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La corrupción de don Alberto

en Hetero: Infidelidad

LA CORRUPCIÓN DE DON ALBERTO

Llevo cinco años luchando por sobrevivir en España, prácticamente desde que dejé mi Cuba natal para cruzar el charco con un cuarentón calvo y barrigudo que se encaprichó de mi cuerpo y se empeñó en casarse conmigo aun a sabiendas de que no funcionaría. Él ,cuarenta y muchos, yo, veintipocos. A los seis meses ya tenía una hermosa cornamenta que no ha cesado de crecer hasta hoy. Necesito hacer el amor cada día y si son tres veces, mejor que dos .El pobre Juan no da más de si, el exceso del fin de semana por la noche en medio de resoplidos y un derrumbarse sobre mis pechos agotado de tan sobrehumano esfuerzo y dejándome igualmente insatisfecha en cada intento de evitar la eyaculación precoz de la que él, presumiblemente, no es consciente.

Su negocio, si bien es prospero, no da para mis vicios y caprichos (que los tengo, y son muchos) de modo que empecé a trabajar en una gestoría de tramitación de documentos oficiales.

Pronto choqué con la barrera burocrática española y el despotismo de alguno de sus funcionarios. Uno de ellos particularmente-Don Alberto-me hacía la vida imposible hasta que descubrí su punto flaco: yo.

No me gusta alardear de mis encantos pero, la verdad soy lo que los españoles llaman "una tía buena", piel blanca, cabello negro, ojos verdes, un metro setenta de estatura y un tipo no sinuoso pero si pleno de armonía, justo lo que le gusta a Don Alberto ("Berty", como le llamo cuando estamos en la cama).Pero no adelantemos los acontecimientos, dejad que os cuente como "me sedujo"(dice él) o como le corrompí (digo yo).

-Cari, te falta el certificado de origen.

-Si Don Alberto, ya se lo traeré, pero déle entrada al registro, porfa!.

-No puede ser, no intentes hacerme prevaricar, sabes que es lo legal.

Cada día era lo mismo con aquel integro funcionario, no había modo de flexibilizar su comportamiento. Hasta que un día….

No entiendo que pone esta nota Cari....

Pasé por detrás de la mesa de su despacho y me agaché contra su espalda rozándole, suave pero deliberadamente con mis pechos.

Se quedó callado y sumamente quieto, su dedo apuntando la nota en cuestión pero con cierto temblor y temiendo incluso respirar para no interrumpir aquel contacto que, presumiblemente, no se esperaba y que por ello le resultaba mas placentero.

Al fin y al cabo, Berty no dejaba de atraerme sexualmente, maduro, alto, atlético, moreno y con unas sienes plateadas( que unidas a su grave y profunda voz) le dan un aspecto de persona respetable, distinguida… bueno, que a mi también me ponía!.

A partir de aquel día puse en marcha una estudiada estrategia consistente en pequeños e "inocentes"contactos físicos, miradas cargadas de sugerencias, mohines coquetos y un sinfín de armas de mujer que no por conocidas dejan de surtir efecto, sobre todo, en un hombre con predisposición a ser atacado.

El fin fundamental de la estrategia estaba conseguido, Berty se ablandó como mantequilla al sol. No volví a tener ni un solo problema, transigía con todo lo que yo deseaba y en la gestoría me felicitaron por la mejora de mi rendimiento ante la administración.

Pero yo quería algo más.

Estaba un poco harta de revolcones rápidos con jovencitos tan egoístas como mi marido. Alberto prometía ser lo que yo estaba buscando desde hacía tiempo .Solo un obstáculo me separaba de él : su bella esposa, era perfecta, en el punto álgido de la transición de la juventud a la madurez plena, parecía imbatible ¡ .

Tramé un plan diabólico.

Aquel mismo sábado,"casualmente" les encontré tomando un refresco en la terraza de un bar próximo a su domicilio.

-Que sorpresa Don Alberto, como usted por aquí ?. (mi cinismo no conoce limites)

Alberto se levantó sonrojado y ligeramente aturdido.

-Hola Cati, te presento a mi esposa…Marga, esta es Cati, de la que ya te he hablado. Pero…siéntate, que quieres tomar?.

Desplegué entonces todas mis dotes de seducción con las mujeres, les hablé de lo desgraciada que soy en mi matrimonio, de lo sola que me siento en España, sin familia, sin amigos.

Pasamos la tarde charlando sin cesar y al despedirnos había conseguido una invitación-inexcusable-para comer con ellos al día siguiente.

Llegué puntual, con un pequeño obsequio para Marga y durante la comida ignoré-deliberadamente- a Alberto, envolviendo en mi venenosa red a su mujer, tratando de ganarme su confianza y amistad.

Pero el cazador resultó cazado, ella me sedujo a mí. Una mujer excepcional en todos los sentidos: inteligente, culta, amena, divertida…y sensual.

Aquella mujer me gustaba, me gustaba mucho, la oía embelesada, veía moverse sus carnosos labios y deseaba besarlos, acariciar aquel cutis perfecto, tocar sus redondos pechos. Estaba sorprendida, solo de niña había tenido pequeñas experiencias lesbicas, tonterías que no había vuelto a repetir, y ahora de pronto surgía de mi un sentimiento nuevo que no por desconocido dejaba de resultarme agradable.

Una nueva idea empezó a formarse en mi retorcida mente: me haría amante de los dos!.

No sabía como, pero lo haría!.

Y las cosas resultaron más fáciles de lo que yo esperaba.

Alberto me invitó un día a comer en un hotel restaurante de las afueras. Tras una excelente mariscada bien acompañada por un fresquísimo vino blanco (del que obviamente abusé) y con burdas añagazas, me llevó a una habitación que había reservado. Allí, todo se desarrolló según mi programa.

Alberto resultó ser el amante perfecto. Durante una eternidad estudió mi cuerpo, primero con su penetrante mirada, luego con sus hábiles manos, como un alfarero que palpa y valora la arcilla que va a modelar. Recorrió todos y cada uno de los rincones de mi ser, anotando mentalmente mi reacción a su tacto en cada uno de ellos y finalmente me desnudó morosamente, recreándose ante la lenta aparición de los secretos ocultos por mi ropa.

No hizo un movimiento que no estuviese justificado para lograr una mayor satisfacción a nuestros sentidos y cuando ya mi cuerpo se retorcía y gemía pidiendo la rápida penetración, él ignoró mi ansiedad, siguiendo un plan establecido de preparación para tan esperado momento y cuando lo consideró oportuno (que lo era), hundió su carne en la mía y yo perdí el mundo de vista durante la eternidad que estuvo dentro de mi.

Ya nos estábamos vistiendo cuando comentó:

-Marga quedó muy impresionada contigo y le gustaría volver a verte.

-Yo estoy deslumbrada por ella, realmente tienes una gran mujer, no se que haces aquí conmigo.

-Es que, pienso teneros a las dos sin renunciar a ninguna. Vi como la mirabas el domingo y en tus ojos noté el deseo. Te imaginas a los tres en la cama?.....

-Que bruto eres, que diría Marga si te oyese!....

-Marga y yo estamos de acuerdo en todo lo que hacemos, falta que tú aceptes.

No me lo podía creer, aquella pareja tan seria y respetable, iba más allá de mis propias fantasías que yo imaginaba desmadradas y utópicas.

El siguiente sábado llegaba de nuevo a su casa. Los niños no estaban, habían ido a pasar el fin de semana con los abuelos, todas las persianas estaban bajadas, sonaba una suave música de fondo y la pareja parecía sumamente excitada.

Me abrió la puerta Marga dándome un par de besos en las mejillas y un fuerte abrazo prometedor de futuras efusiones.

Sirvió Alberto unas bebidas y se sentó a mi lado, pasando su brazo sobre mis hombros.

-No esperaba yo que la cubanita se decidiese a venir…pero me alegro de ello!

Dijo Berty para romper el hielo mientras su mano se recreaba acariciando mi piel y Marga nos miraba expectante.

Yo temblaba incontroladamente, aquello iba en serio y yo no estaba preparada para ello.

Tranquilízate-dijo Marga-verás que bien lo vamos a pasar.

Mientras Alberto comenzaba a besarme el cuello, ella se quitó la falda y la camisa, se arrodilló ante mi y comenzó a desnudarme lentamente. Yo colaboraba, como podía, a su labor al tiempo que respondía con mi lengua a la de Alberto que se contorsionaba dentro de mi boca.

Ya me había despojado de mi tanga cuando noté que la tercera lengua de la reunión- la de Marga- buscaba ávidamente mi clítoris y definitivamente me relajé, dispuesta a sentir todas las sensaciones que aquel "menage a trois" prometía.

En cuanto pude desembarazarme de Alberto, me lancé a buscar la boca de Marga que se encontraba mordisqueando mis pezones. Unimos nuestros cuerpos en un abrazo intenso y un beso profundo y goloso. Su muslo derecho se introdujo entre los míos dando comienzo a un frotamiento que me llevó al primer orgasmo de la tarde.

Alberto no perdía el tiempo e intentaba introducir su miembro en mi tumefacto sexo, pero yo había intuido otro universo distinto y Marga me estaba haciendo enloquecer de placer.

Finalmente, nos poseyó a las dos alternativamente y sin que nosotras cesásemos ni un instante en nuestro mutuo y exaltado descubrimiento.

La vida no es fácil en este país, me han despedido de la gestoría porque la barrera burocrática se alza de nuevo ante mi. Alberto mantiene una absurda huelga de celo con toda la documentación que le presento.

Mi marido me ha dejado.

Magda y yo vivimos juntas y ella ha dejado a su marido y a sus hijos.

Somos amantes.