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Flor de la Guerra Prólogo

en Grandes Series

Hay cuatro ordenes sacerdotales en Dekram, la Orden de Las Media Luna, sacerdotisas que instruyen en las artes del erotismo, y máximas expertas en la sanación lideradas por unas misteriosas mujeres que afirman tener visiones sobre el futuro. La Orden del Eclipse, mujeres con el órgano sexual de un hombre, expertas en el espionaje y las conspiraciones, son las espias de Dekram. La Orden del Sol Ardiente, todos hombres, ocupan su vida desentrañando los secretos de la creadora. Por ultimo la Orden Sagrada de La Sangre, liderada por el autodenominado dios Dagbald El Negro son los mejores guerreros de toda Dekram, sanguinarios y sádicos. Ellos lideran el mercado de esclavos que provee al resto de ordenes sacerdotales. Estos ultimos han iniciado una guerra en su locura contra todo el continente, jurando que los mismisimos dioses se arrodillarán ante ellos.

El ejercito marchaba perfectamente coordinado, tanto que daba incluso miedo solo de verlos. El general de aquel ejercito, Alis Cornelio ordenó detener el ejercito. Marchar por los bosques podía ser peligroso. Los esclavos que estaban en aquellas jaulas movidas por los caballos sabían porque se detenían. Aquel bosque estaba poblado por elfos silvanos, de los pocos que aún resistían a Dagbald. Una lluvia de flechas fue disparada sobre aquelos terribles soldados. Los esclavos  esperaban que fueran liberados, pero Elva se mantenía sería, ella es también una elfa silvana.

-Tranquilos, no nos van ha liberar-dijo cruzandose de brazos-No ahora, esto es solo para que no perdamos la esperanza-susurró al resto de esclavos

Los soldados fueron corriendo hacia los bosques para perseguir a sus atacantes, muchos de ellos nunca volvieron a salir. La esclava disfrutaba de ver a los soldados de Alis muertos, él habia destruido su alma e inocencia, tan solo le quedaba la venganza. Y ver a esos soldados morir era  suficiente satisfacción. 

-Amo, hoy no parece ser tu dia-dijo Elva con tono burlón

-Callate, perra-gritó furioso el general-Que alguien le quite sus trapos y la ate a un caballo. 

Un par de soldados agarraron a Elva, ella no se resistió sabia que sus palabras tendrían consecuencias. Antes era dócil y sumisa, cuando tenía recientes las muertes de los suyos pero con el tiempo habia dejado de ser tan docil. Esa no era la unica vez que se burlaba de su dueño, solía ponerle castigos crueles. Como encadenarla a un cepo y que cualquiera la violara como quisiera, o encerrarla en una jaula desnuda, su amo es cruelmente creativo. Fue obligada a ir detrás del caballo, atada de forma que no se pudiera escapar, para mayor castigo, él hizo que el caballo fuera mas rápido.

-Esto no es un castigo, todos me han visto desnuda. No creo que vean nada nuevo-dijo Elva desafiante-¿Se supone que tendría que llorar, o sentirme humillada? Pregunto yo, empiezo a sentirme comoda estando sin ropa-el jinete la ignoraba- Venga azotadme o hacedme algo

-Esta noche vas a disfrutar de lo lindo

Elva se guardó su ira tras esas palabras, ya verá que quien el ultimo rie mejor. 

Estuvieron varias horas de caminata, Elva tenía los pies destrozados y estaba agotada. La jaula con los esclavos fue dejada junto a los animales, sacaron a algunas mujeres y elfas de la jaula y se las llevaron a rastras. El general tenía por lo menos a dos esclavas para él solo, cada una de ellas le mamaba su miembro. Cuando se aburríó del sexo oral, se la pasó a otros. Cuando ya todo el ejercito había montado el campamento todas las esclavas empezaron a ser montadas. A excepción de Elva, la cual habia sido atada y expuesta para que cualquiera pudiera darle azotes. Gritaba de dolor con cada latigazo pero ni lloraba ni suplicaba que se detuvieran, no iba a darles esa satisfacción. Puede que las humanas fueran mas sumisas pero ella estaba convencida de no rendirse, ni siquiera ante todo un ejercito que deseaba humillarla. Sus gritos se oían por todo el bosque, lo que no sabía Alis es que había ciertas cosas que los elfos silvanos no permitían y cuando una de ellos estaba siendo torturada no iban a quedarse quietos. Mientras oían sus gritos toda una horda silvana corría desde lejos para salvar a su compatriota pues sabían de quien eran los gritos por el idioma en el que algunas palabras eran dichas. Aquel fue el acto que pudo ser el inicio del fin de Dagbald, la raza silvana  no había tenido guerras hasta que algunas de sus aldeas fueron arrasadas, lo que apenas supuso daños para la raza, la mayoría habitaba los bosques. Practicamente sus fuerzas estaban casi intactas por lo que un solo ejercito de esos no eran enemigos para los elfos. Ademas si su gran numero no era suficiente, tenían de su parte la oscuridad y los arboles. Estaban perdidos en aquel lugar. Mientras Elva era azotada los elfos saltaron sobre aquellos despreciables soldados, fue todo demasiado rápido.

Muchos murieron solo con la emboscada, hubo otros que reaccionaron a tiempo pero era demasiado tarde, no paraban de aparecer mas y mas. Demasiado veloces, mas reflejos y mas mortiferos. Ninguno de ellos sobrevivió ese dia. Y el ultimo en morir sería ese estupido general.

La desataron y le dieron una tunica con la que taparse. Una elfa de pelo largo y blanco la ayudó a mantenerse en pie. Alis estaba aprisionado por los elfos, lo miró con todo su odio y le escupió.

-Nos hemos cansado de ignorar a estos aewi. Lo que te estaban haciendo era una declaración  de guerra en toda regla. Ahora puedes vengarte como quieras, tu decidirás la condena de este... de esta cosa que se hace llamar general sacerdote

Recordó entonces su pequeña aldea siendo quemada con los que eran sus amigos y familia. Recordó como intentaban apagar las llamas inutilmente, como morían de esa forma tan cruel y como ella fue violada allí mismo. 

-En algún lugar del campamento tendrán aceite, untadselo sobre su cuerpo y prendedle fuego-dijo con todo su sadismo adquirido

Tras unos largos minutos en el que el general era desnudado y atado a un arbol para que no pudiera escapar por fin encontraron el aceite y se lo untaron por todo el cuerpo. Los antiguos esclavos sonreían de ver el miedo de Alis, no entendía a los elfos pero sabía que no le harían nada bueno. Fue soltado del arbol y empezó a correr aterrado por su destino. Recibió un flechazo de fuego y su cuerpo empezó a arder mientras corría, ella disparó hacia las rodillas del general. Los gritos de dolor del general era melodía para sus oidos, se retorcía de dolor por el suelo. Durante unos largos minutos siguió gritando hasta que todo se hizo silencio. Su cuerpo seguíría ardiendo hasta que solo quedaran algunos restos y cenizas, La elfa de pelo blanco se acercó a ella.

-¿Que harás?

-No descansaré hasta que todos estos despreciables aewi estén muertos. No tengo nada, solo me queda vengarme

-Alyv, ese es mi nombre-le ofreció su mano a la elfa y ella la aceptó

-Elva-acarició su mano