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La Hija Del General Parte VI (Final)

en Lésbicos

La Hija Del General Parte VI (Final)

 

...El ruido aturdidor de un tractor nos despertó… la luz deslumbrante entro por mis ojos, junto con la silueta de un hombre frente a nosotras…

-¡Ustedes par de mujerzuelas! ¡Pecadoras hijas del infierno! ¡Lárguense de mi sagrado granero! –en aquel momento no hubo tiempo para pensar en responderle a señor, ambas nos pusimos de pie, tomamos nuestras cosas, bajamos la escalera y salimos corriendo desnudas hacia fuera del granero. De alguna manera tuvimos suerte en salir y no toparnos con nadie, corrimos tomadas de las manos buscando algún lugar donde nadie nos pudiese ver. Si nos hubiesen visto, allí corriendo como un par de locas; sin una sola prenda y tomadas de mano… Si alguien además del granero nos hubiera visto ¿Qué hubiese pensado?

Entre nuestra búsqueda caminamos cautelosas, detrás de unos enormes contenedores de basura y nos logramos esconder para ponernos la ropa. Realmente no sabíamos si reír o jadear por el maratón nudista, de pronto ambas comenzamos a reírnos a carcajadas, Ania se acercó con su hermosa sonrisa de lado a lado; puso sus manos tomando mi rostro, se acercó y me plantó un beso tan suave… jamás me había besado así, me sentí tan… simplemente cerré los ojos.

Desgraciadamente el sueño termino justo cuando al abrir los ojos dirigí mi vista sobre el contenedor de basura.

-¡Qué demonios! ¿Ese es mi padre? –Ania volteó y dejó caer su mandíbula. -¿Cómo me encontró?

-Yo… -dijo Ania susurrando.

-¿Ania que hiciste?

-Estaba borracha y me dejaron hacer una llamada… No recuerdo haber llamado, ni siquiera sé a quien llamé… -Una mirada furiosa arrebato a mis ojos.

-¿Cómo pudiste?

-¡Perdón! No suelo controlarme cuando estoy borracha, el policía ese, me dio café pero creo que fue después de ofrecerme la llamada.

-Anda será mejor que nos larguemos de aquí. –La tomé de la mano mientras terminaba de abrochar mi blusa, tomé mi mochila y al voltear…

-Justo y como lo imagine… encuentra a una lesbiana y encontrarás una sorpresa, en este caso, las dos juntas.

-Bruno… tú… -fueron las únicas dos palabras que emanaron de mi boca.

-Gracias Ania tú llamada de anoche fue muy oportuna, más aún cuando te dije que no te quería ver cerca de mi hermana… además tú padre me ha enviado a buscarte, creo que la declaración que le hiciste sobre lo mucho que amas a mi hermana y el hecho de que escapases lo tienen algo preocupado.  –miré a Ania y ella me miró con la mirada desgajada.

-¿Qué querías? Mi padre dijo que me enviaría con un loquero, y yo no puedo estar en la misma casa con una persona que piensa que el amor es una enfermedad. –me dijo casi llorando.

-Les di la oportunidad a las dos… Y si no fuese por el policía que recibió una llamada de un campesino asustado por un par de nudistas lesbianas… podrían a verse evitado  todo este encuentro, pero no teman por mi, teman por sus padres.

-Yo no le temo a mi padre… dime ¿dónde esta? Le voy a decir todo, y me refiero a todo. –le dije con la mirada ardiendo en furia.

-Anda ¡díselo! Lo tienes a unas cuantas cuadras. –caminé hacia donde comenzaban las primeras cuadras, Ania me tomó del brazo…

-Voy contigo. Empezamos esto juntas… juntas lo terminaremos.

-No Ania, esto es entre mi padre y yo. –quite su mano de mi brazo y continúe.

Caminaba a paso firme y aunque había dicho que no tenía miedo, la realidad era que me moría de miedo. De alguna forma lograba sacar fuerzas, estas me hacían dar paso sobre paso, ha no parar y caminar con la vista directa hacia mi padre. Pronto lo tenía en frente, aquel hombre que lograba aterrarme cada vez que gritaba cuando era pequeña; ese hombre, mi padre, se encontraba frente a mí.

-¿Dónde estuviste todo este tiempo? ¿Qué ha pasado con la Academia?

-Papá… yo…

-¿Qué hace ella aquí? –se dirigió hacia lo lejos a Ania.

-Ella esta conmigo… papá, Ania es mi pareja… Yo la amo y si dejé la Academia fue porque Bruno, él…

-¡Basta! Lo que me estas diciendo es una aberración ¿Cómo puedes decir tal insensatez?

-No es ninguna insensatez papá,  siempre nos inculcaste enfrentar nuestros miedo; bueno, aquí me tienes… papá, soy lesbiana.

-¡Retráctate de lo que has dicho!

-¿Retractarme? ¿De algo que soy? No papá, no haré eso. –noté como claramente empuñó sus manos y las venas de su frente comenzaron a resaltarse.

-Siempre temí que esto pasara, tarde o temprano…

-¿Qué? ¡Papá! Esto no es algo predecible, simplemente me pasó y ya.

-Cuando tenías cinco años… los llevamos a los tres a un parque cerca de donde trabajaba, tú madre fue a comprar helados y tus hermanos la acompañaron; yo fui a buscarte, cuando lo hice me asuste tanto… Estabas junto con otra niña, la besabas…. Yo enfurecí mientras veía como buscabas debajo de su vestido algo que no deje que encontraras. Te tomé y te alejé, le dije a tu madre que nos fuéramos y después le conté todo.

-¿qué?...

-¿sabes que fue lo que ella me dijo? Me dijo que debíamos tratar esto de una manera “normal” que no debíamos decirte que era algo mal, porque no lo era… ¡Maldición! Si te decíamos que estaba bien ¿Qué clase de padre sería? A partir de allí las discusiones no pararon entre tú madre y yo, un día ella dijo que se iba… que se iba y te llevaba consigo, que ella sabría cuidar bien de ti. Pero sabes… prefiero una hija muerta que lesbiana, si ella te llevaba yo misma te mataba Gia; eso se lo advertí.

-No serías capaz de eso.

-No me subestimes Gia. –metió la mano debajo de su gabardina, sacó un arma y me apuntó a la cara. Ania grito un ¡No! a lo lejos y corrió hasta mi lado.

-Dile a esa enferma que se aleje o también le vuelo la cabeza. –En ese momento un fuerte escalofrío me recorrió, quise cerrar los ojos pero Ania tomó mi mano y la apretó fuertemente; en ese momento esa idea se esfumó, no cerré los ojos. De la nada Bruno se interpuso entre mi padre y yo, se paró frente a él.

-¡Quítate Bruno! Déjame hacer de este mundo… un mundo con una desviada menos.

-Sé que no ha sido la hermana ni hija ideal para ambos, me ha traicionado tanto a ti como a mí… Pero no voy a dejar que la mates, no merece que nos ensuciemos las manos por ella, padre.  Deja que de eso se encargué el mundo entero, pero tú. –se acercó a mi padre y lentamente puso su mano sobre el arma. En algún momento pensé que mi padre lo haría a un lado y apretaría ese gatillo, sólo escuché caer el arma al suelo.

-Sólo recuerda Gia, para mi tú y tu madre están muertas. –Mi padre se dio vuelta sin mirarme y se fue. Bruno giro hacia nosotras, después me miro y se acercó a mí.

-Toma. –me entregó un papel.

-¿Qué es esto?

-Es la dirección donde vive mamá.

-¿Tú?... ¿Cómo?

-me llevó años, se suponía que era una sorpresa… pero creo es ahora el único lugar donde estarás mejor. Dile que estoy bien y que no se preocupen, no pienso visitarlas. Y a ti Ania, le diré a tu padre que estas bien, sólo eso. –Bruno se giró y se fue por el mismo camino que mi padre.

Ania asustada simplemente soltó mi mano y me abrazo, ambas estábamos llorando.

7 Agosto 2012., Washington DC.

¿Cuántos días han pasado? No muchos… Ania y yo hemos hablado acerca de ir a ver a mi madre o no. Al final he decidido que si. Ahora estoy aquí, frente a la puerta donde ella vive; mi puno esta a centímetros de tocar la puerta, al final consigo hacerlo. La puerta se habré y aparece una jovencita de 15 ó 16 años.

-¿Si? Buscabas a alguien.

-Si, de hecho si… Busco a Sara Belman. –Ania apoyándome puso su mano sobre mi espalda.

-Ah… mi mamá, ahorita le llamo, ¿quién la busca? –pensé en responderle “su hija” pero no lo hice.

-Gia Marcuss. –la chica entre cerró la puerta y se marchó. Cuando la puerta volvió a abrirse fue como si mi cuerpo temblara de emoción. Tenía a mi madre enfrente, no la había visto desde hace 14 años. Ninguna de las dos dijo nada, simplemente se abalanzó sobre mí y me apretó entre sus brazos con toda su fuerza.

-¡Mi lindura! ¿Qué haces aquí? –me preguntó entre llantos.

-Papá… papá no quiere verme.

-¿Qué pasó?

-Mamá. –tomé de la mano a Ania. –ella es Ania, mi novia. –Mi madre sólo sonrió y se dirigió hacia ella.

-Pues bienvenida a la familia Ania. –Ania y yo nos miramos y ambas sonreímos.

-¡Vengan! ¡Entren!

-Mamá… no quiero causarte problemas.

-Como crees, además aquí todos conocen mi historia… supongo que te gustará compartir la tuya.

Una vez dentro nos deslumbramos con la enorme casa, la puerta a la que habíamos abierto tan sólo era el portón de un amplio jardín delantero; después de esto se encontraba una enorme y hermosa casa.

Las tres caminamos y cruzamos el jardín por un camino empedrado hasta llegar a la puerta de la casa. Mi madre nos presentó a su nuevo marido y su hija Camila, ambos nos recibieron con los brazos abiertos. Obviamente me presentó como su hija a lo cual Camila se sintió contenta, diciendo que por fin tendría una hermana ya que ella era hija única. Fueron horas donde hablamos de todo, les conté todo sobre Ania y yo, lo de mi padre, la academia… ellos escucharon atentamente cada palabra que dije, eso fue muy importante para mí.

-Hija, sabes que siempre vas a contar conmigo… Sé que fui cobarde al abandonarte con tu padre, pero siempre supe que podría cumplir su palabra, y con lo que me dices creo que hice de alguna manera lo correcto.

-Sé que pasaste por mucho e igual que tú quiero volver a iniciar, quiero olvidarme del ejército y todo lo que relacione con eso; quiero hacer algo nuevo, y quiero hacerlo al lado de Ania.

-Es perfecto hija, por ahora lo único que puedo ofrecerte es mi casa… Hay suficiente espacio. –Todos nos encontrábamos alrededor de una gran mesa, nos sonreímos mutuamente y desde ese momento supe que las cosas irían mejor en mi vida.

Después de cenar, mi madre nos dio una habitación para las dos.  Cuando nos dejo solas, Ania se acercó a mí y me tomó de ambas manos, me jaló hacia el balcón y me hizo girar la cabeza para ver la luna.

-¿Ves? Como entre toda esa obscuridad siempre hay algo iluminando la noche. Así pasó con nosotras, y así pasará con todo esto. –Me sentí tan enamorada en ese momento, saber que tenía en mi vida a quien quizá no empezó de la mejor manera, pero ahora veía frente a mi a una mujer diferente, una mujer arrepentida y dispuesta a enmendar las cosas. Pasé mi mano sobre su brazo, su suave piel erizada por el frío de la noche creaba una sensación sobre mi palma tan interminable y perfecta… Qué si pudiese pasar toda la noche acariciando su piel, me bastaría con eso.

Ella me correspondió de la misma manera y acarició una de mis mejillas, sus ojos se tornaron un tanto tiernos y se acercó a mi boca; su suave aliento chocó con mis labios y abrí ligeramente mi boca. Ella hizo lo mismo y nuestras bocas se encontraron en un suave beso, profundo e irresistible.

Con su cuerpo me fue empujando hacia la cama, esta vez yo quería hacer todo. La tomé por las manos y la tire sobre la cama. Pasé mi mano sobre su blusa y la acaricie levemente, con la misma fuerza le quite la blusa y después el brasier. Puse mi rostro en medio de sus pechos mientras con mis manos tomaban sus pechos. Con los dedos tocaba sus pezones y levemente los giraba. Ella giró su cabeza hacia arriba y abrió la boca. Quité mis manos y con la punta de mi lengua empecé a dar lamidas sobre su pezones, después comencé a besarlos y hasta cierto punto a succionarlos de una manera que no fuese tan brusca.             

Ania me tomó del cuello y con ambas manos para enterrarme levemente las uñas.  Como si mi mano derecha tuviera vida propia fue bajando y apreté su sexo sobre el pantalón de mezclilla, repetí esto una y otra vez. Esto comenzó a excitarla y rápidamente quitó las manos de mi cuello y las bajo directamente para poder desabrocharse los jeans. Le costaba algo de trabajo así que yo misma lo desabroche. Me baje de la cama y los jale, lentamente fui destapándola mientras poco a poco los jeans salían de su cuerpo.

Estando allí parada comencé a quitarme toda la ropa, ella me observaba con una mirada tan hermosa y lujuriosa. Me mantuve allí parada y desnuda, pasé mis manos sobre mis pechos y comencé a acariciarlos, vi a lo lejos como tensó sus piernas. Bajé mi mano hacia mi sexo caliente y lo acaricie superficialmente en forma circular, sentía en mi palma como mis vellos púbicos, que no eran tan abundantes, rozaban mi piel; después metí el dedo medio entre mis labios exteriores y comencé a masajear mi clítoris.

Ella siguió mirando, y yo sabiendo que ella me observaba seguí haciéndolo una y otra vez. Esa sensación de que me mirase mientras yo me tocaba hacia que mi cuerpo se pusiese tan caliente, incluso hasta di un par de gemidos que ella repetía en un tono más bajo. Quise hacerla sufrir, haciéndola desear que yo la tocase y finalmente funciono. Ella se sentó y se quitó las bragas, volvió a acostarse y abrió las piernas a 180 grados enfrente de mí.

Una vez habiéndome dado la señal, camine hacia la cama y me hinqué al tope de esta. Ella se corrió hasta mi posición y puso sus piernas sobre mis hombros. Dejo todo su sexo enfrente mio, tan limpios, húmedo e incluso brilloso por los fluidos que emergían de ella; su monte se encontraba sin un solo vello, se veía tan suave y delicioso, que prácticamente me invitaba a tomarlo para mi.

Con ambas manos tomé sus piernas sobre mis hombros y acerqué mi boca a unos milímetros de su pubis. Queriendo jugar di un suave soplido entre su sexo, su cuerpo tembló y volví a repetir lo mismo pero de una manera más larga, como si soplase las velas de un pastel de cumpleaños. Una vez que sentí el momento adecuado puse la punta de mi lengua alrededor de sus labios exteriores, comencé a correrla alrededor de todo su sexo dando lamidas de abajo hacia arriba.

Pasé mi lengua entre su entrepierna una y otra vez… finalmente comencé a pasar mi lengua dentro de su pubis.  Primero de arriba hacia abajo y luego de abajo a arriba, con los movimientos ella soltó un fluido que rápidamente atrapé con mi lengua, el olor y su sabor saladito me hizo hacer seguir e incrementar la rapidez con la que hacia el movimiento. Quité mis manos de sus piernas y las metí entre ellas, puse los dedos dentro de sus labios exteriores y abrí su pubis. Al instante quedaron al descubierto sus labios interiores, su clítoris y el agujero de su vagina. Comencé a chupar su clítoris y a tratar de jalarlo con la misma presión de mi boca.

Su cadera se movía repentinamente de arriba abajo, bajé una de sus piernas y puse sobre la cama, esta cayó sin fuerza dejando un espacio abierto para poder seguir jugando con ella. Sin más me dispuse a meter mis dedos sobre su vagina, pero antes de esto Ania comenzó a dar gemidos algo altos. Asustada porque alguien nos escuchara, la dejé allí en la cama y entre la ropa en el suelo encontré mis bragas, subí hasta ella y las pues dentro de su boca. Volví a bajar y rocé mi pubis contra el suyo. Di suaves roces rítmicos y después cuando ella se descuido metí mi dedo índice y medio dentro de su pubis.

Entre tientos busqué su vagina y allí los metí. Sentía tan claramente como tocaba algo muy suave desde adentro, no sabía que era…  Pero era tan suave que lo alcanzaba a tentar con la punta de mis dedos. Rítmicamente comencé a sacar y meter los dedos una y otra vez, a veces los sacaba y chupaba su sexo, los volvía a meter y repetir lo anterior varias veces. De la misma manera mi cuerpo comenzó a estallar en temperatura, sentía mi sexo caliente y húmedo, sentí como algo se desprendía de mis adentro, como un leve líquido viscoso se llenaba entre mis piernas.

El cuerpo de Ania empezó a temblar desviadamente, escuchaba los gemidos tapados por mis bragas en su boca. Su espalda se curvó y sus dedos de los pies se engarruñaron.  Y finalmente, supe que estaba teniendo un órgano,  tal y como el que yo estaba sintiendo. Mi cuerpo gritaba, lo sentía tan real, algo entro por mi cuerpo que se sentía tan bien. Subí hacia ella y empecé a besarla, ella me tomó entre sus manos y metió su lengua dentro de mi boca.

Mi cuerpo sobre el suyo hacia que el ambiente se sintiera tan caliente, nuestras piernas se cruzaron y ella levantó su rodilla, quedando entre mis piernas y tocando mi pubis. Aún podía sentir el orgasmo, pero supe que esta había terminado justo cuando me desplome sobre ella. Su cuerpo también se rompió y eso lo supe cuando bajo la rodilla; al final simplemente quedamos una sobre la otra. Ella me miró con una mirada tan cansada como la mía. Tomó mi mejilla y me dijo:

“Nunca dudes que te amo”

 

Una sonrisa me abarcó, la besé tan apasionadamente que me sentí tan profundamente dependiente de ella. Ya lo sabía yo, del odio al amor…

Me tarde pero aquí esta, este es el final de otra historia… pero aprontó subiré otra, que sé que les encantará. Nunca digan nunca y  suerte en todo lo que se propongan. Saludos y besos.

 

¡Recuerden que siempre son bienvenidas en mi sitio!

 

Andrea Princesa… Samantha Príncipe Capítulo 2 (Realidades Difusas)

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