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Las aventuras de Oleguer Bertran

en No Consentido

Las aventuras de Oleguer Bertran

La misión

 

Llevaba meses sin pisar la Facultad de Geografía e Historia de Barcelona, concretamente tres, desde que tuve que hacer un obligado parón en mi vida. A mis treinta y tres años soy profesor con plaza fija de esta universidad desde hace más de cuatro años y aunque adoro mi trabajo las cosas hacía tiempo que se habían descontrolado. Licenciado en historia por este mismo centro estoy especializado en antropología, asignatura que también imparto desde mi contratación. Recientemente mi puesto de trabajo corrió serio peligro. Veréis, no sólo devoro libros de historia en mis ratos libres sino que también intentaba hacer lo mismo con personas, mujeres para ser más exactos. No, no me malinterpretéis, no soy un caníbal, lo que intento deciros es que soy adicto al sexo.

El sexo siempre ha ocupado un lugar muy importante en mi vida. No creía tener ningún problema con ello pero parece ser que el decano de la facultad no opinaba lo mismo. Algunos escándalos con relaciones que había mantenido con varias alumnas hicieron saltar la liebre. Primero me pusieron en manos de una psicóloga especializada en sexología que no tardo mucho tiempo en diagnosticarme. Diagnóstico éste, quede dicho, que no comparto. Siempre he leído que el adicto al sexo es la persona que vive tan volcada a sus instintos que éstos le convierten en infeliz, sin embargo a mí follar lo que me daba era grandes alegrías. Acción que gracias a mi metro ochenta y seis y mi cuerpo definido por a mi afición a la natación podía realizar con cierta frecuencia.

Estuve un año de tratamiento con esta mujer con la que no avancé nada, de hecho no había día en el que no me pasara la sesión pensando en lo mucho que me gustaría arrancarle la ropa y penetrarla salvajemente encima de la alfombra de la consulta. Lejos de apaciguar mis pulsiones me tomaba aquello como algo excitante, los días en los que le contaba mis perversiones a aquella sexóloga cachonda. Cuando se dieron cuenta de mi falta de progresos la universidad me “invitó” a que practicara una terapia más drástica. No me puedo quejar, estoy seguro que el vejestorio del decano me habría despedido sin pestañear, pero mi plaza fija y la protección de mi querida directora de departamento, mi superiora inmediata en la facultad, hicieron que éste fuera más comprensivo. He pasado tres meses encerrado voluntariamente en una granja terapéutica en las afueras de Girona. Allí, dicen los expertos en la materia, rodeado de naturaleza, animales de granja, hombres con todo tipo de adicciones y terapeutas parece ser que he aprendido a controlar mis instintos. Sinceramente, yo en mi primer día de libertad después de noventa días como única compañera de alcoba mi mano me sentía tan cachondo como un presidiario en su primer vis a vis.

Me dirigía al campus universitario citado por mi jefa y amiga Ulrike. Ulrike Goldstein era natural de Stuttgart pero a sus cinco años se trasladó junto a su familia a Barcelona por motivos de trabajo del padre. Con cuarenta años no solo era la directora de departamento sino que también era la única persona en la que confiaba en el trabajo. Frente a la puerta de su despacho, después de haber esquivado no pocas miradas incómodas, golpeé en el marco de ésta algo nervioso.

TOC, TOC, TOC. 

Rápidamente la simpática alemana abrió la puerta invitándome con un gesto a pasar.

—¡Oleguer! Pasa guapo pasa.

Puse mi mano cordialmente en su cintura y la saludé con dos afectuosos besos.

—¿Qué tal todo jefa?

—Yo muy bien, ¿y tú?, ¿cómo te ha ido entre los cerdos y las gallinas?—. Me dijo ella divertida.

Allí de pie aún en la puerta me di cuenta que el término teutona podría tener dos significados en aquella agradable mujer. La alemana era bastante alta, un metro setenta y tres por lo menos, y probablemente algo entrada en carnes. Tenía el pelo castaño claro con reflejos rubios y éste era lacio y por la altura de los hombros. Sus ojos eran  color azul océano, los más azules que he visto nunca, y su cara aunque algo redonda era armónica y agradable. Iba vestida con una blusa beige ajustada por dentro de un pantalón a juego estilo pesquero y también pegado a su piel. Llevaba unos zapatos planos de piel marrón que hacían que en su conjunto pareciera retornada de una expedición en Egipto.

Ulrike la exploradora, pensé.

Aunque le sobraban algunos kilos sus voluptuosas curvas, desproporcionadas en algunos aspectos diría yo, la hacían una mujer proporcionada. Sus pechos eran inmensos, muy grandes y redondos, como los que te imaginarías en una cabaretera holandesa. Con aquella blusa tan pegada a la piel parecían incluso más espectaculares. Se notaba como la ropa luchaba por no liberar aquellas descomunales mamas. Con un botón desabrochado y otro peleando por no reventar y salir disparado no hacía falta que llevara escote para contemplar aquel par de monumentos.

Ulrike la TEuTONA.

Su cintura no era delgada pero tampoco fofa, tenía una circunferencia amplia pero a su vez era firme y su culo era grande y fuerte como el de una experta en bachata. Los redondeles de sus nalgas le hacían un trasero en forma de cereza que incitaban a darle una palmada cuando pasaba por tu lado. Sus medidas deberían ser algo así como 110-68-100, y aunque como os digo a más de un hombre le parecería una mujer demasiado grandota a mí allí vestida en plan aventurera caliente me parecía más que deseable. Su piel blanca casi lechosa típica de Centro Europa me gustaba sobremanera.

Sin poder evitarlo la repasé de arriba abajo con la mirada y ella al darse cuenta sonrió algo ruborizada y fue directamente a sentarse en la silla detrás de su escritorio mientras me decía irónicamente:

—Sí, ya, ya veo que estás mucho más centrado. Toma asiento por favor.

Me senté en la silla frente a ella, con aquel comentario el que estaba algo avergonzado ahora era yo.

—Dime jefa, ¿me traes a tu despacho para planificar el año? Me han comentado que mi sustituto está haciendo un buen trabajo, entendería que no pudiera reincorporarme hasta finalizar el semestre.

—Pues te agradezco que saques el tema, te he hecho venir para saber cómo estabas, me dijeron que salías ayer, pero también quiero proponerte algo.

—¿Ah sí?—. Sonreí pícaro mientras lo decía.

—Sí…algo…de…trabajo, jajaja.

—Eso me temía—. Respondí guiñándole un ojo.

—El tema es que le han encargado una misión a la universidad que me parece muy interesante y además pienso que te viene como anillo al dedo.

Mientras empezaba a contarme su propuesta yo no podía desviar la mirada de aquellos enormes pechos que prácticamente estaban apoyados encima del escritorio, agotados por la fuerza de la gravedad.

—Intentaré ser concisa, te he preparado un dossier para que te lo puedas estudiar con calma. Hay una isla en el Atlántico, concretamente en las Antillas que pertenece a la República de Haití. La isla en cuestión es muy pequeña, del tamaño de Formentera aproximadamente, y por lo que tenemos entendido es un lugar sin ningún tipo de prestación gubernamental. Su nombre es Île Serpent.

—¿Qué quieres decir?

—Haití tiene tantos problemas que tiene ese lugar absolutamente dejado de la mano de Dios. Parece ser que está gobernada no oficialmente por un terrateniente apodado Bokor Justify, un africano que no sabemos si es natural de la isla o llegó desde algún otro lugar.

Aquello empezaba a interesarme, no tanto como las tetazas de la alemana, pero bastante.

—Ya entiendo, la palabra bokor significa brujo en la religión vudú.

—Efectivamente mi querido Oleguer. Pues bien, sabemos que los habitantes de la isla son prácticamente todos de origen africano, y que han desarrollado costumbres propias y una práctica del vudú completamente endémica del lugar. Aunque las estimaciones son de no más de cuatrocientos habitantes, este recóndito emplazamiento pude ser de gran valor antropológico.

—Entiendo, ¿y para que me necesita la universidad exactamente?

—Un organismo que no quiere revelar su nombre nos ha encargado la misión de investigar a estas gentes y sus costumbres y sobre todo a su cacique Bokor Justify, y creemos que eres la persona más indicada para hacerlo.

—¡Ya entiendo! La universidad quiere librarse de mí una temporadita, ¿es eso no?

—Te aseguro que no, el trabajo está bien remunerado y está estipulado que con un solo un mes se puede hacer perfectamente, en el dossier está todo detallado.

—¿Y cómo se supone que me podré ganar la confianza del tal Justify?

—Ya se han puesto en contacto con él, cree que vas a escribir su biografía y está encantado con el asunto, de hecho espera a una persona en pocos días y espero que esa persona seas tú.

—Perdona pero, ¿cómo me voy a comunicar con él? No hablo criollo y mi francés es poco más que decente o ni eso.

—Te alegrará saber que el individuo habla cinco idiomas, entre ellos el español, y con bastante fluidez por lo que se ve.

—Joder, veo lo que no tienes todo pensado. ¿Qué poco me has echado de menos no? Acabo de volver y ya quieres mandarme al culo del mundo.

—Cariño la decisión es tuya, nadie te obliga ni te presiona, pero puede ser un mes muy interesante para un antropólogo como tú.

Me quedé unos momentos pensativo, la aventura era interesante, pero aquellos carnosos senos frente a mí me tenían algo desconcentrado.

—De acuerdo, dame el dossier y me lo estudiaré en profundidad.

Abrió uno de sus cajones y sacándolo de dentro me lo entregó.

—No te arrepentirás.

Lo ojeé unos instantes y lo dejé momentáneamente encima de la mesa, miré fijamente a la señora Goldstein, casada y con dos hijos pequeños, y le dije:

—¿No estás incómoda?

—¿Incómoda?, ¿yo?—. Contestó extrañada.

—Sí, incómoda, lo que les estás haciendo a las pobrecitas no tiene perdón de Dios.

Ella me seguía observando cada vez más perpleja a la espera de una explicación.

—Sí Ulrike sí, aprisionar tan cruelmente tus bonitos atributos debería ser constitutivo de delito.

Se fijó en donde miraban mis traviesos ojos, se miró los pechos y entendió la broma.

—Pues sí, veo que en la granja han hecho un gran trabajo contigo—. Contestó riéndose.

—La que necesita terapia eres tú, pobrecitas ellas allí apretujadas queriendo ser libres, ¡seguro que no puedes ni respirar!

Le decía todo aquello con aire teatral, con falsa indignación, mientras ella me miraba divertida y algo ruborizada.

—Déjalo ya Casanova, estúdiate el dossier y dime algo lo antes posible.

Me levanté de aquella incómoda silla y me fui hasta ella que permanecía sentada sin perder ojo a mis movimientos. Me acerqué lento y mientras le miraba fijamente a los ojos con la expresión más amable que pude poner bajé los brazos y le desabroché el primer botón de la blusa que tenía atado ante su atenta mirada. Los dos nos sonreímos. Hice lo mismo con el siguiente y luego con el tercero sin notar ninguna resistencia y con mucha suavidad le abrí un poco la camisa dejando ver un sostén blanco que apenas podía contener dos enormes balones de carne. El escote era espectacular. Le aparté el pelo de la cara colocándoselo con suavidad detrás de las orejas mientras le decía:

—¿Mejor así no crees?

Ella se mordió ligeramente el labio inferior, de manera casi imperceptible, y con los ojos bien abiertos y una sonrisa sensual en la cara replicó:

—Oleguer por favor, sabes que estoy casada.

Sus palabras animaban a detenerme pero su expresión corporal decía todo lo contrario, y si algo sé es que el que nunca miente es el cuerpo. Me agaché despacio sin perder contacto visual y cuando llegué a la altura de sus labios con los míos la besé suavemente. Primero solo succionando con cuidado el labio superior, luego el inferior con pequeños y delicados besos hasta que finalmente nos morreamos apasionadamente. Mientras la cogía por el cogote jugaba con su lengua excitado por la morbosa situación, intentando llegar hasta la campanilla. Seguimos así mientras que yo conseguí deslizar una de mis manos y llegar a su pecho izquierdo pudiendo así acariciarlo con cuidado. Aquello era delicioso, mi mano no abarcaba tan descomunal seno y lo rodeaba de manera circular cada vez más ansioso.

—Qué buena que estás Ulri—. Le dije entre besos y morreos.

Notaba su respiración acelerada y mi pulso estaba a mil, hacía tres meses que no estaba con una mujer y llevaba fantaseando con aquello los cuatro años que hacía que nos conocíamos.

Con mis dos manos ya en sus tetas se las sobaba por encima del sostén, magreándoselas y apretándolas con fuerza. Aquella situación conmigo medio incorporado y ella aún sentada en la silla era incómoda, pero me daba igual, estaba tan caliente que no notaba el cansancio. Seguí metiéndole mano mientras que ahora le mordisqueaba el cuello cuando ella llevó una de sus manos hasta mi entre pierna y comenzó a acariciarme el bulto de mi pantalón por encima de la ropa. Mi pene estaba tan erecto que se había encontrado por dentro de mi ropa con el tope de mi cinturón.

—Mmm sí, me gusta, me encanta.

Seguí jugueteando con sus tetazas mientras ella lo hacía con mi salchicha, de esto las alemanas saben mucho. Finalmente mi espalda dijo basta y tuve que incorporarme un momento poniéndome de pie, pero ella lejos de detenerse se tomó el gesto como una insinuación. Se terminó de desabrochar la camisa y se la quitó sin dejar de mirarme, mi perspectiva de aquellas mamas gigantes era espectacular, bajó de la silla poniéndose de rodillas y manteniendo el contacto visual desde el suelo me desabrochó lentamente el cinturón arrojándolo después lejos de nosotros.

Oh sí, me gusta como pinta esto.

Siguió haciendo lo mismo con los pantalones bajándomelos hasta las rodillas y sin perder ni un segundo liberó mi polla de su bóxer apresador dejando a la visa la erección más bestia que había tenido en mucho tiempo.

—Veo que tú sí te alegras de verme guapo—. Me dijo con voz queda.

Se azuzó el pelo un instante y se acercó aquel bratwurst en el que se había convertido mi miembro hasta la comisura de su boca. Lo restregó unos segundos contra sus labios y dejando por fin salir a jugar la lengua comenzó a lamerme el glande de la manera más erótica que había visto nunca, como si fuera un refrescante helado de fresa. Sin dejar de jugar con la punta de mi polla me agarró la base de ésta con la mano y delicadamente empezó a subirla y abajarla masturbándome con total sensualidad.

—Ohhh, me encanta cariño, sigue por favor sigue.

Aquello me estaba poniendo a mil y siguiendo con aquel movimiento abrió su boca metiéndose poco a poco aquel pedazo de carne. Una vez dentro la aprisionó con fuerza y comenzó a chupármela de manera deliciosa siempre ayudándose con la mano.

—Ohh síii, mmm, síii, me encanta, síii.

Siguió metiéndosela y sacándosela de su orificio cada vez con más ritmo mientras yo notaba como su lengua jugueteaba con mi glande por dentro como si fuera una criada sacándole el polvo a la vajilla buena con un plumero. Aquella mamada/paja me estaba matando.

—Ohh síii Ulri, síi, enséñame las tetas por favor.

Ella obediente aprovechó la mano libre para bajarse el sujetador hasta la cintura liberando por fin aquellos fenómenos de la naturaleza que eran más grandes y menos caídos de lo esperado a la vez que se ponía ligeramente de lado para darme perspectiva.

—Eres una Diosa.

Mientras me deleitaba con las vistas me había animado a agarrar por el pelo a la alemana para ayudarla con aquel delicioso vaivén sin recibir ninguna protesta por ello.

—Eres increíble Ulri, ohhh, ohh, ohh, mmmmm.

Estaba muerto de gusto, me di cuenta que llevaba demasiado tiempo de abstinencia y de que mi jefa sabía demasiado bien lo que hacía así que con ganas de disfrutar un rato más paré aquello con suavidad retirando mi instrumento de la cueva del placer.

—Tía para un poco que me voy a correr ya.

Ella se puso de pie por primera vez mirándome provocativa, sabiendo que me había vuelto loco de excitación. En sus labios se podía ver claramente restos de saliva y líquido pre seminal y eso me puso aún más cachondo. Le di la vuelta delicadamente y la incorporé parcialmente encima del escritorio apoyándola y dejándola en pompa. Ahora tenía su gran pero firme culo apretado contra mi miembro mientras que con las manos le magreaba las tetazas libres por primera vez desde atrás. Las apretaba con fuerza diciéndole:

—Te voy a hacer de todo.

Ella gimió con aquella declaración de intenciones mientras seguía jugando con aquella bendición de la naturaleza. Le desabroché el pantalón y cogiéndolo a su vez con las braguitas se lo bajé de un tirón hasta las rodillas como si fuera un mago que enseña como quitar un mantel sin cargarse la cubertería y los platos de la mesa.

¡Zaaas!

Ulrike volvió a gemir de excitación mientras yo observaba aquel redondo y apetecible culo desprovisto de cualquier protección. Restregándola por una de sus nalgas con una mano le apretujaba un pecho mientras que con la otra me hice camino suavemente hasta su sexo y empecé a acariciárselo.

—Mmmm, mm, mm.

Parecía gustarle mi plan así que seguí disfrutando de sus pechos mientras que a su vez colocaba dos de mis dedos en su clítoris y se lo frotaba haciendo pequeños circulitos.

—Mmmm, mmm, mm, me estás volviendo loca.

Motivado por sus palabras seguí la faena, preparando aquella parte de su cuerpo para lo que iba a venir. La masturbaba cada vez con más decisión, con más ímpetu, mientras notaba sus pequeños espasmos debidos al placer. Seguí frotándole aquella sagrada pepita hasta llegar a velocidad de centrifugado.

—¡¡Ohhh, ohhh, ohhhh, ohhhhhh!!

Sus gemidos aún me excitaban más y seguí con aquello hasta que me quede sin apenas fuerzas en la mano, bajé el ritmo de los tocamientos poco a poco y buscando la entrada de su vagina le introduje un dedo con suavidad que entró sin ningún problema gracias a que estaba perfectamente lubricada.

—Veo que estás muy mojadita.

Tenía la polla a punto de explotar así que sin más demoras coloqué la puntita en la entrada de su agujero y cogiéndola fuertemente de las caderas la penetré de un fuerte empujón.

—¡¡Ohhh, ohhhh, ohhhhh, ahhhhh!!

Entró sin ninguna dificultad y los dos gemimos de puro placer, mi arma se deslizaba por aquel coño con total facilidad.

—¡¡Ohhh sí, síii, fóllame, fóllame!!

Estaba claro que no era el único que disfrutaba con todo aquello así que seguí penetrándola, embistiéndole cada vez con más fuerza y ritmo.

¡¡Clap, clap, clap!!

Oía el ruido de mis ingles chocando contra sus nalgas y a cada golpe temía no poder evitar correrme. Su lechosa piel se enrojecía debido a los rítmicos impactos.

—¡¡¡CLAP, CLAP, CLAP!!!

Se la metía y sacaba mientras mis manos habían vuelto a sus impresionantes pechos apretándolos y jugando con sus pezones.

—Ohhh síii, me encanta Ulri, que bien te mueves, que bien lo haces.

—Ahhh, ahhh, ahhhh, ¡me estás volviendo loca cabrón!

Me la follaba con tanta fuerza en aquella postura tan perruna que la alemana se tenía que poner de puntillas a cada sacudida. Estaba disfrutando tanto que tenía que concentrarme para no eyacular cuando de repente noté como ella gemía con tanta fuerza que parecía que la estaban apuñalando.

—¡¡¡Ahhhhhhhhhh!!!, ¡¡¡ahhhh!!!, ¡¡¡ohhhhh!!!

Noté como tenía violentas sacudidas y como su coño se inundaba de líquido conmigo dentro y aquello tuvo un efecto inevitable en mí y también me corrí metiéndosela hasta el fondo y llenándola de semen entre fuertes espasmos.

—¡¡¡Ohhh síiii yo también me corro!!!, ¡¡síiiiiiii!!, ¡síiiiiiiii!

Estábamos tan exhaustos que apenas podíamos respirar.

—No puedo creer que nos hayamos corrido a la vez—. Dijo ella mientras yo me retiraba despacio y nos sentábamos los dos con cuidado en el suelo.

—Jefa, ha sido el mejor polvo de mi vida.

Pasó un rato en el que nos aseamos como pudimos y vestimos como si allí no hubiera pasado nada hasta que finalmente nos despedimos como harían dos buenos amigos. Yo no podía dejar de preguntarme si alguien de la universidad nos habría oído, pero la verdad es que me daba bastante igual.

—Miro el dossier y te digo algo guapa.

 

Île Serpent

El avión directo Barcelona-Santo Domingo fue exasperantemente largo. Horas y horas en las que leí, vi películas, dormí y fantaseé con tirarme a todas y cada una de las azafatas. Iba completamente preparado para la aventura, vestido con una camisa blanca de lino y un pantalón de fina tela marrón clarito me sentía completamente listo para el calor que me deparaba la misteriosa isla. La maleta había sido muy sencilla, ropa del mismo estilo, algunos utensilios de limpieza personal, un portátil y un par de libros. A lo que no se puede preparar uno es a quince horas interminables de avión, y aquello era solo el principio. Cuando llegué a la capital de la República Dominicana tuve que coger otro avión directo a Puerto Príncipe y allí me recogieron en los alrededores del aeropuerto dos simpáticos belgas contratados por la universidad. En un jeep me llevaron hasta la costa de Haití donde nos esperaba un hidroavión que pertenecía a estos simpáticos personajes. Cuando lo vi enseguida se dieron cuenta de mi cara de asombro y uno de ellos, Frédéric, me dijo con un marcado acento francés:

—¿Preparado para volar hasta La Isla de la Serpiente?

Yo sonreí, aquella aventura cada vez tenía más forma y aquel aparato volador con flotadores era tan auténtico que había hecho pasar mi mal humor por las horas de viaje.

—Preparadísimo amigo mío—. Contesté al fin.

El otro belga, Didier, que pronto me había dado cuenta que era más que un amigo o socio de trabajo, añadió:

—En la isla no hay pista de aterrizaje, por eso tenemos que amenizar con l’avion.

—Perfecto, estoy deseando llegar.

Entramos los tres junto a mis escasas pertenencias en el aparato y pronto despegamos rumbo a mi destino. El vuelo fue espectacular, yendo a poca altura y con el día completamente despejado las vistas eran maravillosas. En menos de media hora ya teníamos visión directa de la isla y el amerizaje fue tan suave y agradable como lo había sido el trayecto. Una vez allí nos acercamos tanto hasta una pequeña playa completamente deshabitada que pude bajar sin ni siquiera mojarme los pies o necesitar de algún tipo de embarcación. Didier bajó para ayudarme y entregándome el pequeño equipaje me dijo.

—Que tenga feliz estancia, ahora mismo lo recogerá una persona y lo llevará hasta su casa.

Le agradecí el trabajo y nos despedimos efusivamente, los belgas emprendieron el viaje de retorno antes de que mi nuevo guía llegase. Allí en la playa, agotado de más de treinta horas de viaje con varios vehículos, esperé paciente sentado encima de mi maleta jugando con los dedos de los pies con aquella finísima arena blanca. La jungla llegaba casi hasta la pequeña cala y pronto oí el ruido de un motor acercándose a mi posición.

Debe ser el guía, pensé mientras me calzaba rápidamente mientras hacía su llegada un ruidoso quad 4x4 conducido por una chica. Aparcó sonriente justo delante de mí y lo primero que pensé es que la aventura mejoraba por momentos. La piloto no era más que una guapísima chica rubia de melena larga recogida en una coleta. Allí sentada en aquel trasto fue suficiente para que mi mente calenturienta hiciera un informe rápido. Ojos azules, muy guapa de cara, aspecto extranjero y risueña. La escasa ropa que llevaba gracias al asfixiante calor ayudó a poder seguir con la ficha, ya que el ángel en cuestión iba vestido con una fina camisa blanca anudada en la cintura y un pantalón short tejano diminuto. Metro setenta aproximadamente, cuerpo de infarto, ¿90-60-90?, ¿85-55-90?, mi mente seguía haciendo su trabajo indecisa a la hora de asignarle unas medidas. Lo que estaba claro es que era una criatura totalmente apetecible. Bajó del quad hábilmente y viniendo hacia mí se presentó:

—¿Oleguer? Soy tu asistenta en la isla, Hannah.

No solo estaba buena sino que su voz era muy agradable. El acento parecía alemán pero su español era muy bueno.

—Encantado Hannah, me alegra no estar solo en esta aventura.

Ella sonrió.

—Llevo en la isla poco más de una semana, lo suficiente para ir acomodando la casa.

—Perfecto, ¿viviremos en el mismo sitio?

—La universidad lo ha previsto así, espero que no le importe.

¿Importarme? Mi cabeza ya se imaginó a la compatriota de Ulrike a veinte uñas pidiendo más y más.

—En absoluto, será un placer, y tutéame por favor, vamos a estar bastantes días juntos.

Ella sonrió mientras me ayudaba a cargar la maleta en la cesta del vehículo 4x4. Sentado allí de paquete enseguida me di cuenta del primer problema. De camino a mi nuevo hogar me agarraba a una manivela ubicada en el depósito del vehículo teniendo que rodear forzosamente con mis brazos la cintura medio descubierta de Hannah, que ejercía de piloto. Mi entre pierna había quedado apretujada contra su espectacular culo debido al escaso espacio del asiento y notar aquellas nalgas medio saliendo por debajo de los minúsculos shorts en contacto directo con mis genitales no podía acarrear nada bueno. Deseé que la tela del pantalón fuera más gruesa, pero realmente creo que habría dado igual, al primero de muchos baches mi amigo comenzó a crecer.

Por aquellos casi inexistentes caminos de tierra entre la espesa jungla rumbo a casa la sensual guía aprovechaba para contarme cosas, gritando para esquivar el ruido del motor. Supe detalles de la composición de la isla, del clima y también datos suyos personales. Realmente era austríaca, tenía treinta años y hablaba perfectamente además de su lengua el español y el francés. Me contó más detalles pero la verdad es que yo ya no podía pensar en otra cosa que no fuera aquel culazo golpeándome a cada giro y a cada pequeño salto mis partes. La erección empezaba a ser tan obvia que creía imposible que no se estuviera dando cuenta, ¿pero qué podía hacer? Siguió hablando y hablando, era una chica muy extrovertida, mientras que la punta de mi polla recurría involuntariamente la bonita parte de su anatomía que era su trasero. Estaba tan empalmado que hasta me dolía.

Te bajaba ahora mismo de la moto y te follaba por todas partes Hannah Banana, no pude evitar pensar.

Después de unos veinte minutos de entre sufrimiento y disfrute llegamos a una acogedora casa de madera pintada de color azul clarito que se iba a convertir en mi hogar. La casa estaba casi en medio del bosque tropical y era mejor de lo esperado. Mientras la austríaca había bajado rápidamente y ya estaba en el porche de la cabaña dispuesta a hablarme sobre todas las estancias yo intentaba recolocarme el sable intentando que no se notara el descomunal bulto. Ésta tenía un amplio porche de madera con una hamaca colocada entre dos vigas también de madera, un comedor bastante amplio con cocina abierta americana, dos habitaciones y un baño. Más que suficiente para un mes de trabajo. El estilo me recordaba a algunas que había visto en Kenia, a excepción de los colores vivos y alegres con los que la habían pintado y decorado.

Agradecí la actitud servicial y amable de Hannah y sin pensármelo mucho me fui directo a la cama del que ya era mi cuarto. Creo que dormí como seis horas seguidas soñando en todo momento con las nalgas de la europea.

Todo va muy bien

 

Bokor Justify

—¿Oleguer?—. Dijo la dulce voz de Hannah desde la puerta de mi habitación.

Me desperecé un poco y contesté:

—Dime Hannah dime, ¿he dormido mucho verdad? ¿qué hora es?

—Es la una de la madrugada, perdona que te despierte pero me han hecho saber que Justify te espera para conocerte.

—¿A estas horas?

—Lo siento pero ya me habían avisado que él era así, ¿les digo que te va bien?

—Sí, sí, claro,  salgo en dos minutos.

Me vestí rápidamente y me di un par de palmadas en las mejillas para despejarme, salí al salón y allí me encontré a un negro con cara de espera. El tipo era de estatura media y cara de pocos amigos, tenía una visible cicatriz que recurría todo su ojo izquierdo y éste era completamente blanco, además llevaba una espada estilo cimitarra colgando del cinturón.

—Buenas noches—. Dije sin encontrar ningún tipo de respuesta mientras el individuo me miraba fijamente con su ojo sano.

—No te esfuerces no habla español, él te llevará hasta la finca del bokor—. Me dijo la austríaca saliendo al paso de mi solitario saludo.

—¿No vienes Hannah?

—No he sido invitada, pero no te preocupes, cuando llegues me lo cuentas todo si te apetece, no dudes en despertarme sea la hora que sea.

Asentí con la cabeza mientras seguía a aquel siniestro personaje que ya estaba saliendo de la casa. Entramos en su jeep, yo en el asiento de atrás y lo volví a intentar.

—Bonsoir.

Vi que el francés tampoco era su lengua o simplemente no quería hablar conmigo, realmente el hombre tenía cara de perpetuo enfado. La noche era oscurísima y no pude evitar sentirme como Jonathan Harker camino del castillo del conde Drácula. Estuvimos un buen rato atravesando jungla hasta que salimos a un camino de tierra que se adentraba por multitud de campos de cultivo. Con el paisaje más despejado me seguía pareciendo una noche muy negra.

—¿Eres el chófer de Justify? ¿Quizás su guardaespaldas?

Hablaba más para tranquilizarme que con la esperanza de recibir alguna respuesta mientras seguíamos por aquel solitario camino.

—No hay mucho movimiento por esta parte de la isla, ¿verdad?

Las casas que nos encontrábamos eran todas de madera, algunas pintadas con colores vivos y otras demasiado corroídas para saber su color original, todas eran viviendas muy humildes, tercermundistas. En los campos de cultivo había mucha variedad de hortalizas plantadas, por lo menos no deben pasar hambre, pensé. Al rato llegamos hasta una verja con una puerta que cerraba el camino, era negra y en ella había soldada una serpiente dorada como adorno, seguramente de oro.

—¿La casa del jefe?

—Mwen swete ke nou callaras blanch—. Farfulló él en un dialecto criollo ininteligible para mí, aunque sospechaba que el “blanch” no quería decir nada bueno. Salió del coche y rápidamente abrió aquella verja, cruzamos la entrada y rápidamente la volvió a cerrar.

—Así que estas deben ser las tierras de Bokor Justify.

Seguimos por aquel camino y el paisaje no variaba mucho, campos de cultivo a izquierda y derecha, pero la diferencia era que en ellos merodeaban personas como en trance. Andaban sin saber muy bien hacia donde ir, como si estuvieran drogadas, eran todos de raza africana y parecían afectados por alguna sustancia.

—¿Quiénes son?

—Travayè yo ki rete nan peyi a—. Me contestó él por primera vez sin tener ni idea de lo que me había dicho.

—¿Cómo?

El conductor se giró hacia mí y con una terrible sonrisa me dijo:

—Zonbis.

Volvió la vista al camino de tierra y rio con una espeluznante carcajada. Aquella palabra se parecía mucho a una que yo conocía, y no me había gustado nada.

Zombis.

Había oído todo tipo de historias sobre los haitianos y la zombificación. De cómo los brujos ayudados por el polvo zombi hecho en principio a base de la médula espinal del pez globo y otros elementos, enterraban catatónicos a sus víctimas y por causa de la falta de oxígeno durante unos días y las potentes sustancias ingeridas volvían convertidos en esclavos sin conciencia. En zombis para los supersticiosos, en los trabajadores perfectos para los bokors. Siempre me habían parecido historias terribles, sucesos que no estaban al cien por cien verificados, pero realmente aquella gente que deambulaban por esos campos parecía que les hubieran arrancado el alma. El vudú hacía su primera aparición.

Se me habían pasado las ganas de hablar, no comenté nada más con el conductor hasta que llegamos a una hacienda. Ésta era muy grande y pintada de un blanco impecable, recordaba mucho a las casas de plantación típicas de Luisiana.

—Se isit la—. Me dijo el siniestro conductor mientras paraba el motor.

Me condujo hasta la entrada principal donde el gran portón de madera estaba abierto y custodiado por dos negros vestidos con un uniforme caqui y armados con kalashnikovs. Al pasar entre ellos éstos me sonrieron divertidos. Pasamos un par de estancias de aquel “palacete” hasta llegar a un gran comedor, todo dentro de aquella finca estaba cuidado al detalle, reluciente y cargado de adornos opulentos. En uno de los sofás del comedor se encontraba un hombre de piel negra como el carbón vestido con colorida ropa seguramente de seda. Su camisa era verde, roja y negra, sus pantalones anchos y de color verde y en la cabeza llevaba un turbante de color granate con el adorno de una cobra dorada, claramente estaba delante del gobernador de la isla. Al verme enseguida se me acercó con cara servicial.

—¿Monsieur Oleguer?—. Preguntó éste cada vez más cerca de mí.

Allí en frente pude ver como tenía unos ojos grandes y saltones, recubiertos de pequeñas venitas que los hacían parecer rojos y llevaba una larga perilla como si de un faquir se tratase.

—Le estaba esperando mi querido huésped. Disculpe las horas, pero yo no duermo, nunca duermo.

Aquella afirmación me dio que pensar.

—Buenas noches, supongo que usted es Bokor Justify, ¿Cierto?—. Le pregunté intentando disimular el estado en el que me encontraba después de ver aquellas personas perdidas por sus campos de cultivos. Sus ojos me decían que aquel hombre era capaz de cualquier cosa.

—Por favor, llámeme solo Justify, soy la persona que vela por la isla.

Me fijé en que tenía los dientes impecablemente blancos y que su español como me habían advertido era muy bueno aunque su acento fuera bastante indeterminado.

—Por favor siéntese a tomar el té conmigo, le hemos preparado uno de mandarina que estoy seguro será del agrado de su paladar. Espero que esté bien instalado, le hemos cedido una de las mejores viviendas de la isla, lamentablemente éste no es un sitio con demasiados lujos.

Pero tú vives como un rey, no pude evitar pensar.

Sentados ya en aquel confortable sofá y degustando el té siguió con sus preguntas.

—Me han dicho que quería escribir una biografía sobre mí, ¿cómo ha pensado enfocarla?

—Pues verá monsieur Justify, aún tengo muchas dudas al respecto. Había pensado empezar por su infancia, de dónde viene, como vivió, y poco a poco ir avanzando hasta el momento actual sin perder de vista las tradiciones de la isla y la relación de esta con Haití.

—Haití, jajaja, verá, nosotros no nos consideramos haitianos, es un país que jamás se ha preocupado por nosotros. Somos una pequeña nación hecha a sí misma. Dicho esto, me parece estupendo el punto de vista que quiere darle a la biografía, habrá tiempo de hablar de política, estoy ansioso por empezar con las entrevistas.

—Me gustaría empezar mañana mismo si no tiene inconveniente.

—Claro, fantástico ouche Oleguer. Sé que la gente en Europa lleva un ritmo muy ajetreado y le aseguro que estoy dispuesto a adaptarme. Aquí las cosas siempre van despacio, pero como le digo tendrá mi colaboración para todo lo que necesite. Dejemos ya el trabajo, seguro que usted está hoy muy cansado, tan solo deseaba conocerle y darle la bienvenida.

—Muchas gracias monsieur Justify, es un honor para mí estar aquí.

A medida que hablaba con él, mi miedo era más profundo. Era la típica persona que siempre te trataría educadamente, incluso minutos antes de comerse tu corazón. El bokor hizo un gesto con la mano y en menos de un minuto llegaron dos mujeres y se pusieron justo delante de nosotros. Desde luego eran dos bellezas lugareñas. Arregladas con un vestido tradicional africano, ambos de colores muy vivos, parecían casi dos exuberantes modelos, dos diosas de ébano. La de la izquierda tenía la piel de un color negro intenso y el pelo muy largo recogido en un espectacular moño mientras que la de la derecha me conquistó con solo verla. También africana, su piel era más clara. Tenía unos ojos negros enormes y gruesos y sensuales labios muy oscuros. Sus rasgos exóticos eran muy armoniosos y llevaba el pelo larguísimo y suelto, juntado en decenas de trencitas le llegaban hasta las lumbares.

Nunca había visto unos cabellos tan largos.

Justify dio dos palmadas y ambas chicas, de manera casi coreografiada, dejaron caer con un solo movimiento sus vestidos al suelo, mostrándome sendos cuerpos completamente desnudos. El cacique me miró y dijo:

—Iba a preguntarte cual te gustaba más, pero tus ojos ya han respondido a la pregunta jejeje.

Con otro gesto hizo que se quedara solo la chica de la derecha, que me miraba con gran simpatía. Desnuda aún se veía más espectacular. Sus pechos eran enormes, mínimo de una talla cien, mientras que el resto del cuerpo era delgado y fibroso. Cuando vi aquellas dos delicias no pude evitar pensar los dolores de espalda que tendría con tanto peso allí delante. Sus pezones estaban muy erectos y rodeados por dos grandes aureolas más negras que la propia piel, su cintura era completamente de avispa con el hueso de las caderas bien marcados y tenía el sexo depilado al estilo brasileño. Estaba claro que era una de sus concubinas, pero aquel ser era tan deseable que hacía tiempo que había perdido la capacidad de pensar con claridad. Todo aquello iba rematado por un espectacular culo de pantera y preciosas y torneadas piernas.

 Antes de poder decir nada la chica se dirigió hacia mí y sin previo aviso se puso de rodillas y comenzó a desabrocharme el cinturón mientras me miraba pícara.

—Así damos la bienvenida a nuestros invitados querido amigo.

Seguramente todo aquello no estaba bien, ¿qué puedo decir?, os recuerdo que estuve en tratamiento.

La chica siguió desvistiéndome hasta conseguir desnudarme de cintura para abajo, me separó las piernas con cuidado y sin dejar de mirarme comenzó a restregarme aquellas impresionantes tetazas por mi pene que empezaba a despertar con ganas de jugar. Me acariciaba con su generosa anatomía gracias a un sensual movimiento circular de su cintura, clavándome en ocasiones aquellos pezones que parecían misiles en la punta de mi aparato.

—Mmmmm—. Aquello me estaba encantando, ni siquiera la presencia del brujo gobernador podía parar mi excitación.

Siguió jugueteando conmigo hasta que mi miembro se puso completamente erecto, lo colocó hábilmente entre medio de sus dos senos y apretándolos entre sí comenzó una lenta y deliciosa cubana.

—¡Mmmmm!

No podía contener pequeños gemidos mientras aquella diosa se frotaba con mi polla en medio, cada vez con más entusiasmo.

—Mmmm, síiii.

Siguió con aquel delicioso movimiento hasta que decidió liberarla, y sin darme tiempo ni de quejarme me agarró por la base del pene y se lo metió entero en aquella preciosa boca repleta de blancos y perfectos dientes.

—¡Glup!, ¡Glup!, ¡Glup!

—Ohhh, ohhhhhh, ohhhhhh.

No me había dado tiempo ni a acostumbrarme a mi nueva ubicación que ella ya se metía ya sacaba mi polla completamente salivada a un ritmo endiablado y a tanta profundidad que mi glande chocaba a cada movimiento con el final de su garganta.

—¡GLUP!, ¡GLUP!, ¡GLUP!

—Ohhhh joder, ¡joder!, ¡joder!

Aquella mamada iba en camino de relegar al segundo lugar a la de Ulrike entre las mejores de mi vida, lo rápido que aquella criatura había conseguido ponerme a cien no era normal. Seguía succionándome haciéndome el francés más profundo que había recibido nunca hasta que me di cuenta que aquello había ido demasiado rápido para mí y noté como la leche subía por mi conducto a una velocidad que ya no podía detenerse.

—¡¡¡Ohhhh síiiii, síiiii, síiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!

Eyaculé con la fuerza de un géiser dentro de aquella celestial garganta, seguramente no habían pasado ni siete minutos desde que aquella mujer había empezado a tocarme hasta que había conseguido que me descargase por completo.

Con  el semen dentro de si, sacó mi polla lentamente y viendo que quedaba algún resto en el orificio lo lamió como un felino hasta dejarlo completamente limpio.

Joder, creo que esto no se lo podré contar a Hannah.

 

Entre entrevistas y orgías

La semana siguiente fue de lo más interesante. Pasaba tres o cuatro horas cada mañana con Justify entrevistándolo y por las tardes intercambiaba opiniones con Hannah y preparaba informes en el portátil para la universidad. A la europea seguían sin invitarla, me había atrevido a pedirlo en más de una ocasión pero la respuesta siempre había sido negativa.

 Realmente la isla era algo insólito, llena de secretos. La mayor parte de la población era femenina, los hombres estaban casi todos dentro de los muros de la finca del bokor y formaban parte de sus hombres. Siempre iban armados y estaban alerta a cualquier amenaza. No volví a ver “zombis”, o no les hacían trabajar durante el día o Bokor Justify había ordenado esconderlos sabedor de mi desagrado por el tema. Después de tantas horas de conversación con tan singular individuo, mi sensación era que no sabía nada de él. La imagen que daba era de haitiano que sintiéndose abandonado por su gobierno había fundado una pequeña y ejemplar nación donde cuidaba de todos y cada uno de sus habitantes. La realidad es que el Gobernador había esquivado hábilmente todos los temas conflictivos, y que en aquella isla a todo el mundo le daba miedo hablar tanto de él como de sus propias circunstancias. Sí, había conseguido que hablara un poco de política, pero temas cómo vudú, zombis, castigos físicos, estilo de gobierno, dictadura, estaban casi prohibidos. Cuando alguno de estos salía en una conversación las respuestas siempre eran vagas y evasivas.

Otra de las cosas que había descubierto, además de su machismo y el miedo que infundía, es que en sus terrenos tenía decenas de atractivas mujeres que usaba como concubinas. Seguramente todas las chicas que físicamente le parecían atractivas estaban prostituidas por aquel despreciable ser. Cada vez era más difícil para mí mantener una actitud amistosa con este dictador de otro siglo, pero mientras su trato siguiera siendo tan amable conmigo no podía dejar pasar la oportunidad de profundizar en tan singular cultura, mezcla de muchas creencias y del aislamiento casi total. A diario me ofrecía probar los apetecibles placeres que ofrecían aquellas bellas muchachas, pero una mezcla de sentimientos me lo impedía. La sensación de que estaban allí en contra de su voluntad y mi miedo a posibles enfermedades venéreas estaba consiguiendo que llevara una semana de difícil celibato. Si a esto le añadimos que Hannah me parecía tan adorable que no quería forzar ninguna situación con ella, os podéis imaginar que casi bato mi record de pajas por día.

Lo malo del ser humano es que suele ser débil. Era el octavo día en aquel lugar y me encontraba, después de varias horas de entrevista con él, sumergido en el jacuzzi más grande que había visto jamás. Éste se encontraba ubicado en una sala grande recubierta de finos mármoles y caras cortinas. Otra cosa no, pero Justify sabía cómo vivir. Relajándonos ambos de las intensas conversaciones, desnudos los dos cómo marcaban sus tradiciones, él me pregunto:

—Oleguer, ¿Puedo hacerte yo una pregunta?

—Sí, claro, quid pro quo.

—¿Por qué rechazas todas las mujeres que te ofrezco que gustosas darían el placer que necesita un hombre como tú?

No me esperaba aquella pregunta y por consiguiente mi respuesta fue poco trabajada.

—Pues…no sé…soy tímido supongo.

El rey brujo echó a reír.

—Vamos, no me mientas, es una falta de respeto. Verás, creo que es por miedo a que te contaminen con alguna enfermedad. Los blancos europeos siempre habéis pensado que los negros tenemos sífilis, VIH, o cualquier otro tipo de mal.

—Yo no he dicho eso…

—Déjame terminar—. Dijo éste con tono autoritario.

—En mi isla no existen esta clase de males provenientes de mundos de pecado como el tuyo. ¿Has visto a alguien enfermo? Aquí están prohibidas las drogas y cualquier actividad que se considere contra natura.

Pensé en volver a sacar el tema de los zombis, pero éste no me dio tiempo.

—Tengo que comentarte mi querido huésped, que mis hombres se sienten inquietos por no aceptar mis ofrecimientos. Es más, creo que la palabra acertada sería ofendidos. No es habitual que alguien no acepte los regalos de un…de….de mí.

—Te aseguro que te agradezco todas tus atenciones y no era mi intención faltarte al respeto, simplemente somos de culturas distintas.

Él me miró fijamente con el gesto mucho más amistoso nuevamente y prosiguió:

—En el fondo te entiendo, yo también tendría miedo de contaminarme con cualquier cosa si te visitara en tu ciudad, pero debo decirte que después de pensarlo detenidamente he encontrado la solución para que todos estemos mucho más cómodos.

Justify palmeó dos veces y al momento, como solía pasar, llegaron dos jovencísimas chicas y se plantaron sonrientes delante de nosotros sin entrar en el jacuzzi.

—¿Te gustan?

En ese preciso momento me di cuenta que eran idénticas, dos hermanas gemelas. Estaban completamente desnudas y eran de aspecto aniñado. Ambas llevaban el pelo largo con rastas y debían medir un metro sesenta y cinco siendo generosos. Sus ojos eran grandes, como todos los que había visto en aquella isla, y sus rasgos eran finos y bonitos, con una nariz pequeña y unos labios gruesos. El tono de sus pieles era oscuro claro, mulato como diríamos en España. Desde que estaba allí me había dado cuenta, como en todos los países donde predomina la raza negra, que los hombres veían más atractivas a las mujeres con el tono de piel más claro, para ellos esto era lo exótico. Sus pechos eran pequeños y poco desarrollados aunque apetecibles, sus vientres firmes y fibrosos y sus cinturas muy delgadas. Como tantas mujeres de la isla, tenían el culo muy bien puesto, respingón y fuerte y unas piernas bonitas y filosas.

—Te presento a Cecile y Mamamí—. Me dijo mirándome sonriente.

—No te preocupes, no es importante que sepas quién es quién, lo que debes saber es que tienen dieciocho años, conozco muy bien las leyes de tu país.

El comentario me tranquilizó, aunque eran muy jóvenes perfectamente podían tener aquella edad.

—La mayor cualidad de estas criaturas no es su edad ni su belleza, sino que ambas son vírgenes. Tienes mi palabra que jamás nadie ha tocado a estas chiquillas, por lo tanto, no pueden estar más sanas. Que esto no te haga dudar mi querido amigo, desde niñas han estudiado todos los placeres que se le pueden aplicar a un hombre, han sido enseñadas por mi mejor institutriz y creo que ha llegado el momento de que pasen de la teoría a la práctica.

No podía creerme todo lo que estaba oyendo pero mi pene ajeno a mis órdenes comenzaba a reaccionar delante de aquel manjar fotocopiado.

—Las reservaba para mí, pero soy una persona generosa.

Antes de poder replicar añadió:

—Esta vez no acepto un no por respuesta—, y sin terminar la frase salió de la piscina de burbujas y se fue dejándome allí con aquellas jóvenes mujeres.

Me quedé bastante cortado, pero realmente como ya me habían advertido las chicas estaban bien enseñadas. Sin decirles nadas entraron en el baño de burbujas conmigo y se acercaron lenta y sensualmente. Antes siquiera de que una de ellas me rozara mi miembro ya estaba completamente erecto, aquello era como un sueño erótico, como una mala película porno.

Se colocaron una a cada lado y comenzaron a acariciarme suavemente por los hombros sin dejar ni un segundo de sonreír.

Oleguer tienes que salir de aquí.

Mi cerebro decía una cosa pero mi cuerpo hacía otra. Siguieron acariciándome con la intención de cortar el hielo un poco, destensar la situación, mientras que una de ellas me agarró la mano y la acercó hasta sus pequeños senos. Una vez allí se la restregó por éstos mientras que la otra deslizó la suya debajo del agua hasta mi entre pierna y comenzó a acariciarme la polla con suavidad.

Joder con lo poco que aguanté la última vez con estas dos voy a hacer el ridículo.

Manoseando las tetitas de una mientras la otra me acariciaba y besaba por el cuello pensé que podría morir allí mismo y mi vida habría valido la pena. Las caricias pronto se convirtieron en una leve masturbación subacuática, una me tocaba y yo tocaba a la otra, aquello era maravilloso. Sus pezones duros me pusieron aún más cachondo, le magreaba y sobaba cada vez más animado mientras su hermanita jugaba con mis partes. La chica que tenía agarrada mi polla  siguió mordisqueándome por el cuello hasta llegar a mis labios y me besó apasionadamente. Mientras nuestras lenguas se encontraban en un delicioso remolino y su mano subía y bajaba mi piel seguía disfrutando a ciegas de los pechitos de la otra gemela. Con mi lengua hasta el corvejón noté cómo lentamente se acomodaba a horcajadas encima de mí, y teniendo mi aparato aún cogido lo colocó delicadamente en la entrada de su vagina.

Espero que el agua me ayude a aguantar un poco, pensé notándome demasiado excitado.

Hábilmente la joven virgen jugó un poco con sus labios inferiores con mi glande y sin previo aviso se lo introdujo lentamente.

—¡Ahhh!

Gemí de placer mientras a la vez lo hacía ella de dolor, había dejado de besarme y la expresión de su cara me dejó claro que realmente sí era la primera vez que la penetraban. Aunque su expresión era por lo menos de incomodidad, la aplicada muchacha se esforzaba para sonreírme mientras ayudándose con los dedos se introducía unos centímetros más mi polla.

—Auuu, ahhh, ahh.

Sus gemidos seguían siendo sufridos y yo con mi amiguito tan comprimido introducido en aquel conducto ya hasta la mitad sentí morir de placer. En ese estado de medio penetración comenzó a hacer un suave movimiento circular con las caderas mientras junto con mi pene se había metido también uno de sus dedos para ayudarse, y entonces, sin previo aviso, se la introdujo entera con un movimiento final.

—Auuuuu, mmmm, mmm, mmmm.

Aquello debió dolerle pero aguantó estoicamente, después de mirar un par de segundos hacia arriba concentrada volvió sonreírme con cara de satisfacción. Me sentía tan bien allí dentro que había olvidado por completo las atenciones a su hermanita, la agarré por el espectacular culo y lentamente empezamos un movimiento de sube y baja delicioso.

—Mmmmm, mmmm, mmmmm, ohhhh.

La penetraba lentamente sin poder contener mis gemidos y observaba como su rostro se había ido relajando, ya ha pasado lo peor preciosa.

Aquella criatura siguió subiendo y bajando por mi polla como si fuera un sacapuntas cada vez con más decisión mientras sus manos se agarraban con fuerza los pechos en señal de placer.

—Ohhh, ohhh síii, ¡eres un ángel!

Continuó cabalgándome más y más rápido mientras que yo tenía que concentrarme por no correrme en aquel estrecho y celestial agujero.

—¡Joder menudo coño tienes!

—¡Ohhh!, ¡ohhh!, ¡¡ohhhhhhhh!!

—¡¡¡Ahhh!!!, ¡¡¡ahhh!!!, ¡¡¡ahhhhhh!!!, mmmm, mmmmm.

La yegua estaba completamente desbocada, y ni el agua ni mi fortaleza mental podían detenerla, así que con la intención de aguantar un poco más con aquellas dos bellas jovencitas aproveché aquel salvaje movimiento para sacármela de encima con cuidado de no hacerle daño.

—Cariño ibas a hacer que me corriese—. Le dije aun sabiendo que no entendería mis palabras.

—Mwen menn, ou genyen—. Me dijo dulcemente.

Me quedé mirando a aquellas princesas con expresión de “¿y ahora qué?”, recuperando el aliento, cuando la gemela que había sido relegada a un segundo plano salió lentamente del jacuzzi. Mirándome provocativamente mientras se mordía sensual un dedo se puso a cuatro patas en el mármol mientras me sonreía. Aquella perrita me estaba invitando a continuar con ella.

Salí del agua y pude notar como en mi pene había un pequeño rastro de sangre de la otra jovencita, aquello me excitó aún más.

Son realmente vírgenes.

Sin pensármelo dos veces me puse de rodillas detrás de aquella deseable criatura, ni el incómodo y frío suelo consiguió que se me pasara la excitación o las ganas de probar a la hermanita.

Vamos a ver cómo te mueves tu preciosa.

Detrás suyo mi panorámica de su felino culo era espectacular, tenía la polla tan tiesa que casi me llegaba al ombligo. Con alguna dificultad me acomodé en su retaguardia y cogiéndola de las caderas coloqué mi misil en la entrada de su sexo. Aquí pasó algo que casi hace que me corra al instante, la servicial chiquilla manteniéndose a cuarenta uñas consiguió agarrarme el pene y lo redirigió de su coño a la entrada de un orificio aún más apetecible para mí en ese momento, su ano.

No puedo creer que me vayas a dejar petarte el culo.

La excitación me embriagó como nunca, aquella joven estaba a punto de hacerme un sagrado regalo, con mi polla aún cogida se la restregaba por el culo de manera sensual mientras giraba la cabeza y me decía:

—Eske ou renmen’l?

No necesitaba saber criollo para entender que me estaba preguntando si me apetecía el plan, asentí con la cabeza.

—Oui!

Ella sonrió, nos habíamos entendido perfectamente, y siguió masajeando la entrada de su culo con mi puntita, estaba a punto de reventar. Segundos después hizo un primer intento de introducirse mi juguete, presionando con fuerza mientras que yo agarrándola por las caderas la ayudaba.

—Mmmmmm, mmmmm.

Aquel primer intento fue fallido pero delicioso, tenía cerca la recompensa y sabía que solo era cuestión de paciencia. La agarré aún con más fuerza y apreté de nuevo.

—Ak fòs! Ak fòs!

Entendía que me animaba a probarlo con fuerza y así seguí.

—Mmmm, vamos guapa, vamos preciosa…

Apreté cada vez más y más hasta que en el momento menos pensado la conseguí penetrar sin piedad.

—¡¡¡Ahhhhhhhhhhhh!!!, ¡¡¡Ohhhhh!!!, ¡¡¡síiiiiiii!!!

Indescriptible, maravilloso, brutal, con mi sable ensartado en aquel virginal culo sentí tocar el cielo. Sentía la polla tan aprisionada que apenas podía moverla mientras aquella chica hacía de tripas corazón para no gritar o llorar de dolor.

—¡Ohhhh sí que buena que estás! ¿Quién eres Mamamí? ¿Cecile?

Qué más da.

Recordé mis tres meses de internamiento en aquella granja para eunucos, me habría gustado que estuvieran allí todos mis terapeutas para que vieran mis evoluciones.

—¡¡¡Ahhh!!!, ¡¡¡ahhh!!!, ¡¡¡ahhhhhh!!!, ¡¡¡ohhhhhhhhh!!!

Mi miembro cada vez se movía con más soltura en aquella oscura cueva del placer, las idas y venidas eran más rápidas y las embestidas más potentes, el placer era sobrehumano.

—Mmmm, mmmm, ¡muévete guapa muévete!

Estaba completamente desatado, notando como mis caderas golpeaban con fuerza sus nalgas a cada sacudida oía sus gritos de placer mezclados con dolor.

—Pa kanpe! Pa kanpe!

—Lo que tú digas bombón.

Seguí follándome aquel lascivo culo con tanta fuerza que casi la elevaba del suelo hasta que no pude contenerme más y descargué todo mi semen entre tantos espasmos que casi parecía epiléptico.

—¡¡¡Ohhhhhhhhhhhh!!!, ¡¡¡ohhhhhhhhhh!!!, ¡¡Diosssss!!, ¡¡¡ahhhhhhhhh!!!

Pon unas gemelas mulatas en tu vida.

El orgasmo fue tan intenso que casi me quedo sin respiración, cuando recuperé el sentido le di una palmadita en el culo a modo de agradecimiento y me tumbé en aquel suelo que ya ni sabía a qué temperatura estaba. Ni las rojeces de mis rodillas habían podido detenerme. Las gemelas vinieron hacia mí y se tumbaron una a cada lado, abrazándome cariñosamente.

Cada vez más relajado oí de repente alguien que se acercaba aplaudiendo, era Justify.

—Bravo amigo mío, sabía que eras de los nuestros, ¿te lo has pasado bien?

Solo pude decir:

—Gracias por todo.

El rio mientras me decía:

—Quería comentarte algo antes de que te vayas, ¿sería posible que pudiera ojear tus notas? Me gustaría ver cómo van tus avances.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, no podía permitir de ninguna manera que descubriera que la biografía era una vulgar mentira, una artimaña para espiar su modo de vida.

—Claro, claro, tan sólo déjame que lo ordene todo un poco y te paso mis notas.

Me miró muy serio y me dijo:

—Dejwe ak o diab.

 

Hannah Banana

 

Las siguientes dos semanas tuvieron un poquito de todo. Mis conversaciones con el Gobernador fueron cada vez más superficiales y su insistencia por ver mis notas era cada vez mayor. Me estaba quedando sin excusas y empezaba a sentir que sobraba, que mi presencia cada vez era menos bien recibida. Recordaba como hacía quince días el bokor me había dicho “dejwe ak o diab”, con la ayuda de unos lugareños que poquito a poquito se habían ido abriendo supe que quería decir “nunca juegues con el Diablo”. Aquella frase me parecía espeluznante.

En los veintiún días que habitaba la isla cada vez eran más apreciables los esfuerzos que Justify y su séquito hacían para ocultar las cosas conflictivas que pasaban en el lugar. Ni rastro de vudú o de malos tratos, de zombis o de autoritarismos, pero yo sabía que aquel sitio no era un buen sitio para vivir y que el Gobernador no era precisamente una persona ecuánime. Decidí que la misión corría demasiado peligro y tomé una decisión.

Había oscurecido ya después de un día de lluvia torrencial. Aunque no era época de lluvias las dos veces que lo había hecho había sido con una fuerza desmesurada. El temporal había parado, llevaba todo el día con Hannah en la casa ultimando las conclusiones para la universidad y se lo comenté:

—Hannah, he llamado a Didier y Frédéric con el teléfono satélite, mañana nos vendrán a recoger a primera hora.

Ella me miró extrañada y contestó:

—¿Mañana?

—Sí, mañana, sé que es una semana antes de lo esperado pero aquí tenemos más que perder que ganar. Bokor justify está cada vez más nervioso y me da miedo que descubran nuestra tapadera. Siento no habértelo dicho antes pero quería tenerlo todo bien atado.

—Lo entiendo Oleguer, será lo mejor, ¿a qué hora vienen?

—A las seis de la mañana, cuanto menos ruido hagamos a la hora de irnos mejor, tendremos que pasar lo más desapercibidos posible. Yo estoy terminando ya mi informe—. Le dije sin perder de vista la pantalla del portátil.

—Ok…¿Sabes? Lo creas o no voy a echar de menos esta casa y esta isla—. Me dijo ella con una sonrisa dulce en la cara.

—Yo también, la verdad es que tenía sus cosas buenas. La tranquilidad, la naturaleza…

—…la compañía…— Añadió ella mirándome.

La verdad es que la austríaca había resultado ser la mejor de las compañeras, siempre servicial y de buen humor, preciosa e inteligente. Iba a echar de menos a aquella personita, creo que un poco de mí estaba enamorado de ella. Sentada en el sofá la veía hurgar por la cocina, probablemente pensando que íbamos a cenar.

Liados con la maleta y ultimando los detalles se nos hizo un poco tarde, comenzamos a cenar a las diez y media y estuvimos más de una hora entre anécdotas y risas. Ojalá no perdamos el contacto, no podía evitar pensar. Decidimos acomodarnos en el sofá los dos y estrenar una botella de licor de coco casero que nos había regalado un lugareño. Su sabor dulzón escondía una fuerte graduación en alcohol de la que pronto nos dimos cuenta. Con tan solo tres chupitos nos notábamos ambos bastante avispados, las anécdotas cada vez nos parecían más divertidas y menos consistentes. Decidí contarle mi experiencia con sus nalgas la primera vez que nos conocimos. Como aquel trayecto en quad y el roce de mis partes con su trasero me pusieron tan cachondo que un poco más y no puedo bajar del vehículo. Los dos reímos sin parar.

—Jajajajajaaja, así que qué fue amor a primera vista eh, jajajaajaja—. Me decía ella entre carcajadas.

—Pues sí, jajajaaja, que le vamos a hacer Hannah, soy un hombre.

Aturdida por el alcohol me miró fijamente y replicó:

—Y yo una mujer.

Estaba radiante, con su pelo rubio secado al viento y un precioso vestido de lino blanco parecía ardiente como una leona y dulce como un koala, además el licor estaba aflorando su parte más pícara. Sus preciosos ojos azules se habían cruzado con os míos y ya no se separaban.

—Oye Oleguer, ¿por qué tanto tiempo para contarme esto?

—Joder tía, no quería incomodarte.

El vestido solo mostraba sus piernas, que eran preciosas, larguísimas y torneadas parecían esculpidas.

—¿Incomodarme? ¿Me ves muy incómoda?—. Me dijo provocativa mientras sin dejar de mirarnos ganaba centímetros en el sofá en mi dirección.

—No sé Hannah, nos acabábamos de conocer.

—Y ahora que me conoces, ¿qué opinión te merezco?—. Me dijo ella estando ya a tan solo un palmo de mi cara.

—No está mal del todo—. Contesté burlón acercando mis labios a los suyos hasta que se tocaron.

Nos besamos suavemente como lo harían dos novios adolescentes, sentí deseo pero también algo más, aquella chica me gustaba de verdad como hacía años que ninguna lo había hecho. Mientras le acariciaba por detrás de la oreja introduje mi lengua dentro de su boca y al encontrarse con la suya revolotearon felices de conocerse. Hacía tanto que no me besaba románticamente con nadie…

Seguimos enrollándonos mientras que una de mis manos recorría su pierna con ternura hasta llegar a su vestido y poco a poco lo subía por su cuerpo hasta encontrarse con la tira de sus braguitas.

Qué buena que estas Hannah Banana.

Acariciándole la nalga con mi lengua explorando toda su cavidad notaba la fuerte respiración de ambos excitándose por momentos. Ella seguía besándome mientras que sus manos recorrían mi pecho y mi muslo aún vestidos y yo me acerqué delicadamente hasta su sexo con mi mano furtiva. Por encima de sus sagradas partes tan solo separados por unas finas braguitas blancas la acaricié con deseo pero con tranquilidad.

—Mmmm—. Gimió ella de manera casi imperceptible.

Sin duda excitada se levantó del sofá cogiéndome de la mano y me llevó pasito a pasito hasta la cama de mi habitación, tumbándose boca arriba en ella e invitándome a venir. Me tumbé encima y seguí besándola mientras ella se abría de piernas y se subía ligeramente el vestido. Con mis zonas de placer frotándose con las suyas deseé poder hacer desaparecer mi ropa y la suya. El bulto en mi pantalón era tan evidente y su ropa interior tan fina que casi sentía que podía penetrarla vestidos.

—Oh sí Hannah que ganitas te tengo—. Pude decir entre morreo y morreo.

Restregándome por aquella sagrada entrepierna conseguí quitarme los pantalones dejándonos a los dos en igualdad de condiciones y con su vestido convertido casi en un top pude acariciarle por primera vez sus pechos que no estaban protegidos por ningún sujetador.

¿talla 85, talla 90?, mi cerebro seguía sin poder evitar trabajar.

No sabía exactamente la medida de sus pechos pero sí que eran bonitos y tersos, con los pezones erectos por la excitación.

—¡Me encantas!—. Le susurré al oído a lo que ella respondió con voz excitada:

—Fóllame.

Dicho y hecho heil Hannah.

Le junté momentáneamente las piernas y le quité las braguitas. Mientras me deshacía de mi bóxer pude observar como tenía el coño completamente rasurado y mi polla tuvo un espasmo de aceptación. Volví a colocarme entre sus piernas y poniendo mi miembro en la entrada de su vagina pude notar como ésta estaba completamente mojada.

Mmmm, Hannitah la mojadita.

Con delicadeza la penetré lentamente notando como se estremecía de placer.

—Mmmmmmmm, mmmmm.

—¿Estás bien?—. Le preguntó mi desconocido yo romántico.

—Mejor que bien—. Respondió la europea con voz entrecortada.

Lentamente comencé el delicioso movimiento de mete y saca mientras podía ver como se mordía el labio inferior de puro gusto.

—¡Mmmmm!, ¡mmmmm!, ¡mmmmmmm!

Hasta sus gemidos eran delicados y bonitos y a mí casi me excitaba más el pensar que la estaba haciendo disfrutar que el disfrutar de su escultural cuerpo. Mientras seguía follándomela con cuidado obedeciendo sus órdenes ella se quitó el vestido dejándome ver sus deseables tetas con las que ya había estado jugando.

—Eres preciosa.

Ella sonrió halagada mientras que mis embestidas comenzaban a coger ritmo y fuerza.

—Ohhhhhh, ohhhhhhhhh, ohhhhh, mmmmmm.

—¿Te gusta?, ¿Te gusta Oleguer?—. Me decía mientras me arañaba la espalda.

—No sabes lo que me pones Hannah.

Entraba y salía cada vez con más ganas en aquel bendito cuerpo y así me lo hacía saber el “ñic, ñic” de los muelles de la cama.

—¡¡Ahhhhhh, ahhhh, ahhhh!!

¡¡ÑIC, ÑIC, ÑIC!!

La cama se movía con tanta violencia que parecía estar flotando en medio de un temporal y yo notaba que aquel polvo estaba llegando a su fin.

—¡¡¡Ahhhhhhhhhhhh!!!, ¡¡¡Ohhhhh!!!, ¡¡¡síiiiiiii!!!

Los dos gemíamos mientras seguíamos el vaivén de nuestros cuerpos desbocados por el placer.

—Mmmmm!, ¡mmmmm!, ¡mmmmmmm! Síiiiii, síiiiiiiiii.

—¿Me puedo correr dentro?—. Le pregunté como pude.

—¡Córrete donde te dé la puta gana cabrón!—. Me contestó ella completamente poseída. Aquella frase fue demasiado para mí:

—¡¡¡Ahhh!!!, ¡¡¡ahhh!!!, ¡¡¡ahhhhhh!!!, ¡¡¡ohhhhhhhhh!!! ¡¡Síiii Hannah Síiii!!, ¡¡Síii!!

Descargué toda mi leche con la fuerza de una cascada mientras ella me mordió con fuerza en un hombro llegando también a un violento y espasmódico orgasmo.

—¡¡¡Mmmmmmm!!!, ¡¡mmmmm!!, ¡mmmmmmmmm!

La saqué de su interior y nos quedamos tumbados uno al lado del otro. Mientras me recuperaba del ejercicio físico pude ver una sombra por la ventana que al verme huyó a toda velocidad, la sangre se me heló.

—Ha sido increíble—. Me dijo ella aún recuperándose y ajena a aquella imagen y yo decidí no contarle nada aunque sabía que probablemente alguien había visto toda nuestra sesión de amor.

Suerte que en unas horas nos vamos de aquí.

 

Nunca juegues con el Diablo

 

Hannah se quedó dormida casi al momento, y luego dirán del os hombres, pensé. Yo enseguida vi que iba a ser una noche muy larga, la imagen de aquella persona que seguro nos había estado espiando no me dejaría conciliar el sueño. Tic tac tic tac, los minutos iban pasando y mi única ilusión era la de estar más cerca del hidroavión. Entre la profunda respiración de la austríaca que seguía dormida como un lirón me pareció oír un ruido en el comedor. Me desperecé un poco y decidí salir a echar un ojo convencido de que todo eran imaginaciones mías, ni siquiera perdí tiempo en vestirme.

Una vez en el comedor lo que vi acabó de aterrorizarme, en el sofá estaba sentado Bokor Justify, ataviado con una especie de túnica negra ceremonial y portando un sombrero también negro que recordaba al de los papas pero en versión siniestra, nunca lo había visto vestido así. Lo más terrorífico era que sobre sus rodillas tenía mi portátil y parecía estar estudiándolo con detenimiento. A su izquierda permanecía de pie inmóvil su hombre de confianza de un solo ojo armado como siempre con su inseparable cimitarra.

El brujo y el puto cíclope de visita no puede significar nada bueno.

El cacique me hizo un gesto de espera mientras parecía estar terminando de leer lo que seguro era mi informe para la universidad. Guardé silencio unos minutos hasta que éste me miró con mirada inquisitiva diciendo:

—Con que una biografía, ¿verdad?

Intenté responder pero no me dejó.

—Desde que te vi supe que no eras de fiar, ningún blanco lo es. Te he abierto las puertas de mi casa y me lo pagas así. Y encima has metido por el medio a la pobre e inocente blanquita putilla, seguro que no te lo perdonará nunca. ¡Laprit pitit chen!

Aquello claramente me sonó a insulto.

—Justify déjame que te cuente…

—Cállate ahora mismo o haré que te despellejen vivo pequeña sabandija. Tres semanas en los que solo me has preguntado por los temas más morbosos de nuestra pequeña sociedad. Veintiún días en los que solo buscabas entregar un informe falaz sobre mí y mi gobierno.

—Pues bien, quizás hay cosas en tus escritos que no son del todo falsas, quizás sí que te hemos ocultado ciertas…tradiciones.

Un segundo después de pronunciar aquellas palabras oí un ruido detrás de mí, giré la cabeza y pude ver a otro de los secuaces del Bokor inmovilizando a Hannah desde detrás con un machete de grandes dimensiones puesto en su garganta. Ella me miraba asustada, completamente desnuda y con su vida a merced de nuestros captores. Al momento un potente ruido se oyó desde fuera de la casa.

¡PUM, PAM, PUM, RATAPAM, PAM PUM, PUM, PAM, PUM, RATAPAM, PAM PUM!

Aquello claramente era el retumbar de unos tambores.

—Dejad a la chica en paz por favor.

A un gesto del Gobernador su fiel hombre cíclope se abalanzó sobre mí inmovilizándome y colocándome la cimitarra presionando la garganta, ahora la europea y yo estábamos en exactas circunstancias.

—¡Déjadlo! Él no tiene ninguna culpa—. Dijo la valiente Hannah demostrándome su aplomo.

—Sébastien, amordaza a la puta lechosa antes de que me haga enfadar.

Al momento éste sacó un pañuelo rojo y se lo introdujo a la fuerza por completo en la boca, haciendo que solo pudiera reproducir forzadas onomatopeyas.

—Mfjghfrmrfjfrfk.

—Bien mis queridos huéspedes, ahora que estamos todos preparados para la ocasión os invito a que me acompañéis al exterior de la casa.

Justify salió primero seguido de nosotros dos obligados a empujones por sus dos soldados.

¡PUM, PAM, PUM, RATAPAM, PAM PUM, PUM, PAM, PUM, RATAPAM, PAM PUM!

Una vez fuera el estruendo de los tambores era ensordecedor y el espectáculo completamente dantesco. Decenas de zombificados vestidos de riguroso blanco se movían torpemente al ritmo de la música que tocaban sus compañeros. Estaban colocados en dos pelotones y entre medio de éstos había una caja de pino. El rey brujo me miró y con una sonrisa infernal me susurró:

—Esa tumba es para tí.

¡PUM, PAM, PUM, RATAPAM, PAM PUM, PUM, PAM, PUM, RATAPAM, PAM PUM!

—Nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, .ou renmen pou yo mèt sèvis o diab.

Los tambores pronto fueron acompañados de los cánticos, aquellos “zombis” eran los acólitos perfectos.

—Como hoy estoy generoso y seguramente es la última vez que hablamos mi buen amigo, o…por lo menos que hablamos con tu alma, haré de traductor. Lo que comentan mis fieles súbditos es: Adoramos al amo, adoramos al Diablo.

¡PUM, PAM, PUM, RATAPAM, PAM PUM, PUM, PAM, PUM, RATAPAM, PAM PUM!

—Nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, .ou renmen pou yo mèt sèvis o diab.

Un poco más apartados de la batucada del inframundo pude ver como dos corpulentos negros vestidos sólo con un taparrabos rojo aguardaban órdenes al lado de un árbol altísimo. Uno de ellos llevaba una pequeña cuerda y el otro custodiaba una cabra. El Bokor se dio cuenta de que me fijaba en ellos y aprovechó para darme sus siniestras explicaciones.

—Veo que ya has visto a nuestros otros invitados, no te preocupes, esa es la sorpresa que le tengo reservada a tu querida amiga, a ti con obligarte a verlo y luego arrancarte el alma me conformo.

—¡Cómo le toquéis un pelo!

Al momento cíclope me golpeó fuertemente en las articulaciones postrándome de rodillas y apretó tanto su espada en mi cuello que incluso sangré debido a un corte superficial.

—Si vuelve a decir una sola palabra córtale el pescuezo—. Ordenó su líder con cara de ofendido.

¡PUM, PAM, PUM, RATAPAM, PAM PUM, PUM, PAM, PUM, RATAPAM, PAM PUM!

—Nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, .ou renmen pou yo mèt sèvis o diab.

—Como te iba diciendo mi insolente y joven amigo, esa es la sorpresa que le tengo reservada a tu ayudante.

Hizo un gesto con la mano y su captor la llevó a empujones lentamente hasta los dos imponentes negros semidesnudos.

—Mgdhhffoekfkdsksddsdlk—. Intentaba hablar ella.

Uno de ellos la cogió con fuerza y la estampó contra el vigoroso árbol y una vez allí la obligó a abrazar el tronco mientras por el otro lado le ataba las muñecas en aquella posición. Al verla inmovilizada, desnuda y de espaldas a aquellos perturbados sentí unas náuseas casi inaguantables.

—¿Nunca te la has follado por el culo verdad? ¿Sabes lo que me ha costado que mis hombres no jueguen con tu puta? Nada les gusta más que una blan, ¡qué una blanca! Nunca nos la has ofrecido, sin embargo tú si disfrutaste reventándole el culo a uno de mis hijas, ¿verdad?

Aquella afirmación me hicieron temblar de manera incontrolada, la mezcla de rabia y miedo se estaba apoderando de mí. ¿Cómo podía alguien ofrecer de aquella manera a sus hijas y encima haberlas educado durante dieciocho años para acabar gozando él mismo de ellas? No podía ser verdad, pero en el fondo de mí sabía que lo era.

—No me dirás que no disfrutaste de mis queridas gemelas, pues bien, eso es lo que haremos hoy nosotros, disfrutar de ella.

El otro mastodonte con taparrabos pidió prestado el machete que minutos atrás amenazaba a Hannah y de un movimiento francamente rápido le cortó el cuello a la cabra. La cabra aguantó unos segundos de pie desangrándose y tambaleándose, segundos que aprovecho éste para recoger parte de la sangre con un gran cuenco de barro hasta que finalmente el animal perdió el sentido y cayó moribundo al suelo.

¡PUM, PAM, PUM, RATAPAM, PAM PUM, PUM, PAM, PUM, RATAPAM, PAM PUM!

—Nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, .ou renmen pou yo mèt sèvis o diab.

Los desalmados parecían excitarse con aquella escena tocando y cantando con más fuerza.

Entre los dos fortachones cogieron el cuenco y le tiraron toda la sangre de la bestia por encima del cuerpo de Hannah, embadurnándola de arriba abajo.

—¡Mfjfejjeffoeofeoffjfeofefofe!—. Intentaba quejarse ella aterrada, atragantándose con el pañuelo.

La frotaron bien por todo el cuerpo hasta que uno de ellos se deshizo ágilmente del taparrabos mostrando una erección descomunal. Aquel pedazo de carne a la parrilla era tremendo y estaba motivado por las sangrientas caricias que le había dado al inocente cuerpo de la austríaca.

—Pwal nan renmen.

—Dice que le va a gustar—.  Me tradujo el líder de los degenerados.

Sin perder el tiempo el musculoso individuo se acercó a Hannah, la abrió ligeramente de piernas con sus pies y colocando su descomunal miembro en la entrada de su culo y mientras la cogía fuertemente por las caderas la embistió sin piedad.

—Li pran l '! Li pran l '! Li pran l '!

La penetró con una fuerza desmesurada empotrándola contra aquel árbol, la violencia de la acción junto a la sangre utilizada como lubricante hicieron que a pesar del tamaño de su polla ésta atravesara a Hannah a la primera como si fuera un sable.

—Li pran l '! Li pran l '! Li pran l '!

—Perdona que me olvidaba de traducirte, lo que dice es algo así como: ¡toma!, ¡toma!, ¡toma!

Aquello pudo conmigo y acabé vomitando encima del a hierva, casi deseando que cíclope aprovechara aquello para que acabara con mi vida de una vez. De hecho, algo dentro de mí ya estaba muerto viendo todo aquello. Cuando terminé de sacarlo todo me di cuenta de cómo Justify negaba con la cabeza en señal de perdonarme la vida.

—Oleguer disfruta de las vistas, esto es lo más cerca que estarás del sexo en tu vida, después de ella procederemos a tu muerte en vida.

Mientras me amenazaba podía ver de reojo como aquel psicópata enculaba a la pobre Hannah una vez detrás de otra, golpeándola sin piedad contra aquel tronco.

Èske li tankou ou san?

—Dice: ¿Te gusta pálida?

—Li pran l '! Li pran l '! Li pran l '!

—Esto creo que ya te lo traduje con anterioridad.

El negro siguió disfrutando del indefenso cuerpo de ella cada vez más excitado hasta que de repente se corrió gritando con gran fuerza y haciendo reaccionar a los “zombis”.

—Pran m' fòs blan bouzen!

¡¡¡PUM, PAM, PUM, RATAPAM, PAM PUM, PUM, PAM, PUM, RATAPAM, PAM PUM!!!

—¡¡¡Nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, nou renmen pou yo mèt sèvis o diab, .ou renmen pou yo mèt sèvis o diab!!!

—Le ha dicho: Toma mi fuerza puta blanca. Muy descortés por su parte me parece—. Dijo Justify con una macabra sonrisa en la boca.

El negro se separó de ella exhausto mientras que pude ver como su compañero se deshacía también de la escasa vestimenta mostrando otra erección ansiosa por apaciguar que no tenía nada que envidiar a la del anterior.

—Se m' vire, pase Etazini ki byen—. Dijo acercándose sonriente.

—Es mi turno, nos lo pasaremos bien—. Me tradujo el gobernador.

Llevaba tiempo observándolos a todos, el líder no parecía ir armado debajo de aquel traje de antipapa, y a parte de la cimitarra de cíclope que apretaba contra mi garganta sólo había podido ver el machete con el que habían sacrificado a la cabra. Los desalmados aunque estaban cada vez más animados parecían poco peligrosos, por lo menos lentos. Me di cuenta que era ahora o nunca.

El violador número dos colocó detrás de Hannah diciendo:

—M ap pete ou bourik.

—Voy a reventarte el c…

Antes de que el Bokor pudiera terminar la frase, inundado de rabia y adrenalina me levanté con toda la fuerza del mundo golpeando con gran violencia en la cara de cíclope con mi cabeza, y con el mismo movimiento conseguí su desconcierto para arrebatarle la espada.

¡Pum!

—¡Arghgh!

Con un segundo más había conseguido atacar a Justify colocándome detrás con el sable en su cuello, igual que habían hecho con nosotros. Cíclope me miró, sangrando abundantemente de la nariz se lo veía desconcertado y aterrado por no haber podido proteger a su líder.

—Cómo uno de tus hombres intenten algo te desangraré como habéis hecho con la cabra.

Mi prisionero hizo un gesto con la mano en señal de cautela a sus hombres.

—Dile al monstruo que se aleje de Hannah, ¡AHORA!

—Blan fèy.

Al instante el que pretendía ser su segundo agresor se alejó lentamente luciendo aún una tremenda erección.

—Que la desaten.

Rápidamente el hombre que portaba el machete fue directo al árbol y la liberó de la cuerda que ataba sus muñecas.

—Hannah, corre ve a por el quad.

Ella miraba hacia todos lados, no sabía que parte de la sangre pertenecía a la cabra y cual a sí misma.

—¡¡¡Hannah!!!, ¡¡ahora!!, ¡¡orre!!

Ella enseguida recobró el sentido haciendo gala de su fortaleza una vez más, era una mujer única, una entre un millón. Le arrebató el cuchillo a su captor y yendo hacia el fortachón negro que seguía empalmado como una mula le cortó la polla de cuajo haciendo que esta cayera a plomo en el suelo en medio de un chorro de sangre.

—¡¡Arrghhhhhhhhhhhhhhhh!

Éste se retorció de dolor mientras sus compañeros huían despavoridos mientras Hannah le decía:

—A ver si ahora le puedes dar por el culo a alguien hijo de puta.

Después de esto desapareció corriendo de la escena.

—Sabes que no podrás salir de la isla—. Dijo Bokor Justify amenazante.

—Vuelve a decir una palabra y seré yo quien te despelleje. ¿Ahora tus zombis no cantan ni tocan verdad? Si te portas bien no te mataré, no soy un asesino, pero vete olvidando de tu Isla Serpiente.

Los zombificados se movían erráticamente, nerviosos por aquella situación, y entre sus hombres solo quedaba el fiel cíclope, que era consciente de que tenía la sartén por el mango.

—Eres un degenerado hijo de puta, espera, te lo voy a traducir, significa que eres un degenerado hijo de puta—. Le dije paladeando mi pequeña victoria.

Pronto oí el ruido del motor y la valiente austríaca hizo acto de presencia pilotando el quad derrapando a escasos metros de mí. Se acercó y me dijo.

—¡Vámonos!

Empujé al infernal amo con todas mis fuerzas estampándolo contra el suelo, tiré la espada lo más lejos que pude y monté de paquete en aquel vehículo. Rápidamente Hannah aceleró y fue directa al camino que llevaba a la playa. Entre la jungla pude apreciar que cada vez la noche estaba más clara y me sorprendió como ella podía conducir aquella cosa con tanta destreza sin mucha luz y en medio de aquel precario camino de tierra que a ratos era inexistente.

¡BANG! ¡BANG! ¡BANG!

—¡Arrghhhhhhhh!

Me había equivocado, el maldito brujo llevaba una pistola escondida y disparaba entre los árboles con una puntería de otro mundo. Sentí un dolor fortísimo en un hombre y supe al momento que me habían herido, notaba la sangre manar por mi brazo.

¡BANG! ¡BANG! ¡BANG!

Por suerte la segunda ráfaga no fue tan certera, sabía que cada vez estábamos más lejos del peligro, más cerca de casa.

—¿Estás bien?—. Me preguntó ella sin perder de vista la carretera y a gritos esquivando el ruido del motor.

—No es nada, una herida superficial.

Siguió a toda velocidad mientras oí una tercera ráfaga ya muy lejana.

¡Bang! ¡bang! ¡bang!

Por favor que los Belgas hayan llegado ya.

Seguimos un rato más por aquel camino, Hannah conducía como una auténtica especialista de cine, hasta que llegamos a la ansiada cala. Estaba amaneciendo y pude ver como el hidroavión ya estaba en el agua haciendo maniobras de aproximamiento. Al vernos llegar a toda velocidad desnudos y heridos enseguida Didier salió del aeroplano y vino corriendo a socorriendo. Aparcamos el quad y fuimos corriendo hacia él.

—Qu'est-ce qui vous a passé?—. Nos preguntó éste francamente preocupado.

—No hay tiempo Didier tenemos que salir de aquí, ¡corre!

Nos ayudó a subir al avión que aún tenía las hélices en movimiento, una vez dentro éste fue cogiendo potencia hasta que después de avanzar unos cien metros por aquel calmo mar consiguió despegar.

Los belgas nos miraban de reojo entre asustados e intrigados, Frédéric pilotaba lo más rápido posible mientras Didier nos ofrecía un par de toallas limpias.

Hannah y yo nos miramos, sabedores de nuestra aventura, de todo lo que le habían hecho. A pesar de todo, la mirada era de amor.

—Didier, Frédéric, es una larga historia…

 

FIN

 

*Sin duda el relato más difícil que he escrito hasta la fecha debido a los problemas idiomáticos y a la ambientación. Espero vuestros comentarios.