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HOTEL (reserva)

en Sadomaso

            Ya era la enésima vez que miraba y disfrutaba de esos vídeos, en dónde hombres y mujeres, como yo, eran sometidos a las torturas más aberrantes. Nunca creí que fuese de esas pervertidas capaz de disfrutar con el sufrimiento ajeno, ver a mujeres como yo ser objeto de esas aberraciones, solamente porque a alguien, normalmente un hombre aunque también he visto en los vídeos a mujeres, le apetece degradarlas y denigrarlas para su disfrute.

            Quiero pensar en cómo me sentiría si fuese yo quien abusaba de otras personas, pero no sentí nada, solo asco de mí por ser como esa gente capaz de matar a sus parejas porque consideran que les pertenecen. Entonces pensé en aplicarme algún castigo corporal cómo el que sufría la protagonista de la fotografía que veía en su ordenador, para ver qué ocurriría. Me arreglé para ir a la droguería para comprar dos cepos atrapa ratones, unos nervios, cómo cuando haces algo malo, estuvieron a punto de hacerme una mala jugarreta, cuando el dependiente me preguntó si es que tenía algún ratón en mi casa menos mal que me inventé a una amiga del pueblo que quería montar una casa rural y quería poner como adornos los cepos. Recordé que en la imagen del ordenador, a espaldas de la mujer, aparecían varias correas para amordazar así que, había leído en algún relato sobre esclavas, usar mis bragas más sucias para introducirlas en mi boca.

            Mientras iba por la calle, creía que todo el mundo sabía que iba a hacer en mi casa, tenía la sensación de que todo el mundo me miraba de manera desaprobatoria. No tardé en regresar a mi hogar tras cerrar la puerta de la calle, lo hice como si me hubiese ido por varios días, me desnudé y comprobé con cierto temor que estaban muy mojadas, me hice una clásica cola de caballo y me introduje las bragas en mi boca. Cogí un rollo de fixo, con ancho de embalar, para amordazarme. Una vez hecho, tomé uno de los dos cepos y comprobé que mis pezones ya estaban duros y enhiestos, como si deseasen sentirse aprisionados por los cepos, y mi coño era una fuente, esa circunstancia me hizo tomar conciencia de que me gustaba sentirme esclavizada. No tardé en sentir el dolor agudo de tener mis pezones aprisionados por las trampas me dediqué a seguir viendo vídeos de las prácticas aberrantes de ese local.

                Según iba viendo las películas, de caseras nada, iba sintiendo el flujo ir empapando mis muslos y el mullido asiento que tenía bajo mi cuerpo. A partir de este día, de forma diaria me dediqué, mientras veía vídeos y fotos sobre cómo ser denigrada y humillada, a torturar mis tetas y mi coño. Llevaba algo más de una semana cuando decidí irme mi mes de vacaciones al hotel, en el cual yo sería torturada y degradada hasta ser reducida a una cosa, un objeto desechable.

            Decidí reservar alojamiento durante mi mes de vacaciones, y comprobaría si realmente yo era una esclava sexual.