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Cruzando límites

en Amor filial

Cruzando límites

El juego

Todo comenzó, si recuerdo bien, cuando teníamos catorce años. Mi hermana melliza y yo siempre habíamos tenido una relación excelente. Evidentemente que en todas las familias hay discusiones y problemas pero para mí Ana era también mi mejor amiga. Supongo que el convivir durante nueve meses en el vientre de una madre une a cualquiera. A esa edad, el inicio de la adolescencia, cualquier cosa que suene prohibido o peligroso gusta, fue entonces cuando se inventó el juego. Éste era muy sencillo, se trataba de retarnos por turnos hasta que uno se rindiera. Ni siquiera habíamos hablado de cuál sería la penalización del perdedor, la gracia consistía en lanzar retos factibles, que costaran pero fueran posibles de hacer, y así ir incrementando la dificultad de éstos poco a poco.

Los años habían ido pasando y nos encontrábamos ahora en nuestro último año de instituto y con la mayoría de edad cumplida. A los dieciocho años ella se había convertido en una mujercita, sin duda la mejor formada de la clase. No eran pocos los comentarios que me hacían mis amigos sobre ella pero lejos de molestarme me hacían gracia. Medía un metro sesenta y ocho y debía pesar unos cincuenta y cinco kilos. Era rubia de ojos marrones y muy guapa de cara. Llevaba el pelo largo más allá de los hombros y éste era bastante ondulado y con mucho volumen. Por lo demás podríamos decir que era voluptuosa, bastante si consideramos la edad y la comparamos con el resto de nuestras compañeras. Bromeando sobre que ya tenía más pecho que mamá le había tomado las medidas varias veces con el metro que teníamos en casa. Lucía unos bonitos 90-63-95 que eran la delicia de muchos salidos de mi clase. Sus pechos eran grandes y bonitos, turgentes y firmes, tenía una cintura bastante plana y un culo respingón y duro que sin duda incitaba a más de uno a perrear. Las piernas no eran delgadísimas como las típicas anoréxicas de mi curso pero eran tersas y bonitas. Era una chica natural y sexy, con curvas, no una top model enfermiza que se estila ahora.

Por mi parte mido un metro setenta y ocho y soy bastante atlético. Juego al fútbol desde niño y esto ha hecho que siempre me mantenga en forma. De cara probablemente ni guapo ni feo, suficiente para retener a mi novia Carol durante dos años. Ahora mismo llevo el pelo rapado al uno gracias a mi hermana ya que fue el último reto que me lanzó.

¿A qué no te atreves a raparte al uno?

Pues sí, ante la incomprensión de mis padres me atreví.

Durante los cuatro años que llevábamos jugando ninguno de los dos se había negado a hacer ninguna de las pruebas que el otro le había marcado. Con más o menos quejas ambos habíamos cumplido. Éstos no habían pasado de pequeñas pruebas o gamberradas, raparse, gastar alguna broma a nuestros padres, vestirse de alguna manera ridícula, cosas así. Rabioso por mi nuevo y obligado look planeaba ya mi venganza. Se la dije mientras desayunábamos un jueves en la cocina antes de ir al instituto:

—¿A qué no te atreves a pedirle salir a Juan?

—¿Qué Juan?

—Juan Rojas

—¿Juan Rojas? No me jodas Dani, ¿Rojas el pajas?

No pude evitar reírme con tan solo imaginármelo. El pobre chico no tenía nada malo, era el típico chaval poco agraciado con gafas y delgadito. Le llamaban el pajas no porque fuera un pervertido ni mucho menos, simplemente porque tenía la cara llena de granos.

—¿No se te ha ocurrido nadie peor no pequeño monstruo?

—Jajajaja, vamos Ana, a él seguro que le hace ilusión.

—¡Eso espero! ¡Me rechaza y me hago monja!

El desayuno siguió entre risas y comentarios jocosos, estaba claro que mi hermana había aceptado el reto, ya estaba impaciente.

Recuerdo perfectamente como ese mismo día en el recreo se le acercó Ana. Juan estaba sentado en uno de los bancos del patio con dos de sus inseparables amigos que eran tan o más frikis que él. Vete tú a saber de qué hablaban, de cómics, de manga, ni idea. Apareció ella vestida con un top blanco que resaltaba sus dotados pechos y  suficientemente corto como para que le viera el ombligo y unos tejanos ajustados y desgastados que dejaban en muy buen lugar su culo de bailarina cubana. No podía oír lo que decían, me había quedado a una distancia prudencial, pero por la cara de asombro que pusieron los tres estaba claro que mi hermana había comenzado el reto. Apenas dijo unas palabras el chico que Ana se despidió regalándole una sonrisa picarona. Vino directa hacia mí diciéndome:

—Estarás contento, mañana vamos al cine a ver no sé qué mierda de super heroes.

Ni siquiera pude contestar de la risa que me entró.

—Ríe Dani ríe, que ya te prepararé yo una buena.

El día transcurrió entre la monotonía de las clases, las constantes bromas por mi parte y sus sobre actuadas quejas. Llegó el viernes y para hacerlo más divertido decidimos que cuando terminasen las clases iríamos al cine en plan dobles parejas, Carol y un servidor y mi hermana y su nueva conquista. Cuando le comenté el plan a mi novia se quedó tan sorprendida que no fue capaz ni de preguntarme el porqué de todo aquello, pensó que a lo mejor metía la pata insinuando que aquel chico y Ana no pegaban ni con cola. La película fue de lo más graciosa, mientras mi chica y yo nos dábamos el lote Juan no paraba de comentar todos los entresijos de la película con mi pobre hermana, que se hacía forzadamente la interesada para no romperle el corazón. Terminó todo y nos despedimos de nuestras respectivas parejas, volviendo juntos paseando en dirección a nuestra casa Ana dijo:

—Te reto a que le digas a Carol que eres gay.

—¿¡¡Cómo???

—Ya me has oído pequeño monstruo, a ver si te ríes ahora.

—Ana tía cómo te pasas, me las voy a cargar eh.

—Será sólo un día querido hermanito, al día siguiente le puedes contar que era todo una broma,  siempre y cuando no cites nuestro juego claro está, ya conoces las normas.

—Muy bien Ana muy bonito, que fin de semana tan guay me espera. Yo por lo menos he hecho feliz a Juan, ya debe estar en casa encerrado en el baño pensando en ti.

—Eres un degenerado Dani.

Los dos nos reímos.

Sábado por la mañana me presenté en casa de mi novia, llegué temprano ya que éramos prácticamente vecinos. Llamé al interfono y le dije a su madre si podía bajar, a lo que me contestó muy amablemente que ahora se lo decía. En menos de diez minutos ya estaba en el portal, vestida con un chándal de estar por casa y con cara extrañada por mi improvisada visita.

—¿Guapetón estás bien? Te veo muy serio.

Después de aquella frase lo mío fue un mejunje de frases hechas y sin mucho sentido explicando que me había dado cuenta repentinamente de que era gay. Ella me miraba con los ojos perdidos, sin entender nada, aquel reto no estaba teniendo ninguna gracia, pero el juego era el juego. Seguí divagando un rato más hasta que ella finalmente me dijo que no quería hablar más del tema y se fue llorando cerrándome la puerta del portal. Volví a casa lento y cabizbajo y cuando llegué mi hermana me preguntó sonriente:

—¿Ha ido bien tu salida del armario?

—Ya he cumplido Ana, ha sido todo muy gracioso, ahora déjame en paz quiero estar solo.

—Joder Dani…—. Antes de que terminara la frase yo ya me había encerrado en mi cuarto.

Aquel día no volvimos a hablar, algo extrañísimo entre nosotros, nos habíamos dado cuenta de que el reto había sido un patinazo, algo que lejos de ser divertido y emocionante se había convertido en una crueldad. Las horas transcurrieron lentamente hasta que el domingo con la prueba oficialmente superada intenté contactar con mi novia desesperadamente, pero ésta no contestaba ni las llamadas ni los mensajes de texto. Volví hasta su casa pero en esta ocasión su madre no me contestó amablemente, de hecho ni siquiera lo hizo. Supongo que el que el portero electrónico tuviera cámara no ayudó. Sentía una angustia inmensa, ganas incluso de llorar, hasta que por la tarde recibí el fatídico mensaje al móvil.

Hemos terminado, no intentes hablar conmigo, ni en clase ni en ningún lado, necesito tiempo.

 

Perdiendo el rumbo

 

Una semana después me había quedado sin novia y parecía que casi sin hermana. A penas nos habíamos dirigido la palabra, estaba francamente dolido con todo lo que había pasado y aunque Ana se había disculpado y había intentado acercarse a mí en innumerables ocasiones yo la había rechazado siempre. Incluso nuestros padres preocupados y conscientes del ambiente enrarecido que había en casa habían intentado hacer de mediadores entre nosotros dos, pero yo necesitaba mi tiempo.

Eran las once de la noche aproximadamente cuando decidí ir a la habitación de mi querida hermana. Llame con un suave toc toc a la puerta y enseguida oí su voz que me invitaba a pasar. Cuando entré la vi prepara ya para ir a dormir. Estaba tumbada en su cama leyendo una revista, llevaba puesto una camiseta vieja de color blanco y un culot negro a modo de pijama.

—¿Puedo sentarme?—. Dije señalando el borde de la cama.

—Claro que puedes, ¿me has perdonado ya?

—Estoy en ello hermanita, estoy en ello.

—Joder Dani se me fue de las manos ¿vale?, te juro que lo último que quería es que la cosa acabara así.

—Sí ya lo sé, lo sé…

—Pues pasemos página, haré lo que quieras, intentaré hablar con ella si crees que servirá de algo, no sé…¿qué puedo hacer?

Me di cuenta que en aquella vieja camiseta se marcaban los pezones de mi dulce hermanita y creo que aquello me inspiró.

—Olvida este tema Ana, está todo bien.

Me acerqué a ella y la abracé, ella me devolvió el abrazp aún más fuerte aliviada por aquella conversación, y teniendo mis labios al lado de su oído le susurré.

—Te reto a que le hagas una paja a Juan el pajas.

Giró inmediatamente la cabeza hacia mí con cara de indignación.

—¿Te has vuelto loco del todo o qué?

—El juego continúa Ana.

—Pues he perdido, ¿te queda claro?

—Tu misma, pero en juego hay mucho más que demostrar quién es más atrevido de los dos o una especie de estúpido concurso, después de lo de Carol me lo debes. Si quieres que todo vuelva a estar como antes ya sabes lo que tienes que hacer.

—Tú estás gilipollas—. Dijo ella resignada con la mirada perdida hacia abajo.

—Lo que tú quieras guapa pero ya estás retada, y obviamente no puedo fiarme de tu palabra, voy a tener que verlo.

Sin darle tiempo a réplica me fui de su cuarto directo al mío, aquella fue la primera noche que dormí bien desde mi ruptura.

Dos días después estaba todo preparado, el pobre Juan era tan pardillo que sabía que no necesitábamos una logística demasiado trabajada para llevar a buen término la acción. Quería ser testigo de aquella hazaña y no me apetecía andar escondiéndome. Mi hermana le mandó un mensaje de texto citándolo en el gimnasio del instituto a las cinco, sabíamos que a aquella hora estaría vacío. Llegamos diez minutos tarde y lo vimos allí esperando, apoyado en una de las espalderas. Se sorprendió al vernos llegar a los dos y yo aproveché para estrecharle la mano sonriente. Enseguida Ana empezó con el sencillo plan.

—Hola guapo. Te he hecho venir porque quería decirte que el otro día en el cine me lo pasé muy bien contigo, eres un chico muy simpático e inteligente y quería preguntarte si crees que hay alguna posibilidad de que sienta algo por mí.

—¿Y…yo?—. Tartamudeó el pobre chico poco habituado a que hembras así se le declarasen.

Mi hermana muy consciente de sus atributos se había vestido para la ocasión con una cortísima falda y una blusa que le quedaba muy ceñida. Desabrochándose dos de los botones de la blusa y mostrándole su espléndido canalillo con sus grandes pechos encerrados en un sujetador negro prosiguió mientras se acercaba más a él:

—Claro Juan, desde aquel día no puedo dejar de pensar en ti.

Sin darle tiempo a decir nada le besó dulcemente en los labios, el pobre pardillo estaba en el cielo. Sin perder ni un segundo bajó una de sus manos y la puso en el bulto de su pantalón, con muy poco había conseguido que su miembro quisiera salir de aquel vaquero que por momentos le iba más y más ajustado. Mi hermanita lo había tenido muy fácil.

—¿Entonces qué, crees que podría gustarte?—. Insistió ella con voz queda mientras le seguía besando sensualmente sin dejar de acariciarle sus partes por encima de la ropa.

—A mí me pareces un chico super sexy.

Éste permanecía inmóvil, disfrutando de algo que no se habría ni atrevido a soñar, mientras que Ana le comía la boca y frotaba cada vez con más decisión. Le desabrochó el pantalón lentamente y se lo bajó hasta las rodillas y después de juguetear unos segundos por encima del ridículo slip blanco que llevaba se lo bajó también dejando al descubierto una increíble erección.

Vaya con el pringao, todo lo que no tiene de musculoso lo tiene de dotado.

Ana al ver aquel pedazo de carne lo miró provocativa.

—Pues sí, yo creo que algo sí que te gusto, ¿verdad?

El pobre chico solo fue capaz de asentir con la cabeza mientras ella ya había empezado a acariciarle el aparato sin dejar de besarle, creo que quería acabar rápido con aquello, y sin duda sabía cómo hacerlo. Por mi parte yo estaba allí siendo un testigo de excepción, y os confieso que también empezaba a notar una pequeña erección.

Ana pasó de las suaves caricias a agarrarle con ganas la polla y a sacudírsela sin piedad.

—¿Te gusta así Juan, te gusta?

—Ohhh, ahhhh, sí, sí, me gusta, ¡me gusta!

Creo que aquella fue la primera frase completa que le oí decir al muchacho. Ana siguió pajeándole mientras le había cogido la cabeza y se la había incrustado entre sus abundantes pechos y en cuestión de unos segundos éste se corrió sin poder evitarlo, lanzando todos sus lechazos contra la escasa falda mi hermana.

—Arrggg, ahhhh, ahhhhhh.

No creo que el chaval hubiese aguantado más de tres minutos con la mano de mi hermanita en su polla pero su cara era de satisfacción total. Mi hermana le acabó de ordeñar con unas suaves sacudidas y dándole un dulce beso en aquella cara llena de granos le dijo:

—Nos vemos guapo.

Yéndonos del gimnasio me miraba de reojo.

—Por lo menos podrías darme un pañuelo, joder como me ha puesto el tío.

—Sabía que te había gustado Ana—. Le dije riéndome de mi propia broma.

—Ja-ja-ja, muy gracioso, dame algo para limpiarme la falda anda. Estarás contento, acabas de prostituir a tu hermana.

Después de aquello nuestra relación mejoró, yo estaba triste por lo de mi novia pero sentía que me había vengado bien. Ella tuvo que aguantar como el pobre Juan la seguía arriba y abajo por el instituto, sabía que depende de lo que le dijera podía romperle el corazón. Estábamos un día en clase, nos sentábamos juntos como hacíamos a veces y esperábamos nerviosos la llegada del profesor de matemáticas ya que teníamos examen final de la materia. Repasaba por última vez los apuntes cuando Ana me susurró al oído:

—Te reto a que suspendas.

Yo me quedé petrificado, era de las asignaturas que mejor se me daban y estábamos en el último curso, aquello podía ser mi ruina.

—¿Pero qué dices? Me buscas la ruina Ana.

—El reto es ese.

—Joder, como no me lo saque en la recuperación me quedo sin poder hacer la selectividad, y encima me va a bajar la media de todo el bachillerato.

Ella no hablaba, solo me miraba sonriente mientras yo seguía con mis alegaciones.

—Sin hablar del cabreo que se pueden pillar papá y mamá, lo van a flipar.

—Mira hermanito, esto es fácil, si no haces el reto pierdes y se terminó el juego, tampoco pasa nada.

Mi mirada era de desesperación, pero Ana sabía que dejar la conversación allí significaba que aceptaba el reto. Recibí el examen que constaba de diez preguntas valoradas en un punto cada una y me aseguré de contestar seis de ellas mal. Antes de entregarlo le susurré:

—Cómo te pasas tía—, y entregué resignado el control.

Camino a casa me consolaba irónica.

—Vamos pequeño monstruo no es para tanto. Siempre sacas mejores notas que yo, ésta me la debías.

Yo  no tenía ni ánimos de entrar en una discusión, me quedaban pocos días hasta que se corrigiese el examen y saltasen todas las alarmas. Mi cabeza ya maquinaba cual sería la próxima prueba.

—Vamos Dani si no hablas esto no es divertido.

La miré fijamente mientras mi rostro mutaba de la indignación a algo más malévolo y respondí:

—Te reto a que te masturbes en clase.

—¿Pero tú qué coño dices niño?

Ana se había cabreado de verdad, pero a mí ya no me afectaba en lo más mínimo. La seguía mirando con una sonrisa cínica mientras ella se desahogaba.

—¿Te has convertido en un pervertido o qué? ¿Ahora todos los retos tienen que ver con pajas? Esto no va así eh. Estás cambiando tío.

—Chica no te sulfures, que no hace falta que des el espectáculo tampoco eh, si lo haces bien no tiene que verte nadie.

—No claro, es facilísimo meterte los dedos y tocarte con veinte personas en una clase. ¡Qué emoción!

—Mira Ana cada uno elige los retos, puede que yo me quede sin futuro o mínimo sin verano por tu culpa, yo solo te pido que te lo pases en grande en horas lectivas. Porque obviamente tienes que llegar al orgasmo o el reto no se completa.

—Dani se te está yendo la olla, sabes que en el examen de recuperación sacarás la nota que quieras y a mí me estás pidiendo cosas imposibles.

—De imposible nada, es posible e incluso fácil, tienes hasta mañana para pensártelo, si decides no hacerlo pierdes el juego y ya está, ningún problema.

El resto del día no nos dirigimos la palabra, empezaba a ser habitual entre nosotros. Dormí mal con la emoción de pensar si sería capaz o no. Aquello incluso me estaba excitando. Por la mañana, por primera vez en nuestra vida a no ser que alguno de los dos estuviera enfermo fuimos por separado al instituto. Yo llegué puntual, ya estaba sentado en el último pupitre de clase reservándole el sitio de al lado cuando llegó ella. ¡Qué lista era mi hermanita!, llevaba puesto un jersey negro ajustado y unos tejanos que sin duda eran los más anchos que tenía en su armario, una estética un tanto skater para entendernos. Cuando lo vi con aquellos pantalones que llevaban mucho desterrados de su vestuario, me di cuenta que lo iba a hacer.

Se sentó a mi lado mientras me decía:

—Dame tu jersey.

Se quitó ella a su vez el suyo, luciendo un top blanco que como casi toda su ropa le iba muy ceñidita, y quitándome el mío de las manos se  puso los dos encima de los muslos. Volvió a mirarme y sonriendo me dijo:

—Ahora toca latín, la tonta de Guillermina es ideal para tus perversiones. Por lo menos te has puesto al final de todo de la clase, un detalle por tu parte.

Mi hermana era increíble, definitivamente lo iba a hacer. Empezó la clase con el jaleo habitual que hay siempre con Guillermina en frente, probablemente era la profesora con menos autoridad que había habido nunca. A los diez minutos Ana volvió a sonreírme y vi como deslizaba lentamente su mano derecha por debajo de los jersey estratégicamente colocados. Oí el ruido del primer botón desabrochándose e incluso como bajaba la cremallera poco a poco. Yo estaba completamente alucinado, nunca dejaría de sorprenderme. Observándole el brazo y el bulto de la ropa podía imaginar cómo lentamente había comenzado a acariciarse, seguramente el clítoris y cómo cada vez iba cogiendo más ritmo.

—Mmm, mm, mm.

Ana empezó a lanzar minúsculos y casi imperceptibles gemiditos a medida que seguía acariciándose y yo no podía creerme el espectáculo que estaba viendo y como era posible que nadie se estuviera dando cuenta.

—Mmmmmm, mmmm, mmmm.

Seguía con aquellos pequeños gemiditos que poco a poco se incrementaban mientras podía percibir perfectamente el movimiento circular de su mano. Ella no se atrevía a mirarme pero os puedo asegurar que tenía la cara de viciosa más bestia que jamás he visto.

—Auu, mmmm, oh, mmmm.

Aunque sus signos de placer eran casi inapreciables yo cada vez los oía más fuerte, retumbaban por dentro de mi cabeza. Miraba su cara y sus partes cubiertas de nuestra ropa alternativamente, y pude ver como ella había comenzado a morderse el labio inferior para intentar no hacer demasiado ruido. Siguió masturbándose y observé como poco a poco acompañaba los gestos de su camuflada mano con el pequeño vaivén de sus caderas. Adelante y atrás, adelante y atrás, se movía de esta forma claramente retorciéndose de placer en aquel pequeño asiento del pupitre. No me había dado ni cuenta cuando de repente reparé en que tenía una brutal erección. Se me había puesto tan dura que me sentía incomodísimo allí sentado. Eso me preocupó, me estaba excitando viendo a mi hermana en aquella situación y no era la primera vez que me pasaba.

Mi hermana siguió con su trabajito de autosatisfacción, cada vez más desatada pero invisible al resto de nuestros compañeros.

—Ahhh, ahhhh, ahhhhh.

Su mano parecía que estuviera centrifugando allí abajo, se tocaba con furia mientras para seguir disimulando había reposado su cara contra el pupitre para intentar no ser oída. Pude ver claramente como el movimiento acompasado de sus caderas se convertía en tres o cuatro diminutos espasmos mientras lanzaba el gemido más agudo de todos.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhh, mmmmmmm.

Miré hacia todos lados y pude ver como nadie se había percatado de nada, mi hermanita había tenido un orgasmo. Su respiración era fuerte y profunda y mientras intentaba estabilizarla pude oír como volvía a subirse la cremallera y se abrochaba el botón debajo de los jerseys.

—¿Contento?—. Me dijo mirándome por primera vez en un buen rato.

—No sé no sé, ¿cómo sé yo que no lo has simulado todo?

—¿Qué cómo sabes tú…qué…?

Balbuceó un poco y de repente alargó su mano derecha hacia mí y me la restregó en la mejilla dejándomela completamente viscosa.

—¿A ver listo tú que crees que es este flujo?

—¡¡¡Serás guarra!!!

Nos reímos tanto con aquello que hasta la tontita de la profesora nos acabó llamando la atención.

De mal en peor

 

Después de aquella excitante experiencia en clase no me podía quitar la imagen de la cabeza. Hacía mucho que mi hermana no tenía novio formal, y no dejaba de pensar que el chico que la conquistara sería muy afortunado. Nuestra relación volvía a ser bastante buena, pero yo estaba atormentado porque en una semana no había recibido ningún reto y temía que Ana fuera especialmente maquiavélica. Esperó pacientemente hasta el fin de semana y aprovechando que mis padres miraban la televisión en el comedor y yo estaba distraído jugando a la consola en mi cuarto irrumpió de golpe diciendo:

—¿A qué no te atreves a darte una vuelta con el coche de papá y qué te detengan?

Giré mi cabeza y me quedé mirándola, oyendo de fondo como mi personaje del videojuego era brutalmente asesinado ante mi pasividad.

—¿Tú te has propuesto que nuestros padres me echen de casa o qué? Esta semana ya he tenido bronca por lo del examen de matemáticas, tuve que contarles una milonga de que no me encontraba bien y tengo la sensación de que no me han ni creído.

—Mira niño, tu no paras de pedirme guarradas y yo estoy trabajando en perjudicar ligeramente tu fama de niño que no ha roto un plato, así es el juego. Seguro que se te ocurrirá algo.

—Joder Ana pero que no me he sacado ni el carné, y soy mayor de edad, se me va a caer el pelo.

—Hoy no tengo ganas de discutir, ríndete y terminamos. Además, ya te he hecho parte del trabajo sucio.

Me tiró las llaves del BMW de mi padre encima de la cama y sin añadir nada giró sobre sus talones y se fue por donde había venido. Cogí las llaves y me quedé un rato mirándolas pensativo, me vestí para salir a la calle y fui a buscarla a su habitación.

—¿Oye y no te sirve con robarle el coche y que no me detengan? Nunca he conducido el coche de papá quizás no hace falta ni forzar la situación—. Dije guiñándole un ojo.

—Te tienen que pillar haciendo algo.

—Eres una cabrona—. Le dije mientras cerraba la puerta de un portazo.

Fui al comedor y con un simple “salgo un rato” dejé allí a mis padres sin opción a réplica, los pobres no podían ni sospechar que tramaba. Saqué el BMW con no pocas dificultades del parking, aquello parecía un campo de batalla pero con columnas en vez de minas. Conduje directo a uno de los cruces más transitados de la ciudad, sabía que en aquella intersección casi siempre había un agente de tráfico. Esperando en el semáforo notaba como me sudaban las manos y como temblaba, pero estaba decidido a complacer a aquella pequeña zorra en la que se había convertido mi hermana. Antes de que éste se pusiera verde arranqué velozmente, casi me estampo contra otro coche que y el agente no tardo ni dos segundos a darme el alto pitando con su silbato como un poseso. Cuando éste se dio cuenta que no solo no tenía carné sino que además el coche no era mío no tardó ni dos minutos en llamar a mis padres.

La tarde fue muy larga, y la bronca descomunal, en un minuto había perdido muchas cosas. La broma me iba a costar una multa, un cursillo de educación vial, servicios a la comunidad y unos padres que no entendían que pasaba con su hijo que nunca había dado problemas. Creo que era de madrugada cuando mis padres aún seguían sermoneándome intentando comprender que me estaba pasando, mientras Ana se hacía la afligida cuando la miraban y cambiaba la expresión a burlona cuando era yo quien la observaba.

Me las vas a pagar zorra.

Dejé que pasaran un par de semanas, quería que los ánimos en casa se relajasen. Durante aquellos días hice como si nada hubiera pasado, seguía amigable y simpático con mi hermana pero la procesión iba por dentro. El curso estaba a punto de acabar y mientras Ana pensaba en sus vacaciones en la playa yo ni siquiera sabía si tendría verano. Era probable que me lo pasara entre cursillos, trabajos sociales y estudios. La llegada del calor aún me puso de peor humor. Lo peor es que aunque ella no lo supiera algo entre nosotros dos se había roto, no solo había dejado de tener gracia el juego sino que cada vez pensaba más en ella como…otra cosa…y no como mi hermana. Las dos pruebas que le había hecho hacer, la paja a Juan y la suya propia me habían acabado por joder más a mí que a ella. No podía evitar imaginármela follando con su ex novio Javi, el cual era uno de mis mejores amigos, no podía quitarme de la cabeza la expresión de viciosa de Ana mordiéndose el labio inferior para no regalar a toda la clase un recital de gemidos. Sabía que estaba en un terreno muy peligroso.

Estábamos todo el fin de semana solos en casa ya que mis padres habían ido a celebrar su aniversario de bodas a un hotel en la costa cuando decidí que había llegado el momento. Ana se encontraba en el comedor mirando un programa de cotilleos cuando la fui a buscar.

—Hermanita ya tengo reto para ti.

—¡Joder no me asustes!

—Tranquila te doy mi palabra que éste es el más fácil que te mando, se nos ha ido un poco la olla últimamente.

Ella permanecía atenta mirándome.

—¿Sabes el bikini naranja que te has comprado para las vacaciones?

—Sí, claro.

—Pues quiero que te lo pongas y vengas a mi habitación.

—¿Para qué?

—Nada solo eso.

—No entiendo nada Dani, ¿a qué juegas?

—A nada Ana, es una chorrada de verdad, no tendrás que hacer nada de nada, solo ponerte el bikini y venir a mi cuarto.

Ella se quedó extrañada y yo me fui a esperarla. Al poco rato apareció por la puerta. Estaba increíble, sabía perfectamente como le quedaba aquel traje de baño. Era naranja casi fosforito pero su mejor cualidad es que era diminuto. Una prenda diminuta cubriendo un voluptuoso y curvilíneo cuerpo. La parte de arriba eran dos pequeños triangulitos que apenas podían cubrir las increíbles tetas de mi hermana, unidos por unas finísimas tiras de ropa. Era de tela tan fina que en él se marcaban perfectamente sus pezones. La parte de abajo era muy parecida, otro diminuto triángulo que cubría el más que probable rasurado o arreglado coño de mi hermana y que por atrás tenía forma de tanga. Solo con verla traspasar la puerta se me puso dura. Ella me miró desconcertada y me preguntó:

—¿Eso es todo?

—Casi hermanita casi, a ver date la vuelta.

Me obedeció perpleja girándose lentamente y dejándome ver su casi desnudo y precioso culo, que seguía tan sexy como siempre. Tiene cuerpo de latina pensé.

—¿Ya?

—Solo falta la última cosa niña, estírate en mi cama.

—¿Para qué?

—Para nada joder, te prometo que no tienes nada más que hacer, te estiras en mi cama así vestida unos minutos y ya te puedes ir.

Obedeció cada vez más extrañada, se tumbó en mi cama individual mientras yo seguía de pie repasándola con la mirada. Qué buena que estaba.

—¿Ya me puedo ir?

—Ahora solo tienes que quedarte así en silencio unos minutos.

Sin pensármelo y con el pulso acelerado me bajé el pantalón de chándal y el calzoncillo dejando al descubierto mi miembro que estaba tieso como un sable samurái.

—¡¡¡¿¿¿Pero qué mierda te crees que haces???!!!

Se incorporó enfadadísima por aquello pero la cogí de los hombros y la baje con firmeza pero suavidad sobre la cama de nuevo mientras le decía:

—¡Tranquila joder! ¡Qué no te voy a hacer nada! Te juro que no te voy ni a tocar, todo tiene una explicación y te prometo que dentro de un momento lo sabrás. Pero el reto va de esto, solo tienes que quedarte aquí tumbada y en silencio. Una palabra más y prueba no superada. Lo tienes muy fácil Ana.

Volvía a estar estirada mientras me miraba inquisitivamente, no entendía nada y era normal. Yo seguí con el plan, viendo aquel espectacular cuerpo comencé a masturbarme ante los ojos de indignación de ella. Parecía medio en shock, estaba tan quieta que casi parecía dormida, estaba cumpliendo el reto a la perfección. Seguí pajeándome cada vez con más ganas, la verdad es que estaba excitadísimo, en más de un momento pensé en abalanzarme sobre ella, pero debía cumplir con las normas de la prueba.

—Ohhhh sí Ana, así, quédate quietecita.

Subiendo y bajando pieles empezaba a gemir de placer, viéndola allí indefensa me imaginaba como sería una mamada con aquellos sensuales labios, penetrarla salvajemente o incluso follármela por el culo. La puta se merece que la traten como tal, me decía constantemente como un mantra para convencerme a mí mismo de que aquello era normal.

—¡Ohhhh, sí Ana ya falta poco, síiii, síiiiiii, síiiiiiiiii!

—Mmmmm, mmmmmm, mmmmmmm.

Seguí un rato dándole a la zambomba fantaseando en cómo debería ser acariciar aquella piel suave, entrar dentro de aquellos muslos. Noté que ya no podía más, tenía la polla a punto de explotar, me atormentaba pensando que quizás había aguantado menos incluso que el suertudo de Rojas el pajas, y eso que ni siquiera me había tocado. Me acerqué a ella y apuntando en el escote descargué todo mi semen en aquellas tetazas llegando al orgasmo entre espasmos.

—¡¡¡Ahhhh, ahhhhhhh, ahhhhhh, ohhhhhhhhhhhhh, ohhhhhhhhhhhhhhhhh!!!

Embadurnada de semen me miró con auténtico odio mientras yo le aclaraba:

—Te has comportado como una auténtica zorra con mis pruebas, por tu culpa ya no puedo tener ni novia y voy a pasar un verano de mierda. Quería que supieras como es sentirse como una puta, esta era tu prueba.

Ella se sentó en la cama y limpiándose mi leche con mi almohada me contestó casi en un susurro.

—Estás fatal…

—Lo siento hermanita pero estas son las cosas que se me ocurren cuando te veo, cosas que le pediría a una puta.

Ella permanecía cabizbaja mientras terminaba de limpiarse el canalillo, se levantó y pude ver que tenía una lágrima recorriendo toda su mejilla, se fue de mi habitación diciendo:

—El juego ha terminado.

 

Perdiendo el control

 

El juego había terminado, y no solo eso, también nuestra relación. No nos dirigimos ni una sola palabra en dos semanas ni fuimos juntos al colegio. Una vez en clase no volvimos a sentarnos juntos, ni tan solo cruzamos un par de miradas, todo se había descontrolado demasiado. Ni nuestros padres ni nuestros amigos sabían que había pasado entre nosotros y ninguno de los dos quería hablar del tema. Me sentía bastante mal por aquella situación, había perdido a mi mejor amiga y lo peor es que no podía dejar de pensar en aquel apetecible cuerpo. ¡Es tu hermana joder! me repetía internamente pero la enfermedad del deseo prohibido ya estaba dentro de mí. Pensé que lo mejor era esperar a terminar el curso ya que faltaba solo una semana, que hiciera la selectividad y se fuera con sus amigas a la playa de viaje de fin de curso. La distancia y el tiempo nos irá bien, y yo tenía mucho que hacer por la ciudad, pero aquella última semana se hizo demasiado larga.

Estaba Ana en la cocina fregando los platos ya que le tocaba a ella, eran sobre las diez y media de la noche cuando fui a por un tetrabrik de leche. Mientras abría la nevera para buscarlo intenté un acercamiento.

—Ana por favor tenemos que hablar.

Ella ni se inmutó, siguió con su tarea como si yo no estuviera allí. Iba vestida con una camisa ancha y vieja y en la parte de abajo solo llevaba uno de sus habituales culots de color rosa. Yo solo llevaba puestos unos calzoncillos y una camiseta, estaba siendo un junio especialmente caluroso. Me di cuenta enseguida que con el movimiento de frotar los platos su culo vibraba por el esfuerzo, aquel precioso culo carnoso y duro sacado de la reina de la bachata.

—Ana…

Su silencio seguía azotándome como un látigo mientras que yo ya notaba como mi descontrolada polla crecía dentro de la ropa interior, aquel vaivén me estaba poniendo a cien. Le di un sorbo a morro al tetrabrik de leche y lo dejé encima del mármol de la cocina, fui hacia mi hermana y la acaricié cariñosamente por detrás, rodeándole la cintura con mis brazos.

—Hermanita…

—¡Déjame en paz puto degenerado!—. Me dijo con voz contundente mientras me separaba con el codo.

Estaba tan cerca y tan accesible que no pude contenerme, por mucho que luché fue imposible. Volví a abrazarla esta vez con más fuerza mientras la presionaba con el bulto de mi erección en su culo tan solo separado por nuestra ropa interior. Cuando noté su trasero contra mi polla está reaccionó creciendo aún mucho más.

—Hermanita solo quiero que todo vuelva a ser como antes—. Le dije mientras la agarraba por la cintura con mis antebrazos.

—¡Qué coño haces! ¡Suéltame gilipollas!

En ese momento ya era ridículo disimular así que mientras seguía apretando aquel delicioso culo con mi miembro subí las manos por dentro de su ancha camiseta agarrándole los dos pechos que estaban cubiertos por un sujetador deportivo también rosa que utilizaba mucho para ir cómoda por casa. Ella forcejeó con todas sus fuerzas para salir de aquella prisión mientras que yo aprovechaba aquellos largos segundos para sobarla todo lo que podía.

—Yo te quiero Ana joder.

—¿¿¡¡Pero qué coño haces!!?? S-U-É-L-T-A-M-E—. Me ordenó marcando cada letra de la palabra con rabia.

Le empujaba tan fuerte con mi sable erecto que estaba completamente apretada contra la encimera mientras que mis dedos jugaban con sus pezones marcados en aquel sostén.

—Hermana estás demasiado buena.

Bajé una de mis manos y conseguí colarla entre el mueble de la cocina y la parte frontal de su culot pudiendo así acariciarle su ansiado sexo con mis juguetones dedos. A través de aquella ajustada prenda pude notar como Ana llevaba el coño rasurado a excepción de una pequeña tira central de pelo a lo largo de la raja, aquello me puso directamente a mil. Se lo acariciaba y frotaba cada vez con más entusiasmo a pesar del dolor que me estaba haciendo en la mano de la presión contra la encimera. Aquello estaba siendo delicioso, la tenía inmovilizada de tal forma que por mucho que se resistiera no podía librarse de mí, me estaba poniendo las botas con aquel cuerpo con el que llevaba semanas soñando.

—Te he dicho que me sueltes Dani—. Me dijo con rabia pero con voz contenida.

Yo estaba demasiado cachondo para parar, seguí magreándola todo lo que pude hasta que cogí la goma de sus culots e intenté bajárselos, había conseguido destapar parte de la raja de su espectacular culo cuando ella gritó:

—¡¡¡MAMÁAAA!!!

La solté de inmediato, como si me hubieran desconectado de la corriente, la miré perplejo y salí de la cocina lo más rápido que pude intentando hacer el menor ruido. Sabía que no me iba a delatar, que aquello era demasiado enfermizo para contárselo a nuestros padres, en cuanto llegase mi madre ella le contaría cualquier chorrada, pero lo cierto es que le había servido para librarse de mí. Sigues siendo una zorra muy lista hermanita. Aquella noche me la casqué dos veces seguidas, y aun así dormí mal debido a la excitación de lo sucedido.

Mi relación con mi hermana no tenía vuelta atrás, después de mi ataque en la cocina no había nada que me pudiera inventar para pasar página y que las cosas volvieran a ser como antes pero lo que tenía claro es que necesitaba follármela, tenía los exámenes de recuperación a la vuelta de la esquina y no podía concentrarme en nada que no fuera ella. Me había dejado claro que mi hermanita no lo iba a permitir y por mucho que pensase no se me ocurría ningún plan para obligarla. Ningún secreto suficientemente importante como para chantajearla, ¡nada! La frustración era terrible, sólo me quedaba la poco fiable táctica de la insistencia.

A la mañana siguiente oí el ruido de la ducha del baño que compartíamos. Como un reloj mi hermanita se aseaba antes de ir a clase y esto despertó en mí unas incontrolables ganas de volver a atacar. ¿Qué podía pasar? Bien sí, que mis padres se dieran cuenta y al perfil de hijo mal estudiante y criminal añadieran el de pervertido enfermo, pero sabía que si jugaba bien mis cartas no tenían por qué darse cuenta.

Entré a hurtadillas en el baño y allí estaba ella, con los ojos cerrados enjabonándose su voluminoso pelo mostrándome a través de la mampara de cristal su espectacular figura. Su cuerpo desnudo con restos de champú deslizándose era la cosa que más ansiaba poseer del mundo. Pude comprobar como sus tetas sin ningún tipo de sujeción aún se veían más grandes y turgentes, con unos pezones erectos por el contacto con el agua y rodeados por una aureola grande y rosada. Efectivamente mis dedos estaban en lo cierto cuando palparon su delicioso coño, éste estaba perfectamente rasurado a excepción de una fina tira de pelo y su culo respingón se veía completamente formidable. Sin que hubiera caído en mi presencia aún me deshice de la escasa ropa que llevaba y pensándomelo muy poco entré en aquella ducha. Al notar mi presencia se aclaró rápidamente los ojos y viéndome exclamó:

—Vete ahora mismo Dani o te juro que esta vez sí se lo contaré a los papás. ¡Estás completamente loco joder!

Me quedé repasándola con la mirada de arriba abajo deleitándome con aquel cuerpazo que veía desnudo por primera vez mientras ella intentaba taparse como podía. Su tono había sido otra vez contundente pero a la vez controlado.

—Vete y te prometo que luego hablamos, esto no puede continuar así—. Insistió ella en un esfuerzo por poner voz comprensiva y comportarse de manera racional.

—Lo siento Ana pero no puedo dejar de pensar en ti.

Antes de terminar incluso la frase me abalancé sobre ella dejándola presa en una esquina de la ducha, con mi polla nuevamente tiesa la expresión “entre la espada y la pared” cobraba gran sentido. Teniendo mi miembro presionando contra su vientre le agarré aquel culazo desnudo por primera vez casi levantándola del suelo mientras le besaba por todo el cuello.

—Te deseo Ana por favor solo será una vez, por favor.

Ella no decía nada, tan solo intentaba librarse desesperadamente de mí empujándome con sus brazos y bajando la cabeza para que no tuviera acceso a su sensual cuello mientras yo seguía sobándole aquel culo de infarto.

—Te necesito Ana por favor, ¡te quiero!

—Dani para y lo hablamos por favor, ¡para Dani!

Aquella era la primera vez que me suplicaba que me detuviese, que me ofrecía incluso lo que parecía un “parlamento diplomático”, pero yo necesitaba poseerla o acabaría por volverme loco. Ganando con esfuerzo centímetros entre los dos cuerpos, la agarré de la parte inferior de las nalgas elevándola un poco, haciendo que ella se tuviera que poner de puntillas, y conseguí colocar mi glande en la entrada de su deseadísimo coño.

—¡Dani no! ¡No!

Hice caso omiso a su negativa sujetándola con toda la fuerza del mundo y parando sus forcejeos, mi polla estaba preparada, presionando en aquel agujero que se resistía a abrirse, a punto de ensartarla contra la pared cuando ella me desencajó el miembro con su mano derecha apartándola del necesitado premio. Con mi polla aun cogida me dijo.

—Está bien Dani está bien, esto es lo que quieres ¿verdad?

Puso su cabeza en mi hombro y mientras que con una mano me acariciaba los testículos con la otra empezó a masturbarme.

—¿Es esto verdad? ¿Así?

Aquella sensación era deliciosa, por un momento pasó como un flash la imagen de Juan Rojas, menudo regalo le había hecho en su día.

—¿Te gusta? ¿Te gusta?

—Oh sí Ana me encanta, me encanta, ¡no pares por favor!

Mientras me seguía pajeando empecé a acariciarle las tetazas con una mano mientras que con la otra le magreaba el culo, no podía creer que por fin mi hermana fuera mía. Ella seguía sacudiéndomela, sin duda la chiquilla sabía hacer pajas, mientras subía el ritmo no dejaba de frotarme los huevos, jamás me habían tocado así.

—Ohhh sí Ana, oh sí, así, asíiii, asíiii.

Seguía metiéndole mano cómo podía mientras disfrutaba de aquella tremenda paja, mientras le sobaba aquellas tetazas con la otra mano le agarraba con fuerza el culo.

—¿Así Dani? ¿Es lo que querías?

Aquello me estaba volviendo loco, me pajeaba cada vez más rápido sin olvidarse ningún momento de mis huevos.

—¡Ohhh sí Ana, asíii! Sigue por favor, ¡sigue!

—¿Te gusta Dani, te gusta?

—¡Me encanta! Que buena que estás hermanita, eres increíble.

Dejé un rato tranquilo su culo y sin dejar de magrearle las tetas llevé mi mano hasta su sexo, frotándolo excitadísimo. Mientras ella seguía sacudiéndomela comencé a jugar con su clítoris, moviéndolo circularmente.

—Ohhh síii, no te pares por favor no te pares.

Estaba tan buena que no taba que me faltaban manos para disfrutar de ella, pero lo peor que también me faltaba aguante, llevaba demasiado tiempo esperando todo aquello, estaba demasiado cachondo. Decidí tentar nuevamente mi suerte. Llevé mi mano a la suya y paré aquel celestial movimiento, ella me miró extrañada pero antes de que pudiera decir nada la agarré por el pelo con cuidado pero con firmeza y la bajé su dejando sus labios casi tocando la punta de mi polla. Ella, de rodillas me miró desde aquella nueva situación.

—Chúpamela un poco por favor hermanita, ya casi estoy.

Obediente no lo dudó demasiado, agarró de nuevo aquel pedazo de carne y se lo metió entero en la boca. Mientras se la metía y sacaba cada vez con más decisión me agarraba con una mano la base del pene para acompañar aquel movimiento. Aquella paja/mamada me estaba volviendo completamente loco.

—¡¡¡Ohhhh síiii, síiiiiiiii, ohhhhhhhhhhh!!!

Mis gemidos cada vez eran menos disimulados, llegado ese punto ya ni me importaba que nos descubriesen nuestros padres.

—¡Eres increíble, eres increíble! Sigue por favor sigue.

La agarré nuevamente por el pelo para ayudarla con aquel celestial movimiento, mientras succionaba sin parar notaba como su lengua masajeaba mi glande dentro de aquella cavidad. El placer era indescriptible, la espera había valido la pena.

—¡Te quiero hermanita, te amo!

—Glup, glup, glup.

Seguía tragándose mi aparato como si fuera un calipo, y yo notaba que estaba a punto de explotar

—Glup, glup, glup.

—Un poquito más Ana estoy a punto de correrme, un poquito más.

Desde mi perspectiva podía ver cómo me la mamaba, como sus tetas se movían sin parar con el movimiento, estaba ya demasiado excitado.

—¡¡Ohhh Ana, me corro, me corro, voy a correrme!!

Estaba a punto de descargar toda mi leche cuando de repente el orgasmo fue sustituido por el dolor más terrible que he sentido nunca.

—¡¡¡Arrrrrrrrrrrrghhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!

—¡¡Joderrrrrr!!

Me di cuenta que en el último momento mi hermanita había ido directa al glande y le había dado un tremendo mordisco. Me observé la polla y cuando la vi con un dentada sanguinolenta enseguida me di cuenta de lo que había ocurrido.

—¡¡Joder, pero estás loca o qué coño te pasa tía!!

Ella aprovechando mi momento de debilidad se puso de nuevo en pie y me empujo violentamente contra la pared de la ducha.

—Cuando digo que no es que no puto enfermo de mierda. Ahora pajéate pensando en esto niñato.

Salió de la ducha y envolviéndose rápidamente el cuerpo en una toalla abandonó el baño dejándome allí dolorido y desesperado, asimilando lo que acababa de pasar.

El día fue muy largo, el solo roce con el pantalón me dolía. Por suerte cuando me desinfecté la herida pude ver que ésta era más dolorosa que grave. Me di cuenta que mi hermana siempre había ido un escalón por encima, siempre había sido más inteligente jugando. Bajo lo que parecían simples bromas había conseguido que perdiera mi novia, quizás el curso, la confianza de mis padres e incluso tenía antecedentes penales. Todo aquello y mi obsesión por tirármela habían hecho mella en mí.

Los días siguientes fueron igual de largos, lejos de evitarme Ana aprovechaba cualquier momento para cruzar su mirada con la mía demostrándome quien era la ganadora. Mirándome con superioridad y aire burlón. No nos dijimos ni una sola palabra, pero no las necesitaba, sabía muy bien como expresar su desprecio hacia mí. Aquellos aires de superioridad hacía que aun la odiase más, pero el deseo que sentía hacia ella lejos de desaparecer había aumentado. Hizo la selectividad y semanas después pudo saber que había sacado una nota de notable, mejor incluso de lo esperado. ¿Qué cómo me fue a mí? Os lo contaré en setiembre cuando me examine, mi obsesión por mi hermana me volvieron incapaz de recuperar una materia que tan bien se me había dado como matemáticas, me esperaba un verano de codos mientras ella ya tenía todo listo para su viaje a Ibiza con las amigas.

Me mantuve tranquilo, sin plan, sin objetivos que me animasen a seguir. Con el julio ya encima y su calor martirizándome me pasaba el día encerrado en casa estudiando, o mejor dicho, mirando las musarañas. Mientras ella iba y venía cada vez más morena por sus largas mañanas en la piscina municipal, moreno antesala de su esperado viaje a las islas. Solo quedaba un día. Aquel día me lo pasé maldiciéndola, en solo veinte cuatro horas iba a estar volando al paraíso mientras yo me pudría en el sofocante calor de Madrid. Si fuera un partido de fútbol estaba claro que mi hermana me había ganado por 5-0, una manita de recuerdo.

Pero yo no lo pedía permitir…Ella era más inteligente, más astuta, pero yo estaba más decidido, era más fuerte y no tenía absolutamente nada que perder. Aquella última noche pensaba atacarla con todas mis fuerzas.

Era la una de la madrugada, la pequeña zorra llevaba más de tres horas durmiendo ya que tenía que madrugar para ir al aeropuerto. Yo me había pasado el rato despierto, mentalizándome, con la adrenalina a tope. Me desnudé en mi cuarto  y salí al pasillo a hurtadillas, mis padres dormían y no podía despertarlos, ¿qué pensarían si me veían andando desnudo de madrugada por la casa? La verdad es que a esas alturas ni me importaba. Llegué al cuarto de Ana que estaba a escasos metros del mío y abrí muy lentamente la puerta, aquello parecía la segunda parte de El Resplandor. Ella estaba totalmente dormida boca abajo, la imagen fue espectacular. Hacía tanto calor aquella noche que deduzco se había quitado la parte de arriba de la vestimenta, dejando al descubierto su fibrosa y bonita espalda, y en la parte de abajo unas finas braguitas amarillas luchaban por tapar su generoso culo respingón sin mucho éxito.

Joder todo lo que tienes de cabrona lo tienes de maciza.

No hizo falta ni que me acariciara para que mi polla se pusiera a mil y se me acelerara el pulso y la respiración, aquella imagen parecía sacada de una versión porno de La bella durmiente.

Esta vez no te vas a escapar listilla.

Me acerqué lentamente y cuando estuve lo suficientemente cerca me abalancé sobre ella como un depredador a su presa. Hábilmente le tapé gran fuerza la boca para que no pudiera gritar mientras tumbado encima suyo mi miembro empujaba su poco protegido trasero.

—Mmmmmmmmmmmsdfremmmmmsmaeewmm—. Intentaba hablar impotente.

—Shhhhhhhht, cállate no querrás que nuestros padres vean cómo te follas a tu querido hermano, ¿verdad?

Seguía intentando hablar mientras forcejeaba para salir de aquella trampa, pero mi mayor estatura y peso fueron suficientes para impedírselo.

—¿Ahora no eres tan lista no?

Mientras me regocijaba de mi posición de ventaja no podía evitar decirle todo lo que llevaba dentro.

—¿Te creías que podías hacerme cortar con Carol y quedarte tan tranquila? Voy a tener que hacerle las cosas que le hacía a ella, ¿no crees?

Ella seguía moviéndose violentamente de manera inútil, sin salir de aquella situación, mientras yo ponía mis tobillos encima de la parte posterior de los suyos abriéndole lentamente las piernas. Seguía tapándole la boca con casi violencia mientras había conseguido colar la mano libre entre la cama y sus pechos y se los apretaba y magreaba con fuerza.

—Eres mía pequeña zorra, este es mi regalito para que te lleves a Ibiza con tus amiguitas.

—¡Mmfjrrredfjgjjenene!

—Te lo advierto Ana si me vuelves a morder te reventaré el culo, ¡te lo juro!

Seguí sobándola cada vez más cómodo con nuestra postura, ella utilizaba los brazos para intentar golpearme incómoda desde abajo sin mucho éxito. Liberé la mano que disfrutaba de sus tetas y la llevé hasta la cintura, agarré una de las tiras de las finas braguitas y de un fuerte tirón se las bajé todo lo que pude. No cedieron mucho ya que la tenía con las piernas bastante abiertas pero suficiente para mostrarme aquel deseadísimo culo libre de toda atadura.

—No te preocupes hermanita, te va a encantar.

Restregué mi polla por aquellas hermosas nalgas impregnándolas de líquido pre seminal que ya supuraba mi ansioso pene y lo llevé hasta su vagina. Aquella posición “a lo perro” siempre me había encantado. Ella se resistió y movió aun con más fuerza, dificultándome el objetivo pero sus fuerzas ya empezaban a escasear, la presión que ejercía encima suyo era brutal.

—¡Estate quiera joder! Te voy a follar de todas formas.

Seguí luchando hasta que conseguí colocar mi glande en la entrada de coño y una vez allí empujé con fuerza.

—Vamos Ana déjate o será peor.

Empujé y empujé hasta con gran fuerza conseguí penetrarla hasta el fondo.

—¡Ahhhhhhh, ahhhh, ahhh!

En aquel momento ella se quedó casi sin fuerzas, y sus intentos por gritar y defenderse dieron lugar a un tenue lloriqueo que podía oír a través de la mano que le cerraba la boca.

—Ohhh sí, por fin eres mía puta zorra.

Notaba mi polla presionadísima en aquel dulce conducto y forcejeaba para que poco a poco éste fuera cediendo.

—¡Toma! ¡Toma! ¡Toma!

Aunque tenía dificultad para meterla y sacarla con fluidez aquella sensación era apoteósica, estaba tan excitado que me temblaba todo el cuerpo. La penetraba cada vez con más fuerza, a más velocidad, mientras el clap, clap que hacían mis ingles al chocar contra sus nalgas me estaban poniendo aún más cachondo. Ella seguía con sus lloriqueos cada vez más resignada, sabiéndose perdedora de aquel round.

—Seguro que también te gusta hermanita, seguro que sí.

¡Clap, clap, clap clap!

Parecía increíble, por fin me la estaba follando, y esta vez nada ni nadie iba a detenerme. Mientras la embestía una y otra vez llevé mi mano libre de nuevo a sus tetas y se las apreté hasta el dolor.

—¡¡¡Ohhhh, ohhhhh, ahhhhhh, ahhhhhhhhhhhh!!! ¡¡¡Asíii, asíiii, muévete Ana muévete!!! ¡Me estás poniendo a cien!

¡¡CLAP!! ¡¡CLAP!! ¡¡CLAP!!

La penetraba con tal fuerza que la cama temblaba como si fuera de agua y se oían rechinar todos sus muelles.

¡¡CLAP!! ¡¡CLAP!! ¡¡CLAP!!

—Que buena que estás hermanita, que bien que lo haces. Espero que te acuerdes de mí cuando te bañes en la playa, seguro que todos quieren follarte.

La excitación hizo que le soltara la boca y aprovechara las dos manos para apretujarle sus carnosas tetas, ella estaba tan vencida que ni siquiera aprovechó aquello para gritar, tan solo sirvió para oír más altos sus lloriqueos absurdos.

—David…

—¡Cállate y muévete puta, eres mía!

Gemía sin parar de placer mientras ella también lo hacía por el dolor de la penetración no autorizada y por los brutales pellizcos y manoseos que le daba a sus cotizadas tetas.

—¿Creías que te podías follar a cualquiera excepto a mí? ¿Hasta al puto Juan Rojas el pajas?

¡¡CLAP!! ¡¡CLAP!! ¡¡CLAP!!

Aquel era el mejor polvo de mi vida, pero como todo lo bueno estaba llegando a su fin. La embestí hasta lo más hondo de su ser y mientras le apretaba las tetas como si fueran esponjas le mordí en el hombro teniendo la corrida más bestia de mi vida, llegando entre brutales espasmos al orgasmo más intenso de la historia.

—¡¡AAAAAAAAAAAAAAAhhhhhhhhhhhhhhhh!!!! ¡¡Aaaahhhhhhhh!! ¡¡Ahhhh!!

Noté como ríos de semen se incrustaban en su interior a cada espasmo mientras ella también gemía fuertemente. Me quedé extasiado encima suyo ambos estábamos exhaustos, intentando tomar el control de la respiración. Me separé de ella, le subí las braguitas como si nada hubiera pasado y le dije:

—Disfruta de tus vacaciones, con esto empato el partido.

FIN