago que se maldecía por debajo de la mordaza.

- Bien- gritó John contento- Entonces juguemos un rato.

Se acercó al cuerpo desnudo de la chica. Ahora, en su estado salvaje estaba más bonita. Sin anteojos, el pelo suelto, sin esa fea ropa que siempre usaba. El delincuente deslizó sus manos por todo el cuerpo de la joven. Esta tembló al sentir la calida mano sobre su frió cuerpo. El tipo, un poco inexperto, se apresuró a frotar rápida y torpemente las tetas y la entrepierna de ella.

- Auch, me haces mal- le gritó ella.

El ladrón le pegó una cachetada, enfurecido.

-No grites por que tu amigo se asa. Vamos a ver que tanto sabes para venir a decirme a mi si soy bueno o malo con esto- con su brazos se colgó de la soga con una habilidad envidiable. Se hamacó hasta que quedó apoyado con los pies en la pared que estaba tras la muchacha-. Más te vale que no me muerdas por que te juro que voy a comer barbacoa de policía. Abrí la boca- la castaña se quejó por dentro pero le hizo caso- Eso, mira lo que te vas a comer- le metió con furia la pija en la boca, le tocó la traquea y la chica tuvo que retener una arcada- vamos, ponele entusiasmo y lame un poco- Ginna no pudo hacer otra cosa y comenzó a lamerle el miembro. Con la lengua le dibujaba círculos en el glande y le succionaba el pene como si fuera una mamadera- Mierda… si sera puta tu vieja… ¡ah, la concha! Si no fuera que lo haces por tu amigo, diría que queres tener tus manos libres para agarrar el tronco de la verga.

Y no era mentira por que tal vez inconscientemente las manos atadas se convulsionaban como si quisieran safarse para ayudar a acelerar o disminuir la entrada del miembro en su boca.

- ¡Ahhh la mierda!- John sacó su pija de la boca de Ginna y se corrió en toda su cara. Se bajó de la soga- Tenias razón… vos si que sabes- jadeó un rato mientras le acariciaba los pezones con el pulgar y frotaba suavemente el clítoris de la chica.

- Dale… dámela de una vez- dijo la mujer en éxtasis.

John y Santiago se sorprendieron ante este deseo.

- Bue… bueno nena… si vos la queres la vas a tener- John se agachó para tantear el terreno, mientras Santiago hacia un esfuerzo sobrehumano por liberarse. Cuando el ladrón quiso lubricar un poco la entrada se dio cuenta que no hacia falta… la vagina de la chica era una catarata, estaba completamente excitada. Igualmente introdujo su lengua en la concha de la chica para ver como reaccionaba. Fue algo impresionante como casi instantáneamente arqueo la espalda de placer ofreciéndole toda su intimidad para que sea libremente penetrable. El joven se impresionó y se paró hasta estar a su altura. Comenzó a besarle los pechos como solía ver que hacia su jefe cada vez que tenía sexo, y con intención pero disimiladamente, le desató la mano izquierda de la chica, tentando el peligro, pero para ver como respondía. La mujer le abrazó la nuca mientras disfrutaba cada lamida del muchacho. Este viendo que estaba como en un trance, le desató la otra mano. Ella, al sentirse libre, rápidamente lo tomó por sorpresa y le aprisionó los brazos. El delincuente tuvo miedo y trató de zafarse pero no pudo por la chica lo detuvo tomándolo de la verga y llevándosela a la boca. Él disfrutó un momento mientras ella le lamía el ya empapado miembro y luego hablo Ginna.

- No quiero que esa pija salga de mi cuerpo… si no te vas a decidir a ponérmela por lo menos deja me la meta en la boca.

Si el tipo se había deserotizado un poco, ahora el miembro se le puso de piedra. Desgraciadamente ahora, él se había convertido en esclavo de ella.

- Sí… sí- le dijo con miedo, apurándose para cortarle las sogas que le aprisionaban los pies. Una vez hecho esto la levantó del suelo y la apoyó contra la pared. No le costo mucho penetrarle la vagina, de un solo golpe se la metió como hasta el pecho. Ginna gimió de placer clavando sus uñas en las nalgas de su violador. Por cada embestida que el criminal hacia, ella emitía un gran suspiro de gozo y agradecimiento, como si se sintiera vacía cada vez que se la sacaba. La muchacha busco la boca del criminal para besarlo y una vez encontrada le tiro de su cabellera

- El culo me esta pidiendo a gritos que me metas algo adentro… ¿Qué tenes para ofrecerme?

El ladrón no podía creer lo sádica que era esa mujer. Sin titubear, le metió dos dedos para que la zona se vaya difuminando y después de ver que el ano respondía al ingreso de los dedos, le pegó una escupida y le metió la trocha hasta el colon transverso. La chica ahogó un grito de dolor y una lágrima se escurrió por su ojo derecho.

- ¡Ah, por favor! Fíjate si con esa pija enorme encontrás la hamburguesa que me comí hace un rato. ¡Ay, la siento tan adentro!

Esto no cabía en la imaginación de John. A la chica le estaba gustando tanto como la cogía, que incluso era probable que les facilite la huida, se notaba que le faltaba acción, sin embargo el delincuente se preguntaba cuando había sido desvirgada.

Sin darle mucha importancia a todo eso siguió taladrándole el orto a la chica hasta que ya no podía mover ni los brazos, se le doblaban las rodillas de placer. Ginna tenía el ano del tamaño de las rosquillas que tanto consumía diariamente, y le estaba doliendo mucho que las embestidas fueran tan crueles, pero sin embargo no había experimentado tanto placer jamás en su vida. Luego de un momento, su cuerpo se estremeció cuando sintió que un líquido caliente le llenaba todo su interior. Jadeó instantáneamente.

- ¡Ah!- el malviviente cayó al suelo aturdido por semejante sexo y tamaña excitación. Respiraba muy rápidamente-. Ni la droga me deja en las nubes de esa manera- cuando se incorporó para mirar como le había dejado el culo a la chica se encontró con un revolver en la cara-. Ehhh… ¿acaso te dejé insatisfecha?- le preguntó John sonriéndole y luego desplomó su cabeza en el suelo.

- ¿Cómo fue que terminamos acá, John?- ahora eran los criminales los que estaban atados de pies y manos. No había sido difícil. Una vez atado John, Ginna liberó a su compañero y juntos atraparon a la pareja mientras hacían el amor en su habitación- En esta ciudad no se puede tener sexo tranquilo… de alguna forma u otra siempre te están interrumpiendo.

- Me parece que fuiste muy lejos- le decía Santiago a Ginna.

- Te dije no me importaba hacer nada con tal de quedarme con el trabajo.

- Por un momento incluso pensé que lo disfrutabas…

- Lo hubiera disfrutado más si hubieses sido vos- Santiago se sorprendió. Y no era raro. Después de todo nadie se hubiera imaginado que Ginna tuviera las agallas de decirlo- ¿Ahora que haremos con ellos? Yo le voy a dar un castigo a él- dijo señalando a John, este tragó en seco- Vos encargate de la pelirroja esa.

- S… sí, como digas- Santiago no sabía muy bien a que se refería con "encargate" pero bueno.

- Tocas a mi chica y te juro que lo mínimo que voy a hacer va a ser meterte un hierro al rojo vivo en el culo- chilló Zack y trató de zafarse como pudo.

- No temas Santi, hacele lo que se te de la gana a esa perra- dijo Ginna agachándose para agarrar el flácido miembro de John- Probablemente sientas una mordidita.

- Que ni se te ocuRRAAAAAA- fue un grito tremendo el que pegó cuando la chica le clavó los colmillos en el glande. El tipo estaba traspirando- estás loca

- Puede ser- la muchacha le apretó la bolas con fuerza

- NO- fue lo único que pudo decir John antes de que la voz se le quebrara. Y después le llegó el turno a Zack, que gritó de la misma manera que John. Ambos estaban a merced de Ginna.

Por otro lado a Santiago no se le hacia fácil torturar a esa linda chica. Era una nena. Lo miraba con una ternura indescriptible. El muchacho sacó el miembro y se lo tendió tratando de parecer maligno.

- ¡Chúpala!- le gritó

La muchacha asintió obedientemente como si fuese un bebé que no tiene como defenderse y se metió el pene a medias endurecido en la boca. El policía se derritió ante tal comportamiento. Se hizo hacia atrás por que no podía ver sufrir a esa chica que nada le había hecho. Pero cuando el pene salió de su boca, Jennifer se quedó mirándolo tristemente como si le hubiesen arrebatado un juguete. El mejicano no podía soportar esa mirada, entonces se acercó hasta ella y se lo puso de nuevo en la boca. La chica lo lamía con fluidez y con gozó, cerrando los ojos y suspirando de vez en cuando. No fue mucho el tiempo que pasó hasta que Santiago empezó a sentir como una estampida de semen salía de su miembro, pero le fue imposible sacarlo de la boca de la chica, y esta no solo se tragó el blanco líquido, dejando que un poco se escurriera por la comisura de sus labios, también le limpió con la lengua cada gota que había quedado en la verga de policía. Este quedó asombrado por la paciencia de la chica, que fue como si estuviese resignada a lo que le iban a hacer y antes de negarse, se tendiera a disfrutarlo. Santiago sonrió al ver la cara de la chica y le separó un poco las piernas.

- Hey, no me vayas a hacer mal ¿eh?- le impuso la muchacha. Santiago asintió. Estaba entregadaza, no podía ser que alguien disfrute tanto de una violación, esa chica no era normal. ¡Le pedía que no la lastime! Pero bueno, si ella lo pedía, lo menos que podía hacer era darle la razón. Asi que pasó la lengua por sus labios vaginales rubricando el camino que iba a seguir luego con su miembro. Una vez que la vagina de la chica se llenó de un espeso líquido, el agente procedió a penetrarla. Y cómo la penetraba. La chica parecía que tenía manteca en la concha por que se deslizaba como en un tobogán sobre la verga del joven. Este sentía como su pene entraba, pero no lo sentía salir por que cuando hacia el intento, rápidamente la entrepierna de la muchacha bajaba con fuerza y volvía a envolver todo el miembro. Santiago decidió retirarse hacía un costado. La chica no paraba de gemir y disfrutar. Y entonces ella la estaba pasando tan bien… podría probar por el otro lado. Nunca lo había hecho por que no fueron muchas las mujeres con las que estuvo. Entonces decidió que ya presentada la oportunidad, podría que tal era. Deslizó dos dedos por el ano de la muchacha, tratando de imitar lo que John había hecho hacia un rato con Ginna. Fue impresionante como se dilató su esfínter al instante y ella comenzó a sacudir la cabeza como loca. Al ver esto Santiago se asusto y se retiró del lugar donde había metido sus dedos. La chica abrió los ojos de pronto y lo miro enojada, de repente como con un capricho, una lágrima corrió por su mejilla. El policía intento calmarla volviendo a poner sus dos dedos en el culo de la muchacha. Esta volvió a sonreír. Santiago se rascó la cabeza con la mano que tenía libre. Que extraña era esa chica. No le quedó otra alternativa que meterle la pija en el ano, a lo que la chica respondió enderezando la espalda.

- ¡Te dije que no me hicieras daño!

- Pe… pero esto te va a gustar- dijo asustado el agente

- Ah… bueno, entonces continúa…

Sin saber que más hacer siguió metiéndole y sacándole la pija en el culo hasta que liberó todo el esperma que había contenido en el primer polvo, llenando todas las entrañas de la muchacha.

Ginna le llamó la atención a Santiago. Había dejado adoloridos a los otros dos ladrones.

- ¿Es buena?- le preguntó la chica

- No tanto como debes serlo vos- afirmó Santiago sonriendo. Su compañera le devolvió la sonrisa. Ambos se acercaron y se besaron en la boca.

- Nunca te hubiera dicho nada si no fuera por ellos…- le dijo ella

- Sí… dejémoslos. Que escapen si pueden-dijo Santiago agarrando de la cintura a Ginna. Antes de que salieran de la habitación escucharon que Zack dijo:

-Santiago… el único que le da sexo a mi chica soy yo. Te voy a encontrar. Y te voy a matar.

-No mi amor… el me dio sexo… vos y yo… hacemos el amor.