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ARA’S (El Altar del Sexo) VIII

en Sadomaso

… mientras que Adela sin dudar le aplicó el hierro candente en su nalga, seguidamente un hombre con el rostro cubierto le aplicó a la otra nalga otro el hierro candente. Desde su posición Esther ve como le aplican los hierros candentes y cómo los ojos de Alicia pugnan por salirse de su órbita, el ver esa escena la excita ya que se imagina que es ella quien sufre ese dolor desgarrador, no deja de observar como Adela se acerca hasta ella y suelta los dos hierros en la hoguera situada a su derecha para, a continuación, mantener las dos manos completamente abiertas sin posibilidad de cerrarse.

Adela:             “Supongo que aún deseas el carnet para entrar a la zona VIP ¿no? Pues te daremos uno que no serás capaz de perderlo en tu puta vida, el único problema es que solamente tú puedes usarlo…

            Esther comprobó como el otro hombre se acercaba con un hierro pequeño pero Alicia no podía verlo ya que venía por su punto ciego, sin decir ni pío volvió a presionar con cierta fuerza en la palma extendida, mientras que los ojos de Alicia parecían querer salirse, mientras que Esther solo se mordía el labio inferior en una señal de deseo.

Adela:             “Por favor, llevaos a esta esclava para curarla, y cuando esté lista volved a traerla para que disfrute del suplicio, y a esta zorra podéis golpearla hasta que os canséis, en cualquier parte…

            Un estallido se oyó a la par que Esther se retorció al sentir el impacto del látigo enroscarse sobre su cuerpo y golpearla en el pezón derecho, tuvo que hacer un esfuerzo suplementario para no gritar, un nuevo estallido del látigo y un golpe sobre sus labios vaginales y gruesas lágrimas comenzaron a recorrer su rostro, pero ni un gemido salió. Poco a poco su cuerpo se fue cubriendo con las marcas del látigo. Cuando su castigo estaba mediado colocaron delante de ella a Alicia, a la cual habían curado de su marcado, y comenzaron a golpearla con salvajismo en sus pechos, no tardaron en tomar un color rojo sangre.

Adela:             “Bien esclavas, soy una Ama de Palabra. Os dije que si soportáis el castigo sin emitir un sólo gemido o un sólo quejido os daría un premio que será vuestro único derecho. Las dos sabéis que tenéis prohibidas las relaciones sexuales incluso entre vosotras, ahora podréis tener sexo, pero sólo entre vosotras dos. Ningún amo o ama os podrá obligar a ser folladas por ellos o sus perros…

Esther:                        “Am… Ama… des… dese… deseo… ser… mar…marc… marca… marcada…

Adela:             “¿Ahora?

            Esther solo asiente ya que con el castigo que ha soportado está exhausta, Adela sin inmutarse coge uno de los hierros y mira la marca, obliga a girar al cuerpo de su esclava y donde la marca de los látigos era más dolorosa aplica sin miramientos el hierro sobre la carne de su vasalla. Esther al sentir cómo el hierro candente se pega a su carne comienza a hiperventilar mientras que sus ojos intentan salirse de sus órbitas, apenas habían pasado unos segundos cuando las mismas sensaciones inundaron su ser. En los dos momentos notó como sus doloridos pezones se ponían enhiestos y duros.