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Sucumbir al deseo

en Amor filial

Ana estaba en el salón, viendo la tele, a punto ya de irse a acostar, cuando oyó los gritos de sus padres, que se habían ido hacía rato a su dormitorio. No era la primera vez que los oía discutir, pero esa vez parecía más gorda de lo habitual.

A los pocos segundos, sonó un portazo y su padre apareció por la puerta del salón.

-Ah, aún estás aquí - dijo él, visiblemente mal humorado.

-Sí.. pero ya me iba a la cama, papá.

Antonio se sentó en el sofá, apretando los puños. Ana se levantó para irse a dormir, pero al verlo así, tan tenso, se volvió a sentar.

-¿Estás bien, papi? - le preguntó.

-Sí cariño... Es que tu madre....ya no sé... bah.. déjalo.

-¿Qué pasó esta vez?

-Lo de siempre.

Antonio estuvo a punto de empezar a hablar y contárselo todo a su hija, pero no era algo de lo que un padre podía hablar con una hija.

Ana esperó unos segundos a ver si él decía algo, pero al ver que simplemente se quedaba mirando al suelo, decidió preguntar.

-¿Es por... el sexo?

-¿Qué? ¿Por qué preguntas eso? - exclamó, sorprendido, Antonio.

-No es la primera vez que os oigo discutir. Las paredes son finas y de casi todo se entera una.

Antonio se quedó sin saber qué decir. Sí, era un problema de sexo... más bien de falta de sexo y de deseos no satisfechos.

Esa misma noche, él y su mujer se fueron a la cama. Antonio estaba excitado, y deseaba echar un buen polvo con su mujer. Hacia muchos días que no lo hacían, y desde que empezó a acariciarla y besarla, por como respondió ella, supo que esa noche tampoco habría sexo. Así que le cogió una mano se la llevó hasta su dura polla.

-Al menos hazme una paja, cariño. Estoy muy caliente.

-Tú siempre estás caliente - respondió ella, agarrando la dura barra de su marido y empezando a masturbarlo.

Antonio se destapó. Quería ver como la mano de su mujer subía y bajaba a los largo de su polla. Ver la delicada mano de su mujer alrededor de su gruesa barra era más excitante que solo sentirla.

-Está dura, ¿Eh? - dijo, orgulloso.

-Sí... se ve que estás muy caliente, cariño

-Uf... mucho. ¿No quieres que te la meta? ¿No quieres un buen polvete?

-Estoy cansada...Otro día.

-Está bien.

Antonio se resignó a que esa noche solo conseguiría aquella paja. Pero él quería más. Deseaba algo que ella nunca le había dado. Algo que le había negado siempre. Sin que ella le soltase la polla, se arrodilló y se acercó a la cara de ella.

Su mujer, dejó de mover la mano.

-Sigue mi amor.. sigue...haz que me corra... lo necesito - le imploró.

Ella movió la mano lentamente, moviendo la polla hacia un lado. Antonio volvió a moverse, dirigiéndola nuevamente hacia la cara de su esposa.

-Así cariño... así...Hazme correr así.. solo una vez... Lo deseo tanto.

-No. Eso no.

-¿Pero por qué no?

Ahí empezaron los gritos. Que si era un cerdo, que siempre le pedía lo mismo, que si ella no era una puta. Fueron levantando las voces hasta que Antonio dejó el dormitorio dando un portazo.

Y ahora, su hija, le preguntaba si era un problema de sexo.

-¿Es que ella no quiere hacer el amor o... no quiere hacer algo? - preguntó Ana.

-Bueno... últimamente tu madre no...Ana... no me siento cómo hablando de esto contigo.

-Papá, ya soy mayorcita. No voy a escandalizarme por nada.

-Ya... pero...

-¿Ya no quiere... follar? - insistió ella.

Antonio miró a su hija. Nunca la había oído decir esa palabra. Tacos sí, pero no... follar.

-No. Cada vez menos - dijo tras largos segundos Antonio, mirando al suelo.

-Y tú quieres más.

-Sí. Yo tengo deseos. Y me gustaría follar más con mi mujer. ¿Es eso un crimen? - casi gritó Antonio.

-Claro que no, papá. Y seguro que ella quiere. Será una mala época. La menopausia y esas cosas. Quizás deberían acudir a un especialista. Seguro que hay solución.

-Sí, quizás. Pero no es solo eso.. es...

Él, nuevamente, se calló. Había empezado a abrirse ante su hija, a contarle sus problemas íntimos con su mujer. Pero no podía contarle sus deseos.

-¿Es..? - preguntó Ana al ver que su padre no seguía.

-No... nada. Solo son... en fin...

-Deseos no cumplidos - susurró Ana.

-S..sí - admitió Antonio, mirando al suelo.

-¿Algo que tú quieres y ella no acepta?

Antonio se tensó. ¿Tan finas eran las paredes como para que Ana lo supiese todo?. No se atrevía a contestar.

-¿Es eso, no? - insistió Ana.

-Mira.. cariño. Mejor lo dejamos, de verdad. Somos adultos, sí. Pero me da cosa hablar de esto contigo.

Ana no se rindió.

-Papi, que no me voy a escandalizar por nada, hombre.

Antonio hizo ademán de levantarse para irse. Ana, entonces, se lanzó.

-¿No deja que te corras en su cara?

La miró de hito en hito. Se dejó caer otra vez en el sofá. Se frotó las manos, cerró los ojos y sintió como sus mejillas se sonrojaban, aunque en la semi penumbra del salón Ana no lo notó.

-Joder, pues sí que son finas las jodías paredes - dijo, cuando pudo volver a hablar.

-Sí que son finas, si - dijo, entre apagadas risas Ana - Pero eso no lo sé por haberles oído.

-¿Y entonces? ¿Có...cómo lo sabes? - exclamó un ahora intrigado Antonio.

-Es que... tengo poderes, papá

-¿Queeeeeeee?

La mirada que le echó su padre hizo que Ana estallara en un fuerte carcajada que enseguida tapó con uno de los cojines del sofá. Cuando se calmó, se quitó el cojín de la cara.

-Qué carita has puesto, papi. No tengo poderes, hombre - y volvió a reír con ganas.

-¿Y entonces? - preguntó un aún extrañado Antonio.

Ana respiró hondo para no volver a reír y trató de parecer seria.

-Descubrí tu fantasía hace mucho, papá.

-¿Pero cómo?

-¿Recuerdas cuando perdí el cargador del portátil?

- Sí, lo recuerdo. Sobre todo por los 30 euros que me costó reemplazarlo.

-Pues ese día estaba haciendo un trabajo para la fácul. Y cuando me quedé sin batería... pues cogí tu ordenador.

Antonio abrió los ojos.

-Te aseguro que no fue a propósito. Fue una casualidad que me salieran ciertas páginas... porno. Se ve que se te olvidó borrar el historial, jeje.

-Ya... es que no pensé que alguien fuera a mirarme mis cosas.

-Que no las miraba, papá. De verdad. Pero me urgía buscar información. Pero entonces, al saber que mirabas porno, aunque ya me lo suponía porque todos los hombres que conozco y los que conocen mis amigas miran porno, me picó la curiosidad. Y me di cuenta de que la gran mayoría de las páginas que mirabas eran de un tema en concreto.

Antonio volvió a sonrojarse. Su hija no solo sabía que miraba porno por internet, sino que había visto incluso las páginas que visitaba. Las páginas que usaba para masturbarse fantaseando con hacer lo que allí veía.

-Lo siento. Pensarás que soy un degenerado, un cerdo.

-Joder, papá. Claro que no pienso eso.

-Eso es lo que dice tu madre.

-Ya...Pero no todas las mujeres somos iguales. A algunas... hasta les gusta.

La que se sonrojó entonces fue Ana, aunque su padre no la miró.

-¿Tú crees? - dijo Antonio

-Sí...a mí, por ejemplo, me gusta.

Ahora Antonio sí que la miró.

-¿De... verdad?

-Ajá. Y creo que es por tu culpa.

-¿Por mi culpa? ¿Cómo que por mi culpa?

-Cuando descubrí tu... secreto...al principio me sorprendió, la verdad. Me puse a mirar algunos vídeos. Algunos no me gustaron, pero muchos sí. Incluso llegaron a excitarme.

-¿En serio?

-Sí. La verdad es que a partir de ese día muchas veces he cogido tu ordenador a escondidas para ver los videos que tu veías.

-Joder Ana.

-¿Qué? ¿Tú si te la puedes menear viendo porno y yo no?

Antonio estaba sorprendido, y sin argumentos.

-Su...supongo que sí.

-Soy una mujer. También a mi me gusta el sexo.

-No eres una mujer, eres mi hija.

Los dos se miraron a los ojos y estallaron al unísono en unas rápidamente acalladas carcajadas.

-¿Recuerdas a Juan? - preguntó Ana cuando se calmaron

-¿Ese antiguo novio tuyo?

-Sí ese. Pues cuando se lo pedí no me dijo que no. Es más, casi salta de alegría! jajaja

-¡Coño!

De repente, una imagen llenó la mente de Antonio. La imagen de su sonriente hija, con la cara cubierta de espeso semen. Cerró los ojos y sacudió la cabeza, tratando de sacar aquella idea de su imaginación.

-Pues parece que es algo muy común entre los hombres. Mis siguientes novios también quedaron encantados.

-Como para no estar encantados, la verdad.

"Ojalá pudiera yo correrme en una cara tan linda como la tuya", pensó Antonio, arrepintiéndose en el acto de haberlo pensado.

A Ana empezó a latirle con más fuerza el corazón. Dudaba en si dar o no un paso más. Sentía desde aquel día deseo hacia su padre. Desde que descubrió aquellos videos. Y esa noche, debido a la discusión con su madre, se había atrevido a sincerarse con él.

-¿Si te enseño una cosa no te escandalizas? - le preguntó.

-¿Qué cosa? -dijo Antonio

Ana sacó su móvil de un bolsillo y abrió la galería. Buscó un carpeta específica y de allí, una foto específica. La miró antes de pasarle el teléfono a su padre. Los dedos le temblaban ligeramente.

Cuando Antonio vio la foto, se quedó sin respiración. Lo que hacía unos momentos había imaginado y rechazado de su mente, estaba ahora plasmado a todo color en la pantalla de alta resolución del móvil. Ana, su querida hija, estaba arrodillada, sonriendo a la cámara con una copiosa corrida llenando su cara. Su frente, sus mejillas, su nariz...sus labios, cubiertos de espeso y blanquecino semen.

No podía apartar la vista de aquella imagen. Era una de las imágenes más eróticas que había visto en su vida. No solo por estar mirando a una preciosa chica tal y como él deseaba verlas, sino porque esa chica era su adorada hija.

Ana, con el corazón a mil por hora, miraba a su padre, que no dejaba de mirar el teléfono.

-¿Te... gusta?

-Uf... cariño...es...uf

-¿No te gusta?

-Claro que me gusta. Estás.. preciosa

-Gracias. Lo siguiente es un video. Si quieres.. míralo.

Antonio dudó. Luchó. Pero el deseo pudo más. Deslizó con el pulgar hasta que una imagen le volvió a dejar sin respiración. Ana arrodillada en el suelo, con una polla en la boca y un triangulo de play sobre la pantalla. Antonio no fue consciente de que su pulgar pulsaba sobre el triángulo.

En la pantalla del teléfono se sucedió una sensual mamada, realizada expertamente por Ana, que sin usar las manos, solo con la boca, mirando a la cámara, llevó al afortunado dueño de aquella dura polla a un intenso orgasmo que bañó su rostro con varios chorros de semen. El video terminó con su hija sonriendo como había visto en la foto anterior al video.

-El vídeo si parece que te gustó -dijo Ana

-¿Qué? - preguntó un azorado Antonio

-Que el video - respondió Ana señalando a la entre pierna de su padre - parece que sí te gustó.

Cuando Antonio miró en la dirección que señalaba ella, se dio cuenta de que su polla, dura como una estaca, había convertido a su pijama en una tienda de campaña. Avergonzado, cogió un cojín y se tapó la protuberante erección.

-Yo... lo siento, Ana.

-Yo no. Me habría molestado que no se te pusiera dura, jiji.

Todo aquello era un poco surrealista. Antonio se tapaba la poderosa erección que el video que su propia hija le había enseñado le produjo.

-Hay más videos. Míralos si quieres. No me importa que tú los veas, papi.

-Ana.. yo... será mejor que no. Esto no está bien.

-Papá... sabes que te quiero mucho. Me da pena que estés frustrado porque mamá no quiera... complacerte.

-Así es la vida, cariño.

Como había dicho, Ana quería mucho a su padre. Se sentía mal al saber que él tenía ciertos deseos, ciertas necesidades que su tonta madre, por unos tontos prejuicios, no le satisfacía. Con lo placentero que era agradar al hombre con el que estaba. Sentir ese calor pegajoso cubrirle la cara. Ver la mirada de profundo agradecimiento del jadeante amante que se acababa de correr sobre ella.

No era justo que su padre no pudiese cumplir su deseo, así que se atrevió a ofrecerle algo con lo que llevaba tiempo fantaseando.

-Papá. Sé cuanto lo deseas. Ahora sabes que mi no me disgusta, que es más, me gusta. ¿Quieres hacerlo? - le dijo, mirándole a los ojos.

-¿Cómo? ¿Pero qué dices Ana?

-Está claro, ¿No?. Te digo que si lo deseas, estaría encantada de que... te corrieras en mi cara.

Los corazones de ambos latían con fuerza. La polla de Antonio se endureció aún más de lo que ya estaba. Se quedó mirando a su linda hija, que le acababa de proponer cumplir su más ansiado deseo sexual, con ella.

Su mente pensaba como loca. ¿Qué decir? ¿Qué hacer? ¿Caer en la tentación? ¿Sucumbir al deseo con su propia carne?. Fueron largos segundos en los que ella, sin dejar de sonreír, le miraba.

Cuando por fin pudo poner en orden sus pensamientos, dejó de mirarla.

-Ana... Sí, es mi mayor deseo. Hacer... eso con una mujer. Y más con una tan linda como tú. Pero no puedo. Eres mi hija.

-Pero... a mí no me importa que lo hagas. Deseo que lo hagas.

-No puede ser cariño. Hemos llegado demasiado lejos con esta conversación. Te agradezco el ofrecimiento, pero tengo que rechazarlo. No estaría bien.

-Quizás tengas razón. Lo siento - exclamó Ana, bajando la cabeza, sintiéndose ahora avergonzada.

-No mi amor. No hay nada que sentir. Me halaga mucho que quisieras hacer algo así por mí, de verdad. Pero no puedo aceptarlo. ¿Lo entiendes?.

-Sí, lo entiendo. ¿Estás enfadado?

-Claro que no, tesoro, claro que no.

-Bueno...pues... me voy a la cama.

-Vale. Que descanses. Hasta mañana.

La muchacha se levantó y se fue a su cuarto, dejando a un todavía sorprendido Antonio solo en el salón. Cerró la puerta y se tiró en la cama.

-¡Joder!. Le acabo de enseñar un video a papá y le dije que se podía correr en mi cara. ¡¡¡Joder!!!

Desde que había descubierto aquel día por casualidad los videos de su padre, cuando los miraba muchas veces fantaseaba conque era su él el que lo hacía, el que le bañaba la cara como en esos vídeos. Se convirtió en una fantasía recurrente. Y esa noche acababa de confesársela a su padre.

¿Qué pensaría de ella ahora? Se había dejado llevar por la calentura, intentando cumplir una retorcida fantasía de su mente. Al menos su padre había sido lo suficientemente cabal como para no aceptar aquella locura.

Se maldijo a sí misma, preguntándose como podría volver a míralo a la cara sin sentir vergüenza.

Mientras, en el salón, Antonio seguía con el cojín tapándose la erecta polla. No se quitaba de la cabeza aquella foto, aquel video. La sonriente carita de Ana cruzada de lado a lado con trallazos de semen. Miró hacia la puerta, para asegurarse de que no había nadie y metió su mano derecha por dentro del pijama, agarrando su enhiesta verga.

Cerró los ojos y empezó a masturbarse. Notó que de la punta de la polla salía líquido pre seminal en abundancia, prueba de lo caliente que estaba. Se pajeó apenas dos minutos cuando notó que estaba casi a punto de correrse, así que se levantó, si soltarse la polla, y se fue al baño.

Allí, se bajó los pantalones y se puso delante del lavamanos para que la que sabía abundante corrida que iba a tener no dejara todo pringado. Recomenzó la paja, con los ojos entornados, mirándose la polla a través del espejo.

¡Qué linda estaba Ana cubierta de leche.! Sería maravilloso poder correrse sobre una cara tan preciosa como la de ella. Notó que su orgasmo empezaba a formarse, que su cuerpo empezaba a tensarse.

-Tonto... te lo ofreció y la rechazaste. Te ofreció su carita para dejarla cubierta de leche caliente y la rechazaste. Mira que eres idiota - le dijo a su reflejo del espejo a punto de correrse.

De repente, justo antes de llegar al punto sin retorno, ese que cuando se cruza ya nada puede impedir el orgasmo, se paró.

¿Y si lo hacía? Si ella lo permitía...¿Qué mal había en ello?

Se subió el pantalón, y sin importarle que su polla levantara la fina tela, se dirigió al dormitorio de Ana. Cuando estuvo delante de la puerta, levantó la mano derecha para llamar a la puerta. Durante unos segundos dudó, aún, si tocar o irse. Si hacerle caso a su conciencia o a su palpitante polla.

El golpe de sus nudillos al tocar suavemente la puerta dejaron claro quien ganó.

-¿Sí? - oyó que decía bajito Ana tras la puerta.

Antonio abrió y entró, cerrando tras de sí. La habitación estaba iluminada tan solo por la lamparita de la mesa de noche de Ana, que recostada en la cama lo miraba. Desde allí su padre estaba casi en penumbra.

¿Vendría a reprocharle lo que había pasado antes? ¿A castigarla por ser una mala hija, una depravada?

Cuando su padre se acercó lentamente a la cama y la luz de la lámpara baño su cuerpo, Ana vio como algo duro pugnaba por romper la tela del pijama de su padre y escapar. Le miró a los ojos y no vio enfado. Vio deseo. Él no estaba allí para echarle la bronca. Esta allí para otra cosa.

Ese deseo que vio en los ojos de él irrumpió como una ola en su propio cuerpo. Notó su estomago encogerse, sus pezones endurecerse... y su coño palpitar. Volvió a bajar la mirada hacia el pantalón de su padre.

Antonio fue consciente de a donde miraba ella, y lejos de taparse, se quedó quieto.

-Solo una vez - dijo él - solo una vez.

Se miraron a los ojos. Ambos encendidos de deseo. Ana volvió a mirar hacia el pantalón y acercó su temblorosa mano derecha hacia allí.

-No...cariño...no me toques - susurró Antonio dando un paso hacia atrás.

-¿Por qué no?

-No estaría bien....

-Pero papá... ¡Si has venido a correrte en mi cara!

-Lo sé... Pero si no me tocas pensaré que es menos...ya sabes.

-¿Menos... incesto?

-Sí.

Ana no iba a ponerse a discutir ahora sobre si era más o menos incestuoso si ella le tocaba o no, así que se lavantó y se arrodilló delante de la mesilla de noche, para que la luz de la lamparita la iluminase bien. Su padre se aceró a ella, dejando el bulto que formaba su polla a menos de 30 cm de su cara.

Ninguno hizo nada. Ella miraba hacia la polla y él a ella.

Una última duda cruzó la mente de Antonio. Aún no había pasado nada. Podía darse le vuelta y parar toda aquella locura antes de que fuera demasiado tarde. Pero el angelical rostro de su niña, que arrodillada ante él lo miraba, hizo caer la última y débil barrera que aún lo aprisionaba.

Tiro de los pantalones hacia abajo y le mostró, ahora en todo su esplendor, su dura polla. Se quedó sorprendido que lo dura que parecía. No recordaba haberla visto así desde hacía mucho. Si últimamente cuando estaba cachondo se vencía un poco hacia abajo, ahora se veía enhiesta, ligeramente curvada hacia arriba, surcada por hinchadas venas. Era tal y como la tenía de más joven.

Ana abrió los ojos al descubrir la gran polla que tenía su padre. Era gruesa, bastante larga. Una preciosa y poderosa verga.

-Wow, papa. Vaya tranca - exclamó, admirada. - Mamá es tonta por no atenderla como debe.

Antonio siguió sin moverse. Ana se impacientó.

-Venga papi. Tócate...

-Cariño. Estoy tan excitado que si me toco me correré.

-Ummm. Pero a eso has venido ¿No? A correrte... en mi cara.

Ella se sentó sobre sus talones, levantando ligeramente la cara para ofrecerle una mejor diana a su padre.

-Venga... dámela ya... dame tu lechita caliente - imploró Ana, como hacían las chicas en los videos que tanto le gustaban a su padre... y a ella.

Aquello fue demasiado para Antonio. Creyó incluso que podría correrse sin llegar siquiera a tocarse. Se agarró la polla con la mano derecha, se acercó más a la cara de Ana y se dispuso a cumplir, por fin, su más anhelado deseo. Bastaron un par de movimientos de la mano para que el más intenso y arrollador orgasmo de su vida estallara en cada fibra de su cuerpo. Sin apartar la vista de la sonriente cara de su hija, notó la presión del primer chorro de semen que salió disparado de la punta de su polla, para estrellarse contra la frente de Ana.

Con la boca abierta en una mueca de placer, con la respiración cortada, fue repartiendo los siguientes chorros por toda el rostro de ella. Manchó la frente, las mejillas, la nariz... Los labios recibieron varios de los latigazos. Ella, con los ojos cerrados y una sonrisa dibujada en ellos recibió, estoica, la tremenda eyaculación que su padre le estaba depositando en la cara.

Antonio solía correrse en abundancia, pero nunca como esa vez. No los contó, pero fueron 12 potentes chorros y dos o tres más con menos fuerza. Cuando todo terminó, el aire volvió a sus pulmones y jadeó, sin apartar la vista de la soberbia visión de aquella preciosa joven, arrodillada ante él, luciendo una mascarilla de semen. De su semen.

-Joder papá. Nunca se habían corrido así en mi cara. ¿Estoy guapa?

-Estás... preciosa... -jadeó Antonio.

Ana se limpió uno de  los párpados para poder abrir los ojos y mirar a su padre.

-¿Te gustó, papi?

-Uf... es lo más intenso que me ha pasado. Nunca me había corrido tanto.

El hombre vio como dos espesos goterones caían desde la cara al pijama de Ana.

-Será mejor que te laves, cariño. Te vas a manchar.

-Aún no... me gusta sentir la leche calentita en mi cara...

Antonio observó como Ana metía una de sus manos por dentro del pantalón de su pijama. Vio como ella se mordía el labio inferior y volvía a cerrar los ojos.

-Ummm papi... Estoy muy cachonda. Desde que descubrí tus videos soñé muchas veces con esto... con que me llenaras la carita con tu leche. Jamás imaginé que sería... tanta...

Él, que no se había soltado la polla, miró embelesado como su adorada hija se masturbaba, arrodillada delante de él, con la cara goteando el semen con que acababa de rociarle el rostro sobre el pijama. No se dio cuenta de que su propia mano había empezado a subir y bajar a lo largo de su verga.

Ana sí se dio cuenta, al entreabrir los ojos.

-Ummm, sí papi... hazte otra paja sobre mí. Dame más de esa lechita espesa y caliente.

Ana sacó la lengua, pasándola sobre sus labios, recogiendo con ella parte del esperma de su padre. Se relamió de placer.

-Que rica, papá. Me gusta el sabor de tu semen prohibido. ¿Te correrás otra vez? ¿Quieres llenarle a tu niñita la boca de leche? Si lo haces seré buena y me la tragaré toda.

Miró a su padre a los ojos, abriendo la boca y sacando la lengua, en una clara invitación. Antonio se pajeó con más, ganas, con más fuerza, sin apartar los ojos de aquella erótica y morbosa escena. Llegó incluso a acercarse más a ella, hasta que le punta de su polla quedó a menos de tres centímetros de la ofrecida boca.

La joven se frotó el inflamado clítoris y notó como su cuerpo se tensaba. Cerró los ojos, apretó los dientes y estalló en un fuerte orgasmo que llenó su cuerpo de espasmos. Fueron largos segundos de intenso placer, segundos en los que Antonio no dejó de masturbase, mirándola. Cuando el orgasmo la dejó recuperar la voluntad de sus músculos, volvió a abrir la boca y a sacar la lengua. Sus ojos se clavaron en los de su padre.

A pesar del reciente orgasmo, la excitación que Antonio tenía en ese momento lo estaba llevando rápidamente a un nuevo estallido de placer. Aminoró un poco el movimiento de su mano para gozar más tiempo de toda aquella situación. Ana arrodillada, masturbándose, pidiéndole que le llenara la boca de leche, con la cara goteando aún su anterior poderosa corrida.

Le fue imposible aguantar mucho más. Notó como lentamente la ola que precede al orgasmo se fue acrecentando hasta llegar al punto más álgido. Se preparó para disfrutar del espectáculo que se iba a desarrollar ante sus ojos, que pugnaban por cerrarse. Consiguió mantenerlos abiertos para ver como de su polla salía un chorro blanco que golpeó sobre la lengua de Ana, seguido por varios más, todos y cada uno de los cuales dieron de pleno dentro de la boca de su hija.

Ana notó todos y cada uno de los calientes latigazos. Sintió como su boca se llenaba de la prohibida semilla. Siguió con la boca abierta, mostrándole a su padre el mar blanco en que se había convertido su boca. Su propio orgasmo se iba a disparar, así que cerró con rapidez la boca y se tragó la abundante, espesa y sabrosa corrida que la llenaba y estalló justo cuando le llegaba al estómago.

Su padre la miró correrse, casi aún sin respirar. Los dos empezaron a los pocos segundos a tomar aire a bocanadas.

Ana abrió los ojos y le miró. Sonrió y abrió la ahora vacía boca.

-¿Ves? Me la bebí toda.

Antonio quería arrodillarse y besarla. Darle las gracias por lo que ella acababa de hacer por él. Estuvo a punto de hacerlo.

Pero entonces, la miró. Miró aquella linda cara, manchada de un ya más licuado semen. La cara de su hija. Ahora, una vez liberada la tensión sexual, la culpa tomó más fuerza. Se subió los pantalones, guardando su semi flácida polla.

-Gracias cariño. Ha sido maravilloso... Pero... nunca debimos llegar a esto.

-¿No te gustó?

-Claro que me gustó. Demasiado. Pero estuvo mal. Ha sido solo esta vez...No podemos....

Se dio la vuelta y se marchó, dejando a Ana arrodillada. Cuando él abandonó la habitación y cerró la puerta, ella se levantó, se acercó al espejo de su cómoda y se limpió la cara usando toallitas húmedas.

-Papi - le dijo a su propio reflejo - Tu dirás lo que quieras, pero voy a probar esa preciosa polla tuya.

(CONTINUARÁ)

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