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En estado... de excitación

en Hetero: General

El día que Romina supo que estaba embarazada fue un día feliz. A pesar que no haberlo buscado, sí que era deseado. Su pareja también saltó de alegría cuando se lo dijo. Se abrazaron con fuerza. Se besaron. Y terminaron haciendo el amor.

-Vamos a ser padres - dijo después Romina, abrazada a su hombre. Él le acariciaba el cabello

-Sí. Nos va a cambiar la vida para siempre. Pero para mejor.

-¿Qué será? ¿Niño o niña?

-Me da lo mismo, mi amor. Será nuestro, y eso es lo que importa.

Pasaron los días. Las pruebas que se hacía salían todas normales. Todo iba muy bien.

Al principio no notaba nada, pero poco a poco empezó a sentir cambios en ella. No sólo los físicos normales en una mujer en su estado. Ella siempre había sido una mujer ardiente, pero dentro de lo, se decía, normal. Pero a partir del tercer mes de embarazo, Romina se dio cuenta de que su deseo sexual aumentaba. Se excitaba más que antes. Y cuando su pareja estaba en casa, lo buscaba. Se insinuaba. Sabía por amigas que algunas mujeres aumentaban su libido durante el embarazo. Parecía que ella era una de esas mujeres.

Una la noche, se fueron a acostar. Él le dio un beso de buenas noches y se dio la vuelta. Romina se quedó con los ojos abiertos en la oscuridad. Estaba cachonda. Tenía el coño húmedo. Los pezones duros. Se giró hacia su chico y se pegó a él.

-¿Jugamos un poquito? - le dijo, llevando una de sus manos hacia la polla, metiéndola por dentro del pijama de él.

Generalmente, era siempre él el que la 'atacaba'. Los papeles se estaban tornando. Romina acarició la fláccida polla. Antes ésta se ponía dura enseguida, sólo con tocarla. Ahora notó que no reaccionaba como antes. Insistió. Le besó el cuello, le restregó las tetas por la espalda.

-Ummm, mi amor. Estoy muy cachonda. Necesito que me folles. ¿No te vas a follar a tu nenita?

Por fin, él se dio la vuelta y la besó. La mano de Romina no soltó en ningún momento la polla, que ya se hinchaba entre sus dedos. También una de las manos del chico buscó su coño. Romina gimió en la boca de él cuando dos dedos recorrieron su rajita, caliente, babosita. Se estremeció cuando los dedos empezaron a frotar suavemente su clítoris.

-Agggg, mi vida. Cuanto te deseo...fóllame...fóllame ya. No quiero correrme con tus dedos. Quiero correrme con tu polla. Fóllame...

Él le quitó el pantaloncito del pijama. Se bajó el suyo hasta las rodillas y la montó. Dirigió la polla hacia la entrada del anhelante coño y se la metió, despacito, hasta el fondo.

-Ummmm que rico...Como me gusta sentir tu polla dentro de mí.

La besó al tiempo que empezaba a follarla. Se apoyaba con las manos en la cama, para que su cuerpo no se apoyara sobre el de ella. Romina intentó atraerlo hacia ella, pero él no se dejó. Ella necesitaba sentirlo. Sentir su peso. Pero él no podía hacerlo. En su cabeza sentía miedo. Miedo a hacerle cualquier posible daño al hijo que ella llevaba dentro. Por eso se levantaba sobre ella.

Romina lo comprendió, y dejó de intentar que él se echara sobre ella. Cerró los ojos en la oscuridad y disfrutó de la polla que entraba y salía de su coño. Estaba tan caliente, tan mojada, que chapoteaba en sus jugos.

-Así mi amor... no pares de follarme... Estoy tan...cachonda....me....voy a correr...me voy a....correr...no pares... no pares...no pa....

Fue el cuerpo de ella el que se pegó al de él cuando estalló en un intenso orgasmo que hizo que su espalda se arqueara sobre la cama. Se corrió con intensidad, con la polla clavada hasta el fondo de su vagina. El imaginar que dentro de poco notaría como la polla palpitaba, como se tensaba y como lanzaba su ardiente lava contra el fondo de su coño hacía que su orgasmo siguiera y siguiera. Lo necesitaba. Necesitaba sentir el calor del semen invadiéndola.

-Córrete....dámela...dame tu leche... - gimió entre espasmos de placer.

Pero no ocurrió como ella deseaba. Cuando él no pudo más y notó que se corría, se salió. Le sacó la polla del coño y se corrió sobre su pubis, sobre su barriga. Romina sintió los calientes golpes de semen. Pero no donde quería sentirlos. Donde necesitaba sentirlos.

Se sintió decepcionada. El se acostó a su lado y la besó con ternura. Ella le devolvió el beso.

"¿Por qué no se corrió dentro de mí?", pensó Romina "¿Por qué? Ahora no hay peligro de embarazo. Ahora puede llenarme...pero no lo hizo"

-Voy a...limpiarme - dijo, un poco seca.

Se levantó de la cama y se fue al baño. Se miró al espejo. Miró su barriguita, que ya empezaba a notarse. Sus pezones marcados tras la tela del pijama. En su pubis y sobre la parte baja de su barriga, el semen de su novio. Llevó una mano allí y se frotó, extendiéndolo como si fuera una crema. Después, mojó una toalla y se limpió. Volvió a la cama y se acostó.

-Buenas noches - le dijo, sin mirarlo.

-Buenas noches, mi amor.

En la oscuridad, Romina seguía con los ojos abiertos. Y el coño vació. No dejaba de preguntarse el porqué. Al final no pudo más y se lo preguntó.

-¿Por qué no te has corrido dentro de mí?

Silencio. Él buscaba las palabras.

-Dímelo. Necesito saberlo.

-No lo sé. Pero...no pude. Quizás por miedo.

-¿Miedo a qué?

-A hacerle daño al bebé. Está...tan cerca. No sé porqué, pero no me parece que esté bien hacerlo.

-No seas tontito. Sabes que no le va a hacer ningún daño al bebé que te corras dentro de mí.

-Si ya lo sé. Pero no pude. Lo siento.

-Bueno, no pasa nada.

La cosa quedó ahí.

+++++

Día a día, Romina tenía más necesidad de placer, de sexo. Y a medida que su cuerpo iba cambiando, notaba que su novio la tocaba menos.

En una de las revisiones, consultó con su ginecóloga.

-Quería preguntarle... ya sabe. Sobre el sexo durante el embarazo.

-¿Ha perdido el deseo?

-Uf, no no. Al contrario. Va en aumento.

-Ah, bien, es normal. Generalmente el embarazo afecta de distintas formas a la libido. A parte de las mujeres les hace dejar de sentir deseo, y a otras, como en su caso, les aumenta.

-¿Y... a los hombres?

La doctora la miró. No era la primera vez que le consultaban algo así.

-¿Su pareja ha dejado de desearla?

-Sí. Cada vez me toca menos. Creo que me está empezando a afectar. ¿Ha dejado de quererme?

-No, no. No piense eso. Él seguro que la ama, y más que nunca, pero al igual que el embarazo afecta de distintas maneras a las mujeres, también lo hace a los hombres. Hay estudios al respecto, y muchas son las posibles causas.

-Ya no le atraigo. Mi cuerpo...hinchado...

-Sí, esa es una de las posibles razones. Muchos hombres no reconocen el cuerpo cambiante de su mujer. Al final todo son razones psicológicas.

-¿Psicológicas?

-No somos más que animales, gobernados por instintos. El instinto sexual nos impulsa, en el fondo, a procrear. Esa es su función última. Por eso, algunos hombres dejan de sentir deseo sexual hacia una mujer embarazada. Con ella ya no es posible la procreación. Pero ya le digo que todos somos distintos. A muchos hombres les pasa lo contrario. Sienten más deseo hacia las mujeres embarazadas precisamente por eso. Porque el sexo con ellas no les comporta ningún peligro de embarazos no deseados.

-Uf, pues sí que es complicada la cosa. Y vaya descoordinación. Ojalá mi pareja fuera de éstos últimos. Jajajaja

-Me alegro que se lo tome así. Ya verá como cuando el niño nazca todo volverá a la normalidad. Bueno, dentro de lo posible. La vida les cambiará a los dos para siempre.

-Lo sé.

Romina salió de la consulta más tranquila. Comprendió que la actitud de su chico era "normal", que no significaba que no la quisiese. Por eso, dejó de insinuarse. De intentar excitarlo. Trató de olvidarse del sexo hasta después del parto.

Al principio lo logró. Pensaba en otras cosas cuando su cuerpo empezaba a excitarse. Los días pasaban y su cuerpo cambiaba. Sus tetas se hincharon, su barriga también.

Hasta que una tarde, en su oficina, se empezó a poner cachonda. Y pensar en otras cosas no la ayudó. Su corazón latía. Lo sentía en las sienes. Lo sentía en su coño. Miró su blusa y vio que los pezones se le marcaban, como dos pitones. Cerró los muslos y los frotó entre sí. Notó perfectamente la humedad de su coño. Se levantó y se fue al baño, para tratar de refrescarse y calmar el calor que la invadía.

Se echó agua en la cara. Se miró al espejo. Estaba cambiando. Sus labios estaban un poco más gruesos de lo normal. No se vio fea. Se vio hermosa. No podía más. Necesitaba placer, así que entró en uno de los reservados y cerró la puerta. Iba a hacer algo que nunca había hecho en un sitio así. Se iba a hacer una paja.

El lugar era estrecho. Se bajó los pantalones y se los quitó, colgándolos de la puerta. Después, las bragas. Las miró. La humedad era claramente visible. Hizo algo que su pareja solía hacer y que a ella le excitaba verlo. Las acercó a su nariz y olió. Aspiró el aroma de su propio coño. Y le encantó. Olía fuerte, a hembra en celo. Porque aunque estaba ya embarazada, así es como estaba, en celo.

Se sentó sobre la taza, con la tapa bajada. Estaba fría, pero enseguida se calentó. Levantó las piernas y las apoyó contra la puerta, abriéndolas todo lo que pudo. Y empezó. A tocarse, a acariciarse. La raja de su coño era un mar de jugos. Cerró los ojos y trató de no gemir. Sabía que no iba a aguantar mucho. Estaba demasiado caliente. A los pocos segundos empezó a frotar su inflamado clítoris, a trazar círculos alrededor con las yemas de sus dedos.

El orgasmo fue intenso, arrollador. Todo su cuerpo quedó en tensión, su boca abierta, aunque sin poder tragar aire. Largos segundos de placer. Espasmos de placer. La tapa de la taza del wáter quedó mojada. Sus dedos, mojados. Pero no paró. Siguió masturbándose. Necesitaba más. Más...

Llevó su otra mano también a su coño. Empezó a meter y sacar un dedo. Luego dos. Frotaba su clítoris y se follaba a sí misma. Con los ojos cerrados se imaginaba que los dedos eran una polla. Una dura polla que la taladraba con fuerza. No era la polla de su novio. No era la de ningún hombre en concreto. Simplemente, era una polla. Volvió a retorcerse de gusto, a arquearse sobre el retrete. Sus piernas empujaban contra la puerta.

Más. Más. Quería más. Se metió un tercer dedo. Apretó los dientes y se corrió otra vez. Aún más intensamente que antes. Empujó todo lo que pudo sus dedos dentro de ella y disfrutó del orgasmo, hasta que pasados unos segundos su cuerpo se relajó.

Sin embargo, le faltaba algo. El placer no había sido completo. Sus dedos no eran una polla. Y su coño estaba vacío. No sentía el calor de una buena ración de semen espeso en el fondo de su coño. Y eso era precisamente lo que más deseaba. Sentir una polla palpitar dentro de ella...los disparos...el calor....

Se recompuso la ropa, se lavó las manos y regresó a su mesa.

No fue la única vez que se masturbó en el baño de la oficina. A partir de ese día lo visitó a menudo. Se tocaba hasta correrse, tapándose la boca para no gritar. Y no solo lo hacía en el trabajo. También en casa. En su cama, cuando él se quedaba viendo la tele y ella se acostaba antes. Por las mañanas, cuando él se iba a trabajar, ya que ella salía más tarde. En la ducha. Volvió a su juventud, cuando usaba el agua caliente a presión sobre su coño para obtener placenteros orgasmos.

Aquellas pajas la calmaban, pero no la llenaban. Necesitaba algo más.

+++++

Un día, ya en el sexto mes, fue al supermercado a hacer la compra. Tenía pensado hacer ensalada para la cena. Fue a la zona de las verduras. Cogió lechuga, tomate, y al mirar a los pepinos, una idea le cruzó la mente, Una idea que le mojó el coño en el acto. Aquellos pepinos parecían pollas. Los miró. Hasta sus mejillas se sonrojaron un poco. Los había de varios tamaños. De varios grosores. Unos rectos, otros curvados. Y los había de dos tipos. Unos de piel lisa y otros de piel rugosa y como protuberancias.

El corazón le latía. Se acercó al expositor y cogió uno. Lo acarició como si de verdad fuera una polla. Tenía claro lo que iba a hacer. Buscó el apropiado. Uno que fuera largo. Que fuera grueso, pero no demasiado. Escogió uno de los de piel rugosa.

No supo por qué, pero cuando se lo dio a la dependienta para que lo pesara, sintió vergüenza, como si aquella chica supiese lo que iba a hacer con el pepino.

Salió del súper a toda prisa. Deseaba llegar a casa. Estaba cachonda. Muy caliente.

Llegó y fue directamente a la cocina. Sacó las cosas y las guardó a toda prisa. Todo menos el pepino. Miró el reloj. Aún quedaba más de media hora para que su chico regresase a casa. Puso el pepino bajo el grifo de la cocina y lo lavó a conciencia. Con jabón, incluso. Lo aclaró con agua fría. Después abrió el agua caliente y la dejó caer un minuto sobre la hortaliza.

Con el pepino en la mano, salió corriendo para su dormitorio. Se quitó los pantalones y las bragas. Estaban empapadas. Se tumbó en la cama y abrió sus piernas. Miró el pepino. Empezó a pasarla la mano. Lo agarró como hubiese agarrado la polla de su novio para hacerle una paja. Se dio cuenta de que el pepino era bastante más grueso que la polla de su chico. Y más duro. Pero no tan suave.

Nunca había tenido un consolador. Ni siquiera había utilizado uno. Prefería las pollas de verdad. Pero ahora, no tenía ninguna. Lo único que tenía era ese pepino.

Lo acercó a su coño. Se lo pasó a lo largo de la rajita, presionando ligeramente.

-Ummmm, que rico.

Empezó a darle vueltas al tiempo que lo subía y bajaba. Gemía de placer. Lo separó un poco y lo miró. Estaba brillante, lleno de sus jugos. Volvió a acercarlo a su coño, pero esta vez lo llevó hasta la entrada de su vagina. Empujó un poco

La punta del pepino se introdujo.

-Agggggg

Otro empujoncito. Y más pepino entró dentro de ella. Se estremeció sobre la cama. Lo sacó un poco. Apenas unos centímetros, y lo metió, más profundamente que antes.

-Joder...que rico...que rico....

Lo metió y saco, varias veces. Cada vez entrando un poco más, un poquito más. Notaba como su coño se abría dejando paso. Hasta que lo sintió chocar contra el fondo de su vagina. Lo dejó allí, quieto. Nunca se había sentido tan llena. Todas las paredes de su coño estaban distendidas.

Lo agarró por el extremo final y entonces empezó a follarse con él. Sintió tanto placer que se mordió con fuerza el labio inferior. Se lo metía y sacaba. Cuando iba hacia afuera, se llevaba consigo parte de la piel de su vagina. Cuando se lo metía, esa piel desaparecía dentro de ella.

--Agggggg sí...sí... dios mío...que....cosa...más....ricaaaaaaaaaaaaaaa

Se corrió como hacía mucho tiempo que no recordaba. Intensamente, arqueando su espalda sobre la cama. Cerrando con fuerza los ojos, los puños. Apretando los dedos de los pies. Todo su cuerpo temblaba, lleno de espasmos.

Después quedó floja. Su espalda cayó sobre la cama. Sudaba. Respiraba con fuerza por la boca. Aún tuvo un par de espasmos más.

Enterrado a fondo en su coño, el maravilloso pepino. Lo dejó allí unos segundos. Después, lentamente, lo sacó. Lo acercó a su cara. Se veía claramente hasta donde había entrada dentro de ella. Se maravilló de que todo aquello hubiese estado dentro de su cuerpo, dentro de su coño.

Miró el reloj de la mesilla de noche. Era ya casi la hora de volver su novio, así que se vistió y regresó a la cocina. Lo primero que hizo fue limpiar bien el pepino. Después, se puso a preparar la ensalada.

Llegó su chico. La besó y se fue a cambiar de ropa. Sobre las 9 fueron a la cocina a cenar. Romina sacó la ensalada de la nevera y unos filetes. Sirvió dos platos y se pusieron a comer.

 -Oye, mi amor. ¿No le has puesto pepino a la ensalada?

-Uy, pues no. Y mira que lo compré. Pero no sé, me puse a picar la lechuga y se me olvidó.

-Bueno, no importa. Está riquísima de todas formas.

No se le había olvidado. Cuando cogió el cuchillo para trocear el pepino, no pudo. Aquel fruto aún podía darle más placer, y si lo convertía en moneditas ya no le serviría.

Cuando rato más tarde se fueron a la cama, Romina se quedó despierta, deseando que él se durmiera pronto. Esperó pacientemente hasta que lo oyó respirar profundamente. Le habló, bajito.

-¿Estás despierto?

Al no obtener respuesta, se levantó sin hacer ruido y se fue directa a la cocina. Abrió la nevera y cogió a su nuevo amigo. Estaba frío. Se dirigió al baño que estaba más alejado de su dormitorio y se encerró en él. Lavó el pepino con agua caliente unos buenos segundos.

Se desnudó. El coño le palpitaba. Se miró en el espejo. Vio su imagen reflejada. Sus tetas se habían hinchado. Se marcaban las venas. En su mano vio la barra verde.

-Umm, si fueses una polla de verdad...Te haría una buena mamada. Así.

Llevó el pepino a su cara. Y empezó a lamerlo. Miraba su cara en el espejo. Vio su lengua lamer alrededor de la gruesa verdura.

-Tienes una polla enorme. ¿Me cabrá en la boquita?

Abrió la boca y empezó a meterse el pepino. Tuvo que abrirla el máximo que pudo. Le costó trabajo metérselo. Y sólo pudo meter unos 10 centímetros. Se miró. El encantó verse así. Se imaginó mamando una polla de verdad de ese tamaño. Arrodillada delante de un hombre musculoso, alto, fuerte, que la mirara desde arriba, que le dijese cosas fuertes. Ella la haría la mamada perfecta, esa que sabe que a los hombres les encanta. Diciéndole que le encanta su polla. Diciéndole que le dé su lechita. Sin quitar los ojos de los ojos de él.

-Ummmm ummmmm

Gemía de placer metiendo y sacando el duro pepino de su boca

-¿Te gusta cómo te la mamo? Me encanta tu polla. Y a ti... ¿Te gustan mis tetas? Mira que grandes se están poniendo. A que te encantaría follármelas con tu enorme verga.

Puso el pepino entre sus tetas y las juntó. La imagen le resultó muy erótica, y más cuando bajó un poco la boca y siguió chupando la punta del pepino

Su coño goteaba flujo. Necesitaba sentirlo dentro ya.

La puerta del baño tenía un espejo por dentro, que llegaba casi hasta el suelo. Ahora estaba tapado por un par de albornoces que ella quitó. Ahora se veía de cuerpo entero. Cogió una toalla y la extendió en el suelo, delante del espejo y se sentó, acercándose todo lo que pudo. Se abrió bien de piernas.

Su coño apareció ante ella. Hacía mucho tiempo que no se lo miraba en un espejo. Lo encontró cambiado. Estaba muy mojado, rojo, hinchado. Sus labios vaginales se abrían hacia los lados.

 -¿Has visto cómo tengo el coño? Caliente, hirviendo. Necesita una buena polla como la tuya. ¿A qué esperas para clavármela?

Se metió el pepino directamente, sin más. Se mordió el labio inferior mirando como el pepino desaparecía dentro de ella. Y no paró hasta que tocó fondo. Soltó sus manos.

-Aggggg, que gusto. Me has llenado todo el coño con tu pollón. Nunca había estado tan llena.

Se quedó mirando como su coño estaba distendido. Abierto. Aún quedaban fuera de ella por lo menos 15 centímetros más.

-Venga...no te pares ahora. Fóllame...fóllame bien follada....

Lo agarró con la mano derecha y empezó  a sacarlo. Cuando estaba por la mitad, lo metió otra vez. Fue sacando y metiendo, aumentando lentamente el ritmo.

-Agggg así...así...que rico...como siento tu polla...no pares de follarme...

Le costaba no gritar de placer. Gemía lo más bajito que podía. Y no paró de meterse la polla vegetal hasta que se corrió. Los dedos de los pies se le agarrotaron. Cerró con fuerza los puños, dejando clavado a fondo el pepino. Se quedó mirando como los espasmos de su coño hacían que el pepino se moviera. Los espasmos de los músculos de su vagina hacían que ésta hiciera presión sobre el vegetal. En pleno orgasmo, deseó sentir como aquella polla estallaba dentro de ella. Como la llenada de leche bien caliente, bien espesa. Deseó sentir todos y cada uno de los potentes chorros que una polla como aquella dispararía.

Pero no los sintió. Aquello no era una polla de verdad. Era sólo un sustituto. Aún así el placer era inmenso, intenso.

Descansó unos segundos, recuperando el ritmo de su respiración. Luego, despacito, empezó a sacarse el pepino. Cuando éste abandonó su coño, lo dejó abierto. Un chorrito de flujo salió tras él y bajó lentamente por entre sus nalgas.

Se llevó el pepino a la cara. Lo olió. El olor de su coño. Le dio un tierno besito en la punta.

Después lo lavó, dejándolo limpito. Se vistió y fue a la cocina. Abrió la nevera, pero cuando lo iba a guardar, se lo pensó mejor. Se lo llevó con ella a la cama y lo guardó con cuidado en su mesilla de noche. Durmió muy a gusto.

Por la mañana la despertó el despertador de su novio. Como siempre, él se levantó, le dio un beso y se fue a duchar. Romina se quedó en la cama. Agudizó el oído. Oyó el agua correr. Después el ruido de la máquina de afeitar. Más tarde, el microondas al calentar el café. Los pasos de él volviendo al dormitorio.

Miró como se vestía. Después él se acercó a la cama y le dio un beso de despedida. Siguió atenta. Los pasos que se alejaban. La puerta principal abrirse. Luego cerrarse.

Estaba sola en casa. Abrió la mesilla de noche. Rebuscó entre sus braguitas y sacó a su querido pepino. Lo llevó directamente a su coño y se lo enterró hasta el fondo. Ya lo tenía preparado, mojado, empapado, desde que se había despertado.

Ahora no reprimió sus gemidos. Gozó de cada embestida que se dio. Abierta de piernas sobre la cama se folló a sí misma, una y otra vez. Se pellizcaba los pezones con fuerza, con la mano izquierda. La derecha metía y sacaba el pepino/consolador de su coño. Con los ojos cerrados se imaginaba a un hombre, sin rostro, pero con una polla enorme que se la follaba con fuerza.

-Aggggggggg así. Fóllame así....Rómpeme el coño con tu enorme polla...

Se corrió dos veces antes de quedar satisfecha. Después, con prisas, se preparó para irse a trabajar. Estuvo a punto de meter su pepino en el bolso. Pero era demasiado grande. Lo dejó, con tristeza, en la nevera.

Conduciendo hacia su oficina se preguntó que qué le estaba pasando. Cada vez sentía más deseos. Cada vez estaba más excitada, más cachonda. Y ahora había descubierto los placeres que una gruesa hortaliza podía darle.

¿Por qué no era como las demás mujeres que perdían el deseo durante el embarazo? Así todo sería más sencillo ¿O por qué no era su chico de los que sentían deseo hacia las mujeres preñadas? Eso sería aún mejor.

"La vida es injusta", se decía una y otra vez.

Esa misma mañana se encerró en el baño de la oficina y se masturbó otra vez, recordando el placer de sentir su coño bien lleno, distendido.

A partir de ese día, se hizo muy amiga de su querido pepino. Compró otros para las ensaladas, pero ese en particular lo reservaba para sus juegos. Sólo lo cambiaría cuando se echase a perder.

+++++

Una mañana estaba en su mesa. Se le ocurrió buscar en internet información sobre el sexo durante el embarazo. Buscaba alguna pista. Alguna solución a su problema. Quizás una pastilla que la calmara.

Buscó en google "sexo durante el embarazo". Encontró páginas médicas, de consultas. Posiciones adecuadas para realizar el acto sexual. Pero no vio nada que la ayudase. Buscó con más palabras, pero todas eran más o menos los mismo, hasta que sin saber por qué, buscó "embarazada caliente".

Sabía lo del porno por internet. Ella nunca había buscado, aunque alguna vez con su chico sí qua habían mirado juntos algunos videos. Aún así se sorprendió de las páginas que salieron. Sexo con embarazadas. Embarazadas calientes. Embarazada follada. Sólo eran enlaces, pero el corazón le latía. ¿Sería verdad? ¿Habría fotos y videos de mujeres embarazadas?

Miró hacia los lados, cerciorándose que nadie la miraba y que nadie podría ver nada en su pantalla. Pulsó sobre un enlace.  Cuando la página se abrió, se quedó sin respiración.

 Una foto de una rubia embarazada, arrodillada con una enorme polla en la boca. Otra de una embarazada cabalgando sobre una buena polla clavada en su coño. Todo eran fotos de chicas embarazadas siendo folladas, mamando pollas. Se dio cuenta de que eran enlaces a videos. Uno especialmente le llamó la atención. Se veía a una chica, rubia como ella, con las piernas abiertas. De su abierto coño salía un reguero de semen y al lado había una gruesa polla brillante de jugos. Pulsó sobre esa foto.

Lo que seguidamente vio la dejó al borde del orgasmo. La chica rubia era follada por el chico que tenía una buena polla, larga y gruesa. Primeros planos de la cara de placer de la chica. Primeros planos de la polla entrando y saliendo del coño. Lo que más le gustó fue cuando la cámara sacó un primer plano de la polla corriéndose. Lo hizo dentro del coño. El tipo tenía más de media polla dentro y se vio claramente como la polla tenía espasmos. Cada espasmo era un chorro de leche disparado dentro del coño de la chica. La polla la fue sacando poco a poco, hasta dejar sólo la punta dentro. Dejó de correrse y la mantuvo unos segundos antes de sacarla del todo. Fue seguida de una catarata de leche que fluía del coño, que estaba mojado, rojo, abierto. La cámara siguió enfocando hacia aquel coño, que se movía y echaba semen.

Romina no pudo más. Cerró la página y se fue directamente al baño. Ni se sentó. De pié, metió su mano por debajo del vestido, por debajo de las bragas, se pasó los dedos por la raja de su coño y con la cara apoyada contra la fría pared se corrió. Su boca abierta, como gritando. Pero el aire no circulaba por su garganta. Sus dedos se llenaron de los abundantes jugos que su coño expulsó en el intenso orgasmo.

Se quedó sin fuerzas y tuvo que sentarse para recuperarse. Se quedó allí unos minutos. En su cabeza la imagen de la polla temblando, del coño manando leche. Recordó lo rico que era sentir una polla estallando dentro de ella. Lo anhelaba. Lo deseaba. Necesitaba volver a sentirlo. Su querido pepino estaba bien. Le daba mucho placer. Pero no era de verdad. No la llenaba de semen, no la besaba, no la acariciaba.

Lo que Romina necesitaba era una polla de verdad. Y ahora, con siete meses de embarazo estaba claro que la polla de su novio no sería esa polla. Ahora su cuerpo era completamente distinto. Su barriga era inmensa. Sus tetas hinchadas y sensibles. Su cara también había cambiado. Pero ella se veía a sí misma hermosa. Desgraciadamente, fuera por lo que fuera, su chico no. No sentía deseos hacia ella como antes.

Romina se resignó. Lo amaba. Y no quería serle infiel. Tendría que aguantarse. Seguiría calmándose con su polla vegetal y esperaría a que su aspecto volviese a ser el de antes y que su novio volviera a desearla.

Regresó a su mesa y siguió trabajando. Pero ya no pudo sacarse de la cabeza aquel video.

Esa tarde le dijo a su jefe que se encontraba un poco mal y que si podía irse a casa antes. Él, por supuesto, le dijo que sí. Romina no se encontraba mal. Romina lo que quería era estar antes en su casa para conectarse a internet y mirar más videos.

A los cinco minutos de llegar a su casa, estaba en el cuarto en donde tenían el ordenador. Sentada delante de la pantalla. Sus piernas sobre la mesa, abiertas. Enterrado en su coño, saliendo y entrado su amado pepino. Y en la pantalla, una embarazada a cuatro patas siendo follada mientras mamaba otra polla. En la oficina había visto el video sin sonido. Ahora oía los gemidos, oía las palabras, aunque fuesen en inglés. Y mientras se follaba a sí misma, imaginaba que ella era la chica del video.

-Aggggg, así, folladme así. No paréis...Cómo siento tu polla...No paréis.

La chica se subió sobre uno de los chicos, enterrando la polla en su coño. El otro se arrodilló detrás y le clavó la polla en el culo.

-Ummmmmmmm síiiiii, los dos a la vez. Folladme los dos a la vez como a una perraaaaaaa. Agggg, me vas a romper el culito con ese pollón... Pero no pares...sigue...sigueeeeee

Se corrió sin apartar los ojos de las dos pollas que, acompasadamente, se follaban a la mujer. Y no dejó de meter y sacar el pepino. Después de correrse siguió follándose. Quería más. Necesitaba más. Contempló embelesada como los dos hombres sacaban sus pollas de la chica, la ponían de rodillas y les daban sus pollas. Las mamó y lamió hasta que uno a uno se corrieron sobre su cara. El video terminó con la chica mirando a la cámara, sonriendo, con una goteante polla en cada mano. La leche de su cara goteaba sobre sus tetas. Acercó una polla a la boca y la besó. Luego, besó a la otra.

-Pero mira que eres zorra - dijo Romina

En esos momentos, ella se hubiese cambiado sin dudarlo por la chica. Buscó más videos. Se percató que los que más le excitaban eran aquellos en los que los hombres se corrían dentro y luego se veía como el semen salía de los abiertos coños. Esos la ponían cardíaca. Cómo deseaba volver a sentirlo. Una polla follándola. Un hombre besándola. Aquella sensación al recibir la cálida descarga en su interior. En dos meses daría a luz. Poco después, volvería a sentir eso. O al menos eso esperaba.

Vio más vídeos. Tenía tiempo hasta que llegara su chico. Y volvió a correrse. Más veces. Cuando él llegó le contó que había llegado antes a casa, que se había sentido algo mal.

-¿No crees que deberías coger ya la baja? - le preguntó

-Pues...creo que sí. Los dos meses que falta los debería pasar en casa, tranquila. ¿No?

-Claro que sí, mi amor. No creo que tu empresa ponga problemas.

-No, no creo. Siempre se han portado bien. Hablaré mañana con personal.

No le pusieron pegas. Habló después con su médico y éste le dio la baja. Así que a partir de ese momento se pasaría el día en casa, tranquila, descansando. Y sobre todo, gozando.

Se hizo adicta a mirar pornografía. Específicamente sexo con embarazadas. Se sentaba delante del ordenador mirando a aquellas mujeres siendo folladas en todas las posturas posibles, por pollas de todos los tamaños, que se corrían sobre sus caras, en sus tetas, sobre sus redondas barrigas. Y lo que más la ponía. Dentro de sus coños. Miraba las imágenes mientras su querido pepino (que cambió por uno nuevo cuando el antiguo se empezó a poner blandito por las puntas) entraba y salía de su encharcado coño.

Pocos días después, su vida cambió.

+++++

Era por la mañana. Había ido al súper y regresó a casa. Llevaba varias bolsas y las dejó en el suelo del ascensor. Pulsó el botón de su piso y la puerta empezó a cerrarse.

-Por favor, espere, que subo.

La voz era profunda, varonil.  Romina alargó la mano y paró la puerta que se cerraba y volvió a abrirse. Detrás había una torre negra. Romina se quedó embobada mirando.

-Gracias... señora.

El hombre entró. Era alto, fuerte, guapo. Y negro. Muy negro. Sobre los 30 años. Le sonrió a Romina con una dentadura blanca perfecta. Romina seguía mirándolo casi sin respirar.

-¿Qué piso? - preguntó el chico

-¿Cómo?

-Que a qué piso va.

-Oh, al quinto. Ya está pulsado.

Romina miró cómo la mano del hombre se acercaba a la botonera y pulsaba el séptimo.

La puerta se cerró y el ascensor empezó a subir. Romina se sintió escudriñada de arriba a abajo por aquellos ojos blancos que resaltaban sobre su cara negra.

-¿No falta mucho, no? - preguntó el chico, señalando su barriga.

-No. Dos meses.

-Ah. Espero que todo salga bien.

-Gracias. Esto... ¿Vives aquí?

-Sí, acabo de mudarme. Me llamo Hakim. Encantado.

-Romina. Encantada.

Ella se dio cuenta. Las mujeres se dan cuenta siempre. Hakim le miraba con disimulo las tetas. Tenía un pequeño escote, pero sus hinchadas tetas abultaban y desde la altura de él tendría una buena visión. Romina sintió un ligero estremecimiento. Un ligero cosquilleo. Hacía meses que no se sentía mirada así por un hombre.

El ascensor se paró en su piso. Ella cogió las bolsas y se dispuso a salir.

-Permíteme echarte una mano. Una mujer en tu estado no debe de hacer esfuerzos.

-Oh, gracias. Eres muy amable.

Hakim le cogió las bolsas. Y la siguió. Ella iba delante. Sin verlo, sentía la mirada de él fija en ella. Las manos le temblaron un poco al meter la llave en la puerta. La abrió y entró dos pasos dentro de su casa.

-Muchas gracias. Has sido muy amable.

-No es nada. Faltaría más. Si me permites, dejaré las bolsas en la cocina.

Romina se quedó un poco cortada. No sabía si debería permitir a un completo desconocido entrar en su casa. Se miraron a los ojos. La mirada de él era penetrante. Su sonrisa, embriagadora.

"Bueno, es un vecino. Y parece buen chico" - se dijo.

-Claro. Pasa. Está al...

-Sé dónde. Este piso es igual al mío.

Ahora fue ella la que lo siguió a él por el pasillo hasta la cocina. Le miró el culo. Precioso. Perfecto. Hakim le dejó las bolsas encima de le mesa.

-Muchas gracias, Hakim.

-De nada, Romina. Un placer.

-Oye... lo menos que puedo hacer es ofrecerte un café.

-Pues te lo acepto.

Él se sentó en una silla mientras Romina preparaba el café. Puso dos tazas y se sentó en frente a él. Como buena mujer, lo cosió a preguntas. Se enteró de que era soltero, que vivía sólo, que trabajaba en España desde hacía años para una empresa de su país, en África.

Durante la conversación Romina siguió notando las furtivas miradas de él hacia sus tetas. La hacían sentir bien. Saberse atractiva ante un hombre como aquel, tan... guapo. Y... uf, tan negro. De repente a su cabeza acudieron algunos videos de los que había visto. Aquellos en los que negros con pollas enormes se follaban a embarazadas. Notó como el coño se le empezaba a mojar.

Mientras él hablaba, ella se preguntaba cómo tendría la polla. Si sería cómo la de los videos. Conocía el dicho sobre lo dotados que están los hombres de raza negra. ¿Serían todos iguales? ¿Tendría Hakim una polla enorme como la de los videos?

Cada vez estaba más mojada, más cachonda. Una de las veces se dio cuenta de que Hakim le miraba las tetas más fijamente. Levantó un segundo la mirada hacia ella y la volvió a bajar. Romina miró hacia abajo y se ruborizó. Los pezones se le marcaban claramente sobre el vestido. Quería que la tierra se la tragara. Desvió su mirada.

-Bueno, creo que ya te he entretenido bastante. Gracias por el café.

-De nada. Gracias a ti por todo.

Lo acompañó a la puerta y lo despidió. Él le echó una última mirada a sus tetas y luego a ella. Romina aguantó la mirada. El corazón le latía con fuerza y parecía querer salirle por la boca.

-Ha sido un placer conocerte, Romina.

-Igualmente, Hakim.

En cuando cerró la puerta, Romina salió corriendo hacia su dormitorio. Abrió la última gaveta de su mesa de noche. Del fondo sacó el pepino.

No se sacó ni las bragas. Las apartó y se metió la dura y gruesa barra hasta el fondo. Cuando chocó contra el fondo de su vagina, gritó y se corrió, cayendo sobre la cama. Siguió follándose, clavándose al grueso sustituto una y otra vez.

Hasta ese momento, sólo se imaginaba pollas que la follaban. Hombres sin rostro. Pero quien se la follaba ahora era Hakim. Era su polla la que le taladraba el coño. Era su boca la que le chupaba los pezones. Sus dientes los que se los mordían. Y cuando volvió a correrse, era Hakim el que la llenaba con un río de leche que rebosaba de su coño.

Esa tarde sólo buscó videos de negros follándose a rubias embarazadas. De rubias mamando enormes rabos negros. En su mente eran ella y Hakim.

+++++

Un par de días después, por la mañana, sonó el timbre. Fue a abrir. Era él.

-Buenos días, Romina. Espero no parecerte un descarado si te pido que me invites a un café.

-Oh... Buenos días, Hakim. Claro que no. Pasa.

-Gracias. Espero no haberte interrumpido.

-No no, estaba... viendo la tele. Vamos a la cocina y preparo café.

No podía decirle que estaba viendo un video en donde una preciosa rubia estaba acostada sobre una cama. A su lado, arrodillados, dos impresionantes negros que le pasaban sus pollas por la cara mientras que con sus largos dedos uno le acariciaba el coño y el otro le follaba el culito. Por supuesto, la chica estaba bien embarazada y no dejaba de gemir y de chupar aquellos pollones.

Volvieron las miradas de Hakim a sus tetas, a su barriga. A sus muslos. Romina sabía que sus pezones se marcaban. No llevaba sujetador y sus tetas se apretaban contra la fina bata que la cubría. Hakim se la comía con los ojos.

Había mucha tensión en el ambiente. Romina preparaba la cafetera mientras él no dejaba de mirarla. La traspasaba con esa mirada.

-Espero que no te molestes si te digo que eres una mujer preciosa.

Casi se le cae la cafetera al suelo. Las mejillas se le encendieron.

-Gra... gracias. Ahora no estoy en mi mejor momento. Estoy...hinchada.

-Estás...preciosa. Las mujeres embarazadas tenéis algo especial. Es como si brillaseis con luz propia.

Romina le daba la espalda. Oyó como se él levantaba y se acercaba a ella. Llegó hasta casi rozarla. Romina sintió escalofríos.

-Tu marido es un hombre con suerte.

-¿Por...qué...lo dices?

Hakim se pegó a ella. Romina notó algo duro contra su culo. Cerró los ojos. Casi no podía respirar. Él acercó su boca hacia una de sus orejas. Apartó con suavidad su cabello y le susurró.

-Porque puede llenarte el coño de leche caliente todos los días.

Romina tembló de pies a cabeza. Aquella voz. Su cálido aliento en su oreja. Su polla apretada contra su culo. Y sus manos que lentamente subiendo por sus brazos y agarrando sus tetas. Eran dos manos enormes. Cuando la lengua de Hakim lamió su oreja, Romina no evitar gemir

-Ummmmmmm

-Le envidio. Tiene para él a una preciosidad de mujer. Dos preciosa tetas... Un culito respingón...Y una barriguita muy sexy - dijo, bajando las manos de las tetas hasta la barriga y acariciándola.

-No...Él...él no me toca.

-¿No?

-No....

-¿Por qué no?

-Agggg, no lo sé. Desde que mi cuerpo empezó a cambiar...ya no le atraigo

-Que...tonto.

La besó en el cuello. La sintió estremecer en sus brazos.

-Tu cuerpo es precioso. Es un templo. Que necesita atención continua. Las manos regresaron a las tetas, y las apretó con más fuerza.

-Aggggggg Hakim....esto...esto no puede ser.

-Sí puede ser. Sé que lo necesitas. Tu cuerpo lo reclama.

-Ummmm no...no...

Decía que no, pero no se movía. Con los ojos cerrados disfrutaba de las caricias. Esas caricias tan anheladas desde hacía meses.

No dijo nada cuando él empezó a desabrocharle el cinto de la bata. No dijo nada cuando se la abrió y atrapó entre sus manos sus ahora desnudas tetas. Sólo gimió cuando Hakim le apretó los pezones entre los sus largos y finos dedos.

Le dio la vuelta. Con un dedo le levantó la cara tirando desde la barbilla. Miró su cuerpo. Después sus ojos.

-Eres una preciosidad.

Agachó la cabeza y la besó. Buscó con su lengua la lengua de ella. Romina gemía en su boca, sobre todo al sentir contra su barriga la dureza de la polla.

Con facilidad, Hakim la cogió en peso y la subió sobre el pollete de la cocina. Sin dejar de besarla, se abrió el cinturón. Se quitó el botón, se bajó la cremallera y dejó caer sus pantalones hasta el suelo.

Sin dejar de besarla, se bajó los calzoncillos, que resbalaron por sus piernas hasta el suelo.

Sin dejar de besarla, le rompió las bragas y las tiró al suelo.

Y sin dejar de besarla le metió la polla en su empapado coño. Resbaló como si fuera un cuchillo caliente y el coño fuese de mantequilla. Cuando Romina sintió la invasión de aquella polla, se quedó sin respiración. Era como si se estuviese clavando su querido pepino. La polla de Hakim, que aún no había visto, parecía tan larga y gruesa como el pepino. La sintió hacer tope en el fondo de su coño.

Pero era una polla de verdad. Sentía las caricias, los besos. El calor. Los gemidos del hombre que empezaba a follarla. Lo que tanto tiempo llevaba deseando por fin iba a suceder. Por fin iba s sentir como su coño se llenada de cálido, espeso y maravilloso semen.

Se abrazó con fuerza a él.

-Agggggg,...Hakim...fóllame...fóllame...no sabes cuánto lo deseo. Cuánto lo necesito. No pares de ...agggggggggggg follarme...no pares....

-No pararé preciosa. No pararé. Desde que te vi el otro día no he conseguido sacarte de mi cabeza. Eres la cosa más bonita que he visto en mi vida.

-¿Te correrás dentro de mí? ¿Me llenarás el coñito con tu leche?

-Claro que sí. Es lo que deseas ¿Verdad? Sentir tu coño llenarse con mi leche.

-Oh, dios mío. Sí...sí..siiiiiiiiiiiiiiii

Hakim se la folló cada vez con más intensidad. Se separó un poco de ella y la miró mientras le clavaba una y otras vez su enorme polla en el coño. Llevó sus manos a la tetas. La apretó, las estrujó. Grandes, hinchadas, con las venas marcadas. Pellizco sus pezones y Romina sólo cerró los ojos y gimió de placer.

-¿Quieres que me corra?

-Sí...Ummmm sí por favor...Córrete dentro de mí. Lléname con tu leche.

-Mírame...mírame a los ojos.

Romina abrió sus ojos y lo miró. Ella tenía la boca abierta, tragando aire a bocanadas. Él no paraba de martillear su coño.

-Me voy a correr....Te voy a llenar el coño de lecha calentita. Eso es lo que necesitas...No dejes de mirarme mientras me corro. Siente cada chorro, cada espasmo de mi polla dentro ti.

 Ella no pudo hablar. Su propio orgasmo había empezado. Su cuerpo se fue tensando. Su coño se fue apretando alrededor de la gruesa polla. Y cuando el primer potente chorro salió disparado de la polla y se estrelló contra el fondo de su coño, Romina estalló. El placer casi la rompe en mil pedazos. El orgasmo más intenso de su vida se apoderó de su cuerpo.

Sintió el segundo chorro, hirviendo. Su orgasmo subió de intensidad. Otro espasmo y un nuevo disparo de semen. Su espalda se empezó a arquear. Otro disparo más. Sus ojos querían cerrarse, pero luchó por mantenerlos abiertos, mirando como Hakim no dejaba de llenarla con disparo tras disparo.

Por fin, Hakim expulsó el aire de sus pulmones. Su polla dejó de correrse. El coño de Romina seguía palpitando, apretando la polla, como queriendo exprimir hasta la última gota de leche. Hasta que, segundos después, también los pulmones de Romina expulsaron el aire.

Ninguno de los dos había respirado durante los intensos orgasmos. Ahora, al unísono, jadearon. Se miraron. Se sonrieron.

Hakim le empezó, lentamente, a sacar la polla del coño. Romina sintió el abandono. Pero también sintió el calor del semen que la llenaba. Ahora estaba saciada de verdad.

La ayudó a bajar de pollete. Los dos de pie se besaron. La mano de Romina, curiosa, bajó hasta la polla. Cuando la agarró fue como agarrar su pepino. Era una polla grande, larga, gruesa. Era como su querido pepino, pero mejor. Estaba caliente. Era suave. Se separó un poco para mirarla.

-Uf, tienes una polla preciosa. Enorme.

-¿Te gusta?

-Ummmm, me encanta.

Seguía dura. Empezó a acariciarla. Sintió que algo empezaba a manar de su coño. Llevó su otra mano y lo recogió. Era semen mezclado con sus jugos. Mucha cantidad. La palma de su mano se llenó.

-Ummmm, me has llenado el coño con mucha leche.

Mirándole a los ojos, se llevó la mano a la boca y se bebió la mezcla.

-Que rico. ¿Tienes más?

La polla se puso más dura en su mano.

-Sí, hay más.

Sin apartar la mirada de los ojos de él, se arrodilló a sus pies. A la altura de su cara quedó la enorme verga de Hakim. Se acercó y, sin manos, empezó a pasarse la polla por la cara. Su peso, su calor, le encantaron. Sacó la lengua y empezó a lamerla.

-¿Me llenarás el coño de leche caliente todos los días?

-Ummmm claro que sí, preciosa. Todos los días.

La lengua llegó a la punta de la polla. La chupó con labios antes de metérsela en la boca y empezar a mamar. Apenas le cabía un poco de la gruesa polla, pero Hakim gemía de placer. Arrodillada a sus pies tenía a una preciosa mujer con su polla en la boca.

Romina se dio cuenta de una cosa. Amaba a su novio. Pero se había enamorado de aquella polla. La chupó con dulzura. La mamó con pasión. Le hizo el amor con la boca. Y no paró hasta que Hakim, gimiendo de placer, le llenó la boca con una buena ración de semen calentito que Romina saboreó antes de tragarse con sumo placer.

Le siguió chupando la polla un poco más, limpiándosela. Quería un poco más de leche. Y sabía donde había. Llevó su mano derecha a su coño y recogió un poco. Sonriéndole a Hakim, se la llevó a la boca y se la lamió.

Hakim la hizo poner en pie y la besó con pasión. Su boca sabía a semen. A coño.

+++++

Romina fue feliz. Completamente feliz. Hakim cumplió su promesa y le llenó el coño de leche todos los días. Sólo dejó de hacerlo un par de días antes del parto de una preciosa niña.

Y fue el primero en volver a llenárselo días después.

Al mes del parto, una noche, su novio empezó a besarla. Acariciarla. Hicieron el amor, como antes. Se corrió dentro de ella, como antes. La hizo gozar, como antes.

Pero Romina, cuando apagaron la luz y se durmieron abrazados, solo deseaba que llegara la mañana. Cuando su amada polla negra la llenaría una vez más de leche caliente.

FIN

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