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Confidencias en el diván 4 . Bautismo de leche

en Hetero: General

Soy una chica normalita. Un poco tímida. Bueno, un poco bastante. Me pongo colorada con facilidad. Y el saber que me miran hace que me ponga más colorada aún.

A mis 19 años sigo siendo virgen. Salí con un chico hace tiempo pero no llegamos a nada. Para mí el sexo se limitaba a tocarme en la cama, por las noches, a fantasear con príncipes azules.

Hasta que apareció él. Vivo en un edificio con muchas viviendas y no es extraño que coincida al bajar y al subir con algún vecino.

El ascensor se paró en mi piso. Al abrirse la puerta allí estaba. Era un hombre de unos 40 o 45. Entré y saludé bajito. Soy tímida pero bien educada. Buenos días, le dije. Él me contestó con un buenos días.

Su voz me hizo estremecer. Era una voz profunda, muy varonil. Me giré, mirando hacia la puerta y el ascensor bajó. Al llegar al piso bajo, mantuvo la puerta abierta y me dejó salir a mí primero.

Pensé que sería alguna visita, pero un par de días después volví a encontrármelo al subir. Con aquella voz profunda me pidió el piso al que yo iba. Se lo di y pulsó el mío y el suyo, dos más arriba que el mío. Recordé que me dijeron que había un vecino nuevo. Debía de ser él.

Cuando el ascensor se paró, salí.

-Hasta luego - me dijo con aquella voz profunda.

-Hasta luego - le contesté sin mirarle.

No pasó nada más hasta unos días después. Volví a coincidir con él al bajar. No venía solo. Había dos vecinas más y dos niños, del décimo. Apenas cabíamos en el ascensor, pero entré. Saludé cortésmente y me puse de espaldas a ellos, cara a la puerta. Él estaba justo detrás de mí.

Noté que algo me rozaba el culo. Imaginé que por lo apretado del espacio me habrían tocado sin querer. El segundo toque, más intenso, me hizo tensar. Aquello no era un roce accidental. Sentí unos dedos recorrer mis nalgas.

El corazón me empezó a latir con fuerza. ¡Me estaban metiendo mano! Solo podía ser él. Los niños eran aún muy niños, y no creo que sus madres se dedicaran a meterle mano a las jovencitas. Tenía que ser él.

¿Qué hacer? Noté mi cara ponerse roja. Si me daba la vuelta todos me verían así. Me moriría de vergüenza. Me quedé congelada, sin moverme. Ni siquiera me moví cuando sus dedos recorrieron la hendidura que separa mis nalgas. A pesar del pantalón de vaquero que llevaba, los sentí.

Cuando el ascensor paró y las puertas se abrieron, salí a toda prisa, sin mirar atrás ni despedirme. Mi cara estuvo acalorada hasta muchos minutos después en el autobús que me llevaba a la facultad.

Traté de olvidarme de lo que había pasado.

Pero la casualidad hizo que ese mismo día, cuando esperaba el ascensor para subir a mi casa, él apareciese detrás de mí.

-Buenos días - me dijo, como si nada.

-Buenos días, contesté, sin mirarle.

Me permitió pasar. Entró detrás de mí. Me puse mirando hacia la puerta. Él se quedó de pie a mi lado. Pulsó su piso y el mío. Ya se lo sabía. El ascensor empezó a subir y lo sentí. Me estaba tocando otra vez. El corazón se me desbocó. La cara me ardía.

Estábamos solos. No había problemas de espacio. Su mano empezó a sobarme el culo, y lo hacía a conciencia.

Tenía que haberme encarado con él. Decirle que era un degenerado. Darle un bofetón. Pero me quedé allí, sin decir nada, quieta, dejándome meter mano por aquel... tipo. Deseé que el ascensor llegara a mi piso para salir corriendo. Pero algo dentro de mí también quería que no parase.

En cuanto se abrió la puerta, salí corriendo.

-Hasta pronto - me dijo con su varonil voz.

No le contesté. Abrí la puerta de mi casa y fui corriendo a mi habitación. El corazón me latía con fuerza. Cerré la puerta y traté de calmarme. Me costó mucho, no dejaba de pensar en su mano acariciándome el culo. No dejaba de preguntarme cómo permití que lo hiciera.

Esa noche, en mi cama, a oscuras, todo volvió a mi mente. Su voz, sus dedos recorriendo mis nalgas. No me di cuenta de que estaba frotando mis muslos. No me di cuenta de que me estaba poniendo cachonda hasta que gemí.

Estaba mojada. Mis pezones se endurecían por momentos. Cuando me masturbaba pensaba en hombres imaginarios. En situaciones sensuales. En algún actor de cine. Esa noche, cuando mi mano se metió por dentro de mis bragas y recorrí con mis dedos la rajita de mi coño, pensaba en él.

Gemí de placer imaginando que me acariciaba en el ascensor. Que lo paraba en medio de dos pisos y se pegaba a mí. Que me restregaba su polla por el culo, acariciando mis tetas con sus manos. Su boca besaba mi cuello. Hasta imaginé su lengua recorriendo mis orejas. Y su voz. Su profunda voz diciéndome toda clase de obscenidades.

Jamás me había corrido tan rápido como esa noche. Ni tan intensamente. Mi cuerpo fue recorrido por fuertes espasmos y mis dedos se llenaron de los jugos que mi coño expulsó. Me quedé jadeando, con los ojos apretados.

¿Volvería él a tocarme? Lo temía. Lo deseaba.

No tuve que esperar mucho. Justo al día siguiente, al medio día, él esperaba el ascensor. Dudé si subir con él o esperar en la puerta del edificio a que él subiera.

Ganó mi timidez, mi miedo. Me quedé en la puerta disimulando hasta que el ascensor llegó y él se subió. Esperaba que el pulsara su piso y desapareciese. Pero en vez de eso, se quedó sujetando la puerta y me miró. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Se quedó esperando. Fue la primera vez que le miré a los ojos. Estaba claro que se quedaría esperando a que yo subiese al ascensor.

Sentí el retumbar de mi corazón en las sienes. Sabía que él me tocaría. Lo sabía. En vez de irme, me dirigí hacia él  y entré al ascensor. Él entró detrás de mí. En cuanto las puertas se cerraron, su mano fue directamente a mi culo y me lo empezó a sobar. Ese día yo llevaba una falda de tergal, finita, así que sentí sus dedos casi como si me tocaran directamente la piel. El ascensor empezó a subir y mi cuerpo a estremecerse. Mi coño estaba empapado. Creo que se me mojó ya antes de entrar.

Cuando sus dedos presionaron a lo largo de la raja de mi culo, mi coño ya era un mar de jugos. Los pezones me dolían de lo duros que los tenía. Nunca había estado tan cachonda. Miré como los números de los pisos cambiaban. Cuando llegaran al cinco me bajaría y saldría corriendo, sin mirar atrás, con la cara roja como un tomate.

Al llegar al tercero él se acercó a mí y se pegó a mi espalda. Enseguida noté algo duro restregarse contra mi culo. Ummm, dios mío. Era su polla. Me estaba restregando la polla por el culo, como en mi fantasía. Me quedé sin respiración. Sentí su aliento en mi cuello.

-¿Notas como me pones la polla? - me susurró al oído.

Me flaquearon las piernas cuando sus labios rozaron mi piel. Mis ojos, entreabiertos, miraban la pantalla...3...4...5....

Abrí los ojos de golpe. El ascensor no se detuvo en mi piso. Siguió subiendo. Miré la botonera y me percaté de que solo estaba pulsado el séptimo, su piso. Me asusté, me puse tensa y traté de separarme, pero él me sujetó con fuerza por los brazos.

-Tranquila. No pasa nada, preciosa.

Creí que me obligaría a salir, que me llevaría a la fuerza a su casa, pero en vez de eso, salió primero que yo y mantuvo la puerta del ascensor abierta. Yo miraba al suelo, ruborizada, temblando de pies a cabeza.

-¿Qué? ¿Sales o no sales?

Me atreví a levantar la vista y mirarle. Iba a decirle que me dejara, que era un degenerado. Pero cuando vi sus ojos, como me miraban, su sonrisa segura, salí del ascensor como una autómata. Caminó delante de mí, abrió la puerta de su casa y yo le seguí dentro. El sonido de la puerta al cerrarse resonó en mi cabeza como un trueno.

Miré al suelo. Él estaba delante de mí. Puso una mano en mi barbilla y me levantó la cabeza. Su mirada me traspasó.

-Veo que eres una chica muy tímida... y también veo que estás cachonda - dijo, mirando mis tetas

Bajé la mirada y me di cuenta que mis pezones se marcaban en la blusa. Me puse aún más colorada. Me cogió de una mano y me llevó al salón. Me hizo sentar en un sofá y se sentó a mi derecha.

-Yo también estoy cachondo - me dijo

No pude evitar que mi mirada se posara en su pantalón. Me estremecí al ver el bulto que su polla formaba.

-Puedes tocarla. No muerde.

Aparté la mirada. No podía moverme. Quería salir corriendo. Por el rabillo del ojo vi como acercó una mano hacia la mía y me la cogía. La empezó a llevar hacia su polla. Traté de retirarla, pero me sujetó con fuerza y siguió acercándola hacia él. Hasta que la puso sobre su polla.

Me mordí el labio inferior. La noté dura. Me movió la mano a lo largo de su dureza, una y otra vez.

-Ummm, eso es, preciosa.

Me di cuenta que me había soltado la mano y que era yo la que recorría su polla. Estuve un rato sobándosela.

-¿Estás mojadita, verdad?

¿Mojada? Estaba empapada. Notaba mi coño palpitar entre mis piernas. Apreté su polla con mis dedos.

-¿No contestas? Bien. Ya lo compruebo yo.

Rápidamente, su mano fue a mis rodillas y la metió por debajo de la falda. Despacito, acariciando mi piel, la fue acercado hacia mi coño. Cuando casi llegaba, asustada, cerré las piernas, con fuerza, atrapando su mano entre ellas.

-¿Te me pones remilgosa ahora? Abre las piernas.

No me moví. Seguía paralizada.

-Te he dicho que abras las piernas - dijo en tono fuerte, con autoridad.

Las abrí ligeramente, apenas un poco.

-Más.

Otro poco más Mi corazón era un caballo desbocado.

-Del todo. Abre las piernas del todo.

Su muslo izquierdo me impidió abrir mucho mi pierna derecha, pero la izquierda la abrí cuanto pude.

-Así, muy bien... ummm que piel más cálida y suave tienes.

Volvió a mover la mano, lentamente, hasta que una descarga recorrió mi cuerpo. Me había tocado las bragas. Recordé el día en el que el chico con que salía me rozó ahí por encima del pantalón. Como salí corriendo sin volver a verlo jamás. Y ahora, un hombre, que podría ser mi padre, me tenía en su sofá, abierta de piernas y pasando sus dedos por mis bragas.

-Vaya, pues sí que estas mojadita. Noto la humedad traspasando tus bragas.

Recorrió la rajita de mi coño con un dedo, sobre la tela. No pude evitar gemir. Notaba mi cuerpo en tensión, al borde del orgasmo. Apretaba sin darme cuenta su polla con mi mano.

-Mírame. Mírame a los ojos.

Me costó mucho mirarle, pero lo hice. Con nuestras miradas unidas, él metió los dedos por debajo de la braga y los pasó ahora directamente sobre la piel. Cuando me frotó el clítoris ya no pude más. Mi cuerpo se tensó, apreté los dientes y me corrí con intensidad. Traté de que no se notara, pero los espasmos de mi cuerpo eran imposibles de disimular.

-Vaya... pero si te estás corriendo ya...

Frotó con más fuerza mi clítoris, alargando mi orgasmo. Mis ojos se cerraron y aferré con fuerza su polla. Fueron largos segundos de puro placer. Cuando terminó mi orgasmo, retiró la mano y la llevó a su nariz. Mirándome se la olió.

-Me encanta como huele tu coño... Ummmm y como sabe - añadió chupándose los dedos.

Mi corazón no dejó de latir con fuerza. Hasta que casi se para cuando me dijo.

-Sácame la polla.

Los dedos me temblaban cuando le bajé la bragueta. Metí la mano y lo intenté, pero no pude. No encontraba la parte de arriba del calzoncillo.

-Espera, ya me la saco yo.

No aparté los ojos de su bragueta. Vi como metía su mano y se la sacaba. Mis ojos se abrieron como platos a ver la primera polla de mi vida. Se sacó también los huevos y quitó las manos, exponiéndose.

-¿Te gusta mi polla? Está así por ti.

Era gruesa, surcada por hinchadas venas. Tan ensimismada estaba mirándosela que no me di cuenta de como me cogía otra vez la mano y la llevaba a su polla. Me hizo agarrarla y con su mano, subió y bajó la mía a lo largo de su polla.

Era dura y suave a la vez. Caliente. Me soltó la mano y yo seguí moviendo la mía.

-Ummm, que rico. Aprieta más. No se va a romper.

Era la primera polla que tocaba. La primera paja que hacía. Le miré a los ojos, buscando aprobación. El me sonrió. Seguí subiendo y bajando mi mano.

-Aggg, que rico. Lo haces muy bien. ¿Has hecho muchas pajas?

-No - me atreví a decir casi en un susurro.

-¿No? ¿Cuántas?

-Es...la primera.

-Vaya...una primeriza. ¿Tampoco has hecho una mamada?

-No.

Bajé la vista, avergonzada. Detuve mi mano, pero no solté su polla.

-¿Cómo te llamas? - me preguntó.

-Nathalie.

-Bien, Nathalie. Hoy va a ser tu bautismo de leche.

-¿Qué?

-Tu bautismo de leche. Tu primera mamada. Vas a aprender comerte una polla como es debido.

Se levantó y cogió un cojín del sofá. Lo puso a sus pies. Me dijo que me arrodillara y obedecí. Ante mi cara quedó su polla. La miré, entre asustada y maravillada.

-Quédate quieta.

Me cogió la cabeza con sus dos manos y acercó su polla. Me la empezó a pasar por la cara. Me pidió que le mirara a los ojos. Ummmmm, me encantó sentir su polla en mi piel. La dejaba allí, quieta. Notaba su peso y....o dios, su olor. Un olor intenso que me embriagaba. Incluso llegó a darme golpecitos en las mejillas.

-Ahora, empieza a darle besitos, a lamerla, sin dejar de mirarme a los ojos. Nunca dejes de mirarme a los ojos.

Seguí sus instrucciones. Mi lengua recorrió el tronco de su poderosa polla. Besé con mimo su cabeza, sus dos huevos. Él gemía, sin dejar de mirarme, de guiarme. Cuando me lo dijo, abrí la boca y su polla entró, al fin.

-Aggg, ahora mama. Chupa. Acaricia con la lengua.... así... eso es... aprendes rápido.

Seguí mamando. Traté de meterme toda su polla en la boca, pero solo pude hasta la mitad. No me cabía más. Volvió a cogerme la cabeza y a moverse, adelante y atrás. Me estaba follando la boca. Ummmm y me encantaba. Aquello me estaba volviendo loquita. Mi coño no dejaba de palpitar.

-Vas a ser una buena mamona, Nathalie. Has nacido para esto. Lo llevas en la sangre....

Siguió un rato follándome la boca. Después se paraba para que fuera  yo la que moviera mi cabeza.

-Sabes que las niñas buenas se beben toda la leche, ¿No?

Sentí un escalofrío. Quería que me tragase su semen. Se iba a correr en mi boca y yo tendría que tragarme su leche. Con la boca llena de polla, asentí.

-Bien. Pero siendo este tu bautismo de leche la corrida la recibirás en tu linda carita.

Había visto por internet algunos videos, esos en los que la chica recibía en la cara el semen del hombre. No me gustaron. Los encontré sucios. Y ahora yo estaba arrodillada delante de un hombre que iba a hacer eso. Se iba a correr en mi cara. Y lo único que sentí fue deseo. Deseo de ser... bautizada.

Me empezó a follar la boca más rápido, a gemir con más intensidad.

-Aggg, Nathalie.... prepárate...Vas a ser...bauti...za...daaaaaa

Sacó su polla de mi boca y la dejó, suelta, sobre mi cara. La polla dio un brinco y un espeso chorro de semen salió disparado sobre mí. Cayó en mi mejilla derecha, sobre mis entreabiertos labios. Otro espasmo de la polla y un segundo chorro cayó sobre mi frente, sobre mi ceja. Él no emitía sonidos. Tenía los dientes apretados y los ojos semi cerrados.

Su polla tuvo varios espasmos más. Todos seguidos de un espeso chorro de blanco semen que caía sobre mi cara. Yo sentía su calor. Y su peculiar olor. Los últimos espasmos no expulsaron ya más semen.

Por fin terminó. Empezó a jadear, sin dejar de mirarme.

-Wow, Nathalie. No recuerdo haberme corrido así hacía mucho. Estás... preciosa.

Me llené de orgullo. Lo había complacido. Se quedó unos segundos mirándome, contemplándome. Yo le miraba, seria.

-Ven.

Me ayudó a levantarme y me acercó a un espejo que había en una pared. Se puso detrás de mí y me hizo mirar.

-Mírate. Mira lo hermosa que te ves así, con la cara llena de leche.

Se pegó a mí y noté su polla, aún dura, contra mi culo.

-¿Recuerdas lo que hacen las niñas buenas?

Vi en el espejo como una de sus manos se acercaba a mi cara. Como recogía un poco de su semen y lo acercaba a mi boca. Sin que me dijera nada, la abrí y le chupé el dedo. El sabor de su semen me pareció extraño, pero me encantó.

Mirándome a través del espejo fue recogiendo con sus dedos la leche que cubría mi cara y me la fue dando, me fue alimentando. Yo, como una niña buena, me bebí toda la leche.

Me dio la vuelta, con brusquedad. Me miró a la cara, a los ojos, y entonces, acercó su boca a la mía y me besó. El beso me hizo estremecer. Buscó su lengua con la mía. Sus manos apresaron mis tetas. Las apretó, las acarició, haciendo que yo gimiera en su boca.

-Nathalie...qué buena estás. No sabes cómo te deseo.

Me cogió una mano y la llevó hasta su polla. La agarré y le empecé a hacer una paja mientras nos besábamos con pasión.

-¿Eres virgen, Nathalie?

-Sí - contesté bajando la mirada,  otra vez avergonzada.

-Mírame.

Le miré a los ojos.

-¿Quieres que te folle, Nathalie? ¿Quieres que te clave la polla en el coño y te folle bien follada?

Siempre imaginé que mi primera vez sería con mi príncipe azul. La imaginé llena de romanticismo, de amor. Y en aquel momento, siendo besada por aquel hombre, con su dura polla en mi mano, el sabor de su leche aún en mi boca, me salió un grito de lo más profundo de mi ser.

-Siiii, fóllame...méteme toda la polla en el coño.

Me cogió de la mano y me llevó hacia su dormitorio. En mi cabeza resonaba su última frase "¿Quieres que te clave la polla en el coño y te folle bien follada?".

FIN

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