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Desde que amanece, apetece...

en Autosatisfacción

DESDE QUE AMANECE APETECE….

Llevaba ya dos semanas sin mi mujer, que había marchado a cuidar a su hipocondríaca madre, cuando mi modélica vida de hombrecito de su casa se vio trastornada por un sueño, un sueño con una insulsa compañera de trabajo de la que no podía decir ni el color de sus ojos o de su cabello.

Un sueño inverosímil como todos los míos y en el que finalmente acabábamos en la cama.

Sentía-literalmente la tibieza de su piel, la morbidez de sus pechos y la humedad de su sexo. Me desperté con la polla palpitando y pidiendo a gritos que le diese un calmante.

En mucho tiempo no había sentido un orgasmo tan placentero e intenso. Un polvo es otra cosa, intervienen muchos factores que confluyen en el momento de la eyaculación. Aquella paja fue el culmen de las pajas, dejé fluir el semen libremente y volví a dormirme revolcándome en él.

Por la mañana, volví a recordar el sueño y volvió falo a pedir guerra. No me opuse y le complací, salí hacía la oficina caliente como un tubo de escape.

Allí estaba ella, la madre de sus hijos, la amante esposa, la amable compañera…y el nuevo e insolito objeto de mis más libidinosos deseos. Me acerqué a ella y sus feronomas me enloquecieron, no pude evitarlo y la tomé del brazo. Su piel era tibia como yo la había soñado, noté que su respiración se aceleraba y su pecho se magnificó a mis ojos.

Me miró interrogadoramente.

-¿Quieres algo, Luis?

Yo también la miraba, como embobado. Le solté el brazo al oír su voz.

-No..si, bueno, no…luego te cuento.

Salí azorado del despacho y me metí en el mío. Su aroma me perseguía y volví a excitarme violentamente. Quise oponerme a aquella locura pero los testículos me dolían. Entré en el lavabo y me masturbé con furia. Ahora la imaginaba en una tórrida escena sado-masoquista, algo que-pensaba yo- me repugna profundamente. El resultado fue un nuevo super-orgasmo que me dejó unos minutos respirando aceleradamente, como si hubiese echado un polvo bestial.

A media mañana entró ella a verme.

-¿Me vas a explicar que querías antes?

Casi parecía una suplica mas que una pregunta.

Me armé de valor.

-Que hacen en el cine una de terror…y como se que te gustan, pues…que si vamos esta tarde a verla.

¡Ya está!, me dije, ahora me manda a la mierda y se acabó.

-A la sesión de las cinco, que luego he de recoger a los chicos en el colegio. Nos vemos en la puerta a menos cuarto.

Lo dijo de carrerilla y sin, casi, mirarme mientras se le encendían las mejillas.

Estábamos tan sorprendidos, el uno como el otro porque ambos nos habíamos ignorado durante mucho tiempo e ignorábamos que nuestros sueños habían coincidido en el tiempo y en la forma.

No, no fuimos al cine, llevé mi automóvil a una recóndita playa y allí nos atropellamos intentando contarnos el sueño que, poco a poco, fue mostrando su similitud y el profundo efecto que a ambos nos había causado.

Clara se puso seria para decirme:

No negaré que esta mañana me he masturbado pensando en ti. Hace mucho que no sentía tanto placer, pero de eso a iniciar una relación adultera…hay un abismo, no, ni lo sueñes!.

Hizo lo que, a mi, me pareció una dolorosa pausa y saltó de su asiento, asió mi cabeza con sus manos y me dio un beso, profundo, ansioso, húmedo, largo. Luego me soltó abochornada.

-¡Pero te deseo, maldita sea, te deseo tanto que no puedo evitarlo!

No se, todavía, lo que nos contuvo. Ella me hizo una buena mamada (exigiendo que no me corriese en su boca) que finalizó manualmente y yo conseguí que se corriese con solo pasar mis dedos por encima de su clítoris, ni siquiera dejó que le bajase las bragas.

La dejé a dos manzanas del colegio.

-Luis, cariño, olvida esta tarde. Soy feliz con mi marido –dijo mientras bajaba del coche retocándose el maquillaje-

La vi alejarse con ese delicioso contoneo de los culos bien hechos, no se volvió para enviarme un beso como yo esperaba. -¡Lastima!-pensé-el asunto prometía.

Aquella noche volví a soñar con Clara, fue un sueño casto y sin malicia pues nos limitábamos a pasear cogidos de la mano, y volví a despertar con una tremenda erección que fue debidamente compensada por medios manuales. Ya empezaba a cansarme de aquella fijación onírica que me estaba machacando a pajas, al fin y al cabo tengo compañeras mucho más apetecibles que Clara.

A pesar de todo, llegar a la oficina, ver, oler y excitarme como un verraco fue todo uno. Allí estaba, radiante y, por lo que deduje, mal follada después de una noche plena de sueños eróticos.

-Luis, me tendrás que acompañar al archivo, no encuentro un expediente….

La entonación de su voz y su mirada me lo dijeron todo, venía muy caliente.

-Voy al lavabo y te acompaño- respondí acompañando mis palabras con una mirada de inteligencia.

Me lavé la boca, adecenté a falo, que todavía mostraba restos de la paja matutina y salí en busca de Clara.

El archivo de la empresa es un recóndito almacén al que no se accede sino por necesidad muy imperiosa ya que con la implantación del registro informático solo quedan allí viejos y obsoletos legajos.

Cerramos la puerta con llave y nos lanzamos a un desaforado manoseo y besuqueo que nos puso en condiciones de alcanzar más altas metas.

-¡Ponte la goma,ya!-murmuró excitada

-Yo no tengo,¿no has traído tu?-pregunté desanimado.

-Podría entrar por la puerta trasera…-insinué cautamente-

-¿Estas loco?, yo no hago esas marranadas. Rotundamente, no.

Me resigné a una nueva sesión de sexo oral como mal menor. No era Clara (y sigue sin serlo) una experta en el tema pero ponía mucha voluntad y seguía mis indicaciones al pie de la letra. Tanto se esmeró que no me dio tiempo de avisarle y el chorro le alcanzó en plena campanilla. Para mi sorpresa, no tosió ni escupió el blanco néctar.

-¡Si Paco se enterase!, a él nunca le he dejado que se corriese en mi boca y la verdad es que…no sabe mal.

Cuando acerqué mi nariz a su vulva, aspiré con fuerza y me embriagué con aquel olor. Estaba claro que ella no se había lavado expresamente, sabía como iba a excitarme y acertó. Mi boca devoró su sexo con glotonería y no me harté de él hasta que ella, agotada, suplicó que me detuviese.

Así trascurrieron otras quince noches de reiteración onírica y quince días de sexo "inacabado" como yo lo llamaba. Clara se mostraba ya dispuesta a consumar aquella pasión desbordada, pero en cada ocasión algo fallaba y finalizábamos con una sesión buco-manual que nos dejaba un regusto amargo en los labios (en sentido figurado,¡claro!).

El día anterior al regreso de mi amante esposa, me llamó Clara presa de una gran excitación.

-He mandado a Paco y a los chicos dos días a esquiar al Pirineo.¡Por fin seré tuya!

A que negarlo, aquellas semanas de masturbación continua me habían debilitado notablemente, unas profundas ojeras cercaban mis ojos y había adelgazado notablemente pero falo pedía más y más.

Aquella noche iba a ser la gran noche. Cenamos y bebimos en abundancia, los ojos nos brillaban de manera lujuriosa mientras untábamos nuestros dedos en la nata del postre para meterlos en lo boca del otro, que lo chupaba con delectación. Hacía rato que nos habíamos descalzado y bajo la mesa jugueteábamos con los pies buscando a tientas el sexo contrario.

Cuando fue evidente que los camareros disfrutaban de nuestro espectáculo y lo estaban pasando mejor que nosotros, pedí la cuenta y salimos trastabillando del restaurante.

-A tu casa,¿no?-preguntó ella-

-Llega mi mujer mañana, mejor a la tuya.-afirmé con convicción-

-¡No seré yo quien mancille el tálamo nupcial!-anunció desde su profunda cogorza-

Se negó a entrar en un hotel por miedo a ser reconocida y se negó a hacerlo en el coche porque:" su entrega iba a ser total y no admitía apresuradas chapuzas". De modo que repetimos felación y cunnilingus por enésima vez en la estrechez de mi viejo "corsa"y, desanimado, la dejé en la puerta de su casa a las doce de la noche.

Recibí a mi mujer con un entusiasmo que la dejó gratamente sorprendida. No le di tiempo de deshacer la maleta ni la cama. Fue, casi, un frustrado intento de violación.

-Cariño, estoy rendida, ¿porqué no lo dejamos para mañana?-dijo desganada-

Mi gozo en un pozo y falo protestando con una severa hinchazón.

Aquella situación resultaba ya insostenible. Quince días de soltería y había sido incapaz de consumar un polvo como los cánones mandan y mi mujer me rechazaba también.¡Increíble!

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-Bueno, mi amor, ya te he contado mi triste historia. Por eso, cuando te vi aquella mañana en el escaparate de la tienda, tuve la seguridad de que estábamos hechos el uno para el otro.

Yo sabía que no me fallarías nunca, que siempre estarías disponible para satisfacer mi rijosidad ilimitada, sin una protesta, sin absurdas excusas e imperturbable tu perenne sonrisa.

He de soplar con fuerza cuando te necesito y lavar cuidadosamente tu coñito cuando terminamos de hacer el amor pero aunque seas una muñeca….¡te deseo!