miprimita.com

Lo siento mamá, ya no lo soporto más.

en Amor filial

Mi nombre es Gerardo, nombre que detesto por cierto, tengo dieciocho años y vivo con mis padres en un barrio acomodado de Madrid. Mi padre es un respetable empresario de la ciudad, a sus cincuenta y cinco años de edad tengo la suerte de verlo poco gracias a que siempre está cargado de trabajo. Es una persona autoritaria, que no violenta, acostumbrado a mandar en sus negocios lo hace también en casa. Siempre he pensado que yo le importo más bien poco, lo que marquen las apariencias, y a mí no me afecta lo más mínimo, siempre me ha dejado lo suficientemente en paz para no convertirse en un problema.

Mi madre es mucho más joven, me tuvo con veinte años y ahora tiene treinta y siete. Creo que la odio desde que era niño. Siempre ha sido buena conmigo, me ha cuidado, mimado y se ha preocupado por mí pero nunca la he soportado. En dieciocho años no recuerdo que me haya reñido jamás, no que se haya enfrentado a mi padre absolutamente para nada. Es una mujer florero con todas las reglas. Tímida, sin conversación ni nada que decir en absoluto. Nunca he sabido si mi padre se casó por ella porque la dejó embarazada por error o simplemente buscaba una mujer sumisa, una chacha en casa, cuidadora de sus hijos y puta en la cama. Si su intención era esa había elegido a la mujer ideal sin ninguna duda.

Lo único que tenía bueno mi madre era lo no referente a su personalidad, lo que le había venido dado y solo había tenido que mantenerlo a base de comer sano e ir al gimnasio, su físico. Otra cosa que hacía que la odiase, harto de oír comentarios jocosos de mis amigos al respecto, sobre lo buena que estaba o lo que le harían. Eso es lo que pasa cuando vas a un colegio de niños ricos malcriados, supongo que como yo claro está.

Se llama Allison y es de familia Irlandesa asentada en España desde hace ya varias generaciones, lo único que le queda de su isla son los rasgos y un muy buen inglés aprendido desde los inicios. Mide un metro setenta, piel muy blanca casi lechosa y unos ojos clarísimos como pocos he visto de color azul. Tiene el pelo largo  pelirrojo fuerte y algo ondulado que contrasta mucho con su tono de piel clara y francamente debo reconocer que es muy guapa de cara. Su figura es muy sensual, con unos pechos bonitos en su sitio del tamaño perfecto, una cintura estrecha y un muy buen culo duro y bien puesto, un auténtico pecado en todo su conjunto. Espiando en su ficha del gimnasio averigüé también que sus medidas son 90-60-95. Aquella perfección física me atormentaba, y hacía que la odiase más si cabe.

Muchas veces a lo largo de mi vida he escuchado a hurtadillas como mis padres follaban. Lo menos romántico que os podáis imaginar, mi padre dirigiendo: “ponte así, haz esto, haz lo otro, chupa tal cosa, etc…” y ella obedeciendo sin decir absolutamente nada. Lo que os decía, una criada con la que follar en vez de una esposa. Lo de follar se le daría mejor que lo otro, ya que encima de que no trabajaba fuera de casa teníamos una mujer que ayudaba en casa interna. Supongo que así tenía más tiempo para cuidarse y no perder nunca su espectacular figura que era lo único que tenía con utilidad, visto lo visto.

Hace ya meses que mi rabia hacia ella está creciendo, incluso diría que mutando. No podía soportar tener una mujer florero, empezaba a odiar a mi padre por haberla encontrado, alguien que nunca rechistaría por nada, una sumisa a la que poder ningunear y utilizar como quisiera. Odiaba que no se revelara, o peor aún, odiaba pensar que a ella ni siquiera le importaba, que ni siquiera se sentía utilizada por la vida que llevaba. Me di cuenta que yo jamás encontraría una mujer así, y los detestaba a los dos por ello.

Por primera vez el verano pasado también empecé a excitarme pensando en mi madre, los comentarios continuos de mis amigos no ayudaban en nada, claro está. Prácticamente cada noche soñaba con que me la follaba de todas las maneras imaginables, me estaba volviendo absolutamente loco. La culpaba a ella pensando que para eso estaba, para complacernos a todos, pero sabía que ella jamás accedería a estar conmigo. Sólo de imaginarse las cosas que me pasaban por la cabeza se escandalizaría.

Todo siguió igual de mal hasta que empeoró definitivamente. Era veinticuatro de diciembre, día de noche buena, y los últimos tres meses habían sido un infierno para mí. Último curso de colegio y no había conseguido concentrarme en nada que no fuera aquella mezcla de odio y atracción enfermiza que sentía por mi madre. Mi padre tenía que pasarnos a recoger por casa a las nueve en punto para ir a cenar con el resto de mis familiares. Llevaba toda la tarde en casa apático, con una pereza enorme por la estúpida cena familiar. A las ocho no solo no me había vestido sino que ni siquiera me había duchado. Estaba realmente agobiado por todos mis sentimientos y frustraciones, y ya no podía más. Pensé en masturbarme pensando en ella como tantas veces había hecho pero de repente fue como si explotara. Vestido solo con unos calzoncillos fui a ver que hacía mamá.

Ella estaba en la habitación de matrimonio cuando irrumpí en el cuarto. Estaba justo delante de mí de espadas, probándose unos pendientes  frente de su tocador ya preparándose para la cena. Llevaba su larga melena recogida en una especie de moño lateral e iba vestida con un vestidito de ir por casa, descalza aún, ultimando su look antes de vestirse para la ocasión. Solo verla noté como un espasmo en mi polla. Ella me miro de refilón y me dijo:

—Hijo que haces aún así, vístete que llegará papá y no estarás.

Yo la seguí observando sin mediar palabra, con aquel vestido estaba más buena que nunca. Inclinándose hacia el tocador para verse más de cerca, tenía una posición medio en pompa que me estaba poniendo a cien. Su vestido se le arrapaba al cuerpo a la altura del culo marcando sus finas braguitas negras y dejando al descubierto sus preciosas y blancas piernas por completo.  Ella insistió:

—¿Mi amor es que no me oyes?

Seguía atenta estudiando su precioso rostro reflejado en el espejo, sin prestarme demasiada atención, mientras que yo ya había empezado a acariciarme mi erecto miembro por encima del bóxer, que cada vez me notaba más ajustado. Seguí así un minuto hasta que decidí quitármelo, y sin darle tiempo a que se girase me fui rápido hacia ella y me pegué a su espalda. Pude ver como su cara se quedaba absolutamente atónita por el reflejo del espejo que ahora también tenía enfrente. Muy habilidosamente me había puesto detrás suyo clavándole mi desnudo miembro contra su culo tapado por el vaporoso vestido y las braguitas, mientras mis dos manos ya estaban cogiéndole los pechos con suavidad. Ella aún no había conseguido reaccionar.

—Mamá no hace falta que arregles más, yo ya te veo muy bien.

Ella de repente parecía aterrorizada, pero era incapaz de decir ninguna palabra, y yo con mucha suavidad le acariciaba los senos tapados sólo por el vestido, que lucían duros y preciosos.

—Mmmm, de hecho te ves divina…

De acariciarlos pasé a agarrarlos con un poco más de fuerza, notando como estos llenaban mis manos y hacían crecer aún más, si era posible, mi durísima polla.

—Pero…pero…¿Qué…estás….haciendo...? —Balbuceó ella en voz tan baja que apenas conseguí oír.

—Nada mamá no te preocupes, tu déjame hacer a mí.

Ella no podía creer lo que estaba pasando, nunca podía imaginar algo así, y su sorpresa era tal que se había quedado completamente paralizada mientras yo me lo estaba pasando como nunca en la vida sobándole las tetas cada vez más excitado y dispuesto a llegar hasta el final. Durante unos segundos seguí disfrutando de todo aquello mientras notaba que su respiración se estaba acelerando a ritmos forzados hasta que empezó a forcejear conmigo mientras me decía con voz fuerte casi gritando.

—Suéltame ahora mismo Gerardo, ¡¿Es que vas drogado o qué?!

Intentó zafarse de mi con todas sus fuerzas, pero mi metro ochenta y mi corpulencia se lo impidieron sin demasiada dificultad. La tenía bien sujeta por las tetas con mi cuerpo apretándola contra el mueble tocador, y aunque lo intentaba de verdad no podía deshacerse de mí, estaba  inmovilizada. Aquella lucha lejos de hacerme entrar en razón me excitó aun más.

—¡No te resistas mamá, estate quieta, llevas toda la vida siendo la puta de papá, ahora es mi turno—.

Ella hizo otro inútil intento de quitárseme de encima, pero yo seguía reteniéndola mientras le tocaba todo lo que podía, las tetas, el culo, el coño por encima del vestido….¡todo!

—¡Para de una vez! ¡Estás loco, soy tu madre, para ahora mismo!

Sus palabras no hacían más que encenderme más pero aquella lucha empezaba a incomodarse, le agarré con fuerza por el moño que con tanto esmero se había hecho y le tiré con fuerza.

—Escúchame bien mamá, no puedo más, necesito hacer esto o me volveré loco. Estate quieta por favor o acabaré haciéndote daño.

La tenía sujeta por el pelo con mucha fuerte, y aquello pareció calmarla, pasó de gritar y forcejear a llorar un poco y suplicar

—Por favor hijo para, déjame ya, para por favor.

—Sólo será un momento mamá no te preocupes.

Aprovechando aquel pequeño momento de calma, la solté del pelo para tener las manos libres y conseguí quitarle el vestido sin apenas resistencia. Cuando vi el cuerpo de mi madre a través del espejo solo con aquellas braguitas me excité como nunca.

—Que buena que estás madre.

Ella se resistía sin casi empeño mientras lloraba y seguía suplicando, y yo seguí metiéndole mano a aquel cuerpo casi desnudo. Le pellizcaba los pezones, le besaba la parte posterior del cuello, la acariciaba, esa posición estando yo detrás suya y teniéndola sometida me encantaba. Seguí acariciándola sin parar, comencé a frotarle el coño por encima de las braguitas, cada vez con más insistencia.

—Por favor hijo...

—Shhhhhhhhhh, tranquila mamá es solo un momento.

Así estuve un rato hasta que decidí bajarle lentamente las braguitas. Ella hizo un ademán de resistencia pero tenía claro que no podía hacer nada. Se las bajé hasta las rodillas y comencé a frotarle el clítoris completamente desnudo.

—En el fondo seguro que te gusta.

—Para hijo por favor, por favor para.

Se quejaba y lloriqueaba pero parecía completamente rendida. Yo le acariciaba todo, aquel culo desnudo, aquel 95 de culo duro y bien puesto me estaba poniendo a mil, tenía mi polla apretada en él y ésta parecía estar ya a punto de reventar.

Le quité las braguitas completamente, la incliné encima del mueble y con los pies le abrí ligeramente las piernas.

—Aguanta un momento que ya estamos mamá-

Apreté mi polla contra su sexo buscando la abertura de su estrecha vagina y ella volvió a ponerse nerviosa de nuevo, a llorar y a suplicar con fuerza.

—Esto si que no, detente ahora mismo, para por favor.

Estaba a punto de penetrarla cuando ella aprovechó que me había confiado y consiguió empujarme y salir de aquella posición.

—¡He dicho que basta! ¡Se terminó!

Nunca había visto a mi madre así, me quedé sorprendido, pero ya era demasiado tarde. Intentó escaparse corriendo pero conseguí cogerla por un brazo y me abalancé sobre ella. Nos caímos forcejeando al duro suelo de parqué, pero yo estaba convencido de terminar lo que había empezado.

—¡Déjame animal, vete de aquí ahora mismo!

Yo sin mediar palabra conseguí ponerme encima suyo mientras ella me gritaba y me pegaba.

—¡Estate quieta joder!

Con mi peso encima suyo sabía que volvía a ser mía, conseguí abrirla de piernas y meterme entre ellas, mientras que con mis manos sujetaba sus brazos. Así estuvimos unos segundos hasta que el agotamiento y el forcejeo hicieron que se calmara otra vez.

—Esto no te lo perdonare nunca…eres un monstruo…

Aquellas palabras las dijo ya en voz baja sin energía, y me di cuenta que ahora sí definitivamente se había rendido. Le solté los brazos mientras que aprovechaba para mordisquearle los pezones, deposité mis manos en sus caderas y volví a intentarlo. Metí la punta de mi miembro en la entrada de su coño y esta vez sí de un empujón la penetré sin piedad.

—Ohhhh, ahhhh, ahhhh, síii, síiii, asíiii mamáaaa, asíiii.

Tenía mi polla entera dentro de su estrecho coño, la sensación era indescriptible, maravillosa, no podía parar de gemir mientras la penetraba.

—Ohhhh, síii, síii, síii, mamáaa, mamáaa, síiiii-

Gemía y gozaba sin parar mientras ella también emitía pequeños gemidos de dolor, pero seguía resignada a lo que estaba pasando. Yo la metía y la sacaba con fuerza mientras que con mi mano le sobaba el culo y las tetas in parar.

—¡Muévete mamá, muévete, ohhhh, ohhhh, me encanta!

Seguí así por poco tiempo, la excitación en aquel punto ya era del todo incontrolable, no aguanté más y volqué toda mi leche dentro de su delicioso agujero.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhh.

Tuve el mejor orgasmo de toda mi vida dentro de ella, mientras ella estaba completamente inmóvil, ya ni gritaba, ni suplicaba, ni forcejeaba, solo lloraba. Me quedé un par de minutos con mi polla dentro hasta que esta se fue poniendo flácida y fui recuperando el aliento, me levanté y mientras ella se recuperaba de todo aquello en el suelo, le tiré encima el vestido que llevaba antes y le dije.

—Rápido mamá, arréglate, papá debe estar a punto de llegar.