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La vida pueder ser bella

en Erotismo y Amor

Juanita no ha tenido una vida feliz.

Se casó a los 20 años porque tenía que casarse. En un pueblito pequeño como el suyo estaba mal visto que las chicas se quedasen solteras. Presionada por su familia y por las circunstancias, aceptó la oferta de matrimonio de Luis, al que conocía de toda la vida.

Tras un corto noviazgo, se casó. Como era 'natural' en aquellos años, y más en un pueblo, llegó virgen al matrimonio. Con Luis no había pasado de besos y alguna que otra caricia.

La noche de bodas estaba nerviosa. Él también. Además Luis había bebido más de la cuenta y lo único que hizo fue acostarse en la cama y dormirse en el acto.

El matrimonio fue consumado a la mañana siguiente. Aún medio dormida, Juanita sintió como su marido la abrazaba y la acariciaba. La besó, con algo de brusquedad y antes de que se diera cuenta, dejó de ser virgen. Sintió el agudo dolor de la primera penetración, y como su madre le había dicho, aguantó. Se quedó quieta, dejando que Luis se moviera y resoplase encima de ella hasta que a los pocos segundos él se puso tenso. Juanita notó el fondo de su vagina llenarse de calor.

Luis se dio la vuelta y se volvió a dormir. Ella se levantó y fue al baño a lavarse. Sentada en el bidé vio como el agua corría sucia, con una mezcla se semen y un poco de sangre.

"Debes cumplir tu papel como esposa. Tu marido hará uso de ti cuando quiera. Tú déjate hacer. Ese es nuestro sino como mujeres. Será sólo un momento. Después te dejará en paz hasta la siguiente vez". Esas fueron las palabras de su madre, cogiéndola de la mano con el traje de novia recién puesto.

Y como su madre había profetizado, su marido hizo 'uso' de ella cada noche durante una semana. Un par de caricias, un beso forzado, unos segundos de furiosa penetración, una descarga de caliente semen, y a los pocos segundos, ronquidos.

La octava noche no pudo. Esa tarde el tractor con que trabajaba había volcado y se le había caído encima, matándolo en el acto.

A la semana de casada, Juanita se quedó viuda. Quedó marcada. Se quedó sola.

Pasaron los días, los meses... los años. Ahora Juanita es una mujer madura, de 45 años. Es una mujer triste.

Un día  estaba en el pequeño supermercado del pueblo, el colmado, como le solían llamar, y oyó una conversación entre doña Engracia y Don Paco, el dueño de la tienda.

-Pues sí, Don Paco. Según he oído se volvieron al pueblo porque en la ciudad la cosa estaba fatal.

-Pues no me extrañaría que los que se fueron buscando fortuna empezaran a volver.

-Ya le digo. Creo que han vuelto los tres.

-¿Qué tres?

-Sí hombre. Manuel, la Dolores y Antonio.

-Ah, sí, el chavalín. No recordaba que tenían un hijo.

-Cuando se marchó tendría cinco años. Ahora debe de estar por los treinta.

-Uf, como pasa el tiempo, Doña Engracia.

-A mí me lo va a decir, Don Paco. Cada mañana, cuando me levanto llena de crujidos en los huesos me doy cuenta de lo vieja que soy.

-La vida, Doña Engracia. La vida.

Por los nombres que el tendero había dado, Juanita supo de quienes hablaban. Eran sus vecinos de toda la vida, hasta que hacía ya muchos años emigraron del pueblo. Habían pasado 25 años, pero recordaba al niño. Recordaba verlo jugar, secándose los mocos con la manga de la camisa.

Recordaba a un chiquillo flaco, sucio. Cuando sus padres se marcharon ella estaba a punto de casarse.

-¿Y qué van a hacer? - preguntó Don Paco.

-Creo que Manuel va a coger la panadería de su padre.

-Bien, espero que la lleve mejor que Pablo.

-Ay, Don Paco. Tenga Vd. en cuenta que el viejo ya casi no se tiene en pie.

-Bueno, si eso significa que a partir de ahora tendremos un pan decente, bien venidos sean.

-Jajaja, Vd. siempre pensando con el estómago.

Después de comprar, mientras volvía a su casa, Juanita extrañó de que su madre no le hubiese comentado nada. Llegó, guardó la compra y se fue a verla.

Cuando llegó a casa de su madre, había visita.

-Hola Juanita. ¿Te acuerdas de Dolores? - le preguntó su madre.

-Claro que sí. Hola Dolores. ¿Cómo estás?

Las dos mujeres se saludaron efusivamente. Dolores era algo mayor que Juanita. Se miraron la una a la otra. Las dos supieron enseguida que cada una vio en la otra el paso del tiempo. Veinticinco años cambian mucho a una persona.

Se sentaron las tres y enseguida se pusieron al día. Dolores les contó como había sido su vida en la gran ciudad. Como al principio las cosas fueron duras. Como después se adaptaron y como al final la profunda crisis que atravesaba el país les había obligado a volver.

-Manuel estaba ya en la cuerda floja. La empresa en donde trabajaba está punto de quebrar. Cuando su padre le llamó para que se volviera al pueblo a hacerse cargo de la panadería, no nos lo pensamos,

-¿Y Antoñito? - Preguntó la madre de Juanita.

-Uf, para él ha sido peor. Lleva más de dos años en paro. Era quedarse en la ciudad, sólo, sin perspectivas, o volverse con nosotros. Nos echará una mano con la panadería. Creo que entre los tres la sacaremos adelante.

-Claro que sí, Dolores - añadió Juanita - Seguro que mejor que tu suegro lo haréis.

-Eso espero. Si la cosa no funciona no sé que vamos a hacer.

-Es la única panadería del pueblo. Mientras no queméis el pan, irá bien.

-Jajaja. Eso espero. De todas maneras, Manuel viene con ideas nuevas.

-¿Ideas nuevas?

-Sí. Ampliar. Hacer algo más que pan. Ya veremos.

Sonó el timbre de la casa. La madre de Juanita fue a abrir. Juanita la oyó desde el salón.

-¿Sí?

-Hola. ¿Está mi madre aquí?

-¿Antoñito?

-Sí. Vd. es doña María, ¿No?

-Ay, mi niño. Pero si la última vez que te vi no eras más que un crío y mírate ahora. Tú madre está en el salón. Pasa.

Juanita la vio entrar al salón seguida de Antonio.

-Mira Juanita. ¿Recuerdas a Antoñito, el hijo de Dolores?

Juanita miró al hombre que estaba al lado de su madre. Tenía un ligero parecido con el niño que recordaba, pero el cambio había sido increíble. Aquel mocoso se había convertido en todo un hombre. Alto, fuerte, bien parecido.

-¿Este es Antoñito? - preguntó.

-Sí, soy... Antonio.

-Uy, perdona, Antonio. Pero es que la última vez que...

-Sí, la última vez que me viste no era más que un niño y mírame ahora. - respondió él, sonriendo.

-Jajaja. Eso mismo.

La madre de Antonio le dijo.

-¿Y tú te acordabas de nuestras vecinas?

-Vagamente, la verdad.

Los ojos de Antonio se clavaron en los de Juanita. Ella desvió la mirada.

-Mamá, Papá te llama.

-Bueno, María, Juanita. Me hecho mucha ilusión volverlas ver. Espero que todo vuelva a ser como antes.  Tengo muy buenos recuerdos de mi vida aquí, de antes de irnos.

-Ya verás como sí, Dolores. Nos tienes aquí para lo que necesites - dijo María, acompañándola a la puerta.

Juanita también se levantó y fue a despedirlos. Nuevamente desvió la mirada cuando Antonio la miró con sus intensos ojos negros.

+++++

Días después Juanita se acercó a la panadería. Detrás del mostrador estaba Dolores.

-Hola Dolores.

-Hola Juanita.

-Veo que ya estáis en marcha.

-Sí. Veremos como va la cosa. ¿Vienes a por pan? Jajaja, claro, no vas a venir a una panadería a por lechugas, ¿No?

-Jajaja. Sí. Dame una barrita.

-Espera un minuto. Creo que van a salir del horno. Calentitas.

-Claro.

Se pusieron a hablar y al poco salió de la trastienda Antonio llevando una cesta con pan recién hecho.

-Tony, tesoro. Ponle una barrita a Juanita.

-Claro mamá.

Antonio metió una barrita en una bolsa de papel y se la dio a Juanita.

-Aquí tienes. Calentita.

-Gracias, Antonio

-De nada.

Le rozó la mano. No fue accidental. Le miró a los ojos. Nuevamente, apartó la mirada. No la podía aguantar.

-Hasta pronto, Dolores.

-Chao Juanita. Ya sabes, a esta hora sale el pan caliente.

Juanita salió de la panadería y se dirigió a su casa.

Al día siguiente, a la misma hora, volvió a por su barra de pan. La volvió a atender Antonio. Y cuando le entregó la bolsa, él le tocó la mano con los dedos, sonriéndole.

Juanita retiró la suya.

-Gracias...Hasta mañana.

-Hasta mañana, Juanita - respondió Antonio.

De regreso a casa, Juanita no dejó de preguntarse. ¿Por qué la miraba así? ¿Por qué la tocaba? Tenía que ser por amabilidad. Él era un hombre joven, guapo, y ella una mujer vieja, gorda. Sólo una mujer viuda, acabada. ¿Quién iba a fijarse en ella?

Empezó a ir a la panadería a la misma hora. Casi siempre la atendía Antonio. Y siempre que lo hacía, la miraba y toca su mano al darle el pan.

Un día él estaba solo en la panadería. Cuando le dio el pan, le cogió la mano, y no se la soltó. Se miraron a los ojos. Antonio empezó a acariciarla con el pulgar.

Juanita sintió algo extraño. El corazón le empezó a latir con más fuerza. Una extraña sensación le subió por el brazo. Y sintió calor. En la mejillas.

¿Qué era aquello? Retiró la mano con brusquedad y salió deprisa de la panadería. Se olvidó el pan.

Cuando llegó a su casa el corazón le seguía latiendo con fuerza, pero ahora por haber regresado casi corriendo.

Se sentó en el sofá para recuperar el aliento. El timbre de la puerta le hizo dar un respingo. Se levantó y cuando abrió la puerta se quedó sin respiración.

Era él.

-Te olvidaste el pan - le dijo mostrándole la bolsa.

-¿Eh? Oh, gracias. No tenías que haberte molestado en traérmelo

-No es molestia. Siempre es un placer verte.

Juanita volvió a sentir el calor acudir a sus mejillas.

-Tengo que irme. Dejé la panadería sola.

Antonio extendió la mano, acercando el pan hacia Juanita. Ella, lentamente, acercó su mano a la bolsa. Antonio le cogió la mano.

Otra vez el cosquilleo que le subió por el brazo. Quiso retirar la mano, pero Antonio la agarró con fuerza y no la dejó.

Cuando Juanita vio como él aceró lentamente, sin dejar de mirarle a los ojos, su boca a la suya, notó como si el corazón se le quisiese salir por la boca.

Cuando sus labios se encontraron, un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Las piernas le flaquearon un poco.

Fue un beso suave, tierno, apenas rozando sus labios. Y tan lentamente como se acercó, se separó.

-Hasta mañana, Juanita

Se quedó mirando como él se alejaba. Cuando llevaba recorridos como 20 metros, se dio la vuelta y le sonrió. Juanita cerró la puerta.

¿Qué era aquello? ¿Por qué la besó? ¿Por qué la hizo temblar sólo con ese beso?

Estaba muy confundida. No sabía que era eso que estaba sintiendo. ¿Por qué se sentía tan vulnerable delante de Antonio?

+++++

Al día siguiente, a la hora de ir a comprar el pan, se puso nerviosa. Lo vería. Recordaría el beso. Él la tocaría, la haría temblar.

No fue. Se quedó en casa.

Tampoco fue al día siguiente. Ni al otro.

Al cuarto día, por la tarde estaba sola en casa y sonó el timbre. Supo enseguida que era él. No abrió. A los pocos minutos volvió a sonar el timbre, y volvió a ignorarlo.

A la tercera vez, se armó de valor y abrió la puerta. Allí estaba Antonio.

-Hola Juanita.

-Hola. ¿Qué quieres?

-Hace días que no vas por la panadería. Estaba preocupado. ¿Estás bien?

-Sí, muy bien - contestó secamente.

-¿Por qué no has vuelto?

-Yo...no...no lo sé.

-¿Es por el beso que te di?

Ella desvió la mirada.

-Lo siento. Pero deseaba hacerlo desde que te vi en casa de tu madre. Quizás fui un poco impulsivo. Quizás debí avisarte antes.

Antonio dio un paso hacia ella. Juanita empezó a temblar ligeramente. Levantó la mirada lentamente hasta encontrarse con sus ojos negros.

-Juanita...

-¿Qué? - respondió casi sin aliento.

-Te voy a besar.

No pudo hacer nada. Su cuerpo no le respondía. Sólo pudo quedarse mirando como la boca de Antonio se acercó a la suya. Sólo pudo sentir sus cálidos labios besar los suyos. Sólo pudo estremecerse de pies a cabeza. Sus ojos se cerraron solos.

Cuando los abrió, él la miraba, con una sonrisa en los labios. Aquellos labios que aún sentía quemar en los suyos.

-¿Puedo pasar?

No le salían las palabras. Él lo tomó por un sí. Entró en casa de Juanita y cerró la puerta.

-Te voy a besar otra vez.

Juanita dio un paso hacia atrás. La pared no la dejó dar otro. Antonio dio uno hacia adelante. Pegó su cuerpo al de ella y la besó.

El beso no fue como los otros. Fue más intenso. Los labios no sólo se rozaron. Se frotaron entre sí. Juanita no pudo evitar gemir. Y cuando lo hizo, Antonio abrió sus labios y metió su lengua en la boca de Juanita.

El temblor de la mujer aumentó. Las sensaciones que recorrían su cuerpo eran totalmente desconocidas para ella. Era como si toda su piel fuese más sensible. Notó la tela de su sujetador rozarse contra sus pezones. Los sintió duros, como cuando hacía frío. Pero en ese momento era calor lo que notaba. Mucho calor.

Calor en sus mejillas. Calor en su pecho. Y calor entre sus piernas. La lengua de Antonio buscaba la suya. La lamía, la chupaba, enviando pequeñas descargas eléctricas por todo su cuerpo. Las piernas le temblaban.

Antonio abandonó su boca y fue besando lentamente su piel hasta llegar a su cuello. La besó y Juanita se estremeció. Más cuando la lengua de Antonio le lamió el lóbulo de su oreja. Casi se desmaya cuando él le susurró.

-Juanita...Me gustas mucho. Te...deseo...Te deseo.

Volvió a besarla en la boca, intensamente, haciéndola derretir.

-Antonio...No...déjame...déjame.

-¿Por qué?

-Yo...soy...vieja...estoy gorda.

-No eres vieja, Juanita. Ni estás gorda. No sabes lo que me gusta tu redondo culito.

Antonio llevó sus manos a las nalgas de Juanita y se las acarició, apretándola contra ella. Por primera vez, ella notó contra su barriga la dureza del miembro de Antonio.

-Ummm Juanita, que preciosidad de culito. Que duro y apretadido.

-Antonio... Antonio... ¿Qué me estás haciendo?

-Sólo acariciarte.

El calor que Juanita sentía por todo el cuerpo no hacía más que aumentar. Sobre todo entre sus piernas. Notó que estaba mojada, como si se le hubiese escapado un poco de pis. La sensación era muy agradable. Las manos de Antonio en su culo la estaban volviendo loquita.

-También me fijé en esto - le dijo llevando una mano hasta sus pechos.

-Agggggggg Antonio... Antonio.

Se los acarició, se los apretó con delicadeza. La hizo gemir con más fuerza. Ella abrió su boca, buscando el aire que le faltaba y él volvió a meter su lengua en su boca. Esta vez, ella la chupó. Y se estremeció al hacerlo. Se tensó entera cuando Antonio presionó justo sobre su duro pezón.

La mano que acariciaba sus nalgas, lentamente fue dando la vuelta. Acarició la piel de sus muslos, justo al borde de la tela del vestido. Cuando se dio cuenta de la que la mano se estaba metiendo por debajo del vestido y subía lentamente, empujó con sus manos a Antonio.

-No...no...

-¿Por qué no? ¿No me deseas?

¿Desearlo? Ella no sabía lo que era eso. Jamás lo había sabido. Sólo sabía lo que su madre le dijo de joven. Que no permitiera a ningún hombre, salvo a su marido, que la tocara entre las piernas. Que allí se escondía el pecado. Que sólo su marido podía tocarla.

-No está bien...Antonio. Esto no está bien.

-Sólo quiero acariciarte, Juanita. Sólo acariciarte - le susurro subiendo la mano por la cara interna de sus muslos.

Ella cerró los ojos. ¿Si aquello era tan malo porqué se sentía así? Todo su cuerpo vibraba.

Casi sin respiración siguió mentalmente el lento movimiento de la mano. Ya casi había llegado a su sexo. Y cuando lo hizo todo el cuerpo de Juanita se tensó.

-Agggggg... Antonio....dios mío...

Él metió los dedos entre las piernas, rozando la zona entre la piel y la braga. Estaba caliente, mojada.

-Ummm, Juanita. Pero si estás empapada.

-Yo...lo...siento.

-¿Cómo que lo sientes? Pero si es maravilloso.

Antonio le pasó un dedo a lo largo de la rajita del coño, sobre la braga. Juanita casi se cae al suelo. La sensación que tuvo no la podía describir. Era puro placer. Se agarró al cuello de Antonio para no caerse.

Besándola con pasión, sintiendo en su pecho las tetas de Juanita aplastarse contra él, apartó con destreza la tela de la braga y ahora dos de sus dedos recorrieron aquella babosita raja. Notó entre sus yemas el inflamado clítoris y lo frotó.

Así fue como Juanita obtuvo su primer orgasmo. Apoyada contra la pared, acariciada por aquel joven. Su cuerpo sintió por primera vez en su vida el placer con mayúsculas. Lo que experimentó fue lo más intenso de toda su existencia. Cada fibra de su cuerpo se tensó. Los músculos no le obedecieron. Algo empezó a formarse dentro de ella. Algo que subía, subía y subía, hasta que llegó un momento que se quedó sin respiración.

Fue como si explotara. Pero de placer. Intensos espasmos sacudieron su cuerpo por entero. Los ojos fuertemente cerrados. Largos segundos de paraíso, con los dedos agarrotados sobre los hombros de aquel hombre.

Cuando todo pasó, no tenía fuerzas. Antonio la sujetó para que no se cayera al suelo. La ayudó a llegar hasta un sofá y se sentó a su lado.

Juanita sintió una caricia en las mejillas. Abrió lentamente los ojos. Él la miraba.

-Antonio, dios mío... ¿Qué me ha pasado?

-¿No lo sabes?

-No. Jamás había sentido nada así.

-Has tenido un orgasmo, Juanita. ¿Te ha gustado?

-Ha sido lo más placentero que he sentido jamás. Creí que me iba a morir.

-Los franceses lo llaman 'la pequeña muerte'. Por algo será.

Le besó con ternura. Ella respondió al beso. Abrió su boca, esperando a la de él. Gimió en su boca cuando volvió a notar como él acariciaba sus pechos.

-¿Me dejas verte?

-Antonio...yo...no soy nada. Estoy...

-Shhhhh - la interrumpió.

Sin dejar de besarla empezó a desabrocharle los botones del vestido, uno a uno. Cada vez que soltaba uno, besaba su cuello. Juanita volvió a notar aquella sensación tan extraña y tan placentera. Se irradiaba por su cuerpo. Nacía de entre sus piernas, de su sexo. Que estaba aún más mojado que antes.

Cuando le había desabrochado seis botones, se separó y abrió lentamente el vestido, descubriendo sus generosos pechos encerrados en un nada atractivo sujetador. Juanita no miraba. No quería ver el desagrado en los ojos de Antonio al mirarla.

-Ummmmm, eres preciosa, Juanita.

Ella giró la cabeza y miró hacia Antonio. Él miraba su cuerpo. No vio desagrado en su mirada.

-¿Lo dices de verdad?

-Lo digo totalmente en serio.

Él se dio cuenta de que el sujetador era de los que se abrochaban por delante. Mirándola a los ojos, llevó sus manos al cierre y lo abrió. La prenda saltó, descubriendo los pechos de Juanita.

La mirada de él la hizo estremecer. Era una mirada de admiración. Se estremeció otra vez cuando Antonio acarició la piel desnuda de sus pechos.

Y gimió cuando agachó su cabeza y empezó a chuparle uno de los pezones.

-Agggggggggg Antonio...que placer....ummmm

Cambió al otro pezón. Lo mordisqueó, lo chupó, lo lamió. Juanita se contorsionó sobre el sofá, llena de placer. Placer que aumentó cuando una de las manos de Antonio se metió nuevamente por debajo de la falda. Juanita abrió las piernas, invitándola a acariciarla.

Esa vez Antonio metió la mano por la parte de arriba de las bragas, Todos sus dedos se metieron por dentro y la masturbó muy lentamente, yendo con sus labios de pezón a pezón.

-Aggg, dios...mío...Antonio... esto...es...agggg

Juanita sintió los dedos recorrer los labios de su sexo, una y otra vez. Irradiaban placer por todo su cuerpo. Había un punto en el que el placer se multiplicaba, y él parecía saberlo, porque insistía más en ese punto.

Lo notó. Su cuerpo iba a explotar otra vez. La primera vez la cogió por sorpresa, sin saber que iba que le estaba ocurriendo. Primero fueron los dedos de sus pies, que se agarrotaron. Después los de sus manos, seguidos por el resto de su cuerpo. Su segundo orgasmo fue más intenso que el primero. Al estar sentada  no tenía que preocuparse por agarrarse. Sólo de sentir. De gozar.

La espalda se le separó del sofá. Su vagina expulsó contra los dedos que la acariciaban grandes cantidades de flujo. Largos segundos de placer, de intenso placer, que la dejaron agotada sobre el sofá.

Los ojos cerrados. La respiración agitada. Un suave beso en los labios. De sus ojos cayeron dos lágrimas que Antonio le secó con los dedos. La mano que tenía entre sus bragas se retiró lentamente.

-¿Estás bien?

Juanita abrió los ojos despacio. Jamás había estado mejor que en ese momento. Asintió con la cabeza, con una ligera sonrisa en los labios.

Con los ojos cerrados se dejó besar, acariciar. Antonio lo hizo con mucha dulzura. Apenas rozándola con las yemas de sus dedos. Abrió los ojos. Él la miraba.

¿Era verdad? ¿Le gustaba ella a él?

Antonio le cogió una mano. Mirándole a los ojos la llevó lentamente hacia sus pantalones. Y la dejó sobre su bragueta.

-¿Lo notas? ¿Notas mi deseo por ti?

Juanita sintió la dureza de su miembro. Casi lo notó palpitar.

-Sí...lo noto.

-Te deseo con toda mi alma. Deseo hacerte el amor, Juanita.

Ella se estremeció. Aquel hombre que le había proporcionado tanto placer la deseaba. No sabía por qué, pero la deseaba.

Recordó a su marido. El día siguiente de la boda. Como la usó. Como rompió su virginidad. Recordó las siguientes veces. Ella no lo deseaba. Sólo cumplió su papel de esposa. Y ahora, ese joven que la acariciaba se lo pedía. No lo exigía. Lo solicitaba.

Se lo daría. Se lo merecía por tratarla con tanta dulzura, por darle tanto placer. Le entregaría su cuerpo, cumpliría como si fuese su esposa. Dejaría que Antonio buscase ahora su placer.

Le cogió de la mano, se levantó y lo llevó a su dormitorio. Allí estaba la amplia cama en donde sólo otro hombre había estado. El primero porque estaba en su derecho. El segundo estaría porque se había ganado ese derecho.

Se acercaron a la cama. Ella se quedó de pie, junto a él, entregándose. Ahora él la tumbaría en la cama, se subiría sobre ella, la penetraría con su duro sexo y se movería hasta acabar. Así debía ser. Así la habían enseñado.

Lentamente, Antonio terminó de desabrocharle el vestido, que cayó al suelo. La miró. Juanita se tapó con las manos.

-No me mires, no soy...

No la dejó acabar, le cerró la boca con un beso.

-Eres preciosa. Ven.

Ahora él le cogió de la mano y la hizo subir a la cama. Juanita se acostó boca arriba. Los ojos de él la miraban. Sintió vergüenza de su cuerpo, pero en los ojos de él no había reproches.

Se quedó mirando como Antonio se quitaba la camisa. Después el pantalón. Miró con asombro el bulto que formaba su sexo en los calzoncillos. Cuando él se los quitó, sus ojos se quedaron clavados en su pene. Le pareció algo grande.

En vez de sentir temor, lo que sintió fue un escalofrió. Entraría en ella. Volvió a notar aquel agradable cosquilleo en su sexo.

Levantó las nalgas de la cama para permitir que Antonio le quitase las bragas. Ahora estaban los dos completamente desnudos. Había llegado el momento. Todo terminaría rápido. Estaba preparada para cumplir su papel.

Cerró los ojos, esperando sentir la invasión en su cuerpo.

Lo que sintió fue un beso en los labios. Caricias en sus pechos, suaves pellizcos en sus pezones. Abrió sus labios y buscó la lengua de Antonio. Sus cuerpos se pegaron el uno al otro. Contra uno de sus muslos notó la dureza del miembro. Su calor.

Quería tocarlo, conocerlo. Pero no se atrevió. No podía hacer eso. No estaría bien. Como si Antonio le leyese el pensamiento, le cogió una mano y se la llevó allí. Hizo que lo cogiera en su mano, que la abarcara con sus dedos.

-¿Ves cómo te deseo, Juanita? ¿Notas lo dura que me la pones?

-Aggg, sí, dios mío, sí. Lo noto. Está... muy dura.

-Es por ti.

Antonio se apoyó en un codo. La besó. Después se puso entre sus piernas. La volvió a besar.

"Ahora. Ahora él obtendrá su placer"

Cuando la punta del enhiesto miembro rozó sus labios vaginales un espasmo recorrió su espina dorsal. Cuando sintió como empezaba, despacito, entrar en ella, cerró los ojos y apretó los dientes.

Y cuando sintió su vagina llena, completa, totalmente penetrada, levantó su cuello y estalló. Placer multiplicado por mil. La primera vez cuando su marido la desvirgó,  había sentido dolor. Las siguientes no sintió nada.

Ahora, con Antonio, sólo sintió una cosa. Placer. Intenso y arrollador placer. Por tercera vez su cuerpo estallaba en un orgasmo que hizo que su vagina se contrajera repetidamente alrededor de aquel duro mástil que la llenaba. Intentó gritar, pero no tenía aire en los pulmones. Lo único que pudo hacer fue abrazarse con fuerza a aquel maravilloso hombre.

Antonio esperó a que el orgasmo de Juanita pasara, mirándola. Su expresión de placer en el rostro le encantó.

Siempre se había sentido atraído por las mujeres mayores que él. Y desde que la había visto aquella tarde en que fue a buscar a su madre a la casa de la vecina, no se la podía quitar de la cabeza. Y ahora estaba sobre ella, mirando como se convulsionaba de placer.

Cuando el cuerpo de Juanita se quedó relajado acercó su boca a la de ella para besarla.

-Ummm Antonio...Nunca pensé que pudiese existir un placer así.

Él empezó a moverse. No rápido, con fuertes golpes como su marido. Fue lento, profundo. Hizo que el placer la fuera llenando otra vez.

-Aggggg, Antonio... Antonio... que placer...más...más...

Los besos se tornaron apasionados. Los movimientos fueron aumentando de intensidad, así como el placer que Juanita estaba sintiendo. Con los ojos cerrados, casi le clavaba las uñas en la espalda a Antonio.

Toda su cara fue besada. Su cuello, sus orejas. Y todos y cada uno de aquellos besos aumentaban su placer.

La penetración no fue corta en el tiempo. Antonio no paraba de arrancarle gemidos. Si hacía años Juanita deseaba que su marido acabara rápido para lavarse y dormir, ahora deseaba que aquello no terminase nunca.

Abrazó a Antonio. Le devolvió todos y cada uno de los besos que él le daba.

-Ummm, Juanita...No puedo más...me voy a correr...

Instintivamente, sin pensar en lo que hacía, lo rodeó con las piernas, tirando hacia ella. Su inconsciente anhelaba sentirlo. El calor repentino del semen inundarla por dentro.

Antonio se dejó ir. No intentó salirse. Bombeó un par de veces más y entró a fondo en ella. Empezó a expulsar potentes chorros de hirviente semen contra el fondo de la vagina de Juanita. Ella, al notarlos, gozó con él. Estalló con él.

Antonio dejó de expulsar su semen y Juanita aún estaba en pleno orgasmo.

Después, silencio. Sólo roto por el sonido de las dos agitadas respiraciones. Al minuto Antonio se bajó de ella. Pero en vez de darse la vuelta, la abrazó.

Juanita no sintió el más mínimo deseo de levantarse a lavarse. Deseaba sentir el calor dentro de ella. Miró a Antonio, que tenía los ojos cerrados.

"Qué hermoso es. Dios, mío. ¿Es esto el placer del sexo? ¿Por qué no me lo dijeron? ¿Por qué me engañaron?"

Acercó su boca a la frente de Antonio y la besó. Él subió sus labios y se encontraron. Se besaron con infinita dulzura.

Juanita cerró los ojos. Se durmió abrazada por primera vez a un hombre.

+++++

Se despertó de madrugada. Desorientada. Al principio no sabía donde estaba. Estaba oscuro.

Recordó a Antonio. Recordó el placer.

Pero no. No podía ser. Tenía que ser un sueño. No podía ser real.

Se dio cuenta de que estaba en su cama. Y de que estaba desnuda. ¿Entonces? ¿Todo había pasado de verdad? Se giró, pero estaba sola en la cama. Él no estaba. Sólo fue un sueño. Un maravilloso sueño.

Encendió la luz de la mesilla. Enseguida vio una nota manuscrita. La cogió.

"Hola Juanita. Nos dormimos los dos. Cuando desperté ya era tarde, tenía que irme. Tú dormías tan plácidamente que no quise despertarte.

Fue maravilloso besarte, acariciarte. Hacerte el amor. Te deseaba tanto. Y aún te deseo. Si tú me deseas también a mí, ve mañana a la panadería.

Besos,

Antonio"

Cuando terminó de leer, el corazón ya le latía con fuerza. Todo había sido real. Los besos. Las caricias. Y sobre todo, el placer. Como nunca pensó que existiera.

A su mente volvieron las sensaciones. El calor de su piel. La dureza de su miembro en su mano. La sensación de sentirse llena por dentro. La tensión del orgasmo. Los orgasmos que él le regaló. Con sus dedos, con su duro sexo.

Ahí estaba otra vez. Aquella comezón. El rubor de sus mejillas. La dureza de sus pezones. La humedad de su vagina. Deseó qué él estuviera ahora allí. Que la besara. Que la acariciara. Que la llevara con sus dedos a otro orgasmo. Que la volviese a llenar por dentro.

Sin embargo estaba sola. Llevó sus manos a sus sensibles pechos. Gimió de placer. Su mano derecha fue bajando lentamente por su cuerpo. Enredó sus dedos en su poblado pubis. Abrió sus piernas y recorrió su empapada vulva.

Se arqueó de placer.

-Aggggggg, Antonio... Antonio...

Con los ojos cerrados imaginaba que era él quien la acariciaba, que eran sus dedos los que buscaban aquella zona especial. En cuando la tocó supo que era allí.

Se frotó, asimilando con rapidez la manera de hacerlo. Juanita aprendió esa noche, en su cama, a masturbarse, Siguió y siguió hasta que gritó de placer. Volvió a acariciarse hasta conseguir otro orgasmo más. Y después otro. Hasta que no pudo más.

Agotada, sudando, nuevamente se durmió.

+++++

El sol de la mañana la despertó. Se levantó y se duchó. Desnuda, mientras se secaba, se miró al espejo.

Su cuerpo no era joven. Se veían en él los años pasados. Pero a él le gustaba. A él le excitaba. Juanita sonrió a su reflejo. Se sentía bien. Muy bien. Nunca se había sentido así. Miró por la ventana de la cocina. El día le pareció precioso, luminoso.

Tenía hambre. El día anterior no había cenado. Le apeteció un tazón de leche con pan calentito recién hecho. Se vistió y se encaminó hacia la panadería.

El pueblo empezaba a despertarse. Juanita saludó a Don Paco, que estaba abriendo el colmado. Saludó a Adolfo, que sacaba el cartel del bar con el menú del día. Cuando se acercaba a la panadería, notó el retumbar de su corazón. El rubor de sus mejillas.

Y aquella sensación en todo su cuerpo, que aumentaba a medida que se acercaba a la puerta.

Le llegó el olor del pan. Aspiró el aroma y entró en la panadería. Dolores estaba detrás del mostrador atendiendo a Doña Paula.

-Hola Juanita. Hacía días que no venías. ¿Todo bien? - la saludó.

-Sí, todo bien.

-Hoy vienes tempranito, ¿Eh?

-Me apeteció de repente pan calentito.

-Jeje, pues has venido al lugar apropiado y en el momento justo. Antonio está a punto de sacar una tanda.

En ese momento, Antonio apareció desde la trastienda, con una cesta llena de apetitoso pan que aún quemaba.

Los dos se miraron. Juanita sintió un ligero temblor en las piernas. Y su sexo se humedeció. Dolores siguió atendiendo a Doña Paula mientras Juanita se acercó al mostrador, sin dejar de mirar a Antonio.

-Buenos días, Juanita.

-Buenos días, Antonio.

-¿Quieres...pan?

-Sí, por favor.

Se quedó mirando como Antonio metía una barra en una bolsa, ayudándose de unos guantes para no quemase. Tenía las manos sobre el mostrador. Sabía lo que pasaría. Lo deseaba, Antonio puso la bolsa sobre el mostrador, al lado de la mano de Juanita, tapando su mano de la vista de Dolores. Se quitó los guantes y se la cogió. Acarició con su pulgar la palma de su mano, haciéndola estremecer de pies a cabeza.

-¿Quieres algo más? - le preguntó, mirándola a los ojos.

Lo que quería, lo que deseaba, no se lo podía decir allí. Sólo le devolvió la caricia en su mano llena de harina.

-Mamá.

-Dime Tony.

-Sobre las diez voy a ir un momento al mecánico. ¿Te las apañarás con la panadería tú sola? - dijo, apretando la mano de Juanita

-Claro, no hay problema.

Juanita sintió un escalofrío por todo el cuerpo.

-Bueno, pues me voy a desayunar. Hasta luego Dolores. Hasta pronto...Antonio.

-Hasta pronto, Juanita.

Les costó separar sus manos. Juanita cogió el pan y salió de la panadería. Desde la puerta echó una última mirada hacia el mostrador. Antonio la miraba a ella.

Durante el regreso a su casa parecía flotar. Saludó contenta a todo aquel con el que cruzaba.

Se preparó el desayuno. Se sentó en la cocina a tomárselo. No recordaba un desayuno así, tomado con tantas ganas, con un pan tan rico y crujiente. La mantequilla se derritió por el intenso calor del interior del pan.

Eran las 8:30 de la mañana. A las 10 él vendría. Lo sabía. Y pasaría lo del día anterior. Los besos. Las carias. El placer.

Se sintió mojada. Su vagina estaba húmeda, sensible. Sus pezones, erectos. ¿Era eso deseo? ¿Así se sentía una mujer cuando deseaba a un hombre? Si era así... ¿Por qué no se lo contaron? ¿Por qué sólo le hablaron de obligaciones, de cumplir con su deber de esposa? ¿Se trataba sólo de abrirse de piernas y dejar que el hombre la montara y se desfogara?

Así lo había creído. Pero al día anterior Antonio le había demostrado que podía ser de otra forma. Una forma maravillosa, llena de ternura y de placer para los dos. Una forma tan sublime que unió a dos personas como si fueran una. ¿Qué había de malo en ello? ¿Dónde estaba el pecado?

Después de desayunar se puso a esperar. Mientras lo hacía se dedicó a recoger la casa, aunque todo estaba siempre perfecto. Se peinó, tratando de estar lo más presentable posible. Y no dejó de mirar el reloj.

El tiempo pasó lentamente. Al fin dieron las 10. Juanita estaba nerviosa. Caminaba arriba y abajo del recibidor, frotándose las manos. Se sentía como una chiquilla en su primera cita. Sólo que cuando ella era realmente una chiquilla nunca se sintió así.

Dieron las 10:05...las 10:10.

¿Y si no venía? ¿Y si realmente iba al mecánico? ¿Y si lo del día anterior fue sólo un espejismo?

El sonido del timbre le hizo dar un respingo. El corazón casi se le para. Se acercó a la puerta, la abrió y allí estaba él.

No hubo palabras. No hizo falta que lo invitara a entrar. Antonio pasó al recibidor, cerró la puerta y la abrazó. La besó con pasión, pegando sus cuerpos. Demostrándole con la dureza de su miembro el enorme deseo que tenía hacia ella.

Las bocas abiertas. Las lenguas entrelazadas. Las manos de Antonio se dirigieron hacia sus nalgas, hacia su culo y los sobaron a placer, haciéndola gemir.

La puerta de la cocina daba al recibidor. Antonio empezó a empujar hacia allí. Con los ojos cerrados Juanita daba pasos hacia atrás. Antonio no se separó ni un milímetro de ella. Cada paso que ella daba hacia atrás lo daba él hacia adelante.

Poco a poco la fue llevando hasta que chocó contra el pollete de la cocina. Haciendo gala de su fuerza, la cogió por las caderas y la hizo sentar sobre el frió mármol. Juanita, estremecida, abrió sus piernas y Antonio apretó su dureza directamente contra las bragas de ella.

-Agggggggg - gimió Juanita al borde del orgasmo - Antonio... que placer...dios...que placer...eres...maravilloso

No le pidió permiso para abrirle el vestido. No le pidió permiso para desnudar sus tetas y enterrar su cara entre ellas, para besarlas, parla lamerlas...para chuparlas.

-¿Me deseas Juanita? ¿Me deseas?

-Sí, sí, siiiiiiiiiiii te deseo Antonio. Te deseo. Con todo mi ser.

Se fundieron en un beso. Juanita cerró los ojos. Oyó el sonido de la bragueta de Antonio al ser bajada. Notó sus dedos apartando sus bragas. Y se corrió en el acto cuando Antonio le clavó su miembro hasta el fondo de una sola estocada. Esa mañana, mientras usaba el cuchillo caliente, éste entraba en la mantequilla sin esfuerzo. Así entró Antonio en ella. Su vagina era mantequilla ante el cuchillo de Antonio.

Gritó. Se contorsionó sobre el mármol rota por el placer. Antonio la acalló cerrando su boca con la suya. La agarró por las caderas y empezó a penetrarla con fuerza, con ganas, rápido. Los dos estaban demasiado excitados para arrumacos y caricias. Necesitaban eliminar la tensión de sus cuerpos.

Juanita lo rodeó con sus piernas y lo ayudó. Cuándo él empujaba, ella hacía lo mismo y sentía su miembro clavarse en ella hasta el fondo.

-Aggg, que rico...Antonio...sí...sí...más...más fuerte...ummmmm

-¿Te gusta?

-Ummmm Antonio. Me estás volviendo loquita.

-¿Te gusta cómo.... te follo?

Había oído la palabra. Siempre le pareció una palabra vulgar, sucia. Pero ahora la sintió retumbar una y otra vez en su cabeza.

-Aggggg...Antonio....

-Dímelo. Dime que te gusta.

-Sí...me gusta...me gusta como me... follas. Sigue...fóllame...fóllameeeee.

Antonio arremetió con sus embestidas. Cada vez más rápido hasta que no pudo más y empezó a correrse en lo más profundo de aquella acogedora vagina. Sintió con agrado como el cuerpo de Juanita se tensaba, como las paredes de su sexo se contraían alrededor de su pulsante miembro. Juanita se estaba corriendo con él. Con sus muslos alrededor de sus caderas, con sus piernas apretándolo contra ella.

Pasaron largos segundos. Antonio respirando contra su hombro. Ella con sus manos acariciándole la nuca. La besó en el cuello. Fue subiendo lentamente hasta llegar a su boca.

Antes todo fue pasión, puro fuego. Ahora todo fue ternura, delicadeza. Dentro de ella, aún duro, poderoso, la masculinidad de Antonio.

Se miraron. Se sonrieron. Se volvieron a besar.

-Juanita, jamás había gozado tanto con una mujer como contigo.

-Antonio. Te aseguro que yo jamás había gozado así. Ni siquiera sabía que era posible.

-Algo he oído en el pueblo. Enviudaste muy pronto.

-Sí, pero sólo es eso. Es por lo que me enseñaron. Y por lo que no me dijeron. Pero ahora, gracias a ti, lo sé. Jamás podré agradecértelo.

-Con un beso estoy más que pagado.

Juanita se lo dio. Tenía un nudo en la garganta. Estaba a punto de llorar. Pero llorar de pura alegría.

-Debo de irme ya. Mi madre está sola en la panadería. ¿Quieres que venga esta tarde?

-Quiero que vengas esta tarde y todas las tardes. Si por mí fuera estaría así para siempre.

-¿Así? ¿Con mi polla dentro de ti?

-Ummm, sí... Con tu...polla....dentro de mí.

Lo empujó contra ella con sus pies. Notó como su sexo se enterraba.

-Ummmm Antonio...

Él se salió un poco. Ella volvió a atraerlo dentro.

-Agggggg... dios...que placer.

Antonio se la sacó hasta la mitad. Juanita lo empujó contra ella.

Sabía que si seguían así volverían a hacerlo. Y esta vez no terminaría tan rápido.

-Juanita, de verdad que tengo que irme.

-Lo sé. Pero es que me da tanto placer tu... polla

-Esta tarde será toda tuya.

-¿Me lo prometes?

-Sí.

Juanita abrió las piernas y lo liberó. Despacito, Antonio sacó su polla del encharcado coño. Vio como salía un líquido mezcla de semen y flujos vaginales. Miró el abierto sexo.

-Uf, Juanita. Tienes un coño precioso

-¿Sí? ¿Es lindo?

-Lindísimo. Esta tarde te lo voy a comer.

-¿Qué? - preguntó ella sin entenderle.

Antonio se acercó a una de sus orejas y le susurró.

-Que esta tarde te voy a comer el coño. Te lo lameré y chuparé hasta que te corras en mi boca.

-¿Harás eso? - Los ojos de Juanita estaban abiertos como platos.

-Ummm, ya lo creo. Uf, me voy.

Se separó de ella y se guardó dentro de los pantalones su dura polla. Le dio a Juanita un último beso y se fue corriendo.

Ella se quedó sobre el pollete. Notó que algo manaba de su sexo. Llevó una mano y sus dedos se llenaron de la sustancia. Sintió placer al tocarse.

Se acarició. Se frotó aquella pequeña protuberancia que lanzaba descargas de placer al tocarla. Cerró los ojos y se corrió gimiendo el nombre de Antonio.

Después de descansar un rato se arregló la ropa y se fue a casa de su madre.

Preparó café para las dos y se pusieron a hablar. Criticaron a unos cuantos del pueblo y se contaron los nuevos chismes. Al rato, Juanita le preguntó a su madre.

-Oye mamá. ¿Cómo era tu vida con papá?

-¿Cómo que mi vida?

-Sí, ya sabes. Me refiero al... sexo.

María miró a su hija, extrañada.

-Pues normal.

-¿Sentías placer con él?

-Pero niña. ¿Qué estás diciendo? Pues claro que no. Las mujeres no podemos sentir placer.

-¿Por qué?

-Pues porque no. Así son las cosas. Así es lo correcto.

-¿Qué cosas?

-Juanita, ¿Qué te pasa? ¿A qué viene eso ahora? Creí que te lo expliqué todo en su momento.

-Creo que no me lo contaste todo.

-Te conté lo que mi madre me contó a mí.

-¿Y nunca te lo cuestionaste?

-Por supuesto que no. Las cosas son y serán siempre así. Dios creó el sexo para procrear. Creced y multiplicaos, dijo. No dijo nada de placer.

-Pero el hombre obtiene placer. ¿Por qué la mujer no?

-Juanita. Deja ya este tema. El diablo se esconde tras el placer. Tentó a Eva y ella cayó.

-Como quieras, mamá. Pero estás equivocada.

Su madre la miró. No entendía que le pasaba a su hija. Por qué ahora, de repente, se cuestionaba estas cosas.

Estuvieron un rato en silencio hasta que empezaron a despellejar otra vez a los del pueblo.

A la hora de comer Juanita regresó a su casa.

Después de la comida se fue a la cama a dormir la siesta. Puso el despertador una hora antes de la hora en que suponía que Antonio vendría a verla.

"La hora en que vendrá a follarme. En que vendrá a comerme el coño", pensó, ruborizándose con sus pensamientos.

Se puso de lado en la cama. Sus manos debajo de la cabeza.

"Estás equivocada, mamá. Estás equivocada"

+++++

El despertador la puso en pie de golpe. Se fue al baño a ducharse para estar limpia para él. Su puso un vestido, se peinó y se perfumó.

Sonó el timbre. El corazón respondió latiendo con fuerza. Su cuerpo también respondió. Mojando su sexo. Endureciendo sus pezones.

Corrió a abrir la puerta. El entró y la abrazó, besándola con pasión. Le acarició el culo con gula, metiéndole la lengua en la boca.

Se lo empezó a levantar y abarcó con sus manos las duras nalgas.

-Ummm, Juanita. Pero si no llevas bragas.

-Es que no me dio tiempo a ponérmelas.

-Mejor. De todas maneras te las iba a quitar. Te hice una promesa esta mañana. ¿La recuerdas?

-Sí, la recuerdo. Claro que la recuerdo. ¿Pero estás seguro?

-No he dejado de pensar en todo el día en tu precioso coñito. En lo rico que debe saber.

-Aggg, Antonio... me estoy derritiendo.

La cogió de la mano y la llevó a la cama. Antes de acostarse, le quitó el vestido y el sujetador. Admiró su cuerpo desnudo.

-Ahora tu a mí.

Juanita lo desnudó. Pasó sus manos por su velludo pecho antes de sacarle la camisa. Le abrió el pantalón, que cayó al suelo. Miró el bulto que formaba en los calzoncillos su duro miembro.

-También los calzoncillos.

Empezó a tirar de ellos. Su polla saltó como un resorte. Ahora fue ella la que admiró. Se agachó para bajar los calzoncillos y se arrodilló para sacárselos por los pies.

Miró hacia arriba y frente a su cara quedó la dura polla.

Tuvo un extraño deseo. Deseó acercar su boca y besarla. Pero no lo hizo. Se levantó y se besaron. Se tumbaron sobre la cama sin separar sus bocas.

Juanita sintió las manos de Antonio recorrer todo su cuerpo. Sus mejillas, sus pechos, su barriguita, haciéndole cosquillas, y por último, su coño. Separó los muslos para facilitar la caricia.

-Estás tan mojadita.

-Es por ti, Antonio. Es mi deseo por ti.

-Lo prometido es deuda.

Mirándola a los ojos empezó a bajar, besando y lamiendo en su camino. Los dos pezones fueron lamidos y chupados. Su ombligo también recibió las caricias de la lengua.

Empezó a temblar. Se acercaba. Su boca se acercaba. Cuando la besó en el monte de Venus sus ojos se cerraron un segundo.

-Aggggggggg Antonio...Antonio...

-Abre las piernas Juanita.

Obedeció. Separó sus muslos y se quedó mirando como la boca de Antonio desapareció entre sus piernas.

Notó un beso en una ingle.

-Ummmmmmmmmm

Notó otro beso en la otra ingle.

-Aggggggggggg

Y cuando la lengua lamió desde la entrada de su vagina justo hasta aquel sitio mágico, se corrió. Se arqueó totalmente sobre la cama, con todo el cuerpo tenso y el orgasmo estallando por todo su ser. El primer espasmo terminó, su espalda se relajó pero otro espasmo la hizo volver a arquearse.

Fue tan fuerte que se quedó laxa, quieta. Tardó unos segundos en abrir los ojos.

-Antonio...que...rico...dios mío...que rico.

-Pero si aún no he empezado.

-Me vas a matar.

-Sí, pero solo de placer.

Ayudándose de sus dedos, Antonio le separó los labios de su coño, descubriendo el inflamado clítoris. Lo besó con suavidad. Lo lamió con la lengua. Lo sorbió con sus labios.

-Agggggggggggg dios...dios...

Recorrió cada pliego, cada rincón. Su lengua culebreaba sin cesar. A veces lento, otras rápido. Juanita, con los ojos cerrados, recibía el intenso placer que la sabía boca de Antonio le estaba regalando.

No tardó en llevarla a un segundo orgasmo, tan poderoso como el primero. No por ello dejó de lamer, de chupar. De comerla.

Deseaba enseñarle a aquella mujer lo que era el sexo. Lo que dos personas podían gozar la una con la otra. Juntó sus dedos índice y anular y se los metió dentro de la vagina al tiempo que sorbía su clítoris y le daba golpecitos con la punta de la lengua.

Juanita no lo resistió. Se corrió contra su boca. Le llenó la cara de jugos. Fue un orgasmo largo e intenso. Tanto que su coño quedó demasiado sensible y tuvo que apartar la boca de Antonio.

-Para...para...no puedo...más...

Él besó sus muslos con ternura. Después subió y se acostó a su lado. Ella tenía los ojos cerrados.

La besó en la boca. Juanita enseguida notó el sabor. Era salado. Era su sabor. Sin abrir los ojos notó las manos de él enredarse en su cabello, acariciarlo.

-Me ha encantado lamerte. Tu coñito está muy rico.

Ella se abrazó con fuerza a Antonio.

-Casi me haces perder el sentido con tanto placer. ¿Por qué no te habré conocido antes? Mi vida no habría sido así.

-Me has conocido ahora.

-Pero ya es tarde.

-¿Tarde? ¿Quién lo dice?

Estuvieron varios minutos así, abrazados el uno al otro. Juanita puso su cabeza sobre su pecho y él le acariciaba el cabello.

Juanita se puso a pensar. ¿Y si su marido hubiese sido como Antonio? ¿Y si le hubiese hecho gozar tanto como él? Le habría mostrado lo que era el placer y después habría muerto, quitándoselo.

"No seas tonta. No pienses en eso. Las cosas pasaron como pasaron. Ahora lo sabes. Ahora estás abrazada a un hombre maravilloso. Aprovecha lo que tienes".

Abrió los ojos. Vio la polla de Antonio medio erecta descansando contra uno de sus muslos. Llevó una mano y la empezó a acariciar. Sintió como se endurecía entre sus dedos.

Levantó la cabeza.

-Bésame, Antonio. Bésame.

Juntaron sus bocas. Se buscaron las lenguas. La polla ya estaba dura del todo. La agarró con delicadeza.

-Ummmm, Antonio... está tan dura.

-Es puro deseo.

-Yo también te deseo. Estoy mojadita otra vez. Fóllame, por favor. Fóllame.

-No.

-¿No? - dijo ella, sorprendida.

-Fóllame tú a mí.

-No entiendo.

-Súbete sobre mí. Siéntate sobre mi polla.

Juanita se dio cuenta de que era una completa novata en materia sexual. Esperaba que Antonio fuera paciente y le enseñara.

Se arrodilló en la cama. Antonio se colocó boca arriba, sosteniendo su polla en vertical. Juanita pasó una pierna por encima de él y se acercó. Notó la punta de la polla rozarle. Se movió un poco, hasta que supo que la dura barra llamaba justo a la puerta.

-Bien, ahora, lentamente, déjate caer.

Lo hizo. Notó la agradable invasión. Como las paredes de su coño se separaban para darle paso a la tiesa vara. Sólo se detuvo cuando no pudo bajar más. Estaba sentada totalmente sobre Antonio. Totalmente clavada.

-Aggggg que rico...

Abrió los ojos y miró hacia Antonio.

"Es tan guapo. Tan hombre. Y yo le gusto. Aún no lo entiendo, pero le gusto"

Las manos de Antonio se acercaron a sus tetas y se las acarició, especialmente sus duros y sensibles pezones.

-Ahora muévete. Lleva tú el ritmo. Siente mi polla dentro de ti.

-Ummm, sí que la siento Antonio. Me llena toda.

Juanita empezó a moverse. Cerró los ojos para concentrarse en las sensaciones. Las manos en sus pechos. La polla en su coño.

Primero en círculos, sin subir y bajar. Sólo hacia los lados. Su vulva se rozaba contra el pubis de Antonio. Su clítoris se rozaba contra la piel de él.

-Agggg, que cosa más rica...que gustito.

Antonio la miraba. Su cara reflejando el placer que sentía. Al poco ella empezó a subir y bajar, pero muy despacito, gozando de cada segundo, de cada sensación. Se movía hacia los lados a la vez, buscando que la polla le rozara por todos los rincones de su vagina

-Antonio... te estoy follando... Dios mío.... esto es...maravilloso.

-Me encanta que me folles Juanita. No pares. Sigue...sigue...

Ella aumentó la cadencia, la profundidad. El placer los fue envolviendo a los dos. La vagina de Juanita era estrechita, y el placer que transmitía era intenso.

-Aggggg Antonio...creo que...que voy a tener otro orgasmo. Lo siento...lo siento llegar.

-Eso es Juanita. Siéntelo llegar. Córrete sobre mí. Apriétame la polla con tu caliente coñito.

Cerró los ojos. Ya estaba allí. Empezó lentamente, para ir instante a instante aumentando hasta que Juanita explotó. Levantó el cuello, apretó los dientes y se corrió temblando sobre Antonio.

Fue un orgasmo largo en intenso, que la dejó una vez más casi sin fuerza, cayendo hacia adelante. Apoyó su cabeza en el pecho de Antonio. Siguió sentada sobre él. Siguió clavada en su polla, jadeando.

Antonio la abrazó y le acarició la espalda. Esperó a que ella se repusiera.

-¿Te ha gustado follarme?

-Ummm, mucho.

-Pues tienes mi permiso para follarme siempre que quieras.

-Bribón.

-Jajaja.

Con los ojos cerrados, notó su vagina aún llena. Pero se dio cuenta de que él no había acabado. Que aún no había obtenido su más que merecido placer. Sin abrir los ojos le preguntó.

-¿Tú no acabas?

-No hay prisa.

Ella estaba agotada. No tenía fuerzas casi para moverse. Él se lo merecía todo. Arrastrándose se bajó de él y se tumbó a su lado, boca arriba.

-Antonio...no puedo moverme. Me has dejado agotadita. Por favor...fóllame. Usa mi cuerpo para tu placer. Lléname de tu semen.

Abrió sus piernas. Antonio se subió sobre ella y la penetró. Empezó a moverse.

Le miró. Ahora pudo fijarse en su cara. En su expresión de placer. Placer que su cuerpo le daba. Sentía su polla entrar y salir de ella. Le había dicho que la usara. Pero no era así. Era ella la que se estaba dando. Completamente, conscientemente, libremente. No porque fuera su obligación como mujer. Se daba a aquel hombre porque era su deseo como mujer.

Relajada, disfrutó de verlo a él disfrutar. Y cuando empezó a sentir los potentes disparos llenarla, no pudo evitar llorar. Él tenía los ojos cerrados en pleno orgasmo. Juanita le miraba y de sus ojos caían lágrimas de felicidad.

Antonio cayó, también agotado. Se acostó al lado de Juanita, se abrazaron y se durmieron.

+++++

Juanita se despertó. Seguían abrazados. Él dormía. Miró el reloj. Las diez de la noche.

-Antonio...Antonio - le llamó, bajito, para despertarlo.

-Ummmm - dijo él, adormilado.

-Es tarde. Tus padres estarán preocupados.

-¿Qué hora es?

-Las diez.

-Coño

Se levantó con rapidez y sacó su teléfono móvil del pantalón. Marcó un número.

-¿Mamá? Soy yo, Tony. Me he encontrado a unos colegas y nos vamos a tomar unas copas al bar del Juan... No...No te preocupes por la cena, ya he picado algo. Y no...tranquila. Ah, no me esperes despierta, eh?... Vale...Hasta mañana.

Colgó.

-Listo

Juanita sonreía. Eso significaba que lo tendría más tiempo para ella.

-¿Tienes hambre, Antonio? Yo estoy canina.

-La verdad es que sí.

-Pues vamos a ver que tengo en la cocina.

Desnudos, riendo como dos chiquillos fueron a la cocina. Sin dejar de reír, de acariciarse, de besarse, se prepararon unos sándwiches y se los comieron sentados a la mesa de la cocina, cogidos de la mano.

Fue allí, en la cocina, en donde Juanita aprendió otra manera de hacer el amor. Mientras fregaba los platos después de la cena, Antonio estaba detrás de ella, abrazándola. Besaba su cuello, le acariciaba las tetas desde atrás.

Juanita notó contras sus nalgas como la polla se iba poniendo dura. Y notó como su coño se iba mojando.

No pudo seguir levando los platos. Cerró los ojos y se dejó acariciar. Una mano de Antonio en sus tetas y la otra bajando hacia su coño.

-¿Me deseas Juanita? ¿Deseas que te folle?

-Sabes que sí - respondió restregando su culo contra la dura polla.

Antonio hizo que se echara hacia adelante, que sacara el culo hacia atrás. De la garganta de Juanita se escapó un gemido cuando él le empezó a meter la polla lentamente.

Ya no hubo más palabras. Sólo gemidos. La agarró por las caderas y no dejó de follarla hasta que la hizo estallar. En ese momento, él se dejó ir y volvió a llenarle la vagina son su hirviente semen.

Se quedó con ella hasta muy tarde, de madrugada. No hicieron más el amor ese día, estaban demasiado agotados. Pero esas horas que pasaron juntos en el salón, abrazados y hablando fueron para Juanita tan placenteros como todo el rico sexo del día.

Estar a su lado le era suficiente. Se quedó mirando como él hablaba. La hizo reír con chistes

"¡Qué guapo es! ¡Qué hombre! Y yo le gusto. Yo le gusto"

La despedida fue larga. Ninguno quería separar la boca del otro.

-Vete ya. Que mañana, bueno, que hoy, tienes que levantarte temprano.

-Hasta mañana, Juanita.

-Hasta mañana, Antonio.

Se quedó en la puerta mirando como desaparecía en la oscuridad. De allí fue a su cama, se acostó y se durmió casi enseguida.

+++++

A partir de ese día Antonio iba a su casa cada día. Todas las tardes y a veces por la mañana. Ella iba cada día a por su pan. Y por su caricia. 

Le fue enseñando todas las posibilidades del sexo. Juanita estaba ávida por aprender.

Él siempre era delicado y la hacía gozar hasta lo indecible. Y ella a él

Una tarde, después de que él la había estado lamiendo hasta llevarla a varios orgasmos, Juanita le dijo.

-Me gustaría ver como sale tu semen.

-¿Quieres ver cómo me corro?

-Sí. Tengo curiosidad.

La hizo tumbar boca arriba en la cama. Él se arrodilló a su lado. Le cogió una mana, la llevó hasta su polla y la enseñó a masturbarlo.

Juanita disfrutó haciéndolo. No quitaba ojo de la polla, esperando ver como expulsaba su caliente contenido.

-Umm que rico, Juanita.

-¿Lo hago bien?

-Muy bien. Me vas a hacer correr rápido.

-Eso quiero. Que te corras.

-Siempre he deseado correrme sobre tus tetas.

-¿Sí?

-Sip.

-Pues hazlo. Córrete sobre mis tetas. Llénamelas todas.

Lo masturbó más rápido. Cuando Antonio notó que se aproximaba su orgasmo, se acercó más.

-Agggg, ya...ya....

Juanita sintió un latigazo en la mano. Con asombro bien como un potente chorro de semen salía disparado de la punta de la polla y se estrellaba sobre sus dos tetas. Luego otro, y otro, y otro. Antonio gemía de placer y con cada espasmo de su cuerpo lanzaba sobre Juanita un chorro de semen.

El último fue menos potente y cayó sobre la mano de Juanita

Ella se miró las tetas. Las dos habían recibido una buena cantidad de espeso y caliente semen.

-Uf, vaya cantidad.

-Es que me tienes loquito Juanita. Nadie me excita como tú.

Un par de días después Juanita quiso que la enseñara a darle placer con su boca. Se bebió todo el semen que él le dio.

+++++

Juanita estaba pasando los días más felices de su vida. Antonio estaba en todo momento en su mente. Se levantaba pensando en él. Se dormía pensando en él.

Disfrutaba de cada instante que lo tenía a su lado. Disfrutaba cuando hacían el amor. Disfrutaba cuando hablaban. Disfrutaba cuando veían la tele juntos.

Un domingo por la mañana Juanita se despertó y él estaba su lado. Había dicho a sus padres que se iba con unos amigos a otro pueblo y que volvería el domingo por la tarde.

Había hecho el amor casi toda la noche. Se quedó mirando como dormía

"Dios mío. ¿Qué me pasa? Creo que no puedo vivir sin él. Sin él no soy nada. ¿Pero que soy yo para él? Quizás sólo una amante.

Estaré a su lado hasta que él quiera. ¿Qué será de mi cuando se canse?".

Se empezó a poner triste. Se había engañado a sí misma. Un hombre como él no estaría para siempre con una mujer como ella. Aparecería una chica más joven, más guapa, y la dejaría.

Y ella, se moriría.

Antonio se movió. Abrió lentamente los ojos. Ella le estaba mirando.

-Ummm, buenos días, Juanita.

-Buenos días, Antonio

Se besaron tiernamente. Él la abrazó con fuerza. Juanita se estremeció entre aquellos brazos.

¿Qué haría cuando ya no los tuviera? ¿Cómo podría seguir adelante?

Y entonces, sin esperarlo, por sorpresa, Antonio acercó su boca a la oreja de ella y le susurró.

-Juanita... te amo.

Algo muy intenso recorrió el cuerpo de Juanita. El vello se le erizó. ¿Había oído bien?

-¿Qué has dicho?

Antonio se incorporó, le miró a los ojos y repitió.

-Juanita, te quiero. Te amo.

Se le aguaron los ojos.

-¿Lo dices de verdad?

-Lo digo con el corazón. Te amo como no he amado jamás a nadie.

Lo abrazó con fuerza. Las lágrimas cayeron por sus mejillas.

-Antonio...mi vida. Yo también te amo. Y te aseguro que nunca había amado a nadie. Soy tan feliz. Te amo, te amo, te amo.

Se lo repitió mil beses, besándole.

-Mi corazón, mi tesoro. Haz hecho de mí una mujer feliz.

Se quedó con ella hasta que anocheció. Cuando cerró la puerta después de despedirte, se apoyó contra ésta.

-Me quiere. Antonio me quiere

+++++

Siguieron viéndose. Hasta que pasó lo que tenía que pasar.

Una mañana Juanita iba contenta a la panadería. Saludó a sus paisanos y notó que algunos la miraban y no le devolvían el saludo.

Cuando entró en la panadería encontró a Dolores fría con ella.

-Buenos días, Dolores.

-Hola.

No vio a Antonio.

-¿No está tu hijo?

-¿No crees que ya le has hecho bastante daño?

-¿Qué?

-Mejor te diera vergüenza. Una mujer de tu edad, viuda, con un chico más joven.

-Dolores...yo....

-¿Creías que no se iba a saber? Este es un pueblo muy pequeño. Todo se sabe.

-No es lo que piensas. Yo...yo le amo.

-Ja. No voy a permitir que destroces su vida. Te prohíbo que vuelvas a verlo.

-¿Dónde está?

-No está.

-Mientes.

Pasó por detrás del mostrador y entró en la parte de detrás de la panadería. Lo buscó pero no estaba allí. Salió a la parte de delante.

-Dolores. ¿Dónde está Antonio?

-Se ha ido

El mundo se le cayó encima.

-¿Cómo que se ha ido? No puede ser. No...no me dijo nada. Me estás mintiendo. Él me ama. No me dejaría así.

-¿Amarte? ¿Pero tú te has visto? ¿Cómo puedes pensar que mi hijo te ama?

-Me lo dijo. Me lo dijo muchas veces.

-Es un hombre. Ese es lo que dicen para acostarse con nosotras. Pero no es cierto. Déjalo en paz.

Lágrimas de desesperación empezaron a caer por sus mejillas.

-No, mientes. Sé que me ama. Lo sé. Dime donde está, Dolores. Dímelo. DÍMELO!

-Ha ido con su padre a por harina. Pero cuando vuelva no te volverá a ver.

Juanita salió corriendo de la panadería. Notó las miradas llenas de reproche de los demás. Corrió y corrió hasta llegar a su casa. Se echó en la cama, llorando desconsoladamente.

Ahora todos lo sabían. Todos la rechazaban. Su felicidad se había terminado. Lloró y lloró hasta quedarse sin lágrimas. Quiso morirse. Deseó acabar de una vez con todo.

Se pasó la mañana tirada en su cama, gimiendo, desconsolada.

De repente, abrió los ojos, rojos e hinchados.

¿Pero qué se había creído esa gente? ¿Quiénes eran ellos para juzgarla? Por sus malditos prejuicios había sido una mujer marcada durante 25 años. Una mujer infeliz.

¿Y ahora que por fin conocía el amor verdadero lo iba a perder por lo que pensaran los demás?

-Y una mierda - gritó.

Se levantó, encolerizada. Se fue al baño y se lavó la cara. Salió de la casa en dirección a la panadería. Por el camino ignoró las miradas de la mayoría.

Entró empujando la puerta con fuerza. Había varios clientes. Doña Engracia y el Sr. Pedro

-¿Llegó ya Antonio?

-No.

En ese momento Antonio salió de la trastienda con una cesta de pan. Se miraron.

-Hola Antonio. Tu madre me dijo que no volverías a verme. ¿Es cierto?

Antonio miró a su madre.

-¿Que le dijiste qué?

-Tony, mi vida. No puedes seguir viéndola. No es correcto. La gente...la gente habla.

-¿La gente? - dijo, mirando a Engracias, la chismosa oficial del pueblo

Juanita estaba tensa.

-¿Y qué coño le importa a la gente mi vida? Dile a la gente que se meta es sus propios puñeteros asuntos.

Dolores miró a Antonio con la boca abierta.

-Pero...Antonio...Hijo...No.

-Cállate mamá. Sabes que te quiero, pero ya soy mayorcito para hacer lo que me dé la gana con mi vida.

Miró a Juanita. Ella lo estaba mirando, llena de orgullo, llena de amor.

-Amo a Juanita, Y ella me ama a mí. Eso es lo único que importa. Y a quien no le guste, que se joda.

Juanita no pudo más, corrió a los brazos de su amado y lo abrazó y besó delante de todos. Se quedaron como pasmarotes mirando a la pareja.

-Tony, recapacita. ¿Vas a darle este disgusto a tu padre?

-El disgusto me lo daría si te hiciera caso, Dolores - dijo Manuel entrando desde la trastienda.

-¡Manolo! - dijo dolores.

-Ni Manolo ni Manola. Esta vida es demasiado corta como para no aprovechar las oportunidades de de ser feliz. Antonio, no te preocupes por tu madre, ya se le pasará el disgusto. Y tú, Juanita, cuídalo bien. En un buen chaval.

Juanita miró al padre de Antonio. Y le dijo gracias moviendo los labios.

+++++

Ese mismo día Antonio se mudó a casa de Juanita. Siguieron las habladurías por un tiempo, pero al final todos acabaron acostumbrándose.

Incluso Dolores.

Durante 25 años Juanita había sido una mujer infeliz.

El resto de su vida compensó con creces esos años.

FIN

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