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La uróloga

en Hetero: General

El dolor fue tan grande, que Pedrito se dobló hacia adelante, cayó al suelo y perdió el conocimiento. La patada que le dieron jugando al fútbol fue totalmente involuntaria, pero la bota le dio en las pelotas. Sus compañeros, preocupados, lo sacaron del campo de tierra en que jugaban y lo llevaron al vestuario.

Recobró el sentido y se llevó las manos entre las piernas. El dolor seguía, aunque no tan fuerte. Se irradiaba por toda la zona. Se palpó con cuidado. Todo seguía, gracias a dios, en su sitio. Ignacio, el amigo que le dio la patada se disculpó.

Más tarde, ya en casa, seguía sintiendo un ligero dolor. Se miró en el espejo del baño. Todo parecía normal, pero tenía un pequeño morado en las ingles.

-Joder, ni que Ignacio fuera holandés!- dijo. ( jeje, un piropillo a los subcampeones del mundo de un campeón del mundo).

Cuando al día siguiente le seguía doliendo la zona, se empezó a preocupar, hasta tal punto, que se lo contó a su madre.

-¿Te duele mucho, tesoro?

-No, no mucho. Pero el dolorcillo está ahí. ¿Se me habrá reventado un huevo?

-Jajajaja. Que bruto. No creo. Déjame ver.

-¿Queeeeeeeeeeee? Ni loco, mami.

-Soy tu madre.

-Coño, mamá. Que me da vergüenza.

-No seas bobo.

-Que no. Ya se me pasará.

Pero no se le pasó. Cada vez estaba más preocupado. Volvió a hablar con su madre y ella volvió a insistir que le enseñara la zona. El susto pudo más y mirando al techo, se bajó los pantalones y los gayumbos. Su madre miró la zona. Todo parecía normal, pero le preocupó el visible morado.

-Será mejor que vayas al médico.

-Jo, mamá.

Si enseñarle sus partes a su madre le había resultado tan difícil, hacerlo a un desconocido le parecía imposible.

-Ni jo mamá ni leches. Ahora mismo te pido cita y vamos al médico.

Lo decía en serio. Así que Pedrito se resignó a tener que enseñarle las bolas al médico.

Le dieron cita con el urólogo para el día siguiente. Cuando iba a salir de casa, Pedrito habló con su madre.

-Mami, ya soy mayorcito. Puedo ir yo solo.

-Sí, sí. Seguro que no vas. Venga, venga. Arranca.

A regañadientes, Pedrito acompañó a su madre al hospital.

Mientras estaban sentados en la sala de espera, su madre lo miraba de reojo. Lo veía nervioso. No pudo resistirse a hacerle bromas.

-¿Qué? ¿Listo para enseñarle las pelotas al doctor?

-Joder, joder.

-Jajajaja. Que es un médico. Ya habrá visto miles de pelotas.

-Pero no las mías, coño.

-Jajajaja.

-A mi no me hace gracia.

-Oh, perdona. Pero es que tienes una carita! jajaja

Pedrito cruzó los brazos y puso morritos. Su madre lo dejó en paz.

A sus 18 años, Pedrito no le había enseñado sus partes íntimas a nadie. Bueno, a su madre el otro día. No tenía novia. En pocos minutos se las enseñaría a un extraño.

Miró al resto de los pacientes que esperaban turno. Todos eran hombres, naturalmente. Y todos parecían tranquilos, como si nada. Al lado de la puerta de la consulta decía "Dr. Ramírez. Urólogo".

La puerta se abrió y salió un hombre, tranquilamente. Saludó cortésmente a los que allí habían y se fue. Detrás de él, salió una enfermera. Vestía una bata blanca y tenía una papel con nombres en la mano.

"Joder. Hay una enfermera. Espero que cuando el médico me examine ella no esté delante"

-¿Pedro Gutiérrez?

-Vamos Pedrito, nos toca.

Se levantó, mirando al suelo. Se imaginó todas las miradas de los demás clavadas en él. Pero nadie lo miraba.

Se acercaron a la enfermera.

-¿Es vd. su madre?

-Sí.

-Espere fuera, por favor.

-De acuerdo. Pedrito, pórtate bien.

"Coño. ¿Por qué me dices Pedrito? Coño".

La enfermera lo hizo pasar y cerró la puerta.

-Por favor, toma asiento.

Se sentó en una mesa. La enfermera se puso a leer unos papeles y luego se sentó al otro lado de la mesa, cara a él.

-Bien...- miró los papeles - Pedro. Según parece, recibiste hace día un golpe en los testículos y aún sientes dolores.

Pedro no la miraba. Miraba al suelo.

-Sí.

-¿Has notado algo más? ¿Hinchazón?

-Tengo un poco amoratada la zona.

-Bien. Le echaremos un vistazo.

Entonces la miró.

-¿Y el doctor?

-El Dr. Ramírez está de baja. Yo lo sustituyo. Soy la Dra. Hernández.

Pedrito sintió el calor de su cara. Se estaba poniendo rojo. Ella se dio cuenta de su azoramiento.

-No te preocupes, Pedro. Seguro que no es nada, pero tenemos que asegurarnos.

-Es que...uf...me da...vergüenza.

-Es normal. Pero ya verás como terminamos rápido. Pasa detrás del biombo. Hay una camilla. Quítate los pantalones y los calzoncillos. Avísame cuando estés.

El calor de sus mejillas no se iba. Pasó detrás y se quitó los pantalones y los gayumbos. Se sentó en la camilla que allí había. Fue a hablar y no le salieron las palabras. Hizo un esfuerzo. Al pobre le salió un gallo.

-Ya estoy.

La doctora Hernández apareció enfundándose unos guantes de látex. Cogió un taburete y se sentó delante de él. Pedro miraba al techo.

-Bien, veamos que tenemos aquí.

Pedro sintió como la doctora, con delicadeza, palpaba la zona de la ingle. Como apretaba sus testículos para inspeccionar con claridad. Vio el moretón.

-Te dieron un buen golpe, ¿Eh?

-Uf. Sí. Hasta perdí el sentido unos momentos.

-Bueno, a primera vista parece que no hay nada mal. El dolor seguramente viene de los músculos y tendones de la zona inguinal y no de los testículos.

Pedrito sintió alivio. Pero cometió un error. Miró. Y lo primero que vio fue el escote de la mujer. No es que fuera un gran escote. Debajo de la bata llevaba una blusa roja. Pero desde su posición más alta pudo ver algo del canalillo que separaba sus tetas. Ella miraba sus pelotas. Tenía gafas. A Pedro las mujeres con gafas siempre le parecieron sexys.

La doctora no era una belleza, pero no era fea. Era una mujer que en ese momento le palpaba los testículos buscando algún problema.

A pesar de la inmensa vergüenza que sentía, Pedrito se empezó a excitar. Lo poco que veía de su canalillo, su castaño cabello, hicieron que su polla se empezara a poner dura.

"No no. coño. Bájate...bájate".

Pero no se bajó. Siguió poniéndose dura. Empezó a levantarse.

La Dra. vio como la polla se empalmaba. No era la primera vez que le pasaba. Sus colegas masculinos le decían que con ellos algunos hombres también tenían erecciones. Ella hacía como que no las veía. Era una profesional. Además, este Pedro se veía tan avergonzado, el pobre.

Con cuidado, palpó cada uno de los testículos del paciente.

-Los testículos parece que están bien. No noto nada anormal.

Pedrito miraba aquellas enguantadas manos tocarle las pelotas. Su polla ya estaba dura del todo. Eran las primeras manos, a parte de las suyas, que tocaban allí. Y eran de una mujer. Y le veía un poco de las tetas. Y tenía gafas. Su polla daba saltitos de excitación.

-Parece que has tenido suerte...No hay... - empezó a decir la doctora.

No pudo terminar. La polla del chico tuvo un espasmo y un potente chorro de esperma salió disparado y se estrelló contra su cara, dándole en las gafas, en las mejillas. Fue tan repentino, la cogió tan de sorpresa, que se quedó petrificada. Un nuevo espasmo y otro potente y cálido disparo se estrelló contra su frente, sobre su nariz, sobre sus labios. El siguiente le dio en el otro cristal, en la otra mejilla. El cuarto, en plena nariz. El quinto ya fue un poco más flojo y no le alcanzó en la cara, sino en la bata. Los dos siguientes también cayeron sobre la blanca prenda. Los dos últimos, en el suelo entre sus piernas.

La polla tuvo un par de espasmos más, pero ya no salió nada más.

Pedro estaba horrorizado. Todo había sido de repente, sin avisar. Su polla empezó a correrse por sorpresa. El placer que sintió enseguida fue sustituido por una inmensa vergüenza. Miraba a la Dra. con los ojos abiertos. No sabía si ella lo miraba o no. Sus gafas estaban cubiertas con su semen y no veía sus ojos.

La Dra. Hernández no decía nada. Estaba como paralizada. Aún no había asimilado lo que había pasado. Ese chico se había corrido sobre su cara. La sentía mojada, caliente. De repente, oyó como él empezaba a llorar.

-Lo siento, lo siento...Yo....lo siento. No quería...Pasó solo...

Ella lo miró, pero no lo vio. Se quitó las gafas. Él la miraba, con las lágrimas bajando por sus mejillas, rojo como un tomate. Se levantó. Había un rollo de papel que usaban para limpiarse de los geles que servían para lubricar algunos instrumentos. Antes de limpiarse, se miró en el espejo que había en una de las paredes. Tenía la cara llena de semen. Nunca había tenido semen sobre la cara. Se limpió. Tuvo que usar varios trozos de papel. La cara le quedó pegajosa.

A su espalda, Pedro seguía sollozando. Sin mirarlo, le habló.

-Ya puedes vestirte.

-Lo siento.

-No pasa nada. Tranquilo.

Pero él no estaba tranquilo. Se había corrido sobre la cara de su médico. Seguro que ahora ella montaría un pollo. Le diría a su madre que era un pervertido, un guarro. Un cerdo.

Salió de detrás del biombo. Ella estaba sentada en la mesa.

-Siéntate, por favor.

Sin mirarla, se sentó. Ahora vendría el rapapolvo. No lo hubo.

-Bien....todo parece normal.

Le dio un papel.

-Sécate las lágrimas. No te preocupes por lo que pasó.

-Lo siento.

-Lo sé. Olvídalo. Fue un accidente.

Por fin la pudo mirar. Ella le sonreía. Él esbozó una sonrisa, secándose los ojos. Su cara fue perdiendo el tinte rojo.

-Voy a llamar a tu madre.

Pedro se estremeció. Se lo iba a contar. Le iba a decir que su hijo era un asqueroso pervertido. Notó que temblaba un poco.

La Dra. iba a abrir la puerta cuando se dio cuenta de que en su bata había dos lamparones de semen. Se la quitó y luego abrió.

-Pase, señora.

Su madre entró. Vio a su hijo sentado, mirando al suelo.

"Pobrecito. Aún está avergonzado"- pensó.

Miró alrededor, buscando al Dr. No estaba. Solo estaban su hijo y la enfermera. No se dio cuenta de que ella no llevaba su bata.

-Señora, he examinado a su hijo y todo parece bien. Todo...funciona correctamente, parece.

-Oh!. ¿Vd. lo examinó?

-Sí. Soy la doctora Hernández. El Dr. Ramírez está de baja.

Miró a su hijo. Ahora comprendía su vergüenza. Si ya con un hombre le resultaba difícil, se imaginó lo mal que lo habría pasado siendo el doctor una doctora.

-¿Entonces está bien?

-En principio sí. El dolor no parece provenir de sus testículos, sino de la zona inguinal. De todas maneras, pida cita para dentro de tres días. Quisiera volver a examinarlo para asegurarnos que no hay problemas.

Pedro dio un respingo. "¿Otra vez?. ¿Otra vez pasar por esto?"

-Claro, claro. Pediré la cita.

-Perfecto. De todas maneras, si notas que va peor, Pedro, vete a urgencias.

Su madre se levantó. Él la imitó.

-Muchas gracias por todo, doctora. No sabe el peso que me ha quitado de encima. Mi ilusión es que mi Pedrito me dé algún día un nieto.

-¡Mamá!

-Jajaja. ¿Que pasa Pedrito? Ahora no. Cuando crezcas un poco.

-Como le dije, señora, todo parece funcionar perfectamente. No creo que tenga problemas de fertilidad en el futuro por esto.

Las miradas de Pedro y la doctora se cruzaron unos instantes. El rubor volvió a sus mejillas.

-No sé, doctora - dijo su madre - Si se sigue poniendo rojo delante de las mujeres no sé si me dará nietos.

Más rojo se puso.

La doctora abrió la puerta y Pedro y su madre salieron.

-Hasta dentro de tres días, Pedro.

Su madre le dio un codazo.

-Dale las gracias a la doctora, bruto.

-Gra..gracias, doctora.

-De nada Pedro.

Se quedó mirando como se iban. Sintió entonces la piel de su cara tirante. Tenía que lavarse. Les dijo a los pacientes que quedaban que la disculpasen, que volvía enseguida y se dirigió a uno de los baños no visibles desde allí.

La madre de Pedro se sentó en su coche, con él en el asiento del acompañante.

-Parece simpática la doctora.

-Sí - respondió Pedro, mirando la alfombrilla del coche.

-Así que al fin una mujer te toca las pelotas.

-Coño mamá. Ya estoy bastante avergonzado.

-Jajajaja. Lo siento tesoro. No he podido resistirme. Entiendo que para ti haya sido algo...difícil.

-Por favor, no hablemos más de esto.

-Como quieras.

Pero ella siguió sonriendo un rato. Pobre Pedrito. Arrancó y regresaron a casa.

La doctora entró en el baño y cerró la puerta. Era un baño para una sola persona. Con un retrete y un lavamanos. Abrió el grifo, se mojó las manos y luego la cara. Después se la secó y se miró en el espejo para comprobar que estaba limpia. Vio su imagen en el espejo. Y a su mente volvió la imagen que tenía hacía unos minutos. Cuando se vio en el espejo de la consulta. Cuando se vio la cara llena del cálido semen de aquel chico. Había sido una corrida abundante. Recordó que no sintió nada cuando todo pasó. Fue tan repentino, tan inesperado. El semen se estrellaba contra su cara, contra su bata, pero era como si aquello no estuviera pasando.

Pero ahora empezó a recordar. El calor del semen en su cara. Como la polla daba saltos, y con cada salto uno chorro blanco y espeso salía por la abertura y se estrellaba contra ella. Ahora fue consciente del olor. Y fue consciente de que su coño estaba chorreando. De que sus bragas estaban empapadas.

Se miró en el espejo de aquel pequeño baño mientras su mano derecha se metía por debajo de su falda, por debajo de sus bragas. Se frotó el inflamado clítoris, pasó sus dedos a lo largo de su mojada rajita y empezó a gemir.

La cara que reflejaba el espejo estaba limpia. Ella, cerrando los ojos, la imaginaba otra vez cubierta del semen de aquel chico. Volvió a sentir su calor, su textura.

El orgasmo que atravesó su cuerpo hizo que sus piernas se aflojaran y tuvo que agarrarse al lavamanos. Su mano se llenó de los jugos que su coño destilaba. Se le cortó las respiración por un momento mientras varios placenteros espasmos recorrieron su cuerpo.

Lentamente abrió los ojos. Se miró. Volvía a estar limpia. Se lavó la mano, impregnada del olor de su sexo.

Alguna de las parejas que había tenido le habían pedido correrse en su cara. Nunca lo había permitido. Lo encontraba algo sucio, degradante para la mujer. Y ahora, ese muchacho lo había hecho. Le había llenado la cara de su esencia masculina. Ella se había masturbado recordándolo. Había sido un accidente. Pero no se sentía degradada. No se sentía sucia. Se sentía excitada.

Recompuso sus ropas y volvió a pasar consulta.

Esa noche, Pedrito en su cama se masturbaba recordando lo sucedido. Ahora que estaba sólo en su cama, sin nadie a la vista, sin sentir vergüenza, recordó como su polla había actuado por su cuenta. Recordó como su semen había cubierto la cara de la doctora. Recordó que ella no dijo nada. Que se quedó quieta. Recordó la imagen de su rostro cubierto por su leche. Ahora le parecía bello, hermoso.

Al otro lado de la ciudad, Rosa Hernández, la Dra. Rosa Hernández, tenía dos dedos entrando y saliendo furiosamente de su coño, mientras su clítoris era frotado con fuerza por su otra mano. En su mente una dura polla se corría interminablemente sobre su cara. Casi podía sentir los chorros en su frente, sobre sus ojos, en sus mejillas, en sus labios. Abría la boca y también era llenada de caliente y sabroso semen.

Justo cuando Pedro se tensaba y llenaba de semen el papel que tenía preparado para recogerlo, Rosa se corría gimiendo de placer en su solitaria cama.

Al tercer día, el día en que tenía que volver a la consulta con la Dra. Hernández, Pedro le dijo a su madre que ya estaba bien, que no le dolía, que no hacía falta que fueran al médico.

-¡Mira el doctor!. ¿Acaso vas a saber tú más que la Dra.? Venga, Vístete.

A regañadientes, lo hizo. Era verdad que ya estaba casi del todo bien. Pero si iba tendría que volver a ver a la doctora. No sabía si podría volver a mirarla a los ojos después de lo que había pasado.

-Ta' bien. Ya estoy.

-Bien. Toma dinero para el taxi.

-¿Taxi? ¿No vienes?

-No puedo. Tengo otras cosas que hacer. Además, ¿No dices siempre que ya eres mayorcito? Ya tienes edad para ir silito al médico.

-Sí.

-Y que no se te ocurra no ir. Tengo el teléfono del hospital y me enteraré si no apareces, muchachito.

-'Taaaaaaaaaaaaaaaa bien.

-Pues ala. ¡A que te toquen otra vez las pelotas! jajajajajaja.

Pedro le echó una mirada incendiaria, que hizo que su madre se riera aún con más ganas.

Sentado en el taxi, pensaba en lo que sentiría al volver a estar con la doctora. Se prometió a si mismo que sería bueno. Que su polla sería buena y se quedaría quietita. La doctora parecía comprensiva y no le tuvo en cuenta el 'accidente'.

Se sentó en la sala de espera a que llegara su turno.

Se abrió la puerta. La Dra. salió.

-¿El señor Valverde?

Un hombre de unos sesenta años se levantó y entró en la consulta. Antes de cerrar la puerta, las miradas de Pedro y la doctora se cruzaron. Los dos sintieron un estremecimiento. Ella le sonrió levemente y cerró la puerta.

Mientras el señor Valverde le explicaba a la Dra. que el tratamiento que el Dr. Ramírez le había mandado había funcionado y que ya orinaba mucho mejor, ella no estaba allí. Apenas oía las palabras del paciente y asentía mecánicamente.

-Bien, Sr. Valverde. Entonces perfecto. Baje un poco la dosis y en un mes vuelva.

-Gracias doctora.

Lo acompañó a la puerta. La abrió y se despidió.

Miró su lista. Cinco nombres más abajo vio el de Pedro Gutiérrez. Sin embargo, lo 'coló'.

-¿Pedro Gutiérrez?

Pedro se levantó y entró. Ella cerró la puerta detrás.

-Siéntate, por favor.

Pedro se sentó y ella lo hizo al otro lado.

-¿Cómo va...la cosa?

-Bien. Ya casi no me duele.

-Ah, perfecto, perfecto. De todas maneras, echaremos un vistazo, por si las moscas.

-¿Es necesario?

-Sí. Pasa detrás. Ya sabes...

"No se me va a poner dura. No se me va a poner dura", se decía Pedro mientras se quitaba los pantalones y los calzoncillos.

Por el momento, la cosa iba bien. Ella apareció y lo miró. Actuaba como la otra vez, profesionalmente. Lo que Pedro no sabía era que el coño le ardía. Que no había dejado de pensar en lo que había pasado. Que el corazón le latía con fuerza.

-Veamos si todo se va arreglando correctamente.

Se sentó en el taburete. Esta vez sin gafas. Pedro, por si las moscas, no la miraba. No quería volver a ver su escote. Tenía que resistir.

Sintió como palpaba la zona, como levantaba sus pelotas. Como apretaba sus ingles.

-¿Te duele?

-No.

-Muy bien.

Mientras ella intentaba actuar con profesionalidad, no dejaba de mirar la polla. Esperaba que se levantase, que se pusiese dura. Pero no lo hacía. Seguía chiquita, arrugada.

Ella la deseaba dura. Ella deseaba...

Cuando se dio cuenta, ya no lo estaba tocando con profesionalidad. Lo estaba acariciando. Acariciaba sus testículos con las yemas de sus dedos. La otra mano cogió la polla. La apretó. Movió su piel, descapullándola.

Pedro supo que aquello no era normal. Aquello no eran palpaciones. La miró. Se había arrodillado entre sus piernas. Ella lo miró, levantando la vista. Sonreía. Sus ojos brillaban.

Al fin la polla de Pedro empezó a reaccionar, a llenarse de sangre, a crecer. No se decían nada. Sólo se miraban. La respiración de Pedro se hizo más fuerte. Su polla se puso dura como una roca. La doctora la tenía cogida con la mano. Mano que subía y bajaba despacito.

Le estaba haciendo una suave paja. Su mirado iba de su cálida mano a sus brillantes ojos. Ella tenía una tenue sonrisa en los labios. También respiraba con más fuerza. Miró su escote. Miró la parte superior de sus tetas.

Esta vez no fue de repente. Esta vez Pedro sintió claramente la llegada de su orgasmo. Sintió como el placer empezaba a crecer dentro de él como una bola de nieve que crecía y crecía. Su polla empezó a palpitar.

Rosa sabía lo que iba a pasar. Esa dura polla estaba a punto de correrse. Deseaba que lo hiciera. Lo necesitaba.

Acercó su cara. No quería que nada se perdiese. No quería nada en su bata, en el suelo. Lo quería todo en su cara.

-Agggg doctora...me...voy a...correr...aggggg

-Córrete en mi cara...por favor...córrete en mi cara.

Se acercó más. El primer disparo le cruzó la cara desde la frente a la mejilla. Fue tan fuerte que oyó el sonido del semen al golpear su piel. Después de ese vinieron otros más. Con los ojos cerrados Rosa disfrutó del baño de semen que Pedro le estaba regalando. Oía los gemidos del muchacho. Sentía como su polla palpitaba en su mano antes de cada sacudida, antes de que su cara se llenara un poco más de aquella leche.

Abrió la boca y varios chorros cayeron dentro de ella, sobre su lengua. Cuando el orgasmo del muchacho terminó, la polla seguía aún con espasmos. Rosa se acercó ya del todo y se pasó la polla por la cara. Se la acarició toda, esparciendo el cálido esperma por su rostro. Empezó a temblar. Era tanto su deseo, su excitación, que al pasarse la dura polla por su piel sintió que iba a estallar de gozo. Un intensísimo orgasmo la atravesó de arriba abajo.

La Dr. Hernández, arrodillada entre las piernas de un paciente, se corría sin tocarse, sintiendo su cara acariciada por la polla que acababa de correrse sobre ella.

Pedro miraba como aquella mujer se convulsionaba entre sus piernas, pasándose por la cara su polla. Respiraba por la boca, en grandes bocanadas, mirándola.

Cuando ella se calmó, abrió lentamente los ojos. Sus miradas se encontraron. Rosa sonrió.

-Gracias.

-De...de nada, doctora.

De la punta de la polla salía una gotita de semen. Ella la lamió, sin dejar de mirarlo.

+++++

-¿Todo bien, Pedrito? ¿Que te dijo la doctora?.

-Si mamá. Todo ok. Ya estoy curado del todo.

-¿Tienes que volver a revisión?

-Pues...no...no me dijo nada.

"Solo me hizo una paja hasta hacerme correr en su cara". Pero eso, por supuesto, no se lo dijo a su madre.

-Pues muy bien. Me alegro mucho. Que ya tenía miedo de quedarme sin nietos.

La experiencia con las mujeres de Pedro se limitaba a algún besuqueo y toqueteo. Pocos. Y ahora, de repente, la Dra. Hernández había aparecido. Jamás pensó que su primera verdadera experiencia sexual sería así, correrse sobre la cara de una mujer. Se había imaginado muchas otras cosas,  no esa.

Pero le había encantado. No se podía quitar de la cabeza la expresión de la doctora cuando se estaba corriendo sobre ella.

Rosa, por su parte, se dio cuenta de que esa experiencia la había cambiado, que ya nada sería igual. Hasta ese momento su vida sexual había sido normal, nada especial. Ahora no se podía quitar de la cabeza la sensación de recibir en la cara los cálidos chorros del semen de Pedro, su olor, su cara de placer mientras se corría.

Quería más. Ya no pudo volver a mirar a los pacientes de manera 'profesional'. Cuando tenía que observar a alguno, se imaginaba arrodillándose delante de él, acariciando la polla hasta ponerla dura y después masturbarlo y chuparlo hasta que se corriera en su cara. No lo hizo. No quería poner en peligro su reputación. Pero muchas veces, después de pasar consulta, tenía que irse al baño a masturbarse hasta estallar de placer.

Pensó también en los otros médicos, en los enfermeros, en el personal de la limpieza. Pero tampoco se atrevía. Si se llegara a saber, sería su ruina.

Unos días después de la visita de Pedro, ya no pudo más. Necesitaba volver a sentirlo. Con él podría. Buscó en su ficha y con alegría vio que estaba el teléfono. Hecha un manojo de nervios, cogió su móvil y marcó. Sonó tres veces y contestaron.

-Dígame.

Era una mujer. Seguramente la madre. El corazón le latía con fuerza. Colgó.

-¿Dígame?....Vaya, pues han colgado.

A los cinco minutos volvió a llamar. Otra vez contestó la mujer, y otra vez, colgó.

-¿Sí? ¿Hay alguien? Joder, algún graciosillo.

Cuando el teléfono volvió a sonar, la madre de Pedro le gritó.

-Pedrito, contesta tú. A mi no me dicen nada. Será algún graciosillo.

Pedro fue al salón y descolgó.

-¿Sí?

Rosa sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo. Reconoció la voz de Pedro.

-Hola Pedro.

Ahora el escalofrío lo sintió él.

-¿Doctora?

-Sí.

-¿Hay....algún problema? - preguntó, temiendo que alguna prueba hubiese dado un mal resultado.

-No no...No te preocupes. Lo tuyo ya está solucionado del todo. Lo mío...no

-¿Lo suyo?

-Pedro, no dejo de Pensar en ti, en lo que me hiciste...Necesito que lo hagas otra vez...Necesito que...que te corras en mi cara.

-Pedrito ¿Quién es? - le gritó su madre desde la cocina.

-Es una amigo, para salir.

Pedro sintió como su polla empezaba a ponerse dura. La doctora le estaba pidiendo que lo volviese a hacer.

-¿Lo harás, Pedro? Por favor.

-Sí...yo tampoco he dejado de pensar en usted

-¿Usted? Te has corrido dos veces en mi cara. Creo que me puedes llamar Rosa.

-Rosa...No he dejado de pensar en ti.

-Ven a mi casa

-¿Cuando?

-Salgo a las tres. Te puedo pasar a recoger

-Vale

Pedro Le dio su dirección y quedaron a las 3:15.

-Pedro...estoy muy...caliente.

-Y yo.

-¿La tienes dura?

-Como una piedra, Rosa.

-Ummmm...Estoy en un baño del hospital. Me estoy tocando el coñito pensando en tu polla. En tu caliente leche sobre mi cara. Creo que me voy a correr.

Pedro escuchó asombrado y muy cachondo como Rosa gemía cada vez más y al final como entrecortadamente parecía que lloraba. Se estaba corriendo. Era algo tan morboso. Pedro tenía ganas de correrse también

-Rosa...estoy muy cachondo...Me voy a...hacer una paja pensando en ti.

-Nooo..por favor..no lo hagas. Reserva toda tu leche para mi cara. Promételo

-Está bien. No lo haré.

-Gracias, Pedro. Nos vemos a las 3:15

Colgaron. A Pedro le costó mucho que se la bajara la polla, pero cumplió su promesa.

Sobre las dos comió con su madre y con su padre. No dejaba de mirar el reloj. Después de comer se dio una duchita rápida. Estuvo a punto de romper la promesa, pues sus enjabonadas manos le daban mucho placer en su otra vez empalmada polla.

A las 3:10 le dijo a su madre que se iba con los chicos a dar una vuelta. Vivía en un quinto piso, pero estaba tan nervioso que bajó por las escaleras, bajando los escalones de dos en dos.

Esperó unos minutos en la calle. Un coche blanco se paró delante él. Conducía la doctora. Abrió la puerta y entró en el asiento del acompañante. Ella arrancó enseguida.

-Hola Pedro.

-Hola Rosa.

Él sintió que se le subían los colores. Ella le sonrió.

-¿Estás nervioso?

-Sí, algo.

Rosa le puso la mano en la rodilla.

-No te preocupes. Yo también lo estoy. No sé que me has hecho, pero no dejo de pensar en ti, y en...ya sabes.

Rosa iba vestida de calle, sin la bata blanca. Ahora Pedro se fijó más en ella. Morena, pero de piel clara. El pelo muy bonito, rizado en una melena hasta los hombros. Llevaba las gafas. Estaba buena. Ella se dio cuenta de que la miraba.

-¿Te gusto?

-Oh!..Sí...eres muy...guapa.

-Gracias. Tu también eres un chico muy guapo. Ya hemos llegado.

Entraron a un garaje y luego subieron en un ascensor. Pedro seguía algo cohibido, pero muy excitado. Las casa de Rosa era muy acogedora. Lo hizo pasar al salón. Se miraron. Sabían por lo que estaban allí, pero ninguno de los dos daba el primer paso.

-¿De verdad has pensado en mi, Pedro?

-No he dejado de hacerlo, Rosa.

-¿Te has...masturbado pensando en mi?

-Si - re ruborizó un poco.

-Yo también lo he hecho pensando en ti, en lo que me hiciste... No sé por qué, ni me importa. Lo que deseo es...que lo hagas otra vez.

Se acercó a él y le puso la mano sobre la polla. La empezó a acariciar. Estaba dura. Mirándole a los ojos, le bajó la bragueta, y lentamente, se empezó a arrodillar delante de Pedro. Su cara quedó a la altura de la polla. Metió la mano y la sacó.

-Ummm, que bonita polla tienes, Pedro.

-Rosa...estoy muy caliente...Me correré enseguida.

-Aguanta un poquito....

La soltó, para no estimularlo demasiado. Su mano derecha la metió por debajo de su falda y la llevó directamente a su ya empapado coño. La introdujo por debajo de las bragas y se empezó a masturbar mirando como la polla de Pedro daba saltitos de excitación delante de ella.

-Agárrame del pelo, y pásame la polla por la cara. Utiliza mi cara para acariciar tu polla.

Él dio un paso hacia a delante, y como ella le pidió, la agarró del pelo, con delicadeza, la acercó más y le empezó a pasar la polla por la cara. Rosa cerró los ojos y disfrutó de la sensación que la dura y caliente polla le proporcionaba. Frotó su clítoris con fuerza, y empezó a gemir.

Pero estaba tan cachondo que el viscoso líquido pre seminal que salía de la punta de su polla dejaba un rastro brillante en la cara de la doctora. Pasarle así la polla por la cara lo hacía sentir poderoso. Apretó el pelo con más fuerza, se la restregó más fuerte, y ella gimió también más fuerte.

Cuando se la pasó por los labios, apretó. Ella no los abrió.

-Chúpame la polla.

Rosa abrió los ojos. Le gustó como la miraba. Le gustó que se lo pidiera. Abrió un poco la boca y él empujó, metiéndosela dentro. Enseguida notó el sabor de la polla, el sabor del líquido que salía de ella. Empezó a mamar, con delicadeza, con suavidad. Pedro se movía también, como si le follara la boca.

-Agggg Rosa....que rico..Tu boca es tan caliente.

Ella no podía hablar con la boca llena de polla. Sólo decía:

-Ummmm ummmmm

La suave vibración del sonido aumentaba el placer de Pedro, que aumentó el ritmo de sus caderas. Ya no podía más, se iba a correr. Sintió como sus músculos se empezaban a tensar, como el placer llegaba desde lo más profundo de su ser y se concentrada en su polla. Sabía lo que ella quería. Así que le sacó la polla de la boca.

Rosa supo que el ansiado momento había llegado. Cerró los ojos, cubiertos por sus gafas, levantó la cabeza ligeramente, abrió apenas la boca, y esperó. Parecía una penitente a la espera de la sagrada forma. Pero lo que ella recibió fue un cálido baño de caliente y espeso semen. En cuanto notó el primer y potente chorro estrellarse sobre sus mejillas, empezó a correrse, sus dedos a bañarse de sus propios jugos. Cada golpe que se estrellaba en su cara era un espasmo de su cuerpo. Oía los gemidos de Pedro. Oía sus propios gemidos.

Durante los segundos que duró la copiosa corrida de Pedro, el mundo de Rosa sólo era la sensación del calor del semen en la cara y de su cuerpo estallando de placer. No había nada más.

Cuando Pedro dejó de correrse, se quedó mirando a aquella mujer, con la cara cubierta con su semen, respirando agitadamente, con una expresión en el rostro de puro éxtasis

-Gracias Pedro..gracias....

-De nada, Rosa. Para mi ha sido...un...un placer.

Se arrodilló junto a ella. Miraba como su leche empezaba a gotear sobre su blusa. Ella seguía con los ojos cerrados. La vio hermosa. Sintió deseos de besarla, sin importarle que marcharse con su propio semen. Acercó sus labios y la besó.

-Ummm Pedro..me has besado - le dijo, sin abrir aún los ojos.

-Sí.

-Bésame otra vez.

La besó, y esta vez los dos abrieron sus labios y sus lenguas se encontraron. Fue un largo y dulce beso, a pesar el salado sabor del semen que ambos compartieron

Pedro la deseaba. Quería más de ella. Llevó sus manos a sus tetas ya las acarició sobre la ropa. Rosa se dejó hacer, sin decir nada, sin dejar de besarlo. Al poco tiempo, le preguntó:

-Pedro..¿Eres virgen?

Él quitó las manos de sus tetas, y miró al suelo, avergonzado. Rosa se quitó las gafas, pues no veía bien así, embadurnadas de semen fresco. Llevó su mano a la barbilla de Pedro y le levantó la cara, para que la mirara.

-¿Lo eres?

-Sí.

-No tienes por qué avergonzarte. Aún eres joven. Además, ¿Cuantos jóvenes de tu edad se han corrido tres veces en la cara de una mujer?

-Pues...no sé...

-Poquitos. Créeme. Muy poquitos.

Pedro se sintió un poco mejor. Se sintió un poco... especial.

-¿Te gustaría que fuera tu primera mujer?

-¿Lo dices en serio?

-Pedrito, mira mi cara. Aún goteo tu leche. Claro que hablo en serio.

-Por favor, no me llames Pedrito.

-Ops, perdona...Pedro..¿Me quieres follar?

El corazón de Pedro latía con fuerza. Por supuesto que quería.

-Sí..claro que quiero....follarte.

Rosa se levantó y le dio su mano para ayudarlo a levantar. Luego, cogidos de la mano, lo llevó a su dormitorio.

-Pedro, sólo hay una condición.

-¿Cuál?

-¿No la sabes?

La miró, dubitativo.

-Pues...no.

-Que te corras en mi cara - le dijo, sonriendo.

-Ah, vale.

El semen de la cara de Rosa se empezaba a licuar, a gotear más sobre su blusa. Rosa llevó sus manos a la cara y se lo esparció, como si de crema hidratante se tratase.

-Ummmm Pedro. Que bien huele tu leche. Quítame las bragas.

Con las manos temblándole, metió sus manos por debajo de la falda de Rosa y tiró de las bragas. Ella lo ayudó levantando un pie y luego el otro.

-Mira que mojadas están, Pedro. Es por ti.

Pedro las apretó entre sus manos. Es verdad que estaban muy húmedas, calientes. Sin saber porque, se las llevó a la nariz y las olió. Rosa lo miró, con los ojos brillantes.

-Ummmm que morboso...oler mis braguitas usadas. ¿Te gusta como huelen?

-Si... me encanta tu olor.

-Son para ti, para que te acuerdes de mi.

Lo cogió otra vez de la mano y los dos se sentaron en la cama.

-Quítame la blusa

No pudo. Entre los nervios y que era la primera vez que intentaba quitar unos botones al revés, no pudo. Rosa le echó una mano. Cuando todos los botones estuvieron abiertos, ella se abrió la blusa y le mostró dos bellas tetas, recogidas con un bonito sujetador negro, que contrastaba deliciosamente con su piel blanca. Le cogió una mano la la llevó a sus tetas.

-Acaríciame, Pedro

Le encantó el tacto de sus tetas. Eran cálidas, grandes. El pulgar lo pasó sobre los pezones, y los notó duros. Rosa metió sus manos por detrás y se quitó el sujetador. No tuvo que invitar a Pedro. Él se acercó y besó sus pechos, lamió sus pezones. La empujó hacia atrás, haciéndola acostar en la cama.

Sin dejar de lamerla, bajó una se sus manos hasta sus rodillas y fue subiendo, lentamente. Rosa abrió sus piernas, invitándolo a seguir adelante. Cuando los dedos de Pedro empezaron a acariciar su mojado coño, Rosa cerró los ojos y empezó a gemir.

-Aggg...Pedro...que rico...me gustan tus caricias...sigue...

Mordió con suavidad el pezón que tenía en la boca al tiempo que metía y sacaba dos dedos de la encharcada vagina de Rosa. Con el pulgar frotaba su clítoris. En menos de un minuto, Rosa estallaba en un fortísimo orgasmo que mojó aún más los dedos de Pedro.

-Ummmm Pedro..que placer....¿Seguro que eres virgen?

-Sí.

-Coño, pues cuando tengas más experiencia vas a derretir a las mujeres con tus manos.

Pedro se acercó a su oreja y le susurró.

-Y ahora con mi boca.

-Pedro....¿Me quieres matar de placer?

-Sí. Ponte en el centro de la cama

Rosa se colocó como Pedro le pedía. Ahora él mandaba. Y lo hacía muy bien. Le dijo que abriera sus piernas. Pudo ver su coño, de pelo negro abundante.

-Está un poco descuidado. Me lo depilaré para ti.

-No...me gusta así. Ábretelo para mi.

Pedro no se reconocía a si mismo. Pidiéndole cosas a aquella preciosa mujer, y ella le obedecía. Llevó sus manos a su coño y se lo abrió, monstrándole sus labios interiores, brillantes, hinchados de excitación. Y arriba, encapuchado, su clítoris

-¿Así?

-Si..Es precioso.

-Ummmm A las mujeres nos gusta mucho que nos digan que tenemos el coño bonito. Que huele bien...

Pedro acercó su nariz y lo olió.

-Me encanta como huele.

-Aggg Pedro...y lo que más nos gusta es que nos digan que sabe rico.

Pasó la lengua a lo largo de la raja, recogiendo en ella sus aromáticos flujos, saboreándolos.

-Sabe... rico rico..ummmm Rosa...es la cosa más rica que he probado

Rosa no podía más. Llevó sus manos a la cabeza de Pedro y la apretó contra su coño.

-Cómemelo....venga, por favor....cómeme el coño....

Algunos nunca aprenden. Otros nacen con un don. Pedro era de estos últimos. Lamía por instinto. Sabía donde lamer, donde chupar. Se guiaba por los gemidos de Rosa, por sus movimientos. Utilizaba los dedos, la lengua, los labios, la nariz. Todo para estimular.

-Agggggggggg Pedro..¿Que me haces? Dios mío..que...placer...Agggggggg

El primero orgasmo de Rosa le llenó la cara de jugos. Siguió comiéndola, sin parar. El segundo orgasmo fue más fuerte, y Rosa apretó con fuerza la cabeza de Pedro contra ella mientras levantaba las caderas con todo el cuerpo tenso por el placer.

El tercer orgasmo fue demasiado. Rosa tuvo que pararlo, apartar aquella cabeza que la iba a matar de gusto si seguía.

-Para....para....no puedo más....Pedro....ummmm

Pedro dejó de lamer y la besó tiernamente en los muslos, mirándola. Ella tenía los ojos cerrados, el cuerpo casi sin fuerzas. Jamás había gozado tanto con un hombre. Y este era un jovenzuelo sin apenas experiencia, pero que la había llevado a lo más alto.

Más de cinco minutos estuvieron así. El dándole besitos en las ingles, en la cara interior de los muslos. Ella recuperándose.

-Pedro, te doblo la edad...pero...eres el hombre más hombre que he conocido. Será un honor para mi completarte....Fóllame cariño. Fóllame.

Al fin había llegado el momento. Pedro subió lentamente. Rosa lo miraba, con esa preciosa sonrisa de ella. Se tumbó sobre ella, aún sin penetrarla. Sólo sobre ella, y se besaron. Primero con ternura, y después, con pasión. Rosa llevó una mano hasta la dura polla y la guió a la entrada de su coño, que lo esperaba anhelante.

La penetración fue lenta. Pedro cerró los ojos y disfrutó de cada instante. Ella lo miraba. Miraba su expresión de placer. Cuando sus pubis se besaron, cuando toda la polla estaba dentro de su vagina, Pedro abrió los ojos. Brillaban.

-Rosa...ya no soy...virgen...gracias.

-Ummmm Pedro...gracias a ti....ahora...fóllame...despacito...disfruta.

Besándola se empezó a mover. Era un placer tan distinto a una mano, a una boca. Sentía el calor, la humedad, como aquel delicioso coño lo apretaba. Cada vez se movió más rápido. Cuando ella empezó a gemir, más rápido fue.

-Agggggggggg así.....que placer....Pedro....Pedro...eres...agggggg maravilloso....

Las palabras y los gemidos de Rosa no hacían más que reforzar la autoestima de Pedro. Jamás pensó que la primera vez que se acostase con una mujer  sería así. Estaba siendo mejor que cualquier cosa que había imaginado.

-Rosa....

-Pedro.....

-Me...voy a correr...no puedo más....que placer...

-Yo también....aguanta un poco....y me correré.....sí....sí.....siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Rosa estalló. El placer se irradió desde su coño hacia todo su cuerpo. Un orgasmo largo, intenso, que hizo a su vagina contraerse de placer y disparar el orgasmo de Pedro, que como ella le había pedido, se salió con rapidez de ella y se dirigió a su cara. No fue lo suficientemente rápido y el primer chorro le cayó sobre las tetas. Los siguientes todos fueron a su cara. Fue como si el orgasmo que estaba sintiendo se parase y fuese sustituido por uno aún más fuerte.

Lentamente, Rosa abrió los ojos. No se había sentido tan bien en toda su vida. Estaba relajada. El placer que ese muchacho le había dado no lo olvidaría jamás.

-Me has engañado, Pedro. No puede ser la primera vez que lo haces con una mujer.

-Es la verdad. Ha sido mi primera vez.

-Ummmm pues has sido el mejor amante que he tenido. ¿Qué me has hecho?

-¿Qué quieres decir?

-Pues...aquí estoy, con un jovenzuelo que me ha echado el mejor polvo de mi vida. Que me ha dejado la cara llena de ...ummmm su rica leche. Eres el primer hombre que se corre en mi cara. Ni siquiera tenía idea de que fuera tan...

-¿Tan qué?

-No te lo puedo explicar. No sé que me pasa. Sólo sé me estoy empezando a obsesionar con sentir mi cara cubierta de semen, de cálido y oloroso semen. Miro a los otros médicos, a mis pacientes, a los hombres por la calle. Y no me imagino que me follan. Sólo me imagino que se corren en mi cara. Ni siquiera que se las chupo. Sólo su chorros calientes en mi cara. Desde que lo hiciste la primera vez no he dejado de masturbarme pensando en ti.

-A mi...también me gusta correrme en tu cara. Y también me he masturbado pensando en ti

-¿Sí?

-Sí. Varias veces.

-Eres un sol.

Rosa recorrió con su mirada desde la cara de Pedro hasta su polla.

-Aún la tienes dura.

-Es que me pones muy cachondo, así, medio desnuda y con tu cara llena de mi leche.

-¿Tienes más leche para mi cara?

-Creo que sí. Todavía me queda un poco

-Ummmm divina juventud. Acercate un poco más.

Le puso a polla sobre la cara. Rosa la cogió con una mano y empezó a hacerle una paja.

-Yo también estoy cachonda. Hazme a mi una pajita también.

Pedro alargó uno de sus brazos y empezó a acariciar aquel mojado coño, a pasar sus dedos a lo largo, a frotar con suavidad su clítoris. Rosa gemía.

-Ummmm Pedro...¿Vendrás más veces, verdad? ¿Me darás tu leche más veces, no?

-Sí...siempre que quieras..

-Pues querré todos los días...Necesito tu leche en mi cara todos los días.

La mano de Rosa se movía con rapidez. Quería hacerlo correr rápido, conseguir su caliente tesoro. Pedro usaba sus dedos tan bien como su boca, y el placer que le daba era maravilloso.

Le costó, pero al final logró su deseo. Pedro empezó a gemir. Su polla tuvo un par de espasmos y se empezó a correr. Rosa lo acompañó. No hizo más que sentir como la caliente leche de Pedro se sumaba a la que aún tenía en la cara y se corrió con él.

Pedro se acostó junto a ella y la besó en los labios. Luego con sus dedos recogió un poco del semen de la mejilla de Rosa y lo llevó a la boca de ella.

-Ummm aún no..Déjalo un poco más en mi cara.

Disfrutó unos minutos más de la sensación y luego se lo pidió.

-Ahora aliméntame.

Se tragó todo lo que Pedro le llevó a la boca, entre las risas de ambos.

-La cara te ha quedado pringosa Deberías lavártela

-Ummmm Nop. Ahora no. Me gusta sentir como se va secando. Queda tirante. Jajaja. ¿Te llevo a casa?

-Vale.

Se despidieron con un morreo espectacular. Rosa le acarició el paquete y se le puso morcillona.

-Recárgate bien para mañana. ¿A la misma hora?

-Vale. ¿Te podré follar?

-Pedro, me podrás hacer todo lo que quieras, lo que desees. Todo mi cuerpo es tuyo, hasta mi alma. Solo...solo te pido una cosa...ya sabes. -le dijo, sonriéndole.

-Sí, lo sé.

Rosa volvió a su casa. Se moría de hambre. Lo único que había comido desde el desayuno era un poco del semen de Pedro. Antes de ir a la cocina, se miró en el espejo. Su cara estaba sucia, con manchas brillantes. Se pasó los dedos y sonrió. No se lavó.

Por la noche, viendo la tele, empezó a recordar esa maravillosa tarde. Se empezó a mojar y metió una mano por debajo de sus bragas. Cerró los ojos. En su imaginación una polla sin cuerpo, dura, se corría sobre su cara. Luego otra, y otra. No le importaban los hombres, solo las pollas y su cálido contenido. También veía a Pedro. La follaba sin descanso, haciéndola correr, y sacándole la polla para llevarla sobre su cara.

Se corrió varias veces. Cuando se calmó se puso a pensar. Se dio cuenta de que todo aquello se estaba convirtiendo en un obsesión. Pero era tan placentera que no le importaba.

A esa misma hora, Pedro, en su cama, olía las bragas que Rosa le había regalado. Tocaba su dura polla, llevándola al borde del orgasmo, y paraba. No quería desperdiciar nada de leche. Toda sería para Rosa. Se durmió con la polla bien dura.

Al día siguiente, hizo novillos. No podía esperar hasta la tarde, así que fue al hospital y se sentó en la sala de espera. El corazón le latía. Cuando ella llamase al siguiente paciente, lo vería.

Cuando la puerta se abrió, se llevó un chasco. Era un doctor. Por lo visto había vuelto ya. Cabizbajo, se levantó para irse. Estaba a punto de salir por la puerta del hospital cuando oyó una voz

-¿Pedro?

Se dio la vuelta y allí estaba ella. Con su bata blanca, una carpeta, sus gafas, mirándolo. Se acercó a él.

-¿Todo bien?

-Sí.

-¿A que has venido?

-A...correrme en tu cara.

Se miraron en silencio. Los dos corazones latiendo con fuerza.

-Sígueme.

La siguió a pocos metros detrás de ella. La miraba. Como caminaba, como se contorneaba. Le miró el culo. No se distinguía muy bien por la bata, pero lo mecía hacia los lados de una manera muy sexy. Pasaron varios pasillos hasta llegar a un zona con poca gente. Rosa miró a los lados y entró por una puerta que ponía 'Solo personal'. Pedro la siguió

Daba a una zona de servicio, con varias puertas en donde se almacenaban materiales. Rosa escogió una en donde a esas horas no entraría nadie. Nada más entrar y cerrar la puerta, se abrazaron y se besaron con pasión.

-Ahhh Pedro..estaba pensando en ti. Cuando te vi no me lo podía creer.

-No podía esperar a la tarde. Anoche estuve oliendo tus bragas.

-¿Te corriste?

-No...Me he reservado para ti.

-Ummmm ¿Así que estás bien cargadito de leche y has venido a vaciarte sobre mi carita? -le preguntó al tiempo que llevaba una mano hasta la bragueta. Notó la dura polla debajo.

-Sí...Ayer me dijiste que podría hacer lo que deseara.

-Sí...¿Qué deseas?

-Follarte...el culito.

-Ummmm chico malo. ¿Quieres meter tu dura polla en mi virgen culito?

-¿No te lo han follado?

-No. Vas a ser el primero.

-¿Me dejarás?

-Ya te dije que haré todo lo que me pidas. Pero...Irás con cuidado, ¿Verdad?. No tengo nada para lubricar mi culito.

-Yo sí. Date la vuelta.

Rosa lo hizo. Pedro la abrazó y le quitó la bata. Vestía una falda, así que no habría problemas. Se arrodilló detrás de ella, metió las manos por debajo de la falda y le quitó las bragas.

-Están mojadas, Rosa.

-Desde que te vi en la puerta el coño se me empapó.

Le levantó la falda y le dijo se la aguantara. Ahora que podía ver su culito, era precioso. Besó las nalgas, una a una.

-Jiji, me haces cosquillas.

-Échate hacia adelante.

Rosa se apoyó en una estantería llena de botellas que tenía delante. Su culito quedó ofrecido. Pedro, con sus manos, separó las nalgas y ante el apareció su apretado agujerito. Era bonito. Acercó su boca, sacó la lengua y lo lamió.

-Agggg Pedro..que rico....me gusta.

Lamía usando bastante saliva, para ir lubricando la zona. Incluso intentaba meter la punta de la lengua en el culito. Rosa lo meneaba.

-Ummmmm si llego a saber que era tan rico que te chupen el culito lo hubiese pedido antes...agggg aunque no creo que mis anteriores amantes lo hubiesen hecho....Pedro..que rico....sigue..

Él llevó una de sus manos al coño de Rosa, que goteaba de placer. Frotó los labios vaginales y atrapó el clítoris entre dos dedos. Rosa casi se corre. Cuando el ano estuvo bien ensalivado se chupó un dedo y se lo metió con delicadeza.

-Aggggg me gusta... sí, sí....me gusta...........Fóllame el culito con tu dedo....

La siguió masturbando y follando. El dedo entraba muy bien, a fondo. Metió un segundo dedo, acompañando al otro. Rosa empezó a menear el culito, a buscar aquellos dedos que la follaban.

-Ummm Pedro...creo que me va a encantar que encules....Joder..si estoy empapada.

Pedro se levantó. Rosa, apoyada en la estantería, oyó como se bajaba la bragueta. Después sintió como le daba golpecitos en las nalgas con la polla.

-Que dura está.

-Estoy como una moto, Rosa. Qué buena estás.

Aquel jovenzuelo la encendía. Sin duda era el mejor amante que había conocido. Y sólo estaba empezando.

-¿Lista?

-Sí...Rómpeme el culo con esa dura polla.

Pedro se lubricó la punta con más saliva y la apoyó contra el ofrecido esfínter. Empezó a empujar. Poco a poco, consiguió meter la cabeza. El culito estaba bastante cerrado.

-Aggggg duele un poco....Espera...no sigas.

Pedro, como un caballero que era, le hizo caso a su dama. Rosa llevó una de sus manos a su coño y se acarició. Relajó su culito y el dolor fue remitiendo.

-Ahora...métela despacito.

Con los ojos cerrados, sin dejar de acariciarse, experimentó la primera enculada de su vida. Centímetro a centímetro aquella dura barra de carne se clavó dentro de ella hasta que el pubis de Pedro chocó contra ella.

-Rosa...te he metido toda la polla en el culo....Que.....rico....Es tan apretadito y caliente. ¿Te duele?

-Apenas...pero me gusta....Ahora fóllame despacito...con cuidado....ummmmmm

Agarrando sus caderas, empezó a moverse con lentitud. Salía hasta la mitad y luego se la clavaba a fondo, apretando contra sus nalgas. El dolor desapareció del todo. Sólo había placer para ambos.

-Agggggg Cabrito...que gusto...Dame por el culo...más...más rápido...encúlame bien

Pedro aumentó el ritmo de la follada y Rosa el de sus toqueteos. Su mano estaba completamente empapada. Metió dos dedos en su coño y se folló con ellos mientras Pedro le follaba el culo cada vez más rápido, más fuerte.

-Me voy a correr Pedro...Vas a hacer que me corra por el culo....Eres....agggggggggggg maravilloso Pedro....creo que....te...quieroooooooooooooo

El orgasmo fue arrollador, brutal, desgarrador. Todo su cuerpo quedó tenso. El placer le venía del coño, del culo. Se quedó sin respiración, y él seguía martilleándola, follándosela, enculándola. Cuando su orgasmo terminó, sintió que las piernas se le aflojaban y se tuvo que sentar en el suelo. Pero no pudo descansar mucho.

Pedro la cogió por el pelo, haciéndole levantar la cara. Abrió los ojos y vio la polla frente a ella.

-Ya sabes a que he venido, Rosa.

Rosa sonrió. Cogió la polla con la mano derecha y empezó a pajearla con fuerza. Acercó su cara, poniéndola justo en la trayectoria de los cañonazos que en pocos segundos lanzaría Pedro.

La corrida del muchacho fue espectacular. Casi se le nubló la vista mientras chorro tras chorro de espeso y blanco semen se estrellaba contra el sonriente rostro de Rosa, que con las dedos enterrados aún en su coño, se volvía a correr con aque calor que le quemaba la cara. Abrió la boca para saborear algunos de los disparos.

Pedro miró su obra. Rosa estaba preciosa. Follarla era fantástico, pero a él también le estaba empezando a gustar especialmente llenarle la cara así. Vio como ella cerraba la boca y saboreaba la leche que le había caído dentro. Pedro recogió con los dedos el de la cara y se lo fue dando. Ella, se lo fue tomando como una niña buena. Después se quitó las gafas y mirándolo sensualmente, lamió los cristales limpiándolos de semen. Para finalizar, se metió la polla en la boca y la chupó hasta dejarla limpia.

-Gracias Pedro...gracias.

-Para mi es un placer, Rosa.

-Y para mi. Lo de esta tarde sigue en pie, ¿no?

-Por supuesto.

Rosa se levantó y se besaron. Le acarició el culo, aún si bragas.

-¿Te lavarás la cara, no?

-Ummm, ¿No te gusta vérmela pringosita de ti?

-Sí...pero...

-Jajajaja, tontito, Claro

Salieron con cuidado y se despidieron.

Se vieron todos los días. Todos los días Rosa recibía feliz su cálido tratamiento. Siempre que él lo deseaba, follaban como él quería, ya fuera por el coño o por el ya entrenado culito. Pero siempre, siempre, terminaba sobre su cara. Era lo que ella deseaba. Su obsesión. Pero no sólo recibía ese placer. Pedro la hacía correr una y otra vez con todo. Con su polla mientras la follaba. Con sus dedos y, sobre todo, con su boca. Le comía el coño con pasión, sin parar, haciéndola correr una y otra vez hasta que no podía más y lo tenía que apartar. Luego el la miraba con la cara brillante y sonriendo.

Siempre encontraban formas de divertidas de hacerlo. Unas veces, Rosa se acostaba desnuda en el sofá y Pedro se ponía de pie, poniéndose sobre su cara. Ella le chupaba las pelotas y hasta el culo mientras lo masturbaba hasta hacerlo correr sobre ella. El primer chorro le llegaba hasta la barriga. El resto los dirigía a su cara y a su boca. Otras veces, ella se arrodillaba entre sus pies y le hacía una lenta y extenuante mamada. Cuando sentía que él se iba a correr, paraba, y volvía a empezar. Podía estar así mucho tiempo, más de una hora. Cuando al fin le dejaba correrse, la cantidad de semen que se estrellaba contra su cara era inmensa. Varias veces Pedro iba al hospital y se encerraban en aquel almacén.

Un sábado Pedro la ató a la cama, de pies y manos y la estuvo acariciando, lamiendo, chupando y follando durante horas. El se corrió tres veces. Las tres, por supuesto, en su cara, sin limpiar las corridas anteriores. Ella, incontables veces. Y como estaba atada no podía apartarlo. Sólo podía gritarle que la dejara descansar.

Cuando por fin la desató, cayó dormida en el acto. Pedro se quedó largo rato mirándola. No sólo sentía una fuerte atracción sexual hacia aquella mujer. Sentá mucho más.

Pocos días después, una tarde, cuando Pedro entró en la casa, la notó muy excitada. Lo cogió de la mano y lo arrastró hasta un cuarto en donde tenía el ordenador.

-Mira.

Le enseño un video que había encontrado. Un video porno. Una chica estaba arrodillada en el suelo. Cubierta de semen. Hombre tras hombre se acercaban a ella y se corrían sobre su cara.

-Wow Rosa. ¿Te gusta, no?

-Desde que lo vi no dejo de pensar en eso. Ni sé las veces que me he corrido. Quiero hacerlo.

-¿Queeee?

-Uf, deseo ser esa chica. Ayúdame - le dijo arrodillándose delante de él, bajándole la bragueta y sacándole la polla.

Pedro miraba el video mientras Rosa le chupaba la polla. Se imaginaba a ella recibiendo aquella ducha de leche. Se corrió enseguida, gimiendo de placer. La miró. Ella se pasaba la polla por la cara, extendiendo la leche.

-Joder Rosa. Creo que se me ha ocurrido una idea.

Rosa, arrodillada delante de Pedro, le miraba. Feliz. Contenta.

-¿Qué se te ha ocurrido? -¿Recuerdas por qué nos conocimos? -Te habían dado una patada jugando al fútbol....

La cara de Rosa, brillante ya por la corrida de Pedro, se iluminó.

-¿Estás pensando lo mismo que yo? - le preguntó, con la polla dura en al mano. -Creo que sí. Podría arreglar una visita tuya la vestuario después de un entrenamiento.

Rosa llevó la mano libre a su coño y se empezó a frotar con fuerza.

-Ummmm ¿Cuántos sois? Joder...que cachonda estoy. -Pues...En el equipo somos 15 más el entrenador. Aunque siempre suele faltar alguno.

Rosa se imaginó arrodillada delante de todos aquellos muchachos y recibiendo una catarata se caliente semen sobre ella. Se corrió con fuertes espasmos de placer. Tenía que experimentarlo, aunque sólo fuese una vez.

-¿Harás...eso...por mi?

La ayudó a levantar y la besó. La abrazó. Ella notó que Pedro estaba tenso.

-¿Lo harás, Pedro? -Si tú quieres... -¿A ti no te gustaría verme así? -La idea me excita, sí...pero.. -¿Pero qué? -Es que...te quiero sólo para mí.

Lo miró. Era tan dulce y a la vez tan hombre. La quería sólo para ella.

-Pedro, soy tuya. En cuerpo y alma. Eres tú quien me ha hecho sentir cosas que nunca había sentido. Eres el mejor amante que he tenido. Eso sólo sería...sexo. ¿Me quieres, verdad? -Creo que sí, Rosa -Y yo a ti. Eso no cambiará haya los hombre que haya. Lo necesito. Tengo que sentirlo. Por favor, hazlo por mi. -Está bien. Lo haré. -Gracias... mi amor

Lo cogió de la mano y lo llevó a su dormitorio. Se desnudaron el uno al otro y se acariciaron largo rato.

-Rosa...quiero hacerte el amor. -Ummmm te deseo Pedro...yo también deseo que me ames.

Le penetró lentamente, besándola, acariciando su cuerpo. Rosa rodeó su cintura con sus piernas. Cara contra cara se acariciaban. El semen que ella tenía pronto fue esparcido entre los dos rostros, probado por las dos bocas.

Rosa tuvo un suave y placentero orgasmo. En ese momento no pensaba en nada más que en el hombre que la penetraba tan maravillosamente. No pensaba en semen cayendo sobre su cara. Sólo sentía aquella dura polla dándole placer.

-Aggggg Pedro....que bien lo haces....eres..

La besó sin dejarla terminar. Entrelazaron sus manos y Pedro aumentó el ritmo de la penetración, haciéndola gemir cada vez más fuerte. El orgasmo de Pedro se aproximaba. En ese momento no quería sacársela para ir hasta su cara. Deseaba hacerle el amor plenamente. Deseaba correrse dentro de ella.

-Rosa....te quiero... -Y yo a ti Pedro..Aggggggggg que placer. -Me...correré......dentro de...ti. -Siiiiiiiiiiiiiii mi amor...lléname de ti. Lléname de ti.

Cuando Rosa sintió como Pedro se tensaba y el fondo de su vagina se llenó de calor, estalló también, uniéndose ambos en un orgasmo que los dejó después unidos por varios minutos. Se miraban, se besaban. Se sonreían.

-Me ha gustado que te corrieras dentro de mí. -A mí también. Así podré hacer una cosa que llevaba tiempo deseando. -¿Sí? ¿Qué es? -Esto...

Bajó lentamente por el cuerpo de Rosa hasta enterrar su cara entre sus piernas. Le empezó a comer el coño.

-Aggg Pedro...estoy llena de ti. -Lo sé. Y ahora te voy a comer hasta dejarte vacía.

Fue una comida de coño muy especial. Rosa notaba como la mezcla de flujo y semen iba saliendo poco a poco, y como Pedro la lamía sin cesar. Con cada orgasmo  que le regalaba , la mezcla se iba aclarando, hasta que ya sólo salió flujo. Después de incontables orgasmos, lo tuvo que apartar, pues su coño había quedado demasiado sensible.

-Ven aquí mi amor.

Rosa apoyó su cabeza en el pecho de Pedro, mientras él acariciaba su cabello.

-¿Estaba rico mi coñito? -Ummm riquísimo. -¿Si hubiese sido el semen de otro hombre lo hubieses hecho? -Joder. Pues...No sé. Creo que no. -¿Y si yo te lo pidiese? -Bueno..no lo sé, la verdad. Si tu me lo pidiese...a lo mejor.

Pedro se marchó un poco cabizbajo. Por una parte quería hacer lo que ella deseaba. Darle esa satisfacción. Pero por otra, temía que algo saliera mal. Perder lo que tenía con ella. Esa noche le costó dormir, pensando, cavilando. Se lo había prometido. La veía tan excitada por la idea. Lo haría. Por ella.

Al día siguiente Pedro habló con Ignacio, el amigo que le había dado la patada gracias a la cual había conocido a Rosa. No pensaba contarle todo, sólo lo imprescindible.

-Oye, Ignacio. ¿Sabes lo que es un bukake? -¿Bukake? Pues ..¿Un...dulce? -No. Es esto

Le enseño un foto en donde una chica estaba arrodillada, con los ojos cerrados y cubierta de semen. Los ojos de Ignacio se abrieron como platos

-Joder. Vaya lechada, tío. -Tengo una amiga que quiere hacerlo. -¿Uhh? -Que tengo una amiga que quiere hacerlo. He pensado en el equipo. -Déjame que lo entienda. ¿Me estás diciendo que una amiga tuya quiere que el equipo se corra sobre ella? -Exactamente eso.

Ignacio se puso a mirar a todas partes.

-¿Qué haces? -Buscando la cámara oculta. -Esto va en serio. -No me lo creo. -¿Por qué no? -Es demasiado bueno como para ser verdad. -Pues es verdad, tío. -¿Quién es? ¿La conozco? -No la conoces. ¿Qué piensas? ¿Lo harías? -¿Correrme en la cara de esa chica? Por supuesto. -Sería correrte sobre la cara de esa chica delante de todo el equipo, uno tras otro. -También. -¿Crees que se lo debería decir a los demás o que sea de sorpresa? -Pedro. ¿Esto va en serio, no? -Sí. -Joder. Se me está poniendo dura sólo de pensarlo. No se lo digas a nadie. Será una sorpresa. ¿Cuando piensas hacerlo? -Pues..mañana mismo, después del entrenamiento. -Wow! Va a ser algo grande. ¿Quién es ese zorrón?

Eso era una de las cosas que Pedro temía. Que se tomaran a Rosa por lo que no era.

-No es ningún zorrón. Las razones no importan. Es algo que ella desea. Pondré reglas. Y el que no las cumpla se la carga. -Tranqui tío. -Pues entonces, todo arreglado. Mañana, después del entrenamiento lo hacemos.

Ya estaba hecho. Fue al hospital, se dirigió directamente al almacén de sus encuentros con Rosa y le mandó un mensaje al móvil. En menos de cinco minutos ella estaba arrodillada delante de él pasándose la polla por la cara.

Ninguno hablaba. Sólo se miraban. Ella era feliz acariciándose con la polla de Pedro. Le miraba, sonriendo. Su cara se iba mojando con el líquido pre seminal que destilaba aquella dura estaca. Pedro estaba muy cachondo, pensando en lo que pasaría al día siguiente. Y asustado. Pero la excitación era mayor. La hizo levantar y se besaron con pasión. La mano de Rosa cogió su polla y la meneó mientras sus lenguas se entrelazaban.

Pedro metió su mano por debajo de su falda y la llevó a su coño. Las bragas estaban empapadas. Introdujo sus dedos por dentro de la prenda y acarició la rajita. Le encantaba sentir su calor, sobre todo cuando la excitación empezaba, cuando estaba babosita. Al pasar las yemas sobre el clítoris ella gimió en su boca. Pedro fue besándola desde allí hasta su orejita. Le susurró.

-Rosa, mañana por la tarde mi equipo entero se va a correr en tu cara.

Cuando ella oyó aquellas palabras se corrió en el acto. Cerró sus piernas, atrapando la mano que la acariciaba y llenando los dedos de Pedro con su flujos. Se agarró al muchacho para no caerse. Las piernas le temblaban. Tenía los ojos fuertemente cerrados mientras su cuerpo estallaba de placer.

Abrió lentamente los ojos. Los de él la miraban.

-Eres maravilloso, Pedro. Te quiero. -He hablado con un amigo. Precisamente el que me dio la patada. El culpable de que nos conociéramos. -¿Qué le has dicho? -Sólo que eres una amiga con un deseo especial. No quiero que sepan quien eres. Los demás no sabrán nada hasta que llegue el momento. También le dije que pondré reglas y que tienen que cumplirlas. -¿Qué reglas?

Se las dijo. Ella se emocionó. Eran reglas para protegerla. Estuvo de acuerdo con todas. Lo besó con pasión. En su mano, la dura polla.

-Bueno, y ahora lléname la cara con una buena corrida.

Mirándolo a los ojos se fue arrodillando lentamente, hasta que su cara estuvo a la altura del mástil.

-Córrete en mi cara, Pedro. Córrete en mi cara. Imagina que ya la tengo llena de la leche de tus amigos. Que eres el último, el más importante.

Pedro se cogió la polla y se la empezó a menear con fuerza.  La excitación era muy grande. Empezó a gemir. Rosa se rozaba la cara con la punta de la polla. Ya lo conocía muy bien. Sabía el momento justo en el que él se iba a correr. Cerró los ojos, se quedó quieta.

Un golpe en su cara. Calor. Otro. Uno más. Cada uno seguido de un espasmo de placer. Cada vez sentía la piel de su rostro más caliente, más mojada. Oía los gemidos de Pedro. Abrió la boca, sacó la lengua y notó otro golpe más sobre ésta. Saboreó el cálido néctar, y estalló. Aún sentía los últimos chorros de la corrida de Pedro cuando su cuerpo fue atravesado por el placer. Pensar que sentía todo eso con un solo hombre y que al día siguiente sentiría lo mismo una y otra vez, una y otra vez, le provocó un intenso orgasmo.

Después de que los dos terminaran con los espasmos, los estremecimientos, se quedaron quietos. Sólo sus agitados pechos se movían al ritmo de las respiraciones. Pedro miraba a aquella mujer, con una sonrisa en la cara y cubierta por su semen. ¿Resistiría verla rodeada por sus amigos, bufando como animales, corriéndose sobre ella?

Se arrodilló junto a Rosa. Ella abrió los ojos y se miraron. Acercaron sus bocas y se besaron. Pedro sintió su amargo y saldado sabor.

-Mi amor. Dámela. - pidió Rosa.

Otras veces él usaba su polla para acercar el semen que cubría su cara a su boca. Esa vez lo hizo con la lengua. Recogía un poco y se besaban, y volvía a por más. Al poco su cara estaba sin rastro de su esencia.

-¿Vendrás esta tarde a mi casa? -Claro que iré. -Gracias Pedro. Por todo.

Esa tarde hicieron el amor. Despacito, con ternura. Se corrió dentro de ella,y como la vez anterior, después la hizo gozar una y otra vez con su lengua. Terminaron los dos abrazados.

-¿Estás segura de que quieres hacerlo? -No dejo de pensar en eso, Pedro. Lo...necesito. Necesito sentirlo. Si no, me pasaré la vida pensando en como me sentiría.

Pedro no dijo nada. Si ella lo deseaba, lo haría. Aunque él se dio cuenta de que no quería que ella lo hiciera. Por muy excitado que se sintiera ante la idea, no quería que ella lo hiciera. Pero la llavaría al vestuario. Por ella.

Quedaron a las siete del día siguiente en en estadio en donde ellos entrenaban.  A esa hora terminaba el entrenamiento. Un poco antes, el se escabulló y la metió en el vestuario sin que nadie se diese cuenta. Nadie excepto Ignacio, que no le quitaba ojo. Ese día eran 14 chicos y el entrenador.

Rosa esperaba escondida en una especie de almacén, lleno de balones y otras cosas. El corazón le latía con fuerza. Estuvo a punto de arrepentirse y salir corriendo, pero oyó voces. El vestuario se empezó a llenar de gente. Oía risas, bromas. Oyó como los chicos se empezaban a duchar. Se imaginó que detrás de la puerta que la separaba de ellos estarían todos desnudos. El coño se le empezó a mojar.

Pedro le dijo a Ignacio que cerrara la puerta con llave.  No quería que nadie entrara. Todos estaban en pelotas, algunos debajo de las duchas, otros ya secándose. Se acercó a la puerta del almacén y la abrió. Rosa salió. Miró a todos aquellos jovenzuelos. Unos desnudos, otros con toallas alrededor de la cintura. Y otro vestido, algo mayor. El entrenador, sin duda.

Una de los chicos fue el primero que la vio. Dio un grito y se tapó con las manos. Los demás pronto se dieron cuenta de la presencia de la mujer. La mayoría se tapó sus partes. Unos pocos, menos pudorosos, se exhibieron ante la hembra.

Como había quedado con Pedro, Rosa caminó hasta el centro del vestuario y se arrodilló. Miró a aquellos muchachos, sonriendo. Ellos no entendía que pasaba. Pedro empezó a explicar.

-Bueno, muchachos, esta es una amiga mía, que tiene un deseo, y he pensado que seguramente estaréis encantados de complacerla.

Algunos se imaginaron de que iba todo aquello. Otros estaban más perdidos que un pulpo en un garaje. Pedro prosiguió.

-Bien, mi amiga quiere que todos os corráis sobre su cara.

Hubo un murmullo general. Incredulidad, excitación. Algunas pollas empezaron a levantarse. Rosa casi temblaba.

-Pero hay una serie de normas. El que no las cumpla, se las verá conmigo. Lo machacaré, sea quien sea. Primero. Nada de insultos. Es una dama con un deseo. Así que pórtense como caballeros con ella. Segundo, nada de tocarla. Ella, si lo desea, os tocará y hasta os chupará las pollas, pero ustedes no le tocarán ni un pelo. Una vez que todos hayan terminado, se van y nos dejan tranquilos. El que no esté de acuerdo, que se vaya ahora.

Nadie se movió ni un milímetro. Algunos ya se estaban tocando, mostrando unas más que respetables erecciones. Rosa sentía como su coño estaba cada vez más mojado. Hasta el entrenador se tocaba la polla sobre el pantalón.

-Bueno, chicos - dijo Rosa - ¿Quién va a ser el primero en correrse en mi cara?

Estaban un poco reticentes. Pedro lanzó una mirada a Ignacio y le hizo un gesto. Ignacio se acercó a Rosa. Su polla aún estaba morcillona, pero cuando estuvo a escasos centímetros de su cara, se puso dura del todo.

-Ummm así que tú serás el primero. -Eso parece.

Se equivocaron. Uno de los chicos no aguantó más y se acercó corriendo. Estando a un metro ya se empezó a correr. Aún así, consiguió que tres espesos chorros cayeran sobre la cara de Rosa, que los recibió con los ojos cerrados.

Ella sintió escalofríos. Y placer. Llevó su mano izquierda a su coño. Llevaba una falda, sin bragas. Se empezó a frotar mientras que con la mano derecha agarró la polla de Ignacio y lo masturbó frente a su cara. En pocos minutos la segunda corrida se sumó a la primera.

Los demás fueron perdiendo la vergüenza. Todos lucían ya sus pollas bien duras. El entrenador se había sacado la suya. Se fueron acercando poco a poco a la chica, rodeándola.

Pedro vigilaba que nadie hiciera nada indebido. Pero parecía que habían entendido a la perfección las normas.

El tercero en correrse dio un paso hacia rosa y la roció con una impresionante catarata de semen, bastante liquido. Al mezclarse con el anterior, empezó a gotear sobe su pecho. El olor a semen empezó a ser muy fuerte, y Rosa tuvo su primer orgasmo.

Los chicos con menos aguante se fueron corriendo los primeros. Uno de ellos, el más tímido del grupo, después de correrse, hasta le dio a Rosa las gracias. Ella, sorprendida y agradecida por su amabilidad, le dio un beso en la punta de la polla, pasándole la lengua por la punta y recogiendo la última gota de semen. Lo saboreó con placer.

Eso hizo que otros dos no pudiesen más y se corrieran a la vez sobre ella. La cara de Rosa estaba ya totalmente cubierta. 8 chicos se habían corrido sobre ella. Ya no podía abrir los ojos. Estaban llenitos de leche de macho. Así que sacó un pañuelo que tenía preparado y se los limpió. Quería verlo todo. No perderse detalle alguno.

Quedaban seis chicos y el entrenador. Todos, menos Pedro, que sólo miraba, rodeaban a Rosa. Uno de ellos se acercó más, casi rozando con la punta de su polla los labios de la chica. Ella lo miró, abrió la boca y se metió la dura verga hasta la mitad. Él estalló de inmediato. Los dos primeros chorros bajaron por la garganta de Rosa. El resto los hizo estrellar contra su cara al tiempo que estallaba por enésima vez en un fuerte orgasmo.

La parte superior de su blusa estaba cubierta del semen que goteaba de su cara. Sus tetas llenas. El semen que caía por su escote bajaba por entre sus pechos y llegaba incluso hasta el borde de la falda.

Los 4 restantes fueron recompensados con la boca de Rosa, que les chupó las pollas hasta hacerlas correr dentro, para rápidamente, aún en pleno orgasmo, sacarlas y hacerlas terminar de correr sobre ella. Con las pollas aún goteantes, se retiraban para dejar paso al siguiente.

El último en descargar sobre Rosa fue el entrenador. Todos miraban la estupenda mamada que le hizo. Cuando notó que se iba a correr, Rosa se sacó la polla de la boca, la mantuvo abierta y recibió la copiosa corrida sobre la lengua. El entrenador gemía de placer. Mirándolos a todos, se lo tragó y se relamió.

Ni Rosa, ni Pedro, habían contado con la juventud del equipo. Los primeros que se habían corrido tenían las pollas otra vez duras. Cuando uno quiso repetir, acercándose a Rosa, Pedro fue a detenerlo, pero al ver como Rosa abría la boca y empezaba a chupar, lo dejó.

Todos repitieron. Y a todos les chupó la polla. Ahora aguantaron más. Rosa empezó a cansare. No de recibir placer, no de recibir en la boca y en la cara sus calientes jugos. Se cansó de la postura. Iba cambiando, pero no estaba ya cómoda.

Cuando el entrenador se corrió por segunda vez, Pedro dio por terminada la fiesta.

-Bueno chicos. Creo que os lo habeis pasado muy bien todos. Ahora, sed buenos y dejadnos.

Fueron buenos. Se vistieron. Miraban aquella mujer que seguía allí, ahora sentada en el suelo. La cara totalmente cubierta de semen. Parte en el pelo. La camisa echa un desastre. Los ojos, cerrados.

Se fueron marchando. Cuando el último hubo salido, Pedro cerró la puerta. Miró a Rosa, que se limpiaba los ojos. Se acercó a ella.

-¿Qué tal? -Gracias Pedro, por haber hecho esto por mi. No lo voy a olvidad en la vida.

Pedro le iba a decir que no lo haría más. Que no lo ayudaría más en esto. Que si ella quería volver a hacerlo se las arreglase sola. Que había sufrido al ver a sus compañeros correrse una y otra vez sobre ella. Pero ella se le adelantó.

-Me ha gustado, no lo voy a negar. No sé las veces que me he corrido. Pero...no lo haré más. Ya sé lo que se siente. Como experiencia ha estado bien. Pero....cuando lo hago contigo me siento mejor. Tú me llenas más. Contigo gozo más. No me hace falta más.

Aquellas palabras emocionaron a Pedro. Le tendió sus manos para ayudarla a levantar. La cantidad de semen que Rosa tenía encima era impresionante. La acercó a una de las duchas y abrió el agua. Sus ropas se mojaron. El semen empezó a desaparecer.

La desnudó, quitándole la blusa y luego la falda. Luego se desnudó él. Bajo la cálida ducha se abrazaron y se besaron. La apoyó contra la pared cubierta de azulejos, calentados por el agua. Fue bajando por su cuerpo, lentamente, hasta quedar arrodillado delante de ella. Besó su pubis. Rosa abrió sus piernas para permitirle que pasara su lengua a lo largo de su rica rajita. El agua le quitaba bastante de su rico sabor. Aún así, Pedro disfrutó e hizo disfrutar a Rosa, que estalló sobre su cara, gritando de placer.

El orgasmo hizo que sus piernas flaquearan y se arrodilló junto a aquel maravilloso hombre. Se besaron y terminaron tumbados en el suelo.

Hicieron el amor muy lentamente, con penetraciones profundas pero lentas. El agua seguía cayendo sobre ellos. No dejaban de mirarse, de besarse.

Después de muchos minutos, los dos se quedaron sin respiración. Los dos estaban siendo atravesados por un arrollador orgasmo. La vagina de Rosa se llenó del cálido semen de Pedro. La polla de Pedro fue  apretada una y otra vez por los espasmos del coño de Rosa. Y durante todo el tiempo que duró, no dejaron de mirase..

Se besaron con dulzura.

Más tarde se secaron. Rosa se puso ropa de repuesto que había traído. Cogidos de la mano, abandonaron el estadio camino de la casa de Rosa.

Los chicos estuvieron largo tiempo preguntándole por ella. Querían repetir la aventura. Pedro nunca les dijo nada. Con el tiempo desistieron.

Pedro y Rosa siguieron viéndose. Se amaban. Él le daba todo lo que ella necesitaba. No había placer más grande para Rosa que arrodillarse delante de su hombre y que él le cubriera su rostro con su cálido semen. Muchas veces se corría sin tocarse. Bastaba sólo la sensación. Ella también le daba a él todo lo que le pedía, sin negarle nada. Pedro era feliz simplemente complaciéndola.

Por el momento, no necesitaban más.

FIN

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