miprimita.com

La prometida. VII Y ¿Ultimo?

en Amor filial

Se puede leer la primera parte (Amor filial) aquí. http://todorelatos.com/relato/123498/

Se puede leer la segunda parte (Amor filial) aquí. http://todorelatos.com/relato/123498/

Se puede leer la tercera parte (Hetero general) aquí. http://todorelatos.com/relato/124284/

Se puede leer la cuarta parte (Hetero general) aquí. http://todorelatos.com/relato/124417/

Se puede leer la quinta parte (Hetero general) aquí. http://www.todorelatos.com/relato/124641/

Se puede leer la sexta parte (Amor filial) aquí.  http://todorelatos.com/relato/124817/

Eran las cuatro de la madrugada. Había estado mirando por la ventana una hora completa y ellos; ellos habían pasado esa hora disfrutando de un sexo salvaje que había satisfecho totalmente a su preciosa prometida; estaba decidido, se puso en pie y se dirigió a la puerta del salón que había visto abierta al pasar frente a ella.

Se dirigió directamente a la habitación y desde la puerta gritó.

— ¿Cómo me habéis hecho esto? Yo confiaba en vosotros.

Alzando la voz bastante más que él, intervino Pablo que con un rotundo.

— ¡CALLA Y SAL DE AQUÍ AHORA MISMO! Espéranos en el salón si quieres hablar, de otro modo es mejor que te vayas y vuelvas cuando estés más calmado.

Javier salió de la estancia y Pablo dirigiéndose a Eva la tranquilizó.

— No sé qué le pasa a este chico, suponía que estaba al tanto de lo nuestro; de todos modos estas no son formas de tratar ningún asunto; lo primero es el respeto y la educación. Vístete y hablaremos los tres para aclarar las cosas, pero no te apures porque hoy quedará resuelto el tema.

Eva lo besó antes de salir de la cama y mientras se vestía murmuró.

— Ese chico se comporta de manera infantil algunas veces, pero no me gustan sus tonterías.

Salieron al salón y antes de comenzar a hablar Pablo sirvió unas copas sin dejar de mirar a su hijo que tomó un largo trago; él se quedó en pie y ellos se sentaron muy juntos, Eva se acurrucó en Pablo que pasó una mano por sus hombros para que se sintiera segura; a continuación Javier comenzó a despotricar.

— Sois unos canallas y especialmente tu Eva, te has comportado de una forma desleal e inmoral; jamás imaginé que podrías comportarte como una perra.

Javier calló unos instantes como si buscara las palabras y sin que el insulto aparentemente le afectara Eva replicó con voz calmada pero firme.

— ¿Tú hablas de lealtad? ¿Acaso pretendes enseñar moralidad? Te molesta compartirme con tu padre, pero te recordare algunas cosas. Al mes de comenzar a salir me llevaste a cenar a casa de unos amigos y al rato me pediste que me acostara con “él” porque tú querías estar con ella y acepté; después de eso acudimos a unas treinta o más citas dobles donde nos intercambiábamos y lo hacía por ti, solo por ti; después fueron aquellas mujeres a las que me señalaste para que las sedujera y atrajera a tu casa para participar en tríos donde siempre eras el afortunado y por si fuera poco me introdujiste en “el circulo” donde tu prestigio aumentó al aportar una mujer tan versátil como yo, que me preste a todos los juegos que me propusieron para no dejarte en evidencia.

— Querías más que una mujer una puta a medida y me adapté; fue meses después cuando comencé a tener criterio y elegí a alguno de mis acompañantes. Recuerda el día que me trajiste a esta casa porque hay unas frases que quedaron grabadas a fuego en mi mente.

            • Creo que he bebido demasiado; en sueños pensé que os habíais enrollado.

— Y yo te respondí.

            • ¿Te importaría que así fuera? Me llevas a fiestas donde no me reciben tan bien y me follan unos y otros; a fin de cuentas es tu padre y estaremos aquí unos días; he pensado que podrían ser algunos más que el fin de semana si consigo convencerlo.

— Nos habíamos enrollado y di por hecho que lo sabias y al no decirme nada al respecto supuse que lo aceptabas como todo lo demás que hacemos en pareja o por separado, pero ya veo que te consideras un modelo de virtud aunque estoy segura que te acostarías con tu madre si tuvieras oportunidad.

Al oír esas palabras la expresión de Javier cambió radicalmente y se dieron cuenta, de inmediato Pablo le recriminó.

— Lo has hecho; te has acostado con Bárbara y ella te ha enviado aquí; son más de las cuatro de la madrugada y no es casualidad que hayas venido.

Eva lo miró desafiante y preguntó.

— ¿Cómo ha sido? Me gustaría saberlo ya que eso tendrá consecuencias para todos los implicados.

Cabizbajo Javier comenzó a relatar lo que había sucedido tratando de escudarse en la situación.

— Hacia tiempo que ambos soñábamos con eso por lo que hemos hablado después pero ha surgido hoy; nos hemos pasado un poco con la bebida aunque eso no es excusa y me ha confesado que su marido es un inútil en la cama; al poco de irme a mi antigua habitación ha venido para acostarse a mi lado como cuando era niño, una cosa ha llevado a la otra y al final ha pasado lo inevitable.

— Al principio me ha parecido raro, pero ¡que puñetas! Es una mujer, una madura ardiente que necesita mucho sexo y no me extrañaría que intentara volver con papá aunque solo sea por el sexo que como tú sabrás y yo imagino es ¡muy bueno!

Se hizo el silencio que al fin rompió Eva que acompañó las palabras con su inconfundible y contagiosa risa.

— Eres lo peor; si esta noche en algún momento hubieras contado esto mismo te habría felicitado sinceramente, no hay nada como el amor de una madre y más llevado al extremo, y estoy segura que también habríamos encajado; posiblemente tu padre también habría contribuido de alguna forma; sé que quedaron como amigos y los amigos pueden pasar a ser amantes si se lo proponen aunque creo que eso no sucederá.

— ¡Vete! tu madre a vencido y no habrá boda. No quiero verte jamás.

Pablo intervino a continuación.

— Tu madre la ha cagado; teníamos un acuerdo que no ha respetado, pasamos un día inolvidable y pensamos que podríamos continuar como amantes, tengo algo que ella necesita y perdió cuando me dejó y que pudo recuperar aunque ahora ya es definitivo. ¡No lo tendrá jamás! Díselo para que se haga a la idea.

— Ahora vete y no vuelvas por aquí nunca más. Esta casa es mía y cuando me parezca y decida a quien, pienso ponerla a su nombre para que no puedas reclamarla cuando falte.

Javier salió de la casa frustrado, había perdido toda oportunidad de continuar con Eva y seguro que no encontraría a otra capaz de satisfacer todas sus pretensiones; Bárbara lo había empujado a esa situación y la odiaba por ello; condujo hasta su piso donde se refugió para compadecerse, a media mañana llamó su madre y al ver que era ella colgó y desconectó el móvil; no le apetecía hablar con ella ni con nadie.

Cuando Javier marchó Pablo abrazó a Eva y juntos regresaron a la cama donde ella preguntó.

— ¿Cómo quedamos nosotros? Me siento muy bien contigo pero ahora que no estoy con tu hijo...

Pablo atrapó sus labios con un beso y le contestó.

— ¡Quiero que te quedes conmigo, al menos de momento! más adelante encontraras a alguien con quien compartir tu vida porque yo solo puedo ofrecerte mi mundo unos pocos años; no quiero ni pensar lo que sería mantenerte atrapada junto a un viejo cuando lo sea de verdad con lo que eso significa.

— Podrás disponer a tu antojo de cuanto poseo y cuando encuentres a alguien procura que te merezca y no sea solo un espejismo.

— Quiero que sepas algo, ayer cuando llamaste estaba con Sara en su casa; quiero conocerla y estoy seguro que congeniaremos. ¿Te parece bien que pasemos tiempo juntos?

Eva se encaramó encima suyo y le respondió que estaba de acuerdo en todo salvo en lo de buscar pareja; por el momento se dedicaría a él y posiblemente a algún amigo desconocido de Javier. La joven seguía excitada y no se durmieron hasta mucho después.

Por la mañana, mientras desayunaban preguntó Eva a que se refería con lo que “había perdido” Bárbara y Pablo, después de anunciarle que ni soñara con lo que le mostraría la condujo al sótano y al entrar en la mazmorra la joven comenzó a reír a carcajadas, cuando se calmó lo suficiente para poder hablar preguntó.

— ¿A ella le gusta esto? ¿Qué la castiguen por las buenas? Pues estoy segura que a Javier le encantaría darle una buena paliza aunque nada romántica o ardiente, más bien para castigarla por el daño que ha provocado.

— Estoy seguro que Bárbara tardará a ponerse en otras manos, después de cuatro años sin nada relevante le ofrecí una sesión inmejorable y la promesa de continuidad a cambio de esa palabra que no cumplió. Por cierto, Sara será mí invitada muy pronto y podrás asistir como publico pero me niego en redondo a que participes de otro modo en esto; te quiero como eres y no necesito más de ti.

El viernes fue el primer día del resto de sus vidas y a media tarde llegó Sara, Pablo la había llamado una hora antes y al verse las mujeres se abrazaron emocionadas; Pablo se retiró un poco para que hablaran libremente y mientras estaba en el baño principal Sara preguntó.

— ¿De verdad que no te importa que Pablo me atienda? No quiero crearos problemas; prefería que fuera en mi casa para evitar un posible conflicto; tengo unos gustos un tanto peculiares pero sabes que me adapto a lo que surja sin problemas.

— No te apures; lo he dejado con Javi porque es un capullo incapaz de madurar y ahora estoy con Pablo aunque no con exclusividad, creo que con él estaré mucho mejor que con su hijo, en cuanto a tus gustos tendrás una grata sorpresa, en realidad serán dos porque pienso asistir como publico si a ti no te importa.

Sara la abrazó y le respondió que no le importaba nada que a Pablo le pareciera bien; se acercaron al hombre que las precedió hasta la cocina, bajaron al sótano y al mostrarle a Sara la mazmorra se giró maravillada para mirar a Pablo a la cara.

— No conocía esta faceta tuya. ¿Me vas a obsequiar con una demostración?

— ¿Si te fías de mí? Hace años que practico siempre con la misma y aunque se terminó me sigue fascinando la forma en que suenan los cueros al contacto con la piel y las campanillas que imagino al colocar pinzas. ¿Existe alguna limitación o alergia que deba conocer?

— Nada en absoluto, acepto que acordemos una palabra de seguridad aunque jamás la he empleado con mi anterior verdugo que no Amo. Era un tipo con una buena técnica aunque con un temperamento débil al que tenía que indicar en cada momento que aumentara la intensidad de su trabajo.

Pablo le mostró la percha y lentamente se desvistió, Eva se sentó en una butaca desde la que asistió a la escena y poco a poco se fue excitando, conocía perfectamente el cuerpo de su amiga, pero al verla sujeta a la “Cruz de San Andrés” con el sexo expuesto y la mirada baja deseó poseerla pero se contuvo y esperó a que comenzara el espectáculo.

Pablo acercó una capucha y preguntó cuál era la palabra de seguridad a lo que la mujer respondió.

            •  < Amarillo para cuidado> < Rojo para parar>•

Le colocó la capucha y se aseguró que no veía nada y comenzó. Con un “gato de nueve colas” le dio un repaso por brazos y piernas evitando el tronco; cogió a continuación una espuela con tres hileras de pinchos y con ella fue recorriendo los laterales, desde las caderas hasta las axilas arrancándole una mezcla de lamentos y jadeos que pusieron a Eva mucho más caliente de lo que habría imaginado.

Hizo a continuación una atadura en los pechos en forma de ocho que fue tensando, consiguiendo darles una forma de “limón” y que los pezones se proyectaran como si quisieran separarse del resto y completó la operación con unos succionadores en forma de copa de los que fue extrayendo el aire con una pera de goma; los pezones se dilataron hasta doblar su tamaño y por la forma en que todo su cuerpo temblaba, seguro que estaba disfrutando del suplicio.

Conectó a la fuente de poder la “varita mágica” y con ella fue dándole toques, en cada ocasión se oía un profundo lamento aunque no dio ninguna de las palabras de seguridad y cuando Eva pensó que ese hombre no podía ser más desalmado, contempló horrorizada como empuñaba unas pinzas y arrodillado frente a su víctima las colocaba en los labios vaginales, estuvo jugando con el clítoris hasta que consideró oportuno y prendió en él una de esa pinzas que presionó cruelmente hasta conseguir que Sara gritara de dolor aunque continuó sin pedir clemencia con las palabras de seguridad.

Pablo se acercó a Eva que lo miraba muy seria y murmuró en su oído.

— Presta mucha atención a lo que te cuente Sara cuando la suelte, porque determinará si volverás a asistir a alguna de las sesiones que tendremos en el futuro.

Unos minutos después, tras darle otro repaso con la “varita mágica” desconectó la fuente de poder y procedió a retirar todo el material, soltando los tobillos y por fin la muñecas; la llevó en brazos hasta un taburete y le colocó un albornoz; en pie detrás suyo la apoyó en sus piernas y esperó a que estuviera en condiciones, entonces la ayudó a subir a la planta superior llevándola al baño; la ayudó a colocarse en la bañera que había dejado preparada; un flotador había cortado el agua al llegar al nivel deseado y al verlo Eva más que preguntar afirmó.

— Por lo que veo, hace tiempo que empleas este sistema y funciona de perlas. ¿Esto lo preparaste para Bárbara? Claro que sí y ahora lo emplearas con Sara porque estoy segura que vendrá con frecuencia.

Pablo le confirmó que así era e insistió en que escuchara a Sara para conocer de primera mano si se sentía maltratada o satisfecha por la sesión.

Pablo marcho al salón al decirle Eva que se haría cargo de Sara y al rato aparecieron las dos mujeres; con cara de satisfacción Sara se sentó a su lado y tomándole una mano que besó emocionada le dio las gracias, y Eva al ver la complicidad de ambos supo que cuanto le habían dicho uno y otra era cierto. Desde detrás del sofá abrazó a ambos y después de unos minutos propuso ir a la habitación a “descansar” juntos.

Epilogo.

Dos años después, paseando por el puerto de Blanes Javier vio a Eva empujando un carrito de bebe; detrás iban Pablo y Sara tomados de la mano y al verlos cruzó la calle y aproximándose al grupo preguntó a Eva que era la que estaba más cerca.

— ¿Cómo estáis? Hace mucho que no se de vosotros. Pensé que te encontraría en “el circulo” pero me dicen que no has vuelto por allí ¿Es tuyo?

Eva respondió orgullosa. ¡No! Esta es de Sara pero estoy embarazada de cuatro meses.

Pablo se adelantó y miró a su hijo desafiante que le dijo a modo de disculpa.

— Os he visto desde la otra acera y he cruzado para saludaros.

Sin cambiar de expresión ni levantar la voz respondió a su vez.

— La próxima vez que nos veas no cruces y ahora “larga estacha”

Javier marchó sin decir nada; por una amiga común Pablo supo que Bárbara se había ido a Croacia con un tipo que conoció y nadie ha sabido nada de ella desde hace año y medio.

Unos meses después de parir a su niña Eva y Sara se casaron; viven los cinco en la casa de Pablo que ahora es de la pareja siendo usufructuario mientras viva; han pasado unos años y las niñas lo llaman abuelo, y aunque son sus hijas jamás lo sabrán.

            ©PobreCain

Agradecería todo tipo de comentarios en mi correo [email protected]