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Abriendo la pareja

en Hetero: General

Era viernes por la noche y en casa de Lucas estaba Ana su pareja, Inés y Antonio, unos amigos con los que comparten mucho más que una simple amistad; tiempo atrás las parejas estaban cruzadas pero ellas prefirieron cambiar y así se hizo aunque sin perder el filin que sigue siendo muy bueno entre los cuatro.

Fue Lucas quien después de la cena y tomando unas copas, muy animado comentó.

.- El otro día, cuando salí del trabajo y estaba junto a la moto un tipo le arrebató el bolso a una mujer y emprendió la huida a pie, al ori los gritos de la mujer algunos corrimos tras el chorizo aunque fue inútil, el tipo fue tirando parte del contenido y según ella solo faltaba el sobre con dinero que acababa de sacar del banco; cuando todo terminó y regresaba hacia la moto recogí este pendrive del suelo y al mirar no logré localizar a la mujer para devolvérselo; esta mañana he oído en el trabajo parte de su contenido, una única pista en mp3 donde cuenta algo que no tiene desperdicio; reconozco la voz de la mujer aunque en la grabación hay más emoción que indignación.

Sirvió otra ronda de copas y puso en marcha la grabación en el portátil.

            • Quiero dejar constancia de lo que está pasando porque cada vez que lo pienso me parece más y más irreal aunque satisfactorio, y no quiero olvidar ninguno de los detalles pues todos son importantes.

Todo comenzó cuando Abel se dedicó a alargar los preliminares y el sexo era mejor; en ocasiones comenzábamos besándonos y al poco me estaba comiendo las tetas, después se dedicaba a lamerme el coño hasta que me corría; entonces y a pesar que le pedía que me follara, metía varios dedos en la vagina y me acariciaba hasta que comenzaba un rosario de orgasmos que empalmaba con el siguiente hasta que le suplicaba que parase y solo entonces me metía la polla y manchaba con desespero hasta que se corría él; eso se repetía una y otra vez y mientras lo hacía me contaba historias cada vez más guarras que me excitaban aún más.

Cuando salíamos a pasear aunque fuera con los niños, al ver un tío guapo me preguntaba. .- ¿Te gustaría follar con ese? Al principio le respondía medio enfadada que solo quería follar con él, pero al tiempo comencé a entrar en el juego y le daba mi impresión; después en casa, mientras me estaba “martirizando” decía.

 .- ¡Piensa que esto te lo está haciendo el tío que hemos visto!Esos comentarios cada vez me excitaba más. La primera vez que mientras me follaba asomados a un balcón con gente en la terraza de un bar en la acera de enfrente me preguntó si me gustaría que me vieran, me levanté la falda hasta la cintura y le dije.

.- ¡Ahora puedes gritar para que miren si quieres! Lo dije por decir, pero aulló como un lobo y alguno de los parroquianos miró y aunque yo dejé caer la falda avergonzada, después en la cama mientras me masturbaba dijo - . ¡Que golfa puedes ser cuando te lo propones y como me gustas cuando lo haces! Eso me llenó de satisfacción, más que nada porque se esforzó aún más que otras veces y así supe cómo hacer para que nuestros juegos fueran aún más tórridos.

Cada vez sus cuentos eran más y más excitantes y siempre que tenía oportunidad preguntaba si me gustaría que ese o aquel me follara como a una perra y al fin un día que tomamos más de lo aconsejable comenzamos a jugar y cuando estábamos en lo mejor me dijo. .- ¡Me gustaría saber que te ha follado otro tío! ¡¡¡Quiero!!! Que te folle otro y ver tu cara de satisfacción; lo merecemos ambos y me gustaría que fuera pronto. Siguió jugando con mi cuerpo hasta hacerme enloquecer y al principio pensé que había sido a causa del alcohol, pero cuando unos días después y sin copas de por medio repitió su petición le pregunté que le había dado y su respuesta me sorprendió mucho. .- Cuando éramos novios imaginaba que al dejarte en casa salías otra vez y te hartabas de follar con otro y ese pensamiento hacia que me corriera sin tocarme siquiera. Sé que eso no pasó jamás pero con el tiempo se ha convertido en una fijación y ahora es mi mayor fantasía. ¿Me complacerás? .- Le respondí que estaba loco y entonces, me despistó al comenzar a revolcarse por encima de la cama entre estrepitosas carcajadas; unas cuantas lágrimas se le escaparon de la risa y al final y entre hipos me dijo que me había engañado aunque no me convenció totalmente.

En ese punto Lucas paró la narración y sirvió otra ronda; Ana e Inés se miraron y comenzaron a reír; al preguntarle Antonio de que se reía Inés respondió. .- Creo que queda lo mejor y seguro que nos sorprenderá a todos el desenlace.

Continuaron escuchando y lo siguiente realmente los sorprendió, al parecer Lucas paró en ese punto expresamente.

.- Unos días después, cuando ya me tenía sometida con varios dedos en la vagina machacándome el punto “G” y mareando con un dedo mi pobre clítoris, tenía que taparme la boca para no alertar a los vecinos pues los espasmos eran tan violentos que mi cuerpo botaba sobre la cama y al fin me permitió terminar; mientras descansábamos un poco para continuar después con su parte preferida; como siempre en mitad de nuestros juegos me dijo. .- Ayer, sin que lo supieran oí como hablaban mis compañeras de trabajo y Elena le contaba a Susana que su marido la había invitado a que le dieran un masaje y estaba encantada. .- Le respondí ¡Bueno! Eso también lo podrías hacer tu, algunas veces me siento muy estresada y aunque todo esto me desestresa bastante no es suficiente. Lo que no me dijo es que se trataba de un masaje erótico y que al rato de oírlo, cuando Elena estaba sola se disculpó por haberlas escuchado y le preguntó si tenía inconveniente en decirle donde se lo habían dado.

Acepté ir a que me dieran el masaje y volvió al ataque, en ese momento no pude pensar más que en lo inmediato y eso me encantaba, la forma en que su lengua jugaba con mi sexo, lamia los pliegues de la vagina y me sorbía el clítoris. Como la mayoría de ocasiones quedé rendida y agradecida pues Abel cada vez se esforzaba más y más por satisfacerme.

Un par de días después me dijo que le habían dado hora para que me dieran ese masaje el viernes siguiente; que llevara los niños a casa de mi hermana porque después continuaríamos la fiesta con cena y una noche romántica en un hotel que había reservado también. Ese viernes después de dejar a los niños en casa de mi hermana me vestí de sport y preparé un vestido de fiesta, regresaríamos a casa después del masaje para cambiarme y después ir a cenar como inicio de nuestra escapada romántica; sería un fin de semana completo y perfecto.

Llegamos a la sala de masajes y Abel me acompañó hasta la recepción, dio los datos a la chica que nos atendió y me sorprendió al decirme que me esperaría en el café que de la planta baja; pensé que esperar ahí le resultaría pesado y nos separamos cuando la chica me hizo pasar al vestuario. .- ¡Póngase esta bata! Me sobresaltó en la forma en que lo dijo pero se trataba de la voz, su semblante amable me tranquilizó; me quedé en ropa interior y tratando de sonar más amable murmuró. .- ¡Toda la ropa! Dejé el tanga y el sujetador en el armario y me cubrió con una bata peculiar, se trata de dos telas, una delante y otra detrás unidas por un par de lazadas sobre los hombros y otro par en las caderas; me indicó que podía pasar a la sala donde se hallaba el masajista, un hombretón enorme de unos cincuenta años que me tendió su enorme mano presentándose como Román; le ofrecí la mía y murmuré. .- Soy Alicia y estoy encantada de conocerle.

.- Creo que es mejor tutearnos porque a fin de cuentas pasaremos un rato juntos, tengo entendido que es tu primera vez y es muy importante que te relajes y no pienses en nada; trata de concentrarte en la música de fondo y deja tu mente en blanco y si notas pinchazos no te asustes pero si se trata de molestia continuada avísame y sobre todo, si en algún momento te sientes molesta o violenta hacemos un alto y lo hablamos, lo que no quiero es que haya malos rollos.

No le di importancia a esas últimas palabras aunque la tenían y mucha. Me indicó que me tendiera en la camilla bocabajo y después de acomodarme, soltó las lazadas de los hombros y retiró la tela dejando la espalda hasta las nalgas al descubierto. .- Notaras calor y es que interesa que tu cuerpo se caliente, así, además de estirar la musculatura la limpiamos en profundidad. Unto sus manos con un espeso aceite que olía a lavanda y comenzó por el cuello progresando hacia los hombros y se notaba como poco a poco sus dedos penetraban en mi carne soltando los “nudos” y haciéndome sentir mejor; comentaba sin cesar sobre que musculo ejercía presión o que tendón trataba en cada momento.

Continuó por la espalda y me estremecía cada vez que sus manos pasaban junto a los pechos sin detenerse, llegó a la zona lumbar y paró, se cambió de posición y después de cubrir la espalda de nuevo destapó la parte de abajo. En ese punto comentó. .- Ahora vamos a por las piernas.

Comenzando por los pies, después las pantorrillas en las que insistió bastante hasta llegar a los muslos; ahí la cosa comenzó a ponerse “diferente” me separó las piernas para que con más facilidad sus manos recorrieran desde las rodillas hasta el principio de los cachetes, tanto por fuera como por el interior, estaba inquieta porque me notaba mojada aunque no había hecho nada para excitarme, nada de forma consciente y es que su forma de tocarme era especial.

Soltó las lazadas de la cintura y retiro totalmente la tela sin que me importara; me pareció lo más natural después de lo que había hecho y al parecer él tampoco se la dio; presionando fuertemente con los pulgares bajaba desde la zona lumbar hasta el muslo atravesando los cachetes siguiendo una imaginaria senda que supuse seria algún nervio o tendón pues notaba como mi carne temblaba a su paso y ahí comentó.

.- Esos son los nervios glúteos, el superior y el inferior. Ese recorrido lo hizo varias veces y en todas ellas terminaba diciendo. .- ¡Bien!

Al fin me dio una palmada en el culo y exclamó. .- ¡Date la vuelta!

Lo hice sin pensar y al ponerme de lado retiró la tela que dejó junto a la otra; notaba el cuerpo caliente, húmedo y además estaba mojada y muy excitada aunque no tenía motivo aparente.

Empecé a mirarlo a los ojos pero pensé que lo mejor era dejarle hacer su trabajo y concentrarme en poner la mente en blanco; comenzó por el cuello y notar sus manos desplazarse desde la nuca hasta los hombros me dio escalofríos; después de unos instantes en que quedé muy relajada comenzó la segunda fase en que tres dedos de cada mano parecían querer introducirse bajo la piel en las clavículas y avanzaban lentamente hasta la base de los pechos que rodeaban por el exterior unas veces y otras por el canalillo, para coincidir siempre en medio; esa operación la repitió varias veces y en cada ocasión la musculatura se hacía más y más flexible.

Repartió aceite directamente sobre los pechos y comenzó a tratarlos; se dedicó a uno que rodeó con ambas manos oprimiéndolo en la base haciendo que tomara la forma de un limón; lo miré fijamente pero continuó con lo suyo; lo apretaba y recorría con sus manos alrededor y notaba como si algo se moviera en su interior, después de varias series en uno y otro pecho, me sorprendió al agarrar uno con cada mano y apretarlos, era una presión mucho más fuerte de la que empleaba Abel, pero en lugar de molestarme me causó una sensación de sumo placer. .- Esto ya lo tenemos. Untó sus manos con abundante aceite que esparció sobre el vientre y comenzó a pasear sus manos desde la base de los pechos hasta el pubis que no esquivó aunque no se demoró en él, moviendo las manos sin cesar.

Cada vez estaba más excitada y más aún cuando me dijo. .- Ahora presta atención porque debes aprender a hacer esto tal y como lo hago yo. Supuse que se trataba de algún ejercicio pero no sospeche lo que vino a continuación; con los dedos largos de cada mano en las ingles fue bajando presionando de modo que la vulva se fue abultando con la consiguiente presión sobre la vagina, el clítoris comenzó a “crecer” como suele entre los dedos o labios de Abel aunque de forma mucho más rápida y exagerada y cada vez era más intensa la sensación; apartó sus manos para que continuara yo y con cuatro o cinco veces fue suficiente para que soltara una exagerada eyaculación; en contadas ocasiones Abel lo lograba y en esta había sido yo sola con la inestimable ayuda de Román, que ante tal visión comenzó a pasar su dedo desde el perineo entre los labios externos llegando al clítoris consiguiendo que comenzara a bramar como suelo cuando Abel consigue llevarme al éxtasis. No podía aguantar más, necesitaba a mi hombre y él no estaba, así que me incorporé en la camilla sentándome en el borde con las piernas colgando y me abracé a un hombre que ¡sí! Estaba.

¡Román! no supe en qué momento se había colocado un condón; apartó mis piernas exageradamente y su verga me ensartó como a una aceituna, su cuerpo era firme así como las embestidas con que me taladraba una y otra vez; rodee su cintura con mis piernas y comencé a experimentar algo maravilloso; Román, ensartada como estaba me llevó hasta un diván donde nos acomodamos y el modo en que ese cilindro de carne transitaba por mis entrañas me hizo desvanecer unos instantes que fueron suficiente para reconocer que “eso” era diferente a todo lo vivido hasta la fecha. Un rosario de orgasmos que se sucedieron sin apenas interrupción y cada uno eran más intensos que el anterior. ¡Dejé de pensar! Y me dedique a sentir...

Totalmente vencida noté como se vaciaba en el condón y en ese momento desee que no lo llevara para experimentar la tremenda sensación que me proporciona Abel cada vez que lo hace. ¡Abel! En ese momento pensé en Abel y recordé lo que tantas veces me comentó. ¡Quería que follara con otro! ¡Con otro! Y lo había conseguido. Murmuré a Román. .- He de marchar ¡me espera mi marido! Su única respuesta fue. Ya me diréis cuando regresaras para la segunda parte. Le sonreí y comencé a vestirme; las piernas me temblaban y deseaba estar junto a Abel aunque no estaba segura de cuál sería nuestra reacción al encontrarnos; él al saber que al fin había estado con otro y yo, yo al ver su rostro ¿De satisfacción? ¿De tristeza? Sea como sea es lo que él ha propiciado y lo que tiene, de todos modos antes de salir; besé a Román en los labios y le dije que el próximo viernes volvería aunque no estaba segura de sí me acompañaría mi marido.

En ese punto se detuvo la narración y los cuatro amigos quedaron en silencio hasta que Ana de forma resuelta fue la primera en hablar.           

 Pienso que esa historia nos enseña algo muy interesante. ¡Saber a nuestra pareja con otro da cierto morbo! Que lo hiciéramos entre nosotros no resultaría, pero sé que podemos intentarlo con otros-otras y después contar aquí las vivencias... ¡Sabemos que el asunto de los “cuernos” está superado! ¡PROBEMOS! Mañana saldremos por separado resueltos a vivir una aventura que después nos contaremos.

©PobreCain