miprimita.com

My mother my Mistress -The beggining

en Dominación

                Llevaba varios minutos sentada viendo como su hija era penetrada por todos los agujeros de su cuerpo, disfrutaba con la sesión al igual que su hija. Mientras veía como su hija disfrutaba mientras se dejaba usar por varios desconocidos, recordaba cómo empezó esta situación.

Su marido hacía pocos meses que las había abandonado por otra más joven, al principio se le vino el mundo encima, siempre había sido una persona fuerte y consiguió levantarse, pero desde ese día dejó de interesarse por los hombres. Su hija fue quien lo pasó peor, pues se consideraba culpable de lo que ocurrió con su padre. Se habían unido mucho desde que su marido y padre, respectivamente, las abandonó. La madre sacó un carácter más fuerte mientras que la hija, acosada por un sentimiento de culpabilidad, al haber sido la que presentó a la niñata con la que se fugó su padre al mismo, se volvió una chica mucho más insegura.

Tenían previstas unas vacaciones en un hotel de la costa los tres juntos pero como su padre las abandonó, la madre, una vez superada la sorpresa, modificó la reserva, en vez de dos habitaciones cogió una doble sencilla. Cuando llegaron las vacaciones, madre e hija con una ilusión renovada por pasar unos días juntas. Aquel día cogieron el coche y por autovía se plantaron en unas horas. Una vez que llegaron al hotel de destino hicieron los trámites necesarios para por fin poder tomar su habitación. cuando lo hicieron lo primero que hicieron fue el ponerse los bikinis y unas camisetas para poder ir al comedor. Cuando la madre se desnudó a la hija tuvo el impulso de ponerse a los pies de su madre, pero supo contenerse. Se puso una camiseta muy ceñida que marcaba de forma muy clara su anatomía superior.

  • "Pero niña, ¿no te molesta esa camiseta?", le preguntó la madre.
  • "No mamá, me está bien y no me molesta nada", dijo la hija un poco ruborizada.

Las dos fueron al comedor, y durante una media hora estuvieron las dos comiendo, entre medias la hija se presentó en la recepción del hotel para preguntar a la recepcionista.

  • "Disculpe Srta.", preguntó la chica.
  • "Usted dirá", respondió la recepcionista.
  • "Me podría decir donde se puede ver algún espectáculo subidito de tono".

La recepcionista le entregó una serie de folletos, y la chica se puso a mirarlos.

  • "No habría alguno un poco más fuerte, estos son bastantes ….", dijo la chica.
  • "Espere le puedo dar unas invitaciones para un espectáculo, pero el lugar está alejado de aquí".

La recepcionista le entregó unos papeles, entre ellos un croquis. Cuando los miró comprobó que el espectáculo empezaba poco después de la medianoche. Cuando llegó a la mesa junto a su madre.

  • "Mamá esta noche nos iremos a un espectáculo, lo malo es que está lejos del hotel y tendremos que ir en el coche...", le dijo la chica.
  • "Pero Caro, ¿qué tipo de espectáculo y a qué hora es?", contestó la madre.
  • "Por lo que he averiguado es bastante más que picante, es muy duro, y la hora es después de la medianoche".

La madre hizo un mohín, y se terminó su comida, mientras que Carolina, su hija. hacía lo propio. Durante la tarde las dos se dedicaron a bañarse en la piscina y tomar el sol. Durante la cena hablaron de trivialidades, las dos estaban intrigadas por el espectáculo que iban a ver. Después de cenar las dos se cambiaron de ropa, mientras Alicia, la madre, cogió un vestido con un poco de vuelo y escote en uve que mostraba parte de sus pechos, Carolina, la hija, cogió una camiseta y unos shorts, muy ceñidos, que según su madre eran una talla menos de los que debería usar, y, al igual que su madre, sin sujetador. Salieron bastante antes de la medianoche, e indicaron al navegador la dirección a la que iban.

Cuando llegaron al club, Carolina mostró al portero las dos invitaciones, entonces el portero llamó a un compañero que las llevó al interior del local, llevándolas a un lugar donde podían ver sin problemas el escenario, en el cual dos chicas y dos chicos desnudos bailaban entreteniendo al público.  Las dos se tomaron un cubata, mientras observaban a todo el mundo comentando como era la gente que se encontraban, se fijaban primordialmente en los hombres, pero Alicia siempre ponía un pero de mal gusto ligado a un insulto, para evitar que alguien supiera de quien hablaban decían un número y una letra, así entre las dos podían saber quién era el investigado, cuando empezó el espectáculo no tenían la impresión de haber pasado mucho tiempo.

Lo primero que notaron fue que se apagaron todas las luces dejando el local totalmente a oscuras, cuando un cañón de luz iluminó una parte del local que aparecía libre de público, cuando aparecieron cuatro personas desnudas, y con bridas como si fuesen caballos, tirando de un carro mientras una mujer los fustigaba con un látigo y deteniéndolos delante del escenario, detrás de ella dos chicas, también sin ropa se tumbaron con los pechos hacia el techo dejando que la mujer las pisoteara a gusto. Carolina al ver la escena se imaginó siendo una de las chicas tumbadas y su madre la mujer que la pisoteaba mientras que Alicia se imaginaba pisando a cualquiera de los chicos que tiraban del carro.

  • "Buenas señoras y señores, esta noche les traigo alguna puta para ser usada como gusten, algunos perros que esperan que ustedes les apliquen el correctivo que merecen", dijo la mujer mientras los asistentes aplaudían con entusiasmo.

La mujer llevó a un hombre y a una de las chicas al centro del escenario, y con gran firmeza los dejó fuertemente inmovilizados en el centro del escenario. Poco después el resto de las chicas comenzaron a mezclarse con el público dejándose usar por éstos, mientras la mujer paseaba a un hombre como si fuese un perrito. La zona que había escogido era por donde estaban tanto Alicia como su hija.

  • ¡Perro!, ¡Atiende a la señora como es debido!", le dijo al hombre mientras le golpeaba con una fusta.

El hombre, atemorizado, se acercó a gatas hasta Alicia, y le cogió con delicadeza el pie, le retiró con la misma delicadeza el zapato y comenzó a lamerle el pie, Alicia cerró los ojos de gusto. Carolina miraba al hombre y la imagen de ella realizando ese gesto a su madre.

  • "¡Imbécil!, pero ¡qué haces!", dijo Alicia mientras le propinaba un puntapié al hombre.

                Carolina se sobresaltó al oír a su madre, pero lo que le asombró fue la escena que vio a continuación, la mujer que llevaba al hombre a rastras hasta el escenario y lo inmovilizó junto a los dos, seguidamente liberó al primero que había inmovilizado en el poste y le puso en su boca un látigo. Comenzó a caminar como si fuese un perro, Carolina, que estaba como hipnotizada viendo como aquel hombre se les acercaba, no vio que el hombre que estaba en medio del escenario estaba sangrando por la nariz. Vio que se postraba ante su madre mientras le entregaba el látigo junto con la correa que le ceñía el cuello. Alicia, entre asombrada y excitada, se dejó llevar, fue caminando majestuosamente entre las mesas llevando al "perro". Una vez en el escenario la Dómina la recibió pidiendo un fuerte aplauso para ella.

  • "Tranquila lo estás haciendo muy bien, sigue dejándote llevar por tus deseos.", le dijo la Dómina en voz muy baja.
  • "Y ahora, ¿qué hago?", le dijo en un susurro.
  • "¿Sabes usar el látigo?", le preguntó, pero ahora de forma que todo el mundo pudiera oírla.

Alicia negó con la cabeza, mientras la mujer se le acercó tanto que hasta era capaz de oír los latidos del corazón. Sintió como le cogía con dulzura la mano derecha mientras que con la otra le cogía una teta. De esta forma tan singular y metiéndole la lengua por la oreja, Alicia aprendió a usar el látigo contra otra persona. Mientras azotaba al "perro" una sensación placentera inundaba su cuerpo, sentía como su coño destilaba néctar, cuando más veces azotaba más húmeda se sentía.

Entretanto Carolina miraba fijamente, sin pestañear, a su madre azotar a aquel infeliz. En su interior se entremezclaban sentimientos y sensaciones contrapuestos, por un lado estaba demasiado excitada al pensar que era ella la que recibía los azotes de su madre y por otro le tenía lástima al reo, pero cada vez que veía su madre dar un fuerte golpe de látigo más fuerte apretaba sus piernas y mas excitada estaba, sus pezones parecían querer romper la ajustadísima camiseta. Poco después su madre regresó junto a ella, con un simple gesto de la mano le indicó que no le apetecía charlar sobre su experiencia sobre el escenario.

Mientras el espectáculo continuó, pero ni Alicia ni Carolina prestaron atención, sus mentes eran un torbellino de sensaciones y emociones contrapuestas, que intentaban asimilar.

  • "Disculpen, Srtas. me dicen que lo que ustedes deseen tomar va por cuenta de la casa", les dijo un camarero.

Madre e hija se miraron extrañadas por la invitación y aprovecharon y pidieron, sobre todo, beber y comer algo para acompañar a los combinados que se tomaban, entretanto el espectáculo se había terminado y sobre el escenario solamente algunos strippers alegraban la vista de los que estaban en el local. Llevaban ya más de media hora desde que Alicia se sentó junto a su hija, y no fue capaz de hablar nada, parecían dos extrañas.

  • "Señora, el Ama me pide que me acompañéis vos...", dijo un hombre con la cabeza gacha.
  • "Vamos Carolina", dijo Alicia en un tono que no admitía discusión.

Así que madre e hija se fueron detrás de aquel hombre que no levantó la mirada del suelo.  Carolina se sentía cohibida y se colocaba, siempre que podía, detrás de su madre, y ésta la obligaba a ir a su par. Alicia veía como su hija tampoco levantaba la mirada del suelo y siempre se quedaba uno o dos pasos detrás de ella, cuando el hombre abrió una puerta al final de un largo pasillo y se puso a cuatro patas y empezó a realizar ruidos como si fuese un perro.  Alicia y su hija entraron en la oficina-camerino de la Dómina.

  • "Muchas gracias por venir, Sra. ...", dijo aquella mujer con una sonrisa en los labios.
  • "Alicia, y esta es mi hija Carolina".
  • "Mucho gusto mi nombre es Clara", dijo la mujer mientras le daba dos besos a Alicia y otros dos a Carolina.
  • "Verá Sra. Alicia, su actuación de hoy me ha sorprendido bastante. Nunca hasta la fecha me he encontrado con alguien que sepa disfrutar tanto, cuando castiga a cualquier perro de los que tengo, como usted. Y algunos clientes me han comentado que por qué no la incluyo en mi número. Eso sí usted será siempre la que lleve la voz cantante, si alguno de esos perros o perras en celo, que están observando el espectáculo, le pidiesen que las someta..."

A Carolina la excitación le aumentó tanto, que sus pezones parecían manchas en la camiseta, mientras la Dómina le sonreía.

  • "¿Y cómo saldré al escenario?, pues no tengo ganas que algún capullo me reconozca y tenga ya líos con la familia de mi ex...", le dijo Alicia mientras le sostenía la mirada.
  • "¡Puta ven aquí!", dijo de forma autoritario Clara.

                Al poco apareció una chica a cuatro patas, de sus pechos colgaba unas pesas que parecían rozar el suelo, a Alicia le sonaba la cara, pero no sabía de qué, sin embargo Carolina la reconoció al instante: era la recepcionista que le había dado las invitaciones para el espectáculo que acababan de ver. Instintivamente Carolina miró al suelo, no se atrevía a mirar a la Dómina ni a su madre. Alicia siguió a la chica por toda la habitación hasta un pequeño vestidor, allí la mujer se irguió, pero siguió con la cabeza gacha, le entregó una capa, un bodi junto con unas botas altas, del tipo mosqueteras, con un tacón de aguja de vértigo, todo ello de un cuero brillante. Entretanto Clara estuvo observando a Carolina.

  • "¿Te gustaría participar como perra en el show junto a tu mami?", le preguntó Clara.
  • "Sí...", dijo Carolina en un hilo de voz.
  • "Sí ¿qué?"
  • "Sí Sra."

                Mientras hablaban Clara introdujo sus dedos en la entrepierna de Carolina, quien no opuso resistencia a las maniobras que realizaban en sus zonas más sensibles. No tardó mucho en sacar y ofrecer a la joven sus dedos empapados de sus propios flujos, Carolina se los introdujo sin necesidad de que se lo dijeran.

  • "Si eres una perra obediente, intentaré convencer a tu madre para que participes como perra..."

                Esas palabras se le clavaron en su corazón, ansiaba convertirse en la esclava de su madre, incluso deseaba que la prostituyera, aunque conociendo a su madre eso era misión imposible, pero cosas más extrañas estaba viendo esa noche. Carolina estuvo todo el rato luchando contra su deseo de ponerse de rodillas, su madre llegó llevando en la mano lo que le habían entregado.

  • "Pruébeselo, a ver ¿cómo le queda?", le dijo en un tono amistoso Clara.

Alicia se fue hacia otra parte para poder cambiarse, entretanto Clara estuvo indicando a uno de sus sumisos que le enseñase a Carolina todo lo que les pertenecía a ellos de aquel lugar. Carolina fue mirando todo aquello con curiosidad y avidez, le atraía todo lo que le supusiese una humillación cada vez más fuerte. cuando Alicia volvió con las prendas que le habían entregado Carolina ya no pudo y se arrodillo ante su madre.

  • "¡Niña!, no seas tonta y levántate", le dijo en un tono que no admitía réplica.

Carolina obedeció a su madre, pero se mantuvo con la mirada fija en el suelo.

  • "Verás Ama Alicia, tu hija por lo que he podido observar es una sumisa, pero ese tema lo tenéis que resolver entre vosotras", le dijo Clara.

Alicia miró a su hija, no sabía qué hacer ni que decir, solamente se fue de allí y se vistió con la ropa que había llevado para ver el espectáculo, en una bolsa introdujo las prendas para la actuación, si actuaba, del día siguiente.

  • "Mire Ama Alicia, mañana se vienen a mi casa, hablamos un poco de todo y cualquier duda que tengan se la aclaro", le dijo Clara en un tono amistoso mientras le entregaba una tarjeta de visita.

Alicia se dio cuenta que la estaba tratando como si fuese un Ama, pero eso en su torbellino de ideas, sensaciones y sentimientos encontrados era un tema menor, lo primordial era ahora su hija que deseaba ser una esclava. Ambas abandonaron el club, cada una sumida en sus propios demonios con los que batallar, y se fueron de allí. Llevaban ya un rato circulando en dirección al hotel, cuando Alicia comenzó a derramar lágrimas de impotencia.

  • "Mamá, …, deseo que TÚ seas mi AMA, haré todo lo que me pidas y soportaré todos los castigos que me inflijas...", le dijo Carolina al verla llorar.
  • "...Pero tú no sabes a lo que te expones, ni yo sé nada de este mundo de pervertidos...", dijo su madre enfadada.
  • "Cada cual tiene su sitio, y el mío es estar a tus pies por todo el daño que te he podido hacer. Si te parece bien, podemos hacer una cosa. Aquí tenemos dos semanas de estancia, durante las cuales yo seré tu esclava y podrás disponer de mi persona y de mi cuerpo como mejor te plazca...", dijo Carolina intentando ser conciliadora.

Alicia miró a su hija, la cual volvió a tener la vista fija en el suelo y le sonrió, sabía que se sentía culpable por haberle presentado a la amiga con la que se fugó su padre, abandonándolas.

  • "Lo probaremos, pero si me paso me perdonarás, como te he dicho no sé nada de este mundillo en el que hemos entrado sin querer", comentó Alicia con una sonrisa en los labios.

Cuando llegaron al hotel Alicia dejó que fuese su hija la que llevase la bolsa con la ropa mientras que ella iba delante, la hizo subir por las escaleras mientras que ella subía por el ascensor. Carolina al ver el gesto de su madre subió todo la rápido que pudo, pero no pudo evitar un mohín de disgusto de su madre cuando vio que no podía entrar en la habitación por su culpa. Cuando entró detrás de su madre se quedó de pie mirando al suelo.

  • "¿Qué haces estúpida? ¡Desnúdate!", le dijo Alicia, y se arrepintió enseguida de cómo había tratado a su hija.

Pero a Carolina, sin embargo, no le importó el cómo le había tratado, pues pensaba que debía de comportarse como se esperaba de ella, así que en pocos segundos se deshizo de la ropa y se quedó esperando nuevas órdenes de su madre.

  • "Guarda esta ropa con esmero, y cuidado con arrugarla o estropearla..."

Carolina obedecía, ya no era la típica niña que replicaba cualquier petición de los padres, y a Alicia le estaba asombrando todo el cambio que estaba viendo en su hija. Sin decirle nada, una vez que puso la ropa en el armario perfectamente doblada, hizo algo de motu proprio y fue el unir las dos camas. Seguidamente se puso a ayudar a su madre a desnudarla, cuando un fuerte bofetón por poco la tira al suelo. Alicia se precipitó sobre su hija pensando que le había hecho daño.

  • "No se preocupe Ama Alicia, no ha sido nada", le dijo dócilmente Carolina.
  • "No puedes tocar nada de mi cuerpo sin que yo te lo permita", contestó Alicia con una sonrisa
  • "Sí Ama Alicia"

Se fueron las dos a la cama y Alicia comenzó a toquetear del cuerpo de su hija, no había parte que sus manos y lengua no penetrase. Carolina se sentía excitada, saber que era su madre quien le retorcía los pezones o hurgaba en sus zonas más íntimas. Aquella noche fue la más apacible de cuantas habían pasado, hasta ese día, las dos mujeres.

  • "Hasta que no estemos en casa, me dirás madre y siempre con respeto, no quiero problemas con el Ama."
  • "Sí A... Madre ", contestó su hija.

               Las dos se vistieron de forma parecida al día anterior, pero con la diferencia de que a Carolina no le estaba permitido usar ropa interior. Las sensaciones, de ésta última, eran extremadamente excitantes, mientras estaban en el comedor para el desayuno cada vez que alguien miraba hacia donde estaba ella, creía que sabían que no llevaba ropa interior lo que le ponía cada vez más fuera de sí. Alicia, de forma discreta, colocó una pierna entre las de su hija para impedir que cerrara las mismas, y con gesto claro de su cabeza le prohibió que las uniera. Antes de abandonar el hotel, la recepcionista que vio Carolina con Ama Clara la llamó para que fuesen a recoger el picnic, pues hoy no irían hasta media tarde de vuelta al hotel.

  • "Ama Alicia, la sumisa de Ama Clara, es la recepcionista de nuestro hotel, y está algo incómoda porque no puede mirarla a la cara y me ha rogado que le transmita que si no se molesta sea yo quien realice las tareas habituales con la recepción del hotel...", dijo Carolina.
  • "Eso tendré que hablarlo con Ama Clara", contestó Alicia.

Alicia programó el navegador para poder ir a la casa de su nueva amiga, por el trayecto vio una tienda de mascotas y paró en una zona prohibida, y dejó a su hija en el coche por si vinieran los municipales para poner la correspondiente multa. No tardó en salir Alicia con una bolsa grande de la tienda, Carolina estaba extrañada porque su madre no le hubiera permitido ayudarla con aquella bolsa que introdujo en el maletero del coche.

  • "Si eres una sumisa, exhíbete como la zorra que eres", le dijo su madre de malos modos.

Carolina, asintió en silencio, y en pocos segundos tenía la camisa abierta totalmente. Mientras iban a la casa de Clara, Carolina sentía como el aire levantaba y mostraba a los demás sus pechos, esa sensación de verse desnuda delante de desconocidos la excitaba, y el trato último de su madre también le iba gustando. Después de una media hora desde que compraron en la tienda de mascotas, llegaron a una urbanización de lujo, situada en las afueras de la ciudad. Cuando atravesaron la verja vieron a Clara acompañada por un hombre. Se les veía muy acaramelados, muy lejos de la Ama cruel que vieron en el espectáculo.

  • "¡Rodrigo!", dijo Clara en un tono imperativo.

El hombre le dio un beso a Clara y se fue junto a Carolina, mientras Alicia se reunía con Clara. Ésta con un signo de extrañeza.

  • "Oye, tengo que comentarte una cosa de una de tus… chicas", dijo Alicia en un susurro.

Por toda contestación Clara mostró una sonrisa afable. Cuando Rodrigo y Carolina llegaron junto a ellas, Alicia mostró una sorpresa mayúscula: era el hombre al que le había dado un puntapié en el rostro, pensó que el mundo se le venía encima, pero clara en un gesto cariñoso la llevó hasta el interior de la casa y la invitó a sentarse en uno de los sillones que allí había.

  • "Muéstrale tu respeto ¡estúpido!", ordenó autoritaria Clara.

El hombre se desnudó y en pocos segundos estaba ofreciéndole una fusta y cuando la cogió Alicia se volvió para que pudiera azotarlo, miró a su hija que estaba azorada, pero en cuanto sintió la mirada de su madre hizo lo mismo que el hombre y se puso en la misma posición. Alicia dio un fustazo a cada uno dejándoles una marca roja en sus culos.

  • "Salga a la piscina y dese un baño Ama Alicia, mientras doy las órdenes necesarias al servicio", dijo Clara con una sonrisa.

Mientras Alicia se despojaba de la ropa y se quedaba en bikini, Clara colocó al hombre un collar de perro y cuando reparó en la bolsa con el nombre de la tienda de mascotas, se puso a mirarla y encontró, junto con unos cuencos para que comieran los perros y los gatos, un collar de perro que enseguida lo ciñó al cuello de Carolina. Lo primero fue ir al comedor donde, en un rincón se quedaron los cuencos y después los llevó a un vestidor donde le entregó un traje de sirviente a cada uno. Llenó uno de los cuencos con agua y otro con chucherías, y los dejó en la cocina. Los dos se presentaron ante Clara vestidos como si fuesen los miembros del servicio de la casa, pero a cuatro patas.

  • "Vuestro aperitivo perritos", dijo Clara y los dejó solos.

Cuando Rodrigo comprobó que Clara ya no estaba miró a Carolina.

  • "No podremos usar las manos, tenemos que comer como si fuésemos perros, y para beber igual, tendremos que comer y beber los dos del mismo cuenco...", le dijo Rodrigo con una sonrisa en los labios.
  • "Muchas gracias, sr. perdone si no es indiscreción ¿usted es...?", le preguntó Carolina.
  • "Yo soy el marido y perro de Ama Clara"

Carolina se quedó asombrada, no se esperaba esa contestación. Entretanto Clara llegó junto a Alicia, quien se encontraba metida en el agua, pero no dejaba de mover la cabeza, a veces asintiendo y otras negando.

  • "No te esfuerces en llevar la contraria, pronto te cansarás y te verás como yo. Con un montón de gente, que te adora y que es capaz de cualquier cosa que tú le pidas, por muy degenerado que sea...", le dijo comprensiva Clara.
  • "¿Cómo estás tan segura?", contestó Alicia.
  • "Porque yo ya he pasado por lo que tú. Verás Rodrigo es mi marido y desde que volvimos del viaje de novios, siempre ha estado pidiéndome que lo humille y lo someta. Durante más de seis meses estuve peleando por evitar lo inevitable. Llegamos a plantearnos incluso el divorcio, pero Rodrigo estaba enamorado de mí y yo de él. Así que me armé de valor y le di un plazo de dos meses y uno para informarme de todo lo relativo a las Amas o Dóminas...hasta ahora. Y han pasado ya casi tres años, la verdad no me arrepiento de nada...", mientras una lágrima recorría su rostro.
  • "Lo siento... no… lo sabía...", balbuceó Alicia.
  • "Ahora quiere que me busque un amante para que me folle delante de él y la verdad no quiero hacer eso..." dijo un con mohín de disgusto Clara.
  • "¿Qué debo hacer?, estoy perdida. De esto de Amos y sumisas estoy pegada totalmente..."
  • "No tanto. Anoche te comportaste como una Ama cruel, tanto que Rodrigo está deseando que le des otra tunda como la de anoche...", le dijo con una sonrisa Clara.
  • "Solo debo dejarme llevar por..."
  • "Venga déjate de tonterías, ahora verás cómo debes comportarte con tu nueva esclava, y no pienses en ella como en tu hija, te será más fácil y llevadero. Te lo digo por experiencia propia, aunque determinados límites no podrás traspasarlos nunca..."

Alicia, que se quedó sumida en un mar de dudas por lo último que le había dicho, siguió a su anfitriona hasta dentro de la casa, Carolina al ver a su madre mojada por el baño en la piscina, fue presta a ponerle la toalla para que se secase, al darse cuenta que también Clara venía de bañarse en la piscina fue, lo más rápida que pudo, a por otra toalla.

  • "Creo que esta perrita, sabe mejor que tú que es lo que deseo, quizás le deje disfrutar con mi cuerpo mientras Ama Alicia se entrena contigo para el show de esta noche...", dijo Clara a su marido-esclavo.

Una sonrisa de satisfacción apareció en el rostro de Carolina, entretanto Rodrigo para enmendar su error se dedicó a servir las bebidas para las Señoras y Carolina, para no quedarse atrás, se esmeraba en ofrecer los aperitivos.

  • "Estaría mejor que os desnudéis, ya que los perros...no van vestidos", dijo Clara.

Tanto Rodrigo como Carolina se quedaron desnudos en segundos, pero los dos se dedicaron a servir al Ama contraria, Carolina con Clara y Rodrigo con Alicia. Ésta último empezó a observar de soslayo a Clara, la cual, mientras Carolina sostenía una bandeja con varios canapés, se dedicó a manosearla por todo su cuerpo. Los gemidos de la chica llenaron la sala, con mucho esfuerzo Carolina consiguió que no se le cayesen los canapés.

  • "Perrita, tú nos servirás mientras que mi perrito será quien sirva vuestra comida...", le dijo Clara.

Una sonrisa apareció en el rostro de Carolina que se fue rauda hacia la cocina a colocar en los platos la comida, mientras Rodrigo llenaba los cuencos de "los animales" con la comida que sobraba y agua. Carolina, como una experta camarera ya que ocasionalmente trabajaba en un catering para banquetes en eventos. Cuando llevaban ya un rato comiendo las Amas, Alicia observó hacia donde estaba su hija y Rodrigo, y la escena era excitante los dos estaban lamiéndose mutuamente para limpiarse los restos de comida de la cara algunos trozos de la carne que habían comido terminaban en un cálido y húmedo beso entre ellos. Después de comer Rodrigo se quedó encargado de recoger toda la mesa y de fregar todos los cacharros mientras que Carolina, de nuevo con su traje de doncella, nos llevó el café y la copa a la biblioteca, en un momento dado Clara le ordenó que esperase fuera.

  • "¿Qué era eso de una de mis sumisas que me quiso decir esta mañana?", le preguntó Clara.
  • "Se trata de la recepcionista de mi hotel, que por lo visto es tu sumisa y le ha pedido a mi hija que sea ella quien se encargue de los trámites, pues considera negativo el que me mire a la cara sin permiso...", contestó Alicia.
  • "Esa es Vero, la pobre. Me hizo prometer que, si alguna Ama amiga no iría nunca a su hotel, y la pobre se ha encontrado con un ama nueva y encima en su hotel. No por nada, pero ella fuera del hotel puede hacer lo que quiera, pero algunos compañeros son..."
  • "Entonces no hay problema, el tema lo resuelvo yo, pero a través de mi hija y quitamos incomodidades y malos entendidos..."

Clara llamó a Carolina para que rellenara las bebidas y trajese algunos pastelillos para picar, la chica cumplió su misión a la perfección.

  • "¿Para esta noche, que prefieres que haga tu esclava?", le preguntó Clara.
  • "Es mi hija y no sé lo que quiero o no quiero...", contestó con lágrimas en los ojos Alicia.
  • "¿Te importa si tomo yo la decisión? Creo que puedo ayudarte, pero me tienes que dejar..."
  • "¿Sabes algún idioma extranjero...? O mejor, ¿recuerdas a los Hermanos Marx?"

Alicia asintió con la cabeza, al no saber lo que su amiga le quería decir.

  • "Para el show tu hija es la perrita Lulú y solo podrán usar sus tetas y su boca, y tú eres la misteriosa Mi Lady. Solamente hablarás con el látigo si algo no te gusta darás dos golpes secos contra el suelo, que te gusta y quieres que lo repitan más veces das seis.

Entonces Alicia comprendió la referencia a los Hermanos Marx, uno de ellos era mudo y solo hablaba a través de una bocina, y ella hablaría a través del látigo.

  • "Por el público no te preocupes, esa es mi parcela. Cualquiera que desee forzar a tu hi... sumisa se las verá con las dos, porque tú anoche nos sorprendiste a todos. Te puedo decir que un par de millonetis, más podridos de dineros que tú y yo juntas ochocientas veces me pidieron que les consiguiera una sesión de sado contigo y ellos...", dijo Clara radiante.
  • "¿Una sesión sado?", inquirió Alicia.
  • "Tú de Ama y ellos como simples corderillos deseosos de que su diosa se fije en ellos. Y además pagan bien, por azotarlos un poco..."
  • "¿De cuánto estamos hablando?"
  • "No se trata de cobrar fuertes sumas, sino más bien de no cobrar en dinero. Se trata de favores que en cualquier momento te puedan salvar de una situación peliaguda..."

En aquel instante sonó el móvil de Alicia, y se fue a un aparte para hablar. Seguidamente se presentó Rodrigo a cuatro patas y con un látigo en la boca y se llevó a Alicia para que practicara antes del espectáculo y Clara se llevó a Carolina a otra parte de la casa.

  • "Gracias Ama Clara", le dijo Carolina.
  • "¿Gracias por qué?", respondió Clara.
  • "Por ayudar a Ama Alicia que asuma lo que soy..."
  • "Eso lo estás haciendo tú, yo lo que le estoy ayudando a que su ser salga a la luz. A que sea lo que ella es. Pero vamos a prepararte para esta noche. Ama Alicia es Mi Lady, y tú nombre a partir de ahora es Lulú y cada vez que oigas ese nombre tú responderás, en caso contrario serás azotada y lo haré yo. No voy a dejarte follar con los clientes, solamente podrás usar tus tetas y tu boca, y la lefa te la embadurnarán por la cara. ¿Hablo claro?"
  • "Sí Ama Clara", respondió Carolina con la mirada fija en el suelo.

Durante toda la tarde estuvieron las dos mujeres practicando, Clara con Carolina, para que pudiera ser usada como comedora de pollas y coños y Alicia como cruel y sádica Ama.  Ya bien entrada la tarde se presentaron en el club. Tanto Alicia como Clara fueron a la zona del camerino más amplia allí se sentaron las dos mientras una maquilladora y una peluquera se esmeraban en dejarlas irreconocibles, entretanto Carolina, Vero y Rodrigo, junto a dos chicos y dos chicas más se apelotonaban en el espacio de poco más de un armario. Ninguno llevaba ropa, solamente un pequeño antifaz para ocultar sus rasgos, mientras esperaban su turno para su maquillaje el roce de los cuerpos hacía que la excitación de todos fuese en aumento, provocando dolores en sus zonas erógenas, en ellos en sus miembros y en ellas en sus pechos.  Cuando se presentaron las estilistas estaban las amas detrás y Carolina observó a su madre, con las prendas, el peinado y el maquillaje la hacían aterradora, y una mirada fría hacía que inconscientemente se excitase.

La primera en abandonar aquel cuchitril fue Carolina, en vez de ir a la zona donde se habían cambiado, peinado y maquillado las Amas, la llevaron a los aseos, con un olor nauseabundo, sin ningún miramiento le colocaron "un traje" que consistía en unas tiras de cuero que ceñían su cuerpo y realzaban, primordialmente, los pechos. Por último, le colocaron un cinturón extraño. Era como si fuese un taparrabos, pero todo se abrochaba a la espalda, y llevaba un pequeño candado, aparte de ser muy ceñido que le molestaba. Por último, el atuendo se complementaba con unos zapatos de tacón de aguja de unos dieciocho centímetros. Cuando se miró en el espejo se quedó sorprendida una fina línea, como para que cupiesen sus ojos, poco a poco todas las personas fueron maquilladas para que ninguna pudiera ser reconocida durante el show, el caso de Vero fue especial, ya que su papel era pasearse entre el público para ser usada. Las chicas fueron puestas en su lugar los chicos fueron enganchados a los carros y salieron al escenario.

  • "Bienvenidos Señoras y Señores esta noche es para mí un honor presentar a una buena amiga que ha venido de muy lejos para estar unos días con nosotros. ¡Con todo ustedes Mi Lady!", dijo Clara sin bajarse del carro.

En aquel instante un carro entraba por medio del escenario en ella había alguien que llevaba una capa y ocultaba el rostro con un antifaz de maquillaje, mientras Clara se bajaba de su carro Alicia observaba el alrededor con una mirada fría, pero con bastantes nervios, cuando llegó Clara le entregó gentilmente la mano mientras descendía por los escalones que habían formado las esclavas. Alicia sintió placer al marcar sus zapatos sobre la piel de las sumisas, entre ellas su hija. Decidió seguir sus sensaciones y a cada paso que daba procuraba clavarles el tacón, ninguna protestó ni lloró, al llegar a la altura de Clara, le hizo una reverencia, y luego hizo exactamente igual girando para saludar a todo el público.

  • "Te los estás ganando, y todavía no has dado ni un azote...", le dijo Clara en un susurro.

Alicia llevó al marido de Clara a dar un paseo entre el público, le obligaba a realizar determinados actos que ella pensaba que no era capaz de realizar, desde dejarse follar la boca por algún miembro del público y tragarse su semen hasta servir de urinario para una señora necesitada de visitar los aseos. Para Rodrigo, esa mujer era oro puro, nunca le habían follado la boca y esa noche tuvo hasta hartarse, y cuando no una señora o un caballero que le urgía ir al servicio, pero no quería perderse el show tenía a Rodrigo para ello. Después de recorrer el salón llevó a Rodrigo hasta el centro del escenario y allí lo inmovilizó fuertemente. Entretanto Clara, que llevaba a Carolina, fue directa a un tipo, que Clara conocía, y deseaba hacerle una jugarreta.

  • "¿Le apetece el especial de la casa?", le dijo socarronamente Clara.
  • "Si no es muy caro...", contestó el aludido.

El hombre sin ningún pudor se desbrochó el pantalón, y se la enseñó a Clara, la cual sonrió perversamente, y sin decir nada Carolina acercó sus labios y con parsimonia se lo fue engullendo poco a poco fue aumentando la velocidad de su cabeza, quería que se corriese allí mismo y engullirse toda su corrida, pero Ama Clara quería usar la polla de aquel tipo como si fuese un pincel sobre el rostro de Carolina, y simultáneamente le apagaba sobre sus pezones el puro que tenía en la mano. Cuando ésta sintió como le ponía la lefa sobre su rostro y cabello, empezó a notar cierta humedad en su entrepierna, que se incrementó al sentir el calor del puro sobre sus pezones. Uno tras otro, hombres y mujeres, denigraron a Carolina, a quien le estaba gustando esa situación. Algunos, para gran deleite suyo, la usaron como urinario.

Aquella noche durante el show Alicia se descubrió que cuando azotaba a alguien conseguía un placer indescriptible, pero ese placer la mortificaba, sin embargo, para Carolina sentirse usada y humillada la excitaba, pero no le daba más vueltas ella era así. Alicia pudo castigar a algún cliente que se lo pedía con verdadera devoción, y cuando comprobó que el cliente se iba satisfecho y contento se quedaba más extrañada que nunca.

                A partir de aquel día la relación entre Alicia y Carolina fue cambiando, cada una fue asumiendo su papel. Alicia fue usando y abusando del cuerpo de su hija, que ya iba viendo como su esclava. El último día de la estancia, con todo ya recogido. Iba a llamar a Clara cuando alguien llamó a la puerta. Carolina fue a abrir la puerta y se encontró con Vero, que traía un paquete, y la hizo pasar a la habitación.

  • "Ama Alicia, esto es de parte de Ama Clara y me ha rogado que se ha sentido muy honrada de poder servirle de ayuda. Y para mí ha sido un honor poder ser castigada por vos...", le dijo Vero estando postrada a sus pies.
  • "Para mí, también ha sido un honor ser ayudada por Ama Clara y también me ha gustado corregirte...", le dijo Alicia.

                Alicia tomó el rostro de Vero y le dio un beso en los labios, Vero, que no se esperaba ese gesto, salió de la habitación eufórica. Dentro del paquete había una nota, en la que le indicaba que la ropa y utensilios que ella le había dado para el show se los regalaba, y que el paquete era para ver si Carolina-Lulú deseaba seguir siendo la sumisa de su madre.  Se fueron ya en dirección hacia su hogar, pero al contrario cuando vinieron para pasar las vacaciones, Alicia estaba muy seria y apenas dijo nada y no programo el navegador, cuando Carolina quiso hacerlo su madre le abofeteó. Carolina inclinó la cabeza y miró fijamente al suelo, llevaban ya un par de horas en el coche cuando Alicia tomó una salida, y se metió por una carretera secundaria, en cuando llegaron a una zona más amplia sacó el coche de la carretera y se paró junto a una casa que ponía que estaba en venta. En aquel instante Alicia comenzó a llorar amargamente en silencio.

  • "¡Ama Alicia!, por favor ¿qué le ocurre? He hecho algo mal por favor dígamelo...", le dijo asustada y desconcertado Carolina.
  • "No mi pequeña, tú no has hecho nada, ahora no te puedo culpar de nada ni castigarte por nada. Se trata de que ahora tendremos que volver a lo de antes...", respondió mientras las lágrimas corrían por sus mejillas a raudales.

Alicia abandonó el coche, seguida por Carolina. Ésta, comprendió entonces que a su madre le aterraba volver a la vida anodina que antes habían llevado, por eso no quería programar el navegador para retardar lo más posible la llegada a su casa, y retardar el impedir que llevaran la vida que habían tenido los últimos quince días. Entonces sacó fuerzas de flaqueza.

  • "Ama Alicia, yo deseo seguir siendo su esclava, deseo que usted sea feliz, y si necesita que yo me meta a puta, lo haré por vos..."

Cuando terminó de hablar Carolina se postró ante su madre y comenzó a lamerle los pies. Alicia sorprendida tanto por la declaración como por el gesto de su hija y la incorporó y le dio un beso en los labios, Carolina dejó que su madre le metiese la lengua dentro de su boca mientras sus manos se introdujeron dentro de su ropa y acariciaban su piel desnuda. Después de aquel beso las dos mujeres se fueron en dirección hacia su casa, estando ya en su ciudad...

  • "Ama Alicia, he tomado nota del teléfono que ponía en la casa que nos hemos parado, podría ser...", le dijo Carolina en un tono que mezclaba humildad con complicidad.
  • "Podría ser con lo que el abuelo te ha dejado, pudiera ser que tuviéramos un lugar para nuestros juegos perversos...", contestó Alicia con una sonrisa en la boca.

En cuanto aparcaron el coche cerca de su domicilio, comenzaron a descargar las maletas y los paquetes, mientras Carolina se encargó de la mayoría de los bultos Alicia cogió dos paquetes y se quedó organizándolos. Un paquete fue el que le entregó Vero, que contenía un collar de perro, una fusta y cuencos en donde comen los animales. Los cuencos los colocó estratégicamente en la cocina para que si alguien viniese y su hija estuviese comiendo allí nadie la vería y poder avisarla, el resto de cosas las dejó encima de la cama de su dormitorio. El otro paquete contenía las ropas, fotografías y demás elementos que habían utilizado los días que estuvieron dentro del show, salvo los arneses de su hija, el resto de los elementos fueron cuidadosamente ocultos entre su vestuario.

  • "Carolina, hija ven aquí", dijo la madre de forma dulce.
  • "Voy Ama Alicia", contestó Carolina.
  • "¡Escúchame bien!, solo te lo voy a decir una vez. Vas a entrar en mi cuarto, si sales con lo que hay sobre la cama, mantendremos la relación actual de Ama y sumisa, pero si sales como ahora estás lo dejaremos para siempre. En ambos casos no habrá marcha atrás, ¿está claro?"
  • "Perfectamente..."

Carolina se quedó unos momentos perpleja, no hacía casi una hora cuando le confesó que deseaba seguir siendo su esclava y que, incluso, deseaba que la prostituyera. Y ahora le decía que tenía que escoger entre ser esclava de su madre o solamente ser su hija. Corriendo se dirigió hacia el dormitorio de su madre, sin pensárselo comenzó a desnudarse. La ropa la dejó tirada por el suelo, en su cabeza solo había una opción: SEGUIR SIENDO LA ESCLAVA DE SU MADRE.  Cuando vio sobre la cama la fusta, el collar de perra y sus arneses del show se ciñó el collar de perra, al no saber colocarse los arneses los cogió con la boca y la fusta tuvo que llevarla introducida en su culo. Como la puerta no la había cerrado fue andando a cuatro patas hasta llegar al salón y cuando vio a su madre sentada en el sofá, dio un ladrido. Alicia al sentir el ladrido de su hija se volvió y vio cómo se colocaba con el culo expuesto para ser azotada con la fusta.

  • "¿Lo deseas perrita?", preguntó su madre con una sonrisa perversa.

Carolina por toda contestación dio dos ladridos. Alicia se incorporó y se fue con majestuosidad hasta ese momento su hija, y comenzó a azotarla con fuerza. A cada golpe Carolina decía "gracias Ama Alicia por corregirme".

  • "Tengo planes para ti, mi perrita", le dijo su madre mientras le retorcía los pezones.

 A partir de aquella noche Carolina comía y cenaba en los cuencos mientras que su madre era siempre servida por su nueva esclava.  Aquella noche Alicia no dejó que Carolina la sirviera, y a la hora de dormir, algunas veces, las menos, su le madre le autorizaba que durmiera en su cama para ser usada por ella, pero el resto dormía desnuda y amarrada a los pies de la cama en el suelo