miprimita.com

Athena

en Dominación

La lujosa suite era de las más caras del hotel más exclusivo de la ciudad de Porto Novo.

La reservación para una noche debía haberle costado a Ben el salario de dos meses, al menos, pensó Athena.

Parecía un palacio, con su alfombra de terciopelo azul y su mobiliario renacentista, era perfecto, pues ella lucía como toda una princesa.

Estaba encantadora con su corto vestido rojo ajustado, sentada con sus largas piernas desnudas cruzadas. Sus pies estaban calzados con hermosas sandalias de cuero rojo, de altos tacones. El vestido poseía un buen escote, que permitía exhibir un par de senos magníficos, de abundante carne joven, el vestido dejaba sus hombros y brazos al desnudo.

Su piel canela poseía un bronceado perfecto de pies a cabeza.

Su largo y abundante cabello de color rojo violento le caía suelto en cascadas tras la espalda. Tenía ojos verdes y labios sensuales, carnosos y húmedos. Su joyería era toda de oro, aretes grandes, una pequeña cadenilla al cuello, brazaletes, anillos, y una cadenilla al tobillo.

Era una tremenda belleza clásica. Una total belleza increíble, toda una Diosa. En el apogeo que la juventud brindaba a su edad.

Arregló su cabello hacia un lado e inclinó su cabeza.

-¡Sabes bien lo que esto te va a costar, gusano! -Sentenció apuntado con su dedo índice, sus uñas eran largas y de manicura perfecta, las llevaba laqueadas de color sangre.

Ben, desnudo por completo, se acercó andando sobre las rodillas, tenía las manos esposadas tras la espalda y un collar de perro al cuello con una cadena sujeta a una de las patas de la cama.

El sujeto de cincuenta años se detuvo a escasos pasos de donde estaba Athena, sin poder acercarse más debido a la cadena que estaba tensada en toda su extensión.

-...El tributo esta sobre la mesa, Diosa. -Susurró el hombre.

-¡Silencio, gusano! ¡Tu no hablas a menos que te lo ordene!

La voz de mando se sentía como una bofetada al rostro. El hombre bajó la mirada a los pies de su Diosa.

Junto a Athena se hallaba una mesa circular. Encima se encontraba un sobre blanco, un par de llaves, una copa de vino y una pizza dentro de una caja de reparto a domicilio.

La pelirroja cogió el sobre, de adentro extrajo un fajo de billetes nuevos, de alta denominación. Los cogió haciendo un abanico, los acercó a su rostro y aspiró profundo.

Estaban lisos, crepitantes, como a ella le gustaban, con ese perfume embriagador que emanaban cuando estaban nuevos. Era una cantidad suficiente para comprar un coche nuevo, de línea utilitaria, claro. El fajo fue directo a la cartera rosa de cuero.

Benjamin Díaz, había conseguido el tributo mediante la venta de su única casa, que había heredado de sus padres, ahora, Ben, estaba técnicamente en la calle. De por sí ya estaba más que arruinado, su cuenta de ahorros estaba vacía por completo, sus tarjetas de crédito sobregiradas, sus préstamos impagados se acumulaban unos sobre otros, todo por complacer los caprichos de su Diosa pelirroja.

-¡Más te vale que este completo, eh! ¡Ahora a terminar con esto! -Sentenció Athena con una voz llena de desagrado.

Cogió la caja de la pizza con desdén y la colocó sobre la alfombra a sus pies.

-¿No pudiste comprar algo mejor que esa porquería? -Preguntó mientras se quitaba las sandalias.

Ben contemplaba embelesado los hermosos pies de la Diosa, eran perfectos, con dedos largos y finos, exhibían unos delineados arcos delicados y tobillos de ensueño.

Observó como Athena se ponía en pie descalza y luego procedía a plantar sus hermosos pies sobre la pizza pisándola por todos lados, terminándola de amasar.

Tomó asiento de nuevo, mostrando las plantas de sus pies que estaban embarradas en salsa de tomate, queso y pepperoni.

-Por favor, Diosa, se lo suplicó, déjeme limpiar las plantas de sus divinos pies con mi asquerosa lengua.

-¡Claro que no! -Restalló Athena haciendo un gesto de asco y desprecio.- ¡Desde el inicio te puse claro, gusano, que jamás habría ningún contacto físico entre nosotros, nada, ni el más remoto roce, no te tocaría ni para golpearte siquiera!

El miembro erecto del hombre se sacudía en el aire. La excitación que le apresaba era terrible.

Contempló con anheló a su Diosa que se limpiaba las plantas de los pies fregándolas contra la alfombra.

-¡Por favor, Ama! ¡Quiero ser castigado! ¡Azotado! ¡Torturado por vos con infinita crueldad!

Athena abrió sus ojos verdes como platos.

-¡Silencio! ¡Puerco asqueroso!

Cogió una servilleta de la mesa y empezó a limpiarse entre los dedos de los pies.

-¡Ya te quisiera ver así de empalmado si yo empezara a torturarte en serio!

Ya habiéndose limpiado se calzó de nuevo las sandalias de tacón alto.

Se puso en pie, erguida en toda su alta belleza.

Pateó la caja de la pizza hacia Ben.

-¡Ahí esta tu cena! -Dijo con desdén.

Dio media vuelta y cogió su cartera de la mesa, junto con el juego de llaves.

-¡No! ¡Por favor, Diosa! ¡No me dejes así! ¡Sólo unos minutos más!

El juego de llaves dio vueltas alrededor de uno de sus aros que se hallaba ahora como un anillo alrededor del dedo índice de la mano de Athena.

-¡No! ¡Ya has gozado suficiente de mi divina presencia!

Soltó las llaves dentro de la copa de vino tinto.

-¡Ya sabes que debes hacer para volverme a ver! ¡Es una gracia inmerecida la que te otorgo a cambio de tus patéticos tributos! ¡Debes considerarlo como una muestra de mi excelsa compasión! Ah, acá dejo las llaves de tus esposas. Por la mañana vendrá alguna gente de limpieza. Dile donde están para que puedan soltarte.

La pelirroja fatal se alisó su corto vestido rojo y salió de la habitación, cerrando tras de sí la puerta con un sonoro golpe.

 

el resto del relato lo he ido publicando en mi blog:

http://novelasfemdom.blogspot.com/