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El pintor.

en Hetero: Infidelidad

Nuestra vida es casi perfecta; cuando nos conocimos convinimos respetar nuestro espacio y por fortuna lo conseguimos; Luis es pintor y además da clases en la escuela de bellas artes; yo soy segunda viola de gamba en la orquesta sinfónica y doy clases en el conservatorio. Sin tener un acuerdo tácito, ambos conservamos cierta independencia y aunque el sexo siempre fue importante para mí, a Luis no le obsesiona como a algunos de sus predecesores; es por ello que mantengo el contacto con varios “amigos” con los que me une una amistad bien entendida, con mucho sexo aunque nunca me planteé convertirlos en amantes; jamás lo traicionaría de ese modo.

Vi algunas de sus obras en la primera exposición y la verdad es que son impactantes; solo he podido contemplar una pequeña muestra pues la mayoría son encargos que van directamente a colecciones privadas; hace unas semanas, después de estar en su segunda exposición le pedí que me mostrara el álbum donde guarda fotos de todos sus cuadros y aluciné.

La expresión de esas mujeres es lo que llama la atención; es como si captara sus sentimientos y no se trata de armonía o paz; más bien de extremo placer; después de mostrarme todos y cada uno de ellos le comenté ese detalle y comenzó a reír estrepitosamente.

            —¡Así es! He logrado captar el placer aunque costó bastante al principio.

No me pude resistir y aunque jamás habíamos intentado fusionar nuestras parcelas le pregunté intentando que pareciera una súplica, aunque solo conseguí arrancarle una sonrisa.

            • ¿Me harás un retrato? Desde que nos conocemos jamás me lo has propuesto y no creo que mi cuerpo sea más feo que esos que has pintado hasta ahora.

            —No se trata de eso princesa, lo que no quiero es que te sientas violenta; todos esos cuadros los he hecho como parte de las clases y con varias personas en el estudio; algunas tomando notas, otras haciendo esbozos pero todos colaborando.

            • Sabes que no me importa mostrar mi desnudez; cuando vamos a la playa siempre te pido ir a las nudistas porque me encanta ser mirada y a ti que me vean sabiendo que soy tuya.

            —Pero no es lo mismo; es posible que alguna de las técnicas que empleo no las entiendas o te resulten penosas; recuerda que para mí lo primero cuando estoy pintando es el arte; cuando estamos en cualquier otro lugar entonces y con diferencia eres tú.

Realmente era así, me hacía sentir especial en todo momento y situación; solo tenía ojos para mí cuando salíamos a un restaurante o íbamos a bailar porque me encanta, aunque a él jamás le gustó ni se interesó hasta que nos conocimos y para hacerme sentir bien, incluso fue a tomar clases.

            • No te apures por eso y trátame como a cualquiera de tus modelos; no pienso defraudarte porque quiero ser tu mejor musa y modelo a partir de ahora.

Me pidió que dejara de depilarme y aunque no me dio explicaciones lo hice; unas semanas después me citó en su estudio; me presentó a cinco mujeres cuya edad oscilaba entre los treintaicinco y los cuarenta años y tres chicos algo más jóvenes que rondaban los treinta; dirigiéndose a una de las más jóvenes le pidió que me colocara.

La mujer me desnudó con mucho mimo acariciando más que rozando mi cuerpo logrando que me estremeciera, más recordando lo que me dijo Luis respecto a sentirme molesta, supuse que lo mejor era aguantar; no era la primera vez que una mujer me ponía a mil, aunque si la primera con público; cuando terminó de sacarme el tanga que fue la última prenda, me cubrió parte del cuerpo con una túnica de tul que parecía una segunda piel y otra de las mujeres, esta vez la que parecía mayor de todas me colocó una diadema para después acomodarme sobre un diván; colocaron unos almohadones que me ayudaban a mantener la posición y por primera vez oí la voz de Luis.

            —¿Estamos listos? ¿Pensáis que así está bien?

Una de las chicas murmuró.

.- El pecho queda oculto y la túnica desdibuja el sexo; yo colocaría la túnica de modo natural y así quedaría a la vista el pecho que es como se usaba en la antigua Grecia y tensaría un poco la tela para que se transparentara mejor; también podemos optar por dejar el sexo apenas cubierto.

            —Muy buena observación.

Dicho esto, la mayor de las mujeres colocó la túnica como había sugerido su compañera, mostrando el pecho por completo así como el resto de su bello cuerpo y disponer el tenue tejido de modo que se clareara el sexo que mostraba un discreto pelaje que no llegaba a pelambrera.

            —Bien, ahora las fotos.

Todos tomaron una gran cantidad de fotografías desde diferentes ángulos y poco después de retirarse, Luis con un carboncillo comenzó una actividad frenética. A uno de los chicos equipado con un portátil le entregaron las cámaras y fue descargando las fotos, fotos que en la siguiente sesión colgaban por todo el estudio colocadas estratégicamente mostrando los más ínfimos detalles.

Después de siete sesiones en tres semanas, un sábado después de almorzar en un restaurante donde tomé más cava del que suelo fuimos al estudio y Luis me permitió ver los esbozos de los alumnos; ante mi insistencia también el lienzo que solía cubrir con una tela.

Lo que comenzó con un carboncillo era una maravilla; las formas de mi cuerpo eran perfectas, todos los detalles estaban representados con un realismo extremo; aunque lo que me sorprendió, fue que el ovalo del rostro estaba prácticamente en blanco; solo había un esquema, mostrando la posición de los ojos, labios y orejas; en la parte inferior del cuadro había varios esquemas idénticos. Lo miré desconcertada y me sonrió amargamente.

            —Ahora es cuando llega lo verdaderamente difícil. No sé si puedo pedirte que continuemos con el proyecto y entenderé que quieras dejarlo.

            • No tienes que pedirme nada; debes continuar como si fuera una más de esas mujeres a las que has logrado capturar el alma.

Sin responder envió un Whatsapp y comenzó a prepararme; me desnudó con devoción aunque no empleó la túnica para cubrirme y por primera vez disfruté de unas caricias del todo desconocidas; jamás formaron parte de nuestro repertorio amatorio y logro excitarme hasta tal punto que sin pensarlo intente sacarle la verga que al acariciarla por encima de la ropa se me antojó mucho más enhiesta que de costumbre; de un modo educado pero firme lo impidió, apartando mis manos y empujando mi cuerpo suavemente hasta hacerme sentar en el diván.

Poco después apareció aquel chico que manipulaba el portátil; se sentó a mi lado y tomando una de mis manos entre las suyas murmuró en mi oído.

.- ¿Estas lista? Si te parece vamos a comenzar; como es tu primera vez espero que me digas en cada momento si algo no te gusta; se trata como sabes de mostrar placer y para ello debemos gozar de verdad; el maestro es lo que necesita para poder terminar su obra.

Esa frase me desconcertó momentáneamente; pero lo había llamado Luis; lo había llamado después de advertirme que podía resultar penoso; el chico sabía perfectamente cuál era su cometido y decidí jugar; seguramente Luis lo pararía si consideraba que íbamos demasiado lejos, pero si no lo hacia él yo no pensaba hacerlo.

Evidentemente, el chico no sabía quién era ni yo de lo dije; miré hacia donde debía estar Luis y el caballete y no lo pude distinguir porque la zona estaba sumida en sombras, aunque una pequeña luz tras el cuadro generaba un halo que le daba un toque de misterio; de hecho, tan solo estaban profusamente iluminados con luces indirectas, el diván y nosotros.

Lleve mi mano libre al rostro del muchacho y me giré para besarlo; a partir de ese momento me dejé ir.

Después de besarnos durante un buen rato en que no pensé en nada, se puso en pie frente a mí y lo ayude a desnudarse; al sacarle la camisa besé sus pequeños pezones que respondieron endureciéndose como ya lo estaban los míos; después tocó el turno al pantalón; solté el cinturón y lo dejé caer, a continuación me senté para bajarle el bóxer; al quedar libre la verga brincó como un resorte quedando a la altura de mis pechos; atraje el cuerpo del joven y coloque esa preciosidad entre ellos y al hacerlo tome conciencia de que en algún lugar estaba Luis, el mismo Luis que no había querido jugar conmigo cuando tanto lo deseaba y comprendí que en ese momento solo era “su musa” y debía ofrecerle aquello que necesitaba; gozar al máximo para que lograra captar ese sentimiento.

Masajeaba entre ellas la polla del joven abajo y arriba y cada vez que el capullo asomaba le daba unas lamidas, consciente, que en cualquier momento acabaría en mi rostro, pero es que la sensación del semen resbalando por él y cayendo sobre mis pechos me encanta; en ese momento ya no era la esposa del artista, solo era una mujer ardiente con un joven cuerpo del que gozar.

Noté que el chico no aguantaría mucho más y atrape su capullo entre mis labios, sujete los huevos con una mano mientras con la otra mantenía el tronco en la posición deseada y así, comencé a follarme la boca de esa forma que añoro desde que dejé a Rubén; tiempo después, cuando fui a vivir con Luis, simplemente me adapté a sus gustos que eran mucho menos extravagantes y sobretodo menos divertidos; ahora y de un modo que me resultaba del todo incomprensible volví a disfrutar de ese manjar que tanto me satisface.

Conseguí mi recompensa y me quedé unos minutos abrazada a su tronco rebañando y saboreando los restos; hasta que noté que comenzaba a reaccionar y simplemente nos dejamos resbalar hasta el suelo y sobre la moqueta, con una incipiente erección que crecía entre mis dedos; justo en ese momento la mayoría de las luces se apagaron y solo quedó una claridad difusa; oímos la puerta al cerrarse y el chico murmuro.

.- El maestro ya se marchó, este es nuestro tiempo si quieres quedarte.

Giré para quedar sobre él y me ensarté en su verga sin apartar mis ojos de los suyos; después de venirme por primera vez se abrió la veda lográndolo en innumerables ocasiones jugando a escondidas con mi fortuito amante, hasta que por fin permití que se corriera llenándome las entrañas con su viscoso néctar; nos quedamos mucho rato tumbados besándonos y acariciándonos hasta que me hizo notar que era tarde; me limpié con el tanga porque mientras me ayudaba a levantarme vino a mi mente la imagen de Luis mirándome mientras ese hombre me gozaba y quería conocer su reacción al llegar a casa oliendo a sexo, a semen, a otro.

El chico se presentó como Iván y me sugirió ver los avances en el cuadro, también yo sentía una gran curiosidad, lo acompañé hasta donde estaba lienzo; encendió aquellas pequeñas luces indirectas que empleaba Luis y lo descubrió; el caballete estaba alzado y en el primero de los esquemas vi la frente, la parte alta de la nariz aunque lo que más destacable eran los ojos; al mirarlos con detenimiento daban la sensación de estar vivos, y al moverme parecía que me seguían con la mirada y eso me resultó inquietante, tanto, que instintivamente me abracé a Iván y el me cobijó con sus potentes brazos murmurando.

.- Parece un milagro la forma en que el maestro capta los detalles; con unas cuantas sesiones más lograrla terminar el rostro y por tanto su obra; en ocasiones pasan varios días antes de dar una sola pincelada en el conjunto; lo hace en los rostros que se ven en la parte de abajo del cuadro y que al final con la obra terminada desaparecen.

Asentí como si entendiera de qué me hablaba y marche a casa en un taxi que paró para mí; después de verme partir, Iván montó en su moto adelantándonos poco después y saludándome con la mano al hacerlo. Al llegar a casa encontré a Luis tomando una copa; me ofreció una y nos sentamos en las butacas el uno frente al otro; le mostré mi flor al estilo “Instinto básico” deleitándose con la imagen aunque sin darme a entender que le molestara en absoluto lo sucedido y entonces quise saber hasta dónde pensaba llegar.

            • ¿Piensas que harán falta muchas más sesiones para terminar el cuadro?

Me miró detenidamente; con mucho interés aunque de un modo diferente a como lo hacía siempre antes de responder.

            —Hoy hemos avanzado mucho y me pregunto si podrías tomarte unos días para continuar hasta culminar la obra; será extraordinaria pero si la interrumpimos durante la semana y solo podemos continuar los festivos, quizás se rompa la magia y no podamos concluirla tal como merece.

            • Puedo tomarme los días que necesites; de hecho estamos preparando el repertorio para la nueva temporada y solo he de acudir un rato por las mañanas; respecto a las clases en el conservatorio, puede encargarse Sandra; la ayudante que me asignaron hace unos meses y que en ocasiones ya me substituye

Lo dije sin pensar; Sandra es quien ocupa mi lugar cuando me encuentro con alguno de mis amigos.

            —En ese caso, mañana podemos continuar si te parece pero tendrá que ser con otro ayudante; alguien que contribuya a atrapar otros de tus perfectos rasgos.

Me desconcertó mucho su actitud, no mencionó nada sobre lo sucedido con aquel chico y pensé que aunque disimulara estaría sufriendo; tengo la certeza que conoce mis devaneos pero esto era diferente; acepté ir al estudio el domingo y me acosté; al rato me pareció oír algo y entreabrí lo suficiente los ojos para ver como Luis me miraba desde el quicio de la puerta; desnuda en medio de la cama me moví para poder separar mis piernas, se acercó a mi entrepierna y aspiró profundamente varias veces. No me había duchado expresamente y mi sexo olía a semen, a Iván, a macho.

Supuse que se deslizaría a mi lado, pero se retiró y al poco me dormí hasta que de madrugada desperté sola; salí al salón porque oí música suave; allí estaba Luis durmiendo plácidamente en el sofá; con la verga entre las manos y restos de una exagerada eyaculación en ellas los pantalones y el suelo.

Regresé a la cama y al levantarme al día siguiente todo estaba limpio y había preparado café, bajado a por unos churros y es que desde que vivimos juntos, un día de me antojaron y es lo que desayunamos todos los domingos.

Tomamos los churros y después de una agradable ducha en la que por fin eliminé toda huella de Iván me vestí y me dispuse a seguir las indicaciones que me diera “el maestro” como lo definió su alumno.

Llegamos al estudio a media mañana y poco después apareció su ayudante; un hombre de unos cuarenta años, moreno de piel y muy atractivo que me miraba a hurtadillas tratando de no hacerme sentir mal, Luis lo presentó como Asafa y me aclaró.

            —Asafa es un jamaicano que te encantará; trabajando con él puede que logre atrapar la esencia que destila tu cuerpo; placer y lujuria a partes iguales.

El hombre me tomó por la cintura y esperó a que Luis ocupara su lugar en las sombras que se crearon al dejar la misma iluminación que la tarde anterior y es que las ventanas estaban cubiertas con espesos cortinajes que impedían el paso de ninguna claridad, sumiendo el local en la más rotunda oscuridad.

Tímidamente pregunté a Asafa si debía ocupar mi posición en el diván, y con una acaramelada voz respondió.

            < Si te apetece hazlo, aunque ya no es necesario, ahora solo se trata de que te dejes llevar si es que realmente estas dispuesta a que el genio capte tu alma; aflorará por medio de los orgasmos que intentaré compartir contigo, aunque si no estás del todo convencida es mejor dejarlo.

Giré para enfrentarme a él y comenzamos a besarnos; notar su verga contra mi pierna me hizo recordar algo que leí respecto a la potencia sexual de los jamaicanos; se me escapó una risita histérica y nuestros labios se separasen momentáneamente; ocasión que aprovecho el hombre para murmura en mi oído con una suave voz que me cautivó.

            < ¿Prefieres llevar la iniciativa? No me importa si te hace de sentir mejor.

Sin responder, abrí mi blusa mostrándole los desnudos pechos y apoyando mis manos en su cabeza la atraje hacia ellos; comenzó a mordisquearlos al tiempo que abrí su camisa, después solté su cinturón y la verga al liberarse del cautiverio me golpeo en el pubis, me desprendí de la minifalda y alojé esa enormidad entre mis piernas; realmente era mucho mayor de cuantas había notado hasta la fecha, estaba deseando verla para que esa imagen se instalara en mi mente; seguramente en un lugar preferente para poder evocarla con facilidad.

Nos trasladamos lentamente hasta el diván y ahí deje que me tendiera; cubrió todo mi cuerpo de besos y poco después alzó mis piernas hasta colocarlas sobre sus hombros y muy lentamente me fue taladrando con su enorme verga; me sorprendí tomando aire lentamente mientas sus ojos como centellas fijos en los míos parecía trasmitirme su energía; me sentía mucho más llena de lo que había estado jamás; se disiparon mis temores cuando después de una serie de acometidas en la que con cada una progresaba un poco más, noté que su pelvis chocaba conmigo.

En ese momento todo cambió, le hice un gesto y aparcó la delicadeza para convertirse en un sátiro que con un ritmo infernal me hizo llegar en apenas cinco minutos al que fue el orgasmo más largo que recuerdo.

Ese fue el primero de una serie que no terminaba; se sucedían los espasmos que se mezclaban con las réplicas y cuando parecía que se terminaba, aparecían, otro, otro y otro más, tanto o más potente que el anterior.

Creí que desfallecería pero no me lo permitió. Aflojaba lo suficiente para que me recuperase un poco y retomaba su feroz ataque para tenerme totalmente dominada; de súbito cambió la iluminación volviéndose difusa como la tarde anterior y al mirar en dirección al caballete no se veía nada.

Seguramente pronto marcharía y nos dejaría a solas; supuse que esa sería la tónica hasta que terminara el cuadro y entonces me asaltó la duda ¿Y después? Que pasaría.

Regresé a la realidad cuando Asafa con un rugido comenzó a verterse en mí; llenándome con su semen que rebosaba y al proseguir con sus caderázos producía un agradable chapoteo que tardaría mucho tiempo en olvidar; al fin, cuando terminó, depositó mis piernas sobre el diván y nos apapuchamos largamente; notar su humanidad contra mi cuerpo me resultaba tremendamente excitante y alimentaba mi curiosidad; tanto que me revolví hasta que su verga quedó ante mis ojos; muy gruesa, plagada de tortuosas venas oscuras que le daban un aspecto amenazador, el enorme capullo que la coronaba de un rojo oscuro casi granate y muy brillante completaba un conjunto verdaderamente atractivo y no me pude aguantar; con la lengua comencé a recorrer el pliegue entre el capullo y el tronco convencida que nadie se puede resistir; con mis labios lo rodee depositando el anverso de la lengua sobre él; la sensación era divina y al abrir los ojos vi la brasa de un cigarrillo; Luis había dejado ese hábito hacía tiempo, aunque en las raras ocasiones en que el sexo entre nosotros era excepcionalmente animado, después de un rato de terminar y estar juntos en la cama solía salir a la terraza para fumarse uno.

Deje de prestarle atención cuando Asafa apoyó su mano en mi cabeza tratando de apartarme, insistí en mis diabluras hasta conseguir el premio gordo; una excepcional corrida que se desbordó por la comisura de mis labios y que me apresuré a saborear, mientras rebañaba los restos oí la puerta y supe que nos había dejado solos; al rato comenzamos a vestirnos y antes de despedirnos le dije lo mucho que me gustó la forma en que me había tratado; me abrazó para besarme y murmurar en mi oído.

            < Ha sido un placer que espero se repita muy pronto; estoy a tu entera disposición.

Sus labios jugaron con mi oreja unos instantes y se esfumó antes de que pudiera reaccionar; sola en el estudio, fui junto al cuadro y al descubrirlo vi lo mucho que había avanzado; en otro de los rostros estaban esas casi imperceptibles arruguitas que se me hacen en la frente; las cejas y la oreja adornada con el diminuto pendiente que me regalo poco después de conocernos; los pómulos parecían desubicados al quedar inconexos con el resto de la cara, pero al pasear la mirada de un esquema al otro, imaginé como quedaría el conjunto y me maraville recordando lo que me explicó Iván.

Faltaban los labios y la barbilla para completar el rostro y supuse que en otra sesión lo terminaría y eso me asustó; el futuro era incierto ¿Se acabarían esos fabulosos encuentros sexuales? ¿Ese cuadro marcaría el fin de una época entre nosotros? Por alguna de sus reacciones sabía que Luis sufría al verme con esos hombres, que él mismo proporcionó para terminar el proyecto y que tantas satisfacciones me habían dado; cubrí el cuadro y regresé a casa.

Esa noche fuimos a cenar y después me llevó a bailar; en toda la velada no comentó nada respecto al cuadro y al regresar ya de madrugada y mientras tomábamos “la penúltima” habló como para sí mismo.

            —Hoy ha sido un gran día; te veo feliz y hemos avanzado mucho con el cuadro y es posible que lo terminemos pronto.

Ese comentario dicho sin énfasis me despistó; no sabía si le satisfacía o molestaba que el proyecto llegara a su fin, más no quise preguntar; terminé mi copa le dije que me acostaba.

            —¡Iré más tarde!

Esa noche tampoco se acostó en la cama y no me preocupé; lo que tuviera que ser seria y si se originaba un conflicto trataríamos de resolverlo.

Ese lunes fuimos al estudio después de un almuerzo ligero que compartimos con Bruno que era el “ayudante” de turno; un italiano guapo y muy atento con el que pasé una tarde deliciosa, despreocupándome totalmente de Luis, ya que su actitud en todo momento fue de cordialidad y aparente normalidad; al terminar la sesión ese día, también nos dejó solos como en las jornadas anteriores para que termináramos la fiesta sin su presencia; Bruno antes de despedirse, amablemente trató de entregarme su número por si me apetecía “quedar” en otra ocasión; con la misma amabilidad lo rechacé, indicándole que sería Luis quien lo avisaría en caso necesario; sentía una gran curiosidad por cómo había resultado la jornada pero al destapar el cuadro vi que no había ni un solo trazo más que el día anterior.

En casa, Luis estuvo igual de atento y servicial que siempre, a pesar de que sus ojos mostraban esa tristeza que pocas veces vi en ellos; traté de animarlo y esa noche prácticamente lo viole aunque resultó ser un fiasco; no estaba por la labor y después de varios fallidos intentos por animarlo cumplió de forma automática y al salir del baño se instaló en el sofá con el pretexto de que le dolía la cabeza.

Después de ese día invitó a colaborar a Ernesto, un culturista cuyos músculos me parecieron excesivos aunque resultó ser mejor amante de lo que esperaba.

Anatoli, un ruso afincado en España desde hacía años; su forma de hacerme el amor fue diferente; me trataba como a una muñeca sin importarle si aquello que hacia me gustaba o no, aunque resultó ser de lo más estimulante sentirme “usada”.

Ese día comprobé con gran satisfacción que en otro de los esquemas estaban los labios y el mentón; ya tenía todas las partes de la cara y eso era muy buena señal.

Esa noche, Luis estuvo pletórico y por fin conseguí que me hiciera el amor aunque lo noté despistado, como si estuviera pensando en otra cosa y como las noches anteriores terminó de pasar la noche en el sofá a pesar de que le pedí que me acompañara; estuvimos apapuchándonos hasta que me dormí, pero desperté de madrugada sola.

Al día siguiente llegamos muy eufóricos al estudio; tarareaba una canción que no conocía pero su alegría era patente.

Ese día me presentó a Adrien; un francés muy ardiente que me hizo ver el firmamento en innumerables ocasiones y que al final de la tarde cuando estábamos a solas me pidió algo que me desconcertó; que le diera unas nalgadas antes de marchar; era algo que no había hecho jamás pero me pareció curiosa la forma de reaccionar; arrastrándose por el suelo besándome los pies; al rato se levantó y marcho con un porte muy digno.

Con Alberto el asunto tampoco pasó al menos para mí de ser “SEXO” así, con mayúsculas aunque en todas esas ocasiones en que como las anteriores terminábamos la fiesta después de que Luis se ausentara, comprobé que no se produjo ningún avance.

Por ultimo me preguntó si me molestaría ver a Asafa de nuevo. Sin mostrar todo el entusiasmo que me produjo tal propuesta acepté con una sonrisa casi de resignación aunque con él, si bien no sabía si se lograría el objetivo último que era terminar el cuadro, al menos se auguraba un espléndido encuentro.

No me decepcionó y ese día fue memorable; mucho mejor que en nuestro primer encuentro y es que al contrario que en otros asuntos, en sexo, segundas partes siempre son mejores, aunque después de separarnos vi con decepción que tampoco había avanzado nada el cuadro.

Habían pasado los días y se produjeron cambios, veía a Luis serio y taciturno; no sonreía y los silencios en casa eran insoportables; al fin le pregunté qué sucedía y temí que el problema fueran los celos que le impidieran pintar, aunque a fin de cuentas fue él quien propició que me acostara con perfectos desconocidos y aunque no quise mencionarlo, no me sentía responsable de la situación; me miró largamente antes de comenzar a hablar.

            —Tenemos un problema, bueno, lo tengo yo y es que me he quedado atascado; tengo las partes pero no consigo ensamblarlas; al parecer ninguno de los ayudantes que te he propuesto resultan efectivos. ¿Conoces a alguien que te desee intensamente y que aún no te haya conseguido? ¡No me juzgues! estoy desesperado y si no consigo ensamblar tu rostro, todo el esfuerzo habrá sido en vano.

            • ¡Sí! Conozco a alguien así, aunque no sé si estará dispuesto a colaborar aunque lo intentaré; mañana hablaré con él y a mediodía te diré algo.

Hice un repaso mental de Mariano, el lutier de la orquesta sinfónica; un hombre tosco en el trato aunque muy delicado con los instrumentos; ¿su edad? Esa es una de las incógnitas del universo; lo conocí hace diez años siendo estudiante y siempre mostró la misma apariencia. Desde el primer día me pareció insultante la forma de desnudarme con la mirada cuando creía que no me fijaba y aunque al principio me molestaba con el tiempo llegó a gustarme; al comprobar que esas “atenciones” las dispensaba a unas pocas y de diferentes edades; esa mañana de sábado aunque no había ensayo sabía que lo encontraría en su lugar de trabajo como siempre y en cuanto lo vi me planté frente a él para preguntarle.

            • Buenos días Mariano. ¿Puedo hacerte unas preguntas personales en privado?

La mirada que el hombre se esforzaba por mantener en mi rostro se desviaba al amplio canalillo que lucía, al llevar la blusa más desabotonada que de costumbre, no insistí; instantes después reaccionó indicándome una puerta y exclamo.

            < Si claro, podemos pasar al taller; aquí no nos molestarán; por lo general traen los instrumentos por la tarde y hoy sábado seguro que no vendrá nadie.

Me indicó una silla y nos sentamos el uno frente al otro.

            • Espero que no te molesten y cuento con su discreción.

            < No se apure y pregúnteme lo que se le ocurra.

            • Lo primero es saber si eres libre o tienes pareja; es importante porque no quiero causarte ningún problema.

            < Vivo solo si es lo que pregunta; me divorcié hace años y desde entonces disfruto de tanta soledad como me apetece.

En ese momento dejó de mirarme a los ojos y se dedicó a repasar mi anatomía, desde las rodillas a los pechos.

            •¿Si no aceptas lo que vengo a proponerte, serías capaz si no de olvidarlo al menos dejarlo aparcado? Podría ser que más adelante te lo volviera a proponer pero me molestaría mucho que fueras tu quien sacara el tema.

Sin apartar sus ojos de lo que más le interesaba en ese momento respondió que podía contar con ello y entonces sin ninguna delicadeza se lo solté.

            •Necesito que me hagas el amor en el estudio de un pintor que está terminando un cuadro para mí; seria largo de explicar el motivo y por cómo me miras desde que nos conocemos, supuse que estarías dispuesto.

Entonces me sorprendió el aplomo con que contestó mirándome intensamente a los ojos como no había hecho en esos diez años.

            < Acepto encantado pero debo hacerle “una petición que no condición” pase lo que pase en ese estudio, me gustaría que nos viéramos una vez más en mi casa; me esforzaré para que su marido; don Luis Rioño termine el cuadro como desean ambos, pero quiero mostrarle que hay algo más que un primer viola o un segundo violín; también existen hombres de carne y hueso que habitamos el mismo planeta.

            •Acepto encantada y pienso que podemos tutearnos.

            < No señorita no; sería un error que después de casi once años me tomara esas familiaridades con alguien como usted; la gente es muy mala y no es lo mismo la certeza de que se acuesta con media orquesta, que la sospecha de que es amiga del “lutier” ¡Guardemos las formas!

Me sorprendió el aplomo en que lo dijo y entonces le pregunté cuando podíamos quedar y me dijo que esa misma tarde si me parecía bien; estaba encantada y le dije que debía hacer una llamada. Sentada frente a él llamé a Luis y mientras sonaba indique con dos dedos y articule “dos horas” a lo que Mariano afirmó.

            • Hola Luis; ¡Estaremos en el estudio en dos horas! Prepáralo todo y recuerda. ¡No preguntes de quien se trata! Es nuestro ayudante para hoy.

Llegamos puntualmente y Mariano parecía cohibido al principio; aclaré a Luis al entrar el acuerdo al que había llegado con él respecto a un segundo encuentro fuera del estudio y sorprendido al tiempo que divertido comentó que le parecía justo, aunque poco después al presentarlos formalmente me pareció ver en la mirada de ambos algo que me alarmó; quizás algún tipo de rivalidad pero deseche esos pensamientos y lo achaque a la tensión vivida los últimos días; pasaba unas horas en el paraíso entre los brazos de esos amantes que se esforzaban por proporcionarme placer y al llegar a casa y a pesar de disimular para que no me sintiera mal, la indiferencia de Luis respecto a lo sucedido horas antes me desconcertaba. Traté de vaciar mi mente y tomando a Mariano de la mano nos dirigimos a la zona del diván.

Resultó ser un gran hallazgo; sus dedos recorrieron mí rostro y después mi cuello antes de comenzar a apartar mi ropa; sus labios cálidos y delicados besaban mi piel al quedar al descubierto y al dejarme totalmente desnuda estuvo besando, mordisqueando y lamiendo mi sexo hasta arrancarme el más dulce de los orgasmos; me acomodó sobre el diván y continuó haciendo su magia; sus manos recorrían mi cuerpo y allí donde se posaban hacían que mi piel se erizara y que todo mi cuerpo vibrara; no sé cuándo ni cómo se desnudó pues estaba en un limbo en el que me habría gustado permanecer por siempre, aunque al notar su estoque abriéndose camino supe que todo puede mejorar; con su aliento en mi cuello y sus manos en mis caderas inició esa bella cabalgada, que sin prisa aunque sin pausa me hizo una y otra vez rozar el cielo con los dedos; los espasmos se sucedían y un segundo orgasmo vino a lo que imagine seria el cenit de nuestra andadura; cuan equivocada estaba, cuando los últimos estertores se extinguían y solo quería quedar abrazada a ese cuerpo que tanta satisfacción me había proporcionado, retornaron las caricias y su lengua penetró en mi boca; me di cuenta que lo hacía por primera vez y ese fue el principio del episodio principal de nuestro encuentro que se dilató hasta que mucho rato después aunque sin poder precisar cuánto; quedamos abrazados y extenuados sobre la moqueta junto a ese diván cuya sola visión tan buenos recuerdos me trae.

Al rato, Mario me ayudo a levantarme y se quedó sentado en el diván contemplando embelesado como me vestía, poco después era yo quien admiraba su cuerpo sin una pizca de grasa; desistí de adivinar su edad ya que por su físico no aparentaba más de treinta aunque eso era del todo imposible.

Pasaban de las nueve de la noche y me preguntó si quería que me acompañara pues ciertamente Luis no estaba aunque en esta ocasión no me di cuenta de cuando marchó y es que todo fue muy intenso; le aseguré que no había problema ya que tenía el coche en el parquin y llegaría bien a casa, se despidió con un suave beso que me pareció muy tierno y sin recordarme “nuestro acuerdo” aunque lo tenía muy presente marcho dejándome sola en el estudio.

Fui hasta el caballete y el cuadro no estaba, encendí todas las luces y comprobé que no estaba en el estudio; me acerque a la puerta del almacén donde suele guardar los cuadros que tiene en depósito y excepcionalmente estaba cerrado con llave.

Al llegar a casa, lo primero que hice, incluso antes de besarlo fue preguntar por el cuadro y Luis con un gesto de fastidio respondió que lo había guardado para que la pintura no se secara más de la cuenta por el exceso de calor antes de terminar lo que faltaba; recalcando, que a pesar de ese intento tampoco había resultado.

Cenamos en silencio y antes de acostarnos me propuso que eligiera a alguno de los ayudantes que ya conocía para la próxima sesión si es que quería continuar con el proyecto.

            • Naturalmente que quiero continuar, pero me preocupa que verme con otros te haga sufrir.

Su respuesta me dejó helada.

            —¡No sufro! Disfruto al ver que lo haces con alegría y esa es la mejor de las recompensas. ¡Insisto! Elige a alguno de los que ya conoces, o a alguien que tu consideres que puede resultar; Mariano es perfecto, aunque no sé si dos días seguidos con el mismo te resultara pesado.

            • ¡No cariño! No me resulta pesado pero prefiero que sea alguien diferente; en esta ocasión también preferiría que fueras tu quien eligiera a mi compañero de juegos.

            —¿Recuerdas que en la exposición había un cuadro de una mujer entre dos gansos? Era una alegoría; en realidad eran sus dos amantes y lo que les vi hacer con ella podría resultar, aunque quería consultártelo antes de citarlos; de todos modos no sé si estarán en la ciudad o en alguno de los paraísos que suelen frecuentar sin el esposo naturalmente, que solo se preocupa de ganar el dinero que ella disfruta con sus amantes.

Me pareció como poco original y en mi mente se formó la imagen de Rubén y su amigo; ese par de sátiros que lograron mostrarme el paraíso con su perfecta coordinación y aunque para mí sí fue la primera vez con dos hombres al tiempo; ellos demostraron tener una gran experiencia; la lastima es que con el tiempo se prefirieran entre ellos a seguir obsequiando a sus amigas con sus atenciones; posiblemente si hubieran optado por la bisexualidad, a estas horas no estaría con Luis, aunque no me arrepiento de nada; aquella fue una buena época y esta no lo es menos.

Mientras yo estaba en mis ensoñaciones, Luis había llamado a Lurdes que así se llama la señora y después de colgar confirmó que al día siguiente conocería “a los tres”, nos acostamos y como ya era costumbre Luis lo hizo en el sofá a pesar de mi insistencia y me dio unos somníferos para que descansara; según él al día siguiente conocería unos personajes singulares.

Soy reacia a tomar nada y las dejé en la mesita; por la mañana las tiraría al baño para que no se enojara conmigo; poco después noté su presencia en la puerta; simulé estar profundamente dormida y se retiró en silencio; unos instantes después oí la puerta de la calle.

Me levanté y sin dudarlo marche al estudio; por una rendija salía luz del interior y así supe que a pesar de que negó que ese último encuentro había sido fructífero lo fue y mucho; regresé a casa y después de deshacerme de las píldoras me acosté; poco antes de las siete oí la puerta de entrada.

Por la mañana, después de desayunar le dije que iba a dar un paseo y que acudiría al estudio antes de mediodía a tiempo para ir juntos a comer a un restaurante cercano; fui al paseo marítimo y a pesar de la hora tomé un cointreau con hielo sentada en una terraza con la mirada perdida en el horizonte, enfrascada en mil pensamientos que me llevaban inexorablemente a la misma conclusión que me negaba a aceptar; pasó el tiempo sin ser consciente de lo que me rodeaba hasta que el sol comenzó a molestarme; consulté el reloj y pasaba de la una; pague y tomé un taxi que me llevó en poco más de quince minutos hasta el estudio, mientras pagaba al taxista llegó un mercedes clásico, de la puerta del copiloto bajó un enorme hombre de color que abrió la puerta del pasajero y ayudó a descender a una mujer que aunque sencillamente vestida destilaba elegancia; el conductor aparcó el coche un poco más allá y con una corta cerrera se unió al grupo que se dirigió a la puerta del estudio; la mujer caminaba solemnemente escoltada por esa singular pareja.

Luis los esperaba en la puerta y entraron delante de mí, se hicieron las presentaciones y así supe que eran gemelos y se llamaban Shabakon y Tarcos; según explicó Lurdes, eran nombres de faraones nubios de los que descendían.

Al parecer la relación que mantenían Lurdes y Luis era algo más que comercial y al charlar un poco supe que ella había sido su mecenas; cuando pensó abrir el estudio ella le proporcionó, además del suficiente dinero para que no se preocupara más que de pintar, unos cuantos encargos; invitaba a sus amigas a ver como posaba ella y las animaba a que les hiciera un retrato; el gran talento de Luis hizo el resto y cuando logró dominar esa extraña técnica en que plasmaba la satisfacción en el rostro de las modelos, los encargos se multiplicaron aunque la mayoría de los retratos jamás serian admirados por el gran público y solo unos pocos gozarían contemplándolos.

Los gemelos me miraban con admiración y Luis me dijo que como debían marchar esa noche al caribe haríamos una sesión antes de comer y si fuera necesario otra por la tarde; Lurdes hizo un gesto a los gemelos que inmediatamente se despojaron de las camisas mostrando sus torsos brillantes y musculosos que me parecieron muy bellos; del cuello colgaban unas gruesas cadenas de oro con una inicial que los distinguía.

“S” y “T” respectivamente; separé los brazos del cuerpo para que dispusieran de mí como se les antojara y me quede mirando como Luis mostraba el cuadro a su amiga y protectora, que sonreía complacida por lo que él le murmuraba al oído.

Tome conciencia de mi cuerpo cuando lo noté entre el de ambos, cuyos inhiestos miembros restregaban con mi cuerpo excitándome sobremanera. Permanecía vestida aunque eso no les importó; el que tenía enfrente, Shabakon, levantó la mirada y supuse que recibió algún tipo de instrucción por parte de su ama porque inmediatamente desgarró mi blusa y comenzó a comerme literalmente los pechos, su hermano retiró los restos de la blusa y comenzó a besarme el cuello primero y la espalda después mientras sus manos recorrían mi cuerpo en pos del sexo; sus caricias eran peculiares y todas ellas dedicadas exclusivamente a excitarme, en ningún momento parecían disfrutar con lo que hacían aunque estoy segura que para ellos no era ningún sacrificio.

Shabakon se arrodilló frente a mí; a mi espalda Tarcos se sentó en el diván ensartándome con su enorme cipote que fue penetrándome lenta e inexorablemente como el cuchillo caliente en la mantequilla; con las suyas entre las mías, separó las piernas y se quedó quieto en mi interior mientras su hermano lamió mi clítoris hasta llevarme al borde de un orgasmo que no se producía la tener mis entrañas invadidas por semejante aparato; como si siguieran un guión y gracias a una demostración de fuerza de su poseedor, que sujetándome por las caderas me elevaba lentamente y me dejaba caer libremente proporcionándome unas sensaciones del todo desconocidas, parecía que se me fuera a partir el cuerpo con tales ataques; unas pocas clavadas consiguieron hacerme estallar y encadené una serie de orgasmos que me sumían en una maravillosa semiinconsciencia de la que me sacaba una y otra vez Shabakon que se esforzaba por mantenerme atenta retorciendo mis pezones, guardando ese perfecto equilibrio entre dolor y placer que me mantuvo alerta sin llegar a ser desagradable.

Cuando parecía que nada podía sorprenderme; Tarcos con un enérgico movimiento me elevó lo suficiente para liberarme de ese vástago en el que me tenía ensartada y fue entonces su hermano quien se encargó de mantener mi cuerpo separado del suyo lo suficiente para que apuntara su estaca en mi puerta de atrás; hacía tiempo que nadie transitaba por ahí aunque había tenido muy buenas experiencias; Tarcos se arqueó hasta conseguir introducir en mi más de la mitad de su espada y entonces Shabakon me dejó caer despacio; la incursión llegó al fondo y temí que me fuera a desgarrar aunque llegados a ese punto no me importaba; Shabakon se acopló encima de mi cubriendo mi cuerpo con el suyo y entonces comenzaron la parte más espectacular y efectiva de ese inolvidable encuentro.

Como una maquina bien engrasada y de forma totalmente sincronizada, Shabakon arremetía aplastándome los pechos con el suyo y haciendo que me fuera desclavando del cilindro de su hermano hasta casi salirme; después era Tarcos quien empujando de mis caderas conseguía volverme a la posición inicial en que su falo quedaba totalmente enterrado en mí y Shabakon continuaba el recorrido hasta casi salirse, de modo que cada vez que este llegaba al fondo tenia ambos miembros totalmente dentro de mí y tan cerca que parecía que se fueran a tocar, los separaba las fundas por las que transitaban.

Fueron incrementando el ritmo de las envestidas y yo los jadeos y suspiros tratando de conseguir el aire necesario que parecía faltarme cada vez más, sacudía la cabeza en medio de un carrusel de sensaciones y con la mirada turbia me pareció ver a alguien mirándonos muy cerca aunque eso no me preocupó en absoluto.

Por primera vez oí la aterciopelada voz de Shabakon murmurar junto a mi oído.

            < ¿Quiere recibir nuestra esencia mi señora?

Exclame de forma atropellada y casi gritando.

            • ¡SI! Si quiero y lo quiero ¡ya!

Como si fueran grifos que se pudieran abrir a voluntad, note las primeras descargas por ambos agujeros, coincidiendo con los momentos en que ambos coincidían totalmente dentro de mí y eso, a pesar del endiablado ritmo continuó hasta que ambos cesaron al tiempo quedando sus vergas dentro de mí; los labios de Tarcos posados en mi nuca hacían que se me erizara el bello y toda mi piel ardía por el contacto de sus cuerpos; quedé atontada entre ellos y no quería que se apartaran, por primera vez abracé a Shabakon y casi sin voz les exigí que se quedaran dentro de mí.

En algún momento oí como entre brumas la voz de Lurdes.

.- Vámonos Luis; están en la gloria y mis chicos la cuidaran divinamente; me acompañaras a casa porque quiero mostrarte el cuadro que te he comentado.

Entonces oí claramente la voz de Luis que respondió airadamente.

            —¡Veré ese cuadro! Veré todo cuanto me muestres pero solo eso; ya te dije antes que no puedo ni quiero serle infiel a mi mujer.

            .- ¡Pero ella!

            —¡No! Ella está haciendo lo que le pido aunque no lo sabe todo.

Lo siguiente que oí fue la puerta al salir; al rato les dije a los chicos como los llamó Lurdes que se había terminado; me acompañaron al baño y con suma delicadeza me lavaron; creo que desde que dejó de hacerlo mi madre siendo niña, nadie me ha tratado con tanta ternura; mientras Tarcos terminaba de secarme, Shabakon salió unos instantes y regresó con una caja; sacó de ella un vestido muy elegante que me puso directamente sobre la piel y mirándome con admiración exclamo.

            < Está usted bellísima si me permite decirlo.

Tomé su mentón y lo besé en los labios; unos labios carnosos que hasta el momento no había ni rozado siquiera con los míos; habría vuelto a comenzar sin importarme que Luis no estuviera para “pintarme” pero las últimas palabras que le oí me tenían descolocada; tomé el bolso y al comprobar el teléfono vi que había un Whatsapp suyo.

            —

Respondí con un escueto ¡Sí! Y despedí a los chicos que trataron de protestar peo insistí; se terminaron de vestir y poco después se despedían con un prometedor ¡Hasta la próxima!

Tome las llaves de Luis y entre en el almacén; al descubrir el cuadro me quede petrificada.

Estaba terminado; los esquemas de la parte inferior habían desaparecido y al pasar con cuidado un dedo comprobé que la pintura estaba totalmente seca; posiblemente el primer día que lo guardó ya lo estaba y la noche pasada cuando lo seguí estaría disfrutando de su obra; se lo había mostrado a Lurdes pero no a mí y eso me enojó, pero debía aparentar normalidad si quería saber qué tramaba.

Cabía la posibilidad que yo estuviera paranoica y quisiera darme una sorpresa, y si se trataba de eso, porqué lo de los gemelos, aunque la experiencia había sido enriquecedora y muy placentera; marche a casa y esperé su llegada; no había comido y no tenía apetito; tomé una copa que quizás por ello me afectó más de lo normal; estaba sentada en el sofá cuando llegó Luis que al verme y después de besarme preguntó.

            —¿Qué haces así? Sé que es un poco tarde pero con Lurdes me he entretenido más de lo que suponía

            • Me preguntaba cómo habría ido hoy.

            —Pues la verdad es que no muy bien; supongo que estarás cansada pero si quieres podemos hacer alguna sesión más.

Estuve a punto de estallar pero quería conocer sus verdaderos motivos para entregarme a otros de ese modo y jugué la baza de la candidez.

            • Luis, quiero saber una cosa. ¿No te molesta que haga el amor con otros hombres en tu presencia?

Se mordió los labios antes de responder y cuando lo hizo me sorprendió.

Antes de ahora, imaginarte entre otros brazos era un triste consuelo, aunque esos días en que al regresar a casa tus ojos chispeantes me indicaban que habías estado con otro me acercaba a ti para oler el aroma a hembra satisfecha y al macho que lo había logrado por mí; esos días eran con diferencia los más felices de mi vida; ahora es mucho mejor; he tenido la dicha de verte gozar, ver cómo te retuerces entre otros brazos y como tu cuerpo recibía varias vergas llenándolo una y otra vez de ese néctar con el que tanto te regocijas.

            —Sé que te parecerá extraño, pero no me duele que estés con otros me alegra mucho saberte satisfecha, y si estos días me he apartado después de verte gozar para que os despidierais sin mi presencia, ha sido porque confío plenamente en ti y sé que jamás me dejaras; trataré de hacerte muy feliz por medio de otros y yo lo seré al verte.

Estaba totalmente desconcertada; esa confesión era lo último que esperaba oír pero sus ojos me decían que no mentía; ¡Quería verme con otros!

            • ¿Y lo que le dijiste a Lurdes de no serme infiel?

            —¡Jamás te he sido ni te seré infiel! Te adoro como a una diosa, mi diosa, y verte con alguien que te colma de felicidad me trasmite la mayor de las satisfacciones. Pensaba organizarte un encuentro con un tipo que me debe mucho; lo traje de Rumania y le di un trabajo para que pudiera quedarse aquí; aunque quizás debas ser tú a partir de ahora quien elija a sus compañeros de cama.

            —Si te parece el próximo sábado podemos organizar una pequeña velada para mostrar el cuadro a los más allegados, mis alumnos, algunos amigos tuyos y míos si te parece bien y naturalmente a todos los colaboradores.

            • Es una buena idea, aunque no tengo esa clase de amistades, nadie a quien quiera mostrarme de esa guisa, pero puedes invitar a quien te parezca, y recuerda que antes debo cumplir el trato que hice con Mariano y en este caso no estarás presente.

            —En ese caso yo me encargo de organizarlo. ¿Me contaras con detalle o que hagáis? No es lo mismo que asistir pero no será la única vez que lo harás.

            • Lo haré, pero esta noche soy tuya; quiero que me hagas el amor con la misma intensidad que cualquiera de ellos; elije a quien emular.

            • Si lo deseas, a partir de mañana solo asistirás como testigo pero hoy quiero que te sacrifiques por mí.

Esa noche fue memorable y no solo porque marcó un antes y un después en nuestra relación; me consta que para Luis fue un sacrificio, pero como dijo después en innumerables ocasiones, un sacrificio incruento a “Su Diosa”; el sexo fue extraordinario y por su comportamiento supe que en cada sesión prestaba mucha atención no solo a mi rostro para captar “el alma” también a mis acompañantes; como mucho tiempo atrás, también esa estuvimos jugando toda la noche haciendo algunos descansos; fue tierno como Iván, fiero como Asafa, adorable y seductor como bruno, apático y sin gracia como Ernesto, dominante como Anatoli, vigoroso aunque sumiso como Adrien, en uno de esas fases mostró una potencia desmesurada como la de Alberto, muy delicado como el maestro Mariano del que guardaré siempre un estupendo recuerdo; y cuando ya amanecía, con la ayuda de un vibrador del que desconocía su existencia, me hizo ver el firmamento varias veces como lo hicieron esa misma tarde Shabakon y Tarcos.

Quedamos sobre la cama derrotados y cuando pude hablar pregunté

            • ¿Por qué? ¿Realmente quieres ser cornudo? El sexo entre nosotros puede ser y de hecho es extraordinario.

            —Si mi vida, pero has de reconocer que mientras estoy haciéndote al amor soy incapaz de captar toda tu felicidad y eso es lo que más me satisface; cuando me lo pidas y espero que no abuses, te haré el amor como quieras pero déjame quererte a mi manera.

La noche siguiente la pasé con Mariano y acordamos que asistiría a la presentación en primicia del cuadro, le conté lo que había hablado con Luis y le pregunté si cuando lo necesitara acudiría a nuestra casa para ayudarnos; aceptó con esta vez sí, una condición; cada vez que viniera a nuestra casa, yo pasaría un tiempo en la suya sin Luis; acepté encantada y por la mañana, después de contarle con detalle todo cuanto hicimos, también añadí ese punto que aceptó sin pestañear, convencido que en cada ocasión le haría como en esta, un detallado relato de que y como.

Llegó el día señalado y llegue ataviada con la túnica con la que posé aquel primer día y como era lógico sin ropa interior, con un ceñidor en la cintura y mostrando un seno; ni que decir tiene que todos se alegraron por la ocurrencia; al pasear entre los asistentes junto a Luis, me presentó algunas parejas y reconocí a algunas de las modelos que posaron para él y que me mostró días atrás.

El ambiente era cordial aunque al parecer faltaba algo y Lurdes para animar la velada se despojó de la blusa indicando a sus chicos que le apetecía bailar; la emparedaron y poco a poco los demás asistentes se fueron animando; al rato la iluminación bajó de intensidad dando paso a aquellas débiles luces indirectas, se oía música suave y de fondo un concierto de jadeos y es que se habían formado pareja y tríos entre los asistentes que diseminados por el estudio estaban gozando de una extraordinaria velada; quizás rememorando los momentos vividos entre esas cuatro paredes mientras posaban.

Luis y yo nos estábamos mirando y sin apartar la mirada de esos ojos; los ojos del hombre que amo, alguien tomo mi mano y me llevó hasta el diván que por alguna extraña razón permanecía libre.

©PobreCain

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