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Un culito cambió mi vida

en Hetero: General

Hace años que por motivos de trabajo me fui a otra provincia. Al principio volvía a casa bastante a menudo, pero poco a poco la casa de mis padres pasó a ser eso, la casa de mis padres y en donde vivo y trabajo, mi casa. Ahora sólo voy a ver a mi madre en verano y en Navidad.

Mi padre murió hace años. Mi madre vive sola en su casa, pero tiene al resto de la familia cerca. Y ahora, también a mi abuela. Ya está muy mayor y no se podía manejar ella sola, así que se trasladó a vivir con mi madre. Una persona mayor como mi abuela necesita ciertos cuidados que mi madre no le puede dar, así que entre los hermanos decidieron que lo mejor era contratar a una chica que le echa una mano.

De todo esto me enteraba yo los fines de semana, que es cuando la llamaba para saber como iban las cosas. Me dijo mi madre que habían contratado a una chica que venía todos los días, por la mañana, para ayudarla con mi abuela y de paso también con la casa.

Llegó agosto y programé una visita a mi madre de dos semanitas. El resto me iría con unos amigos a Estambul. Cogí el coche y me dispuse a conducir las siete horitas que me separaban de mi casa natal. Salí por la mañana temprano. Hice las oportunas paradas y llegué a casa de mi madre sobre las cinco de la tarde.

Los abrazos de una madre son siempre los mejores. Me dijo, como siempre, que estaba más delgado. Como siempre que cuando me casaba y, como siempre, le dije que cuando encontrara a una mujer como ella. Le encanta que le diga eso.

-Umm, no creo que encuentres a ninguna como yo. Soy única.

-Lo sé mamá. Pero yo sigo buscando.

En la salita de estar estaba mi abuela. Ya le costaba levantarse, así que fui yo a saludarla. Le di dos besos y la mujer se quedó encantada. Yo era su nieto mayor, y como siempre decía, su preferido.

Como siempre que iba a casa, esa noche mi madre había preparado una cena para todos. Cuando digo todos, me refiero a mis hermanos, sus parejas y las sobrinas. Me encantó volver a verlos a todos, especialmente a mis preciosas sobrinillas. Al verlas tan poco, cambiaban ante mis ojos por momentos.

Pasamos una velada estupenda, hablando sin parar. En un momento en que estaba apartado de los demás, se acercó mi hermano.

-¿Ya conociste a la chica? - me preguntó.

-¿Qué chica?

-La que mamá contrató para ayudar con la yaya.

-Pues no. Llegué a las cinco. ¿Por?

-¿Por? Ya me dirás.

-¿Qué le pasa? ¿Está buena?

-Jejeje. Ya me dirás.

 La verdad es que yo no había pensado mucho en la chica. Me imaginaba una señora sobre los 40, fuerte como para tratar a una mujer del peso de mi abuela. Me imaginé que sería sudamericana, pues es lo que se estilaba por aquí. A los inmigrantes, dada su necesidad, se les paga menos que a los nacionales.

Después de que todos se marcharan, quedamos los tres en la salita hablando un rato más. Mi abuela se fue a dormir y al poco yo, que estaba agotado por el largo viaje en choche.

-Hasta mañana, mamá.

-Hasta mañana, Juan. La chica viene a las 8 y lo primero que hace es bañar a la yaya. Espero que no te despierten.

-No te preocupes. Chao.

+++++

Me despertó el sonido de la ducha. Holgazaneé unos minutos en la cama y decidí levantarme al poco. Cuando salí, miré al baño. La puerta estaba entornada y el agua seguía corriendo.

-Ya está, doña Juana.

No conocía esa voz. Debía ser la señora. Pero su voz parecía la de una chica joven. Fui al otro baño a hacer mi pis mañanero y después a la cocina. Allí estaba mi madre preparando el desayuna para mi abuela.

-Buenos días. ¿Qué tal has dormido?

-Agggg - dije, desperezándome - muy bien.

-¿Te has despertado?

-Bah, no importa. El día es para vivirlo y no para dormir.

Oí pasos por el pasillo. Lentos y arrastrados. Era mi abuela, que despacito, venía hacia la cocina. Al poco entró por la puerta, seguida por la chica. La miré.

-María, este es mi hijo Juan, del que te hablé.

-Hola. Encantada.

-Ho..Hola.

Por su acento, había acertado sobre su procedencia, del otro lado del charco. En todo lo demás había fallado. Era una chica joven, sobre los 24 años. Morena, no muy alta y de fuerte, nada. Era una mujer bastante guapa, con el pelo largo recogido en una cola de caballo. Me miró fugazmente. En seguida desvió la mirada. Recorrí su cuerpo.

! Pero que buen estaba! Una camiseta negra, ajustada. Unos pantalones también negros. La tela era como los culottes de los ciclistas. Fina y pegada a la piel. Cuando pasó a mi lado y le vi su culo me quedé pasmado. El mejor culo que había visto en toda mi vida. Sin duda. Redondo, bien puesto, de nalgas rotundas, llenas, pero no en exceso. Uno de esos culos que le hacen a uno girarse en la calle para mirarlos o seguir a la dueña unos pasos por detrás.

Con lo que me gusta a mí ( y a la mayoría de los hombres) un culo bonito y ahora tenía uno en casa. Pero en ese momento tuve que dejar de mirarlo. No era cuestión de quedarme como un pasmarote mirándole el culo a la chica delante de mi madre.

El resto de la mañana, hasta que ella se fue, me lo pasé haciéndome el encontradizo con ella, para admirar su belleza. Y sobre todo, su espectacular culito.

!Joder! . Qué maravilla de culo tenía aquella mujer.

Ella era muy callada. Se dedicaba a limpiar y cuando nos cruzábamos miraba al suelo. Si yo le decía algo, respondía en voz baja.

Esa noche, acostado en mi cama, mi cama de toda la vida, recordaba el culete de María. La polla se me puso dura como una piedra. Y recordando viejos tiempos, me hice una buena paja a la salud de María y su culazo. Esa cama había sido testigo de mis primeras pajas. Antes no estaba sólo ( dormía con mi hermano) y tenía que ser silencioso y hacerlo a oscuras. Ahora, a solas en la habitación, pude despacharme a gusto. Me corrí abundantemente sobre mi pecho y me limpié con el papel que siempre tenía preparado para estos menesteres.

Me dormí deseando que llegara la mañana para poder admirar otra vez aquellas soberbias posaderas.

+++++

Nuevamente me despertó el ruido de la ducha. Me levanté, hice mis cosas y fui a la cocina a hacerme el desayuno. Mi madre preparaba el de la abuela.

-¿Otra vez levantado tan temprano? Cierra la puerta para que no te despierten. Les diré que cierren también la del baño.

-Nah, no te preocupes, mamá. Ya estoy acostumbrado a levantarme a estas horas.

Los arrastrados pasos de mi abuela me anunciaron la llegada de María. Ummmm, preciosa, como el día anterior. La camisa era azul marino. El pantalón, el mismo. Una segunda piel. Me senté a desayunar y a mirar. La polla se me empezó a despertar, y tuve que hacer esfuerzos para que no se despertara del todo. No era cuestión de andar escandalizando a la abuela! jajajaja.

Después del desayuno me fui un rato a ver la tele, aunque por las mañanas sólo hay programas rosa. ¡ Pero qué coño !. Estaba de vacaciones y me apetecía saber si la Belén Esteban se divorciaba o no.

De vez en cuando salía a la cocina, a mi cuarto, a donde fuera. A donde estuviera ella. Yo la miraba y ella a mí sólo fugazmente. Enseguida bajaba la mirada. Y sobre todo, le miraba el culo. El culazo. Me imaginé que ella no sería tonta y sabría que la miraba. Pero una chica como ella estaría acostumbrada a que la miraran.

A media mañana mi madre me dijo que iba al súper a comprar. Eso me daría un tiempo para estar con María a solas. Mi abuela, la pobre, no contaba, Su velocidad de crucero era ínfima. En cuanto mi madre salió y oír bajar el ascensor, fui a la cocina en donde María estaba limpiando. Me senté en una silla. Ella me daba la espalda y el blanco de mi deseo me saludaba. ¡ Qué cosa más linda !

-¿De dónde eres? - le pregunté

-De Ecuador - me dijo, sin mirarme.

-Ah, creo que es un lindo país. ¿Llevas mucho tiempo en España?

-Va para tres años ya

 La chica parecía algo tímida. No sé cómo se sentiría así, de espaldas a un hombre del que sabía a ciencia cierta que le estaría mirando el culo. Un hombre que además era el hijo de su jefa. Pero a mí me daba lo mismo. Sólo quería mirarle el culamen.

También podría ser que no fuera tímida, sino simplemente, discreta. Que sabía su lugar y que no iba a ponerse a charlar amigablemente con el hijo de la jefa.

Una llamada de mi abuela que quitó el culo de la vista. Miré como ella abandonaba la cocina. Al poco volvió, y ahora nos miramos. Yo seguía sentado, con mi polla formando un evidente bulto en mis pantalones que no traté de disimular. Si ella se dio cuenta, no dio señal alguna. Volvió a lo que estaba haciendo y yo a lo mío, comérmela con los ojos.

Hasta que volvió mi madre y me fui disimuladamente a mi cuarto, con la polla como una roca. Me la sobé un poco sobre el pantalón, y tentado estuve de sacármela y darme una alegría, pero por si las moscas no lo hice. Mi madre era mucho más rápida que mi abuela.

El resto de la mañana hasta que María se fue le hice un par más de 'visitas'. Por la tarde salí de compras y por la noche con unos antiguos amigos a tomar unas copas. No me sacaba el culo de María de la cabeza.

Volví a casa, me fui al dormitorio y agustito y calentito en mi cama, le dediqué otra manuela al culo de la ecuatoriana.

+++++

A la mañana siguiente no me despertó el ruido de la ducha. Me desperté solo y la oí llegar, hacer los preparativos y entrar al baño con mi abuela. Me levanté y fui a la cocina a ayudar a mi madre con el desayuno.

-Buenos días, mamá.

-Buenos días, cariño. ¿Dormiste bien?

-Ummmm estupendamente.

-¿Llegaste muy tarde?

-No, que va. Sobre las 12. Ya dormías.

-Espero que no bebieras mucho.

-Pero mamá, que ya no soy un niño de teta, coño.

De joven la pobre tuvo más de una noche que cuidarme tras las borracheras que me cogía los fines de semana. Pero esa ya era cosa del pasado. Ahora era un hombre serio. A veces, jeje. Un hombre serio no estaría deseando que entrase en la cocina la chica del servicio para mirarle el culo. Bueno, sí. Un hombre serio se conformaría con mirárselo. Yo creía ser uno de los serios.

Hasta que María entró en la cocina y pasó por delante de mí. Ver ese culo contonearse me hizo pensar cosas que un hombre serio no pensaría. ¿O sí? Yo que sé. Dicen que los aparentemente serios son los peores. Que las matan callando.

Después del desayuno me fui a ver un rato a Ana Rosa. Mi madre y mi abuela llegaron al poco.

-Y... bueno, Juanito. Cuando me vas a dar un bisnieto.

-Coño abuela. Primero necesito una novia.

-Pues búscala, leñe. Que no voy a durar para siempre.

-Jajaja. Abuela. Ahora mismo salgo a buscar una que quiera ser la madre de tu primer biznieto.

Esta abuela mía siempre con los mismo. No quería dejarnos sin antes tener un bisnietillo o bisnietilla. Pero yo llevaba más de un año sin novia y sin ninguna en perspectiva.

A la media hora de charla intrascendente y tras un reportaje interesantísimo sobre las virtudes del zumo de pepino para la piel, tenía ganas de volver a echarla una miradita a mi culo preferido.

-Voy a beber agua. ¿Quieran algo de la cocina?

-No, gracias.

Cuando entré, María estaba limpiado el pollete de la cocina. Había limpiado la mesa y sacado las sillas, por lo que  para llegar hasta la nevera yo tenía que pasar entre ella y una de las sillas. El hueco que quedaba era muy estrecho. Me la jugué. Me acerqué y me puse de espalda a ella.

-Disculpa. Voy a coger agua.

Yo podría haber movido la silla para hacer más espacio. Pero no lo hice. Así pude rozarme contra su culo. Culo contra culo. Uf, me sorprendió lo durito que lo tenía. La polla me dio un respingo dentro de los pantalones. Ella trató de hacerse hacia adelante, pero estaba muy pegada al pollete de la cocina y apenas pudo moverse.

Llegué a la nevera, la abrí y bebí agua fresca. Mirándola. Ella seguía limpiando, sin mirarme.

Ahora tenía que volver a pasar. Otra vez mi culo se rozaría con su maravilla trasera. En ese momento me di cuenta de que yo no era un hombre serio. En vez de pasar como antes, de espaldas, decidí pasar cara a ella. Decidí que sería mi polla lo que le restregaría por culo.

-Disculpa otra vez, María.

Ella hizo otra vez el ademán de pegarse todo lo posible al pollete, pero yo, con mala idea, me pegué a su culo. Pasé despacito, refregándome bien. Con esa tela tan fina tenía que notar sin duda mi polla en su culo. Como ella era un poco más bajita que yo, hasta me bajé un poquito para poder restregársela en pleno culo.

Ella podría hacer girado. Llamarme de todo. Darme una bofetada. Llamar a mi madre y contárselo todo. Pero no lo hizo. Se quedó quieta y cuando pasé, siguió limpiando. Antes de salir de la cocina de eché una última mirada a la bella mujer. No volví inmediatamente a la salita de estar. No podía entrar como estaba, con la polla dura y bien abultada. Me fui a mi cuarto a esperar a que se me bajara la hinchazón. Cuando la sangre regresó a mi cuerpo, volví con mi madre y la abuela.

Como una hora después, mi madre se vistió para ir al súper otra vez. Mi loca cabecita enseguida empezó a cavilar. Seguí todos sus pasos y hasta fui a despedirla a la puerta. En cuando se fue, fui raudo y veloz a la cocina, en donde María estaba pelando unas patatas. Ya había recogido la mesa y puesto las sillas en su sitio. Ahora había espacio más que suficiente como para que yo pasara por detrás de ella tranquilamente. Aún así, cuando pasé me pegué a su cuerpo. Le restregué otra vez la polla por todo su culo, descaradamente. Ella no dijo nada. No hizo nada. Siguió pelando.

Bebí un poco de agua, si apartar los ojos de ella. Joder, pero que buena estaba esa chica. Sentía como mi polla palpitaba entre mis piernas. Envalentonado, volví a pasar por detrás de ella. Esta vez, me quedé parada, apretado contra ella. Sentí mi polla presionada por su culo. A la fuerza ella tenía que notarla. Para asegurarme, empecé a frotarla lentamente. Ahora sí reaccionó. Dejó de pelar patatas y se quedó quieta.

-María, tienes el culo más bonito que he visto en mi vida.

No dijo nada. Permaneció sin moverse. Yo estaba cada vez más cachondo, restregándole el apio por todo su culo.

-¿Notas como me has puesto la polla? Así de dura se me pone cada vez que te veo.

Ella seguía sin hacer nada. Me separé un poco y llevé mis manos a su maravilloso culo. Lo acaricié con las palmas abiertas, una en cada dura nalga. María miraba hacia la pared.

-Joder, María, que durito está. Este culito tuyo es una obra de arte.

Le volví a arrimar la polla. Miré su pelo, recogido en la larga cola de caballo. Lo aparté con una mano y acerqué mi boca. Le di un beso en la nuca y la sentí estremecerse. ¿Se estaría ella también calentando?. Le di mas besitos, tiernos, suaves, en su cuello. Apreté la polla contra su culito y empecé a subir mis manos por sus brazos. La piel era suave. Ella dio un ahogado gemido. Seguía sin moverse.

Cuando mis manos llegaron a sus hombros, las llevé hacia su pecho  y atrapé entre mis manos sus dos tetas. Volvió a gemir. Las acaricié y sobé a placer. Con las yemas de los dedos busqué sus pezones. No me costó encontrarlos. Se notaban claramente bajo la tela. Y los tenía duritos.

-Te estás poniendo cachonda, ¿Eh? Te gusta sentir mi polla contra tu culito. Mis manos en tus tetas.

-Ummmm

Lamí su cuello. Se estremeció otra vez.

Le solté la teta derecha y fui bajando mi mano por su cuerpo, acariciando. Llegué a su pantalón, de tela tan fina y ajustada. Pero era elástica y no me costó meter la mano por dentro. Enseguida mis dedos tocaron su braguita. Y por dentro se metieron. Su vello púbico era suave, y entremetí los dedos allí.

-Aggggggg - gimió la chica.

Bajé más. Hasta la rajita de su coño. Mi dedo corazón la recorrió. Estaba caliente, mojada. El dedo resbaló suavemente.

-Aggg, dios..mío...ummmm

Encontró su clítoris. Estaba inflamado de deseo. Mordiéndole una orejita empecé a masturbarla, apretando mi polla contra su culo. Ella se apoyó con las dos manos en el pollete de la cocina y empujó su culo contra mi polla. Aumenté el ritmo de la paja que le hacía. usando dos dedos. Ella cada vez gemía más fuerte.

-María. ¿Me traes un vasito de agua? - gritó mi abuela desde la salita.

-Enseguida, doña Juana - respondió maría separándose de mí y dirigiéndose a la nevera. Tenía las mejillas sonrosadas. No me miraba. Llenó un vaso con agua y salió casi corriendo a dárselo a mi abuela.

Me quedé allí, en la cocina, caliente como un mono. Me llevé los dedos que había recorrido su coño a mi nariz y aspiré su aroma. Ummmm, aquel coñito olía maravillosamente. Seguro que sabría aún mejor.

La oí hablando con mi abuela. Al poco, pasos hacia la cocina. Entró, con el vaso vacío en la mano, mirando al suelo. Pasó a mi lado sin levantar la vista y dejó el vaso en el fregadero. Entonces levantó la vista y me miró. Primero a los ojos y después, fijamente a mi polla. Me acerqué a ella, pegándome a su cuerpo.

-¿Por dónde íbamos? Ah, sí, ya me acuerdo.

Mirándole a los ojos, metí la mano otra vez por dentro de su pantalón, ahora desde delante. Mis dedos recorrieron su encharcado coñito. Le empecé a hacer una rica paja que la hacía gemir. Sus ojos negros, preciosos ahora que los veía tan de cerca, me miraban, entornando los párpados de placer. Acerqué mi boca a la suya y la besé. Ella, para mi sorpresa, la abrió y metió su lengua en mi boca. Froté mis dedos contra su clítoris, a veces a fondo y otras más suave. María gemía en mi boca. Sin dejar de besarla, le cogí una mano y se la llevé hasta mi polla. Empezó a acariciármela, a sobármela, a apretármela.

Gemía en mi boca. Y yo en la suya. La sentí empezar a tensarse, a temblar ligeramente. Y de repente, se separó de mí, con los ojos cerrados, los dientes apretados y mis dedos se llenaron de jugos. María se estaba corriendo ante mis ojos. No paré de frotar su coño, de recorrerlo con mis dedos hasta que su cuerpo volvió a quedar relajado.

Estaba dispuesto a follármela ahí mismo, en ese mismo momento. A bajarle los pantalones, subirla en el pollete, sacarme la polla y metérsela hasta el fondo de su coño. Pero el ruido del ascensor que llegaba me lo impidió. Rápidamente saqué la mano de entre sus piernas y salí corriendo hasta mi cuarto. A los pocos segundos, la puerta de la casa se abría y mi madre entraba, cargada de bolsas. Un buen hijo habría ido rápidamente a ayudarla. Me considero un buen hijo, pero con la polla como la tenía no podía salir. María, acalorada aún, sí que le echó una mano.

Yo estaba demasiado cachondo, demasiado caliente. La polla no se me iba a bajar. Sólo podía hacer una cosa y es lo que hice. Me encerré en uno de los baños, me saqué la polla y me casqué una liberadora paja. Me corrí enseguida y abundantemente en el lavamanos.

Tenía que follarme a esa mujer.

Al poco rato, ya más 'calmado', volví a la salita. Hasta que se fue María, ya no pude acercarme a ella. Cuando vino a la hora de irse a despedirse hasta el día siguiente, me echó una fugaz mirada.

-Hasta mañana Doña Juan. Hasta mañana, señora.

-Hasta mañana María, gracias por todo.

Se dio la vuelta y le eché la última miradita del día al soberbio culo.

Esa noche me fui a la cama temprano, deseando dormirme pronto y que llegara el día siguiente lo antes posible. Me costó dormirme. Hasta que no me hice una relajante paja no conseguí conciliar el sueño.

+++++

Me desperté temprano. Me levanté antes de que María llegase. La esperé en mi cuarto.

Llegó, preparó a mi abuela para el baño y la acompañó. Ella Iba detrás de mi abuela, siguiéndola. Me asomé cuando mi abuela pasó. Comprobé que mi madre no estaba por allí y le eché mano al culo de María. Le pasé un dedo a lo largo de la raja que separaba las dos rotundas nalgas. Ella siguió caminando, como si nada.

Fui a desayunar y el sol se abrió ante mis ojos. Mi madre me dijo.

-Buenos días, cariño. Hoy tengo que ir a arreglar unos papeles en el ayuntamiento. Tardaré por lo menos dos horas. ¿No te importa quedarte, verdad? No me gusta dejar a tu abuela sola.

-Está María, ¿No?

-Sí, pero ya me entiendes.

-Claro que no me importa. Ve tranquila.

-Gracias, eres un sol.

¿Un sol? Sólo me faltó saltar de alegría. Desayunamos los tres mientras le echaba miraditas furtivas a María. Aquella chica iba a ser mía en cuanto mi madre saliera por la puerta.

Pero si hizo de rogar. Pasaron más de dos horas hasta que mi madre decidió marcharse. María estaba en el salón, limpiando, cuando mi madre apareció vestida en la salita.

-Bueno mamá, me voy. No tardo. Juan,  cualquier cosa me das un toque al móvil - dijo mi madre

-Que síiiii, que te vayas tranquila. Que no va a pasar nada - respondí yo. "Sólo que me voy a follar a la peazo jembra que está en el salón".

Eso último sólo lo pensé, pero no se lo dije.

Agudicé el oído. Primero, la puerta cerrarse. Después unos segundos nada. Seguidamente, el sonido del ascensor pararse. La puerta del mismo cerrarse. Fui prudente y esperé cinco minutos antes de hacer nada. No era la primera vez que a mi madre se le olvidaba algo y volvía a por ello.

Cuando pasó el tiempo, miré a mi abuela. Se había traspuesto un poco, dando una cabezadita, pero sin roncar...aún. Me levanté sigilosamente y salí de la salita directamente hacia el salón. La imagen que vi cuando entré me terminó de poner dura la polla. María estaba subida a una escalera de esas pequeñitas de escalones no muy separados. entre sí, limpiado la parte alta de la biblioteca. Su precioso culito quedaba justo a la altura de mi boca. Era una tentación imposible de resistir. Me acerqué y le planté un beso en la nalga derecha.

-Ummmm María, que culito tienes - dije, susurrando.

Ella no hizo más que dejar de pasar el plumero. Le di otra beso en la nalga izquierda.

-Le voy a dar más besitos.

Llevé mis manos al borde del pantalón y empecé a tirar hacia abajo. Ante mis ojos empezaron a aparecer sus dos redondeces. Las cositas más lindas que había visto en mi vida. Al ser el pantalón tan ajustado, arrastraron consigo las diminutas braguitas que llevaba. Seguí tirando hasta dejarlos a medio muslo. Mis manos, temblorosas, subieron rápidamente a amasar aquellos dos monumentos al erotismo. Toqué la gloria. Amasé sus nalgas, apretándolas entre mis dedos. Acerqué mi boca y las besé. Su piel caliente y suave. Saqué la punta de mi lengua y las lamí. María gimió con suavidad.

En ese momento oí como mi abuela empezaba a roncar. Eso me animó a morder ligeramente su culito, lo que hizo que María gimiera más intensamente.

Separé con mis manos las nalgas, para observar las maravillas que se escondían entre ellas. Contemplé el final se la rajita de su coño y, en primer plano, su invitador anito. Por supuesto, acepté la invitación. Acerqué la boca y sacando la lengua, lamí su agujerito.

-Aggggg, dios... -dijo María, estremeciéndose.

Lamí, chupé, besé. Me comí entero aquel culito que me tenía obsesionado desde la primera vez que lo vi. Era una delicia pasar mi lengua a lo largo de toda su rajita. Desde el oloroso y mojado coñito hasta su cerrado ano. Lo ataqué una y otra vez con mi lengua, tratando de penetrarlo con la punta. Le echaba gran cantidad de saliva para lubricarlo poco a poco. María se echó un poco hacia adelante y echó el culito hacia atrás, facilitándome la comida de culo que le estaba haciendo. Gemía de placer. No cabía duda que a aquella chica le encantaba que le lamieran el culo. Y a quien no, con ese culazo.

Ayudándome de las manos, separé todo lo que pude sus culito y empujé mi lengua dentro de su anito. Entré un poco la puntita y ella tembló de pies a cabeza. Eché la cabeza hacia atrás, acerqué uno de los pulgares y acaricié su agujero con la yema. Presioné y se lo metí. Ella se tensó. Lentamente mi dedo entró hasta el fondo, todo que un pulgar da de sí. La polla me reventaba encerrada en mis pantalones, constreñida, atrapada, pidiendo aire.

Sin sacarle el dedo del culo, llevé mi otra mano hasta mi bragueta. La bajé, metí la mano y me saqué la polla. Casi la oí respirar. ¡ Qué dura la tenía !. La dejé solita, dando saltitos en el aire y llevé, nuevamente, la mano hacia el culo de María. Se lo follé un poquito con el dedo. Se lo saqué, eché más saliva y se lo clavé otra vez.

-Ummmmmmm que ..rico....

-¿Te gusta María? ¿Te gusta mi dedo en tu culito?

-Uf... sí.... me encanta.

-No tanto como a mí tu culo, seguro.

Estuve un rato así, metiendo y sacando mi dedo de su culo, echando más y más saliva. Hasta que decidí que había llegado el momento. Se lo saqué. Ella había estado todo el tiempo mirando hacia adelante. No sabía que me había sacado la polla.

-Baja un escalón, María.

Primero una pierna. Después la otra. Su culo se acercó más hacia mi polla.

-Ummm, así. Baja otro más.

Miré como su culo se aproximaba hacia mi polla. Dos escalones más y estaría en el último antes de llegar al suelo. Calculé que ese sería el escalón adecuado, perfecto.

-Joder, María. Dos más. Baja dos más.

Lo hizo. Temblé de deseo. Con una mano separé sus nalgas. Con la otra agarré mi polla y me acerqué a ella. La altura era la justa, la perfecta, la ideal. La punta de mi polla quedó justo en su ensalivado ano.

-Te voy a dar por el culo. ¿Lo sabes, no?

-Ummmm, sí... Lo sé.

Apreté. La cabeza de mi polla entró en su apretado anito. Ella se estremeció. Yo me estremecí. Mi abuela roncó. Era una delicia ver la punta de mi polla dentro del culo más bonito que había visto en mi vida. Pero quería más. Quería todo mi polla dentro de su culo. La solté. Me agarré a sus caderas.

-Ahora, María. Clávate mi polla en el culo hasta el fondo. Haz que tu culito se trague toda mi polla.

-Aggggg....uf....

Empezó a agacharse lentamente, echando el culo hacia mí. MI polla fue entrando el su estrecho ano. Mi placer era inmenso. Y el suyo, a juzgar por sus gemidos, también. Lentamente pero sin pausa mi polla fue clavándose hasta que sus nalgas chocaron con mi pubis.

Tenía toda mi polla dentro.

-Ummmm qué culito, dios mío. Qué culito. Muévete. Fóllate con mi polla.

Agarrada a una de las repisas del mueble, empezó a moverse, haciendo que mi polla entrare y saliera de su recto. No podía apartar la mirada de su culo, que se tragaba y liberaba mi polla una y otra vez.

-OH...Juan...que rico....

-¿Te gusta eh? ¿Te gusta sentir tu culo lleno de mi polla?

-Aggggg siiii.

Aquello era demasiado placentero. Demasiado morboso. No iba a aguantar mucho. La agarré con más fuerza por sus caderas y empecé a follarla yo. Ella se quedó quieta y se dejó.

-Aggg toma polla por tu culito, María. Toma pollaaaaa

-Ummmm Juan sí...sí...así... dame polla...Más..más...

La enculada se hizo salvaje. Empezamos a sudar, pero no dejé de arremeter contra mi obsesión. Contra su culo.

-No puedo más, María. Me voy a correr... Te voy a llenar el culo de lecha calentita. Aggggg ¿Quieres que me corra en tu culito?¿Quieres que lo llene de lechita?

No puede esperar su respuesta. Todo mi cuerpo se tensó y mi polla empezó a disparar borbotón tras borbotón de espeso y caliente semen contra el fondo de su culo. Vi estrellas. Aún seguía corriéndome dentro de ella cuando María también estalló. Su espalda se arqueó, estiró su cuello hacia atrás y se corrió intensamente, recorrida por espasmo de placer. Sentí claramente como sus músculos anales se contraían y relajaban alrededor de mi pulsante polla.

Mi orgasmo terminó, pero el de ella estaba aún en su cénit. Seguí follándola para darle el máximo placer posible. María tuvo una corrida larga, intensa. La mía también había sido muy intensa. No recordaba que mi polla hubiese lanzado nunca tanta leche.

Aquel culo se lo merecía, desde luego.

Cuando María dejó de correrse, nos quedamos los dos quietos. Mi polla aún dura clavada en su culito. La hubiese dejado ahí para siempre, pero a ver como mi madre hacía una comida familiar con María y yo así. Despacito, se la saqué. Abandoné ese cálido nido. Me agaché, les di un último besito a cada nalga y le subí las bragas y el pantalón. Después, a ayudé a bajar de la escalera, le di la vuelta y le di un morreo en toda regla. Nuestras lenguas se entrelazaron y yo llevé mis manos a su culo, apretándola contra mí.

-Ahora tienes este culito lleno de leche

-Ummm, sí. Uf... me echaste mucha lechita.

-Es que te culo me tenía...me tiene loquito.

-Debo seguir trabajando. Si no, tu madre se daría cuenta de que algo pasa.

-Vale. Pero antes de que venga te daré una segunda racioncita.

Por respuesta, me dio un beso. La dejé trabajar. Tenía razón. Si mi madre llegaba y no veía las cosas hechas, se preguntaría que qué diablos estuvo haciendo la chica. Como mal menor, pensaría que aprovechó que no estaba ella para holgazanear. Pero también podría sospechar la verdad.

Me fui a la salita, en donde mi abuela seguía a lo suyo. Y menos mal, porque si le hubiese dado por mirarme, hubiese visto lo 'contento' que iba su nieto.

Como a las dos horas de que mi madre se hubiese ido, la llamé al móvil.

-Hola mamá.

-¿Todo bien, Juan?

-Sí, todo perfecto. Sólo te llamaba para ver cómo te iba la cosa - mentí, bellacamente.

-Ah, bien. Ya casi he terminado. Creo que en medio horita estaré en casa.

-Ah, vale. Perfecto. Hasta luego, pues.

-Chao

Abuela que seguía roncando. Madre a media hora. Polla dura. Culito esperando. Me levanté y busqué a María. La encontré en el cuarto de mi abuela, haciendo la cama. Echada hacia adelante, con el culo hacia mí, en una clara invitación.

-Bueno María - le dije, acercándome a ella, bajándome la bragueta y sacándome la polla - Vengo a darte la segunda ración.

No hubo más palabras. Llegué hasta ella, la eché sobre la cama, de rodillas, con los pies hacia afuera. Le bajé el pantalón y las bragas, lo justo para dejar su culo fuera. Y sin más preparación se la clavé hasta el fondo.

-Agggggggggggg - se quejó ella, de dolor pero también de placer.

La agarré por las caderas y empecé una enculada espectacular, enterrándosela hasta el fondo y sacándosela casi del todo. María se agachó y puso su cara contras las sábanas, paro no gritar de placer. No me resistí a darle pequeñas tortitas en las nalgas. A ella, y a mí, nos encantaron.

-María...¿Me traes agua, por favor? - gritó mi abuela desde la salita, oportuna.

María dio un respingo, y trató de levantarse. Pero no la deje. Seguí follándole el culo aún más rápido. No la iba a dejar irse hasta llenárselo con la segunda prometida ración.

-Aggggg déjame...déjame ir. Vuelvo rápido..ummmmm

-No..No...que se espera.

-Enseguida...voy...doña...Juana - gritó, con la voz entrecortada por el placer.

Me iba a correr muy pronto. El morbo de estar dándole por el culo a la chica, en la cama de mi abuela, mientras ésta la llamaba, era inmenso. Arremetí con los pollazos hasta que empecé a temblar.

-Agggggggggg me corro...María...Me corrooooooooooooo

Se la enterré hasta el fondo, me quedé quieto y empecé a correrme a borbotones. Para mi alegría, María también se empezó a correr al sentir mi leche caliente llenándole el culo. Fue, como el anterior, un intenso orgasmo.

Nos quedamos enganchados. Mi polla clavada hasta el fondo. Los dos jadeando.

-Mariaaaaaa, agua, por favor - gritó otra vez mi abuela.

María se zafó. Se sacó mi polla de su culo, se subió los pantalones y salió corriendo hacia la cocina. Miré su culo alejarse.

Cuando mi madre regresó, yo estaba en la salita charlando con mi abuela. María, con sus quehaceres. Con el culito contento.

+++++

Al día siguiente mi madre no salió. Yo estaba más caliente que un mono. Me escapaba de vez en cuando a ver a María. Le metía mano, la besaba, le arrimaba la polla dura y regresaba a la salita.

A media mañana, mi madre y mi abuela estaban enfrascadas en un interesante conversación sobre si la hija de unos primos era o no un zorrón. Me escabullí y fui en busca de mi obsesión, en busca de María.

La encontré limpiando mi cuarto. Estaba arrodillada pasando un paño por el suelo. Me quedé en la puerta, mirando por el pasillo hacia la donde estaba la salita. Si mi madre salía, su sombra me alertaría antes de que ella me viese a mí.

Me saqué la polla. María, desde el suelo, me miró.

-Chúpamela -le dije casi en un susurro.

-¿Estás loco? Tu madre nos va a pillar.

-Que me la chupes. Si viene la veré

-No sé... No me siento segura.

-Joder María, mira como estoy. Necesito que me chupes la polla ya.

-Está bien. Pero córrete rápido.

-Despreocúpate.

Se acercó gateando. Aquella chica sabía lo que se hacía. Se quedó arrodillada delante de mí. Yo la miraba a ella y miraba el fondo del pasillo. En cuanto se metió mi polla en la boca, supe que María sabía chupar una polla. Me miraba a los ojos. Sus manos estaban apoyadas en el suelo. Levantaba la cabeza y la movía hacia adelante y hacia atrás, haciendo que mi polla entrara y saliera de su boca.

Y además, su lengua me abrazaba la dura polla. Por supuesto que me iba a correr rápido. Entre lo cachondo que estaba y la mamada de primera que me estaba haciendo María, en menos de dos minutos me empecé a poner tenso. Los dedos de mis pies se agarrotaron y sentí como el placer se acumulaba en la punta de mi polla hasta que se hizo inaguantable.

-Aggggggggg me ..co..rroooooo

El primer chorro le tuvo que dar en la garganta. Salió disparado de mi polla con mucha fuerza. Los dos siguientes los paró con la lengua, lo que hizo que se repartieran por toda su boca. Cada chorro era un latigazo de placer que recorría todo mi cuerpo. Mi leche fue llenando su boca y María empezó a tragar.

Sin duda, esa chica era la mujer perfecta. Hermosa, sexy. Con un culo para inmortalizarlo en cera y sin dejar de mirarme a los ojos se tragaba toda la leche que le disparaba en la boca. Y le disparé mucha.

Esperó a que mi polla dejase de manar para sacársela de la boca.

-Bueno, vete antes de que tu madre se dé cuenta.

Me la guardé y me fui. Me senté delante de la tele a reposar el inmenso placer que la boca de María me había dado. Mi madre y mi abuela seguían hablando del zorrón.

+++++

Mi madre tampoco salió al día siguiente. Sólo conseguí besos y caricias por parte de María. No me la quiso chupar otra vez. Dijo que era muy arriesgado con mi madre en casa.

Tuve que esperar al día siguiente. Mi madre fue al súper a comprar, y yo corriendo detrás de María. Nos besamos como locos, le di la vuelta, me eché saliva en los dedos, le lubriqué el ano y se la clavé. En el mismo pasillo, apoyada contra la pared, con el culo echado hacia mí.

Debía de tener muchas ganas, porque se corrió antes que yo. Se tapó la boca para no gritar. Y se volvió a correr cuando le llené el culito de leche. Justo cuando el ascensor anunciaba el regreso de mi madre.

+++++

Así pasaron los días. Cada vez estaba más enganchado a María. A su culito. A su boca. La convencí para que se dejara meter mano cuando estaba mi madre en casa. Le dije que la deseaba demasiado, que no podía esperar a que mi madre se fuera.

Llegué a darle por el culo en mi cama mientras mi madre estaba en la salita con mi abuela. El placer bien valía el riesgo.

Hasta que pasó lo que tenía que pasar. Que mi madre nos pilló. Me dijo que se iba a súper. Desde que salió por la puerta María y yo fuimos a mi cama. Se arrodilló sobre ella, se bajó los pantalones y me ofreció su culito.

-Venga Juan. Dame por el culo. Llénamelo de leche caliente.

Soy un caballero. Y no me resisto a las peticiones de una dama. Se la clavé salvajemente, sin miramientos. A ella le encantaba así.

Tan ensimismados estábamos, que no oímos como la puerta de la case se abría con cuidado. No oímos los pasos silenciosos de mi madre acerándose. A ella, sí la oímos.

-Juan, eres un asqueroso. Y tú, María, una zorra de cuidado.

María se quería morir. Se sacó mi polla del culo y se subió los pantalones. Mi madre nos miraba con cara de pocos amigos. Bueno, de ningún amigo.

-Mamá...yo...Es mi culpa. No de María.

-Me da lo mismo. María ya no trabaja aquí - dijo fríamente.

-Señora...yo...Lo siento - dijo María con los ojos llenos de lágrimas. Se me rompió el corazón

-Lárgate.

María salió corriendo. Quise ir detrás de ella, pero mi madre me lo impidió.

-Deja que se vaya. Nunca me gustó esa chica. Vi como la miraban tus hermanos. Cómo la mirabas tú.

Oí los llantos de María. Como abría la puerta y se marchaba.

-De esto ni una palabra a nadie. Diremos que María se fue por problemas familiares. ¿Entendido?

-Sí mamá.

++++++

Los tres días que me quedaban de estar en casa fueron horribles. Echaba de menos a María. Mi madre encontró a otra chica. Bueno, más bien señora. Se aseguró de que esta vez no despertara los deseos de ningún hijo.

El viaja es Estambul también fue horrible. María estaba día y noche en mi pensamiento. Y lo que más me dolía era lo cobarde que había sido. La dejé marchar sin decirle nada.

El regreso a España me llevó a la capital. De allí las siete horas de coche hasta mi casa. Regreso al hogar, al trabajo, a la rutina diaria.

Pasé por casa de mi madre a recoger el coche y despedirme hasta las navidades. Ya se le había pasado, un poco, el enfado por lo de María.

Me despedí de mi abuela, de mi madre y bajé a la calle. Me subí al coche. Puse la llave en el contacto. Pero no la giré. No sería un cobarde otra vez.

Volví a subir. Toqué el timbre. Mi madre abrió.

-¿Olvidaste algo, cariño?

-Sí. Dame la dirección de María.

-¿Qué? No. Olvídate de esa p...

-Calla. te he dicho me que des la dirección de María. Hablo en serio.

-¿Qué vas a hacer?

-No te importa. Es mi vida. Dámela ya.

A regañadientes, me la dio. Salí corriendo, arranqué y fui a donde indicaba el papelito.

¿Y si no estaba ya allí? ¿Y si se había mudado? O peor. ¿Y si había regresado a su país? Con el corazón latiéndome en el pecho, me planté en su puerta y toqué.

Nada.

Volví a tocar. Nada. Ningún sonido. María no estaba.

Derrotado, salí a la calle.

Y entonces, la vi. Entraba en el portal.

-María. María.

-Juan... ¿qué haces aquí?

-Vine a buscarte. Necesito que me perdones. Todo fue culpa mía.

-Bueno, no todo fue culpa tuya. Yo no lo impedí.

Había un banquito en el portal. Nos sentamos.

-¿Ya tienes trabajo?

-No. No he encontrado nada. Creo que voy a volver a mi casa.

-¿A Ecuador?

-Sí

Ecuador. Eso era como irse al fin del mundo para mí. No podía dejarla marchar.

-Vente a mi casa. Vive conmigo. No te faltará de nada.

-¿Estás loco?

-Sí. Loco por ti, María. No he dejado de pensar en ti ni un momento.

-Pero...no puede ser.

-¿Por qué no?

No dijo nada. Nos miramos unos segundos. Tenía que hacer algo. O la perdería para siempre.

-¿Estás sola aquí, verdad? No tienes a nadie.

-No, a nadie.

-Entonces, dará lo mismo en donde vivas.

Me levanté y la cogí de la mano, tirando de ella hacia el ascensor.

-Vamos a tu casa. Haces las maletas y te vienes conmigo.

-Pero..Juan...

-No hay peros. Vamos

La ayudé con las maletas. No tenía muchas cosas. La llave de la casa se la dejamos al portero junto con mi teléfono para arreglar lo del alquiler.

Y, con ella sentada a mi lado, cogimos la carretera rumbo a mi casa.

++++++

Desde ese día, todas las mañanas, antes de irme a trabajar, pongo a María a cuatro patas sobre la cama y le follo el culito hasta dejárselo bien llenito de leche. Y por las noches hacemos el amor largo rato.

Nunca había sido tan feliz. Estoy profundamente enamorado de María. Y ella de mí. Esperamos un hijo. Mi madre aún no sabe nada. Ni nadie de mi familia, salvo mi hermano.

Una noche, abrazados en la cama después de un estupendo y placentero polvete, le dije.

-María, no sabes lo contenta que se va a poner mi abuela cuando le diga que le vamos a dar un bisnietito.

-Uf. ¿Y tu madre?

-Bueno, no tendrá más remedio que aceptarlo. Cuando vea lo feliz que soy, lo hará.

-Eso espero, Juan.

-María...

-Dime mi amor.

¿Qué puede hacer un hombre cuando tiene entre los brazos a la mujer perfecta con el culito perfecto?. Sólo una cosa

-¿Te casarás conmigo?

FIN

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