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Reencuentro inesperado

en Hetero: General

Juan caminaba por la calle, absorto en sus pensamientos y no vio venir a la mujer. Ella también iba distraída, así que el encontronazo era inevitable. Sus cuerpos chocaron el uno contra el otro.

-Uy, perdón - dijo Juan.

-Lo siento - dijo la mujer.

Juan la miró. La reconoció en seguida.

-¿Señorita Amparo? - le preguntó.

-Sí. ¿Nos conocemos?

-Soy Juan López.

-Juan López... Juan López...

-Bueno, imagino que habrá tenido cientos de alumnos. Es lógico que no se acuerde de mí. Han pasado...uf...diez años, creo.

-Ex alumno mío, supongo.

-Sí. 4º A. Instituto María Isabel.

Ella lo miró mejor. Diez años cambian mucho a un joven. Le resultaba familiar. Pero ya había conocido a tantos alumnos que era imposible recordarlos a todos.

-Lo siento...Juan. Me suena tu cara. Pero no recuerdo más.

-4º A. La clase de con Yolanda Trujillo, Isabel Gonzalves... Ah, y cómo se llamaba aquel chico...aquel que había repetido tantos cursos. Julián no sequé.

-Julián Álvarez. Lo recuerdo. Creo que terminó mal.

-Sí, algo he oído.

Amparo empezó a recordar aquel curso. Y al tal Julián. Mala persona. Los demás chicos tenían sobre los 15, pero ese Julián ya tenía 18. Más de una vez intentó sobrepasarse con ella. Recordó a un chico tímido, que se sentaba en la primera fila, en una esquina. Flacucho y callado.

-¡Juan López! Ahora te recuerdo. Te sentabas delante del todo.

-Ese mismo.

-Vaya, chico, has cambiado. Te recuerdo como un fideo.

-Jeje, sí. Ahora hago deporte.

-Bueno, pues... encantada de haberte visto, Juan. Chao.

-Igualmente, Señorita.

-Uy, que raro me suena que un hombre hecho y derecho me diga señorita.

-Jajaja, sí. Pero Es que no me sale de otra forma.

-Me llamo Amparo. Adiós.

Ella siguió su camino. Juan la miró. Sus ojos se posaron en el cimbreante culo de su antigua profesora. Aquel culo de los que sus adolescentes ojos no se apartaban cuando ella explicaba los verbos transitivos en la pizarra. Ahora ella estaba algo más rellenita, pero su culo seguía siendo precioso. Lo llevaba enfundado en unos ajustados vaqueros.

-¡Amparo! - le gritó.

Ella se giró.

-¿Tomamos un café? Te invito - le dijo Juan, señalando con la cabeza a una cafetería cercana.

Amparo miró a aquel chico. Se había convertido en un guapo muchacho. No tenía nada mejor que hacer, así que aceptó la invitación.

-Vale. Me apetece un cafelito.

Caminaron hacia la cafetería. Juan, galante, le abrió la puerta. En parte por galantería y en parte para volver a mirarle el precioso culete.

Se sentaron en un rincón, en una mesita redonda. Pidieron dos cafés y se pusieron a hablar.

-¿Aún sigues dando clases, Señori...digo...Amparo?

-Sí hijo, sí. Aún sigo luchando con jovencitos llenos de hormonas.

-Jajaja. Bueno, no recuerdo que lucharas con nosotros. Éramos buenos chicos

-Los tiempos han cambiado. A peor. Antes había dos o tres malos y 20 buenos. Hoy en día, son tres los buenos y 20 los malos.

-Sí, la cosa va a peor.

 -¿Y tú qué hiciste? ¿Seguiste estudiando?

-Sí. Terminé el año pasado Derecho. Soy un flamante...abogado en paro.

-Oh, pobre.

-Bueno, voy tirando.

Se terminaron el café y pidieron otro. Amparo se dio cuenta de que Juan la miraba. Recordó como él, de muchacho, también la miraba, aunque enseguida apartaba la mirada si ella le miraba a él. Recordó como se ponía rojo como un tomate cuando le preguntaba algo y lo hacía hablar en clase. Ahora no apartaba la mirada, ni estaba rojo.

No era el único alumno que la miraba. Sabía que era una mujer atractiva y aquellos jóvenes proyectos de hombre empezaban a 'florecer' sexualmente. Más de uno, durante su carrera le había tirado los tejos, pero ella jamás cedió lo más mínimo antes sus ataques. No sólo porque eran menores de edad. A pesar de sus 'bigotillos primaverales', como ella les decía, eran aún muchachos, casi niños.

Juan ya no era un niño. Era un hombre.

-Veo que me sigues mirando como hacías antes - le dijo, tomando un sorbo de café y mirándole a los ojos.

-¿Te dabas cuenta?

-Claro que me daba cuenta. Las mujeres siempre nos damos cuenta.

-Uf. Yo era bastante tímido por aquella época.

-Sí, lo recuerdo. Ahora no pareces tan tímido.

-Bueno, luché contra eso y he...madurado. Sí que te miraba. Me parecías una mujer... preciosa.

-Uy, yo tenía...30 años. El doble que tú. Pero si había varias chicas preciosas de tu edad en la clase.

-Ya ves. La que me gustaba más eras tú. Eras como...una diosa, para mí.

-Jajaja. ¿Una diosa?

-Sí. Te veía inalcanzable. Al fin y al cabo yo no era más que un mocoso y tú mi profesora. Una adulta. Aun así...

-Aún así... ¿Qué?

Juan se lo pensó. La miró a los ojos. Ella le aguantó la mirada. Seguía siendo muy atractiva.

-Aún así... te deseaba.

-Vaya con Juanito. Pero si parecías tan apocado, tan...inocente.

-Sí sí, inocente. Si supieras las cosas que imaginaba, te sorprenderías.

-No me sorprendo fácilmente.

Se quedaron unos segundos en silencio, mirándose fijamente a los ojos. Juan sintió como su polla se le empezó a poner dura. Rememoró las noches, a oscuras en su cama,  en que se masturbaba fantaseando con ella.

-Recuerdo que en clase usabas gafas - le dijo Juan - Me encantabas con aquellas gafas. Te hacían parecer muy sexy.

Ella sonrió. Abrió su bolso y sacó unas gafas. Se las puso.

-Eran parecidas a estas. Aún las uso en clase.

-Ummm, pues te siguen sentando muy bien.

-¿Me hacen aún sexy?

-Uf, no sabes cuánto.

Amparo sonrió. Empezó a sentir cosquillitas en el estómago. Hacía mucho que no las sentía.

-¿Qué cosas imaginaba un jovenzuelo como tú con una mujer como yo?

-Pues...cosas. Ya sabes.

-No, no sé. ¿Qué... me besabas?

-Sí. Pero también... otras cosas.

-Ummm. ¿No me las dices?

El coño de Amparo estaba empezando a mojarse. Notaba sus pezones duros. Aquel joven muchacho, que le confesaba sus antiguos deseos, la excitaba.

-Es que no quiero escandalizarte con mis...pensamientos.

-Te dije antes que no me sorprendo fácilmente. Tampoco me escandalizo con facilidad. - le dijo, sin apartar sus ojos de los de él.

-¿De verdad quieres que te lo diga?

-Ujum.

-Imaginaba que...esto...que me tocabas. Que notabas mi excitación, mi deseo por ti. Que notabas, ya sabes, mi duro...pene.

-¿Duro pene? Jajaja. ¿Seguro que es así como lo imaginabas?

-Bueno, no exactamente. En mi cabeza no era tan...comedido.

-Dímelo exactamente como lo imaginabas.

Juan se decidió a ir a por todas.

-Pues...imaginaba que me hacías quedar después de clase. Que cerrabas la puerta y me hacías levantar. Que lentamente te arrodillabas delante de mí y me acariciabas la polla sobre el pantalón.

-Vaya vaya vaya con Juan el calladito. Si resulta que eras todo un salidillo. Sigue.

-Me la sacabas. Uf, Amparo, imaginaba que te pasabas mi polla por la cara, mirándome a través de tus gafas. Y que me la chupabas.

-Umm, te imaginabas a tu profesora haciéndote una mamada en clase. Qué...chico más malo.

-Sí, eso me imaginaba. Que me la chupabas y cuando me empezaba a correr, te sacabas mi polla de la boca y hacías que mi leche cayera sobre tus gafas.

Amparo juntó las piernas. El coño le palpitaba.

-Y después las relamía mirándote a los ojos, ¿No?

-Coño, sí. ¿Cómo lo sabes?

-Jajaja. No eres el primer hombre que tiene esos sucios pensamientos conmigo.

-Uf, no sabes la cantidad de veces que en mi cama imaginé cosas así.

-¿Te corrías pensando en mí?

-Debo de haber echado litros de semen a tu salud.

-Jajaja. Qué exagerado.

-Aún hoy, de vez en cuando sigues acudiendo a mis fantasías.

-¿De verdad? ¿Aún piensas en mí?

-Sí. Aún hoy, a veces, me acuerdo de ti cuando...me toco.

-¿Te tocas mucho?

-Jajaja. Últimamente sí. Estoy sin novia.

-Lástima. Un guapo chico como tú.

-Cosas de la vida.

-Pues siento haberte chafado la fantasía.

-¿Chafado la fantasía? ¿Qué quieres decir?

-Bueno, era un lindo recuerdo en la calenturienta mente de un adolescente. Ahora me has visto como soy ahora. Más, digamos, madura.

-Amparo, sigues estando muy buena.

-Jajaja, gracias por el piropo, aunque no sea verdad.

La mesita era pequeña. Estaban en un rincón. Juan alargó una mano, cogió una de las de ella y con suavidad la llevó hasta su polla. La dejó sobre ella.

-Me sigues poniendo la polla dura, Amparo.

Amparo sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Apretó la mano sobre la dura polla y la recorrió con los dedos. Juan quitó su mano pero ella siguió acariciando.

-Ummm, Juan...cómo la tienes. ¿En tus fantasías no te follabas a la profesora?

-De todas las formas imaginables.

Amparo le apretó la polla. Deseaba a aquel chico. Había conseguido calentarla mucho.

-¿Te gustaría hacer realidad alguna de esas formas?

-Joder. Claro que quiero. Espera que pague.

Juan se levantó, dispuesto a pagar la cuenta. Pero Amparo le detuvo.

-Será mejor que page yo. No puedes ir así a la barra - le dijo, señalándole con los ojos el más que evidente bulto de su bragueta.

-Uy - exclamó Juan volviéndose a sentar.

-Jajaja. Espera. Ya vengo.

La miró alejarse. Se quedó con los ojos fijos en el cimbreante trasero de su ex profesora. No se podía crear la suerte que tenía. La primera mujer a la que había deseado, quizás la que más había deseado, iba a ser suya. La vio pagar y regresar a la mesa. Amparo le miró el paquete.

-Veo que sigues con el mismo problema.

-Sí. Y no es un problema que tenga fácil solución ahora mismo.

Ella se sintió alagada por excitar de aquella manera a un chico de su edad. Se quitó la chaquetita que llevaba y se la dio a Juan.

-Llévamela tú.

-Oh, gracias.

Juan cogió la prenda y la se la puso en el brazo. La usó a modo de escudo y se levantó. Los dos salieron del local hacia la calle.

-¿Tienes coche, Juan?

-Nop. En paro, recuerda.

-Yo no lo traje hoy. Cuando vengo al centro prefiero el autobús.

-¿Y si cogemos un taxi?

-¿Tanta prisa tienes?

-Llevo diez años esperando.

Amparo vio un taxi libre y lo paró. Se subieron los dos en el asiento de detrás y ella dio al taxista la dirección. En cuanto arrancaron, Amparo miró por la ventanilla de su lado, hacia afuera, mientras su mano, con disimulo, se metía por debajo de su chaqueta, que Juan mantenía sobre su regazo.

Todo el trayecto se lo pasó mirando hacia afuera y sobándole la polla a Juan, que la hizo parar un par de veces por temor a correrse en los pantalones.

Cuando el taxi paró, se bajaron y él la siguió. Amparo exageró el meneo de sus caderas, sabedora de que Juan la estaba mirando.

Entraron en el ascensor, y en cuando las puertas se cerraron, se abalanzaron el uno sobre el otro. Sus bocas se pegaron como lapas y sus lenguas se entrelazaron la una con la otra. Las manos de Juan bajaron hasta las amplias nalgas de su deseada profesora y las acarició, apretándola con él y restregándole la polla contra la barriga.

-¡Cómo te deseo, Amparo!

-Umm, ya lo noto, Juan. También tú me has calentado a mí. Hacía mucho que no estaba tan cachonda.

-¿La pongo cachonda, Señorita? - le susurró, besándole el ofrecido cuello.

-No sabes cuánto.

El ascensor paró. Se recompusieron un poco la ropa y salieron tranquilos al rellano. Amparo sacó de su bolso las llaves de su piso abrió la puerta. Juan la siguió. El sonido que hizo la puerta al cerrarse fue más flojo que el retumbar de corazón.

-Así que el alumno tímido, la mosquita muerta, se imaginaba a su profesora chupándole la polla en clase, ¿Eh?

-Umm, sí.

-Con mis gafas puestas.

-Sí sí, con las gafas puestas

Ella no se las había quitado desde que se las puso en la cafería. Lentamente se empezó a arrodillar delante de él.

-¿Así hacía en tu sucia mente adolescente?

-Justo así.

-¿Y te acariciaba la polla así? - le dijo pasándole las uñas sobre la dura erección.

-Aggg, sí.

-¿Qué hacía después? ¿Te bajaba la bragueta?

-Ujum

El sonido de la bragueta al ser bajada hizo que la espina dorsal de Juan vibrara. Con la boca medio abierta, casi a punto de babear, miró embelesado a la bella mujer postrada delante de él.

-Y entonces imaginabas que tu linda profesora te sacaba la polla.

-Uf...sí. Eso... imaginaba.

Con una sonrisa en los labios, Amparo metió la mano por la bragueta y, diestramente, le sacó la polla. La miró.

-Ummm, Vaya con Juanito. ¿Ya tenías la polla así de grandota en aquellos días?

-Casi.

-Si me la hubiese enseñado quizás no tendrías que haber esperado diez años para esto - le dijo acercando la cara y pasándose la dura polla por las mejillas, por la frente. Se acarició la nariz con la gorda cabezota y le dio un suave beso poniendo sus carnosos labios en forma de 'o'

-Aggg, ¿De verdad....lo habrías...hecho?

-Jajaja. Claro que no, tonto.  Qué solo eras un mocoso salido. ¿Quieres que lo haga ahora? ¿Quieres que tu profesora te chupe la polla?

Juan no contestó. Le puso una mano en su suave cabello y tiró sin brusquedades de su cabeza hacia él. Amparo abrió los labios y la polla fue entrando lentamente en su boca. Él entornó los ojos, luchando por mantenerlos abiertos, por no perderse detalle. 10 años de deseo se consumaban, por fin.

Amparo puso sus manos sobre los muslos del muchacho y empezó a chuparle la polla. Sin aparatar sus ojos de los de él abrazó el duro cilindro de carne con su lengua, los chupó, lo lamió. Siempre la había gustado chuparles la polla a sus amantes. Ver el placer reflejado en sus ojos. La adoración con la que la miraban en esos momentos.

Así la miraba Juan. Con adoración. Despacito, se fue metiendo cada vez más la polla dentro de la boca. Algunas había conseguido tragarse enteras. Con la de Juan no pudo. Era una señora polla. Le encantaba sentirla en la boca. Como se la llenaba.

Se la sacó de la boca, brillando ahora con su saliva. Se la posó otra vez por la cara, manchando sus gafas. Bajó por el tronco hasta los huevos y los chupó uno a uno, haciendo gemir de placer a Juan.

Él, ni en sus más vívidas fantasías imaginó jamás el enorme placer que iba a sentir en esos momentos. El morbo de tener a su adorada maestra con su dura polla sobre la cara, con sus sexys gafas, con su sensual mirada. Cuando ella se volvió a meter la polla en la boca y retomó la mamada, Juan supo que no iba aguantar mucho más aquella placentera tortura.

-Agggg, Señorita...Va usted a hacer que me corra.

-¿Eso vas a hacer, chico malo? ¿Te vas a correr en la carita de tu profesora? - le preguntó, mimosa, moviendo su mando arriba y abajo de la dura herramienta, apuntando justo  a sus gafas.

Juan iba a gritarle que sí, pero no pudo. Su cuerpo se tensó y el aire dejó de entrar en sus pulmones. Lo que sí salió fue un poderoso chorro de semen que se estrelló contra el cristal derecho de las gafas. El siguiente espasmo de la polla fue acompañado de un segundo chorro de semen, espeso, blanquecino, que Amparo dirigió hacia el otro cristal.

Los siguientes disparos fueron cubriendo las gafas y las mejillas de la mujer, que se quedó sin ver al quedar las gafas cubiertas de la abundante corrida de Juan. La polla al fin dejó de manar, pero Amparo no detuvo su mano. Siguió meneando la polla, extrayéndole hasta la última gota de leche.

-¿Así me dejabas en tu sucia mente? ¿Bañada en tu leche?

Juan aún apenas podía hablar. Respiraba agitado.

-Sí...justo...así... y...después....

-Después hacía esto.

Amparo se quitó las gafas y las miró. Estaban literalmente bañadas en semen. Las acercó a su boca y pasó la lengua por los cristales, recogiendo la corrida. Juan no dejó de mirarla. Su polla no dejó de dar saltitos sola. Contempló el bello espectáculo de su musa sexual relamiendo sus gafas hasta dejarlas sin rastro de leche. Solo quedó leche en su cara.

Juan sintió sus piernas flaquear. Se arrodilló junto a ella. La miró y no puedo evitar acercar su boca a la de ella y besarla con pasión. Su lengua sabía salada. La chupó con ganas.

 Se separaron un segundo para mirarse. Ambos tenían la cara brillante, con restos de semen. Ella recogió con un dedo la que Juan tenía en la cara y se lo llevó a su propia boca.

-Ummmm,  rica la lechita de mi alumno preferido

-¿Soy tu alumno preferido? - le preguntó Juan recogiendo de la cara de Amparo el semen que tenía y dándoselo a ella.

-Jajaja. Bueno, eres el primer alumno al que le chupo la polla.

-¿Entonces soy el primer alumno que te va a follar?

-Ujum.

Siguieron besándose. Las manos de Juan recorrieron el cuerpo de Amparo hasta llegar sus tetas. Las abarcó, sintiendo su peso en las manos. Ella le cogió la polla y la encontró tan dura como antes.

-Uf, como sigues. Fóllame ya. Necesito sentir tu polla dentro de mí.

Se levantaron. Ella lo cogió de una mano y lo guió hasta su dormitorio. Besándose, se desnudaron el uno al otro. Cuando Amparo estuvo desnuda, se quedó quieta. Él la miraba. Esa mirada la hizo estremecer.

-Amparo...Eres...eres...

-¿Vieja?

-Nooooooooo. No eres vieja. Pero si estás para comerte.

No tenía el cuerpo que recordaba. Bueno, el cuerpo imaginado que recordaba. Habían pasado 10 años. Pero Juan la encontró hermosa, sensual. Se acercó y la besó. Amparo se estremeció entre sus brazos.

-Señorita....

-Dime Juan

-Me la voy a follar.

-Oh, sí, Juan. Fóllame...fóllame de una maldita vez.

Cayeron sobre la cama. Él sobre ella. Amparo abrió las piernas, permitiendo que Juan se colocara entre ellas. Cerró los ojos y esperó. En menos de dos segundos su cuerpo se arqueó al sentir como la poderosa polla se clavaba de un solo envite hasta el fondo de su encharcado coño. Se sintió llena, como hacía mucho que no se sentía.

Arqueó su espalda sobre la cama y se corrió, apretando los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos. Juan notó las contracciones de su coño alrededor de su polla. La había hecho correr con solo metérsela.

Aún en pleno orgasmo, empezó a follarla, metiendo y sacando su polla bien a fondo. Besó su cuello, su boca. Incluso le chupó y lamió los duros pezones, sin dejar follarla.

-Aggggg, Dios...Juan...sigue...no dejes de follarme....

-¿Le gusta señorita? ¿Le gusta como se la folla su alumno preferido?

-Síiiiiiiiiiii.

Un nuevo orgasmo atravesó el cuerpo de la mujer. Aquel joven estaba resultando un magnífico amante. No dejó un momento de barrenarla con su dura barra. No dejó de arrancarle gemidos de placer, que eran ahogados entre sus labios.

-Como te he deseado todos estos años, Amparo. Y al fin te estoy follando.

-Y que qué manera...agggg...que...ricoooo.

-Es mejor que la más loca de mis fantasías. Te tengo debajo. Mi polla llena tu coño.

-Umm, sí, la siento llenarme. ¿Me lo llenarás también de... tu leche?

-¿Eso quiere profe? ¿Quiere que le llene el coñito de leche?

-Aggg, sí...sí... hace mucho que no... me llenan.

-Pues yo...la voy a llenar...señorita...

Juan arreció con sus embestidas, loco por darle a la mujer todo el placer que llevaba años almacenando. La besó una y otra vez, con pasión. Acarició y estrujó entre sus manos sus abundantes tetas. La sintió estremecerse debajo de él. La sintió tensarse una vez más, corriéndose con intensidad y resoplando su orgasmo en la boca del joven muchacho.

Por fin, Juan notó que su orgasmo empezaba. La miró a los ojos, le clavó la polla hasta el fondo y se empezó a correr. Amparo sintió el repentino calor del cálido semen en el fondo de su coño, y se quedó mirando como el chico se vaciaba dentro de ella, con los ojos entrecerrados por el placer.

Cuando todo terminó, Juan, agotado, cayó sobre Amparo, respirando agitado, con la cabeza apoyada contra el hombro de la mujer. Ella le acarició las espalda, la cabeza. Juan se hizo a un lado, acostándose a su lado.

Se miraron. Se sonrieron.

-¿Valió la pena la espera? - preguntó ella.

-Uf, Amparo. Has hecho realidad mi mayor deseo.

Juan le acarició la cara. Ella le besó la mano.

-Tengo clase en media hora. Tengo que irme.

-¿Puedo volver a... verte?

-¿A verme? Tú lo que quieres es volver a follarte a la profe.

-Jajaja. Sí. Tengo muchas fantasías que cumplir.

Ella le miró. Era guapo, simpático y follaba de maravilla. Pero era tan joven. Y ella tan...madura.

-Dame tu teléfono. Te llamaré - dijo Amparo.

Juan se lo dio y se vistió. Amparo lo acompañó hasta la puerta. Se despidieron con un largo beso. Las manos de él acariciándole el culo. Ella sentía en la barriga la dura polla. Se la tocó.

-La sigues teniendo dura. Disimula cuando bajes. No se te vaya a tirar encima alguna chica necesitada.

Cuando él bajó en el ascensor, Amparo fue al baño y se dio una ducha rápida. Se vistió y salió hacia el instituto.

Durante la clase, mientras explicaba los adverbios, se fijó en los alumnos. En los chicos. Algunos ni la miraban. Otros hablaban entre ellos. Algunos, los menos, atendían a las explicaciones. Se preguntó si alguno de esos chicos tenía fantasías con ella. Quizás ahora no. Ya era una 'vieja' para ellos. Pero antes, sobre los 30, estaba bien buena. Si Juan había fantaseado con ella, alguno más lo habría hecho.

Sonrió.

Al fondo, un avioncito de papel salió volando de la mesa de Raúl Lluvero y cayó sobre la mesa de Eva González. Iba a decirle algo, pero vio como la chica abría el avioncito y leía.

"Seguro que le dice alguna cochinada" - pensó al ver como la chica arrugaba el papel y Raúl se reía.

Siguió con la clase.

+++++

 Esa noche, en su cama, mientras se masturbaba furiosamente, Juan no podía quitarse de la cabeza la imagen de Amparo arrodillada lamiendo las gafas cubiertas de su semen. La deseaba como nunca había deseado a nadie.

Pero había sido un tonto. No le pidió el teléfono. Sabía donde vivía, sí, pero no se atrevía a presentarse sin ser invitado. Solo esperaba que ella le llamara.

En la otra punta de la ciudad, Amparo se estaba corriendo, con tres dedos enterrados en su coño, recordando lo que sintió cuando Juan se vació dentro de ella. Había gozado mucho con aquel joven.

Jadeando, después de su intenso orgasmo, pensó en coger el teléfono y llamarlo. Buscó el número en la agenda, pero justo antes de marcar, se arrepintió.

"¿Dónde vas con un chico así?".

Dejó el teléfono en la mesilla y apagó la luz.

No había tenido suerte con los hombres. Se enamoró de algunos, pero con ninguno funcionó. Se empezó a hacer mayor y fue perdiendo el deseo de tener una relación. De vez en cuando salía con algún hombre de su edad, a cenar, a bailar. Y si la cosa se ponía bien, se acostaban. Sexo de una noche. Dos, a lo sumo.

Ahora, con Juan, todo había sido muy rápido. La excitó mucho. Saberse deseada cuando Juan no era más que un adolescente. Saberse aún deseada. Se comportó con él como nunca lo había hecho con otro hombre. Gozó con él como no recordaba haberlo hecho con ningún otro.

Y además, volvieron esos oscuros deseos. Esos que solo acudían a su mente en la oscuridad de su habitación. Esos que jamás se atrevió a explorar con nadie. Deseos que con él se veía capaz de explorar.

Pero no podía ser.

+++++

Tal como se durmió, Amparo se despertó. Con Juan en la cabeza. Siguió su rutina diaria y sobre las 10 estaba en el instituto.

 No se concentró en las clases. Solo veía las miradas de los chicos.

"No... no son ellos. Soy yo. Es... Juan".

Después de su última clase, a la una y media, fue a su despacho. Cerró la puerta y se sentó. Trató de pensar en otra cosa, pero no pudo. Siempre acudía él. Y ella...ella no era ella. No se comportaba como era ella.

Se miró. Siempre solía llevar pantalones, pero ese día, inconscientemente, se había puesto falda. Sabía por qué. Se la puso para él. Quería algo. Deseaba algo.

"Joder. ¡Qué coño! Solo se vive una vez".

Cogió el teléfono y marcó el número de Juan.

-¿Sí? - respondió la cálida voz del joven.

-¿Cómo está mi alumno preferido?

-¡Amparo! Pues... encantado de oír tu voz. Yo... anoche... quise llamarte.

-¿Por qué no lo hiciste?

-Joder. No tengo tu teléfono.

-Ahora lo tienes.

-Sí, jejeje. Ahora sí. ¿Sabes?

-Dime

-Anoche... estabas en mis pensamientos. Estabas en la cama conmigo.

-¿Qué? ¿Rememorando viejos tiempos?

-Jajaja. Sí. Pero ahora tenía algo real para rememorar. Amparo...fue...maravilloso estar contigo.

-Te gustó follarte a la profe, ¿Eh?

-Uf, es lo mejor que me ha pasado.

-¿Conoces el instituto San Juan Bautista?

-Sí. Está en por Cibeles, ¿no?

-Sí. ¿Estás libre?

-Como un pájaro - respondió Juan, notando como el corazón se le aceleraba.

-Pues ven a verme. La profesora quiere hablar contigo.

-Uy. ¿Me he portado mal?

-No sé. Tú sabrás. Pregunta en secretaría por mi despacho.

-Vale. Voy volando. Tardo 20 minutos.

Juan estaba por la zona centro y justo por allí pasaba el metro que lo llevaría a la zona adecuada. No pudo evitar excitarse. Notó como su polla se empezó a endurecer, anticipando intensos placeres.

Salió del metro casi corriendo y se dirigió al instituto. Era la hora de la salida y cientos de jovenzuelos formaban un torrente vivo que salía del edificio. Tuvo que 'nadar' contra corriente. Con la vista buscó la secretaría y hacia allí se dirigió.

-Por favor. ¿El despacho de... Amparo? - le preguntó a un tipo que estaba detrás del mostrador.

-¿Qué Amparo?

-Pues...la profesora Amparo...no recuerdo el apellido. Da clases de Lengua y Literatura.

-Amparo Gómez.

-Sí, esa. Tengo una cita con ella.

El hombre lo miró de arriba a abajo. "Demasiado joven para ser un padre", pensó. "Pero en estos tiempos... cualquiera sabe".

-Primer piso. Despacho A23.

-Gracias.

Subió los escalones de dos en dos. Encontró con facilidad el despacho. No había nadie. Se acercó a la puerta y tocó.

-¿Sí? - sonó la voz de Amparo desde dentro.

-Soy yo.

-¿Qué yo?

Juan se extrañó.

-Yo, Juan.

-Ah...sí, Juan. Espere.

"¿Espere?" - se preguntó Juan.

La puerta se abrió. Ella lo miró de arriba a abajo.

-Pase, Sr... López.

Juan entró. En cuando se cerró la puerta se fue a abalanzar sobre ella para comérsela a besos, pero Amparo lo paró.

-Tome asiento, Sr. López.

Juan se sentó en la silla de delante de la mesa del despacho. Amparo se sentó en frente.

-¿Sabe Vd. por qué le he llamado, Sr. López?

-Pues...no...Srta.

-Vd. cree que no me doy cuenta, pero cuando doy clase, Vd. no deja de mirarme.

Juan empezó a comprender. Siguió el juego.

-Yo...yo solo atiendo a sus explicaciones.

-¿Sí? ¿Por eso me mira las tetas? ¿Por eso me mira el culo?

-Bueno, es que...

-¿Es que qué? Ayer mismo le descubrí tocándose sobre el pantalón, Sr. López. Tenía Vd. la polla dura. ¿Le pongo la polla dura?

-Sí... Vd... me gusta.

-¿Y no le da a Vd., vergüenza hacerse pajas pensando en mí? Por que se las hace, no intente negarlo.

-No lo niego. Me hago muchas pajas pensando en usted.

 Amparo se levantó. Juan la miró. Con aquella falda y la blusa blanca estaba preciosa de verdad. Vio como ella daba la vuelta a la mesa y se sentaba en el borde, justo delante de él.

-Cochino. Meneársela a mi salud - le dijo la mujer abriendo las piernas.

Juan no pudo evitar mirar entre aquellas dos columnas que se separaban. Se estremeció al comprobar que ella no llevaba bragas. El coño, brillante de jugos, quedó expuesto.

-¿Qué mira, depravado?

-Yo...Na.. nada.

-¿Cómo que nada? ¿Se cree que soy tonta? Me está mirando el coño, Sr. López - dijo Amparo abriendo bien las piernas.

Juan se quedó mirando fijamente el precioso coñito de la profesora. Tenía los labios separados, sonrosados. Casi parecía gotear. La polla le presionaba, encerrada en los pantalones.

-Y encima tiene la polla dura - dijo, seria, Amparo - Necesita Vd. un serio correctivo.

La mujer se echó hacia adelante y agarró a Juan por los pelos. Tirando de él, sin hacerle daño, le dijo.

-Arrodíllese, salido. Qué es Vd. un salido, y un cochino. Con la polla dura mirándole el coño a la profesora.

Juan obedeció. Se arrodilló entre las piernas de Amparo y se dejó llevar. Ella empujó su cabeza hacia su coño, y cuando llegó, se la restregó.

-Ahora me va Vd. a comer el coño y no parará hasta que lo se lo diga. ¿Entendido?

-Ujumm- contestó Juan, apenas pudiendo hablar.

Aquel coño era un lago. Caliente, empapado. Oloroso. Juan se embriagó con su aroma. Sacó la lengua y se llenó de su sabor. Amparo le sujetaba la cabeza y empezó a gemir cuando sintió la lengua lamer justo sobre su clítoris.

-Agggg, eso es. Veo que es Vd. un buen comecoños.

Le soltó la cabeza y apoyó las manos en el borde de la mesa. Con las piernas abiertas, disfrutó de la sabia lengua del joven. No dejaba de moverla. Arriba, abajo. Hacía círculos alrededor de su inflamado clítoris. A veces lo chupaba y lo sorbía entre sus labios... La miraba, desde entre sus piernas, con los ojos brillantes. Y con las mejillas también brillantes, por sus jugos, que no dejaban de manar.

-Ummm, siga así, López. No deje de comerme el coño ni un segundo. Siga...así...y me...correré...en su boca...agggggg

Juan se esmeró en darle el máximo placer a su deseada profesora, que de vez en cuando le acariciaba el cabello.

La sintió tensarse. Vio como apretaba los dientes. Y notó los espasmos en su coño. Seguidos de sabrosos jugos que lamió con gula. Amparo tuvo un largo orgasmo contra la cara de su alumno preferido.

 Alguna vez, en sus solitarias noches, había fantaseado con algo así. Con tener a un hombre arrodillado, a su servicio, dándole placer y más placer. A veces ese hombre era un antiguo profesor de gimnasia con el que salió una temporada. Otras veces, un guapo actor. Jamás un chico como Juan, tan...joven.

Joven, sí, pero sin duda un experto usando su boca. A pesar de haberla hecho correr con intensidad, siguió comiéndole el coño sin parar hasta arrancarle un nuevo e intenso orgasmo. Después de la tensión del placer, le separó la boca de entre sus piernas.

-Levántate, depravado.

Juan volvió a obedecer y quedó de pie entre sus abiertas piernas. Ella miró el abultamiento de su bragueta.

-Sigues con la polla dura. Qué poca vergüenza. Bájate la bragueta.

Él lo hizo. Sin chistar.

-Sácate la polla.

Juan metió una mano y con dificultad, debido a lo dura que la tenía, se sacó la polla. La dejó suelta, apuntando hacia arriba, vibrando de excitación.  Amparo clavó sus ojos en ella. Alargó una mano y la agarró. Se estremeció al notarla caliente, poderosa, en su mano. Empezó a pajearlo despacito y miró a Juan a los ojos.

-A saber la de cosas que tu sucia mente se habrá imaginado. Seguro que mientras te tocabas pensabas que me metías la polla.

-Ummm, sí. Cientos de veces imaginé que le metía.., mi polla.

-¿Aquí? -preguntó Amparo, tirando de la polla y acercándola a ella hasta rozar sus labios vaginales con la punta.

-Aggg, sí...

-Sucio mozalbete. Te corrías pensando que le llenabas el coño a la profe con tu polla. Te corrías imaginando que me follabas - le susurró, aumentando el ritmo y la intensidad de la paja.

-Sí, sí. Imaginé muchas veces que...le llenaba el coño con mi caliente leche.

-Sucio... Debería llamar a tu padre y decirle la clase de hijo que tiene.

Lentamente, sin dejar de mover la mano, Amparo acercó su boca a la boca de Juan. Casi le rozó los labios, pero no le besó. Le habló y le hizo sentir su cálido aliento.

-Seguro que no te conformabas con follarme el coño. Seguro que en tus sucios pensamientos metías tu polla en mi boca y me la follabas hasta hacerme tragar toda tu leche, ¿No?

-Agggg, sí...muchas... veces

Juan estaba muy excitado. Aquel juego lo estaba llevando sin remedio al culmen de la excitación.

-Vi como me mirabas el culo. ¿Me lo follabas, verdad? Te pajeabas con un loco mientras en tu cabeza me tenías a cuatro patas como a una perrita y me dabas por el culo. Confiésalo.

-Agg...Dios...sí...síiii

Amparo sintió el primer latigazo en la mano. Una repentina presión al pasar a toda velocidad un enorme chorro de semen por la uretra, seguido de calor en su coño. Se separó y miró hacia abajo. De la polla salió otro chorro de leche que se estrelló contra su vulva. No paró su mano. Siguió pajeando al muchacho, ordeñándolo, haciéndolo correr sobre su abierto coño.

Fueron varios latigazos que mancharon sus muslos, su pubis, pero sobre todo, sus labios vaginales.  Cuando Juan terminó de correrse, apretó la polla desde la base y extrajo un último chorrito que cayó al suelo.

-Pero... ¿Qué has hecho, guarro? Te has corrido sobre mí. Mira como me has dejado, llenita de tu sucia leche.

Juan no podía hablar. Jadeaba.

-Vas a tener que limpiarme No quiero que dejes ni rastro de tu corrida.

Tiró de su cabeza hacia abajo. Juan se volvió a arrodillar. Ella tiró de su cabeza hacia su coño.

-Límpiame.

Dos veces más se corrió Amparo mientras Juan la dejaba sin rastro de su semen. Lamió sus muslos, sorbió la leche que cayó sobre el pubis. Pero sobre todo, le comió a placer el sabroso coño, lamiendo sin cesar, atrapando una y otra vez el sensible clítoris y llevando a la profesora al séptimo cielo, hasta que no pudo más le separó la cabeza.

-Ummm, ya...ya estoy limpita. Te has portado bien. Levántate.

Entonces sí. Se besaron, con pasión, buscando sus lenguas, acariciando sus cuerpos.

-Siempre quise ser un poco mandona, aunque fuera una vez.

-Pues puedes ser mandona conmigo siempre que quieras.

-¿Sí? ¿Te gusta que te manden?

-Jajaja. Depende. Si es para comerme tu rico coñito, sí.

Amparo acarició el cuello de Juan y lo atrajo hacia ella. Abrieron sus bocas y se buscaron las lenguas. Notó algo que la rozaba entre las piernas. Llevó la mano y agarró la aún dura polla del joven.

-¿Es que no se te baja nunca?

-Son muchos años de deseo, Amparo.

Juan empujó, intentando meterle la polla. Ella le detuvo

-No tenemos tiempo. El instituto va a cerrar. Tenemos que irnos.

-Solo un poquito.

-¿Solo la puntita?

-Jajaja. Sí. Solo la puntita.

Juan le metió la puntita, y con ella, el resto de la polla, hasta que sus pubis chocaron.

-Aggggg, cabrito. Me has engañado.

Él empezó a follarla. Amparo cerró los ojos y sintió el placer invadirla. Lo entreabrió y vio la hora en al reloj de la pared de enfrente.

-Tenemos que irnos, de verdad.

-¿Me vas a dejar así?

-¿Vamos a mi casa? Te invito a comer.

-¿Solo a comer?

-A comer y a... follar. Bueno, si te apetece.

-¿Comer o follar?

-Las dos. Venga... vámonos.

Juan le sacó la polla del coño. La sacó brillante, llena de jugos. Amparo la miró. Sintió su coño vació. Lo agarró por las caderas y lo volvió a atraer hacia ella. La polla nuevamente se clavó en su coño.

-Agggg, fóllame rápido. Córrete de prisa.

Agarrándola por las caderas y comiéndole la boca, la folló con ganas, intensamente, enterrándole una y otra vez la polla hasta el fondo de su vagina.

Juan no resistió mucho. En menos de dos minutos sintió su cuerpo empezar a tensarse. Con un último golpe de caderas empujó su polla hasta el fondo del coño de Amparo y empezó a correrse. Ella gozó de la sensación que aquel torrente cálido le proporcionó. Se besaron durante treinta segundos más, hasta que ella lo empujó con suavidad hacia atrás, dejando su coño otra vez vacío.

-Sal por la puerta principal. Espérame en frente.

-Vale.

Él se metió la polla en los pantalones y se subió la bragueta mientras ella se arreglaba un poco la ropa y se colocaba el pelo. Juan salió del despacho y caminó hacia la salida.

No había ya nadie. Solo el conserje que estaba cerrando las aulas. Miró a Juan de arriba a abajo.

Una vez fuera, esperó en frente y a los pocos minutos un coche blanco paró. Era Amparo. Se acercó, abrió la puerta del pasajero y se subió.

-Uf, Ramón, el conserje me miró con mala cara.

-Jajaja. Y a mí.

-¿Te vio?

-Sip.

-Joder. Seguro que se imagina algo.

-Tranquila, mujer.

 Arrancaron y Amparo se dirigió hacia su casa.

-Umm, ¿Sabes? Creo que voy a manchar el asiento. No me puse bragas y siento como tu corrida empieza a rezumar.

-¿Sí? A ver...

Juan alargó su mano izquierda y la metió por entre las piernas de Amparo. Ella las separó un poco para que la mano de Juan llegase con facilidad... Se estremeció cuando los dedos del muchacho recorriendo su hendidura.

-Sí. O estás muy muy cachonda o mi leche empieza a salirse - dijo Juan metiendo dos dedos en aquel horno.

-Aggg, las dos...

-Creo que cuando lleguemos a tu casa tendré que volver a limpiarte. ¿Lo prefieres como postre o como...aperitivo?

-¿Tú qué crees? De aperitivo, por supuesto.

El día anterior ella le había sobado la polla durante el trayecto hasta su casa. Ahora, fue él quien le estuvo acariciando el coño todo el tiempo. Mientras subían en el ascensor, además la besó con pasión.

Entraron en la casa y fueron directamente al dormitorio. Ni se desnudaron. Amparo se tiró sobre la cama, abrió sus piernas y Juan enterró su cara entre ellas.

Fue una larga y muy placentera comida de coño que logró que Amparo obtuviese un nuevo e intenso orgasmo.

Después se besaron y acariciaron con dulzura. Se miraron a los ojos. Se sonrieron.

-¿Tienes hambre, Juan?

-La verdad es que sí.

-Pues vamos. Preparemos algo.

La siguió hasta la cocina, mirándole el tentador culito.

Acostumbrada a prepararse la comida sola, a comer sola, Amparo disfrutó al hacerlo en compañía. Juan picó lechuga y tomates para una ensalada mientras ella preparaba unos filetes. Le encantó que de vez en cuando él la abrazara desde atrás y besara su cuello. Le encantó que acariciase sus pechos y le restregase la polla por el culete.

Se sentaron comer, uno frente al otro. Reían como chiquillos ante cualquier tontería que Juan decía. Era un chico bastante divertido, tan distinto del Juan que ella recordaba.

Cuando dieron buena cuenta de la ensalada y la carne, Amparo recogió los platos y los llevó al lavavajillas.

-¿Qué quieres de postre? Tengo fruta y algo de flan.

-Te quiero a ti.

-¿Aún tienes me tienes ganas?

-Sí. Mira - respondió Juan, levantándose y mostrándole la dura polla

-No puede ser. Tienes que tener los huevos vacios.

-Están en la reserva. Pero creo que algo podremos sacar.

-Juventud, divino tesoro.

Amparo se levantó se acercó a Juan, le cogió la polla y se besaron.

-Veamos si podemos sacar un poco más de lechita a esta preciosura de polla.

Volvieron al dormitorio. Se desnudaron el uno al otro y se acostaron en la cama. Si hasta ese momento todo había sido pura pasión, puro e intenso sexo, ahora fueron sosegados.

Se besaron con ternura largos minutos. Se acariciaron el uno al otro. Amparo cerró los ojos y gimió al sentir la boca de Juan besar cada centímetro de su cuerpo. La empezó a besar en los labios y no paró hasta llegar a los pies. De allí subió hasta su aromático coño y se entretuvo, lamiendo, besando...

-Ummmmm, Juan...Eres maravilloso... qué placer me das.

-Amparo... te... te deseo.

-Pues tómame. Hazme tuya.

La penetró despacito. Estuvo dentro de ella sin moverse, mirándola a los ojos. Ambos se sonreirían. Amparo se sentía llena. Se sentía completa.

Juan le cerró los labios con los suyos y empezó a moverse. Siempre despacito, siempre sin prisas, haciéndola gozar y gozando a su vez. Entrelazaron sus manos, sin separar sus bocas. Él no dejó de moverse. Dentro, fuera...dentro fuera...

-Agggg Juan....más...más deprisa....fóllame más deprisa.

El muchacho aumentó el ritmo de sus caderas, haciendo que el placer de ambos aumentara. Los besos se hicieron más apasionados.

-Juan... mi... vida...ya...ya... yaaaaaaaaaa

Amparo lo rodeó con las piernas, atrayéndolo hacia ella, con fuerza y empezó a correrse por enésima vez ese día. Fue un orgasmo intenso y a la vez tranquilo, que la llenó de paz.

Cuando terminó se quedó floja, sin fuerzas. Acarició la nuca de su amante. Aún lo sentía clavado dentro de ella.

-No te has corrido - le dijo.

-Es que estoy vacío.

-Oh, pobrecito. La profe te tiene sequito.

Juan se salió de ella y se tumbó a su lado. Ella apoyó su cabeza en su pecho. Él la rodeó con sus brazos. Amparo cerró los ojos. Se encontraba muy a gusto en los brazos de aquel hombre. En los brazos de aquel... joven.

Miró hacia abajo. La dura polla, brillante de sus jugos, la miraba. Alargó la mano y la cogió.

-Me encanta tu polla, Juan.

Empezó a mover su mano arriba y bajo de la dura verga. Pero poco a poco fue yendo más despacito, hasta que paró. Se había quedado dormida. Al poco tiempo, también Juan se durmió.

+++++

Un par de horas después Amparo se despertó. Al principio no recordaba donde estaba. Empezó a espabilarse. Sintió el suave retumbar del corazón de Juan. Aún seguía con la cabeza apoyada en su pecho. Aún seguía con su mano agarrando la ahora desinflada polla. Se incorporó un poco y lo miró dormir

Lo encontró hermoso. Varonil. Su cara reflejaba paz. Empezó a acariciarle con la mano. Primero sus huevos, después la fláccida polla, que enseguida empezó a reaccionar... Poco a poco la sintió crecer en su mano, hasta tomar aquellas placenteras dimensiones.

Recordó lo bien que se la había follado antes de dormirse. Y que él no llegó a correrse. Se dijo a sí misma que eso no podía quedar así. Ese chico se merecía su placer.

Sin dejar de mover su mano, acercó su boca a la polla y empezó a besarla, a lamerla. Pasó su lengua alrededor de la púrpura cabeza y llegó incluso a frotar con la punta sobre la pequeña boquita de la polla.

Juan se despertó. Sin abrir los ojos sintió el suave placer de una caliente boca chupándole la polla.

-Ummm, qué rico señorita. Qué rico

-No abras los ojos, Juan - le susurró Amparo sacándose la polla un momento - Sólo siente mi boca.

Él obedeció. Mantuvo los ojos cerrados y disfrutó de la sabia boca. La lengua de Amparo se enroscaba alrededor del tronco de su polla mientras ella subía y bajaba su cabeza. Mamaba, sorbía. Todo lentamente, sin prisas. Ella disfrutaba casi tanto como él. De la dureza del miembro, de su suavidad. De los gemidos que le provocaba.

Fue una larga y sensual mamada. No buscaba el orgasmo rápido, sino alargar el placer lo máximo posible. Juan la oyó gemir. Si hubiese abierto los ojos habría visto como Amparo se frotaba su coñito sin dejar de chuparle.

-Aggg, dios, Amparo...que rico...

Ella no respondió. Siguió con su labor, que no era otra que proporcionar puro placer a aquel maravilloso muchacho, el cual cada vez gemía con más intensidad. Amparo supo que se aproximaba el clímax. Ella misma estaba también a punto de correrse, así que aceleró el ritmo de su boca y el de los dedos que frotaban su clítoris.

La tensión se apoderó lentamente del cuerpo de Juan. Muy lentamente, dándole tiempo a disfrutar cada instante. Primero los dedos de sus pies, luego los de sus manos y después todo su ser. Apretó los dientes y estalló, lanzando contra el paladar de su profesora un poderoso chorro de semen, el cual Amparo recibió apretando los labios alrededor del palpitante tronco.

Un segundo disparo caliente estalló contra su lengua, y después un tercero. Su boca se fue llenando de la simiente de Juan hasta que, temiendo perderla, empezó a beber, a tragar. Y en ese momento, cuando el cálido semen bajó por su garganta en dirección a su estómago, Amparo estalló. Se corrió junto al muchacho que le estaba volviendo a llenar la boca con más leche masculina. Con una contracción orgásmica tragó la segunda ración.

La tercera no le llenó la boca. La retuvo dentro, esperando que la polla dejase de disparar. Solo entonces, lentamente, se bebió su premio. Su cuerpo aún con espasmos de su intenso orgasmo.

Se quedó quieta, con la polla en la boca mientras Juan jadeaba, aún sin poder hablar tras el intenso placer. Él mantuvo los ojos cerrados. Solo los abrió cuando ella besó su boca.

-¿Te ha gustado lo que te ha hecho la profe?

-Ummm, Amparo. ha sido la mejor mamada de mi vida.

Se fundieron en un largo beso y se quedaron unos minutos abrazados.

-¿Qué hora es? - preguntó Juan

-Las 6:30.

-Uf, tengo que llamar a casa. Estarán preocupados.

Se levantó de la cama. Amparo no pudo evitar mirarle su tentador culete. Oyó como Juan hablaba con su madre y le decía que estaba bien, que se la había ido el santo al cielo con sus amigos.

Amparo se sintió mal. Juan había mentido a su madre. "¿Pero cómo le va a contar la verdad? ¿Cómo le va a decir que se acostó con su antigua profesora?".

Cuando Juan colgó, volvió a la cama.

-Es tarde. Tienes que irte  - le dijo ella, seria.

-¿Estás bien?

-Sí, pero tengo cosas que hacer. Exámenes que corregir - le mintió.

-Coño, no seas muy dura con los chicos.

-No soy dura. Soy justa.

La besó, con ternura. Amparo se sintió estremecer.

-Bueno, pues me voy. ¿Nos veremos mañana?

-No lo sé. Tengo un día  muy complicado.

-Pues me llamas si tienes un momentito para mí.

Juan le sonrió. Amparo miró aquella linda sonrisa. ¿Un momentito para él? Pero si desearía poder estar todo el día con él.

-Bueno, vale. Te llamo si puedo.

 -Perfecto. Pues...hasta mañana, profesora.

Juan le dio un último beso antes de vestirse e irse. Amparo se quedó en la cama un buen rato, pensando.

Se había reencontrado con Juan hacía solo un día y no dejaba de pensar en él. No era solo por el placentero sexo que le daba. Era por como la miraba, por como la trataba, por como la acariciaba.

Cuantas veces había deseado encontrar un hombre así. Ya había desistido, se había dado por vencida. Y ahora, aparecía. Como salido de la nada.

Pero no era el adecuado. No podía ser. Era... demasiado joven. Aún estaba a tiempo de pararlo. De terminar antes de que empezara. Así podría seguir con su vida, sin esperar nada. Quizás al final apareciese el hombre adecuado. Alguno, parecido a Juan, pero con más años.

Se dijo a sí misma que al día siguiente no lo llamaría. Ni al otro. Y si él la llamaba, le diría que dejara de hacerlo. Que había estado bien volver a verlo, pero que todo tenía que acabar.

Se quedó en la cama, sola, pensado en lo jodía que era la vida.

"No seas tonta. Si solo lo conoces desde ayer. Tienes que olvidarlo para siempre", se repitió una y mil veces.

+++++

Si Amparo se quedó en su cama triste y pensativa, Juan salió de la casa exultante de alegría, henchido de felicidad. Qué diferente era estar con ella. Tan distinta a las mujeres con las que hasta ese momento se había relacionado.

Se dijo que hasta ese momento solo había estado con chicas. Amparo era su primera mujer de verdad. Sí, su cuerpo no era tan prieto como una veinteañera. Pero era más cálida, más sensual. El sexo con ella había sido el más intenso que jamás había tenido. Pero no era solo eso. Jamás se sintió tan a gusto abrazado a una mujer.

Para él no había diferencia de edad. Solo veía una mujer hermosa, sensual. Ardiente y a la vez tierna. La primera mujer a la que había mirado con deseo. Y quizás...tal vez...

+++++

Esa noche, acostado en la oscuridad de su cuarto, Juan pensaba en su deseada profesora. ¿Y si la llamaba? Eran las once y media de la noche. Quizás ya durmiera. Pero deseaba oír su voz.

Cogió su móvil, buscó la llamada que había recibido  y la añadió a la agenda. Después, la llamó.

Amparo no dormía. Estaba también a oscuras, acostada en su cama. El teléfono no sonó, pero vibró y se encendió. Enseguida supo que era él. Lo confirmó al mirar la pantalla. Cogió el teléfono y miré los iconos de la pantalla. El verde para contestar y el rojo para colgar. Su mano vibraba con las llamadas.

Quería contestar. También ella deseaba oía la voz de Juan. Pero toda la tarde había estado martirizándose, tratando de convérsense a sí misma de que lo mejor era no seguir.

Dejó el teléfono sobre la mesilla y se dio la vuelta. Siguió unos segundos oyendo las vibraciones. Después, silencio. Y unos segundos después, una sola vibración. Supo que era un mensaje. Un mensaje de él.

Cerró los ojos y trató de dormir. Le costó, pero al final consiguió dormirse.

+++++

Con los ojos cerrados paró el despertador. Se levantó sonámbula y siguió la rutina diaria. Ducharse, vestirse, tomarse un café, coger su teléfono y marcharse al instituto. Cuando se sentó en el coche y miró el teléfono, vio el aviso de que tenía un mensaje sin leer. El mensaje le decía que tenía un mensaje de voz. La única manera de borrarlo era llamar y pulsar dos veces el siete cuando empezase a sonar.

No pulsó el siete. Escuchó todo el mensaje.

"Hola Amparo. Espero no haberte despertado. Es que... necesitaba oír tu voz. Me encanta tu voz. Bueno, me encantas toda tú. Ummm, toda toda...tu olor y tu rico sabor. Deseo volver a comerte toda, de pies a cabeza...especialmente entre tus piernas. Hasta mañana, profe. Creo que ahora voy a tener que recordar viejos tiempos, cuando me tocaba en mi cama por las noches imaginándote. Solo que ahora será recordándote. Besos".

Una sonrisa se dibujó en el rostro de la mujer. Y un agradable cosquilleo recorrió su cuerpo, especialmente entre sus piernas. Los recuerdos de la sabia lengua de Juan lamiéndola sin cesar se agolparon en su cabeza.

Ahora sí que pulsó dos veces el 7. "Mensaje eliminado", le dijo la grabación de la operadora.

Arrancó y se dirigió hacia su lugar de trabajo.

Por su parte, Juan se pasó la mañana esperando que sonara el teléfono y que en la pantalla de su móvil apareciese el nombre de ella.

La llamada nunca llegó. Quiso llamarla, pero temiendo molestarla, le mandó un Sms

"Uy, pobrecita. Habrás estado toda la mañana ocupada. Bueno, seguiré esperando tu llamada. Besos, profesora".

Amparo leyó el mensaje en su despacho, justo antes de salir hacia su casa. Suspiró al leerlo y lo borró.

"Ya se olvidará de mí".

Esa noche su móvil volvió a vibrar. Y después, cuando no lo cogió, volvió a recibir un mensaje.

"Olvídate de mí, por favor. Olvídate de mí".

A la mañana siguiente borró el mansaje sin escucharlo. Apenas empezó, pulsó el siete para eliminarlo.

"Seguro que lo entiende. Al ver que lo ignoro, me dejará en paz".

Durante las clases de esa mañana estaba apática, triste. Pensaba en Juan. En lo que él pensaría de ella. Pero era mejor así. Mejor terminar ya.

Por fin llegó la última clase. Después podría volver a casa. Estaba a punto de dar la hora cuando miró por la ventanita de la puerta del aula, que daba al pasillo. Y allí, asomado, estaba él, sonriendo. Amparo sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

-Bueno, chicos. Para...para mañana léanse un poco sobre Lope de Vega. Lo estudiaremos en las próximas clases.

Sonó el timbre y los casi treinta alumnos salieron como una exhalación. Esa última clase del día se hacía muy pesada y todos estaban deseando salir corriendo. Unos a sus casas. Otros a fumarse un pitillo con los colegas. Amparo se quedó de pie esperando a que la clase se vaciara. Y entonces, Juan entró.

-Hola profesora. Perdone si la molesto, pero... no me ha llamado. Ya no podía más. Tenía ve verla.

-Juan, yo...es que...

Juan cerró la puerta y se acercó a ella. El corazón de la mujer latía con fuerza, mirando como el chico se acercaba poco a poco hasta quedar frente a ella. Se miraron a los ojos. El chico se pegó a ella. Amparo enseguida notó la dureza de la polla contra su vientre.

-Siempre quise follarte en el aula. Ahora lo voy a hacer. Te voy a follar sobre tu mesa.

Amparo iba a protestar pero no pudo. Juan le cerró la boca con la suya al tiempo que la abrazaba y le restregaba su dureza. Las sólidas barreras que ella creía tener se hicieron añicos cuando las manos del muchacho acariciaron sus tetas y sus lenguas se enroscaron. Su coño se mojó y todo su ser se estremeció.

Cerró los ojos y se dejó besar. Se dejó acariciar. Las manos de Juan la recorrieron. Se entretuvieron en su amplio y redondo culito, atrayéndolo hacia él. No pudo evitar gemir cuando aquellas cálidas manos se metieron por debajo de la camisa y atraparon sus pechos. Diestramente se introdujeron por debajo del sujetador, liberando ambos senos de las copas, para seguidamente pellizcar suavemente sus duros pezones.

-Umm, profe, como te deseo. Las veces que soñé levantarme, arrancarte la ropa y follarte sobre la mesa, con todos mirando.

-Aggg, Juan... estás loco... aquí no. Nos pueden ver.

-Que nos vean. No me importa.

Juan sacó las manos de dentro de la blusa y empezó a desabrocharle el botón del fino pantalón que ella llevaba. En cuando abrió el botón, metió la mano y le acarició el coño sobre las bragas.

-Estás chorreando. ¿Quieres que te folle? ¿Quieres que tu alumno preferido te tumbe sobre la mesa y te llene este coño empapado de polla?

-Síiiiiiiii, dios, sí... Fóllame...pero...aquí no....Aquí no. Nos verán.

Él tiró de los pantalones, que cayeron hasta el suelo. Amparo se asustó. Cualquiera que mirara por la ventanita de la puerta los vería. Pero la excitación, el deseo, pudo más que el miedo. No se resistió cuando Juan la apoyó contra la mesa y le quitó los pantalones. Los dos estaban muy calientes. Los dos necesitaban una rápida liberación.

De un manotazo Juan barrió los papeles que estaban sobre la mesa. Acostó a Amparo sobre la fría tabla, con el culo justo al borde, se bajó la bragueta, se sacó la polla, apartó las bragas y le clavó la polla de un solo envite hasta el fondo de la ardiente cueva. Ella puso los ojos en blanco y lo rodeó con las piernas, atrayéndolo hacia ella.

-Aggggggg Juan...fóllame...fóllameeeeee - le susurró, aunque lo que deseaba era gritarle.

Juan atrapó entre sus manos sus abundantes pechos y empezó un violento mete saca, clavándole la polla hasta el fondo y sacándosela casi toda, pero solo para volver a metérsela otra vez. La mesa vibraba al ritmo de la salvaje follada y los dos cuerpos alcanzaron muy pronto el máximo estado de placer. Con un rugido apagado, las manos de Juan se agarrotaron, apretando con fuerza las tetas de la mujer, que sintió como la polla que no paraba de perforarla empezaba a tener espasmos, hasta que de repente, empezó a inundarla. Ella se corrió en el acto, acompañando a su fogoso amante en un intenso orgasmo que casi duplicó en tiempo al del hombre.

Cuando ella dejó de correrse y abrió los ojos, Juan la miraba, jadeante y sonriente. Sin sacarle la polla, la hizo sentar y la besó.

-Ummm, al fin otra fantasía cumplida. Follarte en tu mesa.

-Pero no hay nadie mirando.

-Jajaja. ¿Quieres que llame al conserje para que nos mire?

-Jajaja, quita loco.

Se miraron. Lentamente dejaron de reírse y Juan la volvió a mesar, ahora con infinita dulzura. Amparo se estremeció de pies a cabeza.

-Será mejor que nos vayamos. Al final nos van a pillar - le dijo, separándolo de ella.

Juan dio un paso hacia atrás. Su polla, que seguía enhiesta, salió del coño brillante, con una mezcla de semen y flujos.

-Sigo cachondo.

-Ya lo veo.

-¿Vamos a tu casa?

-¿A mi casa?

-Sí. Tengo que limpiarte ese coñito tan rico que tienes.

Amparo se mordió el labio. Su mente trabajaba a toda prisa. Buscando excusas, buscando explicaciones. Hasta hacía pocos minutos estaba decidida a acabar para siempre con Juan, y ahora la promesa de infinito placer que él le ofrecía la hacía flaquear.

“Bueno, será la última vez. Una tarde de pasión y después hablo con él. Le diré que todo ha sido maravilloso, pero que tiene que acabar. Que lo nuestro no es posible", se dijo, tratando de auto convencerse a sí misma, de justificarse.

Media hora después se retorcía sobre su cama mientras Juan le comía el coño lentamente, haciéndola correr varias veces hasta que no pudo más.

-Para... por favor...para...no puedo...más...me vas a matar...

Juan paró. Levantó su sonriente cara de entre sus piernas y la miró.

-Estaría toda la tarde comiéndote, Amparo. Que coñito más sabroso tienes.

Ella le miró. Tenía la cara brillante gracias a los abundantes jugos que le había hecho expulsar. Y cuando se subió a su lado y la besó probó su propio salado sabor.

Estuvieron varios minutos abrazados, acariciándose suavemente.

-Tengo hambre - dijo él.

-Y yo. Pero creo que no tengo nada listo.

-¿Y si pedimos algo? ¿Pizza?

-Mejor comida china.

-Me encanta la comida china.

-Vale, la pido.

Se levantó de la cama. Los ojos de Juan clavados en su culamen.

"Ese culito va a ser mío", pensó.

Amparo hizo el pedio y se puso una bata. Juan apareció desnudo en el salón y se la quitó. Le cogió una mano y se la llevó a la polla. Ella la recorrió con la mano.

-Ummm, cariño. Cómo estás.

Juan se quedó un segundo quieto, sin saber como reaccionar. Ella le había dicho 'cariño'. La miró y la besó con pasión.

-Es de puro deseo, profesora.

-Antes me llamaste por mi nombre. Me gusta que me llames por mi nombre.

-Amparo.

-Ummm, sí.

-Amparo... te voy a follar.

-Pero...la comida. No tardará en llegar.

-Que espere - dijo Juan acercándola hasta el sofá.

Ella se dejó llevar. Aún estaba muy sensible por los orgasmos que la sabia boca le había regalado. Cuando Juan la fue a tumbar en el sofá, ella lo detuvo.

-Espera, déjame a mí.

Hizo que el chico se sentara en el sofá. Cogió un cojín, lo puso entre sus piernas y se arrodilló. Enseguida llevó la boca hasta la polla y empezó una lenta y sensual mamada, manteniendo en todo momento el contacto visual con los ojos de Juan.

-Aggggggg, Amparo...que...rico. Tu boca...que caliente y suave.

Con una mano acarició los huevos. Con la otra acompañó a la boca, subiendo y bajando a lo largo del grueso y duro tronco. A veces se sacaba la polla de la boca y la recorría con la lengua. Se la pasaba por la cara, le deba besitos. Pero sobre todo, mamaba, chupaba, sorbía. Juan, apoyado contra el respaldo del mullido sofá disfrutó no solo de las placenteras sensaciones, sino de la sensual visión de la bella mujer arrodillada a sus pies.

El orgasmo se aproximaba lento pero imparable. En ese momento sonó el timbre de la puerta. Amparo se sacó la polla de la boca.

-Espera pollita. Ya vuelvo. No te muevas.

Se levantó, se puso la bata y fue al recibidor. Comprobó en el espejo del aparador que estaba presentable y abrió la puerta.

-Su pedido, señola Ampalo - dijo sonriente el chino, que se no se había quitado el casco.

 -Gracias Chan. Aquí tienes.

-Ta' luego.

Cerró la puerta, dejó la bolsa con el pedido sobre el aparador y volvió al salón. Juan la esperaba tal y como lo había dejado. Sentado y con la polla brillando.

-Ummmm, que obediente es mi pollita.

Se volvió a arrodillar y continuó con la mamada, pero ahora más intensamente. Quería hacerlo correr rápido. Y lo consiguió. Juan le puso las manos en la cabeza y la mantuvo agarrada mientras su polla estallaba dentro de la boca, llenándola de abundante y sabroso semen que Amparo engulló con gula, sin desperdiciar ni una sola gota.

Cuando la polla dejó de manar, la exprimió desde la base para extraerle hasta el último resquicio de leche. En la punta de la polla quedó una redonda gota blanquecina. Acercó la lengua, miró a Juan a los ojos y la recogió. Se relamió.

-Rico. Y ahora que me tomé el aperitivo, vamos a comer.

-Vamos.

Comieron desnudos, entre risas. Entrelazaban sus manos, se hacían carantoñas. Amparo era feliz, pero en el fondo sentía una punzada de tristeza. Sabía que todo aquello acabaría. Por fin había encontrado a un hombre maravilloso y tenía que terminar antes de empezar.

Después de comer Amparo empezó a meter los platos en el lavavajillas. Juan se acercó por detrás y la abrazó. Atrapó sus tetas con las manos y le restregó la fláccida polla por las nalgas. Amparo notó como crecía.

-Me encanta tu culito, Amparo.

-Ya lo noto.

-¿Sabes?

-Lo sé

-¿Sí? ¿Qué es lo que sabes?

-Que cuando estaba en la pizarra de espaldas a ti me mirabas el culo. Que deseabas hacerle cositas.

-Uf, ya lo creo - dijo Juan, apretando su ya dura polla contra ella.

-Perverso... soñando con follarle el culito a la maestra.

-¿Me dejarás? ¿Me dejarás follarte el culito? Lo deseo tanto.

-Ummm y yo... Deseo sentir tu dura polla bien clavada en mi...Pero estoy cansada... ¿Y si dormimos una siestita primero?

Se dio la vuelta y se besaron.

-Vale...creo que podré esperar.

La cogió de la mano y juntos fueron al dormitorio. Se acostaron, metiéndose bajo las sábanas. Amparo se puso de lado. Juan la abrazó desde su espalda, rodeándola con sus brazos. Ella cerró los ojos y sintió un suave beso en el cuello que hizo que toda la piel de su cuerpo se erizara.

Jamás se había sentido así, tan a gusto con otra persona. Deseó poder estar así para siempre.

"¿Por qué? ¿Por qué tiene que terminar todo así? No es justo. Maldita sea, no es justo.

Cerró los ojos y trató de dormir.

Juan también cerró sus ojos. El suave cuerpo de Amparo pegado al suyo era maravilloso. Cálido y acogedor. Qué distinta era ella con respecto a las anteriores mujeres con las que había intimado. Quería seguir así para siempre. Que ese momento no acabara nunca.

¿Pero qué pensaría ella de él? No era más que un jovenzuelo en paro, sin perspectivas claras de futuro. No tenía nada que ofrecerle. Solo un poco de placer. ¿Pero después qué? Ella se cansaría, buscaría a un hombre de verdad. Y él se quedaría solo.

"Eso no va a pasar. Esta mujer me gusta."

+++++

La primera en despertar fue Amparo. Aún seguía de espaldas a Juan, que mantenía sus brazos sobre ella. Una de las manos descansaba en su hombro. Con cuidado la cogió y la llevó hasta su boca, para darle un suave beso.

La miró. Era una linda mano, de largos y finos dedos. Besó la palma. Besó el anverso. Con cuidado de no despertarle se dio la vuelta para mirar su cara.

Se entretuvo largos segundos en contemplarle. Sus carnosos labios, sus marcadas mejillas. Su incipiente barba. No pudo resistirse a acercar sus labios y besarlo apenas.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Esa tarde sería su última tarde. Todo tenía que acabar. Por su bien. Por el de él.

Se secó los ojos y lo volvió a besar, ahora con más intensidad. Abrió su boca y buscó la suya, su lengua. Juan se despertó y abrió también su boca. El beso poco a poco se tornó apasionado.

Juan la rodeó con sus brazos. Metió una pierna entre las de ella, que las abrió para hacerle sitio, para que el muslo de él se frotara contra ella, para que su coño se mojase más y más.

 -Juan... Te...te...deseo.

-Y yo a ti, Amparo. Con todo mi cuerpo.

-Ummm, lo noto - dijo, llevando su mano hasta la ya dura polla.

Con ímpetu Amparo hizo que el Juan se pusiese boca arriba y se subió sobre él, descubriendo su cuerpo. Las manos de Juan lo recorrieron. Amparo agarró la polla, la mantuvo recta y se sentó sobre ella, clavándosela poco a poco dentro de su anhelante sexo.

-Aggggg, dios...Juan....Como la siento.

Las manos de Juan, que estaban acariciando los turgentes pechos, bajaron hasta posarse sobre las nalgas. Las amasó entre sus dedos.

-Quiero tu culito. Me lo prometiste.

-¿Eso quieres? ¿Quieres follarme el culito?

-Sí, sí...eso deseo.

-¿Quieres clavarme tu...agggggg...dura y enorme polla hasta el fondo de mi estrechito culito?

-Hasta el fondo.

-Ummm, malo...eres...malo....

Amparo lo cabalgó unos minutos más, gozando de la dura barra, de las acariciadoras manos, de la cálida piel.

Se echó hacia adelante, dejando de moverse. Sentía las manos de Juan en sus nalgas, acariciándolas.

-Serás uno de los pocos que me ha follado el culito. Hazlo con cuidado.

-Tendré mucho cuidado.

-Lo sé.

Lo besó. Se comieron la boca. La polla palpitaba de deseo dentro de ella. Entonces, Amparo acercó su boca a una de las orejas de Juan y le susurró.

-Juan... ¿Quieres darle por el culito a la profesora?

-Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

-Me lo vas a llenar de leche calentita, ¿Verdad? Me vas a follar el culito hasta correrte en lo más profundo, ¿Verdad?

-Puedes apostarlo todo a eso.

-¿Cómo quieres que me ponga? ¿Cómo una perrita? ¿Quieres que sea tu perrita?

-No, quiero verte. Acuéstate boca arriba.

Amparo obedeció. Se acostó boca arriba a su lado. Juan cogió una almohada y le pidió que levantara las caderas, colocándola debajo. Seguidamente separó las piernas de la mujer y se arrodilló entre ellas. Se miraron.

La mujer, llena de deseo. Las mejillas sonrosadas, los pezones erizados, las piernas abiertas, expuesta. Los labios de su coño brillantes de deseo, rezumando flujo. El hombre contemplándola, con la polla apuntándola, desafiante.

-Eres preciosa, Amparo.

-¿Tú crees?

-No es que lo crea. Es la verdad.

-Juan...

-Dime.

-Fóllame ya.

-Espera... no tengas prisa.

Aceró una mano al coño de Amparo y lo acarició. Recorrió la mojada rajita, humedeciéndose los dedos. Incluso juntó dos y los metió lentamente en la vagina. Ella cerró los ojos, gimiendo.

Juan sacó los dedos y bajó un poco, hasta que llegó al apretado ano. Lo comenzó a acariciar, a lubricar. Empujó y uno de los dedos entre hasta la primera falange. Amparo tenía los ojos cerrados. Solo sentía. Notó como Juan presionaba  y el otro dedo también entró en su cuerpo.

-Ummm, estás muy apretadita.

-Hace mucho que  recibo visitas por ahí.

Él vio que sobre la mesita de noche había varios tarros de crema. Cogió uno y lo abrió. Comprobó que la textura de la crema era la adecuada. Se untó los dedos y volví a acariciarla.

Ahora los dedos entraron con suma facilidad.

-Agggggggggggg, que rico...- gimió Amparo retorciéndose sobre la cama.

-¿Te gusta?

-Ummm, sí... pero....clávame la polla de una jodía vez.

-¿Eso quieres? ¿Quieres que te clave toda mi polla en tu culito?

-Siiiiiiiiiiiiiiiiii

Sacó los dedos. Cogió más crema y se la extendió a lo largo de su palpitante polla. Se acercó más la mujer, se agarró la barra y la apoyó contra el esfínter.

-Ahí voy...Te voy a follar el culito. Al fin tu culito va a ser mío.

Empujó. La cabeza de su polla se coló dentro del culo de Amparo, que sintió una punzada de dolor, pero soportable. Juan se quedó quieto, mirándola, buscando cualquier síntoma de molestias.

No las vio, así que despacito, empezó a enterrarle la polla dentro. Centímetro a centímetro du hombría fue desapareciendo dentro del cuerpo de Amparo. Hasta que sus cuerpos chocaron y no pudo meterle más polla.

-Agggggggggggg, Juan.....me has...llenando....Siento tu polla llenando mi culito.

-Y yo como me la aprietas. Me... encanta.

Sin moverse aún, Juan llevó su mano derecha hasta el pubis de Amparo. La acarició y cuando alcanzó el clítoris con el pulgar, empezó a frotarlo. Y entonces empezó a moverse. Primero hacia atrás, sacando un poco de su polla. Cuando la mitad estaba fuera, volvió a meterla.

-Amparo...te estoy follando el culito. Le estoy dando por el culo a mi....profesora.

-Aggg, lo noto...sigue...fóllame así.... dios, que gusto.

La enculada se hizo más intensa y profunda. Juan no dejó tampoco de masturbarla, multiplicando el placer que Amparo sentía.

Ella no pudo aguantar la combinación de la polla llenando su culo y el pulgar frotando su coño. Juan vio como ella se tensaba y como de su coño se escapaban chorritos de flujo que esparció con los dedos. Fue un orgasmo largo, durante el cual la mujer no respiró. Se quedó arqueada, con los dientes apretados y gozando como nunca.

La corrida de la mujer animó a Juan a seguir follándola, con más fuerza, clavando su polla todo lo que podía dentro y sacándola casi toda, en un ciclo de puro placer.

A los pocos minutos Amparo estalló en un nuevo orgasmo, haciendo que los músculos que apretaban la dura polla que no paraba de follarla se cerraran sobre ésta, aumentando el placer del hombre, que notó como su propio orgasmo se desataba.

-Agggg, Amparo... ¿Quieres lechita? ¿Quieres mi lechita dentro de ti?

-Siiiiiiiiiiiiiiiii

Juan dio un empujón. La polla se clavó hasta lo más profundo y empezó a correrse. Se quedó quieto mientras chorro tras chorro de semen a presión salía de la punta de su polla, bañando las entrañas de la mujer.

Después, silencio. Solo los jadeos de los dos amantes se oían. Juan abrió los ojos. Ella aún los tenía cerrados. Los abrió. Se miraron a los ojos. La boca de Amparo dibujó una sonrisa. Juan sintió la imperiosa necesidad de besarla. Se salió de ella, se acostó a su lado y la besó.

-Amparo...ha sido...maravilloso. Eres...eres maravillosa.

Estuvieron en la cama largo rato, abrazados, besándose. Ella se secó las lágrimas que se le escapaban de los ojos, tratando de que él no se diera cuenta.

Juan se acostó boca arriba. Amparo apoyó su cabeza sobre su pecho. Sintió la mano de Juan acariciarle el cabello. Tuvo que secarse más lágrimas.

Los dos callaron. Los dos con los ojos abiertos. Los dos, pensando.

"Nunca conocía a nadie como Amparo. Es la primera mujer con la que de verdad quiero estar. Hermosa, sexy, caliente. ¿Qué pensará de mí? ¿Seré solo un pasatiempo? ¿Solo alguien con quien pasarlo bien? ¿Alguien a quien dejar como si nada?

No puede ser. No es justo. Yo quiero seguir viéndola. Conociéndola. Podríamos...podríamos ser felices, juntos".

Juan cerró los ojos. Quería hablar con ella. Pero temía ser rechazado. Siguió acariciándole el cabello.

"¿Y ahora qué? ¿Cómo se lo digo?" - pensó Amparo - "¿Cómo le digo que no podemos vernos más? ¿Cómo le digo que tengo miedo de lo que estoy empezando a sentir por él? Que me aterra la idea de que este sentimiento se haga más fuerte y después él desaparezca de repente, tal como apareció.

¿Se lo digo ahora o dejo que se vaya? Dejo de contestar sus llamadas. Se dará cuenta de que no quiero volver a verlo...Pero no...vendrá a verme. Y volveré a caer...Tengo que decírselo tengo que hablar con él...Tengo que..."

-Amparo - dijo Juan - sacándola de sus pensamientos.

-Dime.

Juan tenía un nudo en la garganta. Pero se atrevió a hablar.

-Yo....Amparo. Me gustas. Me gustas mucho.

Notó como ella se estremecía. Pensó que era de rechazo.

-Juan...

-Lo sé. Apenas nos conocemos. Nos reencontramos hace poco. Pero...no puedo sacarte de mi cabeza. Creo que estoy empezando a...

 -Calla, por favor. No lo digas.

-Tengo que hacerlo. Ya sé que no soy nada. Solo un muchacho, sin nada que ofrecerte. Pero...Amparo, me estoy enamorando de ti.

Ahora sí que Amparo no pudo secar sus lágrimas. Eran demasiadas. Empezó a sollozar.

-¿Qué te pasa Amparo? ¿Por qué lloras? No era mi intención molestarte.

-No me molestas, Juan. Claro que no me molestas.

-¿Entonces qué te pasa?

Ella se atrevió a mirarle, con los ojos aguados.

-Juan, es que...tú también me gustas. Me gustas... demasiado.

-¿Y entonces? ¿Cuál es el problema?

-¿Problema? Tú...yo.

-No... no te entiendo.

-Soy...soy una vieja para ti.

 -No eres ninguna vieja. Eres una mujer preciosa.

-¿Por cuánto tiempo? El tiempo pasa, inexorable. Si seguimos juntos un día tu seguirás siendo joven y yo seré una mujer...madura... Mirarás a otras mujeres, más jóvenes...No quiero que eso llegue.

-Son solo 15 años. Eso no es nada. Si fuera al revés ni te lo plantearías.

-Pero no es al revés.

Juan le acarició la cara. Le secó las lágrimas con los dedos.

-Mira, no sé lo que pasará mañana, así que mucho menos lo que pasará dentro de unos años. Lo que sí sé es que ahora quiero estar contigo. Hoy. Y mañana. Y pasado mañana.

-Juan...

-Calla... No seas cobarde. No dejes de ser feliz ahora por temor a ser desgraciada mañana. Así solo conseguirás ser desgraciada siempre.

Se agachó y la besó. Amparo se estremeció de pies a cabeza y le devolvió el beso.

-Amparo...te quiero.

Ella le miró a los ojos. Quizás algún día se arrepentiría, pero él tenía razón. Viviría el presente. El futuro ya lo iría toreando a medida que se acercase.

-Juan... te quiero.

Con un beso sellaron su compromiso. Su compromiso de ser felices cada día.

FIN

¿O no? ¿Dónde está el "Y fueron felices para siempre", el "Fueron felices y comieron perdices"?

La vida real no es un relato. En la vida real sí hay que pensar en el futuro. Hay que sopesar las cosas. Ver los pros y los contras. En la vida real sí que se puede renunciar a la felicidad presente por temor a perderla en un futuro. Eso de "Es mejor amar perder que nunca haber amado", es una solemne estupidez. No se puede echar de menos lo que no se conoce.

Pero qué coño, si me estoy enrollando como una persiana. Que esto es un relato. Así que ahora sí, el final:

Con un beso sellaron su compromiso. Su compromiso de ser felices cada día. Y lo fueron el resto de sus vidas.

FIN

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