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Sucumbir al deseo (2)

en Amor filial

Cuando abandonó la habitación de su hija, Antonio fue derecho hacia su dormitorio, pero antes de llegar se metió en el baño. Cerró la puerta y se miró en el espejo.

"¿Qué has hecho?" - se preguntó.

Acababa de correrse sobre la sonriente cara de su hija, y no contento con eso, después se había corrido en su boca. Fue maravilloso, sublime. Su más anhelado deseo había sido, por fin cumplido. ¿Cómo podía el mismo hecho ser la mejor experiencia sexual de su vida y a la vez el hecho más abominable que había cometido jamás?

Cerró los puños, con fuerza, dándose asco así mismo por haber sucumbido al deseo. No era un animal. Era un ser humano y se supone que tenía que dominar sus instintos con la razón. Pero no fue solo una vez, sino dos, las que había caído a los infiernos.

Se miró al espejo, tratando de ver es el reflejo el rostro de un monstruo, pero solo se vio a sí mismo.

Se enjuagó la cara y abandonó el baño con destino a su cama. Su mujer respiraba con calma, sumida en un profundo sueño.

"Si tú al menos me hubiese dejado... si tú.. " - pensó mirándola - "... esto no habría pasado"

La rabia que sintió por su mujer antes, cuando discutieron y él se marchó dando un portazo, volvió. Pero ahora era rabia porque todo era culpa de ella. Ella lo había lanzado a hacer lo que hizo.

Antonio sacudió la cabeza.

" ¡No! No es culpa de ella. No la culpes por tus actos"

Se acostó, tratando de no despertar, ni siquiera rozar, a su mujer. Le costó casi una hora conciliar el sueño.

No lejos de allí, Ana se había dormido enseguida, con una ligera sonrisa en los labios.

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El despertador sobresaltó a Antonio, que , dando un manotazo, lo apagó.

Había dormido fatal. No sólo le costó dormirse, sino que el sueño fue agitado. Se levantó con cuidado de no despertar a Luisa, su mujer, y fue al baño.

Haría su rutina de siempre. Primero hacer pis, luego lavarse la cara, la boca, afeitarse e ir a la cocina para prepararse un café antes de vestirse y salir para la oficina. Cuando pasó por delante de la cerrada puerta de Ana, sintió un escalofrío al recordar lo que había pasado tras esa puerta hacía escasas horas.

Volvió a maldecirse a sí mismo cuando, a pesar de lo mal que se sentía, notó como su polla se empezaba a llenar de sangre al recordar. Apretó el paso y encendió la cafetera.

-Buenos días, papi.

Antonio dio un respingo y casi tira al suelo la cucharada de café en polvo que se disponía a dejar en el filtro. ¿No se suponía que Ana dormía hasta más tarde?

-Buenos días - respondió, sin darse la vuelta para mirarla.

Ana se quedó en la puerta de la cocina, esperando que él se diera la vuelta, pero al ver que no lo hacía, se acercó y se apoyó sobre el pollete, a su lado. Se quedó mirando como su padre echaba un par de cucharadas más de café.

-¿Dormiste bien, papi? - le preguntó, casi susurrando.

-Sí - contestó, seco, aún sin mirarla.

-Ummm y yo. Parece que eso que dicen de tomar leche caliente antes de acostarse es bueno para dormir toda la noche.

-Ana, por dios.

-¿Qué?

-Lo de anoche fue un error. No volvamos a hablar de esto jamás - dijo, mirándola, ahora sí, con enfado.

-¿Un error? Para mí no fue un error. Me encantó que te corrieras en mi cara. Y tragarme tu corrida me provocó uno de los mayores orgasmos de mi vida. Quiero más... quiero tocarte esa linda polla... chupártela... sacarte más leche.

La miró, sin saber que decir. Ella le sonreía hasta que bajó la mirada.

-Vaya, tu no querrás, pero tu polla desde luego que sí quiere - le dijo, señalando hacia el evidente bulto a la altura de su entrepierna.

Antonio casi no reconocía a su hija. Siempre había sido una buena chica. Normal. Ahora parecía otra.

-Aún llevo el pijama de anoche, papi. Mira, tiene restos de tu leche - añadió, señalando ahora hasta las evidentes manchas que tenía repartidas por la parte alta de la camisa - Fue una inmensa corrida la tuya. Las dos. ¿Me das otra?

Ana movió sus ojitos graciosamente, como quien pedía 5 euros para chuches. Antonio no podía moverse. Estaba como hipnotizado, como hechizado. Solo reaccionó cuando notó como le acariciaban la polla por encima del pijama.

Su hija, mirándole a los ojos, recorría toda la extensión de su dura polla con la yema de los dedos. Antes de que Antonio pudiese reaccionar, tiró del pantalón y le agarró la polla

-Uf, papá. Que dura tienes la polla - exclamó la muchacha.

El hombre, tenso, luchaba contra todo aquello. Pero su cuerpo no se movía. Solo pudo mirar hacia su polla y gemir de placer cuando ella empezó una suave y lenta paja.

Ana de acercó más a su padre, hasta pegar su cuerpo al de él. Sus tetas se aplastaron contra uno de sus brazos mientras aumentaba el ritmo de la mano.

-¿Me vas a dar lechita, papi? - preguntó, mimosa.

-No Ana.. no... por favor... no me hagas esto - se quejó Antonio, gimiendo de placer, sin moverse.

-¿Qué no te haga qué? ¿Una pajita?

-Déjame... déjame - intentaba luchar el hombre.

-¿Prefieres una mamada entonces? No creo tu gorda polla me quepa toda en la boca, pero intentaré tragarme lo máximo que pueda.

Antonio casi se corre al oír a su hija hablándole así. No la reconocía.

-Ana... por dios. No me hagas esto - exclamó, cerrando los ojos.

Los abrió cuando notó algo húmero alrededor de la cabeza de su polla. Allí, arrodillada y mirándole a los ojos, Ana le pasaba la lengua lentamente por el amoratado capullo. Cuando se percató de que él la miraba, abrió la boca y empezó, muy lentamente, a meterse la polla dentro. Cuando vio que su padre se mordía el labio inferior, supo que había ganado.

A pesar de su juventud, Ana había aprendido el poder que ejercía con los hombres. En aquellos videos que le había descubierto a su padre, casi todas las chicas parecían sumisas. Se prestaban al hombre, para que saciara sus deseos sobre sus caras, en sus bocas, en sus coños o en sus culos. A pesar de eso, enseguida se dio cuenta de que la mayoría de los hombres, en el fondo, eran como corderillos. Si los manejabas bien, los tendrías comiendo en tus manos y harías con ellos lo que quisieras.

Era tan fuerte el instinto sexual que era raro el hombre que no caía en la tentación. Daba igual si era casado o no, si tenía pareja o no. Si una mujer guapa se le insinuaba, le hablaba con dulzura y se mostraba un poco zorra, ese hombre caía en sus redes.

Y ahora, con aquella dura polla llenándole la boca, palpitando a punto de vomitar su lava ardiente y espesa, comprobaba que daba igual si esa mujer era su hija o no.

Sabiéndose ganadora, se preparó para recibir en la boca la eyaculación del derrotado hombre y desayunar con el semen prohibido. Su mano izquierda, que estaba libre, la metió por dentro de su pijama y se acarició la encharcada rajita de su coño.

A punto de correrse ella también, se sacó un segundo la a punto de explorar verga.

-Dame lechita papi...llénamela de leche caliente que me la tragaré toda... Agggg venga papá... córrete para mi y me correré para ti...

-Dios...Ana...dios...

Antonio notó como le llegaba el orgasmo. Como cada fibra de su cuerpo empezaba a tensarse.

-Y esta noche... quiero que me folles... que me claves este rico pollón tuyo hasta el fondo de mi coñooooo - susurró Ana notanto también como su orgasmo empezaba.

Aquellas últimas palabras de su hija fueron como una tremenda explosión que estalló contra los últimos resquicios de cordura de Antonio. Se apartó de golpe del lado de Ana, haciendo que ella perdiera asidero con su polla.

-No...he dicho que no - casi gritó el hombre, luchando por parar el orgasmo.

Cerró con fuerza los ojos. Su polla palpitó solo una par de veces, pero de ella no salió nada. Había, en el último momento, conseguido detener el estallido.

Antonio volvió a abrir los ojos y miró a una sorprendida Ana, que arrodillada, con la mano izquierda acariciándose, lo miraba de hito en hito. Él estuvo a punto de reprenderla por todo aquello, pero en vez de eso, se dio la vuelta y se marchó, dejándola sola en la cocina.

Ella se levantó y se puso el café que su padre estaba preparando. Lo oyó entrar al baño, luego a su alcoba y al poco, al sentir la puerta principal cerrarse, supo que su padre se había ido a la oficina.

-Uf, este hombre es duro de pelar - se dijo, con una sonrisa - Parece que voy a tener que emplearme más a fondo.

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Eran las 10 de la mañana y Antonio no se podía concentrar en su trabajo. Desde que llegó a su despacho no se quitaba aquella situación de la cabeza. Estaba enfadado. Más consigo mismo que con su hija. Consigo mismo por no haberla podido parar a tiempo. Y sobre todo, enfadado porque sentía palpitar, congestionada y atrapada en sus pantalones, su dura polla.

A su mente volvía una y otra vez el sensual recuerdo de la noche anterior, con la linda cara de Ana cubierta con su semen. El recuerdo de esa mañana de ella mirándole a los ojos con su polla en la boca. Un par de segundos más y se la habría llenado con una poderosa corrida, que ella, sin duda, se habría tragado con placer. Y si él, en pleno orgasmo, le hubiese sacado la polla de la boca y le hubiese repartido el resto de la eyaculación por la cara, ella se habría limitado a sonreír.

Por dos segundos. Solo dos segundos más y habría sentido ese gran placer. Pero había sido lo suficientemente fuerte para impedirlo a tiempo. Lo suficientemente fuerte o lo suficientemente estúpido.

Se tocó la polla sobre el pantalón, con los ojos cerrados, recordando. Se dio cuenta de que así no podía seguir, que tenía que liberar la inmensa tensión que sentía. Así que se levantó, cogió una carpeta para poder taparse la evidente erección y se dirigió al baño.

Allí, poco después, apretando los dientes, se corría a borbotones en el wáter, llenándolo de regueros de espeso semen que resbalaban por la blanca porcelana hasta caer al agua. Pero Antonio, con los ojos cerrados, imaginaba que en donde caían era sobre el sonriente rostro de su hija.

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A las tres de la tarde Antonio regresó a su casa. Por una parte, temía encararse con Ana. Por otra, más oculta, más oscura, deseaba verla. Después de cambiarse de ropa fue a la cocina, en donde estaba su mujer. A la cocina es que esa mañana Ana le había chupado la polla hasta casi hacerlo correr.

-Hola cariño - le saludó su esposa - ¿Qué tal el día?

-Bien... tranquilito.

-Perdona lo de anoche. Estaba cansada.

"Ya... si me hubieses dejado follarte... si me hubieses descargado la polla.... nada de esto habría pasado" - pensó Antonio.

Iba a decirle algo, a reprocharle su desgana sexual, casi a haberle obligado a hacer lo que hizo, cuando se dio cuenta de que estaba culpando a su mujer por la atrocidad que solo él había cometido.

-Perdóname tú. No debí haberte gritado - le respondió, acercándose a ella y dándole un ligero beso en los labios.

Ella sonrió. Antonio miró sus aún lindos labios

"Si fueses como Ana... todo sería maravilloso"

Iba a besarla con más pasión cuando oyó la puerta principal cerrarse.

-Ya estoy en casa, familia - gritó Ana desde el recibidor.

Antonio sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

-Hola mamá. Hola... papi. - saludó Ana desde la puerta de la cocina mirando a sus padres.

-Hola tesoro. ¿Las clases bien? - preguntó su madre.

-Buah, aburridas como siempre.

-La comida ya está lista.

-No tengo hambre, mamá. Comimos unos bocatas en la cafetería sobre las dos.

-Pero algo tendrás que tomarte.

-Ya merendaré algo contundente después. Aunque un poco de leche calentita si que me tomaba. ¿Me la das, papi? - le dijo, con mirada pícara, a su padre

Antonio dejó de respirar, mirándola con los ojos casi desorbitados. Se dijo que su mujer iba a empezar a gritar como una posesa ante aquellas zafias palabras de su hija. Pero ella se limitó a decirle que le echara un par de cucharadas de cacao a la leche.

-¿Me la llevas al cuarto papá? Voy a aprovechar para acabar un trabajo - dijo la chica, mirándole a los ojos antes de darse la vuelta y desaparecer

Lo dejó allí, paralizado. Vio como su mujer metía un vaso de leche en el microondas. Solo la campana avisando de que la leche estaba lista lo sacó de su limbo.

-Ponle el cola cao y llévaselo a la niña. Yo termino de preparar la comida, cariño.

El hombre cogió le vaso de leche, disolvió un par de cucharadas de cacao y se dirigió al dormitorio de su hija. Solo se lo llevaría. Le daría la leche y se iría de allí. Recorrió el pasillo que lo llevaba hasta la habitación de Ana, decidido a ser fuerte.

Abrió la puerta sin llamar y otra vez se quedó paralizado. Allí, en medio de la habitación arrodillada y completamente desnuda estaba Ana.

-Pero...¿Pero qué haces? ¿Estás loca? ¿Y si hubiese sido tu madre la que vino? - Consiguió articular.

-Uf, pues habría sido algo raro, jiji

Antonio no pudo evitar mirarla, desnuda antes sus ojos después de muchos años. Ahora con el cuerpo de una mujer, no de una niña. Un precioso y sensual cuerpo de mujer. Su polla hizo lo que hace una polla al ver a un preciosa mujer desnuda.

-Sabes que no es esa la leche que quiero, papi.

-Ana, por favor, no me hagas esto...

-¿El qué?

-Por el amor de dios. Soy tu padre.

-¿No eras mi padre cuando ayer me llenaste la cara de leche? ¿De quien fue la corrida que me tragué?

-Ana...

-Venga, déjate de tonterías, papi. Yo lo deseo. Y tú está claro que lo deseas - le dijo, señalando el bulto de su pantalón. - Cierra la puerta, acércate y deja que tu niña te coma la polla.

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A mitad del almuerzo, su mujer le miró.

-¿Qué te pasa, cariño? - le preguntó.

-¿Eh? -Oh.. nada...

-Es que no has dicho ni una palabra durante todo la comida. ¿Todo bien?

-Sí sí, todo bien. Solo son cosas del trabajo. Tengo un lío con unas facturas.

-Espero que se arregle.

-Seguro. Solo tengo que cuadrarlas y listo.

Antonio no pensaba un ninguna factura. Solo pensaba en lo que había pasado hacía unos minutos. En como había cerrado la puerta de la habitación de Ana. En como se acercó a ella, aún con el vaso de leche en la mano. En como ella, sin más palabras, le bajó la bragueta y, diestramente, le sacó la polla. En como, mirándole a los ojos, abrió la boca y se tragó su verga hasta la mitad.

Recordó cada maravilloso instante de la que sin duda había sido la mejor mamada que le habían hecho jamás. Ana, arrodillada, sin tocarle con las manos, solo usando la boca, le proporcionó uno de los mayores placeres de su vida. Si apartar los ojos de los de él movía su boca, arriba, abajo, haciendo que la dura verga entrara y saliera de su cálida boca. A veces se la sacaba del todo para lamer todo el tronco, pasándose la polla por la cara, antes de volver a tragársela. Despacito, sin prisas... proporcionando solo placer.

Su mano tembló, agarrotada por el orgasmo, haciendo que varios chorros de leche con cacao cayeran al suelo justo en el momento que varios chorros de semen salían disparados de su polla para hacer blanco sobre la cara de Ana, que notando la inminencia de la corrida, se había sacado la barra de la boca para que fuera su rostro el agraciado con la cálida ducha. Hasta su cabello había recibido varios de los espesos latigazos de paternal semen.

Cuando la polla dejó de manar, Ana se la metió otra vez en la boca y entonces sí que llevó una se sus manos a su encharcado coño. No tardó muchos segundos en estallar en un intenso orgasmo mientras su padre, jadeando, la miraba.

-Vete a... a comer - jadeó Ana - No vaya a ser que mamá venga a buscarte y se líe parda.

Antonio dejó el mediado vaso de leche sobre la mesa del ordenador, se guardó la morcillona polla y se marchó, sin decir ninguna palabra.

El bip bip de su móvil lo trajo a la realidad. Su mujer se levantó a llevar los platos al fregadero y Antonio miró a ver que era el mensaje. Vio que era un wasap de su hija. Se cercioró de que su esposa no estuviera mirando y lo abrió.

"Mira que linda me dejaste, papi" -decía Ana, acompañando el texto de una foto tomada por ella misma. Arrodillada, con el semen que él le había echado en la cara, ahora goteando ya sobre sus tetas. Su lindas y preciosa tetas.

Otro mensaje aparecíó debajo.

"Ahora solo te falta follarte a tu niña. Clavarle esa gran polla tuya en el coño y follártela bien fuerte, hasta llenárselo a rebosar de leche... y luego comerle el coño...dejarlo sin rastro de semen"

¿Pero quién era esa persona? ¿Cuándo se había convertido Ana, su hijita, en aquella endiablada mujer ?

Apagó la pantalla del móvil. Levantó la vista y se encontró con su mujer, que de espaldas e él, enjuagaba los platos antes de meterlos en el lavajillas

"Si fueses como ella... si fueses un poco como ella...", pensó, notando como su entrepierna volvía a la vida.

Antonio se dio cuenta de que iba a perder. Que por mucho que luchara contra el deseo, Ana saldría ganando. Fue consciente de que a su polla le importaba tres cuartos que la boca que la llevaba al orgasmo fuera la de su hija. Solo le importaba el placer, sin ver las posibles consecuencias. Miraba a su mujer, a la que quería, a la que amaba, mientras su polla crecía en su pantalón deseando a otra mujer. A la más prohibida de todas las mujeres.

Su mirada bajó hacia el culo de su esposa. A pesar de los años, se mantenía firme. Se contoneaba mientras ella frotaba en el fregadero uno de los calderos. Su piernas lucían hermosas, saliendo como dos columnas por debajo del vestido verde que le llegaba a medio muslo.

"Si fueses ella, ahora me levantaría, te subiría el vestido, te bajaría las bragas y te clavaría la polla hasta el fondo del coño. Y no me dirías nada. Solo gemirías de placer mientras te follaba bien fuerte"

¿Y si lo hacía? ¿Y si lo intentaba?

Se levantó, se acercó a la espada de su mujer y se pegó a ella, para que notara la dureza de su polla contra el culo. Sus manos acariciaron los costados del cálido cuerpo y pasaron adelante para abarcar los pechos. La besó en el cuello.

-Cariño... - dijo ella.

-¿Qué?

-La niña...

"¿La niña? Si supieses como mama pollas la niña no la llamarías niña nunca más" -pensó

-Está en su cuarto. - le susurró al oído antes de lamerle el lóbulo de la oreja

-Pero... podría venir.

-La oiríamos - le dijo mientras su mano derecha empezaba a subirle el vestido.

-Ahora no. Esta noche.

-¿Por qué ahora no?. Te deseo, Luisa. Ahora. Ya.

-Esta noche, te lo prometo. Tengo muchas cosas que hacer.

Antonio iba a protestar. Empezaría a gritar y otra vez se enzarzarían en una de sus discusiones. Cerró los ojos y respiró hondo.

-Está bien - dijo, separándose

Luisa siguió fregando el caldero, sin darse la vuelta. Antonio se fue al salón, lleno de rabia. Allí se sentó y puso en la tele uno de esos estúpidos programas que solían poner a esas horas.

"Si esta noche... si esta noche acabo en el cuarto Ana follándomela... no será solo mi culpa. No será solo mi culpa" - de decía, apretando los puños.

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Por la tarde Ana salió con las amigas. Luisa fue a ver a su madre y Antonio se quedó solo.

Sobre las 6 recibió un wasap de Ana.

-Papi, espero que no estés mirando pelis guarras en tu ordenador. Y si lo haces, ni se te ocurra correrte, bribón. Ya sabes en donde quiero que vacíes esa polla esta noche. Uf, estoy mojadita solo de pensarlo

Leyó el mansaje, pero no le contestó. Si no lo hacía, quizás ella lo dejaría. Quizás esa noche haría el amor con su mujer y todo volvería a la normalidad. Quizás toda aquella locura quedase atrás.

Pero a los pocos minutos llegó otro mensaje de Ana.

-Papuchi... Si te mando una cosa...¿Prometes no correrte? - y añadió una carita sonriente como de inocente.

Antonio miró la pantalla. ¿Que le prometiera no correrse? ¿Qué le iba a mandar esa manipuladora mujer?

"Pues no te voy a contestar, Ana. No vas a poder conmigo" - se dijo, aferrándose a sus últimos resquicios de cordura.

Al minuto, otro bip bip. Era de ella.

Dicen que la curiosidad mató al gato. A Antonio no lo mató, solo le puso la polla dura al mirar el mensaje y ver la imagen que Ana le había mandado.

Estaba tomada de perfil. Ella, arrodillada, tenía una polla en la boca y su cara estaba cubierta de varios chorros de semen. Desnuda, se tocaba con los ojos cerrados. Antonio reconoció en seguida la polla. Porque era su polla. La foto era de soberbia mamada que Ana le hizo al medio día.

-Perdona la mala calidad, pero es la mejor que pude sacar del video - escribió ella.

-¿Qué video? ¿Qué dices? - tecleó Antonio nervioso.

-El que grabé antes mientras te comía la polla. Uf, papi. La corrida se ve clarita. ¿Te lo mando?

Antonio tenía la boca abierta. Por el ángulo de la foto, supo que Ana había escondido la cámara en la repisa de enfrente. Y tenía que estar grabando desde antes que él entrara en la habitación. Ella sabía, antes incluso que él, que iría a su habitación y lo había dispuesto todo.

-No - contestó

-¿Seguro?

-Seguro. No quiero verlo.

-Ay, papi, que tonto eres. Pues a las chicas les ha encantado. Dicen que tienes una polla preciosa.

-¿Queeeeee? ¿Pero te has vuelto loca, Ana?

La pantalla se llenó de dos filas completas del icono de la cara sonriente con dos lágrimas de risa.

-Que es broma, hombre. El vídeo es solo para ti. Ahí va.

-No lo quiero.

-Tú mismo. Lo borras si no lo quieres. Chaito.

No lo borró. Dejó que se descargara pero no lo abrió... en ese momento. Media hora después ya no pudo más y lo miró.

Era el mejor video porno que había visto jamás. Era, simplemente, perfecto. A pesar de la deficiente iluminación sus ojos gozaron del soberbio espectáculo protagonizado por su linda hija.

+++++

Durante la cena, los tres juntos en la cocina, Ana actuó de manera normal, sin miradas pícaras, sin insinuaciones. ¿Quizás había terminado todo?

Entre los tres recogieron la loza y luego Ana se fue a su habitación a escuchar música, dejando a sus padres en el salón a ver la tele, como cada noche. Antonio se recostó en su rincón del sofá y Luisa en el otro extremo del mismo sofá, como habitualmente hacían.

Se pusieron a ver la película de uno de los canales. Él acarició los pies de su mujer, que le sonrió. Pero cuando Antonio empezó a subir por sus piernas, ella las recogió.

Antonio no dijo nada. Se quedó quieto, esperando. Media hora después, le preguntó.

-¿Qué pasa, Luisa?

-Nada. ¿Por?

-¿Y lo que me prometiste esta tarde?

-Estoy cansada, cariño.

-Ya.

-Lo siento.

-Y yo.

No hablaron más hasta que la película terminó. La mujer se levantó y se despidió de su marido, yéndose a acostar. Él ni la miró. Siguió mirando la televisión.

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Luisa no podía dormir. Estaba arrepentida de haber tratado así a su marido. Lo amaba, pero su lívido estaba muy baja desde hacía tiempo. Ya no sentía deseo, como antes. Y siempre le ponía excusas para no hacer el amor con él. Y cuando al fin accedía, él insistía en hacer cosas que a ella no le gustaban.

Lo había rechazado el otro día, dejándolo excitado. Esa tarde, en la cocina, también estaba excitado y lo volvió a rechazar. Y hacía un rato, cuando él intentó un avance, volvió a rechazarlo. Se sintió mal consigo misma.

Seguro que él seguiría en el salón, enfadado. ¿Y si iba con él, se sentaba a su lado y lo acariciaba? Lo masturbaría lentamente. Quizás hasta le chuparía la polla, como a él tanto le gustaba, aunque se apartaría cuando él se fuera a correr. Que ella no tuviese deseos en ese momento no tenía que significar que él no tuviese placer, así que se levantó y se acercó al salón.

Se extrañó al no verlo allí. ¿Estaría en el baño? O quizás en su estudio...viendo porno y masturbándose, como sabía que hacía a menudo. Si era así, ¿Qué hacer? ¿Dejarlo solo o entrar, ponerse a su lado y masturbarlo ella?

El baño estaba apagado. También el estudio.

Supo exactamente donde estaba cuando oyó leves gemidos provenientes de la habitación de Ana. Como una zombi recorrió el oscuro pasillo hasta la puerta del cuarto de su hija. Los gemidos eran más evidentes.

Sin hacer ruido, abrió lentamente la puerta. Con la oscuridad del pasillo vio claramente lo que allí pasaba. Antonio, su marido, se estaba follando salvajemente a Ana, que desnuda, con las piernas abiertas, gozaba de las tremendas embestidas que su padre le propinaba.

-Aggg, córrete papi....lléname de leche...

Luisa se quedó mirando como Antonio arreció con sus caderazos hasta que se quedó quieto, tenso. Supo que su marido se estaba corriendo en lo más profundo del coño de su hija, que por su cara, se corría con él.

Dejó la puerta abierta y, en silencio, volvió a su cama.

Entonces fue consciente de lo que había visto. Su marido se acababa de follar a su hija delante de sus ojos. Le había clavado la polla hasta llenarla de toda aquella leche caliente que siempre soltaba. Y ella se había quedado mirando, sin decir nada. Ni un grito, ni un reproche, nada. Solo miró y se fue.

También fue consciente de otra cosa. Que estaba empapada. Que su coño palpitaba de deseo entre sus piernas. Gimió de placer como hacía años que no lo hacía cuando sus dedos recorrieron la sensible rajita de su coño.

Y se corrió, como hacía mucho que no lo hacía, mirando a los ojos de su marido, que desde la puerta de la habitación, la miraba.

La cara de Antonio había pasado del pánico absoluto al descubrir la puerta abierta de la habitación de Ana a la incredulidad, primero, y al deseo, después, al ver como su mujer se tensaba y se convulsionaba en pleno orgasmo.

Se abalanzó sobre ella e hizo que su mujer se corriera una y otra vez, follándola con pasión, hasta que ella le suplicó que parara. Se la sacó y se quedó arrodillado entre las abiertas piernas de su mujer, con la polla brillante de jugos palpitando en el aire

-Córrete en su cara, papi - dijo Ana apoyada en la puerta, desnuda, con el semen de su padre escurriendo por sus muslos hacia sus rodillas.

No fue mucho. Estaba casi vació. Pero la leve sonrisa del rostro de sus esposa sobre cuya mejilla se dibujaba una macha blanca hicieron a Antonio inmensamente feliz.

FIN

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