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Amortizando a mi hermana

en Amor filial

Amortizando a mi hermana

 

 

Como cada viernes mis tres inseparables amigos del instituto y un yo nos encontrábamos en casa de Javi. Así pasábamos las semanas, primero entre las clases y las actividades extraescolares y luego entre las apuestas los viernes y las salidas nocturnas los sábados. Teníamos la suerte de contar en el grupo con Javier Pereira, hijo del acaudalado empresario gallego del mismo nombre. Sus padres fiables como un reloj suizo abandonaban Madrid cada viernes al mediodía para pasar el fin de semana en sus añoradas tierras celtas y no volver hasta el domingo por la noche. Aunque daba igual la época del año, estando ya en abril y con el buen tiempo a la vuelta de la esquina aún era más difícil que fallaran. Este hecho mis amigos y yo lo aprovechábamos para disfrutar de nuestros ya famosos viernes golfos. Éstos consistían en reunirnos esa noche en su casa y alimentarnos a base de comida basura mientras nos jugábamos el dinero a cualquier cosa, el póquer, apuestas por internet, retos varios, etc…siempre acompañado de otros vicios como alcohol o el tabaco. Siendo nuestro último año de instituto y contando los cuatro con la mayoría de edad el aprovisionamiento de los ansiados viernes golfos era muy fácil.

 

Aunque Javi tenía la vida solucionada siempre había sido un chico normal, extrovertido y nada fardón y dispuesto a echar una mano. Aun teniendo estas cualidades era difícil que la gente de mi clase no le tuviera envidia. Adinerado y sin duda el más guapo de los cuatro el mundo estaba abierto a sus necesidades, pero como os digo, era un amigo fiable. Entre nuestro grupito variopinto se encontraba también Marcos, el pervertido del grupo. De estatura y aspecto normal, con el pelo largo recogido siempre en una coleta Marcos tenía la etiqueta, más que ganada, de ser el salido. Probablemente el ochenta por ciento de su tiempo lo pasaba destinada al sexo, habitualmente y muy a su pesar a fantasear o masturbarse compulsivamente. Para él las mujeres eran su leitmotiv.

 

No podía faltar en un grupo como el nuestro el típico gordinflón inocentillo pero buena gente, alguien al que por fuerza debían ir destinadas gran parte de nuestras bromas. Sin duda este dudoso título lo ostentaba Carlos, “lote” para los amigos. Le decíamos para que no se enfadara que el mote venía de Carlote, pero lo cierto es que venía de cachalote, el primer animal en el que pensabas cuando le mirabas, o mejor dicho, el segundo después de la foca.

 

Cerraba el cuarteto calavera un servidor, Íñigo de nombre. Que podría contaros de mí, alto y atlético gracias al baloncesto. Cuando me miro en el espejo veo a un chico ni guapo ni feo, resultón como mucho. La mayoría de personas a los que preguntaseis supongo que dirían buena gente, pero sin duda los chicos se acordarían rápidamente de mi hermana Daniela. Cuatro años mayor que yo era probablemente la chica más deseada de mis amigos, hecho que desde hacía un par de años había decidido sacarle provecho económico.

 

—¿Las has traído? —me preguntó un ansioso Marcos.

 

—¿Traído el qué? —decidí hacerme el tonto para hacerle sufrir.

 

Mientras le contestaba abría un nuevo paquete de Winston y agarrando un cigarro le hacía un gesto al anfitrión pidiendo permiso para encenderlo, gesto que Javi rápidamente contestaba asintiendo con la cabeza. Llevábamos una hora jugando los cuatro al póker tradicional, no esta pijada nueva del Hold’em Texas. Cada uno tenía sus prioridades, mientras Javi y yo hacías rato que estábamos en un interesante mano a mano Carlos esperaba impaciente las pizzas y Marcos, en fin, Marcos siempre pensaba en lo mismo.

 

—Para de quedarte conmigo, ¿las has traído o no?

 

—Que sí coño que sí, las he traído.

 

El semblante de Marcos cambió por completo, de impaciente a aliviado, de angustiado a satisfecho, era muy fácil hacerle feliz.

 

—¿Sácalas ya no?

 

—Espérate un momento a que termine esta mano pervertido.

 

Lo que pedía Marcos con impaciencia no era ni más ni menos que unas fotos de mi hermana. Nada del otro mundo, simplemente salía ella en camiseta y bragas durmiendo. En esta ocasión había aprovechado que se echaba una siesta en el sofá para inmortalizarla con el móvil, un hecho cotidiano para mí pero algo maravilloso para mis amigos.

 

—Full de reyes y cuatros —exclamó Javi acabando de esta manera con mis esperanzas.

 

—A la mierda —contesté yo tapando mi trío de nueves.

 

—Bueno ahora que se ha terminado la mano, ¿las podemos ver ya o qué? —seguía Marcos erre que erre.

 

Pensé que era un buen momento para un receso, por el poco tiempo que llevábamos jugando ya había perdido suficiente dinero. Saqué mi teléfono del bolsillo de los vaqueros y los invité a acercarse a mi silla, enseguida los tres se arremolinaron a mi alrededor.

 

—Le he hecho solo tres fotos, me daba miedo que se despertara llevaba ya tiempo durmiendo.

 

En la pantalla veían los tres ansiosos las fotos de Daniela. Las tres eran prácticamente idénticas, salía ella durmiendo vestida con una camiseta vieja morada y unas braguitas negras de andar por casa.

 

—Joder qué buena que está tu hermana tío —comentaba Marcos con su cabeza prácticamente a un palmo del móvil.

 

Enseguida se sumó Lote:

 

—Lo que daría yo por vivir en esa casa.

 

Objetivamente estaba claro que mi hermana era la delicia de muchos chicos. Tenía veintidós años y estudiaba enfermería, aunque de hecho a mis amigos a que dedicara su tiempo les importaba una mierda. Medía un metro setenta y tenía el pelo moreno y largo, realmente oscuro. Característica que contrastaba con lo blanco casi lechoso de su piel.  Los ojos eran marrones y sus facciones eran muy armoniosas. Con sus labios gruesos y sensuales la hacían realmente guapa. Físicamente era delgada pero no anoréxica. Tenía unos pechos bonitos pero no especialmente grandes talla ochenta y cinco, una cintura delgada de avispa y un culo que junto a sus piernas probablemente sería su mejor cualidad. Éste era redondo muy bien puesto y ligeramente respingón, con nalgas fibrosas y bien formadas. Sus piernas eran largas y delgadas sin un átomo de grasa. Al igual que su trasero también estaban fibrosas y bien torneadas.

—Lo que daría yo por follármela.

 

—Lote…lo que darías tu por follar —sentenció Javi ante las risas de todos.

 

Les dejé unos minutos recrearse con las imágenes hasta que les recordé el trato:

 

—Chicos ya sabéis que toca ahora, cinco pavos cada uno.

 

—¿Joder cinco pavos por ver tres fotos de tu hermana en bragas? No me jodas Íñigo tío.

 

—Marcos siempre te quejas y siempre acabas repitiendo.

 

Antes de que éste pudiera seguir con sus habituales y sobreactuadas quejas Javi sacó su cartera mientras decía:

 

—Tranquilos hombre, tranquilos, a esta ronda de Daniela invito yo.

 

Al momento sacó un billete de diez y otro de cinco y me los entregó. Las reglas eran sencillas desde hacía un par de años. Las fotos de mi hermana en ropa interior valían cinco euros por cabeza. Nunca se las enviaba o las imprimía, solo podían mirarlas durante un rato. Sabía que si conseguían hacerse con alguna podía significar el fin de mi negocio. Aquellos quince euros estaban lejos de los sesenta que gané con una foto en topless que conseguí hacerle de vacaciones en Formentera, o los ciento cincuenta que me embolsé por un integral aunque borroso desnudo que valientemente le robé en la ducha. De vez en cuando también les premiaba con un vídeo que cobraba a unos diez euros por persona.

 

—Joder colega nunca me voy a cansar de ver a tu hermana —insistía Marcos al que solo nuestra presencia le privaba de sacársela allí mismo y masturbarse con furor.

 

Javi permaneció serio a aquel comentario pero al momento una sonrisa pícara invadió su cara.

 

—¿Sabéis qué chicos?

 

Los tres le miramos con atención. Bueno, quizás Marcos estaba menos atento.

 

—El otro día estaba mirando vídeos por internet y encontré unos que me parecieron la hostia. Eran hermanos, o por lo menos supuestamente, mientras la hermana dormía el chico la grababa con el móvil.

 

—Eso Íñigo lo ha hecho muchas veces —apuntó acertadamente Carlos.

 

—Ya te digo, Daniela tiene el sueño más profundo que he visto nunca.

 

—No me habéis dejado acabar camaradas. La diferencia es que en estos vídeos el hermano en cuestión se masturbaba delante de la cámara y le tiraba toda la corrida en la cara mientras la hermanita seguía en los brazos de Morfeo.

 

—¡No jodas! ¿Y no se daba cuenta la tía? Eso seguro que está trucado, ni hermanos ni nada —decía Marcos mucho más interesado en la conversación.

 

—Pues eso queridos amigos es lo que no sé, si están todos trucados o solo algunos o ninguno —seguía Javi mientras me miraba fijamente.

 

—Ey, a mí no me miréis eh, mucho me la he jugado ya.

 

Mientras que me negaba a algo así Lote y el otro pervertido ya me estaban zarandeando casi suplicando que lo intentara.

 

—¡Ni de coña! ¿Y qué hago pelármela con una revista porno mientras la grabo y vigilo que no se despierte? ¿Estáis locos?

 

—Mastúrbate pensando en ella —aconsejaba un sobreexcitado Marcos.

 

—¡Que es su hermana so imbécil! —intentaba añadir un poco de cordura Carlos a la conversación.

 

—Yo solo te digo que algo así vale pasta, digamos…¿dos cientos euros?

 

Siempre que salían cifras conseguían nublarme la razón. Pensé en lo que me estaba proponiendo y contesté:

 

—Tres cientos, dos cientos el niño pijo y cincuenta cada uno de los pajilleros.

 

—¡Hecho!

 

—¡Yo me apunto!

 

La respuesta fue unánime, la excitación que sentían los tres a mí me la provocaba el dinero que ya casi olía.

 

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La mañana siguiente me desperté a las diez, muy pronto teniendo en cuenta que era sábado y que había llegado a casa sobre las cuatro de la madrugada, todo era parte del plan. Sabía que Daniela habría salido de marcha con sus amigos y que a esas horas estaría dormida como una marmota, era el momento ideal para actuar.

 

Vestido aún con el pijama pensé que sería buena idea mirar algo de porno por internet para ponerme a tono, prepararme un poco para la situación, pero lo cierto es que cuando sonó la alarma de mi móvil me desperté con una tremenda erección fruto de la alegría mañanera y también alimentada por un extraño y sorprendente morbo por lo que iba a acontecer. Aquello me desconcertó un poco.

 

A hurtadillas salí de mi habitación. Oía a mi madre trastear en la cocina, probablemente preparando el desayuno para mi padre y ella y sin que nadie me viera llegué hasta la habitación de mi hermana que estaba situada muy cerca de la mía. Entré con sumo cuidado y cerré la puerta. La persiana no estaba bien cerrada y la luz que entraba era suficiente para que pudiera orientarme perfectamente. Lentamente y sin hacer ruido me acerqué lo máximo posible a su cama. Allí estaba ella, despeinada, con cara de resaca y mal desmaquillada, la noche parecía haber sido muy larga.

 

Mejor, debe estar dormidísima, pensé aliviado.

Tapada hasta las axilas solo se veía un brazo suyo y su cara maltratada por los excesos de la fiesta, mi pulso se aceleró más que nunca. La enfoqué con mi Smartphone y vi que la luz que había en la habitación era suficiente para poder hacer el vídeo, no tendría una gran calidad, pero sería aceptable. Con el pulso desbocado e intentando controlar la respiración que también se me aceleraba me bajé ligeramente el pantalón del pijama y liberé mi miembro que enseguida saltó como un resorte de lo erecto que estaba.

 

Joder como se despierte ahora y no tenga tiempo de taparme a ver qué coño me invento.

 

Me fijé en Daniela y pude comprobar una vez más que estaba profundamente dormida, así que con el teléfono ya grabando en una mano y mi polla en la otra comencé a masturbarme lentamente. Me di cuenta de lo difícil que era estar pendiente de enfocar su cara a la vez que mi pene mientras empezaba a pajearme, pero también era consciente de que aquel documento audiovisual no iba a ganar ningún premio, no era necesario hacer un plano Hitchcock ni nada por el estilo. La emoción de la situación hacía que estuviera más excitado que en mucho tiempo, seguí poco a poco subiendo y bajando pieles nervioso, pero completamente cachondo. La cara desprevenida de mi hermanita, ajena a lo que estaba pasando, me estaba dando un morbo increíble. Seguí cascándomela cada vez más animado al ver que ella no hacía ni un ligero amago de despertarse, a medida que subía el ritmo de mis tocamientos más tenía que concentrarme en no gemir de placer. Mi mano subía y bajaba por aquella polla a punto de explotar cada vez más rápido, la dificultad por intentar que la cámara del móvil no vibrase en exceso se complicaba por momentos.

 

Dios que me voy a correr ya.

 

Alcancé la velocidad de centrifugado, estaba en un punto que sentía que ya había perdido el control de la situación, solo podía confiar en mi suerte para que no se despertase. Apretaba la boca con violencia para no gritar de placer hasta que noté como mi semen estaba a punto de subir por el conducto. Me concentré un último segundo y apuntando a aquella inocente cara me corrí entre espasmos que incluso me dificultaron permanecer de pie. Un primer lechazo le alcanzó en el pelo pero al segundo otro le dio en la mejilla y un tercero impactó directamente en sus labios. El cuarto y último, ya sin fuerza, cayó directamente en el suelo de la habitación.

 

Me cago en todo, ¿y ahora qué?

 

Estaba seguro de que aquello la despertaría y desde luego no tenía ninguna excusa medianamente creíble. Con mi polla en la mano y la otra filmándole nadie podía ser tan imaginativo como salir indemne de aquello. Aún recuperando el aliento y enfocando su rostro goteando semen me di cuenta que ni siquiera aquello había sido suficiente para despertarla, apagué la cámara y me vestí rápidamente.

 

¡Salvado!

 

Sin hacer ruido abandoné su habitación sabiendo que lo peor había pasado, nervioso pensando en que pasaría cuando se despertara y notase que estaba completamente pringosa, aquello había sido tan peligroso como excitante.

 

Las siguientes horas las pasé histérico, tuve la sensación de saber cómo se debería sentir un delincuente temiendo ser descubierto infraganti ejecutando la peor de las tropelías. Cerca de la hora de comer pude oír a Daniela como salía de su habitación y se dirigía directa al baño a ducharse. A las dos en punto comimos y enseguida me di cuenta de que el ambiente en casa estaba de lo más normal, sin miradas extrañas, sin indirectas, con mi hermana comiendo poco, resacosa como casi cada sábado.

 

Misión cumplida.

 

Sobre las cinco de la tarde quedé con aquel trío de degenerados que se hacían llamar mis amigos en una cafetería del centro. Los cuatro estábamos sentados alrededor de una pequeña mesa cuadrada. Mientras que Lote devoraba varios cruasanes y degustaba un café con leche Javi, Marcos y yo habíamos pasado directamente a la primera birra del sábado. Hablando de cualquier estupidez transcurrió la primera hora de la tarde hasta que decidí añadirle un poco de picante al día:

 

—Por cierto, me debéis tres cientos pavos.

 

Los tres me miraron asombrados, el primero en reaccionar, como no, fue Marcos.

 

—¿Ya lo has hecho? ¡No puede ser!

 

—No grites tío, un poco de discreción —le reprendió Javi que estaba igualmente interesado por aquella afirmación.

 

—Está hecho —dije con una sonrisa.

 

—Enseña tío enseña —seguía Marcos que ya estaba poseído por la excitación.

 

—Primero la pasta amigos.

 

—No seas cabrón, ¿podrías haber avisado antes de quedar no? —se quejaba frustrado.

 

—Lo mismo digo, yo tampoco llevo tanto encima —añadía un medio atragantado Carlos, mientras se limpiaba las migas del cruasán de la camisa.

 

Hice cara de negación, demasiado riesgo había tenido todo como para fiarles nada a ese par de tarados, pero Javi intervino:

 

—Amigo mío, sabes que soy de fiar al cien por cien, te juro que cuando salgamos de aquí iremos directos a un cajero y te doy el dinero. Ya me encargo yo luego de cobrarles a este par de cabrones.

 

Me quedé pensativo unos instantes, la verdad es que sí me fiaba de Javi, así que definitivamente asentí con la cabeza mientras sacaba mi teléfono del bolsillo.

 

—Joder no me puedo creer que lo hayas hecho —comentaba un ansioso Marcos, hacía mucho que no le veía así, o quizás no tanto.

 

Se colocaron los tres a mi alrededor dispuestos a degustar lo que hasta la fecha había sido mi obra cumbre, y yo, sin hacerlos sufrir más, le di al play.

 

—¡No me lo puedo creer qué cabrón! Ya tiene la polla fuera.

 

—Shhhhht, baja la voz Marquitos —volvía a reñirle Javi.

El resto del vídeo lo vimos los cuatro en silencio, a éste tan solo lo interrumpía alguna pequeña risita jocosa.

 

—¡Ponlo otra vez Íñigo, otra vez! —el documento era tan relevante para ellos que hasta Lote se había olvidado de la comida.

 

Lo puse una vez más, podía notar como mis amigos lo miraban excitados dándose codazos unos a otros.

 

—Eres el puto amo tío, eres la hostia —decía un satisfecho Marcos.

 

—Qué fuerte… —le seguía un asombrado Carlos.

 

—¿Entonces qué, me he ganado el dinero o no?

 

Mis tres amigos asintieron de manera casi coreográfica. Vieron el vídeo como cinco o seis veces más, aquello estaba puesto en modo bucle. Los comentarios eran de todo tipo, casi todos destinados a mi hermana hasta que el niño rico me preguntó:

 

—Y dime Íñigo, ¿qué has sentido tú haciéndolo? Porque no parece que hayas tenido problemas para empalmarte, y no es que dure mucho la paja en cuestión.

 

—No seas enfermo Javi, no te hagas ilusiones, tuve que per como una hora de porno antes de ir a la habitación de mi hermana —mentí.

 

—Sí, ya… —contestó él con una sonrisa en la boca de incredulidad.

 

Siguieron comentando el vídeo un buen rato, fantaseando con él. El ambiente era muy distendido y yo estaba muy contento con los tres cientos euros que me había ganado en una mañana.

 

—Lo que molaría de verdad es poder hacerle esto yo a tu hermana.

 

—Sí claro Marquitos, los cuatro en fila y uno detrás de otro —le contestaba Lote entre risas.

 

—La verdad es que sería la leche, con esa cara que tiene de viciosa. Eso sí valdría dinero amigo mío —comentaba Javi mirándome fijamente.

 

—¿Cuánto dinero valdría? —bromeé yo.

 

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Pasaron un par de semanas bastante tranquilas, mis amigos no habían insistido demasiado en que les enseñara material nuevo, saciados por aquel vídeo. Sin embargo mi hermana había estado un tanto extraña. Mi relación con Daniela siempre ha sido bastante buena, de confianza y amistad. Obviamente hemos tenido las típicas discusiones de hermanos, pero siempre nos hemos llevado bien. El que llevara quince días poco comunicativa incluso triste, me tenía bastante preocupado.

 

¿Y si se ha dado cuenta del negocio que tengo con ella?, ¿o de la corrida en la cara? No podía dejar de pensar.

Una tarde estábamos los dos en el sofá mirando cualquier estupidez en la tele y aprovechando que estábamos solos reuní la valentía necesaria y le pregunté:

 

—Daniela, ¿te pasa algo?

 

Ella me miró un tanto seria y respondió poco convencida:

 

—No, nada. ¿Por qué lo dices?

 

—Te noto muy seria últimamente.

 

Se quedó unos segundos cabizbaja sin decir nada.

 

—Hermanita, sabes que me puedes contar cualquier cosa.

 

Se notaba que tenía muchas ganas de hablar, no hizo falta insistir demasiado.

 

—Tonterías, estoy un poco agobiada con la carrera. Son cuatro años estudiando sin parar y sin dinero nunca para poder hacer cosas y encima si les pido dinero a papá o mamá casi siempre me dicen que no.

 

—¿Para qué necesitas dinero?

 

—Para cualquier cosa, me gustaría ir con Alejandro de viaje algún fin de semana por ejemplo, para despejarme un poco, pero siempre tengo que estudiar, o nos falta dinero, o lo que sea.

 

Alejandro era su novio, llevaba con él poco tiempo, con ningún chico había durado más de seis meses. Cuando oí esas palabras pensaba que era una oportunidad única para mí y mi cuadrilla de amigos, pero no sabía si tendría el valor para aprovecharla. Seguí haciéndole preguntas para que pudiera desahogarse, sacar todo lo que llevaba dentro.

 

—¿Pero se lo has contado así a papá?, sabes que eres su ojito derecho seguro que lo entiende.

 

—Lo he hecho, y a veces sí, pues me da treinta euros, pero con eso me llega para salir el viernes y poco más.

 

Seguimos un rato dándole vueltas a lo mismo hasta que finalmente me decidí.

 

—¿Y si te dijera que puedes ganar tres cientos euros en menos de una hora?

 

Ella me miro seria al principio, sorprendida, pero luego me dijo con una sonrisa.

 

—Sí, ya, no creo que sea tan fácil. Tengo demasiado apego por mis órganos para venderlos Íñigo.

 

Yo le devolví la sonrisa y seguí con mi explicación.

 

—Lo digo en serio, tres cientos euros en menos de una hora y prácticamente no tienes que hacer nada.

 

—¿Y es legal? —me dijo medio riendo aún con actitud incrédula.

 

—¡Completamente!

 

—A ver, cuéntame lumbreras, ¿cómo piensas sacarme de pobre?

 

Me acerqué más a ella ganando unos centímetros en el sofá, buscaba una atmósfera más cómplice. Casi entre susurros proseguí con la propuesta:

 

—Conoces bien a mis amigos, ¿verdad?

 

—Sí claro, como olvidarlos, menudo trío de salidos.

 

—¡Exacto, allí está la clave!

 

—Joder Íñigo, me estás asustando.

 

—No mujer, no pasa nada. Te cuento, seguro que no te sorprendes si te digo que los tres están colados por ti desde que éramos niños. No hay semana que no me pregunten por ti, que si tienes novio, que si tal, que si cual.

 

—Cada vez tengo más miedo —dijo ella, pero claramente estaba interesada en la conversación.

 

—Pues bien, tu trabajo sería muy fácil, solo tendrías que venir un viernes por la noche a casa de Javi y quedarte en ropa interior delante de ellos.

 

Ella me miró con los ojos bien abiertos.

 

—¿A casa del pijo ese? ¿Pero qué dices?

 

Dejé que interiorizada unos segundos la información.

 

—Pero…¿y eso es todo?, ¿me quedo en bragas y sujetador y los idiotas me dan tres cientos euros?

 

—Bueno, casi.

 

—¡Ya empezamos! —dijo ella algo más alterada.

 

—Tranquila Daniela, que no es nada. Mira, tu es cierto que solo tienes que hacer esto. Ni siquiera tienes que desnudarte como te he dicho, te pones allí en ropa interior y solo tienes que aguantar que ellos se masturben mirándote.

 

Por un momento pensé que me iba a cruzar la cara de un bofetón, mi hermana estaba llena de contradicciones por dentro en aquel momento. Finalmente me dijo.

 

—¿Me estás diciendo que quieren hacer un bukkake conmigo?

 

—¡No, rotundamente no! —dije firmemente. —Tú no tienes que tragarte nada, ni tocarles, ni dejar que te toquen. No tienes que hacer nada que no te apetezca. Solo estar allí en paños menores y ya está. Como mucho poner cara de viciosa o algo así, insinuarte un poco, pero nada más.

 

—Pero bueno, ¡que locura! —decía ella poco convencida.

 

—Pero si es muy fácil —insistí. —Vienes, te desnudas y esperas a que los pajilleros descarguen, coges el dinero y te vas.

 

Dentro de mí sabía que la idea estaba empezando a cuajar en Daniela. Volví a dejarle algo de tiempo para que reflexionara.

 

—¿Seguro que solo es eso eh? Quedarme medio desnuda y ya está.

 

—Segurísimo.

 

Le dio vueltas un minuto más y acabó diciendo:

 

—Ok, pero tu estarás allí controlándolo todo eh, no quiero que esos enfermos acaben por violarme o algo.

 

—Claro que sí —le dije riéndome.

 

El negocio era redondo, trescientos euros para mi hermana y doscientos para mí por las gestiones, ella nunca debía saber que antes de aquella conversación caída del cielo yo ya había pactado quinientos euros por algo así.

 

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La semana se hizo larga a la espera del viernes, sobre todo para mis amigos que no podían creerse la última proeza. Entre emocionados e incrédulos estábamos los cuatro en casa de Javi esperándola.

 

—Seguro que no viene —decía Marcos tan nervioso que no paraba de andar por la casa.

 

—No seas agorero —le recriminaba el anfitrión.

 

—Esta vez tiene razón Marquitos, ni de coña va a dejar que nos la casquemos encima suyo —añadía un nervioso Carlote.

 

—Vendrá —sentencié.

 

Dos o tres cervezas después y muchos nervios llamaron al interfono.

 

—¡¿Lo veis!? —les recriminé con una sonrisa triunfante dibujada en la cara.

 

Cuando entró por la puerta los tres se quedaron hipnotizados, parecía que realmente hasta ese momento no se creían que algo así fuera a pasar. Daniela venía completamente vestida para la ocasión, llevaba un top planco ajustado donde se transparentaba un sostén negro y con un generoso escote y una mini falda cortísima de color verde militar.

 

Nos miró a los cuatro de arriba abajo y dijo:

 

—Quiero el dinero por adelantado.

 

—¡Claro! —pensé que no pasaba nada por hacerlo a su manera, me acerqué a ella y le di los trescientos euros que previamente les había cobrado a mis amigos. En mi cartera doscientos más descansaban como compensación a mis servicios.

 

Se los guardó en el bolso y dijo:

 

—¿Dónde lo queréis hacer?

 

Pude ver como Marcos se moría del morbo después de aquella frase mientras Javi nos dirigía a todos hacia el comedor y retirando una pequeña mesa dejaba un amplio espacio adornado por una alfombra.

 

—Yo creo que aquí mismo.

 

Daniela miró a su alrededor y después de observar nuevamente a mis amigos asintió con la cabeza.

 

—Muy bien, pues venga, cuando antes empecemos antes acabaremos.

 

Javi aprovechó para poner algo de música suave, intentando romper un poco el hielo, Marquitos y Lote seguían observando a mi hermana sin poder articular palabra. Como había anunciado no perdió ni un momento, aprovechando el compás de la música se acarició ligeramente el cuerpo, pasando sus manos por sus pechos y sus caderas mientras sonreía y se contoneaba, y sin previo aviso se quitó lentamente el top dejando al descubierto un sujetador negro que apretaba sus senos con la intención de hacerlos parecer más grandes.

 

Siguió moviéndose sensualmente al ritmo de la melodía mientras se descalzaba deshaciéndose así de sus sandalias romanas, sus piernas se veían largas y bonitas. Aflojó la minifalda y la dejó caer al suelo, apartándola al momento de ella con su pie. Los cuatro pudimos ver un tanga negro finísimo, tan solo tres tiras negras que sujetaban un diminuto triángulo de tela, aquello fue mucho más de lo esperado, la prenda apenas podía tapar su generosa anatomía.

 

Joder sí que se ha puesto en el papel.

 

Mis tres amigos observaban alucinados la escena mientras que ella lentamente daba un par de vueltas sobre sí misma acariciándose los pechos y el culo, trasero que gracias a la ropa interior elegida para la ocasión se veía absolutamente apetecible. Miró al trío de flipados y dijo:

 

—Ya podéis sacaros las pollas si queréis.

 

El primero en obedecer fue Marcos que hábilmente se desnudó completamente de cintura para abajo mostrando una avanzada erección. Le siguió Javi que quitándose tranquilamente los vaqueros y el bóxer dejaba a la vista un miembro a media asta, medio empalmado por aquel improvisado baile. El último fue Lote que patosamente consiguió bajarse los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos enseñando otra más que aceptable excitación.

 

Algo me pasó viendo todo aquello, pero lo cierto es que mi polla también reaccionó dentro de mis ajustados Dockers, supongo que por lo morboso de la situación. Daniela miró las partes de los tres descaradamente y siguió:

 

—Tocaros para mí chicos.

 

Marcos y Javi obedecieron al momento, recreándose con aquellas vistas empezaron a pajearse lentamente disfrutando al máximo de lo que para ellos había sido una fantasía erótica durante muchos años. Carlos esperó algo más tímido hasta que mi hermana le animó:

 

—¿Es que no te pongo Carlitos? Mastúrbate para mí guapo —le dijo mientras se acariciaba el sexo por encima del fino tanga.

 

Éste reaccionó enseguida tocando la zambomba casi con veneración.

 

—Joder que buena que estás tía, ¿te importa si te digo cosas? —se aventuraba un crecido Marquitos rifle en mano.

 

—Claro que no, soy vuestra —le respondía Daniela con una sonrisa pícara.

 

Definitivamente todo aquello me estaba superando, la erección que había crecido dentro de mi ropa era tan grande que empezaba a doler. Mis tres amigos siguieron subiendo y bajando el prepucio mientras que podía observar como poco a poco se acercaban a ella viendo que ésta no se oponía. Sin dejar de tocarse ni un momento habían conseguido acercarse a escasa distancia de ella que, al verse rodeada, respondió poniéndose de rodillas en la alfombra. Cogiéndose con fuerza las tetas, subiéndolas hasta casi sacarlas por encima del sujetador les animaba:

 

—¿Os pongo chicos? ¿Os gusta lo que veis?

 

—¡Estás tremenda!

 

—¡Te haría de todo!

 

—¡Me la pones durísima!

 

Mis tres amigos se revolucionaron ante aquella pregunta, diciéndole cualquier cosa que se les pasara por la cabeza y tocándose cada vez a más velocidad. Javi siguió viendo hasta donde podía llegar y aprovechando la posición de Daniela acercó su miembro hasta llegar a pocos centímetros de sus labios. Me acerqué hasta ellos para formar parte del improvisado círculo, vigilando que no pasara nada raro tal y como le había prometido a mi hermana, pero ésta no parecía ofendida por nada.

 

A medida que pasaban los minutos los jadeos, gemidos y frases guarras se incrementaban.

 

—Oh sí, menudo culo tienes.

 

—Vaya tetas chica, muévelas un poquito.

 

—Acaríciate un poco, mmm.

 

Mi hermana obedecía en la medida de lo posible a las peticiones de los tres y yo estaba tan cachondo que apenas me podía mantener en pie. Javi siguió con su jueguecito y sin previo aviso acercó tanto su glande a su boca que llegó a rozarle los labios. Pensé que aquello había sido un error tremendo, que se iba a poner en pie y dejarnos allí tirados, pero mi sorpresa fue mayúscula. De no sé donde sacó una goma del pelo y se lo recogió en una coleta, como preparándose para la batalla, y ante el asombro de nosotros tres cambió la mano del anfitrión por la suya propia y empezó a sacudirle la polla con delicadeza. Al momento y ante la mirada envidiosa de Lote y Marcos cogió la base de su pene y se lo metió entero dentro de la boca.

 

—Oh sí Daniela —dijo éste seguramente también sorprendido.

 

Sin que se lo pidiera comenzó a hacerle una mamada, primero lentamente, salivándole todo el miembro, y luego tan rápido que podíamos ver como su coleta cortaba el aire. Javi gemía de puro placer consciente de que iba a ser el gran triunfador de la noche.

 

—¡Hostia puta! ¡Yo también quiero! —decía un frustrado Marcos sin perder un segundo de masturbación.

 

No estoy seguro si mi hermanita se había dado cuenta de quién era el macho alfa del grupo, el que tenía el dinero, o simplemente la situación la había excitado y Javier sin duda era el más atractivo de los tres, pero lo cierto es que yo ya no aguantaba más, me bajé la parte de abajo de la ropa hasta las rodillas y liberé por fin una brutal erección.

 

Daniela que seguía dándole placer a toda velocidad me miró de reojo y sin pensárselo dos veces se sacó aquel pedazo de carne del a boca increpándome:

 

—¿Pero qué coño haces? ¿Es que te has vuelto loco? ¡Qué soy tu hermana eh!

 

Aunque estaba completamente avergonzado mi mano ya estaba frotando mi miembro con esmero. El ver que de su boca resbalaba líquido personal y saliva aún me puso más cachondo.

 

—¿Pero tú eres imbécil? —seguía ella.

 

—Joder que no es por ti, es por la situación —conseguí decirle.

 

Pensé que con aquel cabreo que tenía lo había mandado todo a la mierda, pero Javi consiguió echarme una mano:

 

—No es por ti chica, es por la situación que es muy morbosa, no me dejes así anda que ya casi estaba, ya lo discutiréis luego.

 

Sin darle opción a réplica le volvió a colocar la polla en la entrada de la boca y cogiéndola suavemente un momento por el cogote la acercó hasta que ésta volvió a entrar en la cavidad. Con el miembro dentro mi hermana se liberó de la mano que le tocaba la cabeza en señal de desaprobación, pero siguió con aquel francés que sin duda estaba resultando delicioso para el receptor.

 

—Esto es injusto —Decía Marcos en voz baja.

 

Daniela siguió chupándosela hasta recuperar el ritmo que llevaba antes del incidente, Javi parecía estar disfrutando tanto que incluso le temblasen las piernas. Mientras yo seguía cascándomela a un lado un enfadado Marcos alargó el brazo y colocó su mano encima de uno de sus pechos. Ella intentó quejarse de manera ininteligible teniendo la boca ocupada y con la mano libre que no sujetaba la polla que mamaba intentaba protegerse de las caricias que recibía su teta.

 

—Déjame tocarte solo un poquito por favor, solo un poquito —insistía cada vez más motivado ante los forcejeos de ella.

 

Finalmente más concentrada en terminar la felación que había empezado se dejó hacer, hecho que el pervertido aprovechó para manosearle las dos tetas cada vez más animado mientras le decía:

 

—Estás buenísima tía, me encantas.

 

Mientras uno la magreaba y el otro apenas podía hablar por el placer que le daban sus labios Lote y yo seguíamos a lo nuestro en un discreto segundo plano. Marcos le metía mano sin disimulo, ya no se conformaba con acariciarle los pechos por encima del sostén, había conseguido introducir su mano y tocarle éstos sin ropa por encima.

 

—¡Menudas tetitas tienes!

 

Entre tanto magreo el sujetador había bajado casi hasta su cintura y las tetas de Daniela estaban completamente al descubierto, una talla ochenta y cinco bien formada botaba libre por los ataques de Marquitos. Aunque había sido el último en incorporarme a la fiesta la excitación contenida hizo que fuera el primero en explotar, verla allí con una polla en la boca y una mano en las tetas fue demasiado para mí y me corrí entre fuertes espasmos, volcando toda mi leche sobre su pelo y su cuello. Ella pareció no darse cuenta, en aquel momento tenía el aparato de Javi incrustado hasta lo más hondo mientras pude observar como éste también eyaculaba dentro de su boca, sus ojos se pusieron en blanco mientras podía imaginarme ríos de semen chocando contra su garganta.

 

—¡Oh sí Daniela, sí!, ¡sí!

 

Ella esperó a que terminara, sacó su polla del a boca y mientras escupía en el suelo decía.

 

—Joder tío, podías haberme avisado.

 

—Perdóname, no lo he visto venir —se excusaba Javi.

 

Ella siguió escupiendo en el suelo restos de los flujos del anfitrión, molesta porque éste se había corrido dentro suyo pero no realmente enfadada. Marcos seguía disfrutando de sus pechos mientras se pajeaba a toda velocidad hasta que finalmente gimió con tanta fuerza que aquello pareció un alarido y descargó sobre su frente y su pelo. Su grito resonó por todo el salón, por un momento pensaba que se iba a desmayar.

 

Se acabó de quitar el sujetador y lo usó para limpiarse como pudo los restos de semen que tenía por el cabello y la cara mientras preguntaba:

 

—¿Ya estáis todos?

 

A su derecha pudo ver como un apurado Carlos, nervioso por ser el último, seguía dándole a la manivela angustiado.

 

—Me queda poco, me queda poco —repetía Lote con la voz entrecortada.

 

Daniela se puso en pie, su pelo estaba pringoso como si hubiera salido de la ducha sin aclararse y su cara relucía gracias a las propiedades del divino líquido. Solo tapada por el escaso tanga lucía unos pechos preciosos. Miró fijamente al rezagado y se acercó a él diciendo:

 

—Parece que voy a tener que ayudarte un poco, a ver si acabamos ya.

 

Mientras nosotros tres empezábamos a vestirnos Marcos miraba con odio a Carlote.

 

Llegó hasta su posición y le agarró el miembro sustituyendo la cansada mano de éste.

 

—A ver si yo lo hago un poquito mejor —le dijo con voz queda.

 

Mientras que intentaba terminar lo que él mismo había empezado pude oír de nuevo a Marcos quejándose entre dientes.

 

—Joder al final soy el que menos ha podido hacer de todos.

 

Mi hermanita siguió con el trabajo con ganas, lo masturbaba estando muy cerca de él, apretando las tetas contra su rechoncho cuerpo, susurrándole cosas al oído. Lote parecía estar disfrutando como nunca, gemía como un cerdo en el matadero.

 

—Pues sí, parece que sí te gusta.

 

Le soltó la polla y dándose la vuelta le dio un primer plano de su trasero, tapado solo por un fino hilo de tela parecía estar desnudo. Le restregó las nalgas por aquel palo tieso como un pote de laca de manera sensual, manteniéndose de espaldas se lo colocó entre las piernas y apretando sus testículos contra el culo se lo restregó por su sexo por encima del tanga.

 

—¿Te gusta? —le decía mientras lo frotaba con ganas.

 

—¡Joder sí, sí! —contestaba él casi sin aliento.

 

Se restregó un rato más mientras que sin cambiar de posición volvía a pajearle a la vez que apretaba su glande contra el coño separados tan solo por el diminuto triángulo de ropa.

 

—¿Así?

 

—¡Así!, ¡así!, ¡así! —decía Carlos casi como si fuera un mantra.

 

Daniela subió el ritmo de las fricciones hasta que éste no mucho tiempo después se corrió violentamente contra el tanga gimiendo como un poseído.

 

—¡Oh sí!, ¡oh sí!, ¡ah!, ¡ah!, te quiero Daniela.

 

Ella solo sonrió pero nosotros nos reímos a carcajadas con aquello, desde luego aquella noche ninguno de los cuatro la íbamos a olvidar nunca. Mirando el último lechazo regalo de un satisfecho Lote lo limpió un poco con el sujetador que llevaba rato utilizando de paño y dijo:

 

—Coño como me habéis puesto entre todos.

Recuperó sus sandalias y la minifalda y se vistió rápidamente. Guardó el pringoso sostén dentro del bolso y por último se puso el top. En la parte de arriba se le marcaron los pezones libres de la tiranía de la ropa interior. Nos miró pícara y se despidió yéndose a la puerta de salida.

 

—Caballeros, un placer hacer negocios con vosotros.

 

En cuanto abandonó la casa fuimos saliendo del shock, aquello había sido mucho mejor de lo esperado.

 

—Cabrones os tendría que haber cobrado el doble.

 

Marcos y Javi se rieron y las siguientes horas fueron un insoportable continuo recuerdo de lo sucedido, acababa de pasar y el tema ya empezaba incluso a exagerarse. Dentro de mí había todo tipo de sentimientos. Estaba alucinado con que se hubiera prestado a mucho más de lo pactado, satisfecho por haber podido descargar en unas circunstancias tan morbosas pero también preocupado, por mucho que me dijera a mí mismo que mi excitación había sido fruto de la situación lo cierto es que no podía dejar de ver a mi hermana de una manera diferente.

 

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Los siguientes días fueron una lección de normalidad por parte de mi hermana. Ignorando todo lo sucedido ella me trataba como siempre, incluso más simpática de lo normal. La verdad es que yo después de todo estaba bastante cortado pero disimulaba lo máximo posible.

 

Debe ser que el dinero la pone de buen humor.

 

Lo peor es que tal y como noté en casa de Javi me costaba verla como siempre. Al principio hice todo lo posible por engañarme, incluso dormí mal un par de días, pero luego me dije que quizás no era tan raro sentirse atraído por una hermana después de haber vivido algo así. Será cosa de unos días pensé. La relación con mis amigos también estaba cambiando, había quedado con ellos menos de lo habitual y cuando lo había hecho las horas se me hacían interminables teniendo que aguantar sus historias sobre las vivencias con Daniela. Incluso notaba que empezaba a darme rabia Javi, no solo era guapo y rico sino que ahora encima podía presumir de la mamada que le había hecho mi hermanita. Una mezcla de celos y envidia me invadían. Cada vez me quedaba más en casa asqueado del trío calavera y sus historias mientras que lejos de disminuir mi atracción por Daniela aumentaba.

 

Estaba llegando el punto que ni mis amigas, ni el porno por internet ni nada me hacían reaccionar, solo conseguía excitarme pensando en ella, me daba cuenta que el tema empezaba a ser enfermizo. Pasaba los días revisando todos mis documentos sobre ella que guardaba celosamente en mi portátil, sus fotos en ropa interior, desnuda en la ducha, la vez que me atreví a masturbarme mientras dormía. Me llegué a hacer tantas pajas pensando en ella que incluso tenía la polla escocida. Ella seguía tan jovial conmigo como siempre, mientras me contaba cualquier anécdota que se le ocurriera yo me distraía repasándola con la mirada. El que siempre anduviera por casa con ropa cómoda no me estaba ayudando nada a controlar mi calenturienta mente.

 

Seguí así unos veinte días, cada vez más aislado del mundo. Iba al instituto, veía a mis amigos, pero los fines de semana me inventaba cualquier excusa para quedarme en casa. Incluso mis padres me llegaron a preguntar si me encontraba bien, a lo que yo siempre contestaba con evasivas poco convincentes. Recuerdo que era sábado, hacía poco que habíamos comido y yo estaba estirado en mi cama preparándome para una siesta cuando mi hermana entró por la puerta.

 

—Íñigo, ¿me acompañas de compras?

 

—¿Ahora?

 

—Sí, ahora, vamos no seas vago tío, necesito consejo y me da mucha pereza ir sola.

 

—¿Y no puedes ir con alguna amiga?

 

—Oye, no estaría aquí entonces, vamos vístete y hazle un favor a tu hermana, no me dejes ir sola por allí no sea que me pase algo —dijo simpática mientras me guiñaba un ojo y se iba también a vestirse para salir.

 

Remolón me puse unos vaqueros y una camiseta, el calor empezaba a ser bastante fuerte, faltaba muy poco para acabar el instituto y comenzar una nueva etapa en mi vida. Volvió a buscarme vestida prácticamente igual que yo, con unos vaqueros pitillo, unas hawaianas y una camiseta ajustada de tirantes.

 

—Vamos, ¡de compras que nos vamos!

 

Al final se va a gastar el dinero en modelitos y no en una escapada con su novio.

 

Llegamos al centro comercial y rápidamente me llevó hasta su tienda favorita.

 

—Esta tienda me encanta —dijo con los ojos brillantes por la ilusión.

 

Yo la acompañaba como un fiel mayordomo, aburrido como una ostra. Mi única ilusión era rezagarme un poco detrás suyo para verle el culo en forma de cereza que le hacían los estrechos pantalones. También me gustaba fijarme en cómo le miraban la gran mayoría de los chicos, allá donde fuera levantaba pasiones. Estuvo un rato seleccionando ropa, llevaba tanta elegida que era casi ridículo verla hasta que finalmente dijo:

 

—Creo que ya tengo suficiente, vamos al probador.

 

Acomodó como pudo las pilas de ropas que pretendía probarse, tuvo suerte de que el probador era bastante amplio y se encerró dentro diciendo:

 

—Voy saliendo y tú me dices la verdad de cómo me quedan las cosas eh.

 

No me di cuenta de la tortura que iba a ser aquello, el tedio que para mí era ir de compras estaba a punto de llegar a otro nivel, uno en el que tu hermanita empieza a salir vestida con modelitos distintos, a cada cual más sexy, y tu aguantas estoicamente intentando no ponerte palote. Salió luciendo minifaldas, vestiditos cortos veraniegos, camisetas escotadas, a veces abría la puerta para enseñarme una camiseta y debajo solo llevaba puestas unas finas braguitas blancas.

 

Joder no me hagas esto, vístete entre prenda y prenda.

 

Hubo un momento especialmente terrible en el que se probó un par de biquinis pensando en sus probables vacaciones en la playa o simplemente en sus tardes en la piscina municipal.

—¿Cómo me quedan? —me preguntaba mientras hacía posturitas luciendo un diminuto traje de baño de color azul eléctrico.

 

Los hacen con tan poca tela que daría igual que fueran desnudas.

 

La batalla estaba perdida, el bulto del pantalón empezaba a ser visible e incómodo, aquella sesión de Daniela y sus vestidos había sido la peor terapia para curarme de mi obsesión. El recuerdo de la felación a Javi hacía que mis neuronas no pudieran concentrarse en ninguna otra cosa.

 

—Este es el último —dijo ella enseñándome  un vestido rosa pálido.

 

—Me vuelvo a vestir y nos vamos.

 

Mi excitación era tal que perdí el control como no me habría imaginado jamás, el pulso se me aceleró tanto que creí que me iba a dar un infarto, comencé a sudar ajeno al fortísimo aire acondicionado y la respiración empezaba a desbocarse, no aguantaba más.

 

Llamé a la puerta del probador y ella me abrió al momento, volvía a ir vestida tal y como había salido de casa. Mientras recogía algunas prendas del suelo y las metía en el montón me dijo:

 

—Ahora mismo termino y nos vamos.

 

Entré con ella y cerré de nuevo la puerta con el pestillo, cuando la vi allí agachada en pompa revolviendo entre la ropa sin pensármelo dos veces me abalancé. La cogí por las caderas y apreté su culo contra mi miembro que a pesar de tener la ropa de ambos por el medio se notaba que estaba empalmado, lo restregué un segundo por sus nalgas diciéndole:

 

—Qué buena que estás hermanita.

 

Se liberó de mí con un violento movimiento en el que se puso de pie y se giró a la vez y encarándose a mí me dio un bofetón.

 

—¡¿Tú eres gilipollas?! ¿Pero a ti que te pasa últimamente?

 

Ni siquiera el golpe me hizo entrar en razón, la coloqué contra el espejo del probador y me arrimé todo lo que pude empujándola contra este. Mientras una de mis manos se colocaba en un pecho la otra había conseguido colocarse en su entrepierna, acariciándole el coño por encima del pantalón.

 

—¡Te he dicho que me sueltes subnormal!

 

Ella forcejeó un poco pero yo era demasiado fuerte, mientras le sobaba las tetas seguía jugando con sus partes, retiré la mano y conseguí colocarme yo empujando su sexo con mi bulto, la tenía entre la espada y la pared, casi literalmente.

 

—Mira como me pones Dani, por favor déjame.

 

Ella siguió resistiéndose.

 

—¡¿Pero que te deje qué tarado?! ¡Suéltame antes de que grite ayuda!

 

En ese momento se resistió con todas sus fuerzas consiguiendo liberarse de mí volviéndome a golpear.

 

—¡Definitivamente estás como una puta cabra! —me dijo realmente enfadada.

 

Después de aquello reaccioné, desde luego no soy ningún violador y quiero a mi hermana con locura, pero aquella situación me estaba haciendo perder la cabeza. Me quedé cabizbajo sin saber que decir y ella se quedó mirándome con los brazos cruzados. Su cabreo pareció ir disminuyendo un poco hasta que me dijo:

 

—Realmente no estás bien Íñigo, ¿se puede saber qué te pasa? Llevas un tiempo rarísimo, soy tu hermana eh —su tono era firme pero más conciliador.

 

—Ya sé que eres mi hermana joder, ni yo sé que me pasa, desde que paso aquello en casa de Javi que no puedo dejar de darle vueltas.

 

—Sabía que aquello había sido un error, pero sigo siendo tu hermana, tarado.

 

—Que te digo que ya lo sé, pero no sé qué puedo hacer.

 

—Bueno, ya lo hablaremos, vámonos a casa.

 

Mi hermana era la mejor, probablemente ella era la única capaz de no enfadarse para siempre, de retirarme la palabra hasta el resto de los días, pero lo peor es que yo seguía excitado.

 

—No puedo.

 

—¿No puedes qué Íñigo?

 

—No puedo ni andar, no puedo tenerte cerca, me pones tanto que voy empalmado a todas partes, es una puta tortura.

 

Ella se quedó mirándome sin saber que decir, le estaba rompiendo todos los esquemas uno detrás de otro. Me desabroché los vaqueros y bajándolos junto al calzoncillo dejé libre mi bayoneta preparada para atacar.

 

—Mira lo que me haces Dani.

 

Ella parecía estar a punto de decir algo pero la interrumpí.

 

—Desde que pasó aquello ni siquiera puedo mirar a mis amigos a la cara, odio pensar que le hiciste una mamada a mi mejor amigo, que dejaste que te tocaran y te restregaste y que yo soy el único que no sé qué se siente.

 

Sin darle opción a réplica seguí.

 

—¿Y yo qué eh? No puedo borrar de mi mente aquellas imágenes, necesito sentir lo mismo que ellos para recuperar la cordura. Quedamos en que solo estarías quieta en ropa interior y acabaste complaciendo a los tres.

 

—Lo hice solo para ir más rápido, ¿crees que disfruté con eso?

 

—Me da igual si disfrutarte o no, llevan casi un mes que solo hablan de lo mismo y yo me estoy volviendo loco. Necesito lo mismo que ellos, ¡lo necesito!

 

En ese punto incluso se me escapó una lágrima mejilla abajo, os aseguro que no era simulada, estaba realmente afectado por todo aquello. Ella me miró, del enfado había pasado a la conciliación, de la conciliación había pasado la lástima, casi a la comprensión.

 

—¿Qué te cuesta Dani? Soy yo, tu hermano, te quiero…

 

Ella estaba cabizbaja al igual que yo, reflexionando, asimilando todo aquello. Estuvo así un par de interminables minutos hasta que me dijo.

 

—Júrame que después de hoy nunca más volveremos a hablar del tema.

 

Enseguida levanté la cabeza y la miré sin estar seguro de lo que quería decir, ella se me acercó un poco y me cogió el miembro con suma delicadeza.

 

—Júramelo.

 

Con mi polla agarrada comenzó a subir y bajar su mano con suavidad, sensualmente.

 

—Te lo juro hermanita.

 

Siguió con aquel celestial movimiento mientras me miraba directamente a los ojos, aumentando el ritmo muy lentamente.

 

—Esto se acaba aquí y ahora Íñigo, nunca más hablaremos de ello.

 

Excitadísimo y casi emocionado conseguí responder:

 

—Te lo juro Dani, te lo juro.

 

Aquel vaivén era casi místico, mi polla estaba tan dura que parecía hecha de acero, mientras seguía pajeándome aproveché mis manos libres para sobarle las tetas por encima de la ropa, metiendo una de ellas con cierta dificultad por dentro de la camiseta se las magreaba recubiertas del sujetador.

 

—Eres preciosa hermanita.

 

Sin reaccionar a mis halagos se dejaba hacer mientras me masturbaba más y más rápido, su mano era algo angelical. Saciado con aquellos pechos me dirigí a la parte de abajo, mientras le apretaba el culo con la otra mano volvía a acariciarle la entrepierna, frotándosela excitado.

 

—Estás buenísima Daniela.

 

Seguía jugando con mis partes y yo comencé a desabrocharle lentamente el pantalón, abriéndolo lo máximo que pude introduje mis dedos por dentro y conseguí acariciarle el coño solo protegido por aquellas braguitas blancas.

 

—Mmm.

A ella se le escapó un pequeño gemido con aquella maniobra y yo aproveché para frotarla con más ímpetu. Con aquello pareció doblar ligeramente las rodillas, parecía estar gustándole, pero justo en ese preciso momento me cogió con su mano libre y me la retiró de la cueva del placer.

 

—A tus amigos no les dejé hacer esto.

 

Mientras se volvía a abrochar detuve la paja y agarrándola con suavidad por el pelo le dije:

 

—Es verdad, pero les hiciste otras cosas.

 

Sin forzarla la llevé directa hasta mi miembro, poniéndose ella de rodillas y en esa nueva posición volvió a agarrármelo y se lo introdujo entero en la boca, lentamente.

 

—Oh sí eso es.

 

Salivó su nuevo objetivo y enseguida comenzó a jugar con el glande con su lengua. Lo lamía y relamía como si fuera un calippo.

 

—Oh sí hermanita que bien lo haces.

 

Lo chupaba y succionaba e incluso metía la punta de su lengua en mi orificio, desde luego se notaba que sabía perfectamente lo que hacía.

 

—¡Oh sí, oh sí!

 

—¿Te gusta hermanito? ¿Era esto lo que querías?

 

Después de decir esto se la volvió a meter entera en la boca y comenzó un francés profundísimo, casi podía notar mi polla chocar contra su campanilla.

 

—Me encanta, me encanta, era esto sí, ¡era esto!

 

Me la chupaba cada vez con más fuerza y velocidad, el sonido de sus labios succionándome aún me ponía más cachondo. Mis gemidos empezaban a sonar considerablemente fuerte por mucho que intentase controlarlos, estaba seguro que alguien en el pasillo o los probadores de al lado debía ser consciente de lo que estaba pasando, pero por fortuna nadie se atrevió a llamarnos la atención.

 

No era un experto en mamadas pero comparándola con las pocas que me habían hecho en mi vida aquella era sin duda la mejor. La agarré por el pelo para seguir aquel movimiento y me gratifiqué al comprobar que no se oponía a ello.

 

¡Sí hermanita, sí, que bien lo haces, oh!

 

Se la metía y sacaba a tal velocidad que fue demasiado para mi aguante y sin poder resistirlo y sorprendiéndome incluso a mí acabé corriéndome dentro entre espasmos tan fuertes que parecía epiléptico. Pude notar como a cada sacudida un río de semen se alojaba en aquella preciosa boca.

 

—¡Dios!

 

Tuve el orgasmo más intenso de mi vida, ella me dejó terminar y finalmente se la sacó de dentro mientras me decía.

 

—Qué cabrones que sois, otro que no avisa.

 

—Te juro que me ha pillado por sorpresa Dani.

 

—Sí, sí, ya me conozco el argumento.

 

Sacó un par de pañuelos de papel y se limpió todo lo que pudo, escupiendo en ellos e incluso frotándose la lengua, me pareció que incluso tenía una pequeña arcada.

 

—¡Qué asco joder!

 

Me volví a excusar por lo que había pasado hasta que me dijo:

 

—Esto termina aquí, ayúdame a recoger toda la ropa y vámonos a casa.

 

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Durante cinco días mantuve mi palabra. No hablamos en absoluto de lo que había pasado y nuestra relación no parecía para nada resentida. Parecía haber vuelto todo a la normalidad, incluso en el instituto mi relación con los amigos volvía a ser como siempre. Podía volver a concentrarme en los exámenes finales y la ansiedad había desaparecido por completo. Las cosas iban tan bien que la recaída fue del todo inesperada.

 

Era jueves por la noche y mis padres, Daniela y yo estábamos en el comedor viendo una película. Los tres integrantes de mi familia luchaban por mantenerse despiertos, y eso que no debería ser más tarde de las once de la noche. Yo era el único completamente despierto, hacía rato que había perdido el interés por la película y no dejaba de observar a mi hermana que estaba estirada sola en otro sofá. Llevaba puesta una camiseta vieja azul clarito y unos pantalones de pijama pesqueros blancos con motivos marítimos. Sus pezones marcados en aquella ropa había sido lo primero que había llamado mi atención, pero luego cualquier parte de su anatomía me resultaba placentera de mirar. Su culo embutido en aquellos pantaloncitos lucía completamente delicioso, a través de la translúcida ropa podía ver que llevaba de nuevo unas pequeñas braguitas, juraría que de color amarillo.

 

Pero que buena que está la tía.

 

Precavido por la situación me había hecho con un cojín y lo había depositado disimuladamente encima de mis partes, evitando posibles miradas hacia lo que era un considerable bulto.

 

Lo que daría por volver a atacarte.

 

Seguí un rato disfrutando de las vistas hasta que ella reaccionó y dijo:

 

—Voy a fregar los platos antes de que me quede dormida.

 

—Muy bien hija —le contestó mi madre entre bostezos.

 

Esperé un tiempo prudencial y decidí abandonar también el salón.

—Buenas noches.

 

—Buenas noches hijo —respondieron al unísonos los dos.

 

Fui a la cocina y entré silenciosamente. Mi hermana estaba en la pila fregando los platos como ya había anunciado. Con el ruido de la vajilla y del grifo ni siquiera se dio cuenta de mi presencia. Me di cuenta enseguida que con el movimiento de frotar los platos su culo vibraba por el esfuerzo, aquel trasero que probablemente era lo mejor que tenía mi hermana. Aquel vaivén de sus nalgas me puso aún más cachondo, me acerqué lentamente por detrás y la abracé por la cintura.

 

—¡Coño que susto! —exclamó al ver que era yo.

 

—Perdona no quería asustarte.

 

—¿Ya ha terminado la película? —me preguntó sin percatarse de que mi miembro ya estaba presionando contra su culo juguetón.

 

—La verdad es que no me he enterado de nada de lo que veíamos —le respondí sin disimulo mientras mis dos manos iban directas a sus pechos y los agarraban por encima de la camiseta.

 

—Íñigo, ¿qué haces? —me dijo muy seria pero menos sorprendida que la última vez.

 

Mientras soltaba el vaso que tenía entre las manos pude jugar unos segundos con aquellos globos que tanto me gustaban.

 

—Ya sabes lo que hago hermanita —respondí susurrándole al oído.

 

—Para Íñigo, ya hemos aclarado el tema.

 

Me decía eso pero a su vez no parecía resistirse, no pretendía forzarla, solo seducirla. Me metí por debajo de su camiseta y le acaricié un pezón que estaba erecto como un misil mientras bajé la otra mano por su vientre hasta llegar a sus partes y le acaricié por encima del a ropa. Ella respiraba profundamente, pero su voz seguía siendo suave y pausada.

 

—Me lo juraste.

 

Aprovechándome de su falta de resistencia seguí metiéndole mano animadamente.

 

—Ya lo sé hermanita ya lo sé, ¿pero no crees que nos quedamos a medias?

 

Su actitud seguía siendo pasiva y yo estaba más cachondo incuso que en aquel probador.

 

—Yo no quiero ser como mis amigos, yo soy tu hermano, soy más que ellos.

 

Continué tocándole todo lo que podía, las tetas, el culo, el coño, todo lo que su pasividad me permitía.

 

—Íñigo… —dijo ella cada vez más resignada.

 

—Vamos no me dejes así, te quiero tener entera solo una vez, una vez en la vida.

Cogí sus pantalones y los bajé hasta un poco por encima de las rodillas y seguidamente hice lo mismo con sus braguitas que efectivamente eran amarillas, dejando al descubierto su increíble culo que haría perder el sentido a cualquiera. Ella suspiraba cada vez más fuerte.

 

—Para por favor.

 

Omitiendo aquella poco convincente súplica llevé mis manos hasta su desprotegido clítoris y sin perder ni un segundo comencé a frotarlo de manera circular, pude notar como ella se retorcía. Llevaba el coño rasurado estilo brasileño, aquello me excitó más si cabe.

 

—Mmm, no, para, de verdad, para.

 

Estaba claro que ella también estaba cachonda así que seguí con aquel movimiento mientras mi polla pedía a gritos salir apretada dentro del pijama presionando aquel escultural culo. Finalmente y ante mi sorpresa se subió la ropa con un hábil movimiento y se dio la vuelta mirándome a los ojos con su cara a pocos centímetros de la mía.

 

—Aquí no, nos pueden ver.

 

Vestida de nuevo me agarró la mano y me llevó hasta la puerta de la cocina, se asomó y al ver que no había moros en la costa salimos directos a su habitación a hurtadillas. Al entrar en ella cerró la puerta y encendió una lamparita que hacía una luz muy tenue.

 

Esta es la luz que pones cuando te follas a Alejandro, pensé.

 

Me miró fijamente y pude notar la excitación en su mirada, me abalancé sobre ella y agarrándola por el culo la subí encima de su escritorio a la vez que le abría las piernas y me metía entre ellas, sentada en aquel mueble tenía la altura perfecta para que nuestros sexos se encontraran.

 

Ojalá te hubiera arrancado la ropa ya.

 

Mi erección era tan descomunal que tenía la sensación de poder penetrarla incluso a través de los dos pantalones de pijama y sus braguitas.

 

—Estás buenísima joder Dani.

 

Volví a sobarle todo el cuerpo, besándole y mordisqueándole el cuello mientras podía oír pequeños gemidos provenientes de ella. Le quité rápidamente aquella camiseta dejando libres sus dos preciosas tetas que me apuntaban descaradas.

 

—Esto no está bien Íñigo —me decía mientras se mordisqueaba el labio inferior por el morbo.

 

—Necesito estar dentro de ti hermanita —le dije al oído entre suspiros.

 

Aquello pareció excitarle aún más, me deshice de mi pijama liberando aquel bate de béisbol ansioso por hacer un Home Run y con bastante dificultad conseguimos entre los dos desnudarla a ella que seguía sentada en aquella mesita de estudio.

 

—Una vez y basta —repetía ella cegada también por el deseo.

 

—Solo una vez hermanita solo una vez.

 

Con una mano empezó a tocarme el miembro mientras que yo con dos dedos seguí lo que había empezado en la cocina. Primero le acariciaba la pepita de manera circular aumentando la velocidad progresivamente y luego movía mis dedos muy rápido de lado a lado, parecía volverse loca con aquello. Daniela miraba al techo sin poder reprimir los gemidos, mientras que yo la tocaba con furia ella se movía ligeramente hacia delante y hacia atrás buscando el máximo placer.

 

—Oh sí Íñigo, así, así.

 

Seguí un rato hasta que desvié mi mano ligeramente hacia abajo y se los introduje con cuidado dentro del a vagina, pude comprobar que tenía el coño completamente húmedo.

 

—¡Mmm sí, sí!

 

—Me parece que ya estás lista, déjame follarte lo necesito.

 

Daniela me miró con la cara de viciosa más salvaje que le había visto nunca, me apartó momentáneamente para salir de aquel escritorio y se puso de cuatro patas en el suelo de la moqueta.

 

—¿Te gusta a lo perrito?

 

Mi polla tuvo un espasmo al oír aquella pregunta, la perspectiva de mi hermana en colocación felina en el suelo era bestial.

 

—Me encanta —respondí yo a la vez que me ponía de rodillas detrás suyo, acomodándome.

 

—¡Pues entonces fóllame como una perra!

 

Agarrándola fuerte por las caderas coloqué con cuidado la punta del pene en la entrada de su vagina, tan solo el contacto con el vello púbico era tan delicioso que tuve que concentrarme para no correrme. Estimulé unos segundos el orificio con mi glande y lentamente la penetré hasta el fondo.

 

—Oh sí hermanita, sí.

 

Mis dieciocho centímetros de carne estaban completamente dentro de Daniela que se retorcía de placer, se la metí tan hasta el fondo que la sentía insertada como un pincho moruno. Viendo que no había ni rastro de dolor o incomodidad comencé a meterla y sacarla lentamente, disfrutando de cada fricción que me ofrecía su delicioso coño. Los dos intentábamos amortiguar el ruido de nuestros gemidos por miedo a que nos descubrieran nuestros padres, pero la sensación era realmente espectacular.

 

Seguí con aquel movimiento aumentando poco a poco la velocidad, pude ver como ella agarraba la moqueta con fuerza como si fuera un gato al que quieres levantar del suelo y éste se resiste. De sacudidas largas y profundas pasé a acercarme más a ella y teniéndola clavada hasta el fondo comencé a moverme con fuerza y rapidez con movimientos más cortos. El clap clap de mis ingles chocando contra sus nalgas me estaban volviendo loco, al igual que oír sus gritos cada vez más descontrolados. Seguí embistiéndola cada vez con más fuerza mientras que mis manos habían abandonado sus caderas y se habían alojado en sus tetas agarrándolas casi con violencia.

 

—¡Ah!, ¡ah!, ¡oh!

 

No sé quién de los dos estaba disfrutando más pero en la habitación se oía ya el eco de nuestros gemidos, seguía notando aquel maravilloso culo impactando una y otra vez contra mis muslos y eso me animaba a penetrarla cada vez con más fuerza. Mis sacudidas eran tan brutales que casi la levantaba del suelo, pude ver como se llevaba una mano a la boca y se la tapaba con fuerza para que no pudieran oír sus gritos de gusto.

 

—Mmm, mmm, mmm —gritaba ahogadamente Daniela.

 

Solté uno de sus pechos y llevé la mano hasta su coño que estaba completamente taponado por mi polla y mientras seguía follándomela sin piedad le acaricié el clítoris con ganas. Aquello fue demasiado para mi hermana que pude notar como se corría entre brutales espasmos inundando toda su cueva de líquido.

 

—¡Ohh sí, síiii, ahhh, ahh!

 

Se retorció como un gusano de seda por el placer mientras yo le decía:

 

—Yo ya casi estoy hermanita dame un segundo.

 

Giró la cabeza para mirarme desde su posición de cuadrupedia y de repente se sacó mi miembro de dentro con cuidado diciéndome:

 

—Joder dentro no eh, esto sí que no.

 

Me quedé mirándola casi desconsolado allí de rodillas pero enseguida volvió hacia mí y me agarró la polla masturbándome con fuerza para intentar que no perdiera el ritmo. Pajeándome a horcadas seguía justificándose:

 

—Dentro no podía dejar que te corrieras Íñigo.

 

Siguió con aquel frenético movimiento mientras acercada su cabeza hacia mi aparato que estaba a punto de explotar y me decía.

 

—Córrete en mi cara, échamelo todo.

 

Aquella frase fue suficiente para que llegara al orgasmo casi entre temblores de placer llenándole la cara de semen por todas partes.

 

—¡Ohhh sí, ohhh, ohhhhh!

 

No pude evitar pensar que era la tercera vez aquel año que le llenaba la cara de leche y que sin duda ese había sido el mejor polvo de mi vida. Recuperamos el aliento sin hablar y rápidamente me vestí, le di las buenas noches y me fui a mi habitación. Creo que añadí un : “gracias por todo”, pero no estoy seguro.

 

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Las semanas pasaron de lo más normal, yo terminando mi etapa de estudiante de instituto y Daniela preparando sus vacaciones en Alicante con su novio. No volvió a repetirse nada similar pero nuestra relación seguía siendo cordial, de amigos más que hermanos. En mi cabeza sí notaba que algo había cambiado, apenas tenía interés por otras chicas y el porno por internet me parecía incluso aburrido. Pasaba las horas mirando vídeos supuestamente filiales que eran más falsos que la falsa moneda. Me preocupaba no poder excitarme de una manera llamémosle normal, pero tampoco le daba más importancia de la necesaria.

 

Llegó el sábado por la mañana, era muy temprano y desde mi habitación pude oír como mi padre y mi hermana se preparaban para irse. Éste se había ofrecido a acercarlos hasta la estación de tren, debían ser las seis de la mañana.

 

Oí la puerta de la calle cerrarse, era la señal de que ya se habían marchado. Me levanté desvelado por los ruidos que no habían podido evitar hacer y me di cuenta de la tremenda erección matutina que tenía. El calor ya era casi insoportable y a esas horas de la mañana, sin el aire acondicionado puesto en muchas horas, aún apretaba más. Yo iba vestido solo con un pantaloncito de pijama, en él la tienda de campaña era completamente indisimulable. Salí al pasillo con la intención de ir al baño, pensé que mear ayudaría a bajar aquel pequeño monstruo, pero de camino al lavabo una idea loca se adueñó de mi mente.

 

Pasé de largo de mi primer destino y fui directo a la habitación de mis padres. Abrí con sumo cuidado la puerta y entré a hurtadillas, aunque la luz era muy escasa pude observar como mi madre dormía profundamente. Completamente destapada debido al calor solo llevaba puesto un finísimo y translúcido camisón negro y unas bragas del mismo color.

 

Pensé:

 

Joder mamá que bien te conservas.