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Una Tarde Diferente de Femdom y Ballbusting

en Sadomaso

Selk se había arreglado de lujo, la rubia adolescente de quince años, alta y delgada poseía ya un esculpido cuerpo de Top Model, llevaba sexy vestido de látex rojo, que dejaba los hombros al descubierto y ofrecía un escote generoso, que enmarcaba su desarrollado busto, además el vestido era cortísimo lo que acentuaba sus largas piernas bronceadas. Calzaba unas sexys sandalias de cuero rojo de altos tacones de aguja. Su cabello poseía un alisado perfecto y su maquillaje era estupendo, discreto pero efectivo, para realzar la belleza de su juventud.

Atravesó el estudio de su apartamento haciendo sonar los tacones altos de sus sandalias sobre el piso hecho de duelas de madera pulidas. Abrió la puerta del cuarto bodega. En una esquina se hallaba una silla de metal. Sentado encima estaba un hombre, desnudo por completo, estaba amarrado a la silla y con una capucha negra de tela gruesa cubriéndole la cabeza. Poseía un cuerpo atlético, fuerte, de músculos bien desarrollados y piel bronceada.

Selk se acercó a la silla, remarcando el sonido de sus tacones al caminar, sabía que, bajo la capucha, el hombre podía oírla. El sujeto tensó sus músculos y elevó la cabeza.

La chica se le sentó sobre los musculosos muslos del hombre. Posó sus manos sobre los fuertes pectorales, los dedos de sus exquisitas manos de manicura perfecta poseían unas uñas de dos pulgadas de largo, duras y afiladas lacadas en color rojo sangre. Acarició los duros pectorales, apenas arañando la piel, los desarrollados músculos de los brazos se pusieron en tensión. Bajó sus manos al esculpido abdomen del hombre. Era como un dios griego fundido en bronce, pero prisionero y sometido, por completo bajo su control. Se apartó unos mechones rubios del rostro, su sedoso cabello rubio platinado estaba suave y liso. Acercó su rostro cerca de la axila del hombre y aspiró profundo. Saboreó el intenso aroma masculino. Sus manos continuaron acariciando las caderas, sus uñas apenas probando la piel. Con la punta de lengua lamió los pezones de los fuertes pectorales.

El hombre carraspeó bajo la máscara. Su pene despertó enarbolándose en una poderosa erección. Sus genitales estaban depilados por completo, y suavizados con crema humectante, tal como le gustaba a Selk.

La chica examinó la erección, era una verga enorme, increíble, era más larga y gruesa que su propio brazo, de carne suave y esponjosa. Sus dedos se cerraron alrededor del tronco, apretando. El hombre se irguió en la silla soltando un gemido ahogado.

Selk soltó el pene y desató el cordón de la capucha, la sacó y la arrojó al piso. El hombre tragó bocanadas de aire fresco, atragantándose, por fin libre, llenó sus pulmones de oxígeno.

-¿Te gusta mi vestido? -Preguntó Selk, ladeando su cabeza y dirigiéndole una hechizante mirada con sus ojos gris metálicos.

El hombre asintió con la cabeza.

-Lo pague con tu tarjeta de crédito. También compré zapatos, y lencería, y unas joyas preciosas.

Le mostró una cadenilla de oro que llevaba al cuello, con una cruz egipcia, tipo anj, colgando como dije, también le mostró el brazalete de oro en forma de serpiente alrededor de su muñeca.

-El problema es que te quedaste sin fondos. Seguro tienes más dinero ¿Verdad?

El tipo negó con la cabeza, despacio, esa chica le había vaciado todas sus cuentas de banco, y había llevado al límite sus tarjetas. Le había dejado en bancarrota.

-¿Nada? -Preguntó la rubia, haciendo un adorable gesto con sus labios rojos.- Bueno. Ni modo.

Se puso en pie y fue a un armario de donde tomó unas grandes tijeras para jardín.

El hombre la observó con sus ojos y boca desmesuradamente abiertos, con una expresión de terror en el rostro. Ella se acercó con las tijeras en la mano. Se detuvo plantándose frente a él durante unos segundos. Luego fue detrás de la silla y comenzó a cortar las amarras.

El hombre al verse libre trató de bajar de la silla, se apresuró, pero cayó a gatas, sus miembros estaban adoloridos, acalambrados, las sogas que le sujetaban habían estado tan apretadas que le habían estancado la circulación, sus marcas había quedado grabadas en su piel.

-¿Por qué esa cara? -Preguntó Selk, sosteniendo las tijeras en alto.- ¿Acaso creías que…? ¿Qué te iba a…?

La rubia se soltó en carcajadas.

-¿En serio me crees capaz de cortarte los huevos? -Preguntó cuándo al fin paro de reír.

La chica sacudió su cabeza sonriendo.

-¡Echaría a perder el piso! ¿Te imaginas toda esa sangre derramada por todos lados? ¿Y luego qué? ¿Qué haría con tu cadáver? ¿Meterlo por el triturador de basura?

Selk dejó las tijeras sobre la repisa del armario y cogió un collar de cuero negro con una cadena. sujetó el collar alrededor del cuello del hombre, y tirando de la cadena, como si condujera un perro, salió de vuelta al estudio.

El hombre la seguía a cuatro patas, con sus miembros aún adoloridos y acalambrados.

Salieron al estudio, ella con la cadena en mano, mientras el esclavo desnudo la seguía andando a cuatro patas como un perro.

Freyja estaba sentada en el sofá. Vestía una playera negra de Rob Zombie, ajustados pantalones vaqueros azules y botas negras Doc Martin, con punteras de metal.

Selk se detuvo frente a ella y ordenó al hombre que se colocará en su posición de espera, de rodillas, manos tras la cintura y cabeza baja.

-Frey, te presentó a mi esclavo.

La chica se puso en pie, plantándose frente al hombre, era una adolescente esbelta, sus núbiles pechos se adivinaban suaves y tersos, bajo la playera negra, iban libres, sin sostén. El largo cabello lo llevaba suelto, era negro como la tinta india y de un liso increíble, la cremosa piel de la chica tenía la blancura de la leche, y sus ojos azules eran fulgurantes.

-¿Dónde te hallaste a este idiota?

-¡Eso no importa! -Replicó Selk, haciendo un gesto con la mano.- Lo interesante es que el tío se enamoró de mí, se desesperó al saber que yo ya tenía pareja. Al ver que le despreciaba se arrojó a mis pies suplicando que lo convirtiese en mi esclavo. Es un pervertido, aficionado a algo llamado Femdom, el infeliz es un masoquista o algo así.

Freyja se plantó frente al hombre, y sin dar aviso le dio tremenda patada a los testículos con la punta de su bota Doc Martin. El infeliz soltó un aullido de dolor y dio de bruces al piso, encogido y llevando instintivamente sus manos a sus genitales para protegerlos.

-¡Ouch! -Exclamó Selk.- ¡Que patada!

-¿Te gusto? -Se burló Freyja,

El hombre se masajeó las pelotas con las manos.

-¡Manos fuera! -Ordenó Selk.- ¡Ya sabes que te tengo prohibido que te toques!

El esclavo sin dejar de gemir retiró las manos de sus genitales.

-¡De rodillas, no te ha dado órdenes de que te muevas!

Freyja sonrió admirada de la completa sumisión del hombre ante la muchacha rubia. Se plantó frente al hombre de nuevo y le soltó otra patada, su empeine estalló contra los testículos prensándolas contra el hueso púbico, la punta redonda de las botas Doc Martin tenían acero bajó el cuero negro.

El hombre se encogió de nuevo, gemía adolorido, la expresión de su rostro era de auténtico sufrimiento.

-¿A que no eres masoquista? ¡No hagas esa cara! -Se mofó Freyja.- ¡Deberías estar riendo de la alegría!

-¡De rodillas, esclavo! -Ordenó Selk de nuevo al esclavo, con voz golpeada, luego se dirigió a la otra chica en tono normal, con su voz de adolescente.- Frey, eso del masoquismo no funciona así. Creo que hay un tipo de dolor que da placer, y hay otros que seguro que no.

Freyja ladeó su cabeza, sonrió y se lanzó adelante dando una patada digna de campeona de artes marciales.

El pobre hombre rodó por el piso bramando del dolor. La chica le había golpeado con todas sus fuerzas.

-¡Abre las piernas! -Mandó Selk, poniéndose en cuclillas. Él obedeció. La rubia le cogió los testículos entre los dedos y comenzó a examinarlos. Apretaba con fuerza, sin evitar que sus largas y afiladas uñas se clavaran en el escroto. Chequeó bien ambas bolitas, así como los cordones espermáticos. En tanto, el hombre tenía las manos cerradas en puños y gemía entre dientes, con los ojos húmedos y las lágrimas al borde de salir.

-Bueno, tus bolitas sobrevivirán. -Dijo poniéndose en pie y alisándose el vestido con las manos.

-¡El perro apesta! -Se quejó Freyja.- ¿De veras te vas a quedar con él?

-¡Será como tener una mascota!

La chica pasó una mano por su largo cabello negro y se llevó ambas manos a las caderas.

-Frey… -Susurró Selk, cogiéndola por la cintura, se acercó a ella y le dio un tierno beso en la boca. La abrazó y comenzó a besarle con pasión el cuello.

Minutos más tarde estaban acomodadas al sofá. Freyja con un mando de Xbox jugaba un videojuego en la pantalla. Estaba sentada al estilo indio con las botas sobre el sofá. A su lado estaba Selk, la rubia se había quitado las sandalias, sus hermosos pies descalzos descansaban sobre un cojín arriba de la mesita de centro. Su esclavo, de rodillas, manos a la espalda, le lamía las plantas de los pies.

-¡Es repugnante! -Se quejó Freyja.- ¡Te está llenando los pies con su baba!

-Oh, pero si es muy relajante, ves, es como un masaje, pero dado con la lengua.

El timbre de la puerta sonó.

-¿Serán ellas? -Preguntó Freyja.

-¡Voy a abrir! -Exclamó la rubia poniéndose en pie.

-¿Por qué no le ordenas a tu esclavo que atienda la puerta?

-Seguro, tal vez son los testigos de jehová, te imaginas la cara que pondrían si les abriera un tío desnudo con un collar de perro al cuello. -Bromeó Selk saliendo descalza de la sala.

-Seguro, supongo que serán evangelistas tocando a la puerta en un privado apartamento de lujo-Dijo Freyja en sorna. Se dirigió al hombre- ¡Y tú hijueputa en cómo le pongas una mano encima a mi novia te cortó los huevos con mi navaja!

El sujeto de rodillas y cabizbajo asintió de manera doble, con su cabeza y con la de su erecto pene.

-¡Diablos! -Maldijo Freyja al ver el miembro excitado.- ¿Cómo demonios amenazas a un masoquista? ¡No puedo insultarte! ¡Eso sólo te pondría más caliente! ¡No eres divertido!

Ante la paradoja concentró su atención de vuelta en el videojuego.

-¡Acá vienen los testigos! -Dijo Selk entrando. Tras de ella venía una pequeña pelirroja, vestida toda de negro, falda escolar tipo escocesa, pullover y medias gruesas, llevaba mocasines escolares de cuero negro. Protegía sus ojos verdes con elegantes gafas de sol, con lentes rojo oscuros.

-¡Testigos del demonio, tal vez! -Bromeó Freyja.

-¡Puedes correr las cortinas! -Exclamó la pelirroja.- ¡Hay demasiada luz aquí!

Selk fue a la ventana panorámica que ocupaba toda una pared, la magnífica vista de la ciudad, desde el piso número trece del edificio, quedó tapada por una tela gruesa.

-¡Hey, Roja! Podemos cortar la energía y encender unas velas si quieres. -Dijo Freyja.

-¡Graciosa! -Dijo la pelirroja sentándose en un sillón individual.- ¡Te prefería antes, cuando eras introvertida!

-¿Algo de tomar, Lilith? -Preguntó Selk.

-Café, por favor ¿Tienes un capuccino? -Dijo mientras encendía un cigarrillo y se quitaba los lentes oscuros, revelando los fabulosos ojos verdes de su carita de joven elfa.- ¿Y que mierda hace un fisicoculturista con verga de burro en tu sala?

-Es el nuevo esclavo masoquista de la princesa Selkis Amira. -Dijo Freyja sin quitar su vista del videojuego.

Selk regresó con una taza de capuccino humeante y una botella de cerveza fría. Ofreció la taza a Lilith y fue a tomar asiento al sofá, junto a Freyja.

-¿Tienes un cenicero en algún lado? -Preguntó Lilith.

-Pero por supuesto. Ahora veraz ¡Esclavo, vamos, sirve a Ama Lilith! -Ordenó chasqueando los dedos.

El hombre desnudo fue de rodillas junto al sillón, abrió la boca y sacó la lengua.

Lilith entornó sus ojos verdes y entreabrió su boca.

-¿En serio?

-¡Anda, adelante!

La pelirroja dejó caer la braza ardiente de su cigarrillo sobre la lengua del esclavo. El hombre sin inmutarse se tragó las cenizas.

-¡Bueno, al fin y al cabo el idiota tiene sus usos! -Dijo Freyja.

Selk estaba con sus piernas estiradas, sus pies descalzos sobre el cojín de la mesita de centro, el hombre le lamía las plantas de los pies y le chupaba los dedos de los pies uno a uno como bombones. La chica llevaba en su tobillo izquierdo una primorosa pulsera de oro, con un dije en forma de cruz egipcia, igual pero más pequeño al del collar que llevaba al cuello.

En tanto, Freyja había reemplazado el videojuego por una película de terror. Por su parte Lilith hacia anotaciones al margen de un enorme libro de tapas negras de cuero.

-¡Ya te dije que no subas las botas al sofá! -Dijo Selk.

Freyja entornó sus ojos azules.

-¡Bueno! ¿Por qué no te las quitas? -Le propuso Selk conciliadora.- Y que nuestro esclavo te dé un masaje con la lengua.

-¡Bromeas, ese tío me da asco! ¡Y eso de nuestro esclavo! ¡Será todo tuyo el pervertido!

De nuevo sonó el timbre de la puerta.

-Esta vez voy yo. -Dijo Freyja poniéndose en pie.

Regresó con dos chicas más, Athena, una preciosa rubia atlética, ataviada en un uniforme blanco de tenis, completo, con todo y zapatillas, y a su lado una jovencita, Izanami, una linda japonesa adolescente, pequeña y de cuerpo delgado, llevaba puesto un vestido de verano color rosa, con sandalias planas de cuero que exhibían los tiernos y hermosos deditos de sus pies, de manicura perfecta, las uñas de manos y pies las llevaba lacadas de color rosa pastel. Su cabello castaño iba arreglado en dos trenzas.

-¿Pero que están haciendo? -Preguntó Athena.

-Izanami, Athena, este es mi esclavo. ¡Esclavo saluda a las chicas!

El hombre se giró y yendo a gatas se postro de rodillas frente a las dos chicas, cabizbajo y con las manos tras la espalda.

-¡Mira el tamaño de la cosa que tiene entre las piernas! ¡Es monstruosa! -Exclamó la chica japonesa.

-¡Se llama pene! -Dijo Freyja en son de broma.

El hombre observaba fijo los hermosos pies de Izanami. Su verga estaba en total erección, la abultada cabeza parecía a punto de estallar, las venas se le marcaban en el tronco, gruesas e hinchadas, con el grosor de un lápiz, como los nudos sobre el tronco de un árbol viejo, el glande lo tenía totalmente dilatado. Por la abertura del glande salió una gruesa gota de líquido preseminal, la bola de flema cayó encima de uno de los pies de Izanami, haciendo un sonido fofo al golpear.

-¡Qué asco! ¡Me ha embadurnado el pie con su asqueroso escupitajo!

La rubia Athena tomó impulso y descargó en los testículos del hombre una formidable patada de karate, era una chica alta y atlética, con piernas torneadas, bronceadas y fuertes, gracias a su afición de practicar deportes.

El hombre se fue al suelo en posición fetal quejándose del dolor.

Athena se sonrió divertida.

-¡Ha de tener los huevos a reventar de leche! -Dijo la chica rubia vestida en traje blanco de tenis.

-¡Se los vas a reventar tú de una patada! -Exclamó Selk. Se volvió hacía el esclavo y ordenó con voz autoritaria.- ¡Esclavo, limpia los pies de Iza!

El hombre, ignorando el intenso dolor se arrastró por el suelo, se acercó y comenzó a lamer el empeine del pie de la japonesa, lamiendo su propio líquido preseminal.

-¡Qué cerdo es! -Exclamó Izanami.

-¡Bueno! ¡Hace un día perfecto! -Exclamó Athena acercándose a la ventana.- ¿Por qué están tan a oscuras?

Descorrió las cortinas devolviendo la espectacular vista de la ciudad y llenando el cuarto con el sol del mediodía.

-¡Pero estas loca! -Gritó Lilith furiosa.

-¡Qué! ¿Vas a prender en llamas? -Preguntó Freyja.

Izanami tomó asiento en un sillón que estaba libre a un extremo de la mesa de centro. El hombre a gatas las había seguido, ávido como un perro, deseoso de continuar lamiéndole los pies.

-¡No, qué asco! ¡Ya basta! -Ordenó la japonesa.- ¡Tengo el pie untado de baba y lefa!

Athena se dejó caer sobre un diván de cuero negro, al lado del asiento de la japonesa.

-¿Agotada por tu práctica de tenis? -Preguntó Selk.

-No mucho, pero mis pies me están matando.

Selk se puso en pie.

-Te traeré una cerveza fría, en tanto mi esclavo puede reconfortar tus pies.

El hombre se acercó a gatas al borde del diván, con sus dientes comenzó a desatar las agujetas de las zapatillas deportivas de Athena, las había llevado puestas toda la mañana, durante su práctica de tenis, por lo cual se habían impregnado con su sudor y tenían un olor intenso. El hombre retiró los zapatos, los posó sobre la alfombra y hundió su nariz dentro de uno de ellos, aspirando profundo. Luego se levantó y volviendo a los pies de la rubia, presionó su nariz contra la planta del pie de la muchacha, aspirando con visible deleite la calceta blanca.

-¡Que pervertido más asqueroso! -Exclamó Freyja.

-¡No puedes sacar tus zapatos afuera! ¡Me llega el hedor hasta aquí! -Se quejó la pequeña Lilith, se había subido arriba el cuello de la camisa Oxford, que llevaba bajo el pullover, también se había colocado de nuevo las gafas de sol de cristales rojos, y prácticamente se había echado el pelo sobre la cara. Arrellanada en su sillón parecía disgustada por la abundante luz del sol.

Selk regresó con una bandeja de bocadillos y bebidas.  

Sirvió un té helado a Izanami, otro capuccino a Lilith, y una cerveza en lata a Freyja y Athena.

Lilith encendió un nuevo cigarrillo, había subido los pies al sillón, juntando sus rodillas contra su pecho, como si se protegiera de la luz.

-¡Oh, por Dios! -Se quejó Athena mientras destapaba la lata de cerveza.- ¿Tienes que fumar acá adentro?

Lillith exhaló una bocanada de humo desafiante.

-¡No va a matarte!

-¡No puedes respetar a los demás! ¿Por qué siempre piensas solo en ti? ¡Dios mío! -Exclamó Athena.

El esclavo le había retirado las calcetas blancas y ahora estaba lamiéndole los pies descalzos como un perro, pasando su lengua por sobre las plantas, y entre los dedos de los pies. Izanami observaba la escena con repulsión.

-Athena, no creo que repetir la palabra dios enfrente de una satanista sea conveniente. -Dijo con mofa Freyja.

-No soy una satanista, soy una hechicera. -Replicó con seriedad la pelirroja, mientras alargaba la mano y cogía una barra de chocolate de la bandeja sobre la mesa.

-Lo creo. -Dijo Athena.- Así como traga azúcar, y sin embargo es la más delgada de todas.

-Sí, pues es una chiquilla escuálida. -Dijo Freyja.

-Pues tú sigue de graciosa y veraz.

-¿Qué vas a hacer? ¿Convertirme en sapo?

Mientras se mantenía la pequeña pelea Izanami observaba desde atrás las grandes pelotas que colgaban libres entre los muslos del hombre, alargó su brazo y acercó su manita, cogió uno de los testículos entre su dedo índice y pulgar, los dedos actuaron como pinzas, apretó duro. El gemido del pobre hombre fue conmovedor, por instinto se revolcó logrando soltarse, la bolita se escurrió entre los dedos de la japonesa.

-¡Increíble, tanto escándalo por que le apreté una pelotita!

El desgraciado estaba encogido sobre el piso, sollozando y gimiendo amargamente.

-¡Iza, todo el mundo sabe cuan sensibles son los testículos de los hombres! -Dijo Selk que descalza observaba de pie al infeliz esclavo.

-¡Yo no sé! -Replicó Izanami.

-¡Ay, vamos! ¡Cómo que nunca hubieras visto un par de pelotas! -Dijo Lilith, mientras dejaba caer la brasa de su cigarrillo sobre el cuello del hombre, para ver si lograba alguna reacción.

-No me refiero a eso, a saberlo en forma general, ¡No! a ver ¿Qué se imaginan que han de sentir los hombres cuando les golpeas en las partes?

-A de doler más que una patada en el estómago. -Dijo Frey.- Bueno supongo.

-¿Dolerá como cuando te sacan una muela? -Dijo Izanami.

-¡No! -Repuso Athena.- Ese dolor es otra cosa, otro nivel. He practicado karate con chicos y hombres adultos, he dado y recibido golpes, y les aseguró no hay ninguna parte en el cuerpo de una mujer donde puedas golpear con el mismo efecto.

-¿Qué tal los pechos? -Replicó Selk, acariciándose los senos con las manos.

-No, no es igual. Al menos no es el mismo efecto psicológico.

-Athena tiene razón. -Dijo Izanami.- Además no todas las chicas tienen tetas enormes como las tuyas.

-¡Athena eres una idiota! -Exclamó Freyja.- Te doy una patada en el codo a ver si no te cagas del dolor.

-¡Hey, no me insultes!

-¡Ya basta las dos! -Dijo Lilith furiosa, elevando la voz.- ¡Y Selk, cierra ya las cortinas! ¡No soporto tanta claridad!

-¡Lo hago cuando apagues tu maldito cigarro!

-¡Si primero sacas del cuarto tus apestosos zapatos!

-¡Ah la bruja se va a quemar!

-¡Son un par de idiotas!

-¿Hey a quien llamas idiota!

-¡A ti perra!

-¡Me dijiste perra!

-¿Qué no te sirven los oídos?

¡Ya basta! -Gritó el hombre poniéndose en pie.

La habitación quedó en total silencio, las cinco chicas le observaban congeladas como estatuas de piedra.

-Selk, cariño. -Dijo en tono suave el hombre.- Lo siento, pero por favor, estas crías me están volviendo loco, no soporto los nervios. Esto no es lo que tenía en mente.

Freyja apagó la televisión y tiró al suelo el control remoto. Izanami descansó su mentón sobre sus manos haciendo un puchero con su boca. Lilith apagó su cigarro tirándolo dentro de los restos de su taza de café.

 -No te quejabas cuando me estabas lamiendo los pies, eh, cerdo. -Murmuró Athena.

-Jason, me estás haciendo quedar en ridículo frente a mis amigas. -Dijo Selk entre dientes, la rubia le observaba altiva, mentón elevado y manos a la cintura, preciosa en su corte vestido de látex rojo.

El hombre cayó de rodillas dominado por la dura mirada de los ojos gris metal de la chica.

-…Perdón, Ama… -Susurró.

-No va a ser tan sencillo. Voy a tener que castigarte.

El hombre bajó la cabeza con un gesto de amargura en su rostro y asintió resignado.

-Y mis amigas van a ayudarme.

Entre todas limpiaron la mesa de centro, que a pesar de ser baja era fuerte, hecha de madera pesada y robusta. El hombre se acostó encima de espaldas, con una expresión de estoicismo digna de un mártir, como una víctima a punto de ser sacrificada. Athena cogió las sogas que Selk llevó y comenzó a amarrar al hombre a la mesa.

-… Por favor, Selk, en los huevos no. -Suplicó el hombre en voz baja, con lágrimas en su rostro.

-¡Ni una palabra más, cerdo! -Bramó Selk.- ¡O te juro que te cortó la lengua!

-¡Hey! ¡Buenos nudos! -Exclamó Freyja revisando las amarras, que dejaban al hombre inmovilizado por completo.- ¿Dónde aprendiste eso?

-Chicas exploradoras. -Sonrió Athena mientras apretaba los últimos nudos.

Izanami se puso de rodillas al borde de la mesa, entre los muslos del hombre, observaba ansiosa los enormes genitales. Alargó su mano con evidentes deseos de coger las pelotas.

-¡No! ¡Alto! -Gritó Lilith.- Así no es divertido. Vamos a jugar un juego.

Sacó de su bolsillo una gran moneda de plata, en un lado de la moneda había grabada la efigie de una demonio femenino, en botas y sexy armadura, látigo en mano, con cuernos retorcidos en la cabeza, al otro lado se hallaba una voluptuosa ángel, en bikini y con las alas extendidas. 

-Águila o Sol, bueno Súcubo o ángel. -Dijo Lilith.- Yo lanzó la moneda, ustedes irán por turno, si cae Súcubo podrán aplicar el castigo que se les ocurra a los genitales durante un minuto completo, si cae ángel deberán darle una recompensa por la misma cantidad de tiempo.

-¿Qué clase de recompensa? -Preguntó Freyja.

-¡Sexo oral!

-¡Oh, no! ¡Yo no voy a chuparle el pene a este patán! ¿Es asqueroso?

-¡Suena divertido! -Repuso Selk.- ¡Hagámoslo! ¡Gana la que de más castigos!

-¡Las perdedoras deberán cumplirle un deseo a la ganadora! -Anunció Lilith.

Al final, retándose una a otra, decidieron jugar. Se sentaron sobre la alfombra alrededor de la mesa. La primera al turno iba a ser Freyja. La pelirroja dio inicio al juego lanzando la moneda al aire, la moneda aterrizó sobre el pecho del esclavo. La efigie que quedo arriba era la demonio.

-¡Tienes un minuto! -Dijo Lilith.

-¡De acuerdo! -Dijo Freyja sonriendo de forma malévola.

Cogió los testículos por la base con una mano, cerró la otra en forma de puño y comenzó a dar de puñetazos a las pelotas del hombre, daba golpes potentes y sonoros. Cada porrazo era acompañado por el agónico alarido del infeliz.  

-¡Dile que no grite, me ofende los oídos! -Se quejó Athena.

-¡Silencio! -Ordenó Selk.

-¡Tiempo! -Anunció Lilith, que controlaba la duración del castigo con su reloj militar de pulsera.

Freyja soltó los genitales mallugados y se sacudió las manos, luego las paso por sobre sus ajustados pantalones azules de mezclilla.

-Es el turno de Athena. -Anunció Lilith, lanzó al aire la moneda y está aterrizó sobre el esculpido abdomen del esclavo, salió la imagen de la demonio de nuevo.

La rubia sonrió satisfecha, se arrodilló entre las piernas del hombre y le cogió los testículos con una mano, pasado la base del escroto entre su dedo medio y anular, con la palma de la mano abierta, de manera que las pelotas quedaran dentro de su palma, como dentro de una copa, cerró la otra mano en puño, y se preparó para golpear.

-¡Tiempo, ya! -Anunció la pelirroja.

Athena golpeó las bolas con la base del puño cerrado, los testículos inmóviles fueron machacados contra la otra mano. El cuerpo entero del hombre se puso rígido, aumentando la tensión de las cuerdas apretadas que le sujetaban con firmeza a la mesita de madera. La cruel chica de cabello rubio, le golpeó con un ritmo constante, subiendo todo el brazo en alto para tomar impulso y así descargar poderosos golpes. La mirada de sus hermosos ojos celestes era dura, sin piedad ni compasión. Al terminar el minuto el pene había perdido su flamante erección.

Llegó el turno de Izanami, quien ocupó la posición de Athena, la japonesa examinó las bolas, estaban hinchadas, el tipo las tenía grandes, pero ahora estaban enormes, la piel del escroto se veía enrojecida.

Lilith lanzó su moneda de nuevo, cayó diabla otra vez.

Izanami empezó con sus dedos, pulgar e índice, de ambas manos, a explorar los testículos, hundía los dedos hasta encontrar los orbes y apretarlos con toda la fuerza de los dedos de sus manitas, no era necesaria mucha para que el desgraciado tensará sus apretadas amarras, lo cual era inútil, lo único que lograba era lacerarse la piel contra las sogas. El desgraciado no soportó más y comenzó a gritar suplicando piedad.

Selk le acarició la frente con la mano.

-¡Un poco más, perrito! ¡Anda soporta por mí!

El hombre la observaba con la cara desencajada de dolor, con lágrimas asomando a sus ojos.

Izanami comenzó a apretar los cordones espermáticos, regresó a las bolas y las apretó fuerte con los dedos tirando de ellas hacía afuera como si las quisiera desgarrar del escroto.

-¡Hey! ¡Ya es más del minuto! -Replicó Selk.

-¡No me digas que te da lástima! -Se mofó Freyja.

-¡Esta bien, tiempo! -Anunció Lilith.

Izanami le soltó de mala gana y se hizo a un lado, se estaba divirtiendo de lo lindo torturando los testículos del hombre. El pobre esclavo continuaba temblando y gimiendo de dolor.

Selk ocupó ahora el puesto frente a los genitales, posó sus manos sobre los fuertes muslos, acariciándoles, arañándoles la piel un tanto con sus largas y afiladas uñas lacadas en color rojo sangre.

-Hasta ahora es empate. -Dijo Lilith, lanzando la mano al aire.

El disco aterrizó a la altura del ombligo del hombre, la efigie de la ángel alada apuntaba ahora hacia arriba.

Todas las chicas ovacionaron a Selk.

-¡Ángel! -Advirtió Lilith.

La rubia no se inmutó, apartó sus mechones rubios platinados tras una oreja e inclinó su rostro sobre los maltratados genitales, extendió su lengua y deslizó la punta sobre los testículos masajeando las partes malogradas. El cambió en el hombre fue total, ahora su semblante era de éxtasis, y sus gemidos eran de placer ya no de dolor, la lengua experta de la Diosa rubia era como un bálsamo para sus adoloridos testículos. El pene reaccionó de inmediato se puso en total erección. La lengua de la chica comenzó a recorrer el grueso y largo tronco del miembro, de arriba abajo. Se detuvo sobre la cabeza abultada como seta y comenzó a hacer movimientos circulares con su lengua, puliendo bien la cabeza del pene. Lamió el anillo alrededor de la base y se detuvo en el frenillo. Luego dio unos suaves besos sobre el tronco del pene con sus labios húmedos.

-…Tiempo… -Susurró Lilith.

Selk se puso en pie lamiéndose los labios.

El resto de las chicas la observaban boquiabierta.

-¡Ni se te ocurra querer besarme después de eso! -Exclamó Freyja.

-¡Dios, que puta eres! -Exclamó Athena.

-¡Hey! ¡Recuerda que la bruja está presente! -Bromeó Freyja.- ¡Ah, por cierto, Roja! ¡Es tu turno!

Lilith resopló, llevaba puestas sus gafas de sol, que se había puesto desde que abrieron la ventana y su largo cabello pelirrojo estaba tirado cubriendo lo más de su rostro posible. Entregó la moneda en la mano a Freyja y se fue a colocar en el puesto que Selk le estaba cediendo.

Freyja examinó la moneda en alto.

-¡Espero que esto no tenga truco! -Exclamó.

-¡Sólo tírala! -Increpó Lilith.

Freyja sonrió malévola e hizo el tiro. La moneda subió en el aire, pero al caer sobre el abdomen rodó a un lado y cayó al borde de la mesa, de donde bajó hasta la alfombra.

-¡Idiota! ¡No puedes hacer nada bien! ¡Repite el tiro! -Ordenó Lilith

-¡Es una ángel! -Sentenció Freyja, examinando la moneda sobre la alfombra.

-¡No vale, cayó fuera! ¡Repítelo!

Freyja hizo un gesto, cogió la moneda de nuevo, y la lanzó con más tino, esta vez sobre los pectorales del hombre, salió la ángel alada de nuevo.

Freyja soltó una maligna carcajada.

-¡Espera! ¡Voy a correr las cortinas para que estés más cómoda! -Dijo Selk.

-¡Te la vas a tragar hasta la garganta, Roja! -Se mofó Freyja.- ¿Cuánto tiene sin eyacular, Selk?

-¡Seis semanas! -Dijo la rubia desde lejos.

-¡Te imaginas! ¡Qué tal si estalla toda su carga de lefa dentro de tu boca!

-¡Tiene hormonas, proteínas y cosas así! -Replicó Athena.- ¡Es como un batido super nutritivo!

El cuarto quedó en penumbras, Selk encendió nada más la luz suave de unas lámparas de mesa. Lilith se quitó los lentes y se apartó los mechones rojos de la cara. Sus ojos verde esmeralda hicieron una mirada de odio a Freyja. Sacó del bolsillo de su pullover un diminuto atomizador y empezó a aplicar el spray sobre el pene.

-¿Roja, qué diablos estás haciendo? -Preguntó Freyja.

-Le pongo refrescante bucal, sabor a mente, esa cosa huele asquerosa y no voy a chupársela si tiene mal gusto.

Lilith se inclinó sobre los genitales con un evidente semblante de repugnancia. Y Los examinó, el pene temblaba presa de suaves orgasmos, estaba a punto de correrse, apenas una leve brisa podría hacer el efecto.

La pelirroja se apartó y sacudió su cabeza.

-¡Olvídenlo! ¡No puedo hacerlo! ¡Me rindo! ¡Quedó descalificada!

Se puso en pie alisándose la falda escolar.

-¡Voy a la cocina por un café! -Dijo saliendo de la sala.

-¡Cobarde! -Le gritó Freyja. ¡Eres una gallina, Roja!

-Bueno Frey, es tu turno de nuevo. -Sonrió Athena maliciosa, con la moneda en la mano.- ¡Imagina ese delicioso batido de hormonas puede ser todo para ti!

-Les juró que si cae en Succubo esta vez lo voy a castrar.

-¡Hey! ¡Nada de sangre! -Replicó Selk.- ¡No quiero que manches los muebles y la alfombra!

-Si les amarras los huevos por la base se pueden cortar sin sangrar. -Explicó Izanami, revisando unas páginas sobre castración de animales en su iPhone.

El hombre las escuchaba pálido y con los ojos bien abiertos.

-¡Anda, tira! -Increpó Frey, colocándose en posición.

-¡Succubo! -Exclamó Athena.- ¡Cayó Succubo!

De repente el hombre empezó a gemir y sollozar.

-¿Pero si ni te he tocado aún? ¿Qué le pasa? ¡Está llorando!

-Creo que es el aerosol que Lilith le aplicó. -Dijo Izanami.- ¡Miren que roja se le ha puesto la cabeza del pene!

El pobre hombre estaba derramando lágrimas.

Lilith regresó con un café en la mano y se sentó sobre la alfombra junto a Freyja.

-¿Qué? ¿Castigo o recompensa?

-Castigo. -Dijo Freyja.- ¿Roja, que diablos le rociaste en el pene?

-Es sólo refrescante bucal. -Dijo colocando el frasco sobre la mesa.

-Es desodorante bucal. -Dijo Izanami cogiendo el recipiente y acercándolo a la luz de su teléfono.- Contiene alcohol y esencia de menta concentrada.

Parte del líquido había entrado por la uretra causando un ardor terrible e insoportable al hombre.

-¡Dame un cigarro! -Dijo Freyja a Lilith.

La pelirroja le ofreció un paquete y su mechero de plata.

Freyja apartó los lisos mechones azabaches de su rostro, a la luz tenue de las lámparas de mesa su piel blanca se veía mortecina, espectral. Encendió un cigarro y dio una profunda calada, exhalando el humo.

Luego acercó la punta del cigarrillo al glande y apagó la brasa contra la piel, encendió el cigarrillo de nuevo, dejando caer las brasas sobre los testículos y sobre la piel del pene, le decoró la cabeza del miembro con marcas de quemadura.

Selk se sentó sobre el abdomen del hombre, que temblaba del dolor, se sentó de lado, cruzando sus largas piernas desnudas y estirando sus pies descalzos.

Lilith abrazó a Freyja, empezó a acariciarle la espalda y los senos. Luego le lamió el cuello.

-¡Tiempo! -Dijo Athena.

-¡Al diablo con el juego! -Exclamó Freyja.- ¡Lo único que quiero por el momento es torturar a este cerdo!

Encendió un nuevo cigarro y continuó aplicando la brasa contra la piel, causando quemaduras.

Lilith le continuaba besando el cuello, le echó las manos sobre los hombros y la besó en la boca, un beso profundo y lascivo.

Athena dejó la moneda sobre una mesita, abrió las piernas y se acarició los muslos, metiendo sus manos bajo la corta falda blanca de su uniforme de tenis.

-¡A ver si este idiota sirve para algo bueno! -Exclamó Athena, la rubia se puso en pie, se sacó el tanga y se trepó a horcajadas sobre la cabeza del hombre, colocando su sexo encima de la cara del sujeto.

Selk, sentada sobre el abdomen, abrazó el tronco del pene con una mano y comenzó a masturbarlo, mientras con la otra le clavaba las uñas en la cabeza del pene.

Izanami se acercó con un cordón negro y comenzó a amarrar los huevos por la base. Sus hermosos pies estaban descalzos, se había quitado sus sandalias planas.

Selk se giró y se sentó de rodillas a horcajadas sobre el pecho del hombre, abrazó a Athena y comenzó a besarla. En tanto Athena fregaba su sexo contra el rostro del prisionero. Las dos chicas rubias se devoraron a besos.

Izanami tiraba del cordón que había amarrado a la base de los testículos, tiraba con una mano estirando los huevos a todo lo que daba la piel del escroto. En su otra mano blandía una de sus sandalias planas, la cual era de cuero flexible, color marrón. Le pegó en los huevos con la punta de la suela de la sandalia, el golpe sonó fuerte. El hombre gimió ahogado bajo el sexo de Athena que le empapaba con sus jugos vaginales. Izanami continuó golpeando los huevos, dejando verdugones negro azulados, usando la suela de la sandalia azotó el cuerpo del pene y la cabeza, dejándolo rojo como tomate, casi a punto de verter sangre.

Se escuchó de repente un grito de Freyja, no de placer sino de dolor, todas las chicas se volvieron para ver.

Lilith tenía a Freyja cogida por el labio inferior con sus dientes, le apretó sin piedad hasta que sintió el sabor a sangre, luego la soltó.

-¡Perra! -Exclamó Freyja.

La pelirroja le escupió al rostro.

-¡Hasta estado insoportable todo el día! -Increpó la pelirroja con una voz furiosa y dominante, al tiempo que se ponía en pie- ¡Me tienes fastidiada!

Freyja bajó la mirada, sumisa.

-¡Ahora te va a tocar un castigo! ¡Vas a chuparle la verga a este tío! ¡Te la vas a meter toda hasta la garganta! ¿Entendiste? ¡Y te vas a tragar la leche que escupa!

Lilith cogió a la chica por el pelo y la acercó a la entrepierna del hombre. Freyja se inclinó sobre los genitales, haciendo cara de asco, y chupó con su boca el capullo en forma de seta de la cabeza. El miembro se puso aún más duro ante la sensación de la suave y húmeda lengua de la chica. Las sensaciones eran una bendición en su lastimado miembro.

-¡Hasta dentro! ¡Trágatela toda!

Lilith apartó el cabello negro azabache del rostro de Freyja. La chica entornó sus ojos azules, reprimiendo las arcadas de asco comenzó a erguir el descomunal miembro que apenas le cabía por la boca, la cual tenía que abrir al máximo.

-Diablos, me excita cuando Lilith actúa así. -Susurró Selk a Athena, el par de rubias se pusieron de pie, parándose encima del esclavo, descargando todo el peso de sus cuerpos sobre sus pies descalzos que estaban plantados sobre el cuerpo del hombre. Athena estaba con ambos pies sobre el pecho, presionando el esternón y las costillas. Selk hundía sus pies sobre el abdomen, prensando los órganos internos, haciendo fuerza contra el diafragma.

Freyja se sacó el miembro de la boca despacio, ya fuera quedó un hilillo de baba uniendo como un puente su ensangrentado labio inferior y el glande del hombre. La chica escupió al piso.

-Aún no eyacula. -Comentó Izanami.- Pero está a punto de estallar. La japonesa hundió sus dedos en la base del pene, chequeando lo inflamada que estaba la próstata del hombre.

-¡Anda! ¡Chúpale las bolas también! -Ordenó la pelirroja que la tenía cogida por el pelo.

Freyja cogió un testículo con su boca, sintió la bolita con su lengua. La succionó dentro de su boca.

-¡Así perra! -Dijo Lilith.- ¡Eres toda una puta!

Los ojos azules de Freyja brillaron con furia ante la degradación a la que la estaban sometiendo. Sus dientes cogieron el testículo, lo colocó entre sus muelas, acomodándolo y mordió duro como una loba salvaje y furiosa.

El gritó del hombre fue formidable, y a la vez horroroso, a pesar de que sonó ahogado y estentóreo debido a la presión que los pies de Athena hacían sobre las costillas, y la presión que los pies de Selk hacían sobre el abdomen.

Freyja cogió la otra bolita entre sus dientes, y de igual forma mordió con fuerza tremenda hasta que sintió que el tejido cedía. Luego la chica se retiró y se sentó sobre la alfombra, abrazando sus piernas con sus brazos. Lilith se quedó en pie a su lado y comenzó a acariciarle el cabello con la mano.

La japonesa Izanami se acercó y comenzó a inspeccionar los testículos con sus dedos.

-¿Cómo están? -Preguntó Lilith.

-¡Cielos, creo que lo castró!

-Bueno al menos ya no está gritando. -Repuso Selk.

-¡No está respirando! -Exclamó Athena, que ya no sentía el esfuerzo de la inhalación contra las plantas de sus pies descalzos.

Selk se bajó al piso. Athena dio unos saltos sobre las costillas, al no ver ninguna reacción se bajó también al piso.

-¿Qué le paso? -Preguntó Selk.

-No sé. Pero parece ser que está muerto -Dijo Izanami.- Quizás fue el Shock, un dolor extremo puede matar a un ser humano, o le pudo haber dado un infarto ¿Qué se yo?

-¿Está muerto? -Exclamó Selk.

-¿Qué vamos a hacer con el cadáver? -Preguntó Athena, con sus ojos celestes bien abiertos.

-¡No sé! ¡Hay que enterrarlo! -Dijo Izanami.

-¿Qué tal rociarlo con gasolina y prenderle fuego? -Propuso Freyja con voz aspera, aún cabizbaja y molesta, con lo ojos húmedos por las arcadas que había sentido al tener que tragarse el formidable montón de carne dentro de su garganta.

-¡Pero están locas! -Exclamo Selk.- ¡Estamos en un apartamento en el piso trece de un edificio!

-¿Lo lanzamos por la ventana y escribimos una nota de suicidio?

Lilith encendió un cigarrillo y explicó con calma:

-Hay que sacar el cuerpo de aquí, y llevarlo al campo. Pero primero debemos de buscar una forma fácil y práctica de trasportarlo, que no levante sospechas. Habrá que cortar el cuerpo en pedazos, luego meter las partes en bolsas de plástico y distribuirlas en maletas.

La pelirroja explicaba todo con total frialdad, como si estuviera exponiendo la receta para preparar un bistec.

Lilith ordenó que soltaran el cuerpo, Izanami cortó las amarras con una tijera. Athena y Freyja tiraron el cuerpo al suelo.

-¡El maldito pesa una tonelada! -Se quejó Freyja.

Athena y Freyja le cogieron por las piernas y con esfuerzo le arrastraron a la bodega donde siguiendo las instrucciones de Lilith, Izanami ya había desplegado bolsas plásticas negras para basura sobre el piso, para no manchar el parqué de sangre. Había sacado unos cubos de la bodega para recoger la sangre.

Dejaron al hombre en el centro del cuarto. Se detuvieron para descansar unos minutos.

-¿Y con que lo van a cortar? -Preguntó Izanami, con voz nerviosa.

-No sé, en la cocina hay unos cuchillos aserrados, pero creo que con eso va a ser difícil. -Dijo Athena.

-¡Mejor usamos esto! -Dijo Selk, entrando al cuarto, en sus manos llevaba un hacha, era de mango de madera, la cabeza del hacha era de acero gris con una franja roja al medio.

-¡Wow! -Exclamó Freyja, entornando sus ojos azules.

-¡Bueno, fue lo mejor que encontré!

-¿Dónde hallaste esa cosa?

-La tomé del gabinete de emergencias contra incendios.

Lilith ladeó su cabeza y sonrió a Selk.

-Bueno, anda ¡Empieza ya de una vez!

-¿Yo? ¿Voy a tener que partirlo yo?

-¡Bueno! -Replicó la pelirroja.- ¡Tú tienes el hacha en la mano! ¡Además va a haber mucha sangre! ¡Un torrente de sangre! Cálculo que entre unos cinco a seis litros. Y tu llevas ropa de látex, así que te será más fácil lavarte, no te va a quedar huella.

Selk entreabrió su boca roja, la fenomenal rubia estaba de pie, descalza, con sus torneadas piernas bronceadas desnudas, apenas cubierta con el corto vestido de látex rojo, con un hacha entre las manos, junto al cadáver de un hombre desnudo que yacía en el piso. Era una situación surrealista.

Las otras cuatro chicas se apartaron, alejándose al extremo de una pared.

-¡Anda, adelante! -Exclamó Lilith.

Selk afianzó el hacha y se inclinó como si fuera a partir leña.

-¿Y ahora qué hago?

-¡No sé! -Respondió Lilith.- ¡Empieza por algún lado! ¡Córtale un pie primero!

Selk rozó el filo del hacha contra la piel del tobillo, para calcular el golpe, y elevó el hacha en alto, hacía arriba, dispuesta a descargar el hachazo.

Iba justo a golpear cuando vio el cuerpo sacudirse en un espasmo. El hombre tosió, se puso de lado y vomitó flema blanca. Volvió la vista y divisó a la rubia que estaba plantada frente a él hacha en mano.

El hombre aterrado se apartó retrocediendo hasta apoyarse contra la pared.

-¡Selk, Dios mío! ¡No por favor! ¡Detente! ¡No me hagas daño! -Suplicó temblando de miedo.

La rubia soltó una carcajada, bajó la hacha apoyando la cabeza de la improvisada arma contra el piso, ladeó su cadera y sonrió.

-¿En serio? ¿Sólo estabas desmayado?

El hombre respiraba jadeando. Se masajeó las bolas con las manos, estaban hinchadas, muy maltratadas, las chicas no le habían quitado el cordón anudado con fuerza en la base de las bolas, el cual cortaba la circulación, estaban de un malsano color negro amoratado. Al menos ya no le dolían, de hecho, las tenía adormecidas, sin sensaciones.

-¡Princesa! ¡Creo que estoy muy mal! ¡Debo de ir a un hospital!

Los ojos gris plata de Selk brillaron, su hermoso rostro dibujó una sonrisa, ladeó su cabeza y se pasó una mano por el largo y liso cabello rubio. Flexionó uno de sus hermosos pies descalzos. El pie que tenía la preciosa pulsera de oro alrededor del bello tobillo. El dije en forma de cruz egipcia brilló fugaz dentro de la penumbra de la bodega.

-¡Primero acércate y me besas los pies! -Ordenó la rubia con voz sexy y dominante.

El hombre no se pudo resistir a la arrebatadora visión de ensueño que tenía frente a él. Se acercó a gatas sobre sus manos y rodillas, como un perro, y se inclinó ante los pies de su Ama, cubriéndolos de besos y lamiéndolos con devoción.

Entonces, en un instante, la rubia elevó el hacha al cielo y la bajo, con sorprendente destreza golpeó el cuello del hombre, decapitándolo de un solo tajo.

La cabeza rodó frente a las otras cuatro chicas que observaban boquiabiertas.

Selk caminó sonriendo. Las plantas de sus hermosos pies descalzos se mojaron al pisar el piso inundado de sangre roja y caliente.

Las chicas viajaban en el BMW azul oscuro de Selk. La pálida belleza de cabello negro y ojos azules iba al volante, para salir se había enfundado por completo en uno de sus trajes de cuero negro con botas. A su lado iba Izanami, revisando su iPhone, preciosa con su vestido rosa y sandalias. En el asiento trasero iba Lilith, con su atuendo de colegiala, sentada en medio, entre las dos rubias, Athena y Selk. La primera se había cambiado el traje de tenis por pantalones deportivos y sudadera de algodón blanco. Selk llevaba ahora un vestido rojo de seda con sandalias de tacón alto. Lilith e Iza eran las únicas que no se habían cambiado, las otras tres habían trabajado destazando el cadáver, degollándolo, recogiendo la sangre en cubos, y metiendo todo los restos macabros en bolsas de plástico, Athena había vomitado varias veces, su inmaculado uniforme de tenis quedó hecho un asco. Freyja maldijo furiosa al ver estropeada sus botas Doc Martin.

-¡Hice lo que me ordenaste! ¡Nada más! -Se defendió la rubia, clavando la mirada de sus ojos gris metal en Lilith.

-¡El objetivo de hacerlo era porque se suponía que estaba muerto!

-¡Iza fue la que dijo que estaba muerto!

-¡Demándame, no soy una doctora!

Lilith sacudió su cabeza y encendió un cigarrillo.

-¡Ah, no vas a fumar dentro del auto! -Se quejó Athena.

-¡Tú también vas a fastidiarme! ¡Te juro que no quieres verme enfadada!

-¡Lilith, estoy nerviosa!

-¡Ay, ves un poco de sangre y te alteras!

-Graciosa, yo veo sangre cada mes, no como tú.

-¡Athena, te lo estas buscando!

Selk observó por la ventana, estaban en medio de un tráfico horrible, en la carretera que conducía fuera de la ciudad. En el baúl del auto iban cuatro maletas con los restos del hombre. Suspiró mientras las chicas discutían de nuevo. Dragula, de Rob Zombie sonaba por las bocinas del auto, mezclándose con el ruido. Iba a ser un viaje muy, muy largo.