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Paja gustosa y a la carta

en Autosatisfacción

Ayer me hice una paja, bueno... y quién no se la hace de vez en cuando o seis al día si puede? Casi nunca me masturbo con material porno a no ser que sean imágenes fijas, fotos morbosas que captan ese momento intenso, esa expresión sublime congelada en esa cara que dice más que todas las folladas y corridas que parió madre desde que se inventó el fotograma. Como esos edredones raros, patchwork o como se llamen, que las polillas de mercería se dedican a coser en las trastiendas; pego en mi mente retorcida esa postura caliente y le añado los retales que preciso, en general: capturas de otras pajas del pasado lejano o inmediato, recicladas y cosidas con aguja e hilo que son la verga lechera y sus jugos preseminales.

Y como costurera perversa, estoy ahí dale que te dale al ritmo de la puntada. Para que veáis que no es tan diferente a lo vuestro, ahí va un ejemplo: S. me pone y M. también, pero no hay película que recree mi fantasía, y si la hay, no me entero o estará en un sector virtual que desconozco; por lo que sólo me queda echar mano de esas imágenes retenidas y poner las cuatro neuronas que me quedan a trabajar para ver al machote con cara de jodido cabrón amorrar -perdonadme los mitómanos- a esa paja viviente de curvas precisas y piel blanca y tersa que fue M., para encularla a lo salvaje y poderla ver ojo en blanco y babeando de gusto restregando el carmín sobre la moqueta, con gruñidos de cerdita satisfecha.

Y así lo veo a él, tal como lo muestra el buscador de imágenes, bien calvo, nariz torcida y casi feo, levantándole la falda para no rasgarla ni quitarle lustre, esas faldas de los 50's de vuelo vaporoso, porque S. es más viril que nadie pero todo un caballero y lo que quiere es lo que a ella le complace; si así no fuera, eso estaría en "No consentido". También podría estar en "Sexo con maduras"; o mejor, en "Sexo con seniles"; si tuviéramos en cuenta la edad real de los actores, que de no haber comulgado M. con barbitúricos, ya rondaría los 90. También podría estar en "Ficción", porque si está muerta... ¿qué hace aquí? Qué pena que no haya "Sexo mitómano-necrofílico".

Pero aquí dejo a los dos lo tengan o no merecido en pleno acto contranatura, mete saca, saca y mete, y yo frotando mi verga erecta y humedeciendo el capullo a ver si saco el hilo por el agujero como araña laboriosa y así coso, zurzo o pego los retales. S., que como actor es una mierda del carajo, pero que a cara salido nadie le gana y a mí es lo que me pone, da la vuelta y pone patas arriba a esa cabeza de chorlito que por mucho que tuviera 160 CI lo disimuló sin prejuicios y hasta el final de sus días, y le baja el brassier para liberar sus ubres de vaca paridora. Esas salen vibrantes y yo renuevo el pajote con furor, aferrando fuerte el mango y los cojones mientras aprieto la dentadura tal es el gusto consecuente a mis maniobras. Primero se las acaricia suave, pero viendo yo que no encaja con el rol de duro que me gusta, obedece, intuyo que por orden telepática, y pronto se las exprime como si fueran a chorrear leche y los pezones se tungen, ofrecidos a su boca. Él repite la operación para que se retuerza de placer mientras recibe lametones en las puntas que pronto se convierten en dentelladas suaves y sabrosas, y los gemidos de ella se transforman en grititos de zorra salida que reactivan la excitación del machote.

Y aquí, como siempre, entro en confusión porque me siento guarro y guarrona, y por el mismo precio quiero ser él y ella y así gozarlo todo; pero el instrumental me supera y la escenografía me aturde. Y es que no es para menos: todo es satén blanco y purpurina que deslumbra y la cabeza de M. cuelga bocabajo en el borde de la cama mientras está abierta de piernas y ofrecida a la verga de S. que sin piedad se la folla. Ella tiembla como gelatina esperando ser comida a cucharadas, y esa cuchara es mi rabo que se acerca hasta su boca, la misma que se la chupó a J.F.K. De rodillas, me aproximo y se la hundo partiendo ese carmín desbordado y siento que no es boca humana sino un agujero cálido y vibrante, sin paladar y sin canto de diente ni muela, sólo anatomía que confirma la sospecha: es una muñeca hinchable con prestaciones novedosas. Un suave y untuoso rozar de profiláctico y un olor a caucho con perfume reafirman mi creencia: de que todas esas máquinas de follar se hacen con los mismos moldes en un apestoso polígono industrial de Shangai donde se reciclan chicles y condones caducados, neumáticos y artículos inútiles circulantes en eBay con periodicidad de órbita cósmica; y la prueba de seguridad, la que consiste en hinchar para ver si andan pinchadas y se ahuecan solas, la hacen enanos que deberían estar en la escuela o jugando en el parque con balones, soplándolas por la chocha. Pero yo no entro en desánimo porque la explotación laboral me la afloja como dice mi viejo que es ultraliberal convencido, que así es el mundo cabrón desde que ese mono dejó de andar a cuatro patas y se erguió sobre sus talones.

S. guiña un ojo y me saca la lengua, lascivo, mientras empuja la mandíbula hacia afuera, gesto que me atora de gusto y que, por extrañas coincidencias, se encuentra representado en retratos de eminencias reales en famosas pinacotecas. Por un instante, pienso si será también muñeco o metrosexual que para el caso es lo mismo, y extiendo la mano a su torso lleno de pelos para salir de dudas y tranquilizarme. Y lo consigo: cosa tan morbosa y excitante sólo confirma que es auténtico y, de no ser así, no me recorrerían esos escalofríos sintiendo su vello entre mis dedos mientras reconozco esa piel abierta de poros y salpicada de pecas, llena de imperfecciones que exacerban el deseo de que me folle como se folla a esa muñeca.

Extiendo la mano y tomo la zanahoria extra grande a falta de un buen pepino, que desde lo de la alarma sanitaria mi vieja dejó de comprarlos; no sé si por precaución, acabar de hundir la economía o las dos cosas. Unto saliva en mi ano y le pongo condón a la hortaliza, no fuera a pillar ese bicho peligroso, versión clorofílica de las venéreas más fulminantes y espantosas. Empujo sintiendo que eso es verga de macho mientras que mi puño es vulva de hembra, y acompaso con suavidad ese movimiento en que todo se confunde: placer, dolor y vejación sublime dejándome la próstata ardiente como la boca del infierno ... Meto saco, saco y meto y me froto el mango hasta los huevos prietos como castañas pilongas. Escupo sobre el glande, no porque me haga falta ya que lo tengo bien jugoso; pero es que me da morbo ver mi saliva viscosa colgando hasta esa rojez granate... y sigo frotando mientras miro a S. muy intenso. Siento que mi ficción es más real que un revolcón de hecho, y que esa imagen en el espejo del baño es la suya y no la mía...«Puto cabrón» le susurro con rabia cariñosa como le diría a un colega mientras siento subir la lefa que inunda mi mano y chorrea en esa boca imaginaria... «Perra lujuriosa» le digo a ella, esa muñeca cuya goma se resiente del trajín; notando los espasmos del recto atrapar la zanahoria y propulsarme contra la pila del baño. Mi cuerpo es un arco tenso que me deja de puntillas apurando el goce; sintiendo que el mundo se detiene por unos instantes, que nada hay en esa vida que valga más que eso y que si durara más sería muerte segura; bueno, quizá exagero. Las piernas aflojan y me arrodillo, vencido, envidiando a los soplacoños de muñecas y su especializado trabajo.

-¡Alex, venga ya...abre! -grita mi vieja tras golpear la puerta, impaciente.

Podía haber dicho: «vale ya de darle al manubrio» o «eso te engancha más que la Play» porque las madres tienen RX en los ojos y lo ven todo. Afortunadamente, no me grita lo que le decían a mi abuelo de joven: «te quedarás ciego, desgraciao» o «se te secaran las meninges y te quedarás tonto». Ciego de gusto, sí me quedo por momentos.

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