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ARA’S (El Altar del Sexo) V

en Sadomaso

Es continuación de los relatos:

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            …Se comportaban como Jefa y Secretaria, aunque las dos, por dentro, deseaban estar en otro lugar y con otras galas. Apenas llevaba dos días ya como secretaria de Adela y ansiaba volver a la zona VIP de su discoteca, sólo que no sabía cómo decírselo a su Jefa.

Adela:             “Alicia, mañana viernes te traes ropa suficiente para el fin de semana, necesito terminar unos asuntos. Y lo haremos en mi casa, ¿está claro?

Alicia:             “Sí Srta, todo está muy claro.

            Para todos sus compañeros de departamento era muy extraño que Alicia nunca llamase a la Gerente por su nombre como hacían todos. Durante esa semana, Alicia no hacía nada más que rememorar todo lo que había ocurrido desde que entró en ese club de su discoteca, los castigos infligidos sobre ella, los azotes, las descargas eléctricas, sobre sus partes más sensibles, la exhibición de su desnudez, todo ello hacía que tuviese la necesidad de aliviarse de forma manual. Llegó el viernes y con ello el inicio de un fin de semana en el que ella esperaba ser tratada, al menos como el sábado anterior.

Adela:             “Venga mete tus cosas en el coche, Alicia.”, le dijo de forma autoritaria.

Alicia:             “Sí Srta… Srta.

Adela:             “Dime

            Alicia esperó a que se subieran las dos al coche, lo que quería decirle era, a su entender, demasiado fuerte para que alguien ajeno a ellas lo escuchase.

Alicia:             “Verá Srta deseo que me esclavice, que utilice mi cuerpo para lo que desee. Verme azotada y flagelada por mero capricho suyo, marcada como las bestias…

Adela:             “¿Sabes lo que estás pidiendo?

Alicia:             “Sí S…Ama.

            Adela le abofeteó durante unos minutos, pasados los cuales arrancó y se dirigieron hacia su domicilio. Cuando llegaron a la casa, estaban en una de las urbanizaciones más lujosas, Alicia estaba asombrada. Nada más entrar en la casa Alicia se desnudó y se puso a cuatro patas, seguidamente se lanzó a lamer los zapatos de Adela.

Adela:             “¡Escúchame! Me voy al club a tomarme una copa. Cuando vuelva, dependiendo de cómo estés tomaré en cuenta o no tu petición de transformarte en una esclava…

            Alicia vio como Adela se iba y la dejaba sola, por lo que se dedicó a investigar por la casa por ver si tenía algo que le permitiera adivinar cómo debería estar para poder ser la esclava de Adela. Entró un dormitorio, el cual tenía una cama demasiado grande para ser de matrimonio pero en los pies de la misma parecía que tenía un cepo de los usados en la Edad Media, pero totalmente metálico.

            Adela volvió después de algunas horas en el club, esperaba en el fondo que Alicia se hubiese replanteado su petición, sabía cómo era ella. Disfrutaba ensañándose con las chicas del club, pero ellas estaban allí para sufrir y ser sometidas por los amos, pero Alicia, al someterla en el club vio algo que le hizo perder un poco la cordura. Todas las chicas del club, cuando pasaban por sus manos terminaban pidiendo clemencia y piedad algo que la estimulaba a ser todavía peor, sin embargo Alicia siendo lo más sádico que había hecho en su vida, no consiguió que pidiera clemencia y estuvo a punto de matarla por sus excesos. Pero algo había aprendido de aquel día y era que necesitaba a Alicia a su lado, como compañera, esclava o lo que fuese pero la necesitaba.

            Al entrar en su dormitorio se llevó una sorpresa, Alicia estaba fijada a los pies de la cama, sus pechos, mediante unas pinzas con cadenas, fijadas al suelo, los pezones totalmente estirados, en sus rodillas, unas piezas metálicas que impedían doblarlas y las mantenía fijas y rectas, sobre su espalda dos instrumentos de castigo un látigo y una fusta. Adela, sin dudar, cogió el látigo y comenzó a golpear a la chica. Le dio veinte azotes, paró de azotarla cuando vio sus nalgas de un color rojo sangre, paró. Cogió unos pequeños ganchos situados en la parte superior de los pies de la cama y los enganchó sobre las narices de Alicia, seguidamente cogió otros ganchos similares situados en la parte inferior de los mismos y los situó sobre la mandíbula inferior obligándola a mantener su boca abierta. Cuando Adela se quedó desnuda, cogió sus bragas e hizo una bola con ellas y la introdujo en la boca de Alicia.

Adela:             “Mañana te llevaré al ginecólogo para que te ponga un DIU y te recete las antibaby. No deseo que una puta como tú tenga descendencia, solamente servirás para que tengas los hijos que los demás desean. En resumidas cuentas serás embarazada cada vez que alguien te requiera…

            Alicia asintió a las palabras que le había dicho Adela. Aquella noche se le hizo eterna a Alicia ya que los pies de Adela se enseñaban intentando introducir la bola de las bragas aún más adentro de su boca, provocándole varias arcadas. Aquella noche Alicia no durmió nada por el problema de las bragas, Adela al levantarse le sacó las bragas de la boca y le liberó sus manos, se le quedó mirando después de unos segundos levantó la mano.

Adela:             “¿Quieres hablar?”, al ver que asentía le indicó que hablase.

Alicia:              “Ama, mientras no esté preñada ¿Qué haré?

Adela:             “Serás mi esclava, dentro de la empresa aparentarás ser mi secretaria. Cada vez que vayamos al club, serás sometida a los castigos y trato más degradante y aberrante que hayas imaginado alguna vez, aparte estaré buscando entregarte a alguna mujer que desee tener hijos sin pasar por el problema del embarazo. Cambiando de tema, he leído el papel que me dejaste y te lo he rehecho a mi gusto…

            Alicia no contestó solamente firmó sin leer nada y se la entregó a Adela.

Adela:             “Veo que confías ciegamente en mi, así que te explicaré brevemente lo que has firmado. Lo que he hecho ha sido reforzar tu sumisión hacia mí, para ello tienes terminantemente prohibido mantener cualquier tipo de relación con hombres, salvo las normales derivadas del trabajo y las familiares, también me tendrás que pedir permiso para realizar cualquier actividad cotidiana (comprar ropa, etc.). Además tienes una serie de prohibiciones y servidumbres, entre ellas está el no usar nada de ropa interior, y el comer como los perros…”, cuando Alicia levantó nuevamente la mano.

Alicia:             “Perdón Ama, pero ¿seré miembro del club?

Adela:             “No. No serás socia del club, serás propiedad del club. He firmado la documentación que lo acredita, eres mi esclava y te cedo para que te usen para su placer a través de tu dolor y tu padecimiento. Ahora ven conmigo.

            Alicia siguió a Adela, hasta que llegó a una habitación bastante sombría. Encendió una luz mortecina que mostró varias cadenas y grilletes en el techo y las paredes. Adela la situó en el centro de la misma, Alicia dócilmente se dejó hacer, dos grilletes ciñeron sus muñecas por encima de su cabeza, seguidamente Adela le cogió el dedo corazón de una mano y mediante un fino alambre lo unió con el pulgar de la mano contraria, así hizo con las dos manos impidiendo que pudiese agarrar al gancho para evitar el suplicio que había planeado. En seguida cogió un pie y lo elevó hasta un cepo, de los que se usaban en la edad media para llevar los presos, y lo aseguró, a continuación repitió la operación con el otro pie, obligándola a sujetarse con los tobillos presos en el cepo y las muñecas sujetas en el aire. Luego de asegurarla cogió un tubo y lo insertó en el suelo y en el otro extremo una tabla tapizada de puntas. Alicia al sentir clavarse las puntas en su piel dio un fuerte grito.

Adela:             “Ahora cada vez que azote tus pies, lo contarás y me darás las gracias por educarte adecuadamente…”, Alicia solo ratificaba con la cabeza.

            Adela comenzó a golpear, de forma alternativa, los pies, previamente le explicó que el número total de azotes debía ser el mismo para ambos pies, no la mitad del total para uno y la otra mitad para el otro. Si contaba veinte eran veinte azotes en el pie derecho y otros veinte azotes en el izquierdo, para hacerlo más doloroso, cada cinco azotes, en ambos pies Adela desaparecía durante varios minutos para desesperación de Alicia.