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Los Megavioladores (Pokémon)

en No Consentido

Los Megavioladores

Una estampida de pokémon de distintos tipos corren atolondrados campo traviesa levantando una enorme polvareda. Hay algo en las montañas que los asustó mucho… demasiado. Todos gritan palabras ininteligibles en sus idiomas respectivos, se choca entre sí, se asustan cuando ven un pokémon más grande que ellos e incluso se arrojan a los ríos y nadan sin ser de tipo agua.

—Ja, miren como corren—comentó una figura alta y siniestra posando su pierna en una roca. Arrastraba las palabras hablando en un cerrado lenguaje dragoniano.

Se veían algunos rezagados en la gran estampida y otros que utilizaban túneles subterráneos para escapar. Muchos todavía se hallaban en la montaña, escondidos, esperando que el terror pasara sin fijarse en ellos. Correr ya no era una posibilidad pues “ellos” estaban muy cerca.

—Me da pereza cazarlos… ¿uso un terremoto para atontarlos a todos? —habló otra de las figuras, de enorme y robusto cuerpo metálico, resonando con una voz aún más metálica y quebrada.

Los pokémon que estaban cerca comenzaron a rezar sabiendo que quedarían hechos polvo con un ataque así a tan corta distancia. La transpiración los inundaba y la respiración se hacía cada vez más débil para evitar que los escuchen. Un pequeño Odissh no pudo aguantar la presión y salió corriendo detrás de las rocas atrayendo obviamente la visión de los enemigos.

—No me gusta esa planta. ¿Qué tal los que están detrás de aquella roca? —Una tercera figura cuadrúpeda se postró al lado de los demás. Era más bajo en altura, delgado y su voz autoritaria y demoníaca hizo estremecer a todos los pokémon que estaban cerca.

Cada uno de los que estaba ahí sabía que podía estar hablando de ellos. Sin pensarlo, salieron corriendo. Pero la figura negra con cola en forma de flecha corrió a enorme velocidad hasta una de las rocas que había más adelante. Allí, una pequeña Buneary, una Marowak de edad bastante avanzada y un Fraxure joven intentaban escapar.

Rápidamente, el Houndoom mega desarrollado lanzó su ataque polución desde lo más profundo de sus pulmones. Los pequeños escapistas rápidamente fueron rodeados por la sustancia venenosa y comenzaron a toser cayendo al suelo totalmente dopados. Tosían, sentías sus brazos y piernas dormidas… posiblemente morirían dentro de muy poco tiempo.

—Genial, Houndoom. ¡Me quedo con esa Buneary! —dijo el alto y gallardo Garchomp en su idioma rastrero; restregándose las cuchillas y con hilillo de saliva en la boca.

—¡¿Qué?! ¿Estás loco? ¡Es mía! Esa pokémon ni siquiera es tu grupo huevo —le recriminó el mega Houndoom mostrando sus afilados dientes.

—¿Y eso qué? No voy a procrear con ella, sólo quiero saciarme un poco —sin darle demasiada importancia al pokémon siniestro dio algunos pasos hacia la Buneary mientras su largo miembro violeta colgaba semierecto de su entrepierna.

—¡La tocas y te mato! ¡Es mía, tienes a la Marowak, es de tu mismo tipo! —De la boca del Houndoom ya empezaban a salir llamas.

—¡¿Esa anciana?! ¡Ni loco! ¡Siempre me tocan las víctimas más débiles!

—¡Pues si no te gusta pones cuchillas a la obra y buscas la tuya! —ladró el negro pokémon.

—¡Oigan! —se oyó la voz metálica del mega Aggron que había tomado al pequeño Fraxure de la cola y lo levantaba al momento en que lo olisqueaba. El duro y enorme miembro de acero del pokémon se arrastraba por el suelo completamente excitado como si tuviera una segunda cola—. ¿Esto es macho?

Mega Houndoom y mega Garchomp se miraron entre sí… si Aggron se enojaba podían ir dejando de discutir y terminar ambos sin presa.

—Ehhh… ¿sí? —afirmó titubeante Houndoom que era el más listo. La masculinidad de ese pokémon se notaba incluso a varios metros…

El pokémon de acero frunció sus hombros al oír eso. Lo arrojó con fuerza al suelo haciéndole crujir los huesos al pequeño pokémon. Le puso una mano encima para evitar que se moviera y comenzó a restregar su seco miembro sobre el ano del Fraxure que se quejaba sabiendo lo que le esperaba.

El pokémon siniestro y el dragón decidieron ignorar la desagradable escena y ponerse firmes para decidir quién se quedaría con la pequeña Buneary.

—Haremos una batalla. El que gane se la lleva —dijo mega Garchomp confiado.

El Houndoom gruñó. Sabía que no iba a ser fácil. Garchomp el segundo más poderoso además de que sus tipos tenían la ventaja sobre él. Pero Houndoom era quien mejor planificaba las batallas. Podría tener una posibilidad… y lo más probable era que su compañero se cansara y se rindiera antes de que batallar tanto le hiciera perder su apetito sexual.

—Está bien. ¿Preparado? —rugió Houndoom.

—¡Listo! —se asentó Garchomp blandiendo sus filosas megacuchillas.

El grito desgarrador del Fraxure siendo perforado analmente por el Aggron dio comienzo a la feroz batalla. Houndoom, veloz como una zaeta, se encaminó hacia su rival con la mandíbula abierta y sus puntiagudos colmillos en alto preparados para triturar. Garchomp, soltando un fuerte rugido, avasalló con su cuerpo envestido en la energía púrpura característica de los dragones. Se mordieron, se cortaron, se golpearon y terminaron en el suelo dándose de patadas.

—¡Acá el que la tiene más grande soy yo! —bramó Garchomp condensando toda su energía en las cuchillas que iba a usar para desgarrar a Houndoom.

—¡Pero eres el más feo! —Acto seguido el cuerpo fibroso del canino comenzó a rodearse de una poderosa y llameante aura roja.

—¡Vas a conocer la Ira del Dragón!

—¿Sí? ¡Antes te vas a ir al Infierno!

El llanto potente de un pequeño Buneary los detuvo en seco. Ambos giraron la cabeza con los corazones casi saliéndoseles del pecho. Y lo vieron. Allí estaba. Casi les da un infarto a ambos. Aggron había tomado a la pequeña conejita y en ese momento le metía lentamente la gran verga en su diminuta intimidad. Era grotesco. La pobre y pequeña pokémon, aplastada por el peso del pokémon de acero, apenas podía respirar. No pensaban que fuera posible que el cañón de ese Aggron entrara en la pequeña víctima pero al menos una pequeña punta allí estaba, abriéndola como un Sunflora en pleno mediodía de verano.

Vieron a un costado y allí yacía el pobre Fraxure, totalmente descuartizado, con el trasero ensangrentado y la cola doblada en varias partes. Al Houndoom se le revolvió el intestino. A pocos metros estaba también la Marowak, con su órgano genital del tamaño de un Voltorb, el cráneo destrozado en el suelo y el hueso metido vaya a saber Arceus dónde.

Volvieron a posar la vista en la Buneary que soltaba lágrimas desgarradoramente con los ojos negros bien abiertos arañando la arena y rogando ayuda en su idioma. Mega Aggron rugió con fiereza soltando grandes cantidades de un opaco semen amarillo que cubrió el cuerpo del pokémon más de lo que su algodonado pelaje lo cubría normalmente.

—Ahhhh, ahora sí que estoy satisfecho. Me gustó esta Buneary. Lo hiciste bien, nena —dijo el gigante con su voz metálica dándole palmaditas con su gran mano en la espalda. La pobre fitófaga sintió que los huesos le crujían mientras hacía un esfuerzo anormal por no desmayarse y soportar el terrible dolor en su entrepierna.

Houndoom y Garchomp, lastimados y totalmente sorprendidos, cayeron rendidos de cansancio al suelo; con el apetito sexual totalmente perdido luego de esa escena.

—¿Es hora de comer? —preguntó Aggron, famélico.

—Búscate comida si quieres —le recriminó Houndoom todavía molesto, bufando en el polvoroso suelo.

Entonces, un pequeño Murkrow cruzó el cielo.

—Ey, miren, es el pequeño. ¿Qué quieres, pajarito? —le preguntó Aggron levantando una de sus manos llena de esperma para que el pokémon siniestro se posara. Viendo el asqueroso espectáculo, Murkrow decidió seguir aleteando.

—Les tengo noticias, mis señores.

—¿De verdad? ¿Y cuáles son? ¿Encontraste un refugio con muchas hembras? —preguntó mega Garchomp dibujando garabatos en el suelo con sus largas cuchillas.

—No. Pero podría interesarles… es un humano.

Entonces los tres levantaron la mirada a verlo. Houndoom, atemorizado, rápidamente le habló.

—¿Un humano? ¿Cómo? ¡¿Dónde?!

—Lo he visto venir a las montañas. Llevaba un pokémon muy raro con él. Está al pie, un poco más lejos de aquí. Si quieren los guío hasta ahí.

El pokémon de fuego pensó bien la situación. Admiró a Garchomp que parecía estar en el mismo conflicto que él. Luego vio a Aggron que perdiendo rápidamente el interés se había puesto a limpiar su ahora flácido pene en una de las rocas cercanas.

—Por mi vamos, ya me estoy aburriendo aquí —dijo el metálico ser sabiendo que sería tomado en cuenta.

—Podría ser peligroso, los humanos saben entrenar muy bien a sus pokémon. Ellos aprenden ataques todo tipo de ataques. ¡Ataques de lucha, por ejemplo! —explicó Houndoom temeroso.

Aggron levantó una de sus cejas bastante impactado.

—Mmm, podría ser un problema… —susurró acariciando su robusto cuerpo de metal.

—Neh, me da igual —dijo el Garchomp frunciendo los hombros—. Vayamos

—¡Pero podrían conocer ataques de tipo Agua!

Garchomp rebajó con la mirada a Houndoom que trataba de asustarlo.

—Nah, que no me bañe no quiere decir que le tema al agua.

—¡Ataques de tipo Dragón!

—¿Eh? ¿De mi tipo? Neh, ya veremos quién es más fuerte…

—¡De tipo… HADA!

—Ya, ya, cálmate, ya entendí, hay que temerles a los humanos. ¿Qué hacemos entonces? —se quejó Garchomp levantándose. Siempre se burlaban de su debilidad a las hadas.

Houndoom volvió a pensar con más seriedad… era peligroso pero a ellos tres les encantaba el peligro. Lo habían vivido desde que eran pequeños. Siempre tuvieron miedo. La vida de los tres fue dura tratando de sobrevivir en esa montaña con todos los peligros. Habían tenido que someterse a la ley del más fuerte en todos los sentidos… hasta que encontraron las tres piedras que los habían convertido en lo que eran. Mutantes con fuerza fuera del conocimiento de los demás pokémon salvajes. Suspiró y asintió para hablar con firmeza.

—¡Llévanos, pequeño Murkrow! Revisaremos un poco y observaremos, luego pensaremos que hacer. A cambio, cuando regresemos dejaremos libre a tu madre y ya no la usaremos.

El pequeño Murkrow asintió sonriente con lágrimas en los ojos y los guio fielmente. Hacía ya mucho que su madre Honchkrow fue capturada por esos tres y la única forma de liberarla era buscando una presa a cambio. El pokémon volador se sentía feliz de al fin haber encontrado algo que les sea de interés.

Al pie de la montaña, en el lado Este, donde más rápido oscurece, la joven Britany había establecido su campamento. Estaba en una pequeña cueva donde pasaría la noche. Tenía mucha comida y agua. Luego de haber pasado por todos los gimnasios de Kalos, hacerse con todas las medallas y competir en la liga terminando como una de las mejores lo único que le quedaba por hacer era encontrar las llamadas “Megapiedras”. Quería un ejército de mega Pokémon para poder enfrentar a los más fuertes y vencer. Había tenido la suerte de encontrar en primer lugar la Gardevoirita que convirtió a uno de sus pokémon favoritos en uno de los más fuertes. También llevaba conseguidas la Ampharosita y la Mawilita. Incluso tenía a su leal Scizor, a su Venusaur y a su Tytanitar… sólo debía conseguirles las megapiedras y esperaba encontrar alguna en esa montaña.

Britany siempre fue una joven caprichosa. De chica nunca quiso salir de viaje pokémon porque en su casa la atendían y la vida de supervivencia le parecía un asco. Sin embargo, cuando llegó a tener dieciséis años se dio cuenta de que no tenía amigos y eso se debía a que todos habían hecho los suyos viajando por el mundo. Decidió entonces hacerlo pero como no era muy buena entrenando pokémon le pidió a su adinerado padre que le comprar algunos. Los que ella tenía eran las fuertes adquisiciones que su padre le había comprado. Pokémons de elite, muy bien entrenados y dispuestos a obedecer las órdenes de su amo. Britany aplastó a los líderes de gimnasio y a varios contrincantes en la liga. Sin embargo, a su equipo le faltaba mucho trabajo en equipo y amor. No había conexión entre ellos y su soberbia entrenadora.

A pesar de que el propósito principal del viaje era hacer amigos, los pocos compañeros que encontraba se terminaban alejando porque no soportaban la actitud de Britany, tan altanera, superior y egoísta. A pesar de enorme belleza lograda a través de años de no hacer nada, ni siquiera pretendientes dispuestos a aguantarla tenía. Pero a ella le importaba bien poco porque había descubierto algo mejor que los amigos: los admiradores. Gente que no tenía que tener al lado pero que cuando la tuviera lo único que hacían era decirle lo grandiosa que era. Sin dudas eso era genial. Y si lograba tener un equipo de megaevoluciones no habría dudas de que todos se rendirían a sus pies.

Dormir en una cueva no era algo que le gustara mucho pero podía soportarlo. Dejó a su Scizor vigilando, a sus demás pokémon en la pokeball y a Gardevoir durmiendo junto con ella porque el aura psíquica la hacía sentir protegida. Desató su largo cabello rubio, se cambió de ropa por una más cómoda para dormir y cerró los ojos esperando un nuevo día.

Lo que no sabía era que a pocos metros, entre la oscuridad, el trío de rufianes pokémon observaban. La habían visto deambular por la cueva todo el día. Sólo sabían que tenía esos dos altos pokémon, el de las pinzas que nunca habían visto, y el psíquico que era la última evolución de Kirlia. Gardevoir los había fascinado a los tres. Su aura feérica los engatusó desde el momento que la vieron y los tres tuvieron la misma idea: penetrarla por todos los orificios que tuviera. Sin embargo, Aggron apostaba a más.

—Ya quiero ponerle mis manos encima a esa humana.

Houndoom y Garchomp lo miraron asqueados. La versatilidad de los deseos de Aggron no conocían los límites.

—¿Hablas en serio? ¡Ni siquiera es de nuestra especie! —se alarmó Garchomp.

—¿Y qué? He violado pokémon de todos los tipos y de la mayoría de las razas. También de todas las edades y géneros. Incluso he probado algunos de color brillante… ya empiezo a aburrirme, esa humana me llama la atención. Me la pido.

—Ya, quédatela, da igual. ¿Cómo haremos con la operación? Preveo que no son los únicos pokémon que tiene —dijo Houndoom.

—Eres el listo así que piensa algo —le ordenó Aggron.

—¿Yo? Pues si voy a pensar cómo hacer las cosas quiero el hada.

—¡¿Qué?! Estás loco, es mía —volvió a discutirle Garchomp.

—¿Ah, sí? Entonces planea tú cómo hacer la operación.

Garchomp balbuceó por lo bajo sabiendo que tenía razón. Él usaría Terremoto mandando al diablo la cueva pero luego copular sobre los cadáveres no era tan divertido… luego de pensarlo un rato y sabiendo que el Houndoom no aguantaba demasiado cuando lo hacía prefirió no pelear, dejar que hiciera las cosas y quizá le quedara esa evolución de Ralts como segundo plato.

—Pues entonces espero que tenga más pokémon porque ese rojo parece macho y no si quiera lo piensen como para mí —se quejó cruzándose de brazos Garchomp.

—Sí, parece macho. Ese cuerpito delicado es de hembra pero su postura es masculina. Tendremos que debilitarlo. Parece el más fuerte. ¿Alguien sabe de qué tipo será? —cuestionó Houndoom. pensativo.

—Mmm, es rojo… ¿qué tal fuego?

—No lo creo —negó Houndoom que no veía el alma pasional de los tipo fuego.

—Es de acero, créanme —dijo Aggron convencido.

—¿Seguro? Pues si es así ninguno de nosotros tendrá problemas con él. Mi estrategia es la siguiente, acérquense…

Y así, Houndoom les comentó malévolamente el descabellado plan que tenía para introducirse en la cueva.

El Scizor de Britany se encontraba haciendo guardia en la entrada a la cueva. Más que guardia lo que hacía era no dejar de deleitarse con Gardevoir. Desde que lo habían dado a esa entrenadora lo único que tuvo en mente era escapar… hasta que vio que compartía equipo con ese pokémon. Nunca algo le había parecido tan hermoso y fino… su delicada naturaleza contrastaba tanto con la naturaleza salvaje de él que a veces pensaba que jamás le pertenecería. El insecto bufó de impotencia al recordar todo lo que sufría a diario para proteger a su entrenadora y con ella a Gardevoir. No quería que los separen. ¡Había soportado los más fuertes fuegos de la Liga Pokémon con tal de tener un rato a solas y animarse a decirle lo que sentía! No importaba si no eran del mismo tipo o si entre ellos no podían procrear. Alcanzaba con abrazarla y sentir su magia inundándole el cuerpo.

Volvió a gruñir con bronca. Además de Gardevoir estaba Ampharos que era muy simpática con él… parecía que gustaba de él. Y Mawile, la pequeña estaba perdidísima por su gallarda figura… lástima que fuera tan fea con esa cosa que tenía detrás de la cabeza y más ahora que tenía dos. Ser el único macho del equipo no era fácil y menos cuando la entrenadora lo ponía en ridículo poniéndole listones como a los demás que lo avergonzaban frente a Gardevoir y las demás. A veces no sabía si quería seguir luchando por ellas… ¡o morirse una de buena vez con un puñetazo en la cara!

Como si lo hubiera previsto, el enorme puño de mega Aggron apareció de pronto en la oscuridad directo a su cara. Scizor se movió a un costado instintivamente y atacó con una de sus tenazas rápidamente. El Aggron reía con sorna mientras sentía llegar los ataques a su cuerpo que eran como caricias para su robusta piel de acero. Con todo el ruido, Britany y mega Gardevoir despertaron. De nada le sirvió despertar a la pobre Hada porque se encontró con las cuchillas filosas del Garchomp en su cuello.

—Buenas noches, campanita. Lamento despertarte de esta forma… ¿qué tal si vuelves a dormir? Dentro de poco te llevaremos al paraíso, mejor si vas cerrando los ojos —le habló el pokémon con su rastrero idioma.

La Gardevoir no hizo más que jadear y sobresaltarse balbuceando unas tontas palabras en su chillón lenguaje. Britany, impactada, buscó su mochila con las demás pokeballs.

¿Qué es esto? ¡¿Qué está pasando, Gardevoir?!

Obviamente la humana no entendía ni a del lenguaje pokémon. Tarde se dio cuenta que la cueva era muy pequeña y estaba totalmente ocupada por ese enorme Aggron y por Garchomp, no podría sacar a nadie más.

Scizor, a un lado seguía dando su mejor esfuerzo. Probó incluso con sus más fuertes ataques cargados de energía luchadora pero ni así caía Aggron. El mega pokémon de acero río malévolamente esta vez y preparó en su boca, con mucha furia, una bola de energía plateada. El insecto se dio cuenta que estaba en un problema.

—¡Explosión Metálica!

El ataque fue intensivo. Aplastó al pokémon rojo contra una pared llenándole el cuerpo de abolladuras. Luego de chocar con la pared se desmanteló en el suelo como si lo hubieran demolido. No podía mover un músculo. Lo único que veía era a Gardevoir aterrada ante el filo de las guadañas de ese Garchomp.

El Aggron tomó al Scizor de una pinza y lo arrastró por el piso hasta sacarlo de la cueva. Con fuerza lo aplastó contra la pared y una vez encastrado ahí hundió sus manos en la montaña de donde empezaron a aparecer grandes picos de metal que lo aprisionaron con fuerza. Houndoom apareció entonces sonriente admirando al derrotado rival.

—Tenías razón, Houndoom. ¡Sí que sirve saber controlar el metal y la roca la montaña!

—Yo siempre tengo razón. Buenas noches, rojizo amigo. Hoy posiblemente veas a tus compañeros sufrir bastante. Así es la vida… la ley del más fuerte somete a los débiles como tú.

El perro sacudió su cola nerviosamente mientras el Scizor le clavaba la mirada más penetrante que tenía. Podrían hacer cualquier cosa con él, no podía moverse en absoluto.

Entonces, vieron salir a Garchomp de la cueva como si lo hubieran empujado. El pokémon se aferró de la montaña con sus cuchillas. Sin Aggron en la cueva, Britany había podido liberar a Mawile y a Tyranitar.

Houndoom reaccionó rápido antes de que algo malo pasara. Salió disparado como un cohete contra Tyranitar y se lanzó al suelo con sus fauces extendidas. Le clavó los dientes en la piel rocosa como si fuera de lana, levantó al pokémon por los aires y lo dejó derribado panza abajo en el suelo. La pequeña Mawile se quedó viéndolo impactada como si le costara comprender lo que había pasado.

—¡Oau! —admitió en su extraño acento robótico que enamoró a Aggron quien con lentitud se iba a acercando. Houndoom se en toda su estatura apuntándole con los cuernos y preparando llamas en su boca.

—¡Mega Mawile, haz… algo! —chilló Britany quien salía de la cueva protegida por la delicada Gardevoir.

La pokémon de acero vio a sus dos rivales enormes enfrente y por más de que estuviera a sus alturas por su condición de Megaevolución estaba segura que no podría hacer demasiado. Le temblaban las piernecitas. Aggron le palmeó la cabeza lo más despacito que pudo.

—Si no quieres que te pase nada mejor quédate sentadita ahí al lado —la amenazó.

—¡Garchomp, ve por ese pokémon! —le dijo Houndoom señalando a la Gardevoir.

—¡¿Qué?! ¿Qué pasa? ¡No entiendo lo que dicen! —le preguntó angustiada Britany a su pokémon. Gardevoir rápidamente se puso frente a ella para protegerla—. Deja, sacaré a Ampharos y Venusar. ¡Vayan!

Mientras los dos pokémon salían, la Tyranitar, herida en su orgullo trataba de levantarse. Garchomp rápidamente desfiló hasta donde había aparecido Mega Ampharos y la arrinconó con sus filosas cuchillas.

—Déjamelas, Houndoom. Ve por el hada.

El pokémon, conociendo el poderío de Aggron no dudó un segundo. Se acercó acechando a Gardevoir y cuando Venusaur quiso interponerse recibió en la cara una enorme bola de tierra. Al quitarse de los ojos todo ese barro vio que había sido Aggron que con su cola levantaba grandes cantidades de tierra por los aires hacia ella mientras sometía a la Tyranitar a fuerza de cabezazos. Venusaur estaba en la encrucijada de ayudar a Tyranitar o a Gardevoir… ambos estaban en problemas.

“Ve por el Aggron”, le dijo voz psíquica de Gardevoir en su cabeza. La pokémon obedeció sabiendo que su compañera de seguro tendría alguna carta bajo la manga.

—¡A dónde vas, tonta Venusaur! ¡Ven a ayudarme, defiéndenos! —chilló Britany al ver que Houndoom se acercaba cada vez más.

En el momento en que Venusaur terminó de decidirse, la Tyranitar cayó al suelo totalmente maltratada y sin energía. El Aggron era demasiado fuerte como para ser vencido por un pokémon normal.

Venusaur trató de detenerlo con sus lianas.

—¡Esto no es nada para mí! —el fuerte pokémon infló sus músculos y trató de romper esas cosas con su robusto cuerpo. Venusar estaba impresionada, no podía sostenerlo de ninguna forma y ni pensar en levantarlo. Debía hacer algo o ese Houndoom…

Entonces se oyó el grito de Britany. Gardevoir había caído al suelo y allí había quedado, completamente desmantelada. Houndoom apuntaba con sus cuernos a la chica. Scizor, clavado a la montaña trataba con todas sus fuerzas de romper el duro metal que lo sostenía pero de verdad estaba muy débil.

Ya era muy tarde. Para cuando quisieron darse cuenta, sólo Venusaur quedaba en batalla. Ampharos, Gardevoir y Tyranitar estaban debilitadas. Scizor inmovilizado. Mawile ni siquiera se movía del terror que sentía. Los mega pokémon empezaban a saborear la victoria y el festín sexual que se darían.

El pokémon planta hizo lo que pudo y descargó sus hojas cortantes en todas direcciones. Hasta al Scizor lo golpearon. Algunas incluso cortaron la delicada ropa de Britany, quien tuvo que cubrirse con sus manos al notarse semidesnuda. Sus pechos redondos bien sostenidos por el sujetador quedaron expuestos a la vista atenta del Aggron. También sus largas y blancas piernas. La chica no dejaba de gritar, por la falta de ropa y por algunos rasguños de las hojas.

—¡Hagan algo pero no me lastimen así! ¿P-por qué ese pokémon me mira así? ¿Q-q-qué es eso que tiene ahí?

La entrenadora no pudo evitar ver cómo de a poco se iba asomando la verga del Aggron, exteriorizándose amenazante desde su prepucio de metal. La gran Venasaur detuvo su mirada horrorizada en el mismo lugar. No podía creer su tamaño.

Los megapokémon no recibieron daño alguno de esas hojas, eran demasiado poderosos. Garchomp se acercó a buscar a Gardevoir sin dudarlo.

—¡Oye, oye! Recuerda el trato —dijo Houndoom.

—Lo sé, no te pongas nervioso. Ayúdame a llevar a campanita frente al Scizor —le dijo malévolamente.

—¿Frente al…? —Houndoom entendió que se refería al pokémon rojo y sonrió con picardía—. Excelente idea.

Los dos arrastraron a la pokémon por el piso haciendo que su abultada piel el forma de vestido se llenara de tierra. Aggron estaba terminando de someter a una confundida Venasaur usando sus cabezazos potentes.

—Así que te llamas Scizor, ¿no? —le habló perversamente Houndoom—. Nosotros somos los Megavioladores.

Al oír eso el pokémon abrió los ojos impresionados. Todos los pokémon estaban sorprendidos y Britany no entendía nada de lo que ocurría. Nunca pudo entender el idioma pokémon.

—Sostenla firme —le dijo el Houndoom a Garchomp quien sujetó a la Gardevoir por su parte delantera y la colocó boca abajo para que Houndoom pudiera montarla. El pokémon siniestro usó sus patas delanteras para apoyarse en la espalda de la delicada hada. Se podía ver su enrojecido pene goteando líquido preseminal, listo para penetrar a su objetivo. Le costó un poco abrirse camino entre los tentáculos que hacían las veces de vestido en el cuerpo de la víctima.

El Scizor trataba de liberarse con todas sus fuerzas. No podía creer lo que estaba por suceder. Cuando menos se lo esperaba, un grito de la Gardevoir siendo perforada por el miembro del pokémon siniestro lo dejó totalmente conmocionado.

—¡Oau! —ladró el pokémon sintiendo la caricia de la intimidad de Gardevoir.

—¡Déjala, déjala ya, no la lastimes! —le demandó el pokémon bicho.

—Jajaja, parece que sí sabe hablar —rio Garchomp que intentaba meter su aún no muy rígido miembro en la boca de la hembra psíquica, quien luchaba por cerrarla como podía pero el dolor que sentía la llevaba a dejarla abierta.

El Houndoom comenzó a moverse rápidamente metiendo y sacando su patinosa y siniestra extremidad en la delicada vagina sin estrenar de Gardevoir, cosa que hacía delirar a la pokémon. Mawile observaba boquiabierta la escena y trataba de cubrirse los ojos con sus mandíbulas superiores. Ampharos, también sorprendida, no podía evitar sentir un ligero cosquilleo en su cuerpo… no se sentía bien por su amiga pero ver la cara de dolor que ponía no le provocaba la tristeza que siempre solía tener cuando la veía sufrir en batalla.

A todo eso, Aggron ya había podido someter a Venusaur y comenzaba a meter en ella su gran miembro erguido. Estaba contento de tener al fin una víctima de su tamaño, ese Venusaur era genial. La pobre pokémon de planta, si bien sabía que era la más robusta en su equipo, también sabía que nunca había hecho algo así y su atacante la estaba lastimando demasiado. ¡Parecía que su pene no terminaba de entrar jamás! Nunca hubiera pensado que su intimidad llegara a poder contener algo tan grande como eso.

Britany se había quedado sin palabras, totalmente horrorizada. Era una tonta que nunca entendió bien todo el tema de la sexualidad y el apareamiento pokémon. Ahora eso la sorprendía. No entendía bien qué le estaban haciendo a Venusaur y a Gardevoir pero por sus caras parecían estar sufriendo demasiado.

—¡Oigan! ¡Ya basta! ¡Dejen a mis pokémon, ya los vencieron! ¡Si quieren comida llévensela! —pidió con lágrimas en los ojos oyendo el gruñido potente de Venusaur sintiendo el gran miembro llegar hasta su útero.

Scizor le echó una mirada de soslayo como si su entrenadora fuera una completa idiota. Los extraños gemidos de Gardevoir lo volvieron a poner en alerta. ¡No podía creer lo que estaba sucediendo! ¡Esos malditos la estaban lastimando, estaban profanando su hermoso y delicado cuerpo! Quería matarlos, quería hacerlos pedazos y rescatarla pero no tenía fuerzas para eso.

—¡Chomp! ¡Mira, Houndoom! Ja, parece que nuestro amigo rojo sí era macho… —comentó riendo Garchomp con una media sonrisa por la felación que le estaba practicando el hada.

Scizor se sonrojó aún más de lo que sus mejillas soportaban. No había podido evitarlo, ver así a Gardevoir lo excitaba mucho y debajo del abdomen, por entre su metálica piel, sobresalió colgando su miembro rosado e inmaculado.

—Jajaja, es cierto. Parece que le gusta que me esté montando a su novia. ¿Eh, rojito? ¿Te gusta lo que ves?

Scizor, completamente avergonzado, trató de defenderse.

—¡No! ¡No somos novios! ¡Déjenla, no sé qué es esto que me pasa!

—Mmm, ¿sabes qué creo? Que este Scizor jamás lo ha hecho —se burló Garchomp.

—¿Eso crees? —preguntó con falso interés Houndoom—. Oye, Scizor, ¿eso es cierto? No me digas que tu entrenadora nunca te deja salir por ahí a esparcir tu semillita. Deberías hacerte parte de nuestro grupo. Lo único que hacemos todo el día es dormir, comer y abusar de pokémon indefensos.

Scizor lo miró asqueado como si no pudiera creer lo que le decían.

—Iré por la Ampharos, te la dejo —le comentó Garchomp despegando la boca de Gardevoir de su azulado miembro.

—¡Escucha, Gardevoir! —le gruño Houndoom mientras su compañero se iba hacia la entrada a la cueva—. Arrástrate hasta donde está tu amigo rojo, toma su cosa con las manos y dale de chupadas como hacías con Garchomp o morderé tu espalda hasta que tus costillas no sean más que polvo.

—¡Oye, no le hables así! ¡Cuando me libere de aquí voy a usar mis pinzas para sacarte el…! ¡AHHH!

Gardevoir lo tomó con las manos y admiró a su compañero mientras se introducía en la boca centímetro a centímetro su miembro. El Scizor cuando sintió la humedad y el calor del interior de su compañera casi se arranca de la prisión de acero que lo contenía. No podía creer lo que estaba sintiendo, su cuerpo le mandaba millones de espasmos por segundo como si estuviera recibiendo el rayo de un pokémon eléctrico. No estaba preparado para sentir algo tan cálido en la parte más sensible de su cuerpo. Se derritió sobre la pared de roca disfrutando de la mamada que su compañera le propinaba mientras Houndoom seguía serruchando sin descanso la vagina adolorida de la psíquica.

A pocos metros se encontraba Aggron. El pokémon de acero se cansaba muy rápido del mismo pokémon por lo que, luego de dejar en un estado calamitoso a la pobre Venusaur que termino haciendo un terrible esfuerzo por no sufrir un infarto, se dirigió a donde estaba esa Tyranitar y la tomó por la cola. La pokémon se giró tratando de oponerse. Tenía fuerza como para hacerlo pero el poder de ese Aggron iba más allá de su imaginación. La apretó con su mano libre del cuello y le hundió la cara en la tierra haciendo un pequeño pozo donde la pokémon tuvo que luchar con todas sus fuerzas para conseguir sacar la cabeza a respirar. No tardó en sentir que el rabo delantero de Aggron apuñalaba con fuerza su órgano genital. Tuvo que morder una roca para aguantar el dolor… ella era una Tyranitar de las resistentes, no daría rienda suelta a su sufrimiento como aquella Venusaur quejosa. Sin embargo, más de una vez estuvo por soltar sus dientes y lanzar un grito. ¡Ese Aggron parecía estar metiéndose entero dentro de ella! Con dificultad gemía y gruñía. Arrojaba con sus manos tierra a su atacante pero el pokémon reía con sorna viendo sus vanos esfuerzos.

—¿Qué pasa, muchacha? ¿Nunca uno de tu especie te había dado un regalo tan grande? Jajaja. ¡Ten, toma todo lo que tengo! —La pobre Tyranitar empezó a partir las rocas que tenía cerca de la desesperación. Sentía mucho dolor y extrañamente se sentía húmeda. Ella era un pokémon de roca, no se suponía que estuviera húmeda ni siquiera con lo que le estaba haciendo ese pokémon.

La pobre Britany no podía abrir la boca. Luego de ver el agujero que quedó en la vagina de Venusaur de dio cuenta que eso debía doler bastante. Y Tyranitar era algo más pequeña que Venusar… ¡Esa cosa que le colgaba a ese Aggron era del tamaño de un Metapod joven!

—B-basta —susurró sintiendo verdadero miedo y se levantó lentamente para ver si su Venusaur estaba bien—. ¡Ya deténganse!

—¡Jajaja! Sí, claro, nos detendremos. ¡Oigan, miren esto! Parece que esta lo andaba necesitando.

Mega Garchomp tenía a Mega Ampharos tendida panza arriba y le metía la larga garrocha a una velocidad bastante impresionante. A diferencia de Venusar y Tyranitar que sentían un dolor terrible donde de vez en cuando percibían algún respiro de excitación, para la Ampharos era como estar en el cielo. Había estado viendo el espectáculo y no podía negar que estaba excitada. Los olores en el ambiente, los jadeos y las caras de placer de sus compañeras y del Scizor la habían calentado enormemente. Cuando el Garchomp dijo que iría por ella casi aplaudió inconscientemente.

Al principio pensó que el pokémon se la metería y el miembro saldría por su boca, pero Garchomp no era un bruto insensible como Aggron, él sabía que tendría mucho más placer si ella lo tenía también. La colita de la Ampharos se movía de un lado a otro demostrando su felicidad.

—¡No tienen idea de lo placentero que es esto! Es como si su vagina me diera pequeñas chispitas de placer. Ustedes posiblemente no podrían disfrutarlo pero como yo soy de tierra para mi es placer invaluable. ¡Toma, ovejita! Tu interior va a quedar tan blanco como tu cabello.

Y la pokémon gemía vulgarmente como una desaforada. Mawile estaba a un lado todavía petrificada viéndola. ¿Tan bien se sentía? Ella siempre fue una tonta para el amor, trataba de imitar a Ampharos que parecía siempre tener buenas respuestas en ese sentido. ¿Quizá debía comportarse como ella? Sea como sea sentía dentro de su cuerpo un temblor raro que la hacía estremecer.

A un costado, Houndoom se detuvo, jadeante. Estaba a punto de terminar. Esa Gardevoir extrañamente se había excitado cada vez más y su intimidad se estaba haciendo muy estrecha, como si ella misma tratara de aprisionar su miembro. Al parecer, estar chupándosela a ese Scizor le gustaba.

—Date la vuelta, Gardevoir, si no quieres que tu vagina se convierta en un coladero. —Sin quejarse, el hada obedeció—. Inclínate y métete eso donde te la estaba metiendo yo. —Luego de decir eso, el pokémon corrió donde estaba la Mawile, le mordió una de las mandíbulas y la arrastró por el suelo hasta donde estaba.

—No lo hagas, Gardevoir. ¡Puedes atacar! ¡Quítame estas cosas y acabaremos con ellos! No tienes por qué seguir sufriendo estas… ¡Ahhh! ¡Ohhh!

Sin dejarlo terminar de hablar, la psíquica usó sus manos para meter su miembro suavemente dentro de ella. Scizor estaba muy sorprendido pero no podía negar que estaba pasando un momento bastante agradable.

—¡Ay, ay, duele! ¡Basta, no hace falta que me hagas daño! —lloriqueaba la Mawile enfadada hasta que el Houndoom terminó de llevarla cerca de los dos amantes.

—Levántate e inclínate o te hago cenizas —le ordenó el  Houndoom. Su fetiche era ver a la Gardevoir a la cara mientras se lo hacía a la Mawile, de la otra forma no podía verla bien.

—¿Q-qué? ¿Cómo?

—Grrr, no me hagas esperar —se enfureció el pokémon que empezaba a perder excitación—. Gardevoir, hazlo por ella o te ahorco con tu propio vestido.

La mega hada utilizó su poder psíquico mientras hacía muecas de placer atenuadas por su flequillo y colocó a la Mawile en cuatro patas para que Houndoom pudiera montarse en ella, cosa que hizo al instante.

La pokémon de acero percibió como el miembro puntiagudo, retorcido, húmedo y caliente entraba en ella. Sus mandíbulas superiores se agitaron y trataron de morderlo inconscientemente pero los cuernos del siniestro las frenaron.

—¡Oye! ¡¿Qué haces?! ¿Quieres que te prenda fuego?

—¡Es que está muy caliente! —se quejó con lágrimas la pequeña mega de acero.

—Jajaja, y claro, es el pene de un pokémon de fuego. ¡Y va a llenar de leche todo tu cuerpo de acero! ¡Siente mi calor, Mawile!

Las mandíbulas se retiraron y se clavaron con fuerza en el suelo. Mawile sentía algo de dolor pero cada vez que lo sentía chocar completamente con su útero la hacía sentir completa como nunca había estado. Cuando ese Houndoom metía su verga como un taladro en ella sabía que poco a poco estaba dejando de ser la nena caprichosa del grupo y se convertía en una mujer más… como Ampharos o como Gardevoir. A pesar de que sentía bastante dolor y por dentro sus entrañas se quemaban, estaba feliz y trataba de imitar al hada, jadeando y gimiendo con fuerza como lo hacía.

Gardevoir, a pesar de las constantes quejas de Scizor para que dejara de hacerlo y no les siguiera el juego, estaba disfrutando esa especie de acoso contra su compañero de equipo. Nunca se había puesto a pensar en él como una pareja simplemente porque no era de su tipo pero ahora que no le quedaba opción el insecto no estaba para nada mal. Al ritmo que el pokémon metálico daba gruñidos de placer sintiendo la vagina de su amada patinar sobre su miembro, ella estiró los brazos hacia atrás para abrazar su cuello y apoyó la espalda en su pecho.

—Gardevoir… no tienes que…

—Sólo cállate y relájate. Déjalo salir. Lléname.

El pokémon tragó en seco y cerró los ojos obedeciendo a su chica. No podía contradecirla, prefería morir.

En ese entonces oyeron el grito que emitió Mawile. Houndoom tenía la cara completamente rosada de calor y placer. Dejó caer el peso de su cuerpo sobre la pokémon de acero y ambos se desplomaron en el suelo víctimas de dos imponentes orgasmos.

Más lejos Garchomp y Ampharos también estaban desparramados en el suelo. La eléctrica totalmente desmayada con una sonrisa en la cara y el pokémon dragón haciéndole rulitos en el cabello con sus garras guadañosas como un campeón.

Aggron literalmente había aplastado a Tyranitar de tanto penetrarla. La enterró unos cuantos centímetros en el suelo debido al peso y la potencia de los movimientos de ambos. La pobre siniestra suspiraba con dificultad. Sólo Aggron y Britany quedaban de pie entonces, sin contar a Gardevoir y Scizor que ya estaban en su fiesta aparte. El pokémon se acero se acercó maliciosamente a la humana. La chica, muy asustada, empezó a retroceder.

—¡O-oye! ¡Aléjate, te lo advierto! ¡Si me haces algo la policía vendrá y…! ¡SUELTAMEEEE!

El Aggron la levantó en el aire con las dos manos y la observó pensativo. No era seguro si estaba pensando en cómo sacarle la ropa o si evaluaba la posibilidad de que su miembro cupiera en ella.

—¿Q-qué me vas a hacer? ¡Bájame, te lo ordeno! ¡Eres un pokémon, ustedes tienen que obedecernos!

Al pokémon de acero todo le parecía gracioso. Nunca se ofendía, nunca lloraba, nunca se molestaba por nada. Sólo se reía de todo. Obligó a la chica a arrodillarse y le empujó la cara para restregarla en su baboso miembro cubierto de los cálidos orgasmos de la Tyranitar.

—¡Duh! ¡Qué asco! ¡Aléjate de mí! —Britany golpeaba el duro cuerpo de acero del pokémon y trataba de empujarlo.

El pokémon gruñó y habló algunas palabras en su idioma que ella no entendió. Como Aggron sabía que no iba a ser fácil, tuvo que manejar su cabeza con las manos y apretarle las mejillas para que abriera la boca y lo chupara. Claro que difícilmente llegaba a entrar la punta.

—¡No voy a lamer eso, es asqueroso, basta, basta!

La chica escupía y desviaba la cabeza. Algo impaciente y decepcionado, el Aggron decidió tomar otras medidas. La levantó entre gritos, la puso panza abajo sobre una roca, le hizo añicos la fina ropa que llevaba y con sus filosas garras llenas de barro empezó a “acariciar”, con todo el cuidado que esa bestia podía, las partes de Britany.

—¡No! ¡No! ¡Basta! ¡No m-me t-toques ahí! —suplicaba la chica balbuceando ya muy asustada y avergonzada.

Nunca se había imaginado que esa era una de las razones por las que sus padres la cuidaban tanto. Mientras sentía su húmeda vagina siendo investigada empezaba a pensar que podría pasarle lo que le sucedió a Venasaur y a Tyranitar.

—Oye, por favor, no me hagas nada, les voy a dar lo que quieran, no saldré más de mi casa, se los suplico. —El orgullo de Britany y sus caprichos aprendieron de repente el significado de la palabra humildad.

El Aggron, sonriendo ampliamente, separó bien las piernas de la entrenadora y empezó a empujar en su intimidad parar abrírsela completamente.

—¡AAAAAAAH! ¡AUXILIOOOOOOOO! —gritaba la chica sintiendo un terrible dolor en su vientre. También le dolían mucho los pechos, sentía que se le iban a reventar. Tuvo que sostenérselos con los brazos instintivamente—. ¡Ya para, me duele mucho, alto, libérame!

Las lágrimas ya empezaban a bañarle la cara pero a Aggron nadie lo persuadía. No le pudo meter demasiado, de verdad era un miembro muy grande para su delgado cuerpo y además era la primera vez que pasaba por eso. Cuando el pokémon de acero se empezó a mover embistiéndola sus gritos llegaron a las nubes. Sentía que el cuerpo lentamente se le hacía añicos. Estaba tan concentrada en sentir dolor que no sentía placer. Sólo le dolía. Quería desmayarse, le suplicaba a su mente que se apague para no seguir pasando por eso.

Cuando Gardevoir se cansó de moverse tuvo que deslizarse y echarse en el suelo. Scizor había quedado extasiado, maravillado, nunca había tenido una experiencia tan cercana a la felicidad total. Lentamente fue cayendo junto con ella. No se dio cuenta hasta que terminó recostado en el suelo que estaba libre… claro que aunque lo estaba no podía moverse, primero por la paliza que Aggron le había dado y luego por la que Gardevoir le había propinado. Solamente podía suspirar tratando de recuperar todo el oxígeno agotado.

Houndoom se levantó con las piernas temblándole y fue a buscar a Garchomp que lo siguió. Ambos fueron hasta donde estaba Aggron, penetrando a la pobre e ingenua muchacha que ya no podía gritar, simplemente se dejaba hacer sintiendo como sus pechos le rebotaban contra la piedra.

—Ya, acaba de una vez, se va a hacer de día y quiero dormir —dijo Mega Houndoom bostezando.

El pokémon aumentó la velocidad de sus movimientos. Britany se quejó entre dientes y cerró los ojos para aguantar la fuerza con la que la estaba violando esa máquina. Lo último que llegó a sentir es que dentro de su cuerpo se escurría una enorme cantidad de líquido que la quemaba y le hacía arder las microfisuras de su vagina. Aggron la dejó caer al piso y allí la entrenadora se hizo un ovillo.

—Uff… bueno, demasiado. No es de las muy buenas, prefiero a las otras dos pero creo que te gustarían las humanas, Houndoom.

—Ja, tú porque no probaste esa Gardevoir. Vámonos —ordenó el líder siniestro.

—Esperen, por favor.

Los tres se detuvieron sorprendidos al oír la voz de la dulce Gardevoir a sus espaldas.

—Llévenme con ustedes. No quiero seguir aquí. Nuestra entrenadora es un asco… quiero divertirme como ustedes.

Los tres se miraron entre sí. Sonrieron evaluando la posibilidad de tener una miembro femenina. El Scizor no caía en la sorpresa de lo que su amada estaba diciendo. ¿Acaso era una sexópata pokémon?

—¡Pero Gardevoir! ¡No puedo creer lo que estás diciendo! ¿Acaso estos pokémon te lavaron el cerebro?

La pokémon, sonriente, levantó su largo y abultado vestido para inclinarse y besar al Scizor, sonrojándolo enteramente.

—Scizor, me encantas pero… ¡eres demasiado bueno! Ya estoy adulta y quiero más emoción que esas batallas pokémon de niños. Ya no quiero viajar con esa niña… ¡quiero conocer otros pokémon! ¡Quiero probar a todos! ¿Piensas que es horrible que diga que me gustó lo que sucedió? Pues me gustó, prefiero eso a viajar con una tonta que sólo nos usa como juguetes.

—Esta es de las buenas. La quiero en mi equipo —dijo Aggron sonriente al oír eso.

—¡Pero ellos también te usaron como un objeto, Gardevoir! No te vayas… no me dejes, por favor. ¡No me dejes después de esto, no podría soportarlo!

El hada volvió a besarlo.

—Iré con ellos. Quédate con Britany hasta decidir lo que harás. Si alguna vez quieres venir estoy segura que ellos te harán un lugar en el equipo. ¿Cierto? —La Gardevoir admiró a los tres rufianes seductoramente.

—Absolutamente de acuerdo —habló rápidamente Houndoom sonrojado.

—Bah, me da igual mientras sea el tercero en elegir —comentó Garchomp admirando a Ampharos con la esperanza que se levantara y eligiera ir con ellos también. La pobre estaba dormida como un Snorlax en invierno.

—¿Ves, Scizor? Te esperaré… no te tardes —le susurró la psíquica besándolo por última vez y levantándose para acompañar al trío.

El pobre pokémon bicho, enternecido y confundido por lo que había ocurrido sólo pudo ver al cuarteto irse caminando por la ladera de la montaña. Nunca olvidaría aquel grupo… los misteriosos Megavioladores.